| Notas |
- HISTORIA DE VIDA - PRIMERA PARTE
?Mi abuelo le vendió los ferrocarriles a Perón?
Lo cuenta Pedro Eddy, presidente de la Rural de Patagones.
por SUSANA YAPPERT
sy@patagonia.com.ar
Peter Eddy es el presidente de la Sociedad Rural de Patagones. Es estanciero, claro, pero un estanciero con una historia tan generosa como tupida. Nació en Inglaterra en momentos en que su padre combatía en la Real Fuerza Aérea Británica durante la Segunda Guerra. Su abuelo paterno fue quien le vendió los ferrocarriles a Juan Domingo Perón y su abuelo materno, el primer mayordomo de la Estancia Pilcaniyeu. Estos datos, por cierto de gran valor histórico, no agotan el anecdotario de esta familia de arraigo en la Patagonia.
Peter Eddy vive en la estancia ?Las Cortaderas?, la misma que adquirió su padre hace más de cincuenta años sobre la costa de mar de Patagones. Es el menor de cuatro hermanos: los mayores, Guillermo Juan y Roberto David, al igual que él, son ganaderos y Jillian, su hermana, residía en Inglaterra donde falleció hace un año. Hijos de William Edward Montague Eddy y de Imelda María Nicholl, son la primera generación de Eddy que creció en el país, aun cuando sus ancestros pasaron parte de sus vidas en este sur del mundo.
William Eddy era inglés pero durante su infancia estuvo ligado a la Argentina, un país que conoció porque su padre, Sir Montague Eddy, se desempeñaba como gerente de la compañía inglesa del Ferrocarril del Sud y presidente del directorio de los Ferrocarriles Argentinos en Londres. William visitaba la Argentina con su padre y en aquellas travesías azarosas comenzó a amar a este país. Se formó en Inglaterra y cuando cumplió 17 años decidió vender su moto para hacer un curso de aviación civil. Pero el destino tenía marcado otro derrotero para el joven. Chocó la moto, no pudo costear su carrera y al finalizar su secundaria decidió regresar a una Argentina que conservaba en sus mejores sueños.
Con 18 años, William llegó a estas pampas. Inmediatamente consiguió un empleo como ayudante de mayordomo en la estancia ?Las Petacas?, Santa Fe, aunque su pasión eran las distancias infinitas y los caballos.
?Pero allí sólo estuvo un tiempito -relata su hijo Peter- porque mi abuelo no creía que esa vida tan rústica fuese muy buena para un joven como él, de modo que lo trajo a Río Negro?.
Una temporada en Cinco Saltos
La empresa del ferrocarril inglés se estableció con fuerza en la zona de la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, donde tenía intereses vinculados al transporte, al riego y a la explotación frutícola. Durante las primeras décadas del siglo XX, capitales británicos efectuaron importantes negocios inmobiliarios en el Alto Valle. Sir Montague Eddy también adquirió tierras aquí, aunque con fines especulativos y para ocupar a su joven hijo dispuesto a quedarse en este país.
El abuelo de Peter llegó a la Argentina en 1910. Venía de una familia de ferroviarios, ya que su padre también había estado vinculado a los trenes, aunque en el otro extremo del mapa, ayudando a desarrollar los ferrocarriles en Australia.
Sir Montague Eddy estuvo a cargo de la misión que consistió en traer la línea férrea hasta Zapala. Cuenta su nieto: ?Los ingleses llegaban a la Argentina y se iban a vivir a Hurlingham. Cuando llegó mi abuelo, los ingleses lo quisieron llevar allí pero él no aceptó. Se alquiló un departamento en Callao 1.515 y se vinculó con familias argentinas, es decir, se integró rápidamente a la sociedad. Hablaba castellano como un criollo. No quiso recluirse en el barrio inglés, aun cuando pertenecía a la colectividad británica. Por entonces mi abuelo sabía que la Compañía estaba interesada en expandirse en el Valle y muchos ingleses comenzaron a adquirir tierras aquí, principalmente en Cinco Saltos. Compró 40 hectáreas. Tiempo después, empleó a su hijo con un sueldo para que empareje y plante frutales. La idea era vender la propiedad armada y darle un porcentaje de la venta. Allí estuvo 11 años mi padre. En aquellos años se hicieron muy amigos de Juan Rosauer y de otros británicos que trabajaron aquí?.
