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Coronel José Espel Baquer[1]

Varón 1805 - Cir. 1885  (79 años)


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  • Nombre José Espel Baquer  [1
    Título Coronel 
    Nacimiento 8 Nov 1805  Pont de Reventi, Barcelona, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.  [2
    Sexo Varón 
    Fallecimiento Cir. 1885  Barcelona, Barcelona, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.  [1
    ID Persona I647939  Los Antepasados
    Última Modificación 19 Jun 2023 

    Familia Teresa Soler Martínez,   n. 12 Jul 1808, Montclar, Barcelona, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. Cir. 1890, Barcelona, Barcelona, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad 81 años) 
    Hijos 
    +1. Teniente Coronel Carlos Espel Soler, (*),   n. Cir. 1838, Berga, Barcelona, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 21 Abr 1913, Portugalete, Vizcaya, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad ~ 75 años)
     2. Teniente José Espel Soler,   n. 26 Ene 1836, Berga, Barcelona, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.f. 20 Mar 1870, Ojo de Agua de los Melones, Jobabo, Cuba Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. (Edad 34 años)
     3. Paul Espel Soler,   n. 19 Nov 1840, Montauban, Tarn-et-Garonne, Francia Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.
     4. Miguel Espel Soler,   n. Cir. 1841, Montauban, Tarn-et-Garonne, Francia Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.
     5. Jeanne Louise Espel Soler,   n. 28 May 1842, Montauban, Tarn-et-Garonne, Francia Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.
    ID Familia F217765  Hoja del Grupo  |  Family Chart
    Última Modificación 23 Sep 2016 

  • Mapa del Evento
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  • Notas 
    • José Espel y Baquer nació en Pont de Reventi, Barcelona, Cataluña, el 8 de noviembre de 1805.
      A los tres años se trasladó con su familia al pueblo de Berga, Barcelona. Allí ccontrajo matrimonio con Teresa Soler, nacida el 12 de julio de 1808 en Curria, quien llegó a Berga alrededor de 1815. Fueron sus hijos Miguel, José, Paul, Jeanne-Louise y Carlos, entre otros.
      Desde 1813 reinaba Fernando VII, pero para 1829 la salud del rey se había deteriorado y no tenía descendencia. El 10 de diciembre contrajo matrimonio con su sobrina, la princesa napolitana María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y unos meses después hacía pública la abolición de la Ley Sálica, que impedía que una mujer ascendiera al trono. A principios de mayo de 1830 se anunció que la reina estaba encinta, y el 10 de octubre nació Isabel, quedando el infante Carlos María Isidro de Borbón (hermano de Fernando) fuera de la línea sucesoria.
      Los partidarios de éste último no se resignaron a que la pequeña princesa llegara algún día al trono, y con motivo de la enfermedad del monarca dieron lugar a lo que se conoció como los "sucesos de La Granja", en el verano de 1832. En septiembre el rey sufrió una recaída en su salud y la reina, engañada por los partidarios del infante Carlos, influyó en su marido para que revocara la ley Pragmática. El 18 el soberano firmó su anulación, cerrándole el camino al trono a su hija nuevamente. Pero un inesperado restablecimiento de su salud hizo que el 1º de octubre destituyera a Calomarde y sus seguidores, y el 31 de diciembre anuló el decreto derogatorio. La princesa volvía a ser la legítima heredera.
      Tras ser apartados del poder, los ultra-absolutistas, apoyándose en las milicias de Voluntarios realistas, desafían al nuevo gobierno y el infante se niega a prestar juramento a la princesa Isabel, viéndose obligado a exiliarse en Portugal en marzo de 1833. Unos meses más tarde, en septiembre, muere Fernando VII, dando comienzo a una guerra civil entre los "isabelinos", y los "carlistas".
      A los pocos días de la muerte del rey tuvieron lugar los primeros levantamientos, pero fueron sofocados rápidamente, excepto en el País Vasco, Navarra, Cataluña, Aragón y la Comunidad Valenciana.
      Entre los sublevados se alza rápidamente la mítica figura del coronel Tomás de Zumalacárregui, que en muy poco tiempo organizó un ejército en Navarra, reproduciendo la táctica guerrillera que había aprendido en la Guerra de Independencia. Muy popular entre sus hombres, no trepidó en fusilar a los adversarios y en valerse del terror para imponerse.
      En 1834 los carlistas obtuvieron importantes victorias, como las acciones de Alegría de Álava y Venta de Echavarri. Pero el año terminó con dos derrotas, en Mendaza y Arquijas.
      En marzo y abril de 1835, Zumalacárregui derrota a Francisco Espoz y Mina en la batalla de Larremiar. Luego de la derrota en Artaza, las tropas isabelinas se vieron obligadas a desmantelar todas las guarniciones estratégicas, quedando únicamente las de las capitales vascongadas, Pamplona y algunos de los puertos. Animado por estos éxitos militares, y necesitando reconocimiento internacional y financiación para su causa, Carlos V ordenó tomar Bilbao, a pesar de que Zumalacárregui prefería atacar Vitoria y desde allí avanzar hasta Madrid. La operación comenzó con un éxito cuando los carlistas derrotaron a Espartero en el Puerto de Descarga. En junio comenzó el sitio. Pero, mientras observaba las operaciones, Zumalacárregui fue herido y murió el día 24. El carlismo se quedaba así sin su jefe estrella.
      En octubre, el general Nazario Eguía se hizo cargo de las tropas carlistas en el País Vasco y Navarra. Bajo su mando el ejército alcanzó a contar con 36.000 efectivos. Un año más tarde, en octubre de 1836, los carlistas pusieron sitio a Bilbao sólo por cinco días y en noviembre hubo un nuevo intento que fracasó al mes y medio.
      El 12 de julio de 1837 el general carlista Juan Antonio de Urbiztondo tomó la ciudad de Berga, convirtiéndose ésta en la capital carlista de Cataluña. La toma de esta plaza significó la capitulación de las fuerzas isabelinas en Gironella, y en los días siguientes cayeron en poder de los carlistas Prats de Llusanés, Bagà y Tuixèn. Pero fue la toma de Ripoll lo que provocó un estallido eufórico en Berga. Por primera vez los carlistas tenían un territorio controlado. Fue por ese tiempo que Espel se incorporó como comandante de caballería en las tropas del general Ramón Cabrera.
      De mayo a octubre Cabrera tomó parte en la llamada Expedición Real, encabezada por Carlos V en persona, mandando la vanguardia que llegaría a las puertas de Madrid y esperaría en vano la orden de caer sobre la capital.
