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Juan Ramírez de Velasco, (*)[1]

Varón 1539 - 1597  (58 años)


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  • Nombre Juan Ramírez de Velasco 
    Sufijo (*) 
    Nacimiento 1539  Estollo, La Rioja, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.  [2
    Sexo Varón 
    Fallecimiento 1597  Santa Fe, Santa Fe, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.  [3
    ID Persona I30840  Los Antepasados
    Última Modificación 21 Mar 2021 

    Padre Juan Ramírez de la Piscina Ábalos,   n. 1510, Estollo, La Rioja, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. 
    Madre María de Velasco de la Calle 
    ID Familia F13292  Hoja del Grupo  |  Family Chart

    Familia Catalina de Ugarte Velasco 
    Hijos 
     1. Alférez Mayor Juan Ramírez de Velasco Ugarte
    +2. Maestre de Campo Pedro Ramírez de Velasco Ugarte
    +3. Lorenza de Ugarte Velasco
     4. Isabel Ramírez de Velasco Ugarte
    +5. Ana María Ramírez de Velasco Ugarte,   n. 1583, Sevilla, Sevilla, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.
    ID Familia F10397  Hoja del Grupo  |  Family Chart
    Última Modificación 13 Mar 2010 

  • Mapa del Evento
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  • Notas 
    • JUAN RAMIREZ DE VELASCO - mi ilustre y remoto "tío" - vió la luz del mundo en el lugar de Estollo, valle de San Millán de la Cogolla - hoy provincia de Logroño, partido judicial de Nájera, diócesis de Calahorra, antiguo territorio de La Rioja. "Nació en Castilla, provincia de La Rioja - escribe en su Historia el Padre Lozano -, de nobilísima y antiquísima prosapia, como que según se ve, ejecutoriado por diversas sentencias de la Real Chancillería de Valladolid, descendía de los Reyes de Navarra, y se mantenía esta rama todavía en tal esplendor, que el tío nuestro Juan Ramírez, don Luis de Velasco fue Virrey de Méjico muy aplaudido, y su primo, hijo de éste, el ínclito don Luis de Velasco el segundo, ejerció el mismo empleo una vez en el Perú y dos en Nueva España, de donde pasó a Presidente del Supremo Consejo de Indias, y fue el primer marqués de Salinas". (No serían dichos Virreyes tío y primo, respectivamente, de nuestro personaje - como lo demostró el genealogista cordobés Martín Ferreyra -, pero, a no dudarlo, Juan y los otros Luises pertenecían al mismo linaje).
      En carta al Virrey del Perú, Conde del Villar, fechada el 6-IV-1587, Ramírez de Velasco, al referirse a cierta proyectada expedición al quimérico andurrial de los Césares, expresa: "me hallo con entera salud y en hedad de quarenta y ocho años, y los treynta y dos gastados en la milicia". Vale decir que nació en 1539, y que empezó a servir al Rey desde sus 17 años, aproximadamente.

      Entre guerra y guerra el personaje se casa

      Italia resultó escenario de sus primeras experiencias bélicas. Allí participó en los combates que culminaron con la rendición de Siena a las fuerzas españolas (17-IV-1555), cuya población habíase amotinado contra el Capitán General de la región toscana, Diego Hurtado de Mendoza y Pacheco. Luego sirvió Ramírez de Velasco en Milán, cuando ese ducado era provincia de España y, más tarde, fue a luchar a Flandes. Doce años empleó en aquellas campañas, para cooperar posteriormente en la sofocación del alzamiento de los moriscos de Granada (1566-70). Por esa época contrajo matrimonio en Sevilla con la andaluza Catalina de Ugarte y Velasco - sin duda parienta suya - hija del Licenciado Pedro Santiago de Ugarte y de Ana de Velasco y Valderrama; n.p. de Francisco Santiago de Ugarte y de Catalina de Ugarte; n.m. de Diego de Valderrama y de María de Arce y Velasco; todos estos antecesores nativos de Utrera. Doña Catalina - antes de zarpar para América con su esposo - hizo información de legitimidad y nobleza desde el 21 de enero hasta el 4 de febrero de 1584, ante el Alcalde del Crimen de la Real Audiencia sevillana, Diego López de Zúñiga, rubricada por el Notario Francisco García. Los testigos declararon en esos autos - consigna Lafuente Machain - que la abuela materna de la interesada "era señora conocida", y que el Rey le había agraciado con un hábito de Santiago, debido a lo cual se la llamaba "la Comendadora", siendo en aquel tiempo solo dicha señora y la Duquesa de Medina Sidonia las únicas mujeres que ostentaban el referido privilegio.
      Así pues, Juan Ramírez de Velasco fundó su hogar en la ciudad que orilla al Guadalquivir, punto de partida entonces hacia las remotas posesiones ultramarinas hispanas; desde cuyo embarcadero nuestro hombre cruzaría el mar en seis oportunidades de ida y vuelta a Indias, como Alférez y Capitán de la Real Armada, a bordo de navíos cañoneros que escoltaban los convoyes de galeones cargados de oro y plata del Perú y México.
      Más adente, en la guerra contra Portugal (1580-83), Ramírez de Velasco vuelve a pelear en tierra firme; y a las órdenes del Duque de Alba asiste a las batallas de Setúbal, Cascáes, Alcántara y Oporto, que jalonaron la conquista de ese reino para la Corona de España.

      Jefe superior del Tucumán y accidentado viaje a ese destino

      Terminada la incursión militar lusitana, el protagonista de esta monografía resultó nombrado Gobernador y Capitán General del Tucumán por cinco años. El título pertinente, suscripto en Madrid el 20-III-1584 por Felipe II, llevaba la refrendata de Antonio Eraso, Secretario de su Magestad. Otro decreto anexo encargaba el funcionario tomar residencia a su antecesor Hernando de Lerma, y que hiciese pesquisa secreta de los excesos imputados a éste, en calidad de Juez privativo de esas causas hasta sustanciarlas.
      El 30 de noviembre siguiente, el Gobernador se hizo a la vela rumbo a su destino americano desde la barra de San Lúcar de Barrameda. "Me embarque con mi muger e hijos, cassa e familia, e vine a dichas provincias" - consignó posteriormente el protagonista. En el viaje "gaste" 14.000 ducados, "e me fue forzoso vender mi patrimonio e docte de mi muger".
      Hacia las Islas Canarias internóse la flotilla en el Atlántico, pero la nave en que venía el nuevo mandatario tucumano, sacudida por continuos temporales, se separó del convoy desviando su trayectoria. Más adelante, el velero topa a barlovento con un navío inglés. Ramírez de Velasco, entonces, debido a su pericia guerrera y naval, asume la capitanía de la embarcación y enfrenta al corsario atacante. "Nos fue forzoso pelear tres días, por que no nos rindiese y llevase, y mediante yo benir en ella, y de experiencia por aver fecho seis biajes a las Yndias por Alférez Real y Capitán de vuestras armadas" - le informaría con posterioridad el bravo comandante a su Monarca. Trabado el combate fue adquiriendo por momentos desesperada furia hasta que huyeron los piratas ingleses, "después de haberles muerto mucha gente y maltratádoles la artillería y arcabuzería con mucho riesgo de mi persona, por estar siempre llevando la delantera, sin que se me pusiese delante el amor a mi muger e hijos que benían en la dicha nao arriesgando la vida"; y agregaba el informante no haber rendido al enemigo por encontrarse su barco solitario y fuera de ruta, "y benir el dicho ynglés tan artillado y boiante".
      Seguidamente, tras recorrer un año "tres mill leguas en dos mares, de norte y sur, y las setecientas leguas por tierra que ay de distancia desde los reinos de Castilla hasta las provincias del Tucumán", arribó Ramírez de Velasco a Charcas el 30-XI-1585. En dicha ciudad mediterránea hallábase preso el relevado Lerma, de cuya persona dispuso el recién venido para conducirla a Santiago del Estero, donde habría de iniciarle el juicio de residencia.
      Tres meses se demoró en Charcas nuestro hombre, al cabo de los cuales dirigióse a Potosí, al frente de 40 soldados y 32 "personas de mi casa", amén de 150 indios amigos, entre flecheros y conductores de la impedimenta.
      En la villa del metalífero cerro "estube combalesciendo de cierta enfermedad" - apunta el expedicionario -. Allá unos mensajeros le avisan que la ciudad de Salta corría gran riesgo cercada por calchaquíes, humahuacas, casabindos y cochinocas, aunados todos para arrasarla. Esa precaria base civilizada "estava falta de munición y de pólvora, plomo y otras cossas". Por tanto, "a la ligera" , Ramírez de Velasco despacha para allá al Capitán Diego García Zambrano con 24 o 30 combatientes, armas, caballos y pertrechos; y Zambrano en 8 días está en Salta con lo que evita que "los indios desbarataran la dicha ciudad y mataran toda la gente que avía en ella" (16 hombres o 30 según otros testimonios) que se disponían a abandonarla y retirarse a Talavera.

