Notas |
- FRANCISCO DE ARGAÑARAZ Y MURGUIA (9º abuelo mío por dos líneas de Ibarguren y 12º al través de los Uriburu Castro) nació en Amézqueta hacia 1561; dos o tres años tenía cuando su padre se hizo a la vela rumbo a Centro América, en un viaje sin retorno en la armada del Adelantado Pedro Menéndez de Avilés. El jesuíta Lozano en su clásica Historia, dice que nuestro Francisco "pasó siendo de 20 años, deseoso de adquirir gloria, a militar en las Indias el año 1581, y se portó tan valerosamente en las fundaciones que se ofrecieron, que se granjeó la estimación de los Gobernadores, quienes reconociendo su mucha cordura y prudencia, hicieron de él mucho caso y le ocuparon en los primeros puestos".
Así, el joven, luego de recibir en Amézqueta un préstamo de 30 ducados de oro del Escribano Aztina para trasladarse a Sevilla, desde allí, con favorables vientos cruzó el Atlántico - "Mar Tenebroso" aún - para desembarcar en las costas del Caribe; Tierra Firme o Panamá. El viajero atravesaría luego esa corta franja terrestre hasta alcanzar el océano Pacífico, por cuyas aguas navegó con rumbo al "Reyno del Pirú", y, tras breve estadía en "Los Reyes" (Lima), corrióse a Potosí, donde Juan Ramírez de Velasco, flamante Gobernador destinado para el Tucumán, reclutaba la gente que iba a acompañarlo a Santiago del Estero, población principal y sede gubernativa de la provincia a su mando.
Ramírez de Velasco rompió la marcha el 5-V-1586, al frente de 45 soldados, 32 personas de su casa y 100 indios auxiliares. El propio Gobernador el escribiría al Rey (10-XII-1586) ya instalado en Santiago del Estero; "Traxe conmigo siete o ocho cavalleros conocidos, como son Pablo de Guzmán, hijo de Luis de Guzmán, Gobernador que fue de Popayán, con su mujer e hijos; e don Fernando de Toledo Pimentel, sobrino de don Francisco de Toledo (Virrey del Perú y bisnieto de Fadrique Alvarez de Toledo, 2º Duque de Alba); e don Yñigo Ramírez, mi sobrino; e a don Francisco de Argañaraz; e a tres hijos míos, con otros hidalgos muy onrrados".
A los seis meses escasos de haber llegado a destino, el Capitán Argañaraz forma parte del Cabildo santiague±o, cuya corporación, el 4-II-1587, pide al Rey, en nombre de los vecinos de la ciudad, que el puerto de Buenos Aires (fundado por Garay en 1580) quedase sujeto a la gobernación del Tucumán, y no a la del Río de la Plata. Firmaron esa demanda los Alcaldes Alonso de Cepeda (mi antepasado) y Pedro Sotelo de Narváes, y los Regidores Argañaraz, Fernando de Toledo Pimentel, García Sánchez, Licenciado Luis Cano, Diego Núñez de Silva, Gonzalo de Morales y Lope de Quevedo.
Al año siguiente, Francisco de Argañaraz y Murguía acompaña al Gobernador Ramírez de Velasco en su jornada al valle Calchaquí. Previa escala en Salta, la expedición compuesta por 95 soldados españoles, 800 caballos y 400 indios amigos, sali³ de dicha ciudad el 12 de marzo. Y después de recorrer durante 50 días 35 leguas a lo largo de escarpadas montañas, sofocando rebeldías y poniendo en paz a las tribus de Chicoana hasta Quiri Quiri, incluídos los indios tolombones y pulares, Ramírez de Velasco tornó a Santiago del Estero, pero dejó - apunta Levillier - "parte de su tropa en la guarnición de Salta, para proseguir las correrías en el distrito".
En tales correrías intervino Argañaraz, y en su Probanza de méritos y servicios el testigo Bartolomé Naharro consigna que aquel "sirvió en conquistar ... los indios omaguacas, pomamarcas, ocloyas y churumatas e zapanatas, lules e otras muchas naciones que estaban alteradas contra el rreal servicio". Otro testigo Juan Rodríguez declaró que Argañaraz acudió en esas "ocasiones de guerra, con suerte e lustre de su persona, como caballero y hombre noble, sin rrehusar en cosa alguna el peligro de guerra". A su vez Pérez Morillo testifica que nuestro hombre acudió a "rrenquentros e guaçabaras de yndios ... con mucho honor y cuydado y gran balor, e que a todas las ocasiones de la dicha guerra se anticipaba de los primeros, ymitando en esto a su padre y abuelos". Y Juan de Chaves le vió "de los primeros en acudir a la boz del servicio ... con sus armas e cavallos, munisción y bastimento, sin ayuda alguna, con sus criados y amigos, sustentándolo todo a su costa y minsión e rrepartiendo con ellos de todas las cosas que heran necesarias para la guerra ... imitando ... a los que sus padres y antepasados hizieron en servicio de su Magestad". En mérito de todo ello, el Gobernador Ramírez de Velasco agració a Argañaraz con la encomienda santiagueña de "Guaypete" por tres vidas.
Por esas fechas, en Santiago del Estero - probablemente de vuelta de la referida campaña -, Francisco quedó "casado e velado con doña Bernardina Mexía". El contrayente - según declaración de Bartolomé Naharro - "hizo sus amonestaciones quando se casó con hija legítima del Maese de Campo Hernán Mexía Mirabal (de cuya formidable personalidad y de su mujer Isabel de Salazar me ocupo en capítulo aparte); "y este testigo a oydo dezir públicamente (que el novio) era hijo legítimo del Capitán Martín Ochoa de Argañaraz, que sirvió en la Florida donde murió". Los padres de Bernardina estarían presentes en la boda, ya que Mexía Mirabal a fines de 1589 partió rumbo a la madre patria, por vía del Perú y Panamá, como Procurador General del Tucumán, a peticionar mercedes al Rey y a su Consejo de Indias para dicha gobernación.
En 1590 y en distintas oportunidades Francisco de Argañaraz integró el Cabildo santiagueño. Bartolomé Naharro - testigo en su Probanza de servicios - declara; "le he visto usar el oficio de Alcalde ordinario y de la Hermandad con mucha rrectitud, dando a las partes su justicia, sin que oviere quexas de el dicho Capitán, antes estaba en mucha y muy buena opinión de hombre zeloso de hazer justicia".
Fundación de San Salvador de Jujuy
Una de las miras de gran importancia que abrigaba el Gobernador Ramírez de Velasco para el Tucumán, era poblar el valle de Jujuy. Dicho paraje rodeado de imponentes montañas y humedecido por dos cursos de agua - los ríos Grande y Sivi Sivi - constituye, sin duda, la puerta de la quebrada de Humahuaca - angosto y obligado pasadizo de más de 35 leguas de largo, ceñido entre cordilleras paralelas que encauzan en toda su extensión al río Grande - trayecto entonces necesario, estratégico, fundamental, de la ruta hacia el Perú.
