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Manuel Juan José Aguirre Anchorena, (*)

Manuel Juan José Aguirre Anchorena, (*)

Varón 1850 - 1912  (62 años)

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  1. 1.  Manuel Juan José Aguirre Anchorena, (*)Manuel Juan José Aguirre Anchorena, (*) nació el 4 May 1850 en Buenos Aires, Argentina (hijo de Manuel Alejandro Santiago Aguirre Ituarte, (*) y María de las Mercedes Anchorena Ibáñez); falleció el 23 Jun 1912 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    MANUEL JUAN JOSE AGUIRRE ANCHORENA nació en Buenos Aires el 4-V-1850, y fué cristianado en el baptisterio de la Iglesia Catedral metropolitana, varios dias después, por el Canónigo Dr. Palacios, mientras sostenían al niño sobre la pila los padrinos: sus tios abuelos Nicolás de Anchorena y la esposa de éste, Estanislada Arana de Anchorena.
    En su adolescencia, "Manuelito Aguirre" cursó, como medio pupilo, estudios de conocimiento general en el Colegio de San José, fundado en 1858 por la congregación de sacerdotes bayoneses - vascos de Francia - que llegaron a la ciudad porteña dos años atrás, requeridos por el Gobernador Pastor Obligado. Al establecimiento lo dirigía el Padre Diego Barbé, y su edificio primitivo siempre estuvo junto a la entonces modesta capilla - ahora Iglesia parroquial - de Nuestra Señora de Balvanera, en la antigua calle de la Piedad - hoy Bartolomé Mitre.
    Según oí contar como tradición de familia, al chico, por temporadas, lo llevaba a vivir consigo la abuela materna Andrea Ibáñez de Anchorena, a su casa-quinta, próxima a la barranca de El Retiro, "en la calle Esmeralda, formando esquina al camino público que va a Palermo" - actualmente calle Juncal, en cuyo terreno ahora se levantan varios bloques de lujosos departamentos para renta que pertenecieron al Sr. Estrugamou. En aquel quintón suburbano, doña Andrea parece que malcriaba a su nieto haciéndole el gusto en todo - mimos incompatibles con la severa disciplina impuesta en la casa paterna de Aguirre. Murió la señora en 1863; y en 1866 su hija Mercedes también dejó de existir; quedando Manuelito doblemente huérfano, sin madre ni abuela: vale decir, sin cariño maternal a los 16 años.
    En 1867 escribíale don Manuel padre a su primo Manuel R. García: "Sobre los estudios de Manuel no puedo decirte que estoy muy satisfecho. Asiste a la universidad diariamente (curso secundario) a su clase de filosofía y de historia natural, mas poco provecho saca de allí, así es que persuadido de eso, hoy mismo he ido a ver un maestro que le dé estas mismas lecciones aquí, en casa, donde también recibe lecciones de francés y florete: piensa también tomar maestro de dibujo, del que tiene algunos principios (como se ve, sus gustos artísticos eran innatos); y en cuanto a su aplicación, aunque se la deseo muchísimo mayor, es buena". Y frisaba el muchacho en los 18 años, cuando su padre se trasladó con él y sus hermanos menores a Europa.
    Su estadía en el viejo continente e islas británicas - interrumpida por un viaje a la Argentina que hicieron los Aguirre en 1870, permaneciendo aquí 15 meses, para volver a embarcarse en 1871 hacia allá - puede calcularse en 4 años, desde 1868 hasta principios de 1873.

    Fascinación europea

    París imperial deslumbraba entonces al mundo, y es fácil imaginar la impresión que en la "Ciudad Luz", impulsora de las manifestaciones más refinadas de la cultura y del subyugante goce de la vida, experimentaría la sensibilidad de un mozo argentino apenas salido de la adolescencia y lanzado de sopetón al alegre bullicio de los bulevares, recientemente abiertos por Hausmann.
    Entre el ir y venir de la gente por calles, parques, hoteles, tiendas y cafés famosos - "Foyot", "Helder", "Maison d'Or", "de la Paix" -, llamarían la atención del viajero las mujeres elegantes que, con gracia inigualable, meneaban sus crinolinas y polisones, cortejadas por dandys mundanos; cuyo dechado el Duque de Morny, acababa de entrar en el reposo eterno. A lo largo de los Campos Eliseos, el muchacho vio pasar en su "daumont" a la Emperatriz Eugenia, saludando con ligeras inclinaciones de cabeza al público que la aplaudía; como en otra ocasión la divisó de lejos, rutilante de belleza y pedrería, en su palco "avant scéne" del lírico "Theatre Français". (Al palacio de "L'Opera", aún lo estaba construyendo Garnier, y recién en 1875, esa espléndida proyección de la época imperial, sería inaugurada por la 3a República).
    Era nuestro ministro diplomático en Paris Mariano Balcarce, amigo de "Tata" Aguirre, y vinculado a éste por parentesco, ya que su mujer, Mercedes San Martín y Escalada de la Quintana y Riglos - hija del Héroe de los Andes - resultaba prima 3a de mi bisabuelo. Hombre circunspecto, don Mariano - de austeridad sanmartiniana, diré -, si bien por obligación de etiqueta asistía a las fastuosas recepciones oficiales en las Tullerías, no participaba de la vida corriente cortesana, presidida por la Emperatriz en Compiegne, Fontainebleau o Rambouillet, rodeada de literatos, de artistas y de caballeros entretenidos y galantes para con Eugenia y sus preciosas damas de honor vestidas de muselina, cual las pintara Winterhalter con amable fidelidad.
    Obvio resulta apuntar las frecuentes visitas del joven Aguirre a uno de los palacios más importantes de Paris, el Louvre, que, como museo, con la exhibición de cuantiosas muestras culturales, encerraba y encierra todavía artísticas colecciones pictóricas famosas, del y para el mundo entero. Y serían también inolvidables los recorridos que el viajero hizo por lugares impregnados de historia y de bellos paisajes, alrededor de la "Ville Lumiere" y en distintas ciudades y regiones de Francia. Gustaba recordarlas él muchos años más tarde, al filo de la vejez, conversando con mi madre y mi padre. Pero lo que seguramente mi abuelo no le franqueó a su hija, fueron sus "souvenirs de la vie de plaisir" durante el Segundo Imperio, las posibles experiencias cuando, muchacho "buen mozo", incursionó por el "Café Concert" y el "Folies Bergére", donde las alegres hijas de Terpsícore bailaban el can can, levantando las piernas entre un revoleo de enaguas blancas y medias negras de seda. Tampoco juzgaría prudente, mi abuelo, referir nada acerca de las tolerantes "maison de randez-vous", ni de otras aventuras de pecaminosa frivolidad; flores de un día - o de varias noches - impregnadas por el perfume volátil de alguna modesta "cocotte", antípoda tanto de la dispendiosa Cora Pearl, como de la cantante Hortensia Schneider, estrella, a la sazón, en la opereta "La Duquesa de Gorelstein", de Offenbach.

