Notas |
- CARLOS RODRIGUEZ DE ESTELA Y PACHECO - mi antepasado - nació en Buenos Aires en 1672, y lo bautizó en la Catedral, el 24-VIII-1677, el Arcediano Antonio de Amorín Barbosa, ante los padrinos Capitán Agustín Gayoso y María de Aguilar, y los testigos Capitán Alonso Martínez de Gadea, Juan Báez de Alpoin y Francisco Pacheco. Dicha ceremonia tardía no significaba que los padres del niño lo mantuvieran 5 años sin cristianar; como tantos casos frecuentes en aquel tiempo, inmediatamente de nacer el párvulo recibía el bautismo de aguas, llamado también de socorro, para solemnizar a posteriori, con óleo y crisma, el sacramento en la Iglesia.
De la infancia de Carlos nada se sabe, y de su existencia de hombre madura solo puedo decir que - salvo el grado de Capitán de milicias que llegó a ostentar - todas las actividades suyas no trascendieron el marco de la vida privada.En tal reducida esfera, el Capitán aludido tuvo que librar una serie de incruentas batallas judiciales que amenguaron su patrimonio y, quizás, le dieron fama de trapalón.
Empero, antes de enredarse en esos litigios, Carlos Rodríguez de Estela se casó en la Catedral porteña, el 23-XI-1701, con Catalina de Abascal y Benavídez, llamada asimismo de Setien y Mendieta. Bendijo la boda el Maestro Juan de Oramas y Filiano, frente a los testigos Capitán Juan Pacheco de Santa Cruz - tío del novio -, Vicente Morón y Juan de Azcue.
Era la desposada hija del Sargento Francisco de Abascal o Setien de Mendieta y de Agustina de Benavídes (de cuyos antecedentes genealógicos me ocupo en el capítulo dedicado al linaje de Benavídez). Catalina había sido sostenida en la pila bautismal del templo Matriz bonaerense, el 18-I-1681, por sus padrinos Juan de Belarde y María de Peñalba y fueron testigos de esa cristianización José Alvarado y el Alférez Mayor Luis de Brito.
Andanzas judiciales y escribaniles de mi antepasado
El 9-IX-1709, ante Francisco de Angulo, los hermanos Juan, Nicolás, Isabel y Catalina Rodríguez de Estela Pacheco de la Serna, y la tía Manuela González de la Serna, dieron su poder; 1º "a nuestro hermano y sobrino el Capitán Carlos Rodríguez de Estela"; 2º, a Juan Ocampo Liendo, Secretario de la Real Audiencia de Chuquisaca; 3º, al Maestro Pedro González; y 4º, a Juan Herrera Hurtado; "a los cuatro juntos", con amplias facultades para que le cobraran al Arzobispo de Charcas, Juan Queipo de Llano y Valdez Alvarez, administrador de los espolios que fueran de "nuestro tío y hermano" el Capitán Gaspar de la Serna, quien dejó en su testamento por herederas a sus hermanas; Francisca (madre de los Rodríguez de Estela), Manuela y Antonia de la Serna.
A recoger la herencia de su pariente, Carlos Rodríguez de Estela, se trasladó a Charcas; estuvo allá un año; y en la misión encomendada gastó - según dijo - 1.700 pesos, sin que la tía Manuela le diera cantidad alguna. Para dichos gastos, Carlos adelantó 1.420 pesos de su bolsillo; aunque con la promesa de que le serían satisfechos después.
Vuelto el viajero a Buenos Aires, en 1711 su tía Manuela González de la Serna le pone pleito, demandándolo por 4.000 pesos que - alegó ella - el le debía como importe de la herencia de su hermano Gaspar. Prospera el juicio ejecutivo, se le embargan los bienes a mi antepasado, y - ese mismo año 1711 - "en los portales de la Plaza", de orden del Alcalde Joseph Ruiz de Arellano, remátanse las casas y efectos del controvertido personaje; pero su producido no llega a cubrir aquellos 4.000 pesos por los que se pleiteaba. De suerte que el demandado vino a quedar con un saldo deudor de 1.572 pesos, a favor del Alférez Juan de Islas, hijo y heredero de la actora, fallecida durante el transcurso de la querella.
Corre el tiempo, y el 27-VII-1723, por ante el Escribano Francisco de Merlo, Carlos de Estela le compra "unas casas" a su hermana Isabel, "en el varrio de abajo"; cuyo terreno lindaba por el Este con el del adquirente - heredado de sus padres -, y medía 19 varas de frente al Norte (ahora sobre la calle México al 500), con un fondo prolongado hacia el Sur, interrumpido por la zanja (que entonces atravesaba la actual calle Chile). El precio de la operación fue de 1.400 pesos; 1.000 al contado y los 400 restantes se debían entregar a Juan Marín, acreedor de la vendedora, dentro de tres meses.
Poco después, el 17 de septiembre, ante el mismo Merlo, Rodríguez de Estela se obligó a pagar al Alférez Juan de Islas, 1.572 pesos y 3 reales - aquel saldo deudor que dijimos -, y a tal efecto se comprometió a escriturar, a nombre del acreedor, la casa acabada de adquirir de su hermana Isabel.
Sin perjuicio de esto, por cuerda separada, Carlos entabla una demanda contra el Escribano Juan de la Cámara (antecesor mío - ver el apellido Avendaño) y el Alcalde José Ruiz de Arellano - ambos intervinientes en el pleito que inició la tía Manuela, madre de Islas -, acusando a esos dos funcionarios de haber escamoteado, a pretexto de gastos judiciales, parte del producido del remate que no llegó a manos de dicha su tía. Alegaba Rodríguez de Estela haber sido "desposeído de 800 y más pesos por los jueces y tasadores"; dinero que "falta de la almoneda de mis bienes". El hombre insistía que nunca le reembolsaron los gastos de su viaje al Alto Perú, hecho por mandato de su finada parienta; que él anticipó oportunamente a su tía 1.420 pesos; que además había entregado al Escribano de la Cámara 524 pesos; mientras que el resto del monto de la herencia correspondiente a la demandante "quedó en poder del Depositario General, que otorgó recibo" (a todo esto falleció el Alférez Islas, hijo heredero de la autora del pleito, por lo que las actuaciones judiciales se continuaron por la viuda de Islas, María Fernández).
Cuando en 1733 Carlos Rodríguez de Estela pagó tributo a la muerte, su yerno Juan Martínez de Soria (mi 7º abuelo) prosiguió el interminable litigio para recuperar la vivienda comprada por aquel a Isabel de Estela; vivienda ocupada entonces, a título de deudora, por María Fernández de Islas y su familia; y a fin de que se condenaran también las usurpaciones cometidas por los agentes de la justicia; el Alcalde Ruiz de Arellano y el Notario Juan de la Cámara. (Esto lo refiero en el capítulo dedicado al apellido Soria).
Otra complicada querella judicial
En 1714, a raíz de la adquisición de un inmueble distinto, Carlos Rodríguez de Estela se había enredado en otro pleito. tiempo atrás, Pedro de Alvarado habitaba una casa que compró al clérigo Juan Francisco Ortiz. En 1702, Alvarado resolvió abandonar las pompas y vanidades del mundo y "refugiarse" en el convento de San Francisco. Ocuparon entonces aquella finca, como inquilinos, el Capitán Cristóbal de Escandón y Astorga y su mujer Francisca de Astudillo; quienes en 1703, por ante el Escribano Francisco Montes, tomaron a su cargo el censo de 2.500 pesos que dicho inmueble reconocía a favor del convento de La Merced. Entretanto, enclaustrado en su seráfico reducto, murió Pedro de Alvarado - lleno de deudas y no del todo sustraído del mundanal asedio de sus acreedores. A causa de ello, el Capitán Pedro de Saavedra entabló demanda a la sucesión de aquel, y así fue rematada judicialmente la vivienda de referencia, el 28-VI-1706. Mediante la suma de 2.050 pesos la adquirieron sus inquilinos, los Escandón Astudillo; quienes a fin de completar el saldo de precio, recibieron en préstamo 2.000 pesos plata, que el Capitán Domingo de Acassuso, en su carácter de fundador y patrono de la Capilla de San Isidro Labrador en el "Pago del Monte Grande", les facilitó en hipoteca sobre la casa antedicha; gravamen que hubo de constituirse a favor de la Capilla de San Isidro; obligándose los cónyuges Escandón-Astudillo a pagar 100 pesos de censo y renta por año, a partir del 14-X-1706, fecha de la respectiva escritura que pasó ante el Escribano Francisco de Angulo.
Con posterioridad, debido a que Escandón estaba pobre y no podía solventar sus réditos hipotecarios, traspasó la propiedad de su casa y el gravamen de esta, al Capitán Carlos Rodríguez de Estela, quien poseyó en adelante el dominio de la finca, abonando, por tanto, los correspondientes réditos a la Capilla de San Isidro. Empero, durante el transcurso del año 1714, el Capitán Pedro de Saavedra inició pleito contra los titulares del inmueble en cuestión, reclamando aquellos 2.050 pesos del remate de 1706 - que parece que Cristóbal de Escandón no pagó a los acreedores de Alvarado, como estaba obligado a hacerlo. Y como tanto Alvarado como Escandón habían fallecido, la viuda del segundo, Francisca de Astudillo, se hizo representar en el juicio por el clérigo Joseph de Orueta. Intervino también en el expediente, el Padre lector fray Leandro Alvarez de Almirón, Comendador de La Merced, cuyo convento era titular del censo originario que pesaba sobre la finca. Rodríguez de Estela (entonces legalmente dueño del bien afectado) alegó en autos que él no había contratado la compra de marras con el Convento mercedario, sino con el finado Escandón, y que solo se comprometió en la escritura de su dominio a pagar el censo a la Capilla de San Isidro. Acassuso, a todo esto, como Patrono de esa institución, participó también en el litigio, haciéndose representar por un presbítero llamado Manuel Vera. Las actuaciones vistas por mí en el Archivo de los Tribunales de la Capital, se interrumpen aquí, por lo que ignoro el desenlace que tuvo tan complicada querella judicial.
Chicanas en un pleito más
El 28-II-1721, ante el Juzgado del Alcalde de 2º voto Bernardo de Saavedra, se presentó Lucas Manuel Velorado, marido de Juana de la Illosa - antigua viuda de Antonio Guerreros y albacea heredera de dicho difunto -, solicitando la comparecencia del Capitán Carlos Rodríguez de Estela para que, bajo juramento, reconociera la firma de su nombre en un vale otorgado a favor de Antonio Guerreros, por la suma de 123 pesos.
Al contestar la demanda, Carlos declaró tener 45 años y que la firma del vale era suya, pero arguyó que la deuda expresada en el documento ya se la había satisfecho a Guerreros. De cualquier manera Velorado pidió ejecución de los bienes del deudor, si este no pagaba dentro de dos días.
Rodríguez de Estela, a todo esto, insiste que el pagó a Guerreros, el cual por sus muchos negocios no tuvo tiempo de devolverle la obligación ni darle recibo, quedando comprometido el acreedor a romper el dichoso vale. Solicitaba, mi antepasado, el testimonio del Capitán de la cárcel Juan Martínez de Vergara, quien - según Estela -, "con recaudo del dicho Antonio Guerreros", le pidió 1.300 tejas en pago de la deuda referida. Pero Estela le había respondido al portador del mensaje, "que ya estaba pagada mi obligación, que sentía no poderle servir". Además, según el demandado, "el difunto (Guerreros) le dijo a Martínez que era cierto, que estaba pagado". Martínez de Vergara, sin embargo, al presentarse a declarar, "dixo que no se acuerda aver ido por horden de don Antonio Guerreros a la chacara de Carlos Rodríguez de Estela por material ninguno".
Dictada sentencia en trance y remate sobre los bienes embargados de mi lejano abuelo, este se apresuró a pagarle a Lucas Velorado aquellos 123 pesos, más los gastos de justicia.
Negocios de compraventa, urbanos y rurales, y de hornear en gran escala
En 1729 Rodríguez de Estela había perdido a su mujer, ya que en el Padrón de ese año, levantado por el Cabildo, figura viviendo en "el Pago de la Magdalena", el "Capitán Carlos de Estela, viudo", en compañía de su primogénito Francisco, de 18 años, y de sus otros seis hijos menores; además de dos negros peones de la estancia, de un mulato, una negra y otra mulata, esclavos suyos del servicio doméstico. Allá en sus campos ganaderos, mi antepasado tenía instalados dos hornos de cocer tejas, ladrillos y cal; amén del horno y tejería establecidos en su chacra ciudadana, como se precisará mas adelante.
En los viejos protocolos que guarda el Archivo, consta que el 16-VII-1728, ante el Escribano Joseph Esquivel, mi lejano abuelo vendió a Andrés Lozano de Saravia medio solar de tierra, de 50 varas de fondo, que poseía en la traza de la ciudad, en la vereda Sur de la calle San Bartolomé (hoy México), entre las de San Pablo (Salta) y Monserrat (Lima); terreno que el enajenador había comprado en 1720, al Capitán Antonio de Igarzabal.
Por lo demás, el 5-IV-1729 Carlos Rodríguez de Estela otorgó un poder general a favor de Fernando Arias Cabrera, por ante el Escribano Francisco de Merlo. Y el 16 de agosto del mismo año, ante Esquivel, el ancestro que me ocupa le vendió a Pablo Silva dos negras: María, como de 40 años, y Antonia de 18, las cuales el vendedor, con otra esclava más, comprara al fiado el 8-I-1725, en el Real Asiento de Inglaterra, por el precio de 225 pesos cada una. Mas como el adquiriente no pagó su adquisición, el Real Asiento inglés, representado por Enrique Faure, demandó en 1735 a los herederos del moroso causante por esa deuda de 900 pesos, precio total de aquel trío de africanas; de cuyo monto tenían que deducirse 520 pesos en concepto de 280 "hanegas" de cal, que Rodríguez de Estela le entregó a la compañía esclavista hasta 1729, al precio de 15 reales la fanega.
El 15-VIII-1732, el calero de esta historia elevó un memorial al Cabildo en el que ofrecía 500 fanegas de cal para las obras del nuevo edificio de esa corporación (planeado por los arquitectos jesuitas Andrés Blanqui y Juan Bautista Primoli), al precio de 12 reales la fanega; comprometiéndose, además, a suministrarle al municipio toda la cal que necesitare al mismo precio. Y al año siguiente, el 11-II-1733, el susodicho proveedor le enviaba su cuenta al Ayuntamiento, con el recibo que ascendía a la suma de 389 pesos y 1 real y medio, en concepto de 238 fanegas y media de cal, que de su horno había retirado Benito Baldovino, para la entidad capitular.
Eran tres los hornos "de cocer cal" que Carlos Rodríguez de Estela explotaba al par de sus labores rurales. Uno - como antes dijimos - ubicado en las afueras de la ciudad, y los otros dos en su estancia de la Magdalena. También en 1719 el hermano suyo Tomás Rodríguez de Estela obtuvo del Cabildo en arriendo una cuadra suburbana, en la parte "del Poniente", que prolongaba la calle "que sale de la Compañía de Jesús" (hoy Alsina), en sitio como de 70 varas en cuadro, distante 60 varas al Sur del horno que tenía instalado Antonio Martínez Pantoja. En tal lugar, Tomás Estela fundó asimismo "horno de cozer adove y texa"; y el fue - con Carlos - quien suministró parte de los materiales necesarios para la construcción del histórico edificio del Cabildo porteño; como también ambos horneros proveyeron los 30.950 adobes que Domingo Acassuso empleó para levantar la Capilla de San Isidro, en el "pago de la costa".
Testamento y fin de mi antepasado
Testó mi remoto genitor el 1-VIII-1733, por ante el Escribano Joseph de Esquivel,en el Registro Nº 3. Contaba el otorgante, a la sazón, 61 años de edad; estaba "enfermo en cama de enfermedad que Dios Nuestro Señor ha sido servido de me dar", y al sentir los pasos de la muerte no quiso esperarla desprevenido. Dijo, en tan solemne ocasión, ser vástago legítimo de "don Francisco de Estela y de doña Francisca González de la Serna y Pacheco", y mandó sepultaran su cadáver en la Iglesia de Santo Domingo, "en la parte y lugar que mis albaceas les pareciere". Declaró haber sido casado con "Doña Catalina de Zetién y Mendieta", de cuyo matrimonio procreó los hijos que se enumerarán más abajo, los cuales heredaron los siguientes bienes:
Un "sitio" en los arrabales de la ciudad, lindero con la "quinta de Balente" y con los "hornos de Carcaburu"; fogones iguales a aquellos del causante, que, mediante ardiente temperatura, reducían las piedras calizas y elaboraban piezas de barro cocido. (Al transcurso del tiempo aquel paraje se denominó los "Corrales de Miserere", y desde 1775 hasta 1829, hubo allí una tablada para el faenamiento de ganado vacuno. Este matadero lo trasladó después el Gobernador Rosas a Flores).
La estancia en el pago de la Magdalena, como 12 leguas distante de la ciudad, medía 1.000 varas de frente sobre "la barranca del Río Grande", y legua y media "la tierra adentro" de fondo. Don Carlos compró ese campo al Alférez Bernardo Lara; quien lo hubo, en mayor área, del Capitán Antonio Martínez Pantoja, según escritura pasada el 30-V-1722, ante Domingo Lezcano. (Esas tierras - y otras adquiridas por Juan Martínez de Soria, yerno de Estela, de los hijos de Bernardo Lara - fueron parte en su origen, de las "suertes" llamadas "Gato" y "León" de Diego de Olavarrieta y Juan Fernández Enciso, y de la que le tocó a Víctor Casco de Mendoza, repartidas por Garay en 1580). En dicha propiedad Rodríguez de Estela tenía instalados "dos hornos de cocer cal", con "sus aperos, arados, barretas, palos, picos, herramientas, enseres y varias hornadas de piedra de cal para cocer, y de otras ya cocidas".
"Otras tierras de estancia" en el mismo pago de la Magdalena, que se componían de varias fracciones contiguas. Una de 141 varas y media, que su dueño había comprado a María de Abascal - cuñada suya - mujer de Pedro Barragán Leal de Ayala. Otra parcela de 583 varas y media, adquiridas del "Síndico del Señor San Francisco". Y dos lotes más que redondeaban la superficie total de la estancia; poblada con una manada de yeguas, algunas mulas, 200 vacas y una majada de ovejas. Asimismo inventariáronse en el campo, "un horno viejo de cocer cal, inservible"; dos "pedazos" sembrados de trigo; unos ranchos de barro al abrigo de un montesillo, y las "carretas del trajín", con sus aperos, boyadas y cabalgaduras.
En el pago de la Matanza poseía el testador otra chacra, avaluada en 1.000 pesos corrientes. Y declaró ser propietario de 7 esclavos negros varones, de una negra y dos mulatos; como también dijo que cuando falleció su esposa él estaba "empeñado" en varias cantidades de dinero.
Finalmente don Carlos nombró por albaceas a los Capitanes Matías Solana, Fermín de Pesoa, Francisco Oreyro y Juan Martínez de Soria, su yerno; y le encargó la tutoría de sus hijos al Capitán Adrián Pedro Warnes. Poco después exhalaba el último suspiro.
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