"El Valle de Xuxuy" - escribió, a fines de 1582, el conquistador Pedro Sotelo de Narváes en una Relación dirigida al presidente de la Audiencia de Charcas -, es "Valle de poca gente pero muy apacible, y que tiene dos ríos, el uno Grande y de Pescado, Cazas y lo demás que los otros; los indios están en tierra fragosa que llaman Ocloya, tierra de mucho oro". Es que - lo advierte el declarante Naharro en la Información sobre los servicios de Argañaraz - "Omaguaca, en su lengua, quiere decir cabeça de thesoro que el Inga thenía" - en las minas auríferas de Cochinoca y Casabindo?
De tal suerte, los españoles a efectos de contener a la indiada feroz, necesitaban erigir un centro de dominio en ese territorio, que hiciera menos riesgoso el tráfico por el camino del Tucumán al Perú. Así la población de Salta quedaría escalonada unas 15 leguas más arriba, con el emplazamiento que se proyectaba instalar en el valle jujeño; cuyo asiento, a su vez, distaría 60 leguas, más o menos, de San Bernardo de Tarija; desde donde recorríanse 50 leguas hasta Potosí, Imperial Villa a solo 12 de La Plata (Charcas).
Dos tentativas para establecer ese reducto en Jujuy habían fracasado; Nieva, fundada en 1562, y luego San Francisco de Alava, que se levantó en 1575; ambas - digamos "ciudades" - con pocos meses de existencia, ya que fueron arrasadas por los indios en 1563 y 1576, respectivamente. "La causa del fracaso de Nieva y San Francisco - discurre Levillier -, fue principalmente debida al alejamiento de la ciudad de otros centros de población. Pero al fundarse Salta por Lerma, y al consolidarla Ramírez de Velasco, ya era más viable el intento de mantener a 15 leguas al norte a la ciudad proyectada (Jujuy), sosteniéndola contra los ataques de los ocloyas, humahuacas, chiriguanáes, casabindos y cochinocas".
Dada esa situación, Ramírez de Velasco comisionó al Capitán Juan Pedrero de Trejo - vecino de Salta y antiguo compañero de Pedro de Zárate en el asentamiento de la frustrada San Francisco de Alava -, a fin de que instalara de nuevo aquella ciudad en el valle de Jujuy. Sin embargo Pedrero de Trejo - lo puso de manifiesto el testigo Juan de Chaves en la Probanza de Argañaraz -, "avía mas de seis meses que avía thenido las dichas comisiones, el qual no se atrevió a poblar por mucho rriesgo de yndios que ay e avía en la dicha provincia ... y también por no thener el aparejo que hera menester para la poder sustentar, y lo dejó e sedió la dicha poblazón al dicho Capitán don Francisco de Argañaraz".
Por su parte, ante la demora y poca diligencia de Trejo, Argañaraz había pedido al Gobvernador Velasco lo designara a él, en reemplazo del primero, para llevar a efecto aquella jornada fundacional. Y como el Gobernador opinaba que el postulante era "persona de tanto ser e valer, y tan baleroso Capitán, y thener, como thenía, tantos amigos e pusibles de hazienda para sustentar a los soldados", resolvió encomendarle dicha "poblazón".
El propio Argañaraz, al solicitar más tarde a la Audiencia la Probanza de sus logros y servicios estampó que; "considerando lo que ymportaba la conquista y poblazón de el valle de Jujui y su comarca, e condoliéndome de muchos daños e yncombinientes que avía de estar aquella tierra despoblada, pedí licencia a Juan Ramírez de Velasco, buestro Governador ... para poblar e conquistar el dicho valle, y en continuación de esto, combocando para ello soldados y a mis amigos, con mucha costa de mi hazienda, sin socorro ni favor alguno, porque no le he thenido de Vuestra rreal caxa ni de otra parte, entré en el dicho valle donde poblé, en servicio de Vuestra Alteza, una ciudad llamada Sant Salvador; en cuyo sustento y conservación e pasado mucho travajo, gastado e consumido toda mi hazienda e más de treinta mill pesos de el docte de doña Bernardina Mexia, mi mujer, hija legítima del Maese de Campo Hernán Mexía, y estoy empeñado en más de quince mill pesos que devo en esta ciudad (Charcas) e villa de Potosí".
Así el 25-I-1593, en Santiago del Estero, Ramírez de Velasco extendió la respectiva capitulación habilitante, con amplios poderes a favor de mi antepasado; "caballero conocido y persona que en vos concurren las partes y calidades que para lo susodicho y otros mayores efectos se requieren ... podais ir en persona al dicho asiento y valle de Jujuy ... y busacareis el mejor sitio que hubiere ... que tenga buen suelo y temple, agua, pastos y montes ... y así hallado, con acuerdo, voto y parecer de los pobladores, o la mejor parte de ellos, fundareis, poblareis y asentareis en el dicho sitio la Ciudad, a la cual pongo y señalo por nombre la ciudad de Velasco".
Argañaraz quedaba pues nombrado Capitán, Lugarteniente de Gobernador y Justicia Mayor de la ciudad en cierne, a la que debía dotar de Cabildo con dos Alcaldes, cuatro Regidores, Escribano, Alguacil "y otros oficios de república"; para "que los pobladores reciban bien, y los naturales comarcanos ... acudan a dar paz y obediencia a nuestro Rey ... y vengan en conocimiento de Dios nuestro señor, y tengan doctrina y bautismo, y sean corregidos en sus desvergüenzas y atrevimientos, idolatrías, ritos y ceremonias antiguas, y con la comunión con los cristianos se corregirán y enmendarán". Se ordenaba establecer la ciudad "conforme a la traza que se dió y entregó al "Capitán Juan Pedrero de Trejo", con facultad de repartir a los pobladores "solares y cuadras, huertas, chacras, estancias y caballerías de tierras de pan llevar ... tomando para vos como para cuatro pobladores, y señalara para vuestros hijos como un poblador". Si se descubrían "pueblos indios que no estén dados ni repartidos y de servidumbre, podeis dar y depositar a los pobladores y personas beneméritas hasta la cantidad de doce indios yanaconas". El término del mandato para Argañaraz como gobernante de Jujuy duraría seis años, y - puntualizaba Ramírez de Velasco - "que no se os pueda quitar ni remover, por cuanto para poder hacer la dicha población os disponeis para ir en persona, dejar vuestra vecindad, mujer e hijos, casa y familia, y dejáis de interesar mucha hacienda que con vuestro trabajo, solicitud y cuidado, pudiérades adquirir durante el dicho tiempo, y dar socorro y aviamiento a los que más necesidad tuvieren ... y respecto a lo susodicho, es justo tengais premio de vuestro trabajo, y su Magestad se sirva haceros merced en remuneración de ello".
Conforme a este poder, mi lejano abuelo aplicóse a la tarea de organizar la empresa pobladora. En Santiago del Estero "combocó los amigos" y, probablemente a principios de febrero de 1593, rompió la marcha hacia Talavera de Esteco y Salta, con menos de 40 españoles voluntarios - que se aumentaron en las ciudades de su tránsito -, provisto de recursos de boca y guerra y del obligado contingente de indios auxiliares; sin olvidar la faz espiritual del asunto; personificada en el Capellán de la expedición, el Padre Juan Fonte, rector de la Compañía de Jesús en el Tucumán.