    "Restaquoere"

    Por esos tiempos se daba en el Palais-Royal la opereta "Le Brasilien", y aparecía ahí el actor Brasseur caracterizando a un personaje inverosímil, recién llegado a Paris desde alguna tierra caliente. El grotesco forastero, asaz negroide, traía aros en las orejas, y todos los colores del arco iris en su chaleco. De pronto, abre el mulato la boca, y para identificarse como "attaché" diplomático, chapurrea en francés: "astequer", "bon astequer", que el cómico Brasseur trabucó fuera del libreto en "rastaquoere". El tartajoso vocablo vino a cobrar rápidamente popularidad a lo largo de Paris. La embajada del Brasil hizo formales reclamaciones ante el "Quai d'Orsay", intervino la censura teatral, y la dirección del Palais-Royal realizó públicamente un acto de contrición. Era demasiado tarde: "rastaquoere", "rastacuero" o simplemente "rastá", quedó impuesto en el argot francés para motejar, no ya a los brasileros, sino, en general, a los guarangos y ostentosos sudamericanos, pululantes entonces, y hasta hace poco, en la dulce Lutecia que, mientras se reía de ellos, les vaciaba diligente las faltriqueras.
    Vivía, a todo esto en París, el opulento manirroto argentino Fabián Gómez Anchorena - primo de mi abuelo -, el cual habiase hecho amigo del Duque de Sexto y del Marqués de Casa Irujo, quienes le introdujeron al circulo de monárquicos españoles desterrados que, en torno de la exiliada Reina Isabel II, maquinaba la exaltación al trono de España del Principe Alfonso, hijo de la regia señora; a favor de quien ella abdicara sus derechos soberanos. El futuro Alfonso XII andaba, entretanto, corto de fondos y, Fabián Gómez, puso en varias oportunidades cheques en blanco firmados por él a disposición de su Real Alteza.
    Solía recordar mi abuelo Aguirre que, en cierta ocasión, su primo Fabián lo invitó a un feérico banquete que en su espléndido yacht - anclado en el Sena - ofrecía a sus relaciones parisinas, entre las cuales se contaban muchos nobles emigrados españoles del partido "alfonsino". A los postres de la comilona, el anfitrión tomó una guitarra, adornada con cintas rojas y gualdas, y tras de algunos rasgueos exclamó: "Voy a cantar unas endechas que dedico al Rey mi señor", y, al punto, así lo hizo lo más campante.
    Estos devaneos cortesanos y los derroches de lujo y despilfarro de que hacia gala su pariente, chocaban al joven Aguirre, quien, en todo tiempo, tuvo a su compatriota por un botarate incorregible; aunque Fabián llegara a constituir, para la "petite histoire", el más excéntrico, el más fabuloso de los "rastacueros" argentinos. Como se sabe, en enero de 1875, Alfonso XII ciñió la corona en su patria. Agradecido el Monarca de aquellos cheques desinteresados de Gómez Anchorena, pagó la deuda a su pródigo partidario otorgándole el título de Conde del Castaño. Después, maridóse nuestro Conde con María Luisa Fernández de Henestrosa y Pérez de Barradas, hija de los Marqueses de Peñaflor y de Cortes de Graena; y de ahí en adelante, comienza a declinar la buena estrella del novelesco personaje, que termina muriendo en Santiago del Estero en la indigencia, cual lo relato en mi trabajo sobre los Anchorena.

