Notas |
- En 1798 Josefa de Lajarrota y su hija Martina de Aguirre, figuran en una larga nómina de "Señoras que caritativamente se han hecho cargo de proveer de camas ... a las pobres enfermas del Hospital", dependiente de la "Hermandad de Caridad". Esas camas, conforme al reglamento de dicha institución benéfica, "habrán de guardar la más perfecta igualdad, y se compondrán de colchón de lienzo de algodón, como más proporcionado para lavarse, siempre que se desocupe; almohada de pontevi o bretaña común; sábanas de lienzo de algodón, y quando más de lienzo lino; y manta o fresada de Córdoba". No se permitían "lazos de cintas, encaxes, bolados, colchas, ni otro ornato que manifieste distinción, pues cuidadosamente ha de evitarse todo cuanto dé idea de luxo, o se aleje de la caritativa asistencia". "El costo que podrá tener cada cama, compuesta de las piezas que quedan expresadas, no podrá exceder de doce pesos". Para la asistencia de las pobres enfermas había tres salas en el Hospital de Mujeres, llamadas: "Nuestra Señora de los Remedios" (a la que prestaban ayuda, entre otras matronas, Tomasa de la Quintana de Escalada - madre de Remedios, la futura mujer del General San Martín - y mi antepasada Rita Dogan de Pueyrredón); sala "Santo Tomás", y sala "Del Señor San Joseph" (a la cual, con 4 damas, proveían de recursos mi 4a abuela Josefa de Lajarrota de Aguirre y su hija Martina, señora de Cajigas).
Doce años después, el 5-VI-1810, en otra lista de muy distinto carácter, figura en la Gaceta de Buenos Ayres - órgano periodístico de la flamante Junta revolucionaria -, el nombre de "Doña María Josefa Lajarrota", que prometía hacer donativo de "una onza de oro, todos los meses, mientras dure la expedición" - a las Provincias del Norte, de las fuerzas enviadas por las autoridades porteñas para imponer allá la Revolución.
Había heredado dona María Josefa un vasto terreno de "dos cuadras al frente Este y cuatro de fondo al Poniente", al que se llegaba entonces por "la calle recta de la Piedad, en dirección al Hospicio de los franciscanos" -que se localizaría hoy en la esquina de las calles Bartolomé Mitre y Azcuénaga. La superficie de dicha heredad abarcaba las 8 manzanas que atraviesan actualmente, de Este a Oeste, las calles Bartolomé Mitre, Cangallo y Sarmiento, y de Norte a Sur, las de Rodríguez Peña, Callao, Riobamba, Ayacucho y Junín. El terreno aquel, antaño, ubicábase en las orillas de la ciudad, y dentro de su perímetro contenía a tres quintas llamadas "Los Olivos", "Santa Lucia" y "La Pita".
Hubo tal terreno doña María Josefa, "por vía de mejoras", de sus padres Nicolás de la Quintana y Leocadia de Riglos, el 13-II-1757, mediante escritura que autorizó el Escribano José Ferrera, con motivo de haberse casado ella, 9 meses antes (12-V-1756), con Domingo Alonso de Lajarrota Ortiz de Rozas. Esas "cuadras" pertenecieron anteriormente a Miguel de Riglos - padre de Leocadia y bisabuelo de la viuda de Aguirre - por merced y posesión "ynmemorial"; que confirmó luego el Gobernador Miguel de Salcedo, el 14-VI-1735, a favor de los esposos Quintana-Riglos.
Más tarde, fallecida su dueña, el terreno de quintas se subdividió por completo en gran cantidad de lotes destinados a venta, cuyas escrituras fue otorgando a los respectivos adquirentes, el hijo, heredero y albacea de la causante, Manuel Hermenegildo de Aguirre Lajarrota - mi tatarabuelo - a nombre de la sucesión materna; y, durante los años de 1823 a 1831, a par del fraccionamiento aludido, abriéronse calles a su través; llamadas entonces "De la Piedad" (ahora Bartolomé Mitre), "Cangallo" (hogaño "peronizada"), "Cuyo" (actual Sarmiento), y "Garantías" (al presente Rodríguez Peña).
