Notas |
- El Almirante Juan Bautista Topete nació en San Andrés Tuxtla, en el actual Estado de Veracruz (México), en 1821, durante los últimos días de la Nueva España. San Andrés Tuxtla pertenecía militarmente a la jurisdicción de la tercera división de milicias de la costa del norte asentada en Tlacotalpan y de la que era comandante su padre. Pasó su niñez en La Habana, donde estaba destinado su padre. Este, Juan Bautista Topete Viaña, y su esposa Clara Carballo Romay, de acrisolada familia tlacotalpeña, viendo la inclinación del joven hacia las cosas de la mar, le autorizaron y realizaron la petición de solicitud de acceso a la Real Armada, en la que entró a los quince años, corriendo el año de 1836.
Tuvo dos hermanos marinos: Ramón, vicealmirante de la Armada (San Andrés de Tuxtla-Nueva España 1819-Madrid 1908) y Ángel, capitán de navío de 1ª clase.
Desde el cierre de las Reales Compañías de Guardiamarinas y Colegio Naval, hasta la apertura del nuevo centro de enseñanza marítima propiciado por el ministro Armero, quienes obtenían la gracia del alumnado no formaban cuerpo ni compartían aulas, sino que directamente embarcaban en dilatados periplos de prácticas, en los buques disponibles de la Armada. El joven Topete hubo de ir a San Fernando a pasar el examen de acceso. Después de pasadas las pruebas, la Real Orden del 26 de agosto de 1836 dice: «que ha sido examinado en el día de la fecha el agraciado a plaza de guardiamarina don Juan Topete, de todos los trabajos del curso de estudios elementales de la Marina de don Gabriel Ciscar, y hallándose impuesto en todos, mereció aprobar en grado de regular», lo que no dejaba de entrever una notable cicatería. Pero el resultado no influyó para nada, ya que en el mismo día de su aprobado se le ordenó embarcar en la fragata Esperanza, para comenzar a curtirse en las cosas de la mar. Lejos quedaban los tiempos de las Reales Compañías de Guardiamarinas, que previamente preparaban a los jóvenes.
Durante cerca de tres años, entre 1836 y 1839 cubrió las primeras etapas en las aguas de la isla de Cuba, primero en el bergantín Marte y a continuación con la fragata Restauración, con las que realizó innumerables cruceros tratando de combatir el contrabando de armas y el tráfico de negros. También, y por poco tiempo, desempeñó comisiones a bordo de la corbeta Villa de Bilbao. Tanta permanencia en la mar produjo que su salud se resintiera, por lo que embarcó en la fragata mercante Unión, en la que efectuó la travesía del océano Atlántico, llegando a Santander a finales de 1839, recién acabada la Primera Guerra Carlista.
El año 1840 lo pasa embarcado en varios buques, entre ellos el vapor Delfín y las fragatas Isabel II y Cortés. Por orden superior, transborda al bergantín Patriota, con el que realiza intervenciones de todo tipo en las aguas del Mediterráneo, frente a las costas de Cataluña y Levante, desde transporte de tropas, municiones y pólvora, hasta expatriaciones de personas.
El 2 de enero de 1841 embarca en la fragata Isabel II con destino a La Habana, donde su padre ya no está al mando del arsenal. A su llegada transborda a su ya conocido bergantín Marte. El cambio de buques es constante, pues hay pocos oficiales; embarca en la corbeta Liberal y más tarde en el vapor Congreso, realizando con todos ellos cruceros por el sinus Mexicanus. El 21 de octubre, como figura en su Hoja de Servicios: "...con grave riesgo de su vida, salvó la de un tripulante del vapor Congreso, que había caído a la mar y que estaba a punto de ahogarse, él se lanzó al agua e impidió que sucediera lo peor".
Por su arrojo y valentía fue condecorado posteriormente con la Cruz del Mérito Naval.
La persecución de los buques negreros se convirtió en la misión principal de la Armada Española en aguas americanas. El Gobernador Jerónimo Valdés convoca a los traficantes de esclavos e impide el desembarco de expediciones en la isla, poniendo fin a tan inhumana y longeva acción. Hasta 1844 se encuentra afecto a las fuerzas navales del apostadero de La Habana, por lo que utiliza los buques que allí están, siendo entre otros el vapor Congreso y la fragata Isabel II.
Un nuevo desplazamiento a la península a bordo del Soberano, de 74 cañones, se convierte en una experiencia nueva y reveladora, al estar en uno de los viejos navíos de línea de los que ya casi no quedaban en la Armada. No obstante, su nuevo ascenso a teniente de navío le obliga a regresar a Cuba, donde llega en la Nochebuena de 1845.
Al llegar se le otorga el mando de la goleta Cristina, de la que no puede tomar el mando hasta la primavera de 1846, pues es comisionado a la isla de Puerto Rico como oficial del navío Soberano. Con su buque desarrolla las misiones encomendadas, prestando servicios en Baracoa, isla de Corremell, Mujeres y Centoy. La situación en esos momentos es muy crítica e incómoda, pues se había fusilado al poeta Plácido, acusado de conspirar contra la corona de España.
El año 1847 se convierte en uno de los más difíciles, ya que por primera vez los secesionistas cubanos inician conversaciones con los Estados Unidos, por lo que, al mando de la goleta Cristina, Topete tiene que ir de un lado a otro de la isla para tratar de evitar el contrabando de armas yanqui.
Al empeorar su salud, pide y se le concede un permiso de cuatro meses, pero se le destina a la Corte, donde cumple misiones de enlace. El 21 de noviembre de 1849 se le nombra oficial de órdenes de la división naval del Mediterráneo, que cubre desde el Arsenal de Cartagena a la frontera con Francia, incluidas las islas Baleares. La división está compuesta por la corbeta Mazarredo, el bergantín Volador y el vapor Vulcano, siendo Topete el comandante de la Mazarredo.
Participó en la expedición a los Estados Pontificios y luego prestó servicios en Cuba.
En 1868 fue parte importante de la revolución denominada "La Gloriosa", que provocó el destronamiento de la reina Isabel II, y puso en el trono de España a Amadeo de Saboya.
La sublevación militar de Sagunto, que restauró a los Borbones en la figura de Alfonso XII, mereció por su parte las más enérgicas censuras y al ver que prosperaba la vuelta de la anterior dinastía, resolvió el dejar la carrera militar y vestir de paisano; pero al pedir la exención del servicio le fue denegado. En compensación, el nuevo Gobierno le concedió por su comportamiento en Abanto y Somorrostro la Gran Cruz y la Placa de San Hermenegildo.
En el año de 1879 se avino a reconocer a la monarquía de Alfonso XII, por lo que se le nombró presidente del Consejo de Administración de los fondos para premios a la Marina. En 1880 se le ascendió por rigurosa antigüedad al grado de vicealmirante. Un año después fue nombrado senador vitalicio, por Real Decreto del 5 de septiembre de 1881.
Falleció en Madrid en 1885, a los 64 años de edad.
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