      La entrada del nuevo Gobernador al norte argentino

      Al tiempo que el peligro salteño se conjuraba, Ramírez de Velasco deja atrás a Potosí el 5-V-1586, y reanuda la marcha camino a su gobernación tucumana. Atraviesa los poblachos aborígenes de Talina, Cochinoca y Casavindo, y como los naturales de esas comarcas "andaban alçados y revelados, matando y salteando", encarga a su Maestre de Campo Hernán Mexía Mirabal (décimo abuelo mío) correr la tierra al mando de un pelotón armado y castigar a los salvajes insurrectos. Mexía y sus hombres realizaron la misión encomendada contra esos rebeldes, "y presóles sus hijos y mugeres y quitádoles mucho ganado, dieron paz y hasta oy día sirven y están seguros los pasos y caminos reales que bienen de las dichas provincias del Tucumán a estas" (de Charcas) - cual se lee en la Información de servicios del gobernante que me ocupa, sustanciada en 1594.
      Llega Ramírez de Velasco a Salta, y nombra ahí por Teniente de Gobernador al Capitán Bartolomé Valero, "persona de mucha confiança y plática en el arte militar, y dejó proveída de munición e otras cosas necesarias para la defensa y sustento de la dicha ciudad". Prosigue luego aquel su viaje, y tras recorrer 100 leguas, el 17 de julio sienta sus reales en Santiago del Estero; "con mucho contento de toda la tierra. Sacáronme bajo palio, y aunque no quise entrar en él, recibíle para una iglesia pobre que ay en esta tierra" - le escribió el funcionario a su Rey -.
      "Traxe conmigo - sigue el caudillo - siete o ocho cavalleros conocidos como son don Pablo de Guzmán, hijo de Luis de Guzmán, Gobernador que fue de Popayán, con su muger e hijos; e don Fernando de Toledo Pimentel, sobrino de don Francisco de Toledo; e don Yñigo Ramírez, mi sobrino; e a don Francisco de Argañaraz (del cual procedo); e a tres hijos míos, con otros hidalgos muy onrrados. A don Pablo tengo ocupado en la plaça de Teniente General; e a don Iñigo daré la de Maese de Campo, por ser soldado; e a don Fernando de Toledo la de Alguacil Mayor; e a don Juan Ramírez de Velasco, mi hijo mayor, la de Alférez General; todos sirven sin salario, la comida yo se la doy y se la daré hasta que Vuestra Magestad sea servido mandarme licencia para que les pueda encomendar yndios".

      Estado de la región y primeras medidas de gobierno

      La provincia tucumana, a la sazón, contaba con cinco ciudades pobladas; Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán, Nuestra Señora de Talavera, Córdoba y Salta, "aunque ésta no tiene más que el nombre y un fuerte en que están 40 soldados con título de vezinos, sin que les sirviesen yndios de sus rrepartimientos hasta agora" - acotó Ramírez de Velasco en otro informe a Felipe II.
      Hay en toda la gobernación 200 vecinos encomenderos de indios - señala el informante - "toda gente pobre y umillde; ay pocos de los que las ganaron (a las encomiendas); vino luego gente del Perú y, por falta de otra gente, los Gobernadores pasados les repartieron los feudos que habían vacado". En aquellas ciudades "encontré más de sesenta doncellas pobres, hijas de conquistadores ... He casado hasta diez, y algunas con dos o tres repartimientos ... En Salta pienso cassar con los soldados que allí están dos docenas de ellas, y las demás en la primera ciudad que poblase. Cassé en el tiempo de mi govierno, que fuera ocho años, más de veinte donzellas guérfanas hijas de conquistadores, y les dí a algunas de ellas de mi hazienda" - estamparía Velasco en 1594 en su probanza de servicios.
      "Anse hallado algunos españoles culpados en el pecado nefando" - le comunicaba el Gobernador al Rey. "Vase procediendo contra ellos conforme a derecho; entre ellos uno de grados y corona (o sea clérigo de tonsura) a confesado el delito; pídelo la iglesia; no se lo he entregado ni entregaré hasta que lo mande a la Audiencia, adonde está remitida la determinación. En estas ciudades avía número de españoles amancebados a los cuales he desterrado dellas; algunos vienen a tomar estado ... al Obispo le ha dado poco de esto, e como conocen la cobdicia del Obispo, con dádivas le han tenido grato".
      Ese Obispo era Fray Francisco de Victoria, de la orden dominicana, "mal quisto en toda la tierra por su áspera condición". "Hallé - proseguía el Gobernador - gran falta de doctrina entre estos pobres naturales", y falta de sacerdotes "por los malos tratamientos del perlado". Había en Santiago dos conventos; el de La Merced, con solo un par de frailes y el de San Francisco con 6, entre ellos "Joan de Rivadeneyra, persona muy compuesta y de Buena vida y costumbres, amado de toda la tierra por el buen exemplo que ha dado a ella".
      "Tuve aviso que en los pueblos indios avía gran cantidad de hechizeros" - continúa el informe -. En consecuencia mandóse castigar a más de 40 idólatras superticiosos; mientras, por otra parte, el Gobernador promovía a la conversión y adoctrinamiento de los bárbaros mediante sacerdotes elegidos por él. También mandó a mi antepasado Mexía Mirabal sofocar cierta insurrección de indios en los cerros que rodean a San Miguel de Tucumán, soliviantados por un Juan Bautista Muñoz, descastado sujeto, el cual efectuó "el disparate" por que hacía "seis años que estaba amancebado con tres o cuatro yndias de los pueblos de su padre, e no hazía vida con su muger, e como entendió que yo avía mandado hazer ynformación de esto, e que a nadie perdonaba, e visto que le avía de quitar sus mancevas, acordó subirse al monte con ellas. A este hombre a bandeado (sacado coima) el Obispo desde que entró en esta tierra, e me dizen que le a dado su padre y él más ocho mill pesos (a Su Ilustrísima), que fuera mejor averle rrehprendido sus vicios y castigádole".
      "Esta governación tiene grandíssima necessidad de puerto a la mar" - le decía Ramírez de Velasco al Rey en 1586 - "e suplico ... de hazelle merced del puerto ... de Santa Fée del Río de la Plata (que "pobló Joan de Garay"), dende no, suplico ... se le de en la Torre de Gaboto, 25 leguas más adelante de Sancta Fée, e cincuenta más arriba de Buenos Ayres. Así mesmo están poblados en jurisdicción de esta governación dos ciudades por los governadores de Chille, como Sant Joan de la Frontera e la Mendoça, suplico ... mandarles den la obediencia a este govierno, pues están de la cordillera para acá, la qual divide las governaciones", requería con profética visión el funcionario.
      A los cinco meses de asumir el mando, Ramírez de Velasco le pide al Rey ordene el pago de sus salarios y le conceda los beneficios de las encomiendas de Soconcho y Manogasta; así como el servicio personal de los indios de dichos pueblos, tal cual lo disfrutaron los Gobernadores Pérez de Zorita, Cabrera, Abreu y Lerma. Esos asientos carecían de minas de plata y oro,pero en sus tierras pastoreaban algunos ganados y había chacras de trigo y maíz para dar sustento holgado y decoroso. Y en apoyo del mismo pedido el Cabildo santiagueño hizo levantar dos Informaciones (el 21-XI-y 2-XII-1586), en las que declararon los siguientes conquistadores; Bartolomé Sandoval, Juan Cano, Luis de Luna, Andrés de Herrera, Bartolomé Valero, Francisco de Carvajal y mis antepasados Alonso de Tula Cervín y Alonso de Cepeda.

