Notas |
- En el artículo titulado "Aportes a la historia del germanismo en la Argentina" su autor, José Winiger, se ha referido a Roberto Wernicke y su actuación subsiguiente al desempeño de la dirección de la Escuela Alemana en Buenos Aires. Winiger se limita obligadamente a decirnos que Wernicke se retiró del establecimiento para fundar en la misma ciudad un colegio particular y en una nota al pie recuerda que "en 1872 pasó Wernicke a Alemania a establecer un colegio destinado a alumnos sudamericanos, pero que el autor desconoce mayores pormenores".
Promedia, pues, un lapso entre 1854 y 1872, que no carece de interés sociológico, pues aunque el profesor Wernicke ya no participó en las tareas docentes de la Escuela Alemana, no por ello dejó de actuar empeñosamente en favor del mutuo entendimiento intelectual argentino-germano en la medida que a él le fuera posible. La misma empresa docente transoceánica de 1872 constituye un testimonio fehaciente de tan laudable empeño. Intentemos hoy llenar este vacío, pues existen datos documentales y una tradición familiar.
Roberto Wernicke, recientemente egresado de un seminario de docentes en Alemania, se relacionó en la ciudad de Duesseldorf con las familias de Altgelt y Bunge, muy ligadas al comercio de importación al Río de la Plata, y aceptó el ofrecimiento de hacerse cargo de la enseñanza de los niños de las familias de Carlos Augusto y Hugo Bunge, sucesivamente cónsules de Holanda en Buenos Aires.
Apenas llegado a los 22 años, Wernicke arribó al país y durante un par de años cumplió con este cometido hasta que en enero de 1853 se hizo cargo de la mencionada dirección de la Escuela Alemana, hoy Germanía-Schule, fundada en 1843. En el deseo de estrechar los vínculos culturales argentino-germanos y ante la escasez de recursos, esa institución habilitó al nuevo director a admitir cierto número de alumnos, hijos de las familias del país y a percibir sus matrículas en concepto de honorarios, para mejorar en algo su reducido honorario. El resultado, en cuanto a la concurrencia de los niños de otra habla, fué excelente, pero su número siempre creciente no cuadraba con los es tatutos y propósitos originarios de la fundación de la escuela, como bien recuerda Winíger y frente a esta alternativa Wernicke se separó en 1854 de la dirección y fundó la mencionada escuela. Dióle el nombre de Colegio Central, por estar situado en la calle Perú 215, de la antigua numeración, lugar considerado entonces el centro urbano. El establecimiento gozó de la simpatía de Sarmiento, de la escritora Juana Manso y del general Bartolomé Mitre, quien envió a estas aulas su hijo Bartolito, que en su autobiografía ha citado esa escuela. Otros más tarde prominentes ciudadanos aprendieron las primeras letras allí, así el doctor Bonifacio Lastra, eminente político, los economistas e industriales de fama Ernesto Tornquist y los hermanos Nougués, de Tucumán; el mismo hijo del director, Roberto Wernicke, de tanta recordación en la historia médica argentina ; Emilio Bunge, más tarde Intendente Municipal de Buenos Aires, y el coronel don Julio García. El autor de las presentes líneas debe evocar también la venerable memoria del arzobispo de Buenos Aires, don Mariano Espinosa de cuyos labios obispales él oyera en 1897 palabras de encomio para las escuela su director "Don Roberto", de quien fué alumno en esa escuela.
La eficiente labor de Wernicke, como docente en la Capital Federal, quedó de pronto interrumpida por su salud amenazada, que aconsejaba buscar aires más puros. Su fiel amigo de siempre, don Germán Frers, que le había precedido en enseñanza en la Escuela Alemana, y fué fundador-iniciador de la Colonia Suiza del Baradero (Provincia Bs. Aires), le ofreció hacerse cargo de la escuela, que bajo los auspicios de la Comuna local iba a funcionar en dicha colonia. En 1864 Robeto Wernicke se trasladó a su nuevo destino, donde enseñaba los conocimientos primaríos a los hijos de los colonos suizos-alemanes y suizos-franceses.
La instrucción daba en idioma nacional y facultativamente también en alemán. Acompañándose con el violín, el preceptor - tal el título usado por la Comuna - enseñaba a los discipulos el canto, a cuyo efecto él había traducido y amoldado varias cancioncitas germanas para niños, que por mucho tiempo se han recordado en aquellos hogares Pero también se entonaba el Himno Nacional y así el autor de este artículo aprendió siendo aún tierno niño, las primeras estrofas de nuestra canción patria, oyéndolas desde fuera del aula.
Para la enseñanza de las primeras letras se usaba la "Anagnosia" de Sarmiento, y a la vez se aprendía el abecedario cantando a viva voz, en forma que el autor jamás ha oído ni sabido de ella en otra parte. También recuerda la silueta de su padre, que tras haber impartido la enseñanza a la mañana, se trasladaba a las tardes a la ciudad de Baradero a dar clases particulares de diversas materias. Iba montado en un caballo tordillo, bastante alto por ser criollo; lo había enviado ex profesor el general Martín de Gaínza, co-fundador de la colonia y más tarde Ministro de Guerra del Presidente Mitre. La placidez de aquella vida tuvo, sin embargo, un contratiempo digno de ser recordado por cierta repercusión en su tiempo. Resultó que los colonos, tanto protestantes como católicos, pidieron al preceptor hiciera repetir en clase por los alumnos las palabras del Decálago y de los credos respectivos. Ello no implicaba una enseñanza religiosa, sino un alivio para las respectivas madres. Wernicke accedió, pero a la noticia de esto el cura párroco del Baradero, reclamó ante el Concejo Municipal por suponer que se trataba de una enseñanza del catecismo, que correspondía al sacerdote, pero a la vez formó cargos al preceptor por tocar la música en el aula y hacer cantar a los discípulos. El Concejo desestimó la queja, pero no así el canto, y el asunto pasó a decisión del Poder Ejecutivo Provincial que, por un decreto del gobernador Pastor Obligado, declaró no haber impedimento en cultivar la música y el canto en aquella escuela rural. Los habituados a oír las alegres canciones en las aulas de nuestros educandos de hoy, no dejarán de asombrarse de este episodio, propio de su tiempo.
La docencia en la colonia insinuó a Wernicke en 1867 a editar una sucinta gramática castellana titulada por él : "El Pensamiento. Base de la gramática". Ella brindaría a los alumnos en los ejemplos de frases y oraciones las imágenes y objetos propios del ambiente en que se nutrían sus inteligencias. Fuera de la posesión de un ejemplar de ese trabajito, carecemos de todo mayor conocimiento sobre el destino - de seguro efímero - aunque sin duda nacido de una justa observación.
Llegó el año 1872, en que Roberto Wernicke, en su ideal de apoyar una mayor comprensión argentino-germana, se trasladó con su familia a Alemania, donde fundó, en la ciudad de Eisenach, una especie de hogar para jóvenes sudamericanos que, bajo su dirección y el cuidado maternal de su esposa, seguirían diversos estudios en el ambiente de orden y método de los establecimientos de enseñanza germanos. Así partieron con él 12 ó 14 jóvenes, en su mayoría porteños. Por causas de orden moral y económico, que no es del caso dilucidar, el propósito no obtuvo una realización deseada y los jóvenes fueron enviados de nuevo a sus patrios lares. (6) Empero este episodio nos brinda una constancia del favorable ambiente para el acercamiento de los dos pueblos, prohijado por las cultas familias del país.
En 1875/6 Wernicke hizo un viaje a Buenos Aires y al retornar a Alemania inició una nueva propaganda en favor de la Argentina.
En 1878 Roberto Wernicke fue nombrado delegado del Comisionado General de Inmigración y Colonización en la Argentina, para actuar en Alemania
El autor recuerda haberlo visto hablando y escribiendo a favor de la Exposición Internacional a celebrarse en 1878 en París, y a la cual concurriría nuestra República, y lo mismo en pro de la emigración a nuestros campos. El conserva aún un folleto escrito de puña y letra de su padre a tales efectos.
Fué así que aconsejados por Roberto Wernicke emigraron varios agricultores, en su mayoría con destino a la campaña santafecina, pero tras haber partido unos obreros huelguistas de la "Gewehrfabrik" (Fábrica de fusiles) de Suhl, las autoridades locales pidieron a Wernicke de suspender toda actividad en este sentido. En agosto de 1878 regresó Wernicke a Buenos Aires, donde falleció en enero de 1881.
Su muerte relativamente temprana le impidió ver la creciente compenetración de los dos pueblos. Sus descendientes, ciudadanos nativos, han dejado buen nombre en la intelectualidad argentina como docentes, literatos e historiadores.
por Edmundo Wernicke
Miembro de N de la Sociedad de Historia Argentina
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