Testamento y muerte de la señora. Capellanía ordenada por ella
Muy quebrantada de salud, el 31-X11-1821, ante el Escribano Narciso Iranzuaga, mi antepasada María Josefa Lajarrota de Aguirre otorgó su testamento. Luego de enumerar a sus herederos legítimos, nombró por albaceas, en primer lugar, a sus hijos Manuel Hermenegildo y Manuela, ambos de mancomún; en segundo término a su hija Casimira, "residente en los Reinos de España"; y en tercero a Antonio de las Cajigas, viudo de su hija Martina. Dispuso la causante que su entierro fuera en la Iglesia de San Ignacio, "amortajada con el Hávito de Dolores, de quien soy Cofrade". Separó el quinto de sus bienes para ser "aplicado en beneficio de mi alma, conforme a la instrucción que dejo por separado". Y finalizó diciendo: "El testamento de mi finado Marido está cumplido en la parte que me ha correspondido como Albacea, y como he podido. Quedan algunas deudas que cobrar, como se verá en los papeles. Si acaso aparece alguna contra mí, de que no me acuerdo, no se abonará sin documento justificativo, a menos que no pase de doce pesos. De la que me acordase, cuidaré de apuntarla en la instrucción sobre la distribución de mi quinto, para descargo de mi conciencia'.
Al mes siguiente, o un poco más adelante, fallecía doña María Josefa. En seguida, su testamentaría se inició extrajudicialmente, para quedar concluida el 29-IX-1823.
A casi tres lustros de muerta la señora, el 26-XI-1836 - "año 27 de la libertad, 21 de la Independencia y 7 de la Confederación Argentina" -, ante el Escribano Público Manuel de Pio y los testigos Manuel Carriego, Manuel del Rio, Patricio Lajarrota y Nicolás Martínez, comparecieron Manuel Hermenegildo de Aguirre y Manuela, su hermana - ésta con venia de su esposo Manuel José García -, y en su carácter de hijos herederos y albaceas de mancomún de la finada Josefa Lajarrota de Aguirre, dijeron: Que el testamento que otorgara su madre el 31-XII-1821, ante Narciso Iranzuaga, habíase extraviado, y lo encontró el entonces Juez de Subalternos Dr. Agustín Gazcón, cuyo documento fué archivado por el Escribano José Cabral, quien certificó que en la cláusula 7a de dicha escritura la causante ordenaba "se separe todo el quinto de la herencia que le corresponde de dos hijas menores que fallecieron, y su importe se invierta en beneficio de su alma". Que cumpliendo la voluntad de la testadora, ambos albaceas instituían "una pía memoria lega de misas", con un capital de 7.000 pesos en fondos públicos al 6% de interés, para que con sus rentas se rezara una "misa solemne el día de la festividad de N.S. del Tránsito, en la Iglesia de San Ignacio". Que otra misa solemne debía de oficiarse en la Iglesia de San Francisco, "el día de la festividad de San Agustín, en memoria de nuestros finados padres Don Agustín Casimiro de Aguirre y Doña Josefa Lajarrota y de nuestros hermanos Doña Maria y Don Agustín Aguirre". Igualmente el día de San Agustín debían "distribuirse 120 pesos entre todas las viudas, las más pobres y honestas, con la obligación de asistir a la misa de nuestra familia". Que otros 100 pesos más, "se destinarán para el vino de misa, en cada año, en la parroquia de Sn. Isidro". El patrono para hacer cumplir este legado será "Don Manuel H. de Aguirre, y por su falta, su hijo mayor, y así sucesivamente". Tal Capellanía se fundaba "a beneficio de las almas dichas, y demás deudos que fueran sucediendo por perpetuidad de tiempo, sin que ninguna persona tenga derecho a revocar esta institución, decir de nulidad de ella, ni contradecirla de manera alguna; y si tal sucediere seria nulo y de ningún valor ni efecto, porque queremos sea firme y subsistente en todo, sin alteración, modificación ni revocación ninguna, para lo cual los otorgantes nos obligamos a su cumplimiento, para que se cumpla como un deber con nuestras personas y por lo que hubiese y pueda haber en forma y conforme a derecho; y a más encargamos, los patronos, a nuestra conciencia, para el debido cumplimiento de todo ello". Y firmaron, ante Escribano y testigos, Manuel H. de Aguirre, Manuela Aguirre y Manuel J. García.
por Carlos F. Ibarguren Aguirre
|