      En enero de 1838 Cabrera tomó Morella, convirtiéndola en la capital del territorio bajo su control y en el verano siguiente la defendió con éxito del general Oráa. En el mismo año derrotó a la mejor división del ejército liberal, al mando del general Ramón Pardiñas.
      La Primera Guerra Carlista acabó con el "Abrazo de Vergara", el 29 de octubre de 1839. El pretendiente, Carlos V, marchó al exilio en Francia y muchos jefes y oficiales de su ejército lo acompañaron. José Espel tomó parte en la retirada de Cabrera a través de Cataluña en julio de 1840, hasta cruzar la frontera francesa. Una vez en la nación vecina se instaló con su familia en la villa de Montauban, capital del departamento de Tarn-et-Garonne, al suroeste de Francia.
      Allí nacieron varios de sus hijos: Paul, el 19 de noviembre de 1840; alrededor de 1841, su hijo Miguel; al año siguiente, el 28 de mayo de 1842, Jeanne-Louise. En la partida de bautismo de la niña, su padre es mencionado como "chef d'escadron, chevalier de ferdinand de première classe." De aquí se desprende que había recibido, en mérito a sus servicios, la distinción de caballero de primera clase de la Real y Militar Orden de San Fernando (concedida a quienes hubieran prestado servicios distinguidos), y la cruz laureada correspondiente.
      En Cataluña se sostenían células carlistas que no se habían rendido tras el fin de la guerra, aunque actuaran más como bandoleros (los llamados "trabucaires") que como soldados. La crisis de 1846 azotó la provincia. Por una parte las comarcas agrícolas más pobres tenían serias dificultades de suministro de alimentos, por lo que distintos gobiernos enviaron ayuda económica, aunque insuficiente, para paliar el hambre. En segundo lugar, la crisis industrial que se estaba gestando en el continente incidió especialmente en la incipiente revolución industrial catalana a partir de 1840 y hasta 1846, con una disminución de la demanda exterior y la competencia que suponía el contrabando. En tercer y último lugar, la introducción del sistema de reclutamiento de quintas privaba a las familias de manos útiles en momentos difíciles.
      Estas y otras causas provocaron el estallido de la Segunda Guerra Carlista (1846-1849). La rebelión comenzó en septiembre en tierras catalanas, con el alzamiento de diversas partidas guerrilleras. Sin embargo, estas fuerzas no sobrepasaban los 500 hombres a comienzos de 1847, y atacaban fundamentalmente a funcionarios públicos y a unidades militares. Estas partidas actuaban al modo de las guerrillas y estaban integradas por pequeños grupos de hombres mandados por un "cabecilla". Por lo general actuaban en la zona donde residían y eran buenos conocedores del terreno. Muchos cabecillas provenían de los carlistas no depurados de la guerra pasada y que se habían mantenido en el territorio; otros, que se habían visto obligados a huir a Francia, regresaron aprovechando el descontento social.
      En el periódico "El Católico" correspondiente al 23 de octubre de 1846 se leía:
      "Se nos ha facilitado la siguiente nota de los individuos presos por las brigadas de gendarmería de Perpiñán y Salces en el día 15 del actual, los cuales formaban la banda de refugiados carlistas que intentaban penetrar en España; cuya lista comprende además los grados con que se titulaban: Pedro Augur, de edad 34 años, soldado. - Salvio Aragall, 40 íd., teniente. - Ramón Aimerich, 33 íd., subteniente. - Salvador Alsina, 35, soldado. - Miguel Bonet, 38, teniente. - Francisco Cid, 21, soldado. - José Cortada, 26, soldado. - Ramón Cardona, 57, paisano. - Cayetano Cambra, 32, soldado. - Pedro Delonde, 36, soldado. - Alejo Domingo, 35, subteniente. - José Espel, 40, comandante de caballería. - Ramón Fernández, 24, soldado. - Juan Ferrer, 26, teniente, herido de un balazo. - Jaime Jer, 34, teniente. - Francisco Meny, 55, coronel. - Juan Pons, 34, soldado. - Antonio Puber, 32, soldado. - Buenaventura Puichague, 24, subteniente, muerto. - José Puichague, 60, capitán. - Buenaventura Rusell, 33, capitán. - Bautista Rusell, 24, subteniente. - Francisco Soler, 32, teniente. - Antonio Sans, 29, soldado, herido de un sablazo. - Pedro Vidal, 45, capitán. - Antonio Ventosa, 20, teniente, herido de un sablazo."
      La orden de la plaza de Barcelona del 17 de octubre rezaba:
      "Por comunicación del cónsul de S. M. en Perpiñán se ha sabido la captura de una banda de refugiados carlistas, compuesta de 28 hombres, que fugados del interior se dirigían a España por la frontera de Cataluña.
      No habiendo querido rendirse a la fuerza pública, y por el contrario habiéndose defendido con palos, piedras y demás útiles que llevaban, se les hizo fuego, de cuyas resultas cayó uno muerto, dos heridos y los demás fueron todos prisioneros. Los gendarmes recibieron algunas contusiones de poca consideración, y se aguardaban más detalles sobre este encuentro, que podrá servir de ejemplo a los que intenten imitarlo."
      Y un diario de Perpiñán del 19 daba más detalles del encuentro:
      "El jueves último, a las 9 dadas de la noche, un acompañamiento fúnebre recorría las calles de nuestra ciudad, cuyos habitantes se llenaron de asombro. Lo que lo motivó eran tres carros llenos de emigrados españoles que eran llevados a la cárcel en medio de un aparato imponente de fuerza armada: estos emigrados, que habían desembarcado en Leucate [Francia] y reunídose en las inmediaciones de Rivesaltes, fueron sorprendidos en un cortijo por la gendarmería de Salces, que les intimó la rendición; pero el deseo de libertad hízoles despreciar semejante intimación, y según dicen, al querer huir tiraron algunas piedras para defenderse, a las que los contestaron los gendarmes haciéndoles fuego, quedando uno muerto y cuatro o cinco heridos; en esto llegó un destacamento de Perpiñán, con cuyo auxilio fueron arrestados unos treinta, pues algunos de sus compañeros habían huido. Las varias cantidades que se les encontraron ascienden a 2.000 francos.
      Con dificultad podría explicarse la impresión dolorosa que ha causado en las personas reunidas a la puerta de la cárcel, el ver, a la luz de los reverberos, un cadáver en medio de los heridos."