      "A Dios rogando y patacones cobrando", buen lema sería para el Obispo

      Desde el primer momento de su gestión, Ramírez de Velasco en Santiago del Estero inició el juicio de residencia a su antecesor Hernando de Lerma y a sus oficiales. En esto estaba, cuando "un becino de Córdova" le trajo la noticia que "unos mensajeros de Buenos Ayres, que es puerto de mar", habíanle informado la peripecia ocurrida a dos barcos del Obispo Francisco de Victoria, abordados y robados a la entrada del Río de la Plata, por tres navíos corsarios ingleses. Ante este suceso, el Gobernador con presteza y a costa de su bolsillo, envió un hombre para dar cuenta del hecho a la Real Audiencia de Charcas y al Virrey en Lima, a fin de que "pusieran el remedio conveniente".
      Del Obispo Victoria - según opinión de Ramírez de Velasco en su correspondencia con el Rey - "su vida y exemplo no es de perlado sino de mercader", pues, dado de lleno a los negocios, tenía a sus feligreses "amedrentados con continuas excomuniones y malos tratamientos". Es que el afán de lucro y las empresas comerciales para su provecho exclusivo, caracterizaron la actividad de este poco evangélico mitrado, nacido en Portugal y de sangre judía. Consistían sus especulaciones exportar ganado y frutos de la tierra tucumana al Perú, cuyos lucros convertidos en barras de plata luego remitía al Brasil, por la vía de Buenos Aires, para de retorno importar negros esclavos y mercaderías; mientras, de paso, introducía al Tucumán, desde puertos brasileros, algunos padres jesuitas.
      A ese propósito, mandó el Obispo construir en Buenos Aires una fragata valuada en 4.000 pesos, que puso bajo el comando del capitán Diego Palma Carrillo, vecino de Córdoba. Llamábase el velero "San Antonio", que se alejó del fondeadero bonaerense el 20-X-1585 con destino al Brasil; a bordo su piloto y diez marineros, amén del Deán Francisco de Salcedo que conducía 30.000 pesos en barras de plata. Allá, en los dominios portugueses, los náuticos personeros episcopales compraron otra embarcación - siempre puesta bajo el amparo de San Antonio, desdeñador de riquezas y de tentaciones carnales -; y, después de permutar el argentino metal "por cosas de la tierra que eran menester; yerros, azero, calderas de cobre, bazías, peroles para hacer azúcar y negros" - 80 o 90 "piezas" -, "150 mil pesos de su Señoría y de particulares y muchos barriles de agengibre en conserva"; acomodáronse además seis pasajeros jesuitas con el correspondiente lote de ornamentos, libros, imágenes, estampas y vestuarios religiosos. Así rellenas, ambas naves zarparon para Buenos Aires.
      El 20-I-1587, día de San Sebastián, en la desembocadura del Río de ;la Plata, los vasos flotantes del Obispo - poco sagrados, por cierto - se topan con tres fragatas inglesas fuertemente artilladas. En menos que dura un credo, los herejes anglicanos - comandados, anota el historiador Ramón J. Cárcano, "por el famoso Tomás Candish" (sic, por Cavendish) - apresan y saquean a los barcos obispales, y después de echar mano a todo lo que traían - menos un poco de arroz podrido y otro poco de harina de mandioca - hiciéronse a la vela en dirección al sur, llevando consigo a las embarcaciones cautiva que abandonaron cerca del estrecho de Magallanes, con su carga humana a bordo.
      Según las referencias recibidas por el Gobernador Ramírez de Velasco, el Capitán de los corsarios ingleses llamábase "Roberto, y venían despachados por un Conde de Ynglaterra a la mar del sur en demanda de Baldivia, y con propósito de llegar hasta Panamá y quemar todos los navíos que encontrasen". Dicho Conde tenía "licencia dada por don Antonio, que se nombraba Rey de Portugal", cuya patente de corso estaba firmada en Londres y sellada con las armas portuguesas. (El tal Antonio, llamado "prior de Crato", aspiraba al trono lusitano y era hijo ilegítimo del Infante Luis, habido en una judía, Violante Gómez, alias "La Pelicana").
      A todo esto, los infortunados jesuítas (también impropiamente nombrados "teatinos"), junto a los agentes comerciales del mitrado Victoria, boyando a la deriva, "sin pilotos y sin velas y áncoras y cables", únicamente con "un poco de lastre y una poca de harina y cinco pipas de agua para ciento veinte personas" (los atacantes dejaron unos 60 o 70 negros que no pudieron llevar); "sin traer más que las camisas rotas sobre sus cuerpos", recalaron milagrosamente "con muchas lágrimas", en Buenos Aires. Y como final de aventura, el Obispo tucumano - incansable mercachifle - condujo el mismo al Perú aquellos 60 negros esclavos recibidos del Brasil, que desecharon los filibusteros britanos; al mismo tiempo que enviaba al norte 1.500 vacas, sacadas del Tucumán con permiso de la Audiencia. Su Ilustrísima encargó tal arreo a Fray Francisco de Cejas, que, en vez de pastor de almas, desempeñábase como excelente capataz de reseros; secundado por 24 indios y 12 o 15 frailes, que por movilizar dicha tropa vacuna dejaron cinco pueblos sin doctrina; con el agregado de que ese ganado lo sacó el Obispo Victoria haciendo falsificar la licencia correspondiente por un soldado de su servicio.
      Acerca de la conducta del nombrado pontífice, le escribió Ramírez de Velasco al Rey; "Después que estoy en esta governación, que a diez y nueve meses, no le he visto dolerse de las almas que abitan en estas pobres provincias, ni tratar la salvación dellas, ni de la suya, sino de sus yntereses y aprovechamientos. Como un mercader ha salido al Perú con sesenta negros que le traxeron del Brasil, y com mill y quinientas bacas que sacó de esta governación, con carta y sobre carta de Vuestra Real Audiencia de La Plata, y por no aversela querido dexar sacar sin ella, me tuvo muchas vezes descomulgado".

      La gran batida a lo largo del Valle Calchaquí

      Los indios diaguitas - calchaquíes, humahuacas, casabindos - constituían una amenaza permanente para la ciudad de Salta. Desde los tiempos iniciales de la conquista del Tucumán, la recalcitrante hostilidad de esos salvajes, según los casos, estallaba o permanecía latente. Núñez de Prado, Aguirre, Bazán, Mexía Mirabal, Zárate, Cabrera, - para citar solo a seis conquistadores de viso - esperimentaron la fiereza de los bárbaros, algunos en carne propia. Más de 200 españoles habían caído asesinados en las últimas tres décadas, por los flechazos, garrotazos y pedreas de aquellos aborígenes. Tras mortíferos alzamientos, cinco ciudades fueron arrasadas; Cañete, Londres, Córdoba Calchaquí, Nieva y San Francisco de Alava; sin contar los asentamientos que se despoblaron a causa de la rebeldía circundante; Barco II y las dos "San Clemente de la Nueva Sevilla", una en el valle Calchaquí y la otra en el de Salta.
      Frente a esta tremenda realidad, Ramírez de Velasco - esperanzado en resolver de una vez por todas esa cuestión de vital importancia - se dispuso a propinar a aquellos diaguitas indómitos un escarmiento ejemplar.
      Con tal designio, el Gobernador rompió la marcha desde Santiago del Estero el 16-I-1588, "con campo formado de españoles y estandarte Real", a la cabeza de 70 soldados y 200 indios, que "a mi costa - escribió el jefe - les dí póllvora y plomo e muchos cavallos, herraxe y armas". El 5 de marzo, llegó ese conjunto armado a Salta, donde hizo escala. Agregáronsele allí veintitantos vecinos y 400 indios amigos; de manera que "el exército" quedó completo con 100 o 95 combatientes españoles "bien adereçados", 800 caballos - 200 de guerra, "los demás de bagaxe y mantenimientos"-, 40 carretas y 600 indios auxiliares; con cuya fuerza Ramírez de Velasco dió comienzo a su campaña en el "balle belicoso".
      Iba, el Gobernador, en nombre del Rey, a enfrentarse con aquellos feroces vallistas, aunque dispuesto a "perdonarles lo pasado, conque vinieran en servidumbre y conocimiento de la Santa Madre Iglesia, con apercibimiento de que no lo haciendo se les hará guerra a fuego y sangre". En misión apostólica sumábase a la bélica empresa un soldado de Cristo: "llevo en mi compañía y por vicario de este campo - dijo Velasco - al Maestro Barzana, de la Compañía de Jhesús, ombre muy docto y de muy buena vida". Este virtuoso sacerdote - según el historiador jesuita Lozano - no pudo predicarles el Evangelio a los indios "porque entre el estruendo de las armas se dejan oír mal, de ánimos agrestes y salvajes, las verdades católicas".
      El primer "rrenquentro" con los calchaquíes tuvo lugar el 4 de abril en "Chicoana, qués el principio deste valle". Ahí Ramírez de Velasco prendió como 80 indios, sin necesidad de matar mas de 2 o 3; y los puso en paz. Luego, "valle arriba", se le sometieron muchos naturales, trayendo "maíz e yerva". En "Angastaco, donde está un fuerte del ynga", sus defensores también, tras corta resistencia, se rindieron a los cristianos; que seguidamente avanzaron hasta "Tolombones". Aquí recibió el Gobernador la sumisión del cacique Juan Calchaquí, por intermedio de un hijo y heredero suyo, que dijo llamarse "Silpitocle"; el cual prometió servir y obedecer a los españoles; pero Ramírez de Velasco, para mayor seguridad, lo conservó como rehén, llevándolo posteriormente a Santiago del Estero.
      Los expedicionarios continuaron la marcha por las serranías del sur, atravesando, entre otros, los dominios y asientos de "Anginahos", "Angirachao", "Añagay" y "Yucahas" (Yocavil ?), todos en el territorio de la actual Catamarca, siempre sofocando rebeldías y logrando someter a muchas parcialidades y caciques. Terminada la campaña, Velasco y sus efectivos volvieron a Salta, después de haber recorrido, durante 50 días, 35 leguas - 175 kilómetros -, a lo largo de los vericuetos orográficos del valle Calchaquí; desde Chicoana hasta Quiri Quiri (mas allá de Cafayate), "valle arriba y valle abaxo", incluyendo a Tolombones y Pulares. El Gobernador dejó puestas "en los pueblos de dichos yndios, cruces altas, y enseñó, hincado de rodillas besándolas, como de aquella manera avían de adorar".
      Esa batida en las montañas, refugio hasta entonces inexpugnable de 4.000 "guerreros muy belicosos", resultó un modelo de organización militar. Iniciada en pleno verano, "en la mayor fuerça de las aguas", se padecieron muchos travajos por los grandes rrios y pasos peligrosos que avía, a riesgo de vida, hasta llegar al dicho valle, caminando por ciénagas y cerros y tierras fragosas, y haciendo caminos nuevos"; ello "sin muerte de español ni yndio amigo". Y los expedicionarios, en su dilatada trayectoria de mas de 400 leguas - además de neutralizar por largo tiempo cualquier turbulencia diaguita de gran envargadura -, descubrieron minas de plata y rescataron cautivos como Alonso Ximénez, hijo de Juan Ximénez, vecino de Nuestra Señora de Talavera, que los salvajes retenían desde hacía 32 años; "y - apunta Velasco - dí a su padre que le tenía ya por muerto y andava en hábito de gentil" (es decir vestido de indio). Ximénez había sido robado de niño, "de suerte que era menester mostrarle a hablar la lengua española" - testificó el Capitán Hermoso Graneros.
      En la referida jornada, el jefe responsable, "travajó mucho haziendo oficio de Capitán y soldado y travajador, acudiendo a pié, y rrompiendo con sus propias manos los caminos para que los soldados le ymitasen y se animasen a la dicha conquista" - según declaración de Juan de Abreu, joven de 22 años, hijo natural del infortunado ex Gobernador don Gonzalo, que "se halló a todo esto presente".
      Seis meses había durado esa operación combativa, exploratoria y de allanamiento de aquellas quebradas rocosas, cuyas comarcas, después de todo, quedaron relativamente pacificadas, y con muchos de sus pueblos indígenas repartidos entre distintos encomenderos. Ramírez de Velasco dejó en la guarnición de Salta parte de su tropa, a las órdenes del Capitán Miguel García de Roxas, a fin de que prosiguiera la correría por ese distrito y el de Humahuaca y Casabindo; y con el resto de su hueste retornó victorioso a Santiago del Estero.
      Para que los levantiscos calchaquíes "estubiesen de ordinario en paz y ubiese seguridad de que no se bolbiesen a rebelar" - manifestó Juan de Abreu en la probanza de servicios de Ramírez de Velasco), "llevó consigo el dicho Governador al cacique principal de dicho pueblo Calchaquí, y le tiene consigo en la ciudad de Santiago del Estero, y le cristianó, siendo el dicho Governador y su mujer doña Catalina de Ugarte, compadres". El aludido curaca, que tomó el nombre "Juan" de su padrino, no era otro que el hijo del famoso Juan Calchaquí, llamado "Silpitocle" o 'Silpitorle" -; el Escribano Luis de Hoyos le menciona como "Sinipitopas". Ramírez de Velasco, por su parte, escribióle al Rey: "Al cacique principal del dicho valle traje conmigo a la ciudad de Santiago del Estero, donde gasté en bestirle de paño y seda mas de quinientos pesos, hasta bolberle a su tierra muy contento".

