Notas


Coincidencias 81,301 a 81,305 de 81,305

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81301 ¨Oficial del cuerpo de Arribeños y que también fué en la expedición natural de Cataluña¨ Márques Olivella, Agustín Pau Emanuel (I324132)
 
81302 ¨Tenía testamento hecho ante el Escribano Luis Lemos y recibió los auxilios espirituales¨ Fernández Maure, Cruz (I194358)
 
81303 ¨Yo Agustina Oromí, me casé con Juan Blaquier el día 19 de Septiembre de 1854 Martes, á los 20 años 2 meses y días de edad, y Blaquier á los 27 años nueve meses y días de edad, á las seis de la mañana en San Miguel¨. Familia: Juan Vicente Lázaro Blaquier Sagastizábal / Juana Agustina de Oromí Escalada (F5513)
 
81304 «Se confesó, recibió el sacramento de la Extremaunción, no recibió el Viático por no poder tragar». Verdaguer Torrent, Francisco (I214139)
 
81305 ¿Quién era este capitán Mariano Mendizábal? Bartolomé Mitre lo define así:
"Existía agregado al batallón un capitán llamado don Mariano Mendizábal, natural de Buenos Aires, el cual por su mala conducta había sido separado de las filas. Valiente, corrompido y bullanguero, había asistido a la defensa de Buenos Aires contra los ingleses.
El batallón de Cazadores de los Andes era parte del ejército libertador que San Martín dejó acantonado en San Juan al emprender el regreso a Chile. Integrado en su mayoría por sanjuaninos y reforzado con reclutas riojanos, el batallón contaba con 1.200 hombres.
Estos hombres que habían combatido en la campaña de Chile, ya no querían más guerras. Sólo pensar que ahora, cuando habían vuelto a sus hogares, se los enviara a combatir en el Perú, los exacerbaba.
En este batallón estaba agregado Mariano Mendizábal. Pero su situación era distinta al resto de los soldados. El capitán era un gran coquistador... pero de mujeres.
Hombre joven, tenía poco más de 30 años, tez morena, cabellos renegridos y excelente físico, desde joven había tenido mucho éxito con las damas.
Su facilidad de palabra, su capacidad para acercarse a las mujeres y la experiencia que le daban sus años como militar, sumado a que provenía de distinguidas familias porteñas y poseía una buena educación, lo transformaban en un varón apetecible.
Y Mendizábal apuntó alto: la hermana del hombre fuerte de San Juan, el teniente gobernador De la Roza.
Tras pocos días de asedio, la joven Juana De la Rosa sucumbió a los encantos del militar porteño. Y las consecuencias pronto quedaron a la vista: Juana quedó embarazada.
En aquellos años, una situación de esta naturaleza sólo podía reparse con el casamiento. Y eso precisamente es lo que quería Mendizábal, atraído por el poder y la gran fortuna de los De la Roza. La boda se realizó el 28 de abril de 1817, en San Juan.
Mariano Mendizábal pronto advirtió que su cuñado tenía problemas. Cada día estaba más distanciado de la gente y el descontento se generalizaba.