      Con fecha de 29 de octubre un anónimo dirigió al periódico "La Esperanza" una carta conteniendo información más específica aún: "Aunque la noticia que voy a dar a Vds. sea ya vieja, sin embargo, creo que les podría servir de alguna utilidad para apreciar los hechos como han sucedido: quiero hablar a Vds. de la ocurrencia de los 30 carlistas que fueron aprendidos en las inmediaciones del pueblos de Salces, y de cuyo hecho habla su apreciable periódico que acabo de leer. No hablaré de las fechas porque no las tengo presentes, pero creo que Vds. las tienen. El hecho ha sido el siguiente. Desembarcaron 30 individuos en un pueblecito llamado Lecante a las inmediaciones de Salces, pueblo que dista dos leguas de aquí: doce horas después del desembarque, la autoridad de esta ciudad que tuvo aviso de ello, mandó salir una partida de gendarmes mandada por su capitán, unos diez o doce caballos y 90 infantes, y se dirigieron al citado pueblo; mas en este tiempo el brigadier (cabo de caballería) que manda la partida de gendarmes de Salces, había por sí y ante sí mandado montar a caballo a su partida compuesta de 4 hombres, y se habían dirigido hacia la granja donde se habían escondido los carlistas. Estos viendo que no había más que 4 gendarmes y el cabo, salieron de la granja con objeto de fugarse: llegó la partida: les mandó que se rindieran; pero ellos dijeron, muchachos a escaparnos: parece sin embargo, que uno contuvo el caballo del cabo, y este sacó su pistola y le pegó un pistoletazo, de cuya resulta quedó muerto el carlista. En esto llegó el destacamento mandado por el oficial, y pegaron algunas cuchilladas; pero los muchachos ya se habían parado cuando vieron llegar mayor fuerza. Estos son los hechos positivos, sin embargo de que los partes que dieron fueron muy diversos, pues se supone en ellos que había habido resistencia formal, y que se habían levantado contra la tropa con palos, navajas y piedras; hecho falso, falsísimo, pues todas las personas imparciales que presenciaron el hecho lo desmienten. Un periódico de la oposición que se publica en ésta, puso un artículo contra la tropelía cometida por los gendarmes en términos un poco fuertes; mas ha sido recogido por la autoridad y denunciado. Veremos cuál es el resultado y se lo comunicaré a Vds. como así mismo si formasen causa a los carlistas, por la supuesta rebelión a mano armada."
      El corresponsal del periódico "El Católico" de París, con fecha del 20 de noviembre de 1846, daba una idea de la endeble vigilancia fronteriza: "De los jefes carlistas presos no se sabe más sino que siguen disfrutando la bella hospitalidad que da Luis Felipe a los españoles que tiene el capricho de no querer ser afrancesados. De los centenares que leerán vds. en los periódicos como cogidos en la frontera, no hay que hacer mucho caso. La mayor parte de los hasta ahora arrestados han encontrado otra vez la llave de los campos y no será fácil prenderlos. Si el fin no fuera tan serio se reirían vds. de qué travesuras se valen los carlistas para burlar las persecuciones de los caros aliados. Ello es que ni toda la policía francesa, ni su numerosa gendarmería, ni los muchos cuerpos del ejército que se han destinado a hacer el mismo servicio que aquella en la frontera, bastan a contener? bastan a nada. Repito que a mi modo de ver si no se ha visto más es porque todavía no se habrá querido que se vea."
      ¿Qué fue de Espel y sus compañeros? El 19 de marzo de 1847 "El Católico" informaba:
      "En una de mis anteriores puse a vds. al corriente de lo ocurrido en Rivesaltes con algunos refugiados carlistas que queriendo pasar la frontera, fueron perseguidos por la gendarmería; uno de ellos fue muerto, otro herido de un balazo y otros acuchillados, presos y encausados por haberse defendido (esto según el parte dado por la fuerza armada). Ayer fue, pues, el día destinado para ver y fallar esta causa por el jurado: después de varios debates entre el fiscal y el defensor, fueron absueltos los pobres españoles; y esto era de esperar, pues bastante caro les ha costado el haber dejado sus depósitos, a donde regularmente volverán; porque hay una orden terminante del gobierno francés para que todo español refugiado, sin distinción de clase ni color, deba internarse a más de cincuenta leguas de la frontera. Esta orden se ejecuta con tal rigor, que hay familias enteras establecidas en estos países, que después de ocho o nueve años han tenido que levantar sus casas, dejar sus negocios y mal venderlo todo, pues ninguna protección ha sido bastante para ponerlas al abrigo de este rigor, a que los acontecimientos de Cataluña han dado seguramente lugar.
      De los treinta individuos que fueron cogidos en Rivesaltes, sólo diez y ocho pasaron por los asisas [sic], los doce restantes habían tenido la suerte de evadirse, y de este modo sustraerse a todos los tormentos a que están sujetos en este para ellos malhadado país."
      Ignoro si Espel fue uno de los fugados o no, pero lo seguro es que en algún momento volvió a refugiarse en Francia, pues en el periódico "El Clamor Público" del 17 de noviembre de 1847 se lee: "Los valles de Andorra continúan siendo el cuartel general de los carlistas. Cuarenta y cuatro de éstos mandados por un tal Espelt, natural de Berga, comandante de caballería del ejército de Cabrera en la pasada guerra, penetraron en Cataluña el 29 de octubre procedentes de aquella república, haciendo dos noches de marcha y ocultándose por el día en despoblado, y llegaron a Josa el 1º del actual. El día 2 estuvieron en Gasol y el 3 en Saldas. Iban dirigidos por guías andorranos y llevaban dinero en abundancia."
      En el madrileño "La Esperanza" del 16 de noviembre de 1847 se reproducía una carta escrita el 3 desde la Seo de Urgel dando más detalles sobre la partida:
      "Los valles de Andorra siguen vomitando carlistas: una gavilla de 44 de éstos, mandados por un tal Espelt (a) Pansa, natural de Berga y comandante de caballería que fue en la guerra pasada, penetraron de dichos valles con una marcha de dos noches ocultándose de día por despoblado: hace cuatro días llegaron al pueblo de Josa. Como fue el primero que pisaron, inauguró su entrada con copiosas libaciones, y se fueron a Gosol donde las completaron; así es que estaban todos completamente beodos, y fueron a dormir la borrachera en el pueblo de Saldas.
      Contaron la gran corrida que tuvieron huyendo de quien vive que le dieron nuestras tropas, en la noche del 24 cuando invadieron nuestros Valles; se pudieron escabullir con la protección que tiene en aquel país, y han tenido lugar de verificar su entrada bien armados. Iban dirigidos por unos guías andorranos, como todos los que entran; y que según noticias, son satisfechos por los cabecillas principales todos los gastos que ocasionan en Andorra los que penetran de Francia".
