José Uriburu Poveda, (*)

Varón 1822 - 1897  (~ 74 años)

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  • Nombre José Uriburu Poveda 
    Sufijo (*) 
    Nacimiento Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. 
    Bautismo 15 Oct 1822  Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. 
    Sexo Varón 
    Fallecimiento 23 Jul 1897  Buenos Aires, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. 
    Entierro 24 Jul 1897  Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. 
    ID Persona I35147  Los Antepasados
    Última Modificación 22 Feb 2018 

    Padre Dámaso Uriburu Hoyos, (*),   n. 1794, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 1 May 1857, Sucre, Chuquisaca, Bolivia Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad 63 años) 
    Madre Teresa del Rosario Poveda Isasmendi,   n. 27 Ago 1795, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 20 Sep 1876, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad 81 años) 
    Matrimonio Si  [1
    ID Familia F14495  Hoja del Grupo  |  Family Chart

    Familia Serafina Uriburu Arenales,   c. 28 Abr 1827, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 10 Nov 1902, Buenos Aires, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad ~ 75 años) 
    Matrimonio 26 Nov 1851  Catedral Santuario Nuestro Señor y la Virgen del Milagro, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.  [3
    • L° F° 116. Ts.: doña Isabel LLanos de Pucheta y don Isidro Poveda. [2]
    Hijos 
    +1. Flora Uriburu Uriburu,   n. 5 Sep 1852, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 12 Mar 1943, Rungsted, Copenhague, Dinamarca Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad 90 años)
    +2. Amalia Uriburu Uriburu,   n. Cir. 1854, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 16 Dic 1906, Paris, Francia Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad ~ 52 años)
    +3. Juana Josefa Uriburu Uriburu,   n. 2 Jun 1857, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 30 Ago 1897, Buenos Aires, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad 40 años)
    +4. Teresa Elmina Uriburu Uriburu,   n. 11 Jun 1859, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 15 Dic 1919, Buenos Aires, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad 60 años)
     5. Félix Ricardo Simeón Uriburu Uriburu,   n. 1 Jun 1862, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.
    +6. Teniente General José Félix Benito Uriburu Uriburu, (*),   n. 20 Jul 1868, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 29 Abr 1932, Paris, Francia Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad 63 años)
    ID Familia F14579  Hoja del Grupo  |  Family Chart
    Última Modificación 12 Ago 2015 

  • Mapa del Evento
    Enlace a Google MapsNacimiento - - Salta, Salta, Argentina Enlace a Google Earth
    Enlace a Google MapsBautismo - 15 Oct 1822 - Salta, Salta, Argentina Enlace a Google Earth
    Enlace a Google MapsMatrimonio - 26 Nov 1851 - Catedral Santuario Nuestro Señor y la Virgen del Milagro, Salta, Salta, Argentina Enlace a Google Earth
    Enlace a Google MapsFallecimiento - 23 Jul 1897 - Buenos Aires, Argentina Enlace a Google Earth
    Enlace a Google MapsEntierro - 24 Jul 1897 - Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina Enlace a Google Earth
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    Leyenda del Marcador  : Dirección       : Ubicación       : Ciudad/Pueblo       : Municipio/Alcaldía       : Estado/Provincia       : País       : No Establecido

