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Capitán Andrés de Frías Sandoval Gil, (*)

Varón 1608 -


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  • Nombre Andrés de Frías Sandoval Gil 
    Título Capitán 
    Sufijo (*) 
    Nacimiento 1608  Valbuena de Pisuerga, Palencia, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. 
    Sexo Varón 
    Fallecimiento Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. 
    ID Persona I79844  Los Antepasados
    Última Modificación 7 Ago 2020 

    Padre Francisco Frías Sandoval Diez Temiño,   n. Valbuena de Pisuerga, Palencia, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. 
    Madre Catalina Gil 
    ID Familia F27600  Hoja del Grupo  |  Family Chart

    Familia María de Pineda Montoya Céspedes 
    Matrimonio 12 Jul 1637  Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. 
    Hijos 
    +1. Juan Frías Sandoval Pineda,   n. 25 Jun 1638, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. Sí, fecha desconocida
     2. Mateo Frías Sandoval Pineda,   n. 14 Sep 1639, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 1668 (Edad 28 años)
    +3. María Frías Sandoval Pineda,   n. 27 Abr 1641, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.
    +4. Úrsula Frías Sandoval Pineda,   n. 27 Mar 1642, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.
     5. María Cecilia Frías Sandoval Pineda,   n. 21 Nov 1643, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. Sí, fecha desconocida
    +6. Felipa María Frías Sandoval Pineda,   n. 28 Abr 1645, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. Sí, fecha desconocida
    +7. Constanza Frías Sandoval Pineda,   n. 25 Feb 1647, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. Sí, fecha desconocida
     8. Bernabela Frías Sandoval Pineda,   n. 11 Jun 1648, Salta, Salta, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. Sí, fecha desconocida
     9. Juana Frías Sandoval Pineda
    +10. Josefa Frías Sandoval Pineda
     11. Paula Frías Sandoval Pineda   ent. 28 Dic 1698, Catedral Santísimo Salvador, San Salvador de Jujuy, Jujuy, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.
    ID Familia F27420  Hoja del Grupo  |  Family Chart
    Última Modificación 28 Abr 2018 

  • Mapa del Evento
    Enlace a Google MapsNacimiento - 1608 - Valbuena de Pisuerga, Palencia, España Enlace a Google Earth
    Enlace a Google MapsFallecimiento - - Salta, Salta, Argentina Enlace a Google Earth
    Enlace a Google MapsMatrimonio - 12 Jul 1637 - Salta, Salta, Argentina Enlace a Google Earth
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  • Notas 
    • ANDRÉS DE FRÍAS SANDOVAL, surgió a la vida en Valbuena de Pisuerga por 1608 (en 1658 al declarar en el proceso del falso Inca Bohorques, "dijo ser de edad de cincuenta años"). De muchacho vino a América y se radicó en Salta del Tucumán. El 30-X-1631 el Gobernador Felipe Albornoz le concedió la encomienda de indios pulares, cuya real
      confirmación se produjo el 3-XI-1634. La mitad de ese repartimiento la disfrutaba, en segunda vida Francisco de Valdenebro, y al fallecer éste, Frías Sandoval se dirigió al Consejo de Indias solicitando la parte vacante de dicho feudo. Al efecto, el postulante hizo exposición de sus méritos y servicios: Protector de naturales, Alguacil Mayor, Lugarteniente y Capitán a guerra, Alcalde Mayor de las minas de Cochinoca, Casabindo y del Valle Calchaquí. En esta región había participado en sofocar el "Gran Alzamiento", a órdenes de Albornoz. Colaboró también en la fundación y reedificación del Fuerte de Nuestra Señora de Guadalupe, "con riesgo de su vida", luego de la muerte del Capitán Juan de Abreu. Por todo ello le fueron otorgadas las encomiendas de Milipica y Pulares, con 99 indios censados.
      El 12-VII-1637 se casó en Salta con María de Pineda y Montoya. En la Carta Ejecutoria de su abuelo paterno, el hombre estampó lo siguiente; "A doce de Julio de 1637 me casé yo Andrés de Frías Sandoval, vecino feudatario de esta Ciudad de Salta, con doña María de Pineda y Montoya, hija legítima de don Tomás de Pineda y Montoya y de doña Constanza de Céspedes, hija legítima del Capitán don Lorenzo de Céspedes y de doña Beatriz de Zumárraga e Ibarguren. (Anotación reproducida por Antenor de Peñalva Torino en su estudio genealógico de los Frías Sandoval).
      En efecto; doña María era hija del encomendero de indios Ocloyas en Jujuy, Tomás de Pineda y Montoya, y propietaria de la estancia salteña llamada "Pucará de Buena Vista", que heredó de su padre, el cual había comprado la finca en 1615 a la Compañía de Jesús.