Como administrador de la inmensa fortuna familiar tras el fallecimiento de su padre, Fernando de la Roza, el teniente gobernador comprometió bienes familiares. Ningún pariente se quejó. Hasta que apareció Mendizabal en la familia.
Las dificultades de De la Roza habían recrudecido desde 1818, cuando se presentó a la reelección. El sector conservador -muy ligado a la Iglesia- apoyado por sectores ligados a los grupos montoneros, guardaban viejos rencores y se opusieron terminantemente.
Para colmo de males, el teniente gobernador había declarado la guerra a la familia de Oro de la que formaba parte su esposa, Tránsito de Oro. Entre otras cosas, había deportado a Chile al ex congresal de Tucumán, fray Justo Santa María de Oro.
El ambiente en este tiempo estaba dado para una revuelta. Pero faltaba lo principal: quien la encabezara. Lo lógico habría sido un hombre de arraigo sanjuanino y ligado a los sectores conservadores y de la Iglesia.
Pero volvamos al gobernante en prisión. De la Roza no fue fusilado al día siguiente.
Pero la amenaza seguía en pie. En cualquier momento se lo pasaría por las armas. Esos días fueron un suplicio para el teniente gobernador. Desde su celda, intentaba escuchar lo que hablaban voces lejanas. Estaba alerta ante los cambios de guardia. Cercanos a él, observaba los instrumentos de suplicio. Un sacerdote se le acercaba cada día.
-Prepárese, doctor, en cualquier momento será fusilado.
Dicen que De la Roza se sentía tan mal, tan torturado psicológicamente, que pidió a sus amigos, especialmente a Francisco Narciso Laprida, que le hicieran llegar opio para calmar su ansiedad.
El día 14 pidió redactar su testamento ante la proximidad del cumplimiento de la sentencia.
Mendizábal, a todo esto, asumido el mando militar quiso institucionalizar la revolución. El mismo día que se inició el movimiento, el 9 de enero, convocó al ayuntamiento y al vecindario para un cabildo abierto en la sala capitular.
-Señores -dijo Mendizábal- con el deseo de libertar al pueblo del despotismo, opresión y tiranía del teniente gobernador don José Ignacio De la Roza. Hemos logrado deponerlo y asegurar su persona al amanecer de este día.
Hubo, lógicamente, aplausos para el capitán.
-Encontrándose el pueblo acéfalo -continuó- es preciso designar quién gobernará. Ante la sorpresa general, el siguiente orador fue Francisco Narciso Laprida quien propuso a Mendizábal como gobernador.
Y fue nomás el cuarto teniente gobernador de San Juan, del mismo modo que lo había sido su cuñado cinco años atrás tras una asonada seguida de una votación popular.
Casi dos meses estuvo preso De la Roza. Pero no fue fusilado.
En los primeros días de marzo, Mendizábal le conmutó la condena por la pena del destierro y lo mandó a La Rioja.
Pero De la Roza hizo un viaje mucho más largo. Siguió hasta Perú, como lo hicieron a su tiempo los otros gobernadores de las provincias cuyanas, Luzuriaga y Dupuy. Allí se sumó al Ejercito Libertador.
De la Roza se quedó en Lima, donde murió en 1839, sin volver nunca a su tierra natal ni reunirse jamás con los suyos.