      Y en el "Eco del Comercio" del 16 de noviembre de 1847 se decía: "La semana pasado tuvimos en Berga al señor marqués del Duero; no sé qué disposiciones tomaría para acabar con las gavillas de matinés, pues estuvo un día en dicha villa, y al día siguiente marchó hacia la parte de Solsona, al mismo tiempo que las columnas destinadas a recorrer el partido partieron también de dicho punto, probablemente a hacer algún paseo militar, pues las gavillas de matinés vivaquean por todo el partido del modo que les da la gana; por ese país tenemos ya en campaña otro nuevo jefe llamado Pansa, comandante que era de caballería en la lucha pasada; ha entrado de nuevo de nuestra cara aliada, y esto es todo lo que podemos agradecer al filantrópico gobierno de Luis Felipe".
      En abril de 1849 se detuvo al pretendiente Carlos VI cuando pretendía entrar en España y el 26 de abril el general Cabrera tuvo que refugiarse en Francia, ante la persecución del ejército gubernamental. El resto de las partidas lo siguieron y el 18 de mayo cruzaba la última, mandada por los hermanos Tristany, poniendo así fin a la guerra.
      En el periódico "El Fomento" del 5 de mayo de 1849 se leía: "Berga, 29 de abril. Va siguiendo en esta la presentación de matinés. Ayer se presentó un tal José Espelt, comandante de caballería, (a) Pansa, y después tres más. Todos se apresuran a influir para que se presenten los pocos que faltan, y es general la opinión de que la guerra está acabada."
      En el periódico "El Genio de la Libertad" del 7 de mayo de 1849 dice:
      "BERGA 30 de abril. La facción [carlista] ha recibido dos golpes mortales con la detención de Montemolin en la frontera y la retirada de Cabrera. Van presentándose diariamente en los pueblos, oficiales y soldados insurgentes y se cree que dentro de un mes sólo quedarán pandillas de ladrones.
      Los cabecillas carlistas que aún recorren el país están rabiosos contra Cabrera pues les ha engañado por segunda vez. Parece que se llevó a Francia mucho dinero y les ha dejado a ellos para que se compongan.
      Ayer el señor gobernador de ésta llamó a los que tienen parientes a la facción, para exhortarlos que pongan todo su conato a fin de que se sometan a las autoridades de la Reina. [?]
      Hace dos días se presentó en ésta el comandante de caballería D. José Espelt, (a) Pansa, con su hijo, naturales de la misma. Lo han verificado además varios otros y es de creer que seguirán haciéndolo".
      Por un parte fechado el 2 de mayo de 1849, que el coronel Joaquín Halleg envió al general en jefe del Estado Mayor del Ejército de Cataluña, Francisco Mata y Alos, seguimos la pista de Espel:
      "Excmo. Sr.
      La guerra continúa rápidamente a su conclusión, y los rebeldes azorados por todas partes huyen sin más esperanza de salvación que la de poder penetrar en Francia, a cuyo fin únicamente se dirigen ya sus miras, seguros de que en este país, regado por tanto tiempo con sangre española, no pueden encontrar más que tristes desengaños.
      Los dos hermanos Altimiras, Quirse, Pujol y muchacho que ordinariamente recorrían el Llusanés, perseguidos por muy de cerca por las tropas del coronel Santiago, caminan para Francia después de haber acordado esta resolución definitiva, convencidos de la absoluta imposibilidad de sostenerse. Cien hombres procedentes de las provincias de Tarragona y Lérida, mitad de ellos desarmados y una gran parte oficiales, pasaron ayer por Callús en igual dirección, acosados por el brigadier Manzano. El cabecilla D. Domingo Serra con setenta hombres se separó de Saragatal y Estartús cuando estos manifestaron a los suyos lo crítico de la situación en que se encontraban y la necesidad imperiosa de apelar a la fuga, ha seguido por último sus pasos y a estas horas debe encontrarse en el extranjero.
      Entre los rebeldes, ha habido graves escisiones como dije a V. E. en mi escrito de ayer: llegado el momento del desengaño y de optar por un partido decisivo, las diversas opiniones agitaron los ánimos hasta el caso de venir a las manos, separándose tumultuariamente; y así como el finado cabecilla Tey, prefirió volver a continuar sus crímenes, su compañero Pansa, que se titulaba coronel, optó por la presentación sin condiciones, la cual ha verificado en Berga con su hijo y otros varios. Después se ha ofrecido a continuar a la destrucción de sus antiguos compañeros, y con efecto acompaña con su citado hijo al coronel [Rafael] Echagüe a la cruda persecución que está haciendo a las pequeñas gavillas que aún recorren el país.
      En la Segarra el brigadier Pons alcanzó la partida de Coscó, causándole la pérdida de tres muertos y cinco heridos de gravedad, acabándolos de abatir y dispersar. Los mismos Tristanys, perdida toda esperanza de salvación, perseguidos día y noche por las columnas de los brigadieres Pons y Manzano, y los coroneles Echagüe y Solano, y abrumados con el peso de sus crímenes, tienen que abandonar el terreno que contaban por suyo, y que nunca dejó su tío.
      Hoy, según partes que se han recibido, caminan por sendas extraviadas a ocultar su ignominia al otro lado de los Pirineos, llevando consigo tres mulos cargados con el fruto de sus rapiñas. Esto explica hasta que punto llega el temor y abatimiento de los rebeldes.
      Hay ya una gran parte de terreno sin un solo faccioso, y las pecas y menguadas partidas de Gibert, Saballs, Jovany y otros de menor importancia, que hacen el último esfuerzo para adquirir dinero, son enérgicamente perseguidas por este valiente ejército.
      Todo lo que de orden del Excmo. Sr. General en jefe tengo el honor de comunicar a V. E. para su conocimiento y demás efectos consiguientes.
      Dios guarde a V. E. muchos años. Cuartel general de Vich, 2 de mayo de 1849. - El general jefe de E. M. G. - Francisco Mata y Alos".

      El 11 de mayo la columna de Echagüe se puso en marcha desde Berga. En junio de 1849 el gobierno publicó un decreto amnistiando a los carlistas. Más de 1.400 regresaron a España, mientras otros decidieron quedarse en Francia. Ni el nombre de José Espel ni él de ningún miembro de su familia figura en los padrones de habitantes de Berga de los años 1849 y 1853, por lo que es de suponer que permaneció en Francia.
      El 18 de julio de 1855 (al mismo tiempo que el gobierno del general Espartero debía enfrentar una fuerte huelga general en Cataluña), y siguiendo órdenes de Cabrera, Francisco Tristany entró en el principado a la cabeza de unos 200 hombres. Contra sus expectativas, tuvo un recibimiento frío. Los tiempos habían cambiado, el país se había acostumbrado a los beneficios de la paz. Muchos le recomendaron que desistiera de sus proyectos y retornara a Francia. Esto fue tomado como una amenaza por el jefe carlista, que salió a campaña con un puñado de hombres, entre ellos el veterano Espel.