      LAS ESTANCIAS DE MI ANTEPASADO Y SUS CARGOS PÚBLICOS EN LA CIUDAD

      El 30-V-1643, por escritura pasada en San Salvador de Jujuy ante el Alcalde y Alférez Real Francisco Ruiz de Porras, a falta de Escribano, el Capitán Andrés de Frías Sandoval compró a la tía política de su mujer, Casilda del Barrio (esposa de Antonio de Céspedes Zumárraga Ibarguren, ausente a la sazón en "Mataca la alta del Corregimiento de Porco", en un valle cercano a Potosí), dos estancias "para ganados", en jurisdicción de Salta, a cinco leguas de la ciudad, "en el río de la quebrada del Pirú" (hoy quebrada del Toro, entre Fulares y Campo Quijano, del departamento de Rosario de Lerma); estancias que a Casilda no le eran "de ningún provecho por estar abecindada en Jujuy", y estar esas tierras abandonadas y "aposesionadas" por los indios "Fulares y Curacataos", desde "el tiempo del alzamiento del Baile Calchaquí" (1630-37). Casilda del Barrio recibió el precio total de "ducientos y sesenta pesos corrientes, de cuya entrega doy fe que los vi en una guayaca" - puntualiza el funcionario autorizante de la escritura.
      Ambas estancias las heredó Casilda del Barrio de su primer marido el Capitán Francisco García de Rojas, quien las hubo de su madre Ana Ximénez de Bohorquez; y pertenecieron antes al marido de ésta, Capitán Miguel García de Rojas y a Juan Chaves, primeros pobladores y conquistadores de Salta. Una de esas estancias, según certificó el 22-X-1589 el Teniente de Gobernador Juan Pedrero de Trejo, fue dada de merced a García de Rojas por el Gobernador Ramírez de Velasco, y "ha mas tiempo de un año que tiene casa, corrales de ganado mayor y menudo". El otro campo fue adquirido por García de Rojas a Juan Chaves, el cual, en 1586, lo recibió de merced del Teniente de Gobernador de Salta Lorenzo Rodríguez.
      El 7-VIII-1643 el Alcalde de Salta Pedro Díaz de Loria (mi antepasado) puso en posesión de esos contornos a Frías Sandoval, quien "se paseó por las dichas estancias y tierras, arrancando yerbas, y entró en su casa de bibienda que tiene poblada ... sin contradicción de persona alguna".
      La doble propiedad de Frías (una legua de largo y otra de anchor) "comienza su límite y mojón de un sausal que está en el dicho río (de la quebrada del "Pirú"), donde se junta con otro río que viene de las espaldas del Fuerte donde al presente están los indios del Pueblo grande de los Fulares, y ba corriendo desde dicho sausal río arriba, asía la voca de la Quebrada a lo largo de media legua; y otra media legua de ancho desde dicho río a los llanos, asía los cerrillos".
      Posteriormente, el 9-V-1644, a pedimento del interesado - que alegó ser "casado y tengo muchos hijos, y conforme a mi calidad y méritos no los puedo sustentar" -, el Gobernador Gutierre de Acosta y Padilla, "atento a ser persona principal y venemérita el dicho Capitán Andrés de Frías Sandoval", le hizo merced de todas las sobras periféricas de las referidas extensiones; "hasta la voca de la Quebrada del Pirú, así en los llanos como por la falda de la cordillera", de acuerdo al tamaño comparativo de la merced originaria que otorgara Lerma. Para ello se renovaron los mojones conforme a la medición que practicó allí el perito Pedro Tomás Rodríguez, completando "las nuevas sogas que faltaban de enterar para el entero del ancho de dichas Estancias". Se colocó "un mojón donde acavó la dicha huasca", y como el agrimensor comprobara hallarse en "las dichas tierras Bartolomé Benegas, lo lanzó a él y a toda su gente, y echó fuera y dejó desocupadas las tierras contenidas".
      La estancia "de la parte de abajo" lindaba en 1643 con la del Capitán Sebastián Díaz Celada - marido de María Zambrano -; y a la parte "de arriba" limitaba con tierras del Capitán Miguel de Elizondo (cuyo campo pasaría mas tarde a su descendiente Gregoria Ruiz de Elizondo, esposa de Antonio de la Cámara; mis 7mos abuelos).
      En 1647, Andrés de Frías Sandoval ejercía las funciones de Alcalde ordinario en el Cabildo salteño; así como en 1651 y 1652 fue allí Regidor y Fiel Ejecutor. En este último año dicha corporación estaba integrada por el Teniente de Gobernador Fernando de Sanabria y Saavedra; los Alcaldes Fabián Morillo y Juan López de Córdoba; los Regidores Hernando de Villegas, Alonso Martín Racero y Andrés de Frías Sandoval; y el Alcalde de Hermandad Miguel de Elizondo (antepasado mío también).
      Una década mas adelante Frías Sandoval ocupó el elevado cargo de Teniente de Gobernador, Justicia Mayor y Capitán a Guerra de Salta; y en tal carácter, al año siguiente (1658), al mando de las milicias locales, tuvo que salir a contener a los indios calchaquíes sublevados por el "Falso Inca Bohorques" que intentaban apoderarse de Salta.