  • Notas 
    • José de Uriburu Poveda - “Pepe”, el viejo - fue bautizado en Salta el 15-X-1822. Emigró a Chuquisaca en 1831 con su padre, y allá le impartieron “la más fina educación” - al decir de Bernardo Frías. “Cuando volvió a sus lares después de 1840, hecho un jóven amable y elegantísimo - sigue Frías -, recibió de su tío materno D. Isidoro Poveda 40.000 duros. Enorme fortuna era ella, dado el valor que tenían entonces los pesos en plata sellada y brillante … Pepe Uriburu fue así, desde temprano, rico, y como rico elegante y lleno de amigos. Consiguió adueñarse del corazón de una de las jóvenes más bellas e inteligentes de su tiempo en aquella Salta famosa: Doña Serafina Uriburu, nieta del General Arenales por la línea de su madre doña Pepa, e hija del Coronel Evaristo Uriburu”; y el casamiento de los primos hermanos tuvo lugar el 26-XI-1851.
      Refiere asimismo Frías que nuestro personaje adquirió la casa que fuera de Arenales, el abuelo de su consorte, a media cuadra de la plaza mayor. Al vejestorio edificio que allí había lo echó abajo, para levantar otro en su lugar, según proyecto del arquitecto francés Soldati, con “altos en el frente”. Y como la construcción era de adobe, sucedió que por 1863, en que la obra se hacía, la fuerza diluvial de un aguacero desmoronó e hizo sopas al salón del alto, no del todo terminado, quedando concluída la casa sólo de piso bajo.
      “Como hombre de plata - escribe Frías - también don Pepe abrió lujosa y abundante tienda y adquirió, por el lado del poniente, la quinta de Sánchez, con casa de altos, donde agrandando el edificio, estableció una curtiembre, al estilo de aquellas otras de donde salían las tan famosas suelas salteñas, preciadas por su finura, calidad y consistencia en todas las talabarterías y fábricas de la República y del extranjero. Y siguiendo en sus progresos, hizo edificar dos casas más de altos en la ciudad, que existen todavía casi en su mismo estado, revelándose con tanto su espíritu progresista y emprendedor”.
      Pinta el citado cronista los rasgos físicos del “señor don Pepe, hombre de unos 42 años”, así: “Alto de cuerpo, figurando entre los Uriburus altos, porque había otra falange de petizos; repartido de huesos, encendido de rostro, el pelo lacio y negro, peinado hacia atrás, dejando limpia una atrevida frente; las piernas sí, algo cambadas, y vaya ese sí para significar defectos. Usaba pera y bigote a lo Napoleón III … Vínole a servir a maravilla el imperio de esta moda; porque cubría con los pelos del bigote la boca, que era grande, y sobre todo el labio inferior, saliente, avanzado hacia adelante sobre la línea de su superior jerárquico”. Y en lo moral, lo defino Frías: “hombre de brios, de impulsivo temperamento; bravo de carácter, amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos; era leal y caballeresco; hombre decente, en cuya naturaleza exaltada y pronta, retumbaban con eco profundo las nobles acciones; y a la inversa, encontraban una indignación marcadísima las infames y serviles. Dimos con él - recuerda don Bernardo - en una de las calles de Buenos Aires, en la mañana del tercer día de la revolución de 1890, estallada en esta ciudad contra el malamente célebre presidente Juárez Celman; y deteniéndonos un momento con él, observamos cómo le asomaban las lágrimas a los ojos movidas por el entusiasmo que, ya en la vejez, todavía le causaban las acciones belicosas y que interesaban tan hondamente la moral administrativa. En suma, era fuerte de carácter, apasionadísimo, audaz y violento de natural, caballeresco de conducta, leal amigo y terrible adversario”.
      En 1855, a los cuatro años de su casamiento, José de Uriburu integra la Convención que, conforme a los artículos 101, 102 y 103 de la Magna Carta Nacional de 1853, dictó la Constitución de la Provincia de Salta. Presidía esa histórica asamblea su tío y suegro el Coronel Evaristo de Uriburu, y actuó como Secretario de la misma el hijo de éste y primo hermano y cuñado de aquel, Dr. José Evaristo Uriburu - que sería andando el tiempo Presidente de la República. Además fueron convencionales entonces, con don Pepe, su tío carnal Juan Nepomuceno de Uriburu y el suegro de éste, Coronel Pedro Antonio Castro (2º y 3º abuelos míos).

      Actuación política revolucionaria de don Pepe

      Primo político del General Anselmo Rojo - sanjuanino nativo, a quien los lances de la política llevaron a Salta, donde casó con Dámasa de Alvarado Poveda Isasmendi -, Pepe Uriburu llegó a tener gran predicamento en la administración de dollena de agitadas alternativas, el impulsor y principal protagonista de la llamada “revolución de los Uriburus”, resultó su sobrino Pepe, como lo relato con amplios detalles al ocuparme de aquel bisabuelo mío, a cuya biografía me remito.
      Pepe Uriburu, pués, mediante una asonada cívico-militar, se apoderó del gobierno de Salta, el 8-V-1864, dos días antes que su tío Juan finiquitara su período constitucional, y en vísperas de que la Sala Legislativa eligiera - con todas las de la ley - al nuevo Gobernador; quien iba a ser - era secreto a voces - el doctor Cleto Aguirre; médico masón tildado de ateo, “liberal” tibio - es decir proclive al mitrismo aunque conectado con los urquicistas lugareños; éstos, enemigos acérrimos de los Uriburu y de las autoridades nacionales y provinciales establecidas en la República - menos en Entre Rios - a consecuencia de la batalla de Pavón.
      Producido el golpe de Estado salteño, José Uriburu le da cuenta del mismo al Presidente Mitre, veinticuatro horas después, por medio de una carta que despacha a Buenos Aires con el “joven Francisco Valdés” - marido de Asunción Uriburu Arenales -, el cual debe entregarla en propia mano al destinatario. Por ella, y por Valdés, se entera Mitre de aquel pronunciamiento que iniciaron el Coronel Pérez y los oficiales de la Guardia Nacional, compuesta por 500 hombres de infantería; quienes le ofrecieron a don José “un nombramiento popular” para Gobernador, que él declinó, luego de poner en seguridad al Mandatario legal Juan Uriburu, “hombre débil y bondadoso, que ha comprometido hasta este extremo la paz de la provincia” - son palabras de don José. Esto porque una Legislatura hostil, cuyos diputados “en su mayor parte enemigos sin rebozo de la actualidad de la República”, se preparaban a darle el mando supremo de Salta a un candidato “de la reacción”, como lo sería Cleto Aguirre. “Tan sólo para evitar las consecuencias desastrosas que sin duda hubieran venido - expresábale don Pepe a don Bartolo -, he aceptado como una transacción el gobierno interino de la provincia”. “No me es desconocido - proseguía aquel - que el hecho del pronunciamiento por si sólo no esta revestido de la legalidad que exigen nuestras instituciones; pero no por eso carece de justicia, y más que todo de la ley suprema de la necesidad” - o sea la necesidad de impedir el encumbramiento vengativo de los opositores políticos de los Uriburu, que estos habían derrotado en dos alzamientos subversivos un par de meses atrás.
      Mitre condenó la revolución que “no puede justificarse de ninguna manera - le contesta a Uriburu - ni aún con el temor que Vd. me participa de que la elección del nuevo Gobernador recayese en el señor don Cleto Aguirre, pues no puedo persuadirme de que aún realizado ese temor, pudiera ponerse en peligro la actualidad del país”.

      Derrota y fuga de don Pepe. Correspondencia con Mitre. Su exilio final

      Entretanto en Salta se levantan en armas los distritos más importantes de la campaña contra la intentona de Uriburu y, tras un asedio de 20 días a la ciudad por esas fuerzas rivales, don Pepe, su parentela y amigos, acometidos mediante cruentas guerrillas que sin tregua los fueron acorralando hasta el estrecho perímetro de la plaza mayor, no tuvieron más remedio que abandonar su efímero poder, y tratar de salvar sus vidas.
      “¡Doy mil pesos por la cabeza de Pepe Uriburu!”, le ofertaba al populacho agrupado frente a la casa del vencido insurrecto, uno de los oficiales triunfantes sin bajarse del caballo. Y el populacho a punto estaba de echar abajo la puerta para invadir ese doméstico recinto y registrarlo hasta dar con la presa, cuando - relata Frías - “con asombro de los circunstantes la puerta se abrió naturalmente y apareció la gigantesca figura del canónico Marquiegui, que aseguró que el Gobernador no se encontraba en casa. Esto aplacó a la turba furiosa; pero ya otros habían penetrado por los tejados y, asomándose por las cornizas, hacían oir a la familia alarmada sus voces descompuestas. Para aplacarlos y ponerlos en los respetos debidos al hogar, avanzó hacia el patio una hermosa dama, increpó a los audaces mulatos que provocaban así, desde lejos, a D. Pepe Uriburu, y apuntándoles con la pistola que llevaba en la mano, contuvo las iras desbordadas y las soeces expresiones de aquellas lenguas sin freno. Era la nieta del General Arenales, doña Serafina Uriburu, mujer del perseguido don Pepe”.
      Este, por lo pronto, pasó esa primera noche sobre el techo de la morada de doña Irene Rincón, atrás de los rincones de su casa. Después, consiguió introducirse en la vivienda de José Hilario Carol, lindera con la de Uriburu, casa de San Miguel por medio. Y allí, en un desván, cuyo hueco de acceso se encubría con el lienzo de un Santo, improvisó el fugitivo su escondrijo.
      “Desde el lugar en que estoy oculto de la tenaz persecución que me hace el partido reaccionario, ofreciendo premio por mi cabeza” - le encabezó así, el 13-VI-1864 don Pepe al presidente Mitre otra carta: “No importa que me hayan vencido; por el contrario hemos sido vencedores en los combates del 27 y 28 del anterior, únicos serios que hemos tenido. Pero el partido liberal en esta provincia ha caído, única y exclusivamente por la debilidad del gobierno anterior (del tío Juan), que dejó y consintió en los puesto públicos a todo hombre del partido personal de muchos años atrás. El día 3 del corriente, por la noche - añadía el prófugo -, después de agotar todos los medios de transacción imaginables, tan sólo con el objeto de salvar el honor de las armas nacionales, con los enemigos que nos asediaban desde el 14 del anterior (mayo), resolví disolver los cantones, conociendo ya el desaliento de la tropa por la escases de víveres, antes de rendirme y consentir entregar a los enemigos de la actualidad las armas nacionales. Desocupé la plaza a las 12 de la noche y el enemigo se apoderó de ella al amanecer. No es describible por ahora los atentados y ultrajes a los ciudadanos que se hacen en nombre del gobierno que representa don Segundo Bedoya, en cuyo círculo se hallan los personajes más conspicuos del partido personal, como Latorre, Ramallo, López, el autor de la sublevación del 8º (de línea) en marzo pasado, Castro Boedo, el médico Torino, Gutiérrez (Celedonio) que dicen lo han separado, Isidoro López, el asesino del departamento de Trancas y todos los más conocidos aquí por enemigos de la actualidad, como los Figueroa, Centeno y otros de baja ralea”. Y cuatro días más tarde, don Pepe le vuelve a escribir a Mitre: “Si es verdad que los sucesos de Salta son condenables a la simple mirada con la constitución en la mano, no es menos cierto que la revolución que tuvo lugar el 8 de mayo era simplemente la expresión de una necesidad sentida desde mucho tiempo antes; y la defensa natural en lucha armada contra un partido que no ha cesado de combatir por todos los medios en esta provincia a favor de los elementos vencidos en toda la República y que sólo en Salta y Entre Rios quedaban en pie … La provincia de Salta fue una de las pocas que después de Pavón no quedó tranquila … Así vemos a los asesinos del señor Indalecio Gómez pasearse por las calles, a los falsificadores de moneda (alude a Martín Cornejo) dueños ahora de la situación y encarcelando y vejando a gente honrada, juntamente con los revolucionarios de marzo y con los procesados por la sublevación del batallón 8º en aquella fecha en Jujuy … El muy conocido mazorquero Cesáreo Niño, instrumento del señor feudal del departamento de Cachi, que dejó todos estos malos elementos en herencia al joven boliviano Zorrilla (Benjamín, futuro yerno de don Pepe, travesuras del destino!), fue quien por orden de éste levantó las fuerzas de los valles, que se creyó poder dominar en la capital, si como esperaba los gobiernos de Tucumán y Santiago hubieran auxiliádonos, siquiera con el peso de su influencia. De otra manera no nos quedaba otro recurso que transar la cuestión o morir por ella. Así procuré verificarlo, y en contestación a todas las proposiciones que hice se me contestó con intimaciones brutales … A ningún avenimiento pude llegar … Desde el día 4 del presente (hay) en Salta todo género de persecución: los atropellamientos de todas las casas donde se cree hallar comprometidos, los insultos en las calles, los bárbaros tratamientos a los presos, los saqueos, las confiscaciones, las contribuciones, todo, todo, se ha puesto en práctica para aterrorizar al partido liberal y mostrar sus feroces instintos el partido personal … La representación ha sancionado la destitución de diez y seis diputados liberales y ha elegido para su presidente al procesado López (Isidoro); al mismo tiempo el gobierno lo ha nombrado fiscal en la causa de sus enemigos presos, y de Juez de crimen a otro de los que acaban de dejar la espada, el doctor Emilio Torres. Entretanto los presos están incomunicados veintitres días ya, con grillos, insultados y vejados diariamente y en condiciones indescriptibles … ¡Oh señor! - estampa vibrando de indignación don Pepe - no sé cómo conservo la pluma en la mano”.
      Pero la situación no podía prolongarse en Salta para don Pepe, buscado con saña por sus ahora poderosos enemigos. Era necesario escapar del inseguro escondite a toda costa y lo antes posible. Cierto día - transcribo a Frías - “súpose por la familia perseguida que aquella noche los vencedores debían esparcir el ánimo y dar rienda suelta a su contento, recorriendo las calles de la ciudad en apiñada muchedumbre, y eligieron la circunstancia para que don Pepe salvara. Apostaron a orillas de la ciudad a uno de sus jóvenes primos, Juanito Uriburu” (hermano de mi abuela Margarita, que casaría una década después con Felicidad Gómez, hermana de don Indalecio). A su vez más lejos, campo afuera, en cierto punto convenido, lo esperaría a don Pepe el famoso baquiano Antonio Torres, gaucho valeroso encargado de conducirlo, por rutas extraviadas, hasta Tucumán.
      Y fue así como, al pasar la pueblada de los vencedores frente a la casa de Uriburu, atronando el espacio con gritos de abajos y mueras, con el Gobernador interino Bedoya a la cabeza, de la cercana vivienda de Carol salió un hombre vestido a lo paisano, con poncho, aludo chambergo y envuelto el cuello con bufanda de vicuña. Este sujeto largóse a vociferar también furiosamente: ¡Muera Pepe Oreburo!, ¡Muera la oligarquía!, ¡Abajo los Oreburos!, ¡Viva la libertad!. Era Pepe Uriburu, quien, a las pocas cuadras, se apartó con disimulo del ululante concurso; tomó el camino de los arrabales, y en un callejón solitario alcanzó a distinguir un jinete a caballo, como esperando a alguien. Ese jinete - narra Frías - “era un jovencito, chico de figura, fino de cara”; el emponchado avanzó hacia él - ¡Juanito!, ¡Pepe!. Y sin perder un segundo Pepe montó a caballo y picó a galope hasta encontrar al baqueano Torres, que con felicidad lo sacó del largo tiro: ochenta leguas que separan a Salta de Tucumán.
      El 9-VIII-1864 - ya en Tucumán - el exiliado vuelve a tomar contacto epistolar con Mitre para insistir en el mismo tema: Sostiene que “a favor de un gobierno tolerante hasta la debilidad” (el reproche le cáe al tío Juan) los enemigos políticos locales nos colocaron “en una pendiente inevitable y en la necesidad de defendernos con las armas antes que entregarnos maniatados a quienes nos amenazaban de muerte por el crimen de haber pertenecido a la causa que V.E. hizo triunfar … No acepto como principio lo que decía el senador Frías que la peor de las tiranías era mejor que la mejor de las revoluciones. Creo que hay revoluciones indispensables, y es en ese sentido que tomé parte después de estallada la del 8 de mayo en Salta, en donde he combatido hasta donde fue posible contra los que gritaban, hasta aturdir con su vocinglería: ¡Viva Urquiza y abajo Mitre! Esto me ha valido la confiscación de mis bienes y la ruina de mi familia … Ruego a V.E. quiera, por humanidad, acordarse de los presos de Salta, cuya comportación es digna del ejército que ha dado glorias a V.E., que en cuanto a mí, que nunca he tenido pretensión alguna que pudiera convenirme en los negocios políticos, estoy satisfecho de haber cumplido, pagando con el propio sacrifico lo que he creído y creo debido a mis amigos y al partido a que V.E. pertenece”.
      Un mes más tarde, el 13-IX-1864, don Pepe prosigue dándole, desde Tucumán, explicaciones a Mitre: “Esa revolución - repite - no fué otra cosa que un acto de defensa armada o una protesta que importaba sostener los principios y propósitos de la noble causa que siempre representó el partido liberal … El Gobierno Nacional se verá obligado a tomar medidas, si el prestigio de su autoridad no ha de ser roto por el exceso y violencias cometidas diariamente en los derechos, en las garantías constitucionales de que V.E. es guardián. Las notorias crueldades que se cometen con los oficiales presos del 8º de linea, la violación de las garantías acordadas por la Constitución a las personas y las propiedades que están marcando cada día el camino que lleva el gobierno de Salta, me hacen creer que estoy en el terreno de la justificación de la revolución antes condenada. El último saqueo, que le llamaré judicial, sin que se permita la defensa de los interesas de la casa de José Uriburu y compañía, hecho el 26 del pasado, so pretexto de que he gastado siete mil pesos del tesoro provincial, no obstante que en esa cantidad, pagada en los sueldos a los empleados, figuran más de dos mil quinientos pesos prestados por mí, son cosas, señor, que no tienen ejemplo en la historia de Salta”.
      En efecto: un decreto firmado por el Gobernador interino Segundo Díaz de Bedoya y su Ministro Andrés Ugarriza, embargó - puso “en seguridad” - los bienes pertenecientes “al cabecilla José Uriburu”, en garantía de “los perjuicios causados a diversos ciudadanos, en saqueos de sus propiedades”. “La tienda - de don Pepe - está sellada” - le escribió (21-VI-1864) Gregoria Beeche de García a su hijo Adolfo, que estaba en Buenos Aires a punto de embarcarse para Europa. Una semana después volvía con noticias del terruño aquella antiuriburista rabiosa: “Ya Bedoya ha hecho desembargar la tienda de Pepe Uriburu, lo que ha producido protestas generales”. Dos meses más adelante (8 de Agosto), le enteraba doña Gregoria a su hijo, ahora instalado en Paría: “La tienda de Pepe la compraron en días pasados entre Calixto (Linares), Baldomero y Luis Castro, y dos días después fue sellada por el Estado”. Y el 12 de septiembre la señora reitera el comentario: “Pepe está en Tucumán escribiendo incendios en El Liberal contra don Cleto y sus amigos; ahora con más razón, porque le han mandado embargar, de los efectos de su tienda, una cantidad para reponer 7.000 pesos que tomó de la Caja, y los van a poner en remate”.
      El 20 de septiembre, don Pepe, desde su asilo tucumano, decíale a Mitre: “Permítame V.E. por un momento hablar, no con el magistrado, sino con el caballero, con el amigo. Necesito hablar de mi persona, y por duro que esto sea para un hombre delicado, llegan momentos en los que se hace necesaria la expansión, cuando el honor comprometido, la posición social perdida, los intereses que representan la subsistencia honesta de una familia son entregados a saco, y, lo que es más aún, cuando los ultrajes y vejámenes inauditos por que está pasando mi familia y todos mis amigos, están llenando de amargura mi existencia … El cargo total que mis enemigos formulan contra mí son 7.200 pesos que dicen he gastado del tesoro provincial, contándose en esa suma más de la mitad prestada a la caja por mi casa … Entretanto, fuera del saqueo que se ordenó de mis propiedades, se han mandado echar abajo las puertas de mi casa de negocio, y por orden del intendente de policía, se han llevado cuanta existencia en mercadería había en el depósito, sin haberme oído en juicio”.
      Y el 8-I-1865, al responderle al doctor Vicente Anzoátegui que le pedía interceder ante los amigos influyentes de Buenos Aires para conseguir un nombramiento de Juez Federal a su favor, Pepe Uriburu, siempre en Tucumán, se desahogaba con aquel; y, entre consejos y ásperas reflexiones, interponía este amistoso sermoneo: “Los unitarios primero, y los liberales como Ud. después, tienen la obligación de saber que la prescindencia de los individuos, cuando se ponen en lucha los partidos, siempre ha sido aquí, como en todo el mundo, presentarse de víctima propiciatoria para alguno de los beligerantes … Ud. antiguo unitario y liberal desde el principio del partido, tenía obligación de saberlo para no hacer el papel de neutral, abandonando el de negociador oficioso y más aún el de ocupado en quehaceres domésticos, cuando el estruendo de las armas había hecho callar todos los principios que Ud. invoca. Así pués a Ud. le ha sucedido lo que a Fragueiro en Córdoba, que el Cándido Cardoso lo tenía en cruces de un gancho, desnudo, herido y estropeado, por creer que la débil planta de la Constitución argentina había arraigado de tal manera, que el huracán revolucionario era impotente para desarraigarla. Aquel magistrado se creyó libre de que lo levantaran de su casa, lo llevaran al cerro incomunicado, lo hicieran bajar a hacer guardia desde el augusto asiento del magistrado. Olvidó Ud., pués, el a, b, c de la política argentina, y pretendió sostenerse en el potro que montaba (el cargo de Camarista), queriendo ser domador de bozal y riendas, con borlas de doctor … Bueno es tener presente que cuando suena la caja, forzoso es formar en una de las filas. En Salta ésta regla tiene sus excepciones, por que allí hay siempre un partido que no tiene designación, ni color … y a ese partido pertenecen, por lo general, los Figueroa, Cornejo, Arias, encabezados por Don Sebero Arias, su tipo más prominente. En el otro forman la minoría. El primer partido reune las simpatías del escribano Niño, los Señores Obejeros y algunos otros; el segundo sólo los hombres cuya sangre tiene color, y son los menos; y a estos se adhieren otros con sus buenos deseos, que quieren tener la consideración del partido y de la opinión cuando triunfa, olvidando que otros juegan su cabeza, su fortuna, su bien estar, por que con eso juegan los intereses de un partido que son muy valiosos, y entre los que se hallan comprendidos los intereses de todos los indiferentes. En esta lucha, pués, de los bárbaros contra la civilización, de los ladrones contra los hombres de bien, de los caballeros contra la canalla y hasta de las prostitutas contra la mujer honesta (porque también ellas tienen su parte) el triunfo no es dudoso y solo necesita tiempo, si la justicia no ha desaparecido del haz de la tierra, de esta bendita tierra en que los bienaventurados maman hasta la edad de 40 años … He escrito a Buenos Ayres a mis amigos, interesándome en que lo nombren a Ud. Juez Federal de esa sección y lo hice con gusto, puesto que si lo consigo llenaré uno de mis deseos … Los traficantes de posiciones que hay en esa, nada han podido conseguir ni con los de allí ni con los que afuera contaban influir. Así pués, Ormaechea, Tedín (Virgilio, que en 1875 casaría con María Uriburu Arenales, prima y cuñada de don Pepe), Don Timoteo, Torres, Isidoro López, han de voltear las orejas a la llegada del embajador que mandaron a Buenos Ayres”.
      Del enérgico reto a duelo que, tres años después, Pepe Uriburu le planteó a su enemigo Pancho Otriz, al mismo tiempo que Napoleón Uriburu lo provocaba a Cleto Aguirre, y de la falta de reacción de ambos desafiados, frente a la instancia caballeresca que se les propuso, me ocupo documentadamente en la biografía de mi bisabuelo don Juan Nepomuceno, cuando detallo al vivo, con pelos y señales, los prodromos, el desarrollo y las consecuencias inmediatas de la “revolución de los Uriburus”.
      Años más tarde, Pepe Uriburu vino a radicarse a Buenos Aires con los suyos. La política, que enardeciera sus años mozos y calcinara las ambiciones de su inquieta madurez, había quedado definitivamente atrás para él. Sus mejores esperanzas estaban puestas en el único hijo varón, el menor entre cuatro mujeres: Pepe “el mozo”, que ingresó, para honor de la familia, en el Colegio Militar. Y en los días estremecidos de julio de 1890, mientras el subteniente José Félix Uriburu se jugaba la vida y el destino con los revolucionarios en el Parque de Artillería, Pepe “el viejo”, sin dejar traslucir su angustia, se repitió de seguro, convencido, retorciéndose la perilla y los largos bigotes afinados con pomada “hongroise” a los Napoleón III: “no creo, como Félix Frías, que la peor de las tiranías es mejor que la mejor de las revoluciones; creo que no carecen de justicia las revoluciones indispensables, que rompen la legalidad para evitar consecuencias desastrosas, obedeciendo a la ley suprema del instinto de conservación nacional”.
      José Uriburu Poveda terminó su existencia septuagenaria en la Capital Federal, el 23-VII-1897.
      por Carlos Ibarguren

  • Fuentes 
    1. [S784] Chirico, Gabriel, Chirico, Gabriel, (gabrielchirico(AT)hotmail.com).

    2. [s1] Medrano Balcarce, Juan Manuel, Medrano Balcarce, Juan Manuel, (jmedrano76(AT)hotmail.com).

    3. [s1] Medrano Balcarce, Juan Manuel, Medrano Balcarce, Juan Manuel, (jmedrano76(AT)hotmail.com), https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-1-12854-5734-18?cc=1974193&wc=M6VW-5NL:257115001,257260601,257379401.