      Esta campaña corta y azarosa reportó pocas ventajas, pues excepto algunas escaramuzas y alguna que otra sorpresa en pueblos desguarnecidos, la suerte de las armas le fue adversa.
      "La Iberia" del 29 de septiembre informaba:
      "Las gavillas carlistas, que han permanecido ocultas varios días, se han reunido el 24 en la rectoría de Vivel, al mando de Borges, Tristany y demás cabecillas.
      La columna de Berga salió inmediatamente en su persecución, y las de Vich y Moya, en combinación con aquella, se habían puesto igualmente en movimiento".
      Y en el "Genio de la Libertad" del 25 de octubre de 1855 se leía:
      "Berga, 21 de octubre. - Los cabecillas Sirvent y Ponsó se encuentran ya en Francia con varios de los que componían sus partidas y las de Borges.
      Las últimas noticias que se tienen de Borges y de los Tristanys son que no han abandonado el país, permaneciendo ocultos el uno con 50 hombres y los otros con 30 de los más comprometidos de sus gavillas: los demás vagan en pequeñas partidas a la ventura y faltos de recursos.
      Se dice que dichos cabecillas han recibido algún dinero de Francia y que por eso esperan y hacen esperar a los suyos en un movimiento que dicen ha de haber en esta ciudad y el cual debe contribuir a realizar sus planes, pero el país los rechaza y está dispuesto a concluir con esa pandilla de ilusos, o mejor de malhechores, pues ya empiezan a exigir cantidades crecidas a los pueblos y propietarios, todo en nombre de la religión.
      Siguen presentándose facciosos.
      La columna de Berga aprehendió en el día de ayer, en la casa llamada Ramón Tó, del pueblo de Curriá, a un faccioso herido y a una mujer cómplice, no habiendo podido verificar la captura del hijo del cabecilla Pansa y dos más, también heridos, por habérselos llevado el padre del primero aquella mañana, e ignorar la dirección que han tomado".
      Pero fue poco lo que logró evadirse. En el periódico madrileño "La Época" del 20 de noviembre se anunciaba: "El correo que recibimos de Cataluña dice que de la partida de Costa, que constaba de treinta hombres, se habían presentado doce a indulto en el pueblo de Esquirol, habiéndose dispersado los demás. También se había presentado el cabecilla Pin con casi toda su partida. En el bosque de Oseja habían sido presos seis oficiales de la partida de los Tristanys, entre ellos un titulado coronel, llamado Espelt de Berga, y el capitán de reemplazo don Antonio Elías. En Olot se había recibido un parte anunciando que los Tristanys habían entrado en Francia. La verdad es que la facción está disuelta en Cataluña".
      Y "El Clamor Público" del día siguiente informaba: "Los carabineros o aduaneros franceses capturaron en el bosque Osseja seis individuos de las facciones de los Tristany, que divagan en completo desorden a consecuencia de la activa persecución sufrida estos últimos días. Son los presos personas de alguna suposición: un coronel llamado Espelt, un comandante, un capitán que dice haber estado de reemplazo en Manresa y otros dos de parecidas graduaciones. Estas prisiones son debidas al capitán de aduaneros franceses residente en Bourg Madame. Asegúrase que confesaron hallarse los suyos en completa dispersión, siendo probable que de un momento a otro emigren otros veinte o más carlistas".
      Resuelto a contener esa nueva tentativa de encender la guerra civil, el pueblo se levantó en masa, y el 12 de diciembre de 1855 Tristany sufrió una fuerte derrota en Castellfollit de Ruibregós, donde perdieron la vida varios de sus hombres, entre ellos a su hermano Antonio. Seis días después, las columnas que lo perseguían le dieron alcance en el bosque de Altaradis, en el partido de Solsona, y lo vencieron definitivamente.
      Desde ese momento en adelante el jefe carlista vivió escondido hasta que, por orden superior, se refugió en Francia el 14 de abril de 1856.
      Espel quedó residiendo junto a su familia en Berga (consta que en 1861 se encontraba allí) y sus huellas se pierden hasta que vuelve a incorporarse en las filas carlistas en la tercera y última intentona.
      En septiembre de 1868 tuvo lugar una revolución, conocida por la historiografía como la "La Gloriosa". Isabel II fue destronada y se inició el Sexenio Democrático (1868-1874). Desde un primer momento ocuparía la regencia el general Francisco Serrano, hasta que en noviembre de 1870 se coronó rey de España a un príncipe italiano, Amadeo de Saboya, quien ascendió al trono en enero de 1871.
      En un documento firmado en Perpiñán el 17 de junio de 1870 por el comandante general de Barcelona, José de Larramendi, se informaba que el distrito de Berga y Prats de Llusanés quedaba organizado de la siguiente manera:

      - Jefe D. Jerónimo Galcerán. Tenía presentados cuadros para dos batallones en la forma siguiente:
      Primero en organización.

      Primer jefe del distrito - D. Jerónimo Galcerán y Terrés.
      Coronel de caballería - D. José Espel.
      Comandante en comisión - D. Benito Molan.
      Ayudante id - D. Juan Colomer.
      Capellán - D. Ramón Bardolet.
      Capitán - D. José Cabreras.
      Ídem en comisión - D. José Bosoms.
      Teniente id - D. Ignacio Escolar.
      Alférez id - D. Cárlos Asprer y Senespleda.
      Ídem id - D. Pablo Armangon.
      Ídem id - D. Andrés Colomer.


      Segundo en organización.


      Comandante - D. Ramón Borrallera
      Ídem - D. Ramón Gabarrós
      Capitán graduado - D. José Santamaría
      Capitán - D. Ramón Santamaría
      Capellán - D. Pedro Portell
      Teniente - D. Tomás Orra
      Ídem en comisión - D. José Frías
      Ídem íd - D. Antonio Serrat
      Alférez íd - D. Pedro Arxé
      Ídem íd - D. Eloy Guix
      Ídem íd - D. Antonio Ginebra
      Ídem íd - D. N. Ramos
      Ídem íd - D. Luis Coma
      Notas


      1º. Según comunicación, puede disponer por el pronto de 250 armas irregulares. No cuenta con municiones ni dinero. Tiene también 2 cañones de a 4, uno de ellos en muy buen estado de conservación, sin cureñas ni municiones.
      2º. El número de hombres prontos a salir a campaña es de unos 600, pero en algunos días cree podría completar los batallones".


      El 2 de mayo de 1872, el nuevo pretendiente carlista, Carlos VII, cruzó la frontera por territorio navarro y penetró en España. Pero a los dos días fue sorprendido en Oroquieta y se vio obligado a regresar por donde había venido.
      En Cataluña el levantamiento estalló antes de la fecha estipulada. Juan Castell se sublevó unos días antes. Carlos VII nombró a su hermano Alfonso capitán general de Cataluña, aunque hasta fin de año no cruzó la frontera y fue Tristany quien ejerció transitoriamente el puesto. Aunque se formaron partidas en casi todas las comarcas catalanas, no se llegó a organizar una estructura militar uniforme. Es probable que Espel haya salido desde Berga formando parte de las tropas del coronel Jerónimo Galcerán.
      Sea como fuere, el diario "La Esperanza" del 9 de diciembre de 1872 informaba: "Según nuestras noticias, D. José Espelt, jefe carlista herido ya hace algún tiempo, está vivo. Sus compañeros de armas lograron ocultarle por algunos momentos, y hecha la primera cura, pudo atravesar la frontera, encontrándose ahora en la vecina nación restableciéndose de la herida que, según nos aseguran, no ofrece gravedad. Decimos esto, porque se habían acercado a ésta redacción algunos amigos del indicado señor preguntándonos si era muerto o vivo. Nos hemos informado de nuestros corresponsales, y de sus contestaciones hemos deducido lo que acabamos de escribir".
      La revitalización de la insurrección en el frente norte y la llegada de Alfonso en diciembre de 1872 reactivaron las partidas en Cataluña. La comandada por Pascual Cucala conseguía el apoyo popular en el Maestrazgo y se formaron otras, hasta totalizar unos 3.000 hombres. En la provincia de Valencia, los carlistas mantenían 2.000 hombres en pie de guerra y en la provincia de Alicante unos 850.
      El general Marco de Bello había organizado la división aragonesa y la administración civil y militar de la región. Pese a la falta de recursos, organizó varios batallones y las compañías del Pilar, que eran soldados de élite dentro del ejército carlista del Centro. Perdió algunos combates, como en Caspe, pero pudo rechazar un ataque sobre Cantavieja. Las partidas en el Maestrazgo fueron aumentando y mezclándose con las de Aragón, Cataluña, Cuenca y Albacete. En 1874 el infante Alfonso envió los hombres de Vallés (carlistas de Tarragona) a reforzar el Maestrazgo. Los carlistas pudieron llegar a crear un mini-estado en Cantavieja que, después de ser asediada, tuvo que capitular. La movilización carlista se redujo en otras zonas a pequeñas partidas aisladas; destacaban unos 400 hombres en Extremadura y las partidas de Castilla la Nueva, sobre todo en la provincia de Ciudad Real.
      También cabe destacar la conquista de la ciudad de Cuenca en el año 1874 por las tropas del infante Alfonso y su esposa, María de las Nieves de Braganza. En marzo de ese año, las fuerzas carlistas de Francesc Savalls pusieron sitio a Olot, que tras conquistarla, pasó a ser su capital. En julio se estableció en San Juan de las Abadesas la Diputación de Cataluña, presidida por Tristany, y que intentaba dotar de una organización político-administrativa a los territorios controlados por los carlistas catalanes.
      En marzo de 1875, el general Martínez-Campos ocupó Olot y sometió a sitio la Seu d'Urgell, importante cantón carlista. Desde 1874, José Espel revistaba entre las tropas de aquella plaza.
      Joaquín Bolós y Saderra, veterano de la última guerra, recordaba años más tarde:
      "La columna Cirlot, se metió en Olot y allí fue sitiada el mes de Julio dando lugar a varios combates en sus cercanías, siendo el más importante el sostenido en la ermita del Monte de Sant Juliá, sobre Castellfullit, en el que el ejército, en especial la columna de carabineros, mostró gran valor. El resultado estaba indeciso, pero por fortuna una espantosa y oportuna tempestad dio fin al combate. Allí fue herido el digno capellán Mosén Bosch, de que ya hablé en otro capítulo.
      Otra vez en posesión de Olot, estuvieron en ella los carlistas hasta marzo-abril de 1875 en que Martínez Campos, siguiendo su plan de acabar la guerra en Cataluña y constándole por resortes secretos el estado algo descompuesto de los carlistas, compareció con una fuerte columna y, después de varios combates librados en las inmediaciones de la ciudad y que por otros historiadores han sido ya descritos, entró en Olot cuando los carlistas la habían ya evacuado. En el combate en la Piña murió el capitán Torá que mandaba la legión de franceses escapados de Francia entre los que había algunos de la Commune de París. Eran locos y borrachines pero valientes.
      Los carlistas se situaron en las trincheras construidas en las afueras y con los cañones colocados en la montaña de Ventolá y el Coll molestaban de continuo la villa, sosteniendo un continuo desafío con las tropas que había en San Francesch.
      Las granadas traspasaban la montaña para caer en el pla de Viaña. Ya conocíamos nosotros si eran de Krup o de Placencia. Había algunos hombres, entre ellos un confidente llamado Marcelino, que, exponiéndose a todos los peligros, vigilaban el sitio donde caían recogiendo inmediatamente las que no habían explotado por haber caído en terreno blando.
      Por fin, Martínez Campos, que tenía sus arrestos, se molestó. Y el Domingo de Ramos [21 de marzo de 1875], salió con todas sus tropas, formando dos divisiones, una por la parte baja de Viaña y otra de frente al monte S. Miguel. El combate fue empeñado y rudo derrochando valor uno y otro bando. El valiente Soliva sostuvo a pecho descubierto, una lucha con guardias civiles. El Brigadier Auguet recuperó la ermita San Miguel y fue levemente herido. El joven Sala, de Bañolas, fue muerto mientras, temerariamente, perseguía revólver en mano a un grupo de soldados. A mí, con el buen amigo Espelt, y un pelotón de 30 hombres se nos mandó a Castellar de la Montaña para vigilar e impedir las fortificaciones que empezaban en Castellfullit (disposición inútil y arriesgada); estuvimos dos días con el simpático Cura Párroco, pero al oír la fusilería y cañonazos el día de Ramos, salimos todos montes abajo (lo que puede el instinto de la guerra) para llegar al lugar de la acción. Estuvimos al final llegando hasta la casa solariega Riba de Viaña de donde tuvo que escapar el comandante Vilahur enfermo y herido. Atravesamos con peligro hasta el caserío llamado Hostal Nou y allí junto a unas tapias, fue herido levemente por una bala perdida, a las que llamaban de última hora, nuestro corneta, un niño de unos 15 años, mientras tocaba paso ataque.
      Las tropas fueron vencidas y se retiraron quedando nosotros en nuestro sitio. Terminado el combate, fuimos a la próxima rectoría rural de Santa Margarita de Viaña, en cuyo cementerio contemplamos los cuerpos inanimados del Capitán Paulino de Doménech, del joven Sala, (de Bañolas), y de otro que no recuerdo.
      Bañados por los postreros rayos del sol en su ocaso, como si estuviesen dormidos y sin que el plomo enemigo hubiese desfigurado su cuerpo por ser la muerte instantánea, nosotros casi insensibles e inconscientes, endurecido el corazón por una vida errante, no sentimos el dolor que causa contemplar amigos jóvenes sacrificados en plena juventud y cortada su existencia. Después he comprendido que la guerra apaga las más ricas fibras del alma."
      Con motivo del armisticio hubo el Viernes Santo la célebre conferencia del Hotel de la Corra, de la que hablamos en otro lugar. El ejército carlista, ya en completa desorientación, se fue diseminando, siendo empujado hacia la frontera, cosa muy significativa; sólo nos quedaba la Seo de Urgel, único valuarte importante que debía dar aún días de gloria pasajera para las armas callistas, pero de resultados inútiles. ¡Sólo mártires y héroes!"
      Más adelante vuelve a mencionar a Espel, al referirse a la fortaleza en la Seo de Uriel en julio de 1875, y su posterior asedio:
      "Se intentó formar un Cuerpo de Ingenieros, con más modestia calificado de 'Cuerpo de Obreros militares'. Varios nos alistamos, yo entre ellos. Había estudiado matemáticas con el feroz catedrático de este Instituto, D. Eugenio de Angulo, y esto parecía ya un título para ingresar, aunque poco o nada sabía.
      Estaba en Camprodón cuando se dio la orden de reunirnos en Ripoll a las órdenes de D. Luis de Mas, Coronel de Ingenieros, caballero inteligente, atentísimo, bondadoso y tipo de arrogante militar; padre del distinguido tradicionalista D. Teodoro (de Vich). Nos dirigimos a la Seo de Urgel. Se encontraba Savalls en Camprodón alojado en casa Lacot, con sólo sus ayudantes. Fui a despedirme, estuvo conmigo muy amable, encargándome que se le enviaran noticias de la Seo y al final me dijo: 'sobretot, cuidado a pendre mal.'
      Estaba mi hermano mayor a despedirme y me entregó 60 duros oro para mis gastos, por ser la excursión a tierras lejanas en las que faltaba toda comunicación. ¡Oh, qué capital! Me pareció que podía dar la vuelta a España.
      Reunidos en Ripoll con nuestro jefe Sr. de Mas, que ya estuvo en la Seo de Urgel en 1874 para dirigir las fortificaciones, actuaba yo de secretario, sin secretaría. Empezó la ruta muy molesta, teniendo que andar casi siempre de noche a fin de no encontrar gente por el camino y evitar todo peligro. En algún pueblo encontramos monjas o hermanas del Escorial de Vich y como la fundadora, la venerable M. Vedruna, cuyo retrato tenían colgado en el locutorio, era abuela de D. Luis, nos obsequiaban con sendos platos de confituras. Pasamos frente a Berga, hacia San Lorenzo de Morunys (dels Piteus), La Coma, Gosol, Tuxent, Fornols, en cuyas alturas sufrimos mucho frío, a pesar de estar casi en verano, y por fin llegamos a la Seo de Urgel.
      Presentaba la Seo de Urgel el aspecto de una población militar, todo era bullicio, gente joven, oficiales elegantes como salidos de la Academia, subir y bajar de la Ciudadela y del Castillo; encontré varios amigos entre ellos el capitán de artillería D. J. Guillén García, que trajo de Francia una máquina para fabricar cartuchos metálicos que instaló en el Castillo; el oficial Puerta, heroico defensor de la 'Torre de Solsona'; Espel, el capitán Quintana, etc. Pasamos allí una vida tan militar que, de continuar dos años seguidos, quedamos militares de profesión. La posesión de aquellas fortalezas con tantos cañones nos entusiasmaba. Nos reuníamos varios a comer en una casa de la población, que me parece se llamaba a Cál Cerni, y alguna vez a la fonda de 'Cán Llebreta', cuyo dueño, según se dijo, fue el confidente de Martínez Campos. La sección de ingenieros u obreros militares estaba bajo la dirección de D. Luis de Mas, y aun conservo un estado de los trabajos distribuidos en la Ciudadela y Castillo formado por el ayudante Arumí. Los jefes ingenieros Sres. Argüelles, de Mas y Argila, demostraron su adelantos en la construcción de fortificaciones y en el sistema de trincheras antes desconocido. Lo mismo en el Norte.
      Aquella situación de relativa paz fue poco duradera; Savalls intentó otra vez sitiar y apoderarse de Puigcerdá. No podía ser la ocasión más inoportuna y la dirección más pésima. A pesar del talento de dicho General, que parecía ya desorientado, debía suceder lo que ocurrió; fue un fracaso que costó víctimas inútiles. Nosotros entonces, sólo éramos carne de cañón, no comprendíamos nada. La reflexión y experiencia vino después.
      De la Seo de Urgel se mandaron cañones, morteros, obuses y material a Puigcerdá. Como la carretera era muy mala, el valiente Coronel D. Francisco Segarra, tuvo grandes dificultades para el transporte, que no llegó a destino. Nosotros, ingenieros y artilleros destinados a Puigcerdá los encontramos a orillas del Segre, sudando como se dice la gota gorda. Siguiendo nuestra marcha, pasamos por Los Baños, S. Vicente, Martinet, Bellver, llegando hasta Alp. Fui a ver al General Savalls y al ayudante M. Vayreda para darles la mala noticia de que las tropas alfonsinas subían ya por Pons, según me dijo un ayudante del General Lizárraga y entonces se dio la orden de que empezara el cañoneo contra la villa de Puigcerdá. Todo sin resultado. Terminada la operación y al caer de la tarde se nos dio la orden de que con todos los pertrechos de guerra regresáramos a la Seo de Urgel, como quien nos tira a la boca del lobo, pues, como veremos, estaba ya sitiada."
      Tras meses de lucha, la situación se volvió insostenible. El redactor del diario "La Imprenta" envió al de Tarragona la siguiente información: "Sitio de las fortalezas de la Seo de Urgel. - Seo de Urgel 23 de agosto de 1875. - Esto se acaba: ya por mi telegrama de esta tarde tendrán Vdes. conocimiento, en globo y tal como lo permite el laconismo del cable, de lo que ha sucedido desde anoche. La toma de Castellciutat ha puesto tan descorazonados a los carlistas, que no han sabido resignarse a su pérdida. Desde que lo ocupa Manila no han cesado un momento de intentar por cuantos medios se les ha ocurrido arrojarle de él, pero nuestros cazadores han visto impávidos reducir a ruinas el pueblo, incendiadas algunas casas, estallar a cada momento a sus pies las bombas, metrallazos y granadas que les arrojaban los sitiados, y a pesar de las sensibles bajas que todos estos terribles medios de hacer la guerra les habrán causado, no han desmayado un momento; y a pesar de no tener un punto casi donde guarecerse entre los refuerzos de la Ciudadela y los del Castillo, destrozada la iglesia, en la que estaban parapetados, por las bombas de la Ciudadela, han conservado su puesto de honor y han ganado para su bandera la corbata de San Fernando.
      El general les había dicho 'aguantarse allí aunque todo se venga abajo', y allí se han aguantado a las órdenes de sus jefes Monleon y Aznar. Viendo los sitiados la inutilidad de sus esfuerzos, han hecho esta mañana desde la Ciudadela una salida para atacarles y arrojarles del pueblo; pero ante el arrojo de Manila que les ha salido al paso a embestirles, han retrocedido unos hacia la Ciudadela en la que se han cerrado de nuevo, otros han sido hechos prisioneros, otros se han dispersado y acogido a indulto y otros han quedado heridos o muertos. Severa ha sido la lección que han recibido. Con la confusión natural en todo ataque, un grupo de unos 23 han intentado escapar, pero todos han caído en poder de nuestros soldados y luego han sido conducidos a esta ciudad.
      Llámanse éstos, José Pagés. ' Jaime Puig (ex-alcalde de las cárceles del partido.) - José Benaiges. - Ramón Domingo. - Salvador Estebe. - Antonio Barbosa. - Tomás Briosa. - José Cobos. - Pedro Serra (mozo de la cuadra.) - Antonio Muntó (alguacil del ayuntamiento.) - Ignacio Hoste (guarda términos.) - Andrés Ubach. - Antonio Fillart. - Miguel Galí. - José Espelt. - Isidro Pal (concejal.) - Francisco Ramonacho. - Celestino Barena. - Antonio Ferret. - Clemente Esclusa. - Raimundo Estañol. - José María Estañol. - Odón Estañol (?)
      Todos han sido encerrados en el patio de Santo Domingo que sirve de cárcel".
      Y el corresponsal del periódico "El Imparcial" escribió desde la Seo el mismo 23:
      "¡Qué día de emociones! ¡cuántas peripecias! Desde anoche no se sosiega, no se vive ni se descansa. Las noticias se suceden con una rapidez vertiginosa. Los emisarios de ésta a Castellciudad van y vienen y se cruzan y todo anuncia que esto se acaba. Temo no poder trazar ordenadamente esta carta y trasladar todo lo que he visto y presenciado, pero lo intentaré. Los sitiados no pudiendo resignarse a la pérdida del pueblo de Castellciudad, han hecho toda clase de esfuerzos por recobrarlo y desalojar de él al bravo batallón de Manila, pero su furia aumentó ayer al anochecer, es decir, cuando verdaderamente empezaban a tocar las consecuencias de la Seo.
      A eso de las diez los metrallazos, las balas rasas, las granadas de mano e incendiarias, caían como una lluvia sobre el pueblo, estallaban los proyectiles huecos sin interrupción, causaban bajas en los soldados que no sabían ya donde guarecerse, pero todo lo sufrían impertérritos y continuaban hostilizando a los carlistas que se asomaban. Habíase recibido orden de sostenerse allí a todo trance, aunque se derrumbase el cielo, y todos permanecieron en sus puestos, sin ceder un palmo de terreno. Bien ganada tiene Manila la corbata de San Fernando decían hoy los generales, y verdaderamente no hay ejemplo de mayor heroísmo y bizarría del que han demostrado estos cazadores. Esta mañana a las seis los sitiados han intentado el último esfuerzo; se ha bajado el puente levadizo de la ciudadela y se ha visto bajar a un centenar de sitiados cuesta abajo, como un rayo, hacia el pueblo decididos a recobrarlo. Manila les ha rechazado valerosamente, haciéndoles muchas bajas, cogiendo algunos prisioneros y obligando a un grupo de unos cuarenta a encerrarse de nuevo en la ciudadela.
      Desde entonces ha continuado la metralla y la bala rasa, pero unos cuantos disparos de nuestras baterías les han apagado los fuegos. Aprovechando el momento del ataque, un grupo de paisanos, hijos de esta ciudad, y que se hallaban en la ciudadela haciendo causa común con el enemigo, han intentado escapar, pero todos, en número de unos veinte y tres, han sido hechos prisioneros y conducidos a ésta. Entre ellos figura el célebre Odón Estañol, ex-alcalde, registrador de la propiedad y ex-regente del juzgado de primera instancia, puesto por los carlistas a su entrada en la Seo. Figuran además en dicho número la mayor parte que durante la dominación carlista han desempeñado algún cargo público en la ciudad".
      La conquista de la plaza por las tropas gubernamentales en agosto precipitó el fin, y el 19 de noviembre finalizaba la lucha en Cataluña.
      En el "Diario oficial de avisos de Madrid" del 12 de mayo de 1876 se lee: "Don José Espel y Baquer, coronel procedente de las filas carlistas, se servirá presentarse en la sección tercera de este gobierno militar, para enterarle de un asunto que lo concierne."
      Tras la capitulación Espel se retiró a su pueblo natal. En el padrón de habitantes de Berga del año 1880 figura "José Aspel" (sic), domiciliado en la calle de la Ciudad Nº 27, piso cuatro, de setenta y cinco años, panadero, nacido en el "Puente de Reventi" (Pont de Reventi), casado con Teresa Soler, de setenta y cinco, nacida en "Monclar" (Montclar, Barcelona). No sabía firmar.
      Cinco años después continuaba en la misma dirección, de ochenta años, de profesión "bracero" (una suerte de jornalero), nacido en el pueblo de "Abaiells" o "Abayells", casado con Teresa Soler, de setenta y siete años, "bracera", nacida en el pueblo de "Curria". Sabía firmar.
      Falleció antes de 1889 en su pueblo natal.
      [1]

  • Fuentes 
    1. [S378] Espel Polisena, Juan Ignacio, Espel Polisena, Juan Ignacio, (juaniespel(AT)gmail.com).

    2. [S1147] Family Search, (www.familysearch.org).