      ¿Quien era Bohorquez, y que ocurría entonces en la revuelta provincia del Tucumán?

      Bohorquez, el aventurero más extraordinario de nuestra historia, nació por 1602 en la villa andaluza de El Arahal, cerca de la ciudad de Osuna, en el actual partido judicial de Marchena. Huérfano de padre y madre, en 1620 vino con un tío suyo al Perú. Ahí se hizo llamar "Pedro Bohorquez Girón", cuando su verdadero nombre era Pedro Chamijo. Aquel apellido de Bohorquez Girón le daba tono, pues fingía parentesco con los Condes de Ureña y Duques de Osuna. En el Perú se casó con la chola Ana Bonilla, a la que abandonó posteriormente; y sus trapacerías por los valles de Jauja y Huanya y la región de Huancavélica, casi lo llevaron a la horca. Pudo escapar, sin embargo, y refugiarse entre los indios en las montañas, y aprender a maravilla su idioma, conocer sus fabulosa. Con unas "piedras pasadas de oro" y un mapa compuesto por él, engatuza a algunos personajes de fuste, entre ellos al Virrey Conde de Chinchón, deslumhrándolos con miríficos yacimientos en el "Gran Paititi", indescubierto país pictórico de opulencias escondidas en los confines del Marafión, cuyo río arrastraba innumerables pepitas del áureo metal. La labia de Chamijo despierta la codicia en torno suyo, y el hombre, mediante una crecida suma de dinero, vende sus derechos de descubridor a cierto Juan Bernardo Agote; quien organiza una expedición rumbo al quimérico paraje que, desde luego, culmina en fracaso. Casi todos los expedicionarios sucumbieron al encontrar en aquellos términos salvajes, en vez de oro, flechazos mortales de indios bravios. Perseguido, más tarde, el defraudador por la justicia, se le detiene e inicia causa criminal, pero él logra escabullirse, y huye a las desoladas estribaciones cordilleranas del Alto Perú. Parece que anduvo una temporada por Buenos Aires en tiempos del Gobernador Céspedes. Lo cierto es que en 1636 estaba en Charcas, donde el Presidente de la Audiencia Juan de Lizarazu lo mandó arrestar. La facundia verbal del personaje, no obstante, convence y maravilla al magistrado cuando escucha la descripción de las riquezas del "Gran Paititi". Lizarazu entonces lo suelta a Chamijo, y escribe al Rey y al Consejo de Indias, recomendando la conveniencia de respaldar los proyectos del andaluz. Por esas fechas este cambia su apellido por el de Bohorquez, antes de reaparecer en la fastuosa Lima. Allí consigue alucinar al nuevo Virrey Marqués de Mancera, el cual le facilita 40 arcabuceros voluntarios para emprender la conquista del "Paititi". Con esos soldados intérnase el mitómano por las escarpaduras de los Andes orientales, y establece un embrión de poblado a orillas del río Chinchimayo, que llamó de "la Sal", junto a un cerro de ese nombre. Sus acompañantes, ávidos de riqueza, al ver que pasaba el tiempo y los yacimientos metalíferos prometidos no aparecían por ninguna parte, se sublevaron, prendieron fuego a la población, le dieron una tremenda paliza a su jefe - que salvó la vida gracias a un fraile franciscano - y después se mandaron mudar. Vuelto el incorregible mistificador a Lima, el nuevo Virrey Conde de Salvatierra, lejos de salvarle, destierra al campeón de la patraña, por diez años, al fuerte de Valdivia, en la frontera sur de Chile. En la ciudad chilena de Concepción, antes de llegar a destino, Bohorquez hace correr la voz de que unos cañones de madera aforrados de cuero, de su propia invención, eran muy eficaces para diezmar a los araucanos. Entusiasma con su proyecto al Gobernador de aquella plaza, quien le nombra Capitán de artillería; mas el Virrey limeño desaprueba tal nombramiento. Bohorquez entonces, con una mestiza robada, toma las de Villadiego - las de Villacorta sería mejor decir -, pues, luego de correrse para el norte, atraviesa la cordillera y, dejando atrás a San Juan, entra en la gobernación del Tucumán por La Rioja, através de los valles de Guandacol y Capayanes y del cerro de Famatina. A los indios lugareños los convence que era descendiente legítimo de los Hijos del Sol, y que su verdadero nombre era el de "Huallpa Inca". En 1656 llega al fuerte del Pantano y penetra en Catamarca. Los caciques andalgalaes, michigastas, acalianes, quilmes y tombolones, le creen y le rinden pleito homenaje. Embauca también a los padres jesuítas de las misiones de San Carlos y Santa María de Yocavil, diciéndoles que se hacía pasar por heredero de Manco Capac para ganar a los aborígenes a la causa de Dios y del Rey de España. Pero la audacia del Inca fingido llega al colmo, cuando escribe al Gobernador Mercado y Villacorta, solicitándole ayuda para captarse la confianza de los caciques a fin de arrancarles los secretos de sus minas y de sus recónditos tesoros. Villacorta, codicioso, ni corto ni perezoso, en la villa catamarqueña de Londres se entrevista el 30-VÜ-1657 con Bohorquez, y se presta al juego del farsante, colmándolo de agasajos y nombrándole Teniente de Gobernador de los Valles Calchaquíes, ante la admiración de los indios. Vuelto Bohorquez a su reducto de Tolombón, manda y es obedecido por sus subditos como Inca. El Virrey de Lima, Conde de Alba Liste, se entera de semejante engañifa; repudia los tratos de Villacorta con el andaluz tramposo, y ordena la prisión de éste. Viéndose perdido el apócrifo "Huallpa", desata la guerra contra los españoles e inicia el gran levantamiento calchaquí.