    Orden y "fair play" inglés. Arte en Italia

    Tras el esplendor de Paris - que obscurecería la guerra, la derrota y la humillación que le infligieron los prusianos y, posteriormente, el desborde incendiario de la "Commune" -, Manuel J. Aguirre descubrió, del otro lado del Canal de la Mancha, entre las grises brumas de la Inglaterra victoriana, un orden admirable, una sobria continencia de costumbres, y la férrea voluntad de un pueblo orgulloso de haber alcanzado el rango de imperio, sobrepasando en poderío a todas las naciones civilizadas del concierto internacional.
    La familia de Aguirre al arribar a Londres alojóse en el "Charing Cross Hotel", para luego alquilar una casa en "Finchley Road", en las afueras de la capital, como a 12 kilómetros de "Hyde Park".
    Sin convertirlo en anglómano ni en hombre práctico, aquella admiración juvenil de mi abuelo por el modo de ser y de vivir británicos - cortés, escrupuloso, razonable - le quedo en su espíritu para toda la vida. En efecto: cuarenta años después de su primer viaje, le escribió, desde Paris, a su hija Maruja: "Como desearía que Ibarguren viviera un año en Inglaterra para que pudiera conocer y admirar ese pueblo. Es lo que yo llamo un pueblo culto; hay que ver el respeto por el prójimo. Aquí (en Paris) es como en nuestro país, el vigilante discute con el carrero, y el cochero con el vigilante. En Londres no se oye una palabra más alta que otra, ese coloso se mueve como una máquina de precisión y con una cultura admirable". Y refiriéndose a la chacra de San Isidro don Manuel agregaba: "Si viera como se cuidan aquí las cosas viejas!, y pensar que allí no se pueden conservar las casas de sus padres!; en fin, mientras nosotros podamos lo haremos, hasta que vengan otros y las loteen!".
    "Aquí me tienes en Londres que admiro cada día más - le decía en breves lineas mi abuelo a su hermana Victoria, en 1911. "Estuve unos días en Edimburgo y en St. Andrews, y no he hecho sino admirar este país, grande en todo y tan educado". Y a su yerno Ibarguren, por esas fechas, expresábale el suegro: "A cada rato pienso en V. cuando veo tanta grandeza que V. no sospecha, por falta de conocer el idioma. Es una lástima; si V. pasara un tiempo aquí y viera un poco cómo es este gran pueblo, qué chico le parecería el de Francia! ... Allá (en Buenos Aires) se vé el mundo por el ojo francés". Es que el corresponsal, si bien rendía culto fervoroso a la clara belleza de Francia, no guardaba ninguna simpatía por los franceses; en cambio las francesas eran - según él - "muy lindas", al revés de las inglesas, generalmente feas y desprovistas de interés.
    En aquella época lejana, en torno a 1872, el joven argentino recorrió parte de España - Sevilla, Madrid, Barcelona - Niza y la Costa Azul, y luego Italia: que acababa de sellar su unidad y surgía como reino bajo el cetro constitucional de Víctor Manuel de Saboya. Roma, Florencia, Nápoles, Venecia, provocaron en el viajero nuevos deslumbramientos. Italia despertaría, pujante y para siempre, en Aguirre, la afición por el arte. Allí, en sus floridos años, el mozo aprendió dibujo, tomó clases de pintura, y pintó al óleo un cuadro de excelente calidad: que representa a una joven madre italiana, vestida con típico atuendo campesino, que carga en los brazos su niño desnudo, en la misma actitud que una Madonna del Renacimiento. Esa tela pertenece hoy día a Enrique Ibarguren, nieto de aquel precoz artista de veinte años.
    Suiza con sus montañas, sus valles, sus lagos azules y bosques de pinos, fué visitada asimismo - hace más de un siglo, en verano - por mi abuelo Aguirre, quien retuvo perdurablemente en la memoria aquellos poéticos paisajes alpestres.
    Por fin, otra vez en Inglaterra, nuestro muchacho preparaba su vuelta a la Argentina, cuando el 9-1-1873 fallece Napoleón III, en Chislehurst, en la quinta "Camden House", refugio de sus nostalgias y tribulaciones, a 17 kilómetros de Londres. Y hacia allá vá Manuel Aguirre, para rendir fúnebre homenaje al cadáver del ex Emperador que se velaba en la Iglesia lugareña. Y al contemplar de cerca aquellos yertos despojos, quizás el muchacho se despediría también, definitivamente, con honda melancolía, de aquella Europa deslumbrante para él, donde habían transcurrido los años más felices de su juventud.