      Los encausamientos del ex Gobernador Lerma y de mi antepasado García de la Jara

      Entre tanto finiquitaba Ramírez de Velasco con "la larga y fastidiosa residencia del Licenciado Hernando de Lerma", su antecesor. Este fue condenado y despachado preso a España, donde apeló de la sentencia ante el Consejo de Indias. "Al Licenciado Lerma - comenta Fray Reginaldo de Lizarraga - unos le alaban, otros le vituperan; en cosa de justicia le tenía por buen juez; en otras, como desmandarse con palabras muy afrentosas contra los vecinos en presencia dellos, era demasiado. En seguimiento de su causa fue a España y miserabilísimamente y paupérrimamente murió en la cárcel de Madrid, sin tener con que se le dijese una misa, y por amor de Dios pidieron a la puerta de la cárcel, allí puesto su cuerpo para enterrarlo, a lo cual acertando a pasar por allí un religioso nuestro (dominico) de estos reinos llamado el presentado Fray Francisco de Vega, que le conocía ... ayudó bastantemente para que lo enterraran".
      Otros ruidosos procesos en los que Ramírez de Velasco tuvo que intervenir como Juez, fueron los incoados contra mi antepasado Jerónimo García de Jara, por sanguinario criminal, y contra un Antonio de Heredia, por traidor al Rey. Ambos resultaron condenados a muerte. García de la Jara (mi 12º abuelo) había asesinado a muchos indios y se le probaron "ocho estupros con yndias de su rrepartimiento y otros excesos y malos tratamientos". Su pena, firmada por su juzgador, lleva fecha 10-XII-1588. (Ver el el linaje del homicida, donde se transcriben íntegramente los documentos del proceso terrible y escandaloso). Empero, García de la Jara y Heredia lograron escapar de la justicia recluídos en sagrado bajo el amparo del Obispo Victoria, quien les salvó la vida, llevando después a los dos reos con él a Europa.
      El prelado, como le escribiría más tarde Ramírez de Velasco al Rey: "en diez días que estuvo en esta ciudad hizo mill agravios a todo género de gente por llevarse sus haziendas"; y los antedichos criminales "anse faborecido por el Obispo ... con el cual tengo aviso van a España". Otra era la opinión de Fray Reginaldo de Lizarraga, visitador de los dominicos, respecto a Monseñor Victoria: "de nación portuguesa - escribió -, fuimos novicios juntos; varón docto y agudo; fuese a España donde murió en corte e hizo heredero a la Magestad del Rey Felipe Segundo de mucha hacienda que llevó, y loablemente lo hizo asi". De tal suerte las afortunadas especulaciones mercantiles del diocesano de Tucumán vinieron, a la postre, a favorecer al Rey de España.

      Quejas, exploraciones, descubrimientos y fundación de "Todos los Santos de la Nueva Rioja" y de "Madrid de las Juntas"

      El 15-XII-1588 Ramírez de Velasco le formulaba a su Monarca esta queja: "La Audiencia de La Plata acude tan mal a mis negocios que me ha sido forsoso el enbiar a ella a mi muger e dar quenta de las cosas desta tierra, y de la nescesidad que padesco a causa de no tener yndios de servicio, y averme quitado a Soconcho y Mano gasta que ha 40 años sirben a mis antecesores, y no averme pagado mi salario en la caxa de Potosí". Las aludidas encomiendas distaban; Manogasta a unas 6 u 8 leguas de Santiago del Estero, río por medio después de Taumagasta, y Soconcho no muy lejos, a la vera del río Dulce.
      El Gobernador - según declaración de Hernán Mexía Mirabal en la probanza de servicios de aquel - "tuvo nueba que avía unas minas de plata que labraba el ynga en un cerro muy alto, que está sobre el valle de Salta, para lo cual, dende la dormida que está doze leguas del dicho pueblo de Salta, envió personas entendidas de minas para que le traxesen metal dellas". Y otro testigo, el vasco Andrés de Iragorre, dice que no solo se descubrieron minas argentíferas en jurisdicción salteña, sino también en "Pacina", término del valle de Londres, y en otras partes halláronse minerales de oro.
      En ese tiempo, ya vencido el plazo de cinco años que establecía su nombramiento, el mandatario tucumano llegó a enterarse que Felipe II había designado para reemplazarle a Agustín de Ahumada - hermano de Santa Teresa, el cual murió antes de hacerse cargo del puesto. La inminencia de su relevo, impulsó entonces a Ramírez de Velasco a acelerar los preparativos destinados a emprender otra importante y peligrosa jornada, cuyo resultado dotaría a la provincia de su mando con una nueva población en los confines diaguitas, que aumentaría la fama de su gestión gubernativa.
      Al efecto, en 1590, organizó la expedición a los valles de "Sanagasta y Yacampis", tierras jamás holladas por cristianos. Púsose el Gobernador al frente de "60 hombres españoles y muchos naturales amigos, y más de 500 caballos y 22 carretas cargadas de mantenimientos y municiones" (84 caballos y 8 carros "a mi costa", precisa el Caudillo), y de un arreo de "más de 4.000 cabezas de carneros, cabras, ovejas y bueyes"; con cuyos elementos, "a fuerza de brazos, talando montes y abriendo caminos", el Jefe sujetó primero a servidumbre a más de 20.000 indios circunvecinos, para rematar la hazaña en dicho valle, "con acuerdo e parecer de los Capitanes e soldados", fundando la ciudad de "Todos los Santos de la Nueva Rioja", el 20-V-1591, como lejano homenaje a su Rioja natal.
      Se hallaban ese día en torno del Fundador, el Maestre de Campo Blas Ponce, el hijo de aquel Juan Ramírez de Velasco, que iba como Alférez Mayor de la tropa y - entre otros Capitanes - mis antepasados Juan Ramírez de Montalvo sobrino del Gobernador, Gonzalo Duarte de Meneses y Alonso de Tula Cervín. De ello dió fé el Escribano Luis de Hoyos en el acta correspondiente; y de que el Caudillo de dicha hueste "alçó el rollo e árbol de justicia, e nombró alcaldes e corregidores, cavildo e justicia e rregimiento, e señaló e dió solares e quadras a los pobladores, e mandó hacer un fuerte alto, con sus cubos en dos esquinas". Así, dentro de ese ámbito solitario, quedaron instalados 50 vecinos encomenderos a las órdenes de Blas Ponce, a quien se le confió el sostenimiento de la población, con rango de Teniente de Gobernador.
      Ya de vuelta en Santiago del Estero, Ramírez de Velasco en uno de sus periódicos informes le comunica al Rey que "abiendo acontinuado y entendido en las continuas muertes y rrobos que los indios lules hazían , entre la ciudad de Nuestra Señora de Talavera y Salta, poblé en medio del camino, a 22 leguas de cada ciudad, la Nueva Madrid, en la cual hay 36 vecinos", y mediante tal población se aseguró toda la tierra.
      Efectivamente, se trataba de la fundación de la "Villa de Nueva Madrid" o "Madrid de las Juntas", denominada así por ubicarse " en las juntas de dichos caminos, entre Salta y Talavera de Esteco". Tal asiento lo estableció, por orden de Velasco, el 2-II-1592, "día de la Purificación", el Capitán Jerónimo Rodríguez Macedo; donde el río las Piedras desagua - "se junta" - sobre el Salado; allí - precisa el Padre Lozano - "se encontraban ("juntaban") los dos caminos que de Esteco y San Miguel de Tucumán iban a Salta". Años más tarde, refundiéronse las ciudades de Nuestra Señora de Talavera de Esteco y de "Madrid de las Juntas", en un nuevo emplazamiento distante 3 leguas de esta última villa.
      Ramírez de Velasco, luego de establecida "Madrid de las Juntas", resolvió volver, desde Santiago del Estero, a aquella "Nueva Rioja" que dejara poblada, "a conquistar e allanar los indios que no habían dado la paz, e al descubrimiento de la gran noticia que había de que en los cerros llamados Famatina, había mucha cantidad de minerales de plata, e que se labraban en tiempo del Inga, e así mesmo que había minas de oro e azogue" - según lo consignaba por escrito el Notario Luis de Hoyos.
      El 18-II-1592, pues, salió el Gobernador a conquistar Famatina al mando de 40 o 50 españoles, un nutrido conjunto de indios amigos, 230 caballos y 20 carretas - 8 de estos vehiculos y 40 caballos "míos" -, dijo Velasco. Y, luego de hacer estación en La Rioja, "descubrí las minas de plata que en el dicho de Famatina ay, que son muy rricas, e para enterarme de su riqueza envié a la villa de Potosí 250 leguas, por azogue, e hize ensayes que prometen grandíssima riqueza" - le informó el propio descubridor a su Soberano Felipe II.
      Después de descubierto ese socavón metalífero, el 23 de abril, "salió su señoría del dicho lugar" - la referencia es del Escribano Hoyos - en busca de "la entrada al Valle de los Capayanes" (hoy la localidad de Vinchina), y desde allí, rumbeando al sur, recorrió la tierra hasta los límites con Chile; y pasó por San Juan y Mendoza, para retornar más tarde a La Rioja, haciendo la guerra a los naturales de los llanos". (Sierra de los Llanos, en la parte meridional del actual territorio de esa última provincia).
      En tales jornadas acompañó siempre al Gobernador su hijo Juan Ramírez de Velasco, de veintitantos años, con el cargo de Alférez Mayor; "el qual - son palabras de su padre - asistió a todo lo suso dicho, y por el mucho trabajo en cien guaçabaras, debido al pesso de las armas, vino a morir molidas las entrañas". El testigo Baltasar de los Reyes declaró, a propósito del muchacho, que "cansado y molido de los trabajos de las dichas jornadas se le rrecreció una enfermedad, de que murió". Y el Capitán Hermoso Granero lamenta la muerte de un "mancebo de tan buenas esperanças que era de todos muy querido".

      El espejismo fascinante de "los Césares", "Trapalanda" o "Linlín"

      Ramírez de Velasco, a poco de llegar a su gobernación, quedó obsesionado por la idea de descubrir la fabulosa ciudad de "los Césares", "Trapalanda" o "Linlín", y las regiones - "Talán" y "Zuraca" - que se interponían a aquellos anchos espacios perdidos de la Patagonia, donde la leyenda narraba que el soldado César y varios compañeros, desde el Fuerte, Sancti Spiritus de Gaboto, en el río Paraná, alcanzaron el otro lado de las montañas tucumanas y, contra la cordillera de Chile, descubrieron una provincia muy poblada opulenta de oro y plata.
      Nuestro gobernante - menos fantaseoso que su antecesor Abreu -, en vez de precipitarse al sur, en pos de la anhelada quimera, mandó recoger noticias acerca de una supuesta comarca que, a 70 u 80 leguas de Córdoba, "se llama el valle de Talán y Çuraca, en que dizen ay yndios vestidos y bien tratados y tienen oro y plata y otras muchas cosas y ganados, y para que su Magestad Real sea informado de ello, mando que los testigos que se recibieren juren y declaren por lo suso contenido ...". En consecuencia, el 18-II-1587, se llevó a cabo dicha Información en Santiago del Estero, ante el Escribano Alonso de Tula Cervín - mi antecesor -, con el siguiente resultado:
      El testigo Cristóbal Hernández, natural de Coimbra, reino de Portugal - que poco antes había llegado de Chile -, dijo que ahí "se tiene gran noticia de la dicha tierra", y que cuando el testigo descubrió con Alonso de Sotomayor el camino de Buenos Aires a Mendoza, llevó un despacho para el hermano de éste, Luis de Sotomayor, y "llegó a un rrío que se dice rrío quarto, que es en términos de Córdova", donde "tomó yndios e yndias de la dicha provincia de Talán, que le dieron relaçión de la dicha tierra, gente y trato". Juana, "yndia de su servicio deste testigo", y otro indio llamado "Pelán", le dijeron que en "Talán y Çuraca ay gran suma de yndios poblados en pueblos grandes, junto a una laguna y un rrío; que todos andan vestidos, es gente de rrazón, y que tratan con oro y plata, y hazen sementeras y cojen mucha comida, y tienen muchos carneros de la tierra, de los que en el Pirú sirven de llevar cargas (llamas?), y que también se sirven de otros animales ... que tienen los cuernos bueltos las puntas para atrás, por lo qual colige este testigo que deben ser búfanos, y que dizen que son los machos negros y las hembras blancas, y que tienen lana blanda de que haçen muy fina ropa ... y hay un cacique muy grande a quien todos obedecen ... y tienen minas de oro y plata". Entiende el declarante "son yndios de los yngas del Pirú, que se huyeron y se fueron allí"; y como oyó decir es gente belicosa "serán menester quatrocientos o quinientos hombres armados para conquistallos". Que tales indios "tienen jarros de plata y de oro con que beben, de hechura de qubiletes, y otras pieças de plata, y que las labran entre ellos ... y que también dizen que tienen esmeraldas ... que traen las mugeres por çarcillos engastonadas en oro y plata". Hernández oyó comentar a la india Juana "que más allá desta buena tierra que se dice Çuraca, están una gente que son españoles, y que andan por allí perdidos, y que son muchos ... que andan ya bestidos de yndios con camiseta y çaragüel, y que tienen unas espadas biejas de yerro sin bayna, que tienen barbas largas y están rrebueltos con los naturales y casados con yndias ... y tienen hijos y las cassas muy grandes". Decíase que esos cristianos perdidos "an salido algunas veçes a buscar a otros españoles", pero, "enllegando a Çuraca ... los yngas les hazen guerra y les matan gente, y se buelben a sus pueblos, por que no tienen fuerça para pasar adelante". Hernández en Chile oyó decir "a personas españolas de las antiguas, que en tiempos pasados el Obispo de Plasençia enbió una armada al estrecho, y que della se avía quedado o perdido un navío con mucha gente en la costa, y que estaba perdida, y que el Capitán de la dicha gente se llamaba Quiróz, y era muy biejo". El testigo "quiso benir a dar aviso al ... Governador Jhoan Ramírez de Velasco ... para que por estar más çercana esta governación de la dicha tierra, haga ... descubrimiento y poblaçón ... y aquella pobre gente española perdida sea consolada, y ellos, y los naturales yndios, sean ynstruídos en nuestra santa fee cathólica".
      La india "Juana Upina" que parecía de 17 años, más o menos, por intermedio del intérprete de su lengua, Julián Fernández, natural de San Juan de la Frontera, "dixo que es natural de un pueblo que se dize Omora junto a Talán"; que su amo Cristóbal Hernández "la hizo abautizar y tornar xrisptiana'; que en Talán "ay muchos yndios ... y cerca del dicho valle está otra poblazón de Çuraca, donde ay muchos más yndios ... que laban oro en bateas y lo sacan de unas cordilleras coloradas, y les a visto esta testigo, traer oro y plata labrada en vasos ... y cucharas de plata ... y sortijas de oro ... y tijeras y cuchillos de plata ... y el cacique ... trae una corona de oro en la cabeça, con una borla en ella que cae en medio de la frente". Los indios de Talán le dijeron a Juana que los de Zuraca "bieron unos xripstianos que andan por allí perdidos y questán lejos de allí poblados ... que tienen zaragüelles y camisetas de yndios ... y son barbados, y que esto que dicho tiene le a dicho a Xristoval Hernandez, su amo".
      El indio "Pelán", "ynfiel", dijo - a través de intérprete - ser del pueblo de "Tocote", junto a "Talán", y declaró lo mismo que su amo y la india Juana, acerca del oro y la plata de los naturales de Zuraca, y que oyó decir "lo de los españoles perdidos entre los yndios".
      Y oídas esas informaciones, Ramírez de Velasco mandó sacaran traslado de ellas para enviarlas al Consejo de Indias, y le advertía (19-II-1587) a ese organismo, "que estas provincias de Indias son las que tienen mas fama de oro y plata y esmeraldas y otras rriquezas ... y que son las provincias de Indias que, por otros nombres de esta governación y Reyno del Pirú y Chille, llaman las provincias de Trapananda, y otro nombre la provincias de Linlín, y por otro nombre la de Çésar, y que esta es la que fue a buscar el Governador Gonçalo de Abrego, su antecesor; y llaman de Çésar, porque un soldado llamado Çésar, con veynte o treynta soldados, yendo por caudillo del Capitán Gaboto, la descubrió por el rrío que llaman de Talamochita, que entra en el rrio de la Plata, y della sacó una esmeralda, como media lima, que dize la vendió después en Cartagena por cinco mill pesos". Todo esto mostraba la conveniencia de mandar una expedición de 400 soldados, "con sus arcabuzes y cotas", al comando del propio Gobernador informante, a fin de "cobrar y rrestaurar aquellos españoles ... perdidos que quedaron por allí del armada que el Obispo de Plasençia (Gutierre de Cárdenas) envió al estrecho" (de Magallanes).
      Dos años mas tarde, el 13-VII-1589, se mandó levantar otra Información a los mismos efectos, en la que declararon:
      El "muy Reverendo padre fray Reginaldo de Liçiarra" (Lizárraga, de 51 años de edad), quien dijo, que estando él de Vicario en el Reino de Chile, "abrá çinco años", oyó decir a soldados que fueron con el General Lorenzo Bernal al descubrimiento de unas minas de plata en la cordillera "nebada", que hallaron "yndios algarroberos", y uno de ellos "que avía estado en Chille, en la ciudad de Angol", y sabía hablar castellano, les dijo que "como treynta jornadas de allí estavan, a la rrivera de un rrio, poblados otros hombres como nosotros, a los quales avía visto". Y Lorenzo Bernal le dió al indio una carta a fin de que se la llevara a esos cristianos españoles. También el fraile Lizárraga había oído decir a un soldado llamado Juan de Miranda, que fue en la armada del General Diego Flores Valdés y de Pedro Sarmiento de Gamboa, destinada a poblar el estrecho de Magallanes, que este último, al saltar a tierra con 70 hombres, antes de entrar en la boca del estrecho, le salieron al encuentro "onze o treçe yndios de grandes estaturas, como medio gigantes, y el capitán que benía delante bestido de blanco, todos con sus arcos y flechas", y llegando al dicho Sarmiento les hablaron "en nuestra lengua" española estas palabras: paz, paz Jhesús, María, capitán, capitán; y quando dezían estas palabras, capitán, capitán, señalaban con los dedos la tierra adentro, dando a entender que los que les enseñaron aquellas palabras estavan la tierra adentro". En cuanto al informante de fray Reginaldo, el dicho Juan de Miranda, residía, a la sazón, en el Perú, y le suministró a aquel estas noticias a tres leguas de Talina, cuando el visitador de los dominicos venía al Tucumán.
      Tres días después compareció a declarar en la probanza el reverendo padre jesuita Alonso Barzana, de 59 años de edad, y dijo: que estando "avrá dos años en la çiudad de Córdova ... oyó allí contar, según cree, al Capitán Gaspar de Medina, vezino de la çiudad de San Miguel de Tucumán, que hera allí Teniente de españoles", que en aquellas tierras del sur había compatriotas cristianos "como encarçelados", que deseaban abrirse paso hacia el norte. Al efecto Medina salió en una expedición "buscando xrisptianos", y "después de aver andado mucho tiempo hallaron en el camino muy grandes lagunas de agua e de muchas leguas, las quales aunque probaron a bençellas no pudieron". Y oyó decir el padre Barzana "que por aquellas tierras, donde estaban los dichos xrisptiano ... avían grande suma de yngas de los del Cuzco, que se avían rretirado allí, o de Chille o de otra parte donde estaban, y que hablaban la lengua del Cuzco". Esto lo decían diversas personas en el Perú, así religiosos como seglares, y hacíanse lenguas "de la ynnumerable gente y rriquezas que hay en Linlín, y que están pobladas en una laguna a usança de México, y que es grandísimo rrey aquel de Linlín, y que es Ynga, y que trae en campo hordinariamente, quarenta mil combatientes". Instaba el jesuita Barzana llevar a cabo la conquista de esa comarca, para dar sacramentos y asistencia religiosa a aquellos españoles perdidos de tantos años atrás, y a sus hijos, y convertir los referidos "yngas" al catolicismo.
      Después compareció a prestar testimonio, ante Ramírez de Velasco, mi antepasado Alonso de Tula Cervín, de más de 48 años de edad (nació por 1541). Manifestó que cuando estaba de Escribano entre los indios de "Chuquioma", en la frontera de los chiriguanos, era cura de aquel valle el clérigo Francisco Hidalgo, el cual había sido Vicario general en la provincia del Tucumán, y le oyó comentar a éste que los españoles "de la armada del Obispo de Plasençia, don Gutierre de Cárdenas Carvajal, avían quedado arrinconados en la costa que dize el auto"; que pretendieron correrse a la ciudad de Córdoba en busca de españoles; y el padre Hidalgo le oyó decir, en Santiago del Estero, al conquistador Blas Ponce, "que los dichos españoles andaban de una parte a la otra, caminando para topar con xrisptiano, y que llevaban cruçes en las manos y traían espadas de hierro negro". También algunos indios reducidos en Córdoba le contaron a Tula Cervín que "a distancia de çien leguas, poco mas o menos de su tierra, está una gran poblazón de yndios yngas poblados en una gran laguna ... y que son muy rricos, porque sirven en bajilla e piezas de plata y oro ... y a estos yndios llaman çésares, por un soldado llamado Çésar, que por orden del Capitán Gaboto llegó a ellos con veynte hombres por un rrio llamado Calamochita, que entra en el rrío de la Plata ... y que los naturales de esta tierra la llaman Linlín y por otro nombre la Trapananda ... e a oydo dezir (el declarante) al Capitán Blas Ponze y a otras personas que eran los que estavan poblados en Londres, desta governación de Tucumán", que los Incas de Linlín "cobraban en oro y plata sus tributos ... sacados de las minas deste Londres" (Famatina?); y que los "Yngas", pletóricos de riquezas, "se retiraron a lo que agora llaman Çésares o Linlín". Tales referencias las recogió en su tiempo Almagro, cuando fue a Chile, y las repetía Pedro Sotelo de Narváez en Santiago del Estero, relatando una expedición que envió Valdivia al mando de Jerónimo de Alderete, hacia aquellas regiones de la cordillera nevada. Y "abrá quinze años oy dezir en los Charcas al Liçenciado Matienço - concluye mi antepasado Tula Cervín -, que con mill hombres que enbiase Su Magestad ... podría fáçilmente acavar la guerra de Arauco" y descubrir y conquistar esa incógnita "parte de la cordillera".
      El 19 siguiente declara Gaspar Medina, de 59 años de edad, y expone "que abrá once años, más o menos, oyó dezir ... en la ciudad de La Serena de Chille y en la de Santiago, por público y notorio, que por noticia de yndios se dezía que avía españoles poblados, en mucha cantidad, a las espaldas de la çiudad de la Villarica y Baldivia"; que esos pobladores debían de ser los de la armada del Obispo de Plasencia; y que también había "yndios bien bestidos y peinados, y que los llaman Yngas, y que era mucha gente que están poblados deste lado de la cordillera grande, que está entre esta governación de Tucumán y la de Chille, hazia las dichas sierras, y que avía allí una laguna muy grande".
      Pedro Sotelo de Narváez, a su vez, declaró que estando el en el Perú, se topó con un soldado veterano de la conquista de Chile, llamado "Banda de Aguilar", y le dijo que Jerónimo de Alderete había hecho una entrada con 80 soldados escogidos a caballo, y pasando la cordillera, se encontraron unos valles muy grandes, poblados de mucha gente, que tenían vasijas de oro y plata; y Aguilar se internó con uno de los escuadrones a pelear con los indios, y después de cruentas batallas, se retiró sin poder seguir adelante, hacia esas provincias de Linlín o de Trapalanda. También Sotelo de Narváez le oyó decir a Lorenzo Suárez de Figueroa, que cuando era Teniente de Gobernador de Córdoba tuvo noticias por indios comarcanos "de aquella tierra, que avía muchos españoles biejos abeçindados, y que tenían hijos y mugeres, y que se servían de animales de muy grandes orexas y poco cuerpo, figurando por la señas estos animales asnos ... y que avían intentado tres veces pasar al reyno de Chille, y no avían podido por la cordillera, y que aora quince años avían yntentado benir a estas provincias, y que se avían buelto por aver topado con unas grandes lagunas o rrios. La propia noticia le dió a este testigo el Gobernador Gonzalo de Abreu, quando volvió de la jornada e descubrimiento de Linlín, que intentó hazer, y que se avía buelto por hazer demasiado frío y aver tenido noticia de que le benían a tomar rresidencia; que allí estaba escondido un pedaço de tierra muy rrica, así de gente como de metales", y la gente era española, sin duda de la armada del Obispo de Plasencia.
      Seguidamente se le tomó declaración a Gabriel Moya, de 40 años de edad, quien oyó hablar en Chile "que de la otra parte de la cordillera avía gente barbuda (los indios eran lampiños) que dezía ser españoles", etc, etc. Luego (6-VIII-1589) fray Reginaldo Lizarraga amplió su anterior testimonio, señalando como a uno de sus informantes, a Juan de Espinosa, vecino de San Miguel de Tucumán, que vió en Santiago de Chile, en casa de un fulano de Escobar,un indio "puelche", el cual le dijo que "siendo muchachón, avía pasado la cordillera hazia la mar del norte, y avía llegado a un rrío grande, de la rrivera del qual estavan poblados españoles, que andaban bestidos como andan los españoles, y entre ellos avía dos frailes de la horden de San Francisco"; y - opinaba el puelche - "que si quería el dicho fulano Escobar yr allá, quél le llebaría, pero que avía menester muchos españoles, porque en el camino avía gran cantidad de yndios ... y tenían los españoles (aislados) dos capitanes que se llamaban Juan de Quirós y Pedro de Quirós", etc, etc. y sin duda eran los náufragos de la armada del Obispo de Plasencia.
      El 24-VIII-1589 depuso en autos el venerable Escribano Jerónimo Vallejo (de más de 70 años) y dijo: que tres décadas atrás le oyó decir a Jerónimo de Alderete, que venía de Adelantado para Chile (a quien acompañaba Vallejo en el viaje en que aquél murió en el Caribe), que "a la otra parte de la cordillera de Chille, corriendo a la mar del norte ... avía gente española que se avía quedado allí, que benía en la armada del Obispo de Plasençia". Esto se lo repitieron a Vallejo en Lima, así como la leyenda fabulosa de la "jornada de la sal y Trapananda y notiçias de Çésar". Ello lo determinó a acompañar al Gobernador Juan Pérez de Zorita al Tucumán, "abrá veinte años"; y salido del Perú llegó hasta las provincias de Chile y las ciudades de La Serena y Coquinbo, donde un soldado, "fulano Alvarez de Luna contó mucho bien de aquella jornada". Y muchos soldados pensaban acompañarlo a Zorita trás la cordillera, para después rumbear de allí para los Césares. Y vió Vallejo a un Alonso Torres, vecino de Coquimbo, que le propuso a Zorita emprender dicha expedición, ofreciendo gran cantidad de ganados y otros bastimentos.
      El 5 de abril anterior se le había tomado testimonio al Capitán Blas Ponce, el cual dijo que en tiempos del Gobernador Castañeda un indio llamado "Jofre", que "avía venido del Río de la Plata, de un pueblo que llaman Coronday (Coronda), le dió al Gobernador la noticia de los muchos españoles que, varias jornadas arriba del Río de la Plata, se avían emparentado con los naturales de la tierra, que les havían dado muchas mugeres, en las quales avían avido muchos hijos, y que tenían gran suma de meztizos y meztiças, y que tenían muchos cavallos y arcabuzes". El indio aquel decía que su padre "le avía contado avían estado en su pueblo de Coronday un Capitán llamado Sebastián Gaboto, el qual avía hecho un fuerte, donde se recogía él y su gente, y que este Capitán avía enviado otro con gente la tierra adentro, hazia Buenos Ayres, al qual llamaba fulano Çésar"; que César se internó en la tierra hacia la cordillera de Chile, donde vió las maravillas y fantasías que sugestionaban a tantos conquistadores entonces; con aquellas opulencias y esos hispánicos náufragos del Capitán Quirós desamparados. El Gobernador Castañeda intentó reclutar hombres para acometer tan atrevida exploración. En adelante - seguía recordando el deponente - en el tiempo en que vino a mandar Francisco de Aguirre (ancestro mío) tuvo noticia de aquellos "españoles perdidos y de grandes poblaçiones de naturales y rriquezas que descubrió Çésar"; y en pos de ellas quiso proyectarse, más - como es sabido - se amotinaron sus soldados a 50 leguas de Santiago del Estero, y el jefe fue prendido y llevado al Perú a que lo juzgara el Santo Oficio. Jerónimo Luis de Cabrera (otro genearca de mi sangre) tuvo asimismo deseos de hacer esa conquista alucinante, y por eso - según Ponce - fundó la ciudad de Córdoba como punto de arranque. Parece que a Cabrera lo animaba mucho a realizar la empresa un vasco francés, "Ybaceta", de 85 años, que murió en Córdoba, el cual decía haber navegado por el estrecho de Magallanes en un navío de Francia que se dirigía a las Molucas, y allá en los mares del sur se encontró con la armada del Obispo de Plasencia "desvalijada", y supo que un barco del mitrado habíase destruído, dejando a su numerosa tripulación en tierra. Recordó Ponce, que Gonzalo de Abreu, más tarde, transitó distancias con 50 hombres en busca de Trapalanda, pero su hueste, desalentada por los sufrimientos y combates con los indios, no quiso seguir adelante. Conoció Ponce también un soldado que entró al Tucumán con Diego de Rojas, llamado Pedro Clavijo, "que descubrió la gran noticia de la mucha gente de naturales y gran rriqueza que avía en la dicha jornada de los Çésares". Rojas pensó lanzarse a la aventura, pero le mataron los indios desbaratando a sus soldados. Afirmaba dicho Clavijo - andaluz sería - haber conocido a un tal "Quiterio", vizcaíno, compañero del Capitán César, quien, "en secreto", le habló de las extraordinarias riquezas en medio de las cuales vivían los habitantes legendarios del país de referencia, poblado por los "Yngas" del Perú en la cordillera nevada; y el mismo relato lo oyó Ponce en boca de cierta india Isabel, "agüela de un hijo de este testigo".
      Por otra parte, el 29-VIII-1589, en San Miguel de Tucumán, el Capitán Gaspar de Medina, Teniente de Gobernador de esa ciudad, le tomó declaración al vecino Juan de Espinosa, de 60 años de edad, quien dijo que él había entrado al Reino de Chile con el Gobernador García Hurtado de Mendoza; que en tierra chilena estuvo diez años, en cuyo lapso el Gobernador Mendoza envió a un fulano "Ladrillero", con alguna gente, en navíos al estrecho de Magallanes. Que "Ladrillero", al volver atravesó el valle de Arauco, donde se hallaba el Gobernador en campaña, y los soldados que venían con aquel contaron que junto al estrecho había gente que tenían cruces y nombraban a Jesús - según lo escuchó el propio Espinosa de un tal Roberto y del Capitán Peñalosa y de Diego Pérez y otras personas principales; y algunos indios prisioneros les informaron acerca de aquellos "xrisptianos" aislados, etc, etc. Asimismo en tiempos del gobierno chileno de Rodrigo de Quiroga, unos indios puelches de Alonso de Escobar le hablaron a Espinosa del "Ynga" que llamaban "el Rey Juan", y del Capitán de los españoles Quirós, y de un fulano Enriquez, que era de los que se perdieron en la armada del Obispo en las proximidades del estrecho magallánico, "que se avía benido en un barco a otro navío que bino a parar a Los Reyes" (Lima), y allí con "las tablas del dicho navío se hicieron las puertas de las cassas rreales y lo que dicho tiene es público y notorio".
      En San Miguel de Tucumán declaró además Juan Artaza, de 55 años, quien manifestó que estando en Chile, veintitres años había, poco más o menos, "en la posada del General Juan Jofre, los Capitanes Alonso de Córdoba, Alonso de Reynoso, Miguel de Velasco y otras personas, le mostraron una espada que decían era de los indios puelches, que la habían rescatado, antes de venir de mano en mano, y que fue de "los xrisptianos de la armada del Obispo de Plasencia".
      Tal el tenor de las declaraciones que resumimos de la caratulada, en 1589, "Probanza de la gente española que vino en la armada del Obispo de Plasençia, abrá sesenta años, al rrescate de los yndios malucos por el estrecho de Magallanes, fecha por mandado de Su Señoría el Governador Juan Ramírez de Velasco, Capitán General y Justicia Mayor de la provincia de Tucumán; trata de mucha suma de yndios y riqueças de oro y plata y esmeraldas y de otras muchas cosas; ba çerrada y sellada" - al Consejo de Indias.
      "Tengo gran noticia de una provincia que llaman los Çéssares, corre de norte a sur desde Córdova hasta el estrecho de Magallanes - le había escrito Ramírez de Velasco al Rey el 10-XII-1586 -, e así mesmo la tengo de que ay gran suma de gente, e que ay grandes rriquezas de oro; es entre Chille e la mar del norte, e a las espaldas de Arauco ... sin que a Vuestra Magestad le cueste un pesso me ofrezco a hazer esta jornada, siendo servido darme título de Adelantado della, e la dézima parte de los yndios que se ganaren, e dos ábitos de Santiago, uno para mí e otro para mi hijo mayor".
      Empero, otras urgencias - que no la ilusoria jornada al país de los Césares - reclamaron sucesivamente, según vimos, la acción del Gobernador del Tucumán; la conquista de los valles Calchaquíes, Sanagasta y Acampis; el asentamiento de la ciudad de La Rioja, en este último punto; el de "Madrid de las Juntas" en el camino a Salta; y la exploración del cerro de Famatina.

      Ultimas disposiciones tomadas por el Gobernador de esta historia

      Después, desde Santiago del Estero, Ramírez de Velasco despachó al Capitán Pedro de Lasarte con más de 70 hombres a conjurar una rebelión de los indios del Chaco Gualamba que querían aliarse con los chiriguanos; dándole encargo a ese jefe de poblar allá una ciudad que debía llamarse "Nueva Logroño". Más Lasarte no lo pudo hacer "por el rigor del invierno"; y el proyectado reducto a levantarse en la chaqueña selva quedó en nada al ser relevado nuestro Gobernador.
      También el 19-IV-1593, por mandado de Ramírez de Velasco, mi lejano abuelo el Capitán Francisco de Argañaraz y Murguía, con 40 soldados, fundó la ciudad de San Salvador en el valle de Jujuy, "donde al presente - escribió el mandante en 1594 - hay cinquenta hombres". (Los detalles de esa histórica empresa se consignan en el capítulo que dedico al linaje de Argañaraz de Murgía).
      Otra población se aprestaba a establecer Ramírez de Velasco, por intermedio del Capitán Gaspar de Medina; "Nueva Sevilla", a 50 leguas de Córdoba, en el Río Quinto, con miras a ir descubriendo el camino para llegar hasta el estrecho de Magallanes, y conquistar la ciudad de los Césares y tomar contacto con los cristianos que se suponía sobrevivientes, en las misteriosas regiones del sur, de la armada del Obispo de Plasencia. Estos preparativos ocupaban al Gobernador, cuando recibió aviso de su reemplazo; "y ansí se dexó de conseguir esta jornada tan ymportante".
      Ocho años había durado el fructífero gobierno de Ramírez de Velasco. Durante ese lapso - además de las ciudades que fundó, o mandó fundar, de las campañas emprendidas a fin de poner a los indios en paz y de las disposiciones progresistas de bien común y de moralidad pública que tomó - se instalaron en el Tucumán esos extraordinarios evangelizadores que fueron los jesuítas; así como llegó de Lima, a pié, al territorio de su mando, San Francisco Solano, apóstol franciscano, dechado de bondad, visitador de enfermos, consolador de afligidos y catequizador de infieles con sus milagros y su violín maravilloso. Dijo verdad el Cabildo santiagueño en 1586, cuando le pidió al Rey no remover al Gobernador y concederle el disfrute de las encomiendas de Soconcho y Manogasta, pues Ramírez de Velasco "está governando con vida onesta, vedando lo contrario, y usando de yntérprete de ygualdad va desarraigando los viçyos y ordenando buenas costumbre en bien propio y utilidad de los vezinos y moradores".
      En mayo de 1593 nuestro Gobernador entregó el mando a su sucesor Fernando de Zárate. Y catorce meses más tarde (23-IX-1594) nuestro personaje presentaba a la Audiencia de Charcas una solicitud a fin de que se diera curso a la Información sobre sus servicios, en méritos de los cuales pedía "se me haga merced, por todos los días de mi vida e de mis subcesores, del Adelantamiento de Tucumán e Nueva Rioja, que yo descubrí, poblé y conquisté e pacifiqué, con diez mill ducados de rrenta". Comparecieron como testigos de esa probanza: Baltasar de los Reyes, Diego Camacho, Luis de Hoyos, Alvaro de Abreu de Figueroa, Gabriel Panyagua de Loaisa, Cristóbal Barba de Alvarado, Félix López, Juan de Alvarado y Velasco, Antonio Fernández de Velasco, Juan Hermoso Granero y Pedro Cores de Ulloa.
      Ramírez de Velasco, después de todo, se había quedado muy pobre; gastó en la conquista tucumana íntegro su caudal, y aún debía más de 30.000 pesos, "por cuia causa no pude ni puedo sacar de las dichas provincias a doña Catalina de Ugarte, mi mujer, y tres hijas y un hijo, y quedan y están en casa de un vezino comiendo de limosna, por no avérseme pagado el salario que e de aver".

      Se le encarga al protagonista de esta biografía el gobierno rioplatense

      El hombre proponíase regresar a España, cuando en 1596 recibió el nombramiento de Gobernador interino del Río de la Plata. Dispuesto a ejercer sus funciones, emprendió viaje a estas tierras litorales. Nombró a Hernando de Mendoza Teniente General de Buenos Aires, y a Iñigo Ramírez de Velasco - su sobrino y yerno - Teniente General de la provincia. Con posterioridad suscribió el nombramiento de Lugarteniente y Capitán a Guerra de la Asunción, a favor de Hernandarias de Saavedra.
      El estreno del mandatario en el gobierno rioplatense no fue feliz. el 30-I-1600 Hernandarias le escribiría al Rey: "Entró aquí Juan Ramírez de Velasco mi antecesor, y aunque con buen zelo con poca experiencia, y ansí le mataron a su yerno don Iñigo de Velasco y al General Sandoval con otros Capitanes y soldados, y se puso en armas toda la tierra".
      El ínclito varón, tras enfermarse, sucumbió cierto día de 1597 en la ciudad de Santa Fé, adonde llegara de paso hacia Buenos Aires; frisaba en los 58 años de edad. Según carta suya dirigida al Rey en 1594, declaraba, entonces tener "tres hijas y un hijo en el Tucumán" - puesto que el primogénito Juan "el Mozo" ya había muerto. [4]

  • Fuentes 
    1. [S112] Ibarguren Aguirre, Carlos Federico, Los Antepasados, A lo largo y mas alla de la Historia Argentina, (Trabajo inedito), Tomo VI, Los Bazán (Confiabilidad: 3).

    2. [S378] Espel Polisena, Juan Ignacio, Espel Polisena, Juan Ignacio, (juaniespel(AT)gmail.com).

    3. [S112] Ibarguren Aguirre, Carlos Federico, Los Antepasados, A lo largo y mas alla de la Historia Argentina, (Trabajo inedito), Tomo X, Los Ramírez de Montalvo (Confiabilidad: 3).

    4. [S112] Ibarguren Aguirre, Carlos Federico, Los Antepasados, A lo largo y mas alla de la Historia Argentina, (Trabajo inedito).