      LA SANGRIENTA REBELIÓN DE LAS TRIBUS DIAGUITAS

      Desde Tolombón - "vestido de Inga de pies a cabeza" - Bohorquez regía a más de 20.000 naturales, de los que 9.000 eran guerreros. No se sabía si atacaría por Andalgalá, cuyo jefe militar era el Capitán Francisco de Nieva y Castilla, o por Tucumán, defendido por el Capitán Juan Ceballos Morales. El falso Inca resolvió marchar directamente sobre Salta y derrotar al Gobernador Mercado y Villacorta, porque vencido este - según repetía a los indios - toda la provincia sería suya.
      Así pues, a la cabeza de su falange fanatizada, Bohorquez se pone en movimiento; incendia, saquea, profana y arrasa primero las misiones jesuíticas de San Carlos y Santa María y, a sangre y fuego, dejando atrás a Tolombón, Cafayate, Animaná, Angastaco, Seclantás, Payogasta y Cachi, avanza hacia la quebrada de Escoipe.
      Días atrás, Villacorta había convocado en Salta a una junta, a fin de intentar la pacificación de los indios a cambio de un indulto a Bohorquez y a sus caciques, quienes adelantaron la promesa de mantener la paz si recibían esa gracia. Por tanto se reunieron con Villacorta, los Tenientes Gobernadores de Jujuy y Salta, Juan de Costilla Gallinato y Andrés de Frías Sandoval; mis otros antepasados el Alcalde Miguel de Elizondo y el Capitán Antonio de Ubierna Frías Sandoval - sobrino de don Andrés; los Oficiales Reales Cristóbal Crespo Samaniego y Juan de Ayuso; y los jesuítas Hernando de Torreblanca y Pedro Patricio, que llevarían a los curacas calchaquíes el indulto antedicho. Empero, al conocerse la noticia de la destrucción de las misiones jesuíticas, y de un malón a la estancia de Francisco Arias Velázquez en Payogasta, aquellas tentativas pacificadoras quedaron en nada; la guerra había estallado, no cabía mas alternativa que pelear. Y Villacorta, al frente de solo 120 hombres, se corre hacia la desembocadura de la quebrada de Escoipe en espera del embate calchaquí.
      Advirtiendo luego los españoles la multitud salvaje que se les venía encima, retrocedieron con presteza de la estrecha abertura de Escoipe decididos a defenderse en el fuerte de San Bernardo, distante tres leguas de la ciudad de Salta. Este reducto habíase construido durante la rebelión pasada, por orden del Gobernador Felipe Albornoz, con el fin de amparar a los sumisos pueblos de indios pulares, de los feroces ataques calchaquíes; y la fortificación se enclavaba - copio al Padre Lozano - "en una punta que forman los dos brazos de un río que viene hacia los Lipes y tendrá dos cuadras en su mayor anchura, dominando unas altísimas barrancas inaccesibles, así a pié como a caballo, sino por unos pasos muy estrechos".
      Tras dicho parapeto de piedra, el Gobernador Villacorta y los milicianos de Esteco, Salta y Jujuy - 120 arcabuceros, mas algunos indios ocloyas -, esperaron la acometida de la horda incoherente de Bohorquez. Comandaban las formaciones saltefias y jujefias sus respectivos Maestres de Campo; Andrés de Frías Sandoval y Juan Costilla Gallinato. De escasas municiones disponían los combatientes españoles, "pero - sigo transcribiendo a Lozano - quiso Dios que cuatro días antes de la invasión llegasen a Salta cantidad de botijas de pólvora, mucha cuerda y plomo, que don Francisco Nestares Marín, Presidente de la Real Audiencia de la Plata, remitió a la provincia de acuerdo a un pedido que le hiciera el Maestre de Campo Pablo Bernárdez de Ovando".