    Vuelta a los patrios lares. Estado del país y revolución del 74

    A fines de marzo o principios de abril de 1873, encontrábase de nuevo en Buenos Aires Manuel J. Aguirre. Había viajado solo - su Tata y hermanos quedaron en Londres - a fin de ingresar en la Facultad de Derecho y recibirse de abogado. Se alojó en casa de los Sáenz Valiente Ituarte, primos hermanos de su padre (Hortensio Antonio - "Tuco" - de su misma edad, y Damasia, casada con el brasileño Yarbas Alves Muniz Barreto), en el barrio sur, calle Belgrano 193, entre las de Piedras y Chacabuco. En seguida, el recién llegado, inscribiose en la Universidad. Traía, por lo demás, una carta de don Manuel Alejandro para el doctor Vicente Fidel López, en la cual aquel le pedía admitiera al muchacho en su estudio como practicante; sin embargo parece que ya estaba completo el personal en el bufete de don Vicente.
    El 23-V-1873 don Manuel viejo, le escribía a su hijo desde Londres: "Supe que habias ido con uno de tus primos a pasar la Semana Santa en Córdoba, donde supongo encontrarias que aquellas gentes no eran tan indiferentes como las de Roma a las fiestas de esos dias. Te supongo ya siguiendo tus estudios en la Universidad, y que trabajaras seriamente como es menester para avanzar cuanto puedas en tu camino. Anteayer - proseguía - he visitado la célebre Universidad de Oxford ... habría deseado hubieses sido tu uno de los del (paseo), para que tuvieras una idea de lo que es aquel pueblo de antiguos Colegios, y como viven y se educan aquellos jóvenes estudiantes, que hay allí en número de 3.500, y donde todo no es Griego ni Latín, en lo que ocupan su precioso tiempo".
    Por su parte, el repatriado mozo echaba de menos a Europa, y esas añoranzas persistentes, y el alejamiento de su familia, le deprimían y, en cierto modo, retardaban su aclimatación al ambiente porteño. "Mi querida Victoria - estampó romántico de 23 años en una carta del 8-IX-1873, para su hermana que permanecía en el viejo mundo - "He leido el viaje que has hecho por Inglaterra y Escocia ... Aquí la vida es pura prosa, no hay nada que admirar: cuando yo me acuerdo de mi querida Florencia, de Roma, Nápoles, Vevey y tantos otros parajes tan llenos de curiosidades, y que pienso lo lejos que estoy, me vienen unos spleens que me duran dos o tres días, que me dominan de tal modo que no tengo ánimo para hacer nada, y quisiera disparar lejos y meterme de ermitaño para estar solo, lejos del mundo. Así es que les aconsejo que aprovechen todo lo que puedan, que pronto se les acabará y después verán que es muy cierto el refrán aquel que dice: nunca se saben apreciar las cosas hasta que se pierden ... Por aquí ha habido muchos bailes este invierno, yo he asistido a muchos para acostumbrarme a tratar con señoras, y porque no me dijeran raro, pués si por mi fuera no existirían tales pantomimas, sin embargo me alegro haber estado porque he podido ver más de cerca la comedia. Espero que siempre tocarás en el piano Le mal du pays que me trae recuerdos tan agradables when I was at my dear Firenze. Te acuerdas aquella noche de luna que fuimos con Hortensio y Rosa a aquel paseo hasta la plaza de Miguel Angel! Tiempos felices!!! Adios ... Tu hermano que te quiere: Manuel".
    Hacia esas fechas, en "la Gran Aldea" no todo eran bailes en moradas familiares o en el Club del Progreso. El sábado 23 de agosto de aquel año 73, el Presidente Sarmiento sale a las 9 de la noche de su casa, en la calle Maipú entre Tucumán y Temple (hoy Viamonte), y al cruzar su coche la esquina de Corrientes, dos mercenarios italianos, Francisco y Pedro Guerri, intentan asesinarlo. Francisco dispara su trabuco, pero como había cargado el arma con exceso, la pólvora la revienta en la mano.
    Mientras tanto allá en Entre Rios cunde por segunda vez la rebelión "jordanista", que reprime la autoridad federal. Y apenas corrido un año, a raíz de las elecciones presidenciales y de diputados al Congreso - que ganó Avellaneda con mayoría autonomista -, en Buenos Aires la lucha entre los "crudos" de Alsina y los "cocidos" de Mitre llega al paroxismo: gente de acción - "el populacho convertido en agresivo paladín de la calle", para decirlo como Lugones - recorre la ciudad, y las grescas a tiros y cuchilladas están al orden del día. A cada triquitraque se producen sangrientas trifulcas; los negocios, oficinas y comercios cierran sus puertas; las mujeres aterradas no salen de sus hogares; el Presidente Sarmiento moviliza el Ejército y la Guardia Nacional; la guerra civil está a punto de estallar en todo el país a mediados de 1874.
    En condiciones tan anormales, nadie puede dedicarse con seriedad al estudio. Varios jóvenes entonces: Manuel Aguirre, su hermano Hortensio, y otros simpatizantes de Mitre, a fin de evitar ser movilizados por el Gobierno, se trasladan a Montevideo el 23 de septiembre. Al día siguiente, el Capitán de Navío Erasmo Obligado se subleva en la cañonera "Paraná", resuelto a impedir que Avellaneda asumiera el mando de la República, so pretexto de que había sido elegido mediante escandaloso fraude electoral.
    Sucesivamente, los Generales José Manuel Arredondo, Ignacio Rivas, Antonino Taboada y Bartolomé Mitre, se van plegando a la revolución. Mitre, que estaba en Montevideo, desembarca en el Tuyú con un abundante cargamento de armas, y allí se pone al frente de cerca de 10.000 insurrectos que había reunido Rivas, parte de cuya gente acampó durante algunos días en la estancia "El Chajá", de Aguirre, precisamente en el sitio donde aún está el viejo galpón de los toros. Toda la hueste mitrista marcha luego como 70 leguas hacia el noroeste, y el 26 de noviembre, en los campos de "La Verde" - actual partido de 25 de Mayo - resulta vencida totalmente por las fuerzas del Gobierno - sólo 900 hombre de tropa - que comanda el Coronel José Inocencio Arias; ante quien Mitre, el 12 de diciembre, se rinde en Junín. Un mes atrás, el Coronel Julio A. Roca había dado cuenta de Arredondo en la batalla de "Santa Rosa", librada en Mendoza; en tanto que el ejército de Taboada, sin combatir, se dispersaba en Santiago del Estero.
    Por lo que toca a los propósitos de estudiar jurisprudencia del joven Aguirre, ellos quedaron abandonados a poco de haber vuelto él a Buenos Aires: ni siquiera hubo intento de rendir el examen inicial. Fué evidente que su vocación no era para llegar a ser - metafóricamente - hombre de toga cargando borlas de doctor.
    Sin embargo, a principios de 1875 el muchacho hallábase todavía inscripto en la Facultad, y en ese tiempo ocurrió en Buenos Aires un episodio bochornoso, al que me referiré en forma breve, pués el hecho, tan cobarde como salvaje, impulsó al joven Aguirre, con otros condiscípulos de la Universidad, a repudiarlo públicamente.