El aventurero que nos dio la autonomía

-¡No, este no es el final que yo quería! ¡La aventura fue demasiado lejos!
Este debe haber sido el último pensamiento de Mariano Mendizábal aquel 31 de enero de 1822, antes que el jefe del pelotón de fusilamiento diera la orden.
Pero allí estaba, en la Plaza Mayor de Lima, Perú. Y la orden llegó:
-Apunten... ¡fuego!
Y allí quedó tirado Mariano Mendizábal, sin comprender qué ocurrió, como pudo pasar todo tan rápido.
Porque Mariano Mendizábal, aquel inescrupuloso capitán, enamorador de mujeres, con alma de bribón; el que sedujo a la hermana del poderoso José Ignacio De la Roza y la dejó embarazada para casarse después con ella y tener una hija, había dado a San Jua
Pero vamos a la historia.
Corría enero de 1820 y Mendizabal era el teniente gobernador de San Juan.
Es cierto que tenía pocos escrúpulos. Pero no era tonto Mendizabal. Ya era el teniente gobernador. Pero para asegurar el poder tenía que lograr que Mendoza, capital de la intendencia, reconociera el hecho consumado. Pero sus ambiciones iban más allá: quer
Enterado de que De la Roza había sido depuesto, el gobernador intendente de Cuyo Toribio de Luzuriaga instruyó al coronel Rudecindo Alvarado que viajara a San Juan al frente de dos compañías de cazadores provistas de piezas de artillería de campaña.
El día 14 Arredondo llegó a Pocito chocando con una guardia sanjuanina, a la que no consiguió atrapar.
Siguió viaje y cuando ya se veía el poblado se encontró con el Batallón número 1 en formación y dispuesto a darle batalla. Tampoco el pueblo apoyó a Arredondo.
Arredondo volvió a Mendoza decepcionado. Y Mendizábal rió para sus adentros: había logrado detener la reacción de la capital de la intendencia.
Ahora él tenía el toro por las astas. Frente la Mendoza dictatorial se levantaba San Juan Federal, marchando hacia su total autonomía.
San Martín desde Chile recomendó prudencia al gobernador de Cuyo.
Desobedecido en San Juan y con un brote de descontento en su propia guarnición, Luzuriaga renunció como intendente de Cuyo.
Inteligente Mendizábal, escribió al director supremo, general Rondeau, ofreciendo obediencia al gobierno central.
Su obra de arte estaba a punto de ser consumada. El 29 de febrero convocó a la población a una asamblea en la Catedral para que decidieran sobre un único punto:
-¿Quieren unirse a las demás provincias federadas o seguir dependiendo de Mendoza?
El 1 de marzo de 1820, la asamblea proclamó la autonomía, con la adhesión entusiasta de la población. San Juan era ya un estado argentino.
¡San Juan había nacido como provincia! Y lo había logrado el aventurero Mendizábal. Ya formaba parte de la historia provincial.
Pero ahí terminó su suerte. Y comienza su noche negra. En un proceso tan rápido como el que lo llevó a la cumbre.
El comandante Francisco Solano del Corro, su socio el 9 de enero en el derrocamiento de De la Roza, comenzó a hacerle la vida imposible. Acusaba a Mendizábal de "traidor a la causa" si se detenía ante cualquier exceso o pactaba la paz con Mendoza.
Mendizábal intentó liberarse de Del Corro y lo envió a una aventura imaginaria a La Rioja. Pero la tropa se amotinó y exigió el regreso de su jefe.
Y Mariano no tuvo más remedio que enviar un chasqui para pedirle que volviera. Tampoco con los vecinos le iba bien al nuevo teniente gobernador. Alguien lo acusó formalmente:
-Faltan varias cajas de caudales públicos. Mendizábal intentó aclarar la situación:
-Las llevé a mi casa ante la posibilidad de que el coronel Arredondo invadiera San Juan.
Nadie quedó conforme. Para colmo, el Batallón de Cazadores de los Andes -transformado en una horda de maleantes que cometían toda clase tropelías-, seguía reclamando fondos. Y Mendizábal no tenía otra alternativa que dárselos.
El 21 de marzo de 1820 una asamblea de vecinos, apoyada por Del Corro y sus tropas, destituyó al primer gobernador, al hombre que logró la autonomía provincial. Exactamente tres semanas después de haberla logrado.
Mendizábal no sólo había dejado de tener el poder. Ahora debía rendir cuentas de los fondos públicos administrados durante sus dos meses y medio como gobernador. El 20 de abril presentó una rendición. Y el 24 Fernández Maradona lo intimó para que en el término de 24 horas repusiera 4 mil pesos que faltaban.
Ante esto, el inescrupuloso padre de la autonomía sanjuanina, con la ayuda de su mujer, se fugó disfrazado de fraile. Ante ello el nuevo gobernador ordenó un sumario, cerrado con la deportación inmediata de Mendizábal.
Mendizábal, como había ocurrido con De la Roza, con el gobernador de Mendoza Luzuriaga y el gobernador de San Luis, Dupuy, fue detenido en La Rioja por las fuerzas del comandante de los Llanos, Juan Facundo Quiroga.
El aventurero militar estuvo un tiempo detenido y remitido luego a Martín Güemes que lo envió a Perú, a disposición del general San Martín.
En Lima, Mariano Mendizábal fue sometido a consejo de guerra y condenado a muerte. José Ignacio De la Roza pidió al Libertador por la vida de su cuñado a pesar que lo había traicionado. Fue en vano.
Fue degradado en la plaza de Huaura y fusilado en cumplimiento de las ordenanzas militares.
Y allí estaba ahora, 31 de enero de 1822, el cuerpo sin vida de Mariano Mendizábal, el primer gobernador del San Juan autónomo, acribillado por el pelotón de fusilamiento en la Plaza Mayor de Lima.
por Juan Carlos Bataller
Fuente: http://www.fundacionbataller.org.ar/nuestra_historia/paginas/el_aventurero_que_logro_la_autonomia.php 
Mendizábal Basavilbaso, Coronel Mariano (*) (I28215)
 

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