      Así, bien pertrechada la corta hueste de Villacorta esperó el asalto de los 1.200 indios - algunos con arcabuces también - que enardecía el vastago postizo de Manco Capac. Más antes de quemar la pólvora, los españoles "se dispusieron como cristianos confesándose con el padre Torreblanca, dando ejemplo a todos el Gobernador". Y el 23-IX-1658, pasada la medianoche, oyeron los del fortín quebrarse ramas en el bosque cercano. Una arcabuzazo fue la señal de alarma, respondida por los indios con tres tiros del mismo artefacto, que sabían manejar el mestizo Luis Henriquez y varios yanaconas fugados del asiento de Londres. Seguidamente "empezó a temblar la tierra con el tropel de la marcha de los rebeldes, que sitiaron por todas partes a los españoles". Mercado Villacorta - relata Lozano -, "muy valeroso soldado y experto Capitán, con gran serenidad quitaba a todos los demás toda sombra de turbación. Sin embargo estaba convencido de que moriría o quedaría prisionero; por eso entregó al padre Torreblanca las llaves de sus escritorios de papeles y cédulas reales y negocios de importancia, con prevención de que si los españoles fueran vencidos, escogiera (Torreblanca) un buen caballo y fugase a la ciudad".
      En la primera línea de sus fusileros de mecha, el Gobernador - "puesta una montera escarlata para ser reconocido de los propios, y su capa de paño de Chamberí" - adarga y espada en manos, encara la refriega que empezó al rayar la mañana y duró unas cuatro horas, remudándose los indios que, por mangas, tiraban sus flechas y salían para dejar acercarse a los siguientes a la pelea. Durante el combate, el salto de una chispa sobre un barril de pólvora provocó la consiguiente explosión y el incendio de la capilla pajiza del fuerte, con peligro del padre Torreblanca. Esto alentó a los salvajes que embistieron con mayor ímpetu, mientras las descargas de los arcabuces diezmaban sus filas. Unos pocos asaltantes penetraron en el reducto castellano, y un curaca mestizo calchaquí cayó muerto cerca del Gobernador, quien personalmente le cortó la cabeza y la levantó ensartada en una pica; otros hicieron lo propio con otros indios abatidos, cantando victoria. Vino la noche, se recogieron los cadáveres, y desalentados los calchaquíes ante la magnitud de la carnicería, se escabulleron hacía los valles nativos.
      Entre los soldados del Rey, en cambio, hubo solo dos hombres heridos; un hijo del jefe de los sáltenos, "Mateo de Frías, soldado de a caballo, que después llegó a ser Capitán, y Juan de Ibarra Velasco, Secretario de la gobernación, bien que ambos sanaron" - apunta el cronista Lozano -.
      Al declinar la tarde de ese sangriento 23 de septiembre, "en el sitio y fuerte de San Bernardo", mandó el Gobernador que, ante el Escribano Juan de Ibarra Velasco - levemente flechado -, "sus dos Lugartenientes, Justicias Mayores y Capitanes a guerra de las ciudades de Salta y Jujuy, que se hallaron en dicha ocasión (Andrés de Frías Sandoval y Juan Costilla Gallinato), y el veinticuatro Martín Rasero, "Regidor de la ciudad de Salta", declararon bajo juramento "lo que pasó y vieron en dicha batalla".