    El incendio de El Salvador

    Las cosas pasaron así: el Obispo Aneiros produjo una carta pastoral que anunciaba la entrega del templo de San Ignacio a los jesuitas y los claustros de La Merced a los frailes mercedarios. Contra la Compañía de Jesús y dicho diocesano - que acababa de ser elegido diputado por el partido autonomista - se desató una escandalosa campaña periodística, encabezada por los diarios Tribuna, de los hermanos Varela, L'Operario Italiano, que redactaba Basilio Cittadini, notorio "manguiapreti", y El Correo Español, órgano del ex clérigo apóstata malagueño Enrique Romero Jiménez, más voraz "comecuras", si cabe, que su itálico colega Cittadini. (Romero Jiménez fué muerto en duelo en 1880, por otro energúmeno liberal, José Paul y Angulo, que había instigado en España el asesinato del General Prim).
    A tal arremetida folicularia vino a sumarse un grupo juvenil de estudiantes anticlericales: Mariano Beracochea, Adolfo Saldias, Antonio Balleto, Telémaco Susini, fundadores de cierto "CIub Universitario", cuya entidad resolvió organizar un mitín de oposición a Aneiros y a los jesuitas. El acto tuvo lugar el domingo 28-II-1875 en el teatro "Variedades" (calle Esmeralda entre Corrientes y Cuyo, donde después se levantó el "Odeón"). Ahí despotricaron de lo lindo Saldias, Balleto, Romero Jiménez, Susini y el clerizonte salteño Emilio Castro Boedo, que once años atrás, en su provincia, levantara montoneras para derrocar a los Uriburu, y más adelante colgó la sotana, amancebándose muy suelto de cuerpo, y, de yapa, trató de fundar una iglesia cismática al uso suyo.
    Así pués, las arengas del "Variedades" enardecen a los concurrentes, que al salir del recinto son envueltos en la calle por una caterva - en su mayoría de republicanos y carbonarios extranjeros - que obedecía las consignas de Romero Jiménez y Cittadini.
    Portando banderas argentinas, españolas e italianas, y en alto un gran retrato de Rivadavia, aquella pueblada se encaminó hacia la plaza de la Victoria, a los rugidos de "¡Abajo el Obispo!", "¡Mueran los jesuitas!", "¡Separación de la Iglesia del Estado!". El inefable Jefe de Policía Enrique B. Moreno, entretanto, lejos de poner coto a la peligrosa batahola, exhortaba a los bochincheros mozos del "Club Universitario" con estas palabras: "Mis amigos, yo estoy en la misma corriente que ustedes, pero orden ... orden!". Y la corriente, vuelta correntada, alcanza la plaza mayor y penetra incontenida en el Palacio Arzobispal, donde rompe muebles, objetos e insignias religiosas que esparce por la calle. Truena en eso una voz de mando: "¡Al Colegio de San Ignacio!"; y allá va la runfla furiosa que destruye parte de los archivos en la oficina anexa al templo. El Jefe de Policía, que recibe la orden perentoria de disolver la manifestación, responde con frase tribunicia: "Es el pueblo que protesta, y mientras yo sea Jefe de Policía ésta no irá contra el pueblo" (sic). De pronto nuevos gritos azuzan estentóreos: "¡Al Colegio del Salvador!", "¡Mueran los jesuitas!": y la turbamulta, en pos de Romero Jiménez y de un tal Espinosa Húngaro, se encamina a la calle Callao, entre Parque (hogaño Lavalle), Tucumán y Rio Bamba, y prende fuego a toda el ala izquierda del colegio ignaciano.
    Por fortuna los alumnos estaban de vacaciones, y tres, que había en la casa, se salvaron. Algunos sacerdotes hicieron frente a los manifestantes enardecidos que intentaban quemar también a la Iglesia en construcción. Otros fueron brutalmente golpeados: el General Vedia les arrebató a los "comunistas" - al decir de una crónica - un jesuita que iba a ser arrojado a las llamas. La mayoría de los padres lograron escapar por una puerta falsa sobre la calle Rio Bamba. Los vigilantes del complaciente señor Moreno - "la última Policía del globo", según el diario La República - nada hicieron para impedir los disturbios. Una hora más tarde, acudieron las fuerzas de línea y despejaron el contorno; pero las aulas, dormitorios capilla, biblioteca, sala de cirugía y cocinas del Salvador hallábanse calcinadas. Dos muertos - un italiano y otro asaltante - y ocho jesuitas heridos y contusos, y un joven escolar con la cabeza partida, fué el saldo de la perversa destrucción realizada con total impunidad.
    El Presidente Avellaneda - tachado de "fanático religioso" por masones y mitristas - decreta el estado de sitio en acuerdo de Ministros. El brutal episodio ha conmovido a la opinión pública. Algunos universitarios promotores de la reunión en el "Variedades" - como Saldías -, la prensa en general, y no pocos políticos librepensadores que habían alentado el frenesí anticatólico - como Luis V. Varela - se apresuran a repudiar los desmanes producidos. Y un numeroso grupo de jóvenes patriotas, fieles a los valores tradicionales del país - entre los que figura mi abuelo Aguirre - dan a publicidad la siguiente declaración: "Para evitar las erróneas interpretaciones a que pudiera dar margen el título de la asociación 'Club Universitario', los infrascriptos de la Universidad de Buenos Aires declaramos que dicho Club no representa sinó a los miembros que lo componen y de ninguna manera a los firmantes, que protestan enérgicamente contra los hechos criminales y organizados que han tenido lugar el día de ayer, y que sublevan la indignación de todo argentino: Emilio Lamarca, Estanislao S. Zeballos, Hugo A. Bunge, José E. Domínguez, Francisco B. Pico, Alejo de Nevares (hijo), Manuel Aguirre, Enrique S. Quintana, Ernesto Pellegrini, José M. Zapiola, Apolinario C. Casabal, Juan N. Terrero, Antonio Sáenz Valiente, Jacinto Fernández, José Marcó del Pont, Ricardo Marcó del Pont, Julio B. Velar (y seguían las firmas)".
    Al finalizar aquel verano de ese año 75, Manuel Aguirre se allega a la estancia materna que heredara en el lejano pago del Tuyu. Con la data: "Chajá" Marzo 15/75, el muchacho le dirige a su padre las siguientes lineas: "Querido Tata: El 12 llegué aquí después de haber tenido un viaje espléndido y mui cómodo. Emiliano y Ramona (sus tios) me dicen que te anime para que vengas por aquí. El viaje es cómodo; lo malo que hay en Dolores son los Hoteles, que son bastante malos, sobre todo para señoras. El portador de ésta será probablemente el Mayoral Castillo, con quien puedes entenderte si quieres venir. Creo que vale la pena de venir; yo nunca he visto esto tan lindo. Esta carta está escrita a vapor, porque la galera debe llegar dentro de un momento".