Los ingleses desarrollaban polos productivos para poder tener cargas para el tren. Cuando William Eddy llegó al Valle habían abierto la Estación Experimental (inaugurada en 1918), luego sumaron los galpones de AFD, iniciativas con las cuales condujeron el nacimiento de la fruticultura. Sin duda, una década de fuerte expansión de la actividad. ?Pero, un día de 1930, mi papá se encontró en Cinco Saltos con un amigo que llegaba de Traful donde había conocido a una familia de apellido Dawson. Su amigo estaba tan encantado con el lugar que lo invitó a papá a pasar un fin de semana en la Cordillera. Se fueron en un camioncito y en ese viaje conoció a mi madre. Ella y sus hermanas pasaban el verano en Traful y cuando empezaban las clases iban a Buenos Aires, al colegio Michel Ham. Salían de Traful a caballo, hacían campamento en Niriguau y tomaban el tren hacia Constitución?.
Poco después, los Eddy vendieron la chacra de Cinco Saltos y William se fue a trabajar de ayudante de mayordomo a la Estancia Quem Quem Treu, donde hoy vive una de las hijas de Peter -Paula- casada con el actual mayordomo de esa Estancia. La propiedad era entonces de ?Gente Grande SA?, compañía de capitales chilenos y argentino, manejada por don Andrés Reid.
Seguramente en aquellas estancias, William decidió su romance con la geografía patagónica. Aunque no sólo esta unión lo ató definitivamente a este mundo. En todo caso, esta tierra le dio a ?Blackie?, tal como llamaba a Imelda, su mujer. Ella había nacido en la Estancia Pilcaniyeu, donde está enterrado su padre, el primer mayordomo de la ?Estancia de los Ingleses?. ?Mis abuelos maternos -relata Peter- llegaron a la estancia rionegrina tras un largo viaje. Primero estuvieron en Entre Ríos, luego tomaron un barco hasta Puerto Madryn y desde allí fueron en un carro de mulas hasta la Estancia Maquinchao, donde mi abuelo fue contratado como mayordomo de la Estancia ?Maquinchao Land Co.?. Poco después se establecieron en la Estancia Pilcaniyeu. En el 2003 conocí su sepultura, está en un mallín. En la lápida dice que murió en 1915, a los 46 años. Su viuda -Primitiva Inzaurralde- volvió a casarse, esta vez con un australiano de apellido Dawson y se radicaron en la estancia La Primavera, en Traful. Primitiva tuvo dos hijas de su primer matrimonio, mi madre y María, y de sus segundas nupcias nacieron tres más: Betty, Eleonora y Cecil?.
Pero volvamos a los años ?30. William e Imelda se casaron y tuvieron sus tres primeros hijos en Argentina. El cuarto, Peter, nació en el condado de Yorkshire (Inglaterra) durante la Segunda Guerra. Pero éste es otro capítulo de la historia familiar que merece ser contado.
Escape cinematográfico del Teniente Eddy
Cuando estalló la Segunda Guerra, en el año 1939, William Eddy decidió alistarse para luchar contra los nazis (*). ?Papá se presentó de voluntario pero lo rechazaron porque era un poco grande ¡Tenía 28 años...! Entonces trabajaba de mayordomo en la estancia Meliquina. Un año más tarde, como la cosa no iba bien para los aliados, lo llamaron. Un amigo de él, Barney Dickinson, que trabajaba con ?Gente Grande? en San Martín, también se alistó. Iban en convoys, llegaron por distintas vías, pero el día del reclutamiento se encontraron ambos en la oficina correspondiente de Londres. Una hermosa casualidad. Ambos entraron en la Real Fuerza Aérea Británica (RAF)?.
Antes de partir a Gran Bretaña, William compró una chacrita en San Martín, donde construyó una cabaña con ayuda de un carpintero. No quería ir a la guerra sin dejarle algo a su mujer. Aun así, Imelda viajó con sus hijos a Inglaterra para estar cerca de su marido. Para entonces, el teniente Eddy realizó su entrenamiento e inició operaciones por los beligerantes aires europeos. Realizó casi 1.700 horas de vuelo, pero guardó especialmente en su recuerdo algunas jornadas, como aquella en la que se preparaba para una misión sobre Ausburgo en su bombardero ?Peter?. Ese día no sólo nació su último hijo, a quien bautizó con el mismo nombre de su Lancaster, sino que horas más tarde protagonizó un escape cinematográfico en territorio enemigo. Así recuerda el acontecimiento William Eddy en el libro ?Alas de trueno?: ?Aquel día, minutos antes de despegar, un auto se detuvo junto a nosotros y alguien descendió del mismo. Era nuestro comandante Nelson. Flameó un telegrama y me lo leyó. Mi esposa Blackie había dado a luz un hijo y ambos estaban bien. Le encomendé que le envíe mi amor, mis felicitaciones y que le dijera a Blackie que la tarde siguiente iría a reunirme con ella...?
Pero aquella tarde no pudo viajar, ni la siguiente. Cuenta su hijo: ?El 25 de febrero de 1945 nací yo y esa misma noche bajaron a mi padre en Alemania?. Su avión había llegado 10 minutos tarde a la misión, de modo que fue atacado con facilidad. Aun seriamente averiada, Eddy y su tripulación pudieron escapar en la aeronave y salir de la línea de fuego. La tripulación lo hizo en paracaídas y Eddy, cuyo paracaídas se había incendiado durante el ataque, siguió en vuelo hasta que encontró una buena pista de aterrizaje, un bosque nevado. Se salvó de milagro. Dejó lo que quedaba del bombardero, quemó mapas y material comprometido y caminó toda una noche. Vio una casa. Pidió ayuda, supo que estaba en Bélgica, territorio enemigo. Los siguientes dos meses, Eddy llevó a cabo una huida que lo devolverá a Inglaterra tan riesgosa como inolvidable. Gracias a la ayuda de una organización llamada la ?Línea Cometa?-eslabón de la Resistencia- pudo cruzar Francia, España y salir por Gibraltar hacia su patria. Más de dos meses después de su último despegue pudo conocer a su hijo y reunirse con Blackie, quien lo esperó cual Penélope. Sus allegados la preparaban para recibir la funesta noticia de la muerte de su marido. Era lógico, nadie tuvo noticias de él durante meses. Pero ella lo esperó. Siempre supo que ?Billy? estaba vivo.
A su regreso, Eddy fue ascendido a líder de escuadrón, cargo que cumplió con honores, realizando osadas operaciones aéreas. Prestó servicios en la RAF hasta abril de 1945, fecha en que cumplió su vuelo número 80, entre ellos, 30 operaciones sobre Berlín. La familia permaneció en Inglaterra hasta el fin de la guerra. Durante aquella temporada jamás pensaron en abandonar la Argentina. Volvieron a San Martín. William fue contratado como mayordomo de la Estancia Chacabuco y siguió piloteando aviones, aunque en adelante como un hobby. ?Papá era un gran amante de la Argentina. No permitía que nadie criticara a este país delante de él -comenta su hijo-. Siempre soñó con volver y siempre alojó un deseo, tener su propia estancia. Y lo logró?.
Comenzaba una nueva etapa. Para los Eddy y para la Argentina.
Sir Montague Eddy negocia con Perón
En tanto, en Argentina nacía el peronismo. Durante la guerra, el abuelo de Peter había tenido una activa participación en la formación de la Cruz Roja Internacional y por entonces fue nombrado director de la empresa de ferrocarriles en Londres. Durante la contienda y hasta 1947 estuvo al frente de dos misiones encargadas de negociar la suerte de los ferrocarriles ingleses con distintos gobiernos argentinos. Cuando asumió Perón y decidió la nacionalización definitiva de los trenes, selló la transacción con Sir Montague Eddy. ?Mi abuelo fue uno de los hombres que se encargó de la venta de los ferrocarriles -afirma Peter- y aun conservamos la lapicera Parker que cerró aquella histórica operación?. (Continúa el próximo sábado)
(*) Durante la II Guerra Mundial cientos de voluntarios argentinos (nativos o hijos de miembros de la comunidad británica residentes en el país), se alistaron en la aviación inglesa y canadiense para combatir contra la Alemania. ?Alas de trueno?, libro escrito por los historiadores aeronáuticos Claudio Meunier, Carlos García y Oscar Rimondi, cuenta 50 historias de los más destacados pilotos de este contingente que volaron en las más famosas batallas aéreas de aquella época, entre ellos la de Bill Eddy. Las fotos de William Eddy de esta edición fueron publicadas allí.
http://www1.rionegro.com.ar/suple_rural/05-10-22/nota9.php
|