      He aquí el testimonio de mi antepasado Frías Sandoval; "Dijo que esta madrugada, a horas del alba, las rondas de a caballo de este Real tocaron armas disparando un tiro de arcabuz, y al punto respondieron los indios del Valle de Calchaquí, que tenían sitiado este Real, con su gritería y flautas y cornetas, como acostumbran, y con dos tiros de arcabuz; y luego la gente de guerra vino a este declarante a que le repartiese pólvora y balas, y así lo hizo, por ser de poca cantidad la munición que tenía; y el dicho señor Gobernador puesto a caballo fue repartiendo la dicha gente en los puestos de vanguardia y costados, con que se trabó una sangrienta batalla que duraría cuatro horas, poco más o menos; y habiendo al cabo de este tiempo embestido los nuestros, de hecho cada cual por la parte que le tocó con los dichos indios, los retiramos hacía la parte de la serranía, y hacía donde estaban algunos indios de a caballo, cosa de dos o tres cuadras del Real, donde se presume estaba el tirano don Pedro Bohorquez enviando órdenes a los dichos indios; y así mismo se ha presumido ser cierto que los asistía y gobernaba con dichas órdenes, por el modo y gobierno que tuvieron en pelear y poner cerco a dicho Real, y por el modo asimismo de retirarse, dejando muchos de ellos muertos y algunos soldados nuestros heridos; y que esta es la verdad de lo que sabe, pasa y vio para el juramento que fecho tiene; y habiéndosele leído esta su declaración dijo estar bien escrita, y en ello se afirmó y ratificó, y dijo ser de edad de cincuenta años, y que no le tocan las generales de la ley, y lo firmó".
      Por su parte el Notario Ibarra Velasco corroboró que la "batalla sangrienta duró tres o cuatro horas, poco más o menos, y en ella murieron muchos de los enemigos, y de los nuestros hubo algunos heridos, y yo uno de ellos quedé herido de un flechazo en la pierna izquierda".
      Después de este contraste - fracasadas dos nuevas acometidas contra Andalgalá y San Miguel de Tucumán -, Bohorquez, "corrido feo" y acorralado, ofrece la paz a la Audiencia de Charcas a cambio de un indulto. Alegó no haberse rebelado contra el Rey, sino que defendía su propia vida amenazada por Villacorta. Ello vino a provocar la deserción en masa de los caciques rebeldes. Entre tanto el Licenciado Juan de Retuerta, como emisario del Tribunal charqueño, acude al teatro de los sucesos, a fin de formalizar la rendición del apócrifo "Huallpa". Este, con promesa de perdón, se entrega a aquel; y públicamente, desde una tarima levantada ante el Cabildo de Salta, confiesa que él no era Inca, y que el único soberano suyo es el Rey de España. En seguimiento de esto, Retuerta conduce a Chamijo-Bohorquez a Potosí. El hombre en el camino proyecta escaparse sin suerte. Eso sirve de motivo para que lo lleven directamente a las cárceles de Lima, sin permitirle hacer su defensa ante la Audiencia de Charcas. Tras casi ocho años de largo proceso criminal por la suma de todos sus delitos, Bohorquez-Chamijo es condenado a sufrir la pena de garrote vil; y el 3-1-1668, su cadáver, para escarmiento de traidores, fue colgado de la horca en una plaza pública de Lima. Mercado y Villacorta, en el Tucumán lejano, tiempo atrás, mediante una campaña a fondo contra los calchaquies, había sofocado por completo la tremenda insurrección.

      Ultima etapa de la vida de mi remoto abuelo Frías Sandoval

      En 1673 don Andrés era Procurador General del Cabildo de Salta. Había sido reemplazado en el cargo de Teniente de Gobernador, desempeñado a la sazón por Pedro Martínez de Pastrana. El referido Cabildo - además del Procurador nombrado - estaba compuesto por los Alcaldes Bartolomé Fernández Cabezas (antepasado mío) y Diego Valero, y los Regidores Leonardo Rodrigo Valdés, Hernando de Villegas, Luis de Medina Pomar, Diego Fernández Albernas, Gregorio Villada, Diego Serdeña, Juan Pedroso y Domingo Fernández Cabezas (hermano de Bartolomé).
      Al año siguiente el Regidor Frías Sandoval (4-1-1674) propuso; "que atento a entrar las aguas y correr riesgo la ciudad de inundarse por la parte del Río 2do y toma de los molinos, a causa de los molinos de doña Melchora de los Reyes, su prima", se mandara comprobar ese peligro "a vista de ojo". La ojeada la hizo luego el Regidor Juan Porcel de Peralta, reconociendo aquel contorno anegadizo. En vista de lo cual el Ayuntamiento resolvió que "en adelante se sacara agua por la acequia antigua y no de otra manera, pena de 100 pesos". Firmaron el acuerdo; Pedro de Mendoza, Juan Porcel de Peralta, Luis de Medina Pomar, Andrés de Frías, Melchor Díaz Zambrano, Gregorio Villegas, Juan Coronel y José de Gondín.
      El 9-VIII-1675 Andrés de Frías Sandoval otorgó su testamento, pero aún alentaba en este mundo el 30-XII-1676, fecha en que pidió al Alcalde ordinario de Salta, Francisco Arias Velázquez, diera testimonio de los viejos títulos de sus estancias en el "Río de la quebrada del Pirú". Dicho Alcalde, después de "sacar el traslado de retiro del libro de mercedes de tierras, que para este efecto saqué de la caja del Archivo de esta ciudad", autorizó con su firma las constancias pedidas, ante los testigos Capitán Antonio de Ubierna Sandoval (mi ascendiente) y Pablo de Peñalva, sobrino y yerno del interesado, respectivamente.
      por Carlos F. Ibarguren