    El joven Aguirre se casa

    El penúltimo día del año siguiente, en el domicilio de la novia - edificio de altos con azotea que aun perdura en la esquina noroeste de las calles Defensa y Alsina, haciendo cruz con la Iglesia de San Francisco - mi abuelo se casó en Enriqueta Lynch. La fé de ese casamiento hallábase asentada en el Libro de Matrimonios nº 7 del año 1876, al folio 121, de la Iglesia de San Ignacio, cuyo documento, con todos los del archivo parroquial, fué quemado en el sacrílego incendio de 1955 - semejante a aquel otro de ochenta años atrás, del que acabo de ocuparme.
    Dicha partida matrimonial expresaba al pie de la letra: "En el día treinta de Diciembre del año del Señor de mil ochocientos setenta y seis, habiéndose dispensado por el Sr. Provisor Dn. Agustín Boneo las tres conciliares proclamas sobre matrimonio que libremente intentaban contraer Dn. Manuel José Aguirre, de veinte y seis años, natural del País, blanco, Estudiante, de estado soltero, domiciliado en la calle Chacabuco, hijo legítimo de Dn. Manuel Alejandro Aguirre, natural del País, y de Mercedes Anchorena, natural del país, finada; con Da. Enriqueta Lynch, blanca, natural del País, de estado soltera, de edad de diez y nueve años, hija legítima de Dn. Julián Lynch, natural del País y Da. Trinidad Lawson, finada, natural del País; y no habiendo resultado impedimento alguno canónigo para la válida y lícita celebración de dicho matrimonio, y estando hábiles en la doctrina cristiana y dispuestos por los santos sacramentos de la Penitencia y Eucaristía, enterado de su libre y espontáneo consentimiento, con mi licencia, el Sr. Canónigo y Cura Rector de San Nicolás de Bari, Dr. Dn. Eduardo O'Gorman, los desposé por palabras de presente, in facie Eclesia, según la forma del ritual; siendo testigos Dn. Manuel Alejandro Aguirre, de cincuenta y cinco años de edad, natural del País, domiciliado en San Isidro, y Da. Maria Eugenia Lawson, de cuarenticinco años de edad, natural del País, domiciliada en la calle de la Defensa nº 45. Y en señal de verdad lo firmaron: El Cura de la Parroquia José Cornelio Santillán - Testigo Manuel A. Aguirre - Testigo María Eugenia Lawson".
    Bondad, abnegación y delicadeza, fueron las características espirituales de mi abuela materna Enriqueta Lynch de Aguirre; noble señora de cristianas virtudes y relevante distinción personal, que a lo largo de su vida le dió catorce hijos a su marido, para formar con ellos una familia de sólido prestigio en la vieja sociedad porteña.
    Hija de Julián Pedro Lynch Zavaleta y Riglos y de Trinidad Lawson y Demaría Escalada, mi abuela nació el 23-II-1857, "a las 3 y veinte minutos de la tarde" - según apuntó su padre en una libreta -, "habiendo tenido mi esposa un parto trabajoso. Mi agradecimiento al Dr. Francisco Almeida que la operó, acompañado del Dr. Ventura Bosch, con grande acierto, será duradero mientras viva. El sábado 4 de abril fué bautizada mi primera hija Enriqueta Rosario, siendo sus padrinos sus abuelos Don Patricio Lynch y Doña Isabel Zavaleta de Lynch. Se bautizó en la parroquia de La Merced. Lleva el nombre de Enriqueta en memoria de mi querido y malogrado hermano Enrique". (Ver los apellidos Lynch y Zavaleta".
    Después de haber vivido 79 años, mi abuela dejó de existir, el 30-VII-1936, en su casa de la calle Parera 134 de esta Capital.
    Mas debo volver al tiempo feliz en que Manuel Aguirre quedó uncido al blando yugo matrimonial; cuando se propuso dirigir personalmente su estancia "El Chajá", en el viejo partido del Tuyú, que heredara de su madre Mercedes de Anchorena.

