Notas |
- Entrañablemente próximo de Agustín Niño Castellanos, acaso su hermano por parte de padre, era Francisco Niño de Guzmán - así firmaba con los dos viejos apellidos del linaje -, quien se casó en Salta el 28-VIII-1751 con Bernarda de Villada, siendo precisamente padrinos de esa boda Agustín Niño Castellanos y su mujer María Laurencia de Córdoba.
Cuando el año 1767 los padres jesuitas fueron expulsados de Salta y Jujuy, indignó la medida a mucha gente principal de ambas ciudades. Se le achacaba al Gobernador Juan Manuel Campero - encargado de cumplir en el Tucumán la orden dada por las autoridades del Reino - el apoderamiento, en beneficio propio, de las riquezas de la Compañía de Jesús. Ello originó una sedición que fomentaron, "en calidad de cabos", los vecinos cuya nómina dio posteriormente Campero a conocer. Fue cabeza del motín en Salta su Teniente de Gobernador Francisco de Toledo Pimentel, y - entre veintitantos nombres - le acompañaban Francisco Niño, Fernando Torres, Lauro Lujan, Cayetano Aguirre, Sinforoso Rioja, los sobrinos de Toledo, Miguel de Learte, el Escribano López Zevallos, Miguel de Córdoba (hermano de mi antepasada Laurencia) y Juan de la Cantolla. Y en Jujuy se les había anticipado Ángel Antonio de la Barcena, el cura José Urtubey, Juan Antonio Zamalloa, Joaquín del Portal, Francisco Basterra, Andrés Eguren, Juan Alejandor Gainza, Francisco Eguía, Ignacio Gorriti, Gregorio Zegada, para nombrar los más importantes.
La revuelta se desencadenó en Jujuy. El Alférez Real de la Barcena, respaldado por el Cabildo que presidía el Teniente de Gobernador Zamalloa, acusó al Gobernador Campero de malversar los bienes jesuíticos. Enterado éste del cargo que le hacían los dirigentes jujeños, lo consideró un alzamiento contra su autoridad. En consecuencia, rápidamente se puso en camino de Salta a Jujuy escoltado por 60 milicianos, resuelto a imponer allí su prestigio por la fuerza.
El ll-XII-1767 penetra Campero a las 2 de la mañana en la ciudad de San Salvador, y se aloja en un extremo de la población, "en la casa de San Roque" - Hospital en que sirvieron los ignacianos -, dispuesto a ordenar el arresto de Zamalloa y demás autoridades lugareñas. Pero antes que el recién venido tomara sus medidas represivas, es cercado por 300 hombres armados que, obedientes a Barcena, a Zamalloa, a Gorriti y al Cabildo, atacan la capilla hospitalaria donde estaba Campero, hiriendo gravemente un soldado. Huye entonces el Gobernador, valido de la oscuridad, y presuroso se dirige a Salta.
En esta ciudad entretanto, un numeroso grupo de vecinos, acaudillado por el Teniente de Gobernador Toledo Pimentel, quebranta - así lo consignaría luego Campero - "con hachas la puerta de mi casa, allanando las del Colegio que fue de los jesuítas y la Sala de Armas y Provisiones"; y después de haber "echado con violencia a mi mujer y familia" se apoderó "de mis bienes y papeles" y de las "municiones y utensilios que dejaron o sobraron de las entrada al Chaco".
De tal modo quedan en poder de los amotinados sáltenos todos los papeles del Gobernador, en los cuales constaban "los secuestros de las temporalidades de los jesuítas que ascendían a cerca de 2 millones de pesos" (según Campero, era Toledo deudor de los padres expulsos, y por eso hizo desaparecer tales comprobantes).
A continuación, el paisanaje y vecinos provistos de excelente armamento - y entre ellos seguramente Francisco Niño - marchan de Salta, conducidos por Toledo Pimentel, a prender a Campero, el cual estaba refugiado a mitad del camino, en la hacienda "La Caldera", que perteneciera a los jesuítas. En dicha estancia - como le escribió el Gobernador - me asaltó Toledo y su gente armada ... invadieron con armas de fuego mi alojamiento", hirieron de muerte a un soldado y el mismo Campero recibió "dos posas en la frente" - es decir dos perdigones del escopetazo que le dirigió un tal Zerda.
"Herido y llena de sangre la cara", cayó el Gobernador en manos de los salteños amotinados, los cuales "sin darme treguas para dar alguna providencia en mi casa, y lo que es más, ni aún tiempo para curarme de las heridas, ni permitirme alguna prevención para mi transporte, ni tinta ni papel para poder escribir ni comunicar con persona alguna, me condujeron preso a esta ciudad de La Plata, y me entregaron al Presidente interino Don Juan Victorino Martínez de Tinco".
En Charcas la Audiencia, luego de encarcelar a Campero, nombró Gobernador interino para el Tucumán a Fernando Fabro, Corregidor de Oruro. Condenado el agente de Bucarelli por prevaricador de los caudales jesuíticos, hubo de salir del país; aunque posteriormente en España resultara reivindicado. Acá, Toledo Pimentel, Zamalloa, Barcena y los cabildantes de Jujuy soportaron un proceso en Buenos Aires; pero el Gobernador Matorras, el 8-X-1771, los declaró libres de criminalidad, desembargándoles los bienes, sentencia que después confirmaría el Consejo Extraordinario de la Corte.
Tal la sedición contra Juan Manuel Campero, el expulsador de los ignacianos de Salta y Jujuy, en cuyo motín - lo afirmó el propio Gobernador desacatado - uno de sus rebeldes "cabos" fue Francisco Niño.
por Carlos F. Ibarguren
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