El 29 de marzo, en la plaza pública de Salta, por voz del indio Rodrigo y ante muchas personas, Argañaraz hizo "apregonar" la misión que le había confiado el Gobernador Velasco. Entre los oyentes congregados estaban el Capitán Juan Pedrero de Trejo, el Alcalde Rodrigo Morillo, los conquistadores Aparicio Iniesta, Francisco de Benavente y Pedro Godoy, amén del Escribano Pedro Hernández que labró el acta respectiva. También allí nuestro Capitán General acrecentó su hueste y "bastimentos e pertrechos de guerra y armas e cavallos, bueyes e carretas, que para ella avía comprado a su costa, e otras muchas cosas ... comprándolo todo a excesivos prescios de la ciudad de Salta".
Entretanto no pocos capitanes y soldados, e incluso el Cabildo salteño, "se fueron a la mano e pretendieron estorvarle (a Argañaraz) el dicho viaje e población, por el daño e peligro en que se ponía, poniéndole por delante los acresentamientos lastimosos que avían subcedido en la dicha poblazón ... en que todas vezes se avía despoblado e muerto a los pobladores en mucha crueldad" - al decir del testigo Diego Pérez Morillo. Eran los indios del contorno "belicosos y cevados y carniceros en matar y destroçar a los españoles"; por lo que el propósito de Argañaraz "se tuvo por grande atrevimiento y themeridad" - según opinó el testigo Juan Rodríguez -, y "algunas personas trataron con él que no fuese a ello, por el grande peligro que avían thenido los pobladores que antes avían ydo a poblar". Empero a don Francisco "diciéndole los dichos peligros se le acrecentó y levantó el ánimo". Y al frente de sus "amigos" y de "muchos caballos cargados de matalotage, como 18 carretas y mucho ganado de vacas, bueyes, ovejas y cabras, y mucho servicio de indios y yanaconas, caballos regalados para la guerra y otras cosas necesarias y tocantes a ella", se puso en movimiento desde Salta en dirección al paraje situado en la boca de la quebrada de Humahuaca. En dos o tres días atravesó la región de Perico y los Alisos, para vadear luego el río Sivi Sivi y alcanzar el valle donde proyectaba establecer su emplazamiento.
De acuerdo con sus acompañantes, el Jefe escoge entonces el lugar preciso para la fundación; y dos días atrás del señalado para esa acto solemne, dicta Argañaraz un auto mediante el cual queda nombrado Escribano Rodrigo Pereyra (vecino de Salta y antecesor mío), a fin de que éste protocolizara los futuros decretos del gobierno, y se les diera "entera fé y crédito"; como también dicho Notario debía confeccionar "un Libro de Cabildo".
Por fin, un memorable 19-IV-1593, "día siguiente al último de Semana Santa", Francisco de Argañaraz y Murguía funda la ciudad de San Salvador de Jujuy, "entre el río que llaman Xivexive y el río Grande que viene de la quebrada que dicen de los Reyes ... en presencia de todo el Campo que trae de vecinos y soldados para la dicha población ... en el sitio más cómodo y conveniente para asentar y poblar ... así por la mucha abundancia de tierra fértiles para estancias y sementeras y pastos, viñas y huertas de recreación, como para estar entre los dichos dos ríos, donde se pueden sacar muchas acequias, y hacer molinos y prometer otras muchas y buenas esperanzas. Por tanto - sigue el acta respectiva - su merced el dicho Capitán don Francisco de Argañaraz, conformándose con el parecer de todos, mandó hacer y se hizo un rollo en este dicho asiento ... y se±aló que fuese plaza pública de esta dicha Ciudad ... que hoy en día en adelante para siempre jamás se nombre y llame ... San Salvador de Velasco, en el valle de Jujuy ... y echó tajos y reveses, y dijo en voz alta si había alguna persona que contradijese el dicho asiento y jurisdicción; y no hubo contradicción en persona alguna ... y así en esta forma quedó fijado el dicho árbol de justicia y tomada dicha posesión. Todo lo cual ... se leyó y apregonó públicamente, en altas e inteligibles voces, por voz de Juan Quichoa, ladino; y en señal de la dicha posesión, en nombre de Su Magestad, se dispararon arcabuces y otros regocijos que se hacen en casos semejantes, subiendo mucha gente a caballo para el dicho efecto".
Instálase el gobierno y se reparten tierras dentro y fuera de la ciudad
Seguidamente son designados los miembros del Cabildo; los Alcaldes, Pedro de Godoy y Lorenzo de Herrera; los Regidores, Juan de Segura (asimismo Alguacil Mayor), Miguel García de Valverde (también Alférez Real), Francisco Falcón y Marco Antonio; el Procurador General, Francisco de Benavente y el Mayordomo Juan Núñez Galván; y desde luego el Escribano capitular Rodrigo Pereyra. Y ante la flamante corporación, Argañaraz presta juramento como Teniente de Gobernador y Justicia Mayor, y recibe la vara simbólica del cargo. Después, el Caudillo reparte solares y cuadras a los vecinos y soldados, reservando para sí, "como para cuatro pobladores" (4 solares y 4 cuadras), y, "como un poblador", a sus hijitos Francisco, María e Isabel (mi antepasada) - que frisarían entre los 4 y 1 años de edad - a quien adjudicó un solar y una cuadra a cada cual.
De esa manera, bajo la atmósfera liviana de un cielo límpido y azul, quedó asentada para siempre San Salvador de Jujuy; bañada por dos ríos que corren entre imponentes sierras coloreadas de pardo, rojizo y añil; el Chañi, con nieve en las cumbres a la altura de las nubes, y el ferrizo Zapla con sus laderas enmarañadas de lujurioso verdor.
Cumplidos los repartimientos urbanos; levantado el "ramadón" para celebrar bajo techo el culto divino hasta que se edificase una Iglesia; promulgadas las ordenanzas reglamentarias del Cabildo y fijados los terrenos del ejido comunal; el Fundador procedió a ir otorgando mercedes rurales a sus compañeros de empresa; "guertas y otras heredades y árboles de recreación", vale decir chacras para sementeras de maíz, trigo, zapallos y viñedos, y estancias para el pastoreo de vacas, ovejas, cabras y caballos.
En el campo que llamaron "Buena Vista", y después conocido por "La Tablada" (ahí se emplazan ahora los cuarteles militares y un amplio barrio ciudadano), distribuyéronse 32 chacras de "pan llevar". La primera, al comenzar el curso de una acequia, se señaló para el Gobernador Ramírez de Velasco; la segunda, colindante, correspondió a Argañaraz; más allá, otras dos fueron para los hijos de éste; Francisco, "el mozo" y María. En el actual "Alto de Quintana" - empinada planicie - el Fundador se reservó el sitio conocido por "Fuerte de Hernán Gómez", con unas ruinas; presumibles vestigios de Nieva, o de algún pucará indígena anterior. También Argañaraz se adjudicó en la banda del río Grande (hoy Villa Tramontini) una estancia prolongada hacia las montañas. En la costa del Sivi Sivi concediéronse tierra a los pobladores, y una fracción de ellas quedó para el Fundador.
La llanada donde tenían su tribu los indios "paipayas" (dichos posteriormente por degeneración del nombre "palpalaes"), se incluyó entre los bienes de mi antepasado. También los hijos suyos; Francisco "el mozo", María e Isabel (mi lejana abuela), poseyeron allí dos chacras estas y aquel, "de quinientos pies de cabezada y de largo como las demás". En la región antaño nominada "los Zapallos", en Yala y Reyes, en Río Blanco y Humahuaca, se repartieron propiedades para los conquistadores; así como en "la pampa de Quera, hacia Cochinoca"; en cuyo paraje Argañaraz se favoreció con una estancia. En la banda del río los Alisos recibieron don Francisco y sus hijos dos estancias linderas, de dos leguas una y otra. En Perico hubo asimismo reparto de estancias destinadas a los pobladores primerizos.
El doctor Joaquín Carrillo nos dice en su Historia Civil de Jujui que don Francisco donó a sus hijos la principal chacra que limitaba con el río Sivi Sivi, que "correspondía a las preciosas y fértiles lomadas de Cuyaya". (Tal predio pertenece hoy, en parte, a mi amigo Enrique Roca y a su simpática mujer Elena Claros Buitrago, ella descendiente de Argañaraz). Los vástagos del Fundador resultaron igualmente agraciados con un par de estancias más, de media legua de ancho y largo - indica Carrillo -, "en las pintorescas riberas del río Sapla, al pié del monte de ese nombre, a lo largo de aquel pequeño riacho, cuya belleza de paisajes ribereños rivaliza con el mérito de sus aguas aceptadas como medicinales". Contenían, esas estancias de Zapla, "ganados, caballerías, heredades de pan llevar y molinos".
"La avaricia se despertaba en el ánimo del poblador, quizás azuzado por el Escribano Pereyra, que cuidaba de hacerse dar dobles raciones de tierra y siempre cercanas a las del fundador" - comenta malevolente, Vicente G. Quesada, al ocuparse de aquel reparto de eriales perdidos entre montañas; a los que se debía cultivar y hacer producir; expuestos siempre a ser arrasados por los indios salvajes del contorno, con el asesinato de sus poseedores civilizados; los cuales - antes que sus bienes raíces - tenían que defender el bien supremo de la propia vida. En consecuencia, esa "avaricia" que les atribuye Quesada al fundador y patriarca de Jujuy y a sus copartícipes en la aventura, resulta injusta, por irreflexiva y gratuita.
La lucha contra la indiada revuelta
"Fundar un pueblo - comenta Levillier - no es difícil. Lo hacían los conquistadores en el preciso punto deseado. Consistía en cuatro palabras en el aire, algunos ademanes convencionales, un papel y un acta. Lo penoso era subsistir. Los indios solían alejarse, por miedo o por astucia, al efecto de resolver su acción según la importancia del adversario. Era su táctica esperar que los conquistadores se fueran, dejando pobladores y una corta guarnición, para iniciar las hostilidades. La hazaña de Argañaraz no fue asentarse en Jujuy, sino sostenerse luego, atacando él al enemigo en su recinto íntimo, valiéndose de astucia para dar golpes certeros que hirieran a los caciques y dirigentes indígenas quebrantando su empuje".
Va de suyo que en Jujuy, desde el primer momento, el problema del indio se mantenía latente; el recuerdo de Nieva y San Francisco de Alava obsesionaba a todos sus pobladores. A fines de 1593, el Padre jesuíta Gaspar de Monroy - nativo de Valladolid, que acababa de llegar al Tucumán desde el Perú - solicitó la misión de evangelizar a los infieles de aquella precordillera jujeña. Secundado por Pedro de Añasco, otro religioso de su Compañía, armados ambos sacerdotes solo de fé, esperanza y caridad, internáronse en las montañas; y después de superar serias dificultades, pudieron llegar a los dominios del cacique Viltipoco, jefe principal de los "omaguacas", caracterizado por su odio a los españoles, según lo demostrara, dieciocho años atrás, en el arrasamiento de San Francisco de Alava, "sin dejar hombre con vida".
Frente al rencoroso Viltipoco, el abnegado Gaspar de Monroy - "gran despreciador de peligros por la salvación de las almas", al decir del jesuíta Guevara - lo aborda al cacique con palabras inflamadas de apostólico entusiasmo. Su escuchante - que nada entendería - no le demuestra al misionera más que arrogancia y desdén. Sin embargo, corrido cierto tiempo, parece que unos brindis de chicha, propuestos por el bárbaro y aceptados por el catequista, rompieron la desconfianza de aquel. Lo evidente fue que las libaciones del brebaje (maíz y algarroba mascados por las viejas de la tribu, que luego escupían en una vasija con agua fermentada), lograron que los padres Monroy y Añasco añascaran poco a poco las simpatías de sus anfitriones, pudiendo, en consecuencia, bautizar como a 600 infieles (Viltipoco inclusive, que adoptó el nombre de Diego), y bendecir 200 matrimonios; provocando, de añadidura,las efusiones de aquella chicha, el ajuste de un pacto de no agresión, que Monroy a nombre de los cristianos blancos selló con el hasta entonces reticente Viltipoco.
Esta venturanza apenas duraría un año. Alejados los jesuítas de la región humahuaqueña, sus tornadizos neófitos, con el recalcitrante "Diego" a la cabeza, empezaron a tramar un asalto en gran escala contra los reductos tucumanos de Jujuy, Salta, San Miguel de Tucumán, Madrid de las Juntas (o Talavera de Esteco) y La Rioja. Con tal propósito, Viltipoco fue convocando a omaguacas, purmamarcas, diaguitas, lules, churumatas, apanatas y otras parcialidades monta±esas, con el designio de arrasar dichos cinco enclaves españoles, y producir, por el terror, el desbande de los pobladores sobrevivientes del desastre.
En Jujuy, a todo esto,Francisco de Argañaraz - acabado de regresar de una corta visita a Santiago del Estero y a San Miguel de Tucumán - estaba sobre aviso de la hecatombe que se preparaba, gracias a la advertencia de unos indios amigos. Corría el mes de marzo de 1594, y en las montañas Viltipoco ya había concentrado alrededor de 10.000 guerreros para dar el golpe, y caer por sorpresa sobre Jujuy y demás asientos civilizados.
Don Francisco entonces - digno hijo del Capitán Martín Ochoa de Argañaraz y 5º nieto del Mariscal Sancho de Londoño -, resuelve tomar la iniciativa. En la noche del sábado 21 de marzo, escoge 25 soldados de los que considera más valientes, para salir con ellos al amanecer a apoderarse de Viltipoco. Pedro Díaz de Herrera, participante en la hazaña, nos la cuenta con estas palabras; "Este testigo fue en compañía del dicho Capitán don Francisco de Argañaraz a la ciudad de Santiago del Estero ... donde le vino la nueva como el capitán general de los yndios de guerra enemigos, que era don Diego Viltipoco ... avía hecho junta e llamamiento de general a todos los capitanes e caciques de la dicha cordillera, que son más de diez mill yndios de guerra todos, y muy belicosos, como diaguitas, chichas, omaguacas, churumatas, lules y apanatas y otras muchas naciones que hay en la dicha provincia y cordillera ... y era tanta la fama de el dicho capitán Viltipoco, que hasta los yndios de Chile le respetaban y embiavan presentes. Por la pujanza de gente que thenía, se atrevió a querer despoblar y matar a los pueblos y ciudades de Salta y Jujuy y la villa de Madrid y la ciudad de Rioja, que eran cinco (con San Miguel de Tucumán). Viltipoco hizo grande parlamento a los demás capitanes e yndios e caciques, y en rresolción quedó determinado de que, para cierto día señalado, avían de dar en los dicho cinco pueblos a tal ora, y avían de matar los españoles ... lo cuál vino a noticia del Capitán don Francisco de Argañaraz, en el pueblo de San Miguel de Tucumán ... y fue a la ziudad del Señor San Salvador a la ligera ... e apercibió a todos los soldados para quando los llamase ... sin dezir donde avía de yr, y lo que avía de hazer. Así todos los soldados se previnieron e apercibieron ... y al cavo de veinte e uno o veinte e dos días, que era savado a media noche, tuvo nueva e noticia que el dicho Viltipoco estava en el valle cogiendo comida, para en acabando de cojer hacer el daño, estragos y muertes".
Argañaraz, en tanto, "como Capitán tan valeroso y zeloso del servicio de Su Magestad ... después de aver oydo misa, salió con veinte e cinco soldados ... y los soldados yban con pena de no saver donde los llevavan, ni a que yban, de temor de la nueva que thenían de que toda la tierra estava alçada y rrevelada contra la rreal corona ... y que si no fuera por ser el dicho Capitán don Francisco de Argañaraz tan valeroso Capitán y tan sagaz y prudente, y sobre todo muy animoso y benturoso, todos los soldados le dejaran y se huyeran por ver que estava toda la tierra alçada".
Pero aquellos 25 hombres siguieron tras el Caudillo, "caminando todo aquel día y la noche, y llegaron a media noche a un balle e quebrada llamada Poromamarca, donde el dicho Viltipoco estava con cinquenta o sesenta yndios cojiendo comidas ... y en los caminos thenían puestos grandes centinelas y espías". Los españoles diéronse buena maña, y sin ser sentidos "llegaron al dicho asiento donde (los indios) estavan, e los hallaron bien descuidados y dormidos ... cercaron las casas e pueblo ... y entraron donde estaba Viltipoco e sus capitanes e su gente, que estavan juntos, e los prendieron luego a todos, y así presos, dentro de dos oras, la mesma noche, salieron con los dichos presos e los llevaron al dicho valle de Jujui".
"Prendí a Biltipoco - afirmó Argañaraz en un escrito destinado a la Audiencia de Charcas -, principal tirano de los naturales y a todos sus capitanes, con cuya prisión y muerte está llana (la tierra) y los caminos seguros, porque los dichos yndios rresiven el sancto baptismo y doctrina xptiana y obedecen los mandamientos de buestra rreal justicia".
En efecto; gracias a aquella audaz y afortunada "operación comando" - como hogaño se calificaría al procedimiento -, dirigida personalmente por mi antepasado, "los indios vieron todos que les faltava la caveça ... sus demás capitanes se acobardaron de tal manera que no se atrevieron a hazer nada, solo mataron a un fraile de la horden del señor Sant Francisco y otros quatro españoles, junto a la ciudad de Salta". Preso "Diego" Viltipoco, el padre Monroy volvió a catequizarlo. Ello parece verosímil, ya que el curaca recibió toda clase de consideraciones, y "don Francisco de Argañaraz e doña Bernardina Mexia, su mujer - cuenta el soldado Díaz Herrera - le regalaban muy cumplidamente, e cada día le visitaban e llevavan todos los rregalos que podían". Lo cierto es que Viltipoco fue trasladado a Santiago del Estero, donde falleció, años más tarde, de muerte natural.
Como secuela de la fracasada insurrección indígena, el cacique "Laisa", que tenía movilizados a los indios churumates de la encomienda del conquistador Juan Rodríguez Salazar, se retiró con 300 de aquellos al bosque chaqueño, guarida de los chiriguanos, para en alianza con estos, lanzarse sobre Jujuy. Entonces Argañaraz, con su habitual presteza, "porque no subcediese algún escándalo y alboroto, fue con su gente (20 hombres) en pos de los dichos yndios, e los alcançó treinta leguas dentro de la tierra de los yndios chiriguanaes, en una parte muy peligrosa, donde prendió a dicho cacique y a los yndios, e los entregó a este testigo, como encomendero" - o sea al declarante Juan Rodríguez Salazar.
También - y así lo recuerdan los testigos de la Probanza que me ocupa - Argañaraz "saliendo a correr la tierra encontró un pueblo de yndios que estaba alçado y a espaldas de los yndios que llaman Casavindo, y con solo cinco hombres que llevó, rrindió a los yndios, que éste fue un hecho de grande valor". Seguidamente entregó los salvajes prisioneros al cura de Casabindo y Cochinoca para que los adoctrinase. Proyectaba, asimismo, don Francisco - según lo expresó el encomendero Rodríguez - "hazer la conquista de unos yndios de guerra e ynfieles (en la región) llamada Chacogualamba, que está a las espaldas de la cordillera de Jujui, gente muy belicosa"; los chiriguanos, sin duda; pero a nuestro Capitán no le dieron licencia para ello.
Entretanto Ramírez de Velasco había terminado su mandato y un nuevo Gobernador, Hernando de Zárate, hacíase cargo de la provincia del Tucumán. El flamante mandatario, ante los peligrosos acontecimientos que se sucedían en Jujuy, amenazada por los indios comarcanos alzados, envió a dicha ciudad al Alguacil Mayor Alonso Díaz Ortiz, a fin de que lo informara sobre si la población jujeña contaba con los elementos necesarios para defenderse, poder subsistir y garantizar la vida de sus vecinos.
Díaz Ortiz llegó a Jujuy en compañía del Escribano de la gobernación de Salta, del conquistador Sancho Pérez Morillo y de "otros quatro o sinco soldados". Pérez Morillo comunicó que ellos habían venido al asiento jujeño "para que viesen la dicha poblazón e mirasen el peligro en que estavan e qué rresguardo thenían y si podían permanecer en ella o no", sus pobladores. Díaz Ortiz y demás compañeros de inspección, "hizieron lista de la gente que avía, armas e cavallos e bastimentos e municiones", y llegaron a la conclusión que "está la dicha ciudad muy bien poblada y en parte cómoda, y los soldados bien adereçados de armas y cavallos que les dava el dicho don Francisco de Argañaras, sin ayuda ni socorro de nadie, y que thenía especial cuidado en el rresguardo de la dicha ciudad, y que toda su felicidad está en mirar que los enemigos no viniesen a hazer los daños pasados, rrecorriendo de hordinario el campo, e estavan fortificados muy bien ... los soldados contentos e bien adereçados, y el dicho Capitán don Francisco de Argañaras ser, como es, tan valeroso Capitán y sagaz en las cosas de la guerra y milizia"
Poco después el Teniente de Gobernador de Salta Juan Pedrero de Trejo, a quien acompañó también Sancho Pérez Morillo y el Notario del Cabildo salteño Pedro Hernandes, allegóse a San Salvador de Jujuy para practicar otra inspección, y luego de su visita opinó que el Gobernador Hernando de Zárate "bien podrá dexar al dicho don Francisco de Argañaras en la dicha poblazón, porque con el favor y socorro de Salta, quando fuese necesario, yría muy adelante y permanecería".
El diferendo entre Ochoa de Zárate y Argañaraz acerca del derecho al gobierno de San Salvador de Jujuy
Firmemente asentada San Salvador de Jujuy; contenidos los indios levantiscos que pretendían su destrucción; arraigados sus primeros pobladores, que disfrutaban las mercedes territoriales repartidas por Argañaraz, y como vecinos ejercían el gobierno lugareño desde el Cabildo; se entabló un sonado pleito por la jefatura general de la ciudad y su distrito; controversia que el historiador Miguel Angel Vergara ha estudiado e hizo conocer en el "Boletín del Instituto de San Felipe y Santiago, de Estudios Históricos de Salta", bajo el título de Un episodio político del norte argentino en el siglo XVI.
Los antecedentes del litigio se remontan a 1575, al tiempo en que el conquistador Pedro de Zárate, en el valle de Jujuy, junto al ángulo que forman los ríos Grande y Sivi Sivi, fundó el reducto de "San Francisco de Alava"; establecimiento sobre el cual el Virrey Toledo había otorgado el derecho de gobierno vitalicio para Zárate y sus herederos, extendiendo el privilegio a otras mercedes y encomiendas.
Arrasada la fundación zaratina por los indios dieciocho años más tarde, en el mismo valle de Jujuy, el 19-IV-1593, Francisco de Argañaraz y Murguía levantó a "San Salvador de Velasco", a su costa, gastando para ello la dote de su mujer Bernardina de Mirabal. Esta ciudad fue erigida a pocas cuadras - 4 o 5 - del sitio donde estuvo y acabó hecha escombros "San Francisco de Alava".
Tras la muerte de Pedro de Zárate en el Perú, su hijo Juan Ochoa de Zárate - legitimamente habido en Petronila de Castro, señora feudataria de Humahuaca - aparece en Jujuy en septiembre de 1594, pretendiendo, a título de heredero del fundador de la devastada San Francisco, el gobierno de esa región. Argañaraz - según sabemos - mandaba ahí en virtud de aquellos poderes que lo investían como Teniente de Gobernador y Justicia Mayor por seis años. De manera que, tajante, se opuso a que el joven Zárate le arrebatara la dirigencia jujeña.
Llevado el pleito a los estrados de la Audiencia de Charcas, el alto Tribunal, el 7-VI-1596, mandó despachar para el hijo del conquistador Pedro de Zárate "la carta de provisión real de su Magestad al efecto que se pide"; y ordenó al Virrey de Lima, Luis de Velasco, confirmara en el gobierno de Jujuy a Ochoa de Zárate; el cual debía tomar posesión del mismo en el curso de seis meses. Pero he aquí que allá en Jujuy el Cabildo local, reunido en pleno, rechazó las pretensiones de Zárate, alegando que, sin desconocer los mandatos de la Audiencia, no los podía cumplir por razones de bien público.
Argañaraz a todo esto se encontraba en Lima, y a principios de 1597 presentó al Virrey los documentos acreditantes de su derecho. Por su parte el Tribunal charqueño, el 20-II-1598, produjo una resolución verdaderamente pilatuna; expresó que "estando el dicho don Francisco de Argañaraz usando los oficios de Capitán y Teniente de Gobernador en la dicha ciudad de San Salvador de Jujuy, los continúe y prosiga hasta que otra cosa se provea y mande esta Real Audiencia; y que no usando los dichos oficios, los use y ejerza el dicho Capitán Juan Ochoa de Zárate, sin perjuicio del derecho de las partes, por ahora".
A Argañaraz le era difícil hacerse cargo enseguida del gobierno de Jujuy, pues se hallaba en el Perú, y - cosa que los Oidores sabían - carecía de tiempo para trasladarse de la noche a la mañana a San Salvador, pues un viaje entonces - aparte de costoso - había que organizarlo de antemano. Ochoa de Zárate, en cambio, encontrábase en condiciones de ponerse en camino inmediatamente, y tomar el gobierno de Jujuy. La Audiencia - como dice Vergara - los puso en una carrera de velocidad; el primero en llegar, sería Gobernador.
Así planteado el asunto, mientras Argañaraz tramitaba "la litis" en Charcas, fundando su derecho en aquella capitulación que le firmara Ramírez de Velasco en 1593 - verdadero contrato colonizador y de conquista que le prometía el gobierno de San Salvador por seis años -, la Audiencia resolvía designar "Juez Comisionado" a Bartolomé Chaves Centeno, a fin de poner a Ochoa en funciones como Teniente de Gobernador en Jujuy. Este y Ochoa de Z¡rate trasladáronse a destino y, el 16-IV-1598, dicho representante audiencial hace que el Ayuntamiento lugareño le entregue la vara simbólica de la Justicia al pretendiente que le acompañaba; quien, meses después, abandona Jujuy urgido a proseguir el pleito en La Plata; por lo que delega el mando de la ciudad en su amigo Chaves Centeno. Sin embargo, el 3-IV-1599, el Gobernador del Tucumán, Mercado de Peñalosa, reivindica la facultad que anteriormente le había reconocido la Audiencia de nombrar Teniente de Gobernador para Jujuy. En consecuencia, el referido magistrado llena el cargo con un hombre de su confianza; Pedro de Godoy, compañero de Argañaraz, quedando así cesante el personero de Zárate, Chaves Centeno.
Este enfrentamiento curialesco entre Zárate y Argañaraz, no fue obice para que, casi medio siglo más tarde, se unieran entrañablemente ambas familias; el hijo de Ochoa, Pedro Ortiz de Zárate, tomó por esposa a Petronila de Ibarra Argañaraz, bisnieta de don Francisco. De tal suerte, mediante ese pacto de sangre, quedaron vinculadas las estirpes de los fundadores de "San Francisco de Alava" y de "San Salvador de Velasco", en el valle de Jujuy.
La "Probanza de méritos y servicios" de Argañaraz
Aquella permanencia en La Plata con motivo de las actuaciones referidas, le permitió a don Francisco hacer levantar, el 24-XII-1596, ante la Audiencia charqueña, su Probanza de méritos y servicios. En este expediente comparecieron como testigos; el encomendero Juan Rodríguez Salazar; Juan Ballesteros Narbáez, "ensayador mayor de la casa de la moneda de la villa Imperial de Potosí"; los conquistadores Sancho Pérez Morillo, Juan Chaves y Pedro Díaz Herrera; y el Procurador General de la ciudad de San Miguel de Tucumán, Bartolomé Naharro.
El aludido documento destaca, por supuesto, la ilustre filiación del interesado; "subsesor legítimo de el solar e palacio de Murguía, e que es cierto serlo porque en las cartas que assi le escrivían, dezían que por su ausencia suya estaba desamparado (el solar), e que lo thenía un tío suyo" (Francisco de Verástegui). Señala después el escrito que el padre, Martín Ochoa de Argañaraz, en la expedición del Adelantado Menéndez de Avilés a la Florida, era "uno de los Capitanes de más quenta e calidad que yba en el dicho campo, e de quien se hazía más caso e quenta, rrespeto de ser cavallero de solar tan conocido, y el ser por sí de mucho valor e suerte ... e murió en la dicha provincia de la Florida de heridas que le dieron peleando con los enemigos como valeroso Capitán"; y en cuanto a su hijo don Francisco, "es público y notorio ser suszesor legítimo de la dicha Casa de Argañaraz y de la de Murguía".
Los viejos papeles ponen de relieve el prestigio, la generosidad y demás condiciones carismáticas de Argañaraz. El testigo Pedro Díaz Herrera dice que "le vió hazer cosas con los soldados de cavallero de mucho ser e valer ... que muchos soldados se salían de la governación de Tucumán a estas del Pirú de aburridos, y verse constreñidos de nescesidad, a pié y como podían, y pasando la dicha poblazón (Jujuy) el dicho Capitán don Francisco de Argañaraz husava con ellos de tanta equidad que se dolía de sus travajos y los rrecogía y alvergava en su casa, e se esmerava en los rregalar y dar todo lo nescesario para su sustento, e quando quería algún soldado pasar adelante, le dava todo aviamento, de manera que no quedaba ningún soldado desproveído ni desconsolado ... y ansí muchos se quedaban en la dicha poblazón por el buen tratamiento que les hazía dicho Capitán, que no avía día de esta vida que no hiziese amasar una o dos fanegas de pan de trigo para el sustento de los soldados, que le costaba la fanega cinco o seis o siete pesos, de manera que no cesava día ninguno de que dexase de hacer el dicho gasto; sin (contar) las vacas, carneros de Castilla y aves que se gastava en el sustento de los soldados"; los cuales "le amavan e querían tanto que no discrepavan un punto de lo que les hordenava y mandava, e los thenía a todos aprendados, que no oviere cosa en el mundo que dexasen de hazer por dicho Capitán, aunque arriesgasen las vidas. Demás - sigue el testigo -, quando algún hazía su casa para se recoger, lo animava (Argañaraz) de tal manera que él mismo, con sus propias manos, ayudava a hazer las casas, e mandava a sus yanaconas cortar madera e todo lo nescesario con que hazían las casas los dichos soldados. Demás de esto, ha sido el dicho Capitán don Francisco de Argañaraz, padrino de alguno de los caciques e capitanes que han rrescivido el sacramento del baptismo, por muy honrrarlos y animarlos a que vengan todos al conosimiento de la fee cathólica".
Bartolomé Naharro declaró que don Francisco a sus soldados "les ponía de hordinario una mesa muy grande en su casa, donde se sentavan todos a comer, costándole mucho por ser de acarreto (acarreo?), y en ello vido este testigo gastó mucha suma de hazienda, en más cantidad de treinta mill ducados, porque el dicho don Francisco hera hombre rrico y thenía para podellos gastar y mucho más, e con esto a benido a quedar pobre y nescesitado, él y su mujer e hijos, por aver gastado todo su patrimonio y docte que le dieron a doña Bernardina Mexia, su mujer; e si no fuera por el mucho gasto e sustento que hizo e haze con los pobladores e vezinos, la dicha ciudad se oviere despoblado". Y aludiendo al pleito con Ochoa de Zárate, agrega Naharro; que si no fuera por Argañaraz, "xamás se hiziera la dicha poblazón (de Jujuy), por estar como estavan todos athemorizados de ver que los yndios avían despoblado dichas ciudades (Nieva y San Francisco de Alava), demás que no ay en aquellas provincias personas que pudieran gastar lo que el dicho don Francisco, e si lo que agora se pretende que es quitar al dicho don Francisco de Argañaraz del lugar que tiene en aquella ciudad de Justicia Mayor, e dalle al que la pretende, por dezir que su padre la avía poblado antiguamente, se perderá ... por que con él (Ochoa de Zárate) husarán lo que con su padre (Pedro de Zárate), en matallos a todos (los pobladores), que no quedará ninguno, y el themor que tienen los yndios a el dicho don Francisco de Argañaraz es muy grande, y es de tal suerte que los haze estar a rraya".
En mérito de su brillante desempeño como conquistador, paladín de un pueblo y hombre de gobierno, don Francisco presentó una solicitud de mercedes a la Real Audiencia. Dijo hallarse pobre y haber renunciado a sus mayorazgos europeos a cambio de la fundación de San Salvador de Jujuy, en cuya empresa gastó su propia hacienda y la dote de doña Bernardina, su mujer, "que le an dado su suegro e suegra", y mucho caudal de sus amigos y parientes; además de estar empeñado él en 14.000 pesos "ensayados". Señaló luego los merecimientos de su suegro "el Maese de Campo Hernán de Mexia, que en estos rreino e provincias del Tucumán hizo muchos y notables servicios a vuestra Alteza"; para solicitar finalmente "se me haga merced ... de los cargos de Capitán e Justicia Mayor de la dicha ciudad que así poblé, por dos vidas de dos de mis subcesores ...; y la conquista de los chacogualambas, tierra yncógnita a la buelta de la cordillera de Jujuy, con título de Adelantado de lo que así conquistare, con los privilegios concedidos a pobladores y descubridores; y el govierno de Tucumán por seis años; y quatro mil pesos ensayados de ayuda de costa, en rrepartimientos de yndios vacos".
Tres años permaneció mi antepasado en el Alto y Bajo Perú, lejos de su familia. De regreso a San Salvador de Jujuy, otorgó una escritura de venta, el 13-III-1599, a favor de su cuñado Francisco Mexía Mirabal, sobre "una llanada en las Juntas, camino a San Miguel de Tucumán" (o sea donde se "juntan" los ríos Piedras y Pasaje, cerca de la segunda Esteco o Madrid de las Juntas, que se levantó al Este del río Piedras el 2-II-1593).
Testamento, muerte y descendencia de don Francisco
El 13-I-1602, ante el Escribano de Jujuy Francisco de Morillo, dispuso Francisco de Argañaraz y Murguía su testamento. El otorgante dijo ser vecino de Santiago del Estero "y de esta ciudad de San Salvador de Xuxui y su primer fundador y poblador de ella". Declaróse Señor de las Casas de Argañaraz y de Murguía, "hijo del Capitán Martín Ochoa de Argañaraz y de doña Leonor de Murguía", y casado con "Bernardina Mexía Mirabal, hija del Maestre de Campo Fernán Mexía de Mirabal, Teniente de Gobernador que fue de la Gobernación del Tucumán, y de Isabel de Salazar, vecinos de Santiago del Estero", quienes dotaron a la consorte del otorgante con 12.000 maravedises. Declaró por "hijos legítimos a Don Francisco, Don Pablo, Don Martín, Don Felipe y doña Isabel", y que su esposa "está preñada". Mandó "que si falleciere de esta presente vida, mi cuerpo y huesos se saquen del depósito donde estuvieren , con los de mi hija (María), y se llevasen a la Casa de Murguía, a la capilla mayor de Santa María, de donde soy Patrón, y allí sean sepultados". También "los huesos de mi madre que han depositado en San Bartolomé de Amézqueta, sean enterrados en la dicha mi sepultura de Murguía". Ordenó se dijeran "50 misas rezadas; 30 por mi alma y 20 por mi madre y padre y mi tío Don Felipe de Murguía y mi suegro el Maese de Campo Fernán Mejía de Mirabal". De esas misas, 20 habían de celebrarse en Santiago del Estero - 10 en el altar de las ánimas de la Iglesia mayor y otras 10 en San Francisco; y las 30 misas restantes serían dichas en San Salvador de Jujuy - 10 en la Iglesia de la Merced "delante de Nuestra Señora de Copacabana, y 20 "en la Iglesia del nombre de Jesús". Enunció inmediatamente los siguientes bienes; "la Casa de Argañaraz, con todas sus casas y caseríos, ferrería y molino, y todas las demás heredades que heredé de mi padre, como su hijo legítimo y mayorazgo", cuyos patrimonios, en Amézqueta, debían pasar a su hijo Pablo. La casa palacio de Murguía, "con sus heredades y preeminencias a fiel patronazgo, como todas las demás heredades que heredé de Don Felipe de Murguía por haberse muerto su legítimo sucesor", habrían de adjudicarse a Francisco, el hijo mayor del causante. Declaró luego "que la Casa solar y Palacio de Urdayaga, que es en la villa de Usurbil, me viene de derecho", como heredero del tío Felipe de Murguía, nieto y mayorazgo de la dicha Casa, cuyo dominio se litigaba a la sazón con "Francisco Diaquez" (sic), el cual lo poseía ilegalmente por una donación que le hizo María López de Urdayaga y Guevara en mi perjuicio. Es mi voluntad - determinaba Argañaraz - que mi hijo mayor la pleitee y saque". Establecía el testador que las haciendas suyas en Santiago del Estero las heredaran sus hijos Francisco y Pablo. Las otras pertenencias del haber sucesorio destinadas a todos sus hijos, consistían en "los metales que están en mi jurisdicción de Cochinoca" y las "tierras, estancias, solares y casas del valle de Sapla y pampa de Palpalá, con los ganados que hay en dichas tierras"; así como los pueblos encomendados de "Gaipete y Quispiras del cacique Francisco Ossa", y los de Tilcara, Ocloya y Maimará, del "cacique principal Felipe Biltipoco". Nombró luego por tutores y curadores de sus hijos, a su esposa y a su primo el Canónigo Miguel de Urdayaga; y finalmente le recomienda a doña Bernardina, que venda y disponga de todas las haciendas americanas, o las arriende, y con el producto de ellas se vaya con sus hijos a España, "a vivir y gozar de dichas casas de Argañaraz y de todo lo demás que de derecho le perteneciere, en compañía de su primo el canónigo Don Miguel de Urdayaga". Firmaron la escritura los testigos, "llamados y rogados"; Fray Antonio de Escobar, Comendador de Nuestra Señora de las Mercedes; los Padres jesuítas Pedro de Añasco y Hernando de Monroy; el Capitán Francisco de Aguirre ("el Mozo", mi antepasado) y Gregorio de Castro (presunto antecesor mío también), "estantes y residentes en Jujuy", ante el susodicho Escribano Francisco Morillo.
El causante epilogó su vida cuando aún no había cumplido 47 años de edad; entre 1602 y antes del 26-IV-1606, fecha en que su viuda Bernardina Mexía Mirabal tramitaba la tutela de sus hijos menores, ante el Justicia Mayor de la Villa de Potosí, Alonso de Santana. Y en carta datada el 1-V-1611 en San Salvador de Jujuy, "doña Bernardina de Mirabal, hija legítima de Hernán Mexía Mirabal, casada con Francisco de Argañaraz", suplicó a Su Magestad "la remedie y favorezca por encontrarse viuda y con varios huérfanos".
Probanza acerca de la contribución de doña Bernardina en la empresa de su marido
Bernardina Mexía Mirabal y Salazar, viuda del Fundador de San Salvador de Jujuy, Francisco de Argañaraz y Murguía, hizo levantar, el 30-III-1613, ante "el Alcalde ordinario por su Mgd." en dicha población Antonio Serrano (futuro primer esposo de Isabel, hija de la interesada, que con Serrano resultan 8os abuelos míos) y el Escribano Rodrigo Pereyra (también ascendiente mío), una Información para ocurrir a la Audiencia de La Plata (Charcas) a fin de que le fueran retribuídos los servicios prestados por ella, tanto pecuniarios como personales, en el emplazamiento y sostén de aquel centro poblado en el valle de Jujuy. Al efecto declararon en ese documento 7 testigos, a saber:
El Capitán Andrés de Cuebas, de 50 años, en primer término el cual, en síntesis, dijo conocer a doña Bernardina "de veinte años a esta parte y, asi mesmo", a Francisco de Argañaraz, su marido; agregó que "era mui público y notorio en esta Governazión", que al casarse don Francisco "no tenía hazienda ninguna, antes dezían estar adeudado"; que el testigo participó en la fundación y población de la ciudad de Jujuy, y "save y vío" que la hacienda que gastó Argañaraz "era del dote que trajo a su poder doña Bernardina, en más cantidad de veinte mill pessos"; que la señora no gozaba al presente de renta de ninguno de sus repartimientos de indios, y que "hasta el día de oy", a criado y alimentado a siete hijos, menos al mayor Francisco que "de dos años a esta parte se a apartado y puesto cassa"; que estando doña Bernardina "mui pobre i nesesitada ... no puede sustentar por falta de servicio sus chacras" y "tiene una hija de veinte años por cassar (Isabel, mi antepasada, que casaría primero con Antonio Serrano de Castro, y de viuda con Juan de Yanci), y save que no la a cassado por estar pobre y no tener conqué"; que al segundo año de poblada Jujuy, el declarante "vió venir a doña Bernardina a ayudar al sustento de dha. Ciudad, y se halló con el dho. su marido, siempre cuidando a los pobladores della, y dándoles de comer de su hazienda, gastando para dho. efecto, agazajando a los soldados porque no desamparase la Ciudad por ser frontera de guerra ... ".
El testigo Juan de Herrera, de más de 50 años, encomendero y fundador asimismo de Jujuy, dijo conocer a doña Bernardina desde antes de casarse con Argañaraz, y los vió casar en Santiago del Estero, cuando a Argañaraz "no se le conocían más bienes que su persona sola ... y era público y notorio tenía deudas en esta Governazión"; que el testigo sabe recibió en dote el contrayente "dos mill pessos, poco más o menos, de renta de yndios de encomienda de un pueblo que se dezía Gaypetes, y ansi mismo muchos más bienes i dinero i joyas, con todo lo qual vino a poblar y pobló esta Ciudad de San Salvador de Jujuy", donde se gastó toda esa dote, quedando después doña Bernardina, viuda, adeudada y pobre para sustentar siete hijos, "con una hija doncella (Isabel) a la qual no a dado estado por ser tanta su pobressa ... y por ser la dha. su hija nieta de los primeros Conquistadores, la susso dha. ocurriendo a Su Magd. o a sus Rs. Consejos es digna de que se le haga merssed conforme a sus Cédulas Rs.". Y el testigo Herrera terminó diciendo "que save porque lo vió, que la dha. Da. Bernardina Miraval del primer año que se pobló y se fundó esta Ciudad, vino a ella personalmente con el dho. su marido, y lo aiudó en la dha. poblazión, con la joias que suias tenía, para el gasto ordinario que tenían con algunos Soldados que sentava a su messa, y acarisiando i reparando a todos los pobladores que venían ... con cuia ayuda save este testigo se pobló esta Ciudad, por ser como eran todos los más Soldados de Capa y espada, i la tierra no estar en aquella sasón asentada ... ".
En términos parecidos declararon luego los testigos Marco Antonio Gabuy, el cura y vicario de Jujuy Bartolomé de Casares Godoy, el Capitán Juan Ochoa de Zárate (antiguo rival de Argañaraz), el vecino Pedro Sánchez y el Capitán Pedro Godoy. (El pertinente documento fue publicado por Jorge G. C. Zenarruza en su libro sobre el General Juan Ramírez de Velazco. Bs. As. 1984).
por Carlos F. Ibarguren Aguirre
|