    "El Chajá" allá lejos en la pampa

    Dos días de viaje, lo menos, requería el trayecto entonces para llegar a destino. En 1865 habíase inaugurado la línea del Ferrocarril del Sud, de Plaza Constitución a Chascomús. Ese mismo año los territorios que desde los tiempos de Rosas habían conformado un solo partido, indistintamente con los nombres de Tuyú y Monsalvo (ahora Maipú), se dividieron en dos. De buenas a primeras al partido del Tuyú no se le designaron autoridades. Ello motivó que los estancieros y vecinos del pago - Nicolás y José Herrera, Emiliano Aguirre, Alejandro y Federico Leloir, José y Alejandro Peña, Samuel Sáenz Valiente, José M. Areco, Carlos Guerrero y Luis Potet - solicitaran al gobierno la designación de un Juez de Paz; cuyo nombramiento recayó, el 5-VIII-1872, en Emiliano Aguirre, que administraba "El Chajá". Sin embargo el partido continuaría por más de tres décadas, hasta 1907, sin traza urbana (su Juzgado de Paz seguiría ambulando de estancia en estancia según donde residiera el titular del cargo: en "El Tala", "Mari Huincul", "El Chajá", "La Unión de Peña", "Macedo", "Loncoy", "La Felicidad", "La Merced"). Por lo demás, en 1873 las vías férreas entre Chascomús y Dolores quedaron tendidas, y por ellas avanzó la locomotora - "dragón de Hierro", al decir del periodista Ebelot.
    Entretanto, los pueblos no alcanzados por los rieles se vinculaban regularmente a través de mensajerías: por caso, "La Invariable Vascongada" - de Vázquez y Aramburu - que cubría el tramo Dolores, Ajó, Tordillo y Tuyú; o la "Mensajería Pepín" - de José Devincenti -, cuyas galeras traqueteaban el largo recorrido de Dolores hasta Macedo, pasando por "El Vecino" (Guido), "Kakel", "Santa Elena", "Mari Huincul", "El Chajá" y "Loncoy".
    A un costado de la estancia y laguna de "El Chajá", se encontraba la esquina o pulpería a cargo en 1879 de José Soaje (negocio que antaño, a partir de 1863, regenteó, en carácter de habilitado, el vasco José Beristayn, abuelo del pintor Jorge Beristayn, quien vino a resultar marido de María Luisa Anchorena, bisnieta de Juan José Cristóbal y de Manuel Hermenegildo Aguirre). En dicho almacen campero, a las veces posta, deteníanse las galeras para mudar caballos y proseguir su itinerario invariable: "Loncoy", próxima parada de ida hacia "Macedo"; "Maipú" si se pegaba la vuelta rumbo a "Dolores".
    Pero mi abuelo (por lo menos desde cierta fecha que no puedo precisar) no viajó a su heredad campesina de ese modo: utilizó las galeras sólo como correo de sus cartas y paquetes. A la estación de Dolores - punta de rieles distantes 15 leguas, cortando campo, de "El Chajá" (o luego a Maipú, fundada en 1875, adonde recién llegó el ferrocarril en 1880) acudía a traer y llevar a don Manuel una amplia volanta propia de color marrón, cuyo pescante encabezaba a la amplia plataforma de madera, provista de dos largas banquetas longitudinales paralelas, flanqueadas por seis ventanas y con su puerta detrás. Tiraban del carruaje, a estímulos del cochero, cuatro caballos trotadores, en pos del peón arreador de la tropilla, destinado a mudar las yuntas cansadas por otras frescas, o a reforzarlas con laderos para salvar la cañada del "Vecino" (hoy Guido), los bajos pantanosos que contornan la laguna de "Kakel" y, más lejos, el arroyo del Tigre, también en los dominios de Ramos Mexía.
    La historia de "El Chajá", desde sus orígenes, va reseñada en el capítulo que dedico al linaje de Anchorena. No obstante ello, he de reiterar aquí que desde 1858 hasta 1877 mi bisabuelo Manuel Alejandro Aguirre mantuvo, para explotar el referido campo, una sociedad con su hermano Emiliano, el cual prácticamente puso en marcha a aquella estancia desprendida de "El Tala".
    Más tarde, a partir de 1877, se constituyó una nueva sociedad entre don Manuel Alejandro, don Emiliano y los hijos del primero: Manuel José y Hortensio, estos dos como dueños del campo que habían heredado de su madre. Tal asociación duró cuatro años, y se disolvió al dividir el condominio ambos muchachos. En efecto: el 11-VII-1881, ante el Escribano José Victoriano Cabral, comparecieron dichos hermanos y dijeron: "Que por muerte de su madre doña Mercedes Anchorena de Aguirre, en la sucesión de esta ... se les adjudicó por mitades el campo 'El Chajá' ... con algunas poblaciones y otras existencias enclavadas en la tierra, cuya área de campo se compone de un trapecio constante de once leguas cuadradas y más dos décimas de legua cuadrada ... de un sobrante que apareció ... y fué comprado al Superior Gobierno. Que han resuelto - Manuel y Hortensio - dividir dicha área de campo, con poblaciones, cercos, corrales y sus respectivos enseres, y han formado dos lotes iguales, bajo los números 1 y 2, compuesto cada uno de cinco leguas y media cuadradas, más el décimo de otra legua semejante. Pero como la fracción 1a estaba en mejores condiciones para proseguir con el negocio rural, mientras que la 2a convenía arrendarla, sus dueños acordaron, ante su padre, justipreciar, en sobres cerrados, el valor de aquel lote nº 1; resultando la oferta de Manuel José mayor en 200.000 pesos que la de Hortensio. En razón de ello se le adjudicó, a mi abuelo, ese lote nº 1, o sea "El Chajá" propiamente dicho, en tanto "El Lucero" (lote 2) quedaba para Hortensio, su hermano.
    Poco después (21-X-1881), Manuel Alejandro Aguirre y su hijo Manuel José - ante el mismo notario Cabral -, formalizaron otra sociedad pastoril para explotar las 5 leguas y pico de "El Chajá"; bajo el rubro de "Manuel A. Aguirre e hijo". El padre introdujo un capital propio de 2.411.087 pesos papel moneda corriente en haciendas, y el hijo aportó la estancia suya, con todas sus poblaciones, quedando a cargo del padre la dirección del negocio en la ciudad, mientras Manuel J. manejaba, con libre iniciativa, el establecimiento en el campo. Los provechos de la empresa se distribuirían así: el 41% al capitalista Manuel A. y el 50% a su hijo el estanciero ejecutivo, quien, además, percibiría el 9% por su trabajo personal. Los gastos y mejoras corrían por cuenta de éste último, ya que quedaban a favor de la estancia.
    Al cabo de tres años, a entera satisfacción de las partes, se dieron por liquidadas las cuentas y concluída la sociedad de referencia. De tal suerte, Manuel José Aguirre, en virtud del pago integro que hizo del capital social, quedó como propietario absoluto de todas las haciendas que pastoreaban en "El Chajá", y de las viejas marcas que usaba el establecimiento: el ocho, los cuatro sietes, la flor, y el tirabuzón.
    Por esas fechas, un conjunto de poblaciones - "las casas" - daban fisonomía peculiar a la estancia chajeña, al amparo del monte circundante: talas, ombúes, sauces, robles - ahora gigantescos después de más de un siglo -, larga calle de membrillos, álamos, acacias, eucaliptus, pinos, entre la innumerable arboleda que, año tras año, se fué plantando desde los tiempos del tío Emiliano.
    En un espacio abierto de ese casco, alzábase sólida, de material blanqueado a la cal, la vivienda del patrón (24 varas de largo, 14 de ancho y 3 1/4 de altura), compuesta de siete habitaciones y comedor (gran mesa de caoba y cuatro grabados ingleses de carreras, ya en 1866). Todos los aposentos - menos uno de tablas - con pisos de baldosas y cielos rasos, marcos y contramarcos de madera. Las puertas exteriores se aseguraban con trancas, y con ferreas rejas las ventanas, que por su tamaño parecían puertas. Siete columnas de fierro - otrora sin revestimiento - daban sostén, en la galería delantera, a un techo de ripia que cierta noche, en 1895, se prendió fuego, y hubo de ser reemplazado por otro incombustible, de chapas de cinc pintadas de rojo.
    Al costado del albergue principal, estaba el rancho destinado a cocina y barraca. Sus pisos eran de adobe, los muros de ladrillos y tres mojinetes sostenían su cubierta pajiza. Más allá, como a media cuadra de distancia, levantábase el fogón de los peones, construido de ladrillos, con techumbre de paja y corredor a un costado. Incluía esa edificio el cuarto para el capataz y la cochera con portón de madera; y, a guisa de suplemento, una amplia ramada.
    También en las cercanías, frente a un pozo de balde, otro rancho con muros y pisos de adobe y techo de esparto a dos aguas, servía de albergue a la peonada. (Entre ella el negro Ciriaco, antiguo mazorquero, cuya fábula legendaria de degollador sólo servía de cuco para amenazar a los niños, cuando se portaban mal).
    Algo más lejos emplazábase el primitivo galpón, cerrado en sus cabeceras y costados por paredes de ladrillos franceses, con postes de ñandubay, puntales de palmas y tirantes mundays, en los que se apoyaba el techado pajizo. Y no he de olvidar al corral de lanares con lienzos de pino; como tampoco el de encerrar hacienda vacuna, con su transcorral, para el que se utilizó palizada de ñandubay. Lo mismo en el gran palenque de 40 postes de dicha madera incorruptible, cavados en derredor de unos ombúses.
    Falta agregar que la morada del patrón y la quinta anexa hallábanse protegidas entonces por una zanja y cerco vivo de cinacina, cuyo perímetro se circunscribió con cuatro hilos metálicos. Habían asimismo dentro del casco, dos potreritos y un alfalfar, recuadrados con alambres sostenidos por postes de ñandubay y de madera de coronilla. Cierto inventario de "la estancia principal" en aquella primera época, entre un cúmulo de utensilios, herramientas, aperos y otros elementos imprescindibles en toda explotación rural, consigna, tomados al azar: una carreta de bueyes y un carro de caballos; un lote de mangas para jagüeles; cuarenta bebederos de madera y cuatro de fierro.
    En 1876, Manuel Aguirre se había presentado al gobierno solicