Notas |
- Ingeniero. Nacido en Buenos Aires en 1837, fue hijo natural del doctor Juan Bautista Alberdi, aunque este último en uno de sus testamentos, declaró ser soltero y no tener herederos forzosos. Un auténtico escritor argentino, lo caracterizó de manera graciosa: "Dijo gobernar es poblar y se quedó soltero". Después Alberdi varió en otro testamento el recóndito amor paternal que brotaba espontáneamente, al pedir que se le entregara sus papeles a "mi legitimo y pariente querido". Volvió a modificar esa situación, en un tercer documento, para aclararnos la verdadera identidad de su hijo, al decir que le legaba "a don Manuel Alberdi, que se firma Alberdi, la propiedad de mis obras literarias ya publicadas que no estuviesen enajenadas y el derecho de reimprimirlas. Lególe también una tercera parte de los valores que resultaren ser mios después de pagadas mis deudas y le ruego aceptarlo buena y dignamente considerando que ningún servicio le debo en el curso de mi vida contrariada y trabajosa, en reconocimiento de lo que yo hice por su educación en Europa, colocándolo en pensiones en Versalles y de Olloway, en Londres, como en una Granja Modelo cerca de París, como pariente y sobrino mio". Sus herederos legltimos, en cambio, lo reconocieron a Manuel Alberdi como hijo natural al hacerse la división judicial de los bienes del ilustre tucumano, en Buenos Aires, el 16 de julio de 1886. Manuel Alberdi desde joven estuvo vinculado a su padre, como lo atestigua la educación que le prodigó. La reanudaron en mayo de 1857, al abrazarse confundidos en París, después de 20 años de no verse. Lo instaló primeramente en el colegio del abate Cointreau, en Versalles, después en una chacra de Chévry en Seine et Marné, y luego en la Holloway School de Londres, para que aprendiera según sus doctrinas pedagógicas, francés, inglés, contabilidad, física, matemáticas y a manejar un arado". Todo esto prueba, lo que escuetamente manifiesta en el testamento. En 1858, al llegar de París, con una carta empeñosa del Dr. Alberdi para el general Urquiza, lo recomendó como sobrino suyo pidiéndole que lo colocase como "dependiente en algún establecimiento de campo para instruirse en la práctica de nuestra agricultura. A este fin -agregaba- ha hecho algunos estudios en Europa, aunque muy cortos". El joven Alberdi seguramente se aburriría dice Cárcano en Paraná esperando algún destino y se ausentó a Bahía Blanca, sin prevenirle al general. El hecho, motivó otra carta de Alberdi, pidiendo excusas a aquél, por la falta de su sobrino, así decía, "considerándolo una ligereza pueril". El 1 de diciembre del referido ano, en una misiva del Dr. Alberdi al mandarle dinero a su hijo, le preguntaba: "¿Qué es de tu vida? ¿Estás ya colocado según tus desces?" Lo cierto es que Urquiza lo alojó en su estancia de San Pedro, la más rica y mejor organizada, para que aprendiera su mecanismo. Pero como tenía un carácter retraído. no pudo adaptarse. Urquiza lo envió después al saladero de Santa Cándida y a los pocos días se dirigió a Buenos Aires, y luego a Bahía Blanca a trabajar con sus parientes. Parece ser que se recibió de ingeniero en minas. En 1879, cuando el Dr. Alberdi regresó al país, volvieron a encontrarse en Buenos Aires, después de otros 20 años. Un decreto del P.E. autorizó a Manuel a recoger en los yacimientos del interior la lista de minerales que debían figurar en la Exposición de Córdoba. Estuvo junto a él, hasta su partida a Europa, en 1881. En ese año, recomendado por el general Julio A. Roca, entrevistó en Córdoba al gobernador Juáez Celman, para solicitarle trabajo. Éste le extendió un decreto nombrándole para estudiar la región minera de la provincia, el estado e importancia de las minas abandonadas. Anduvo varios meses en excursión de estudio por las sierras de la provincia y presentó un largo informe sobre su misión, que corrió impreso por cuenta del gobierno, siendo, sin duda, la noticia más completa que existe al respecto. Cárcano, que lo conoció, escribe: "Era de regular estatura, un poco grueso, pobre en el vestir, de cierta distinción, parco de palabras y de fisonomía un poco encendida. Aparecía como un hombre muy retraido, melancólico, que no se comunicaba con nadie". Muerto el Dr. Alberdi en Paris, y de acuerdo al testamento, se encargó de la publicación de los trabajos inéditos de su padre, en 1895, cuyo primer volumen fueron los Estudios Económicos. Con anterioridad, había recibido beneficios pecuniarios de la edición de las Obras Completas, de su padre. En 1897, realizó con su primo Francisco Cruz, un convenio relacionado con la impresión de los libros. Llegó a publicar once tomos de las obras del Dr. Alberdi, y veló con profundo amor filial su memoria, al impugnar la biografía adversa del tucumano, que hicieron Biedma y Pillado en su Diccionario Biográfico Argentino. El hecho de por si tan elocuente, lo movió a publicar un interesante articulo en El Municipio, de Rosario (30-1X-1897), donde rebatió las apreciaciones del Dr. Ernesto Quesada y las de Biedma, confirmadas Juego por el Dr. David Peña. Falleció en Buenos Aires, el 9 de marzo de 1900, a los 63 años de edad. Al día siguiente de su muerte, el diario El Tiempo, dijo de él, que "habla sido un espíritu distinguidísimo y un periodista muy ilustrado". Fue un hombre inteligente y nada vulgar, que no pudo sobrellevar el papel que el destino le obligó a desempeñar, motivo por el cual pasó una existencia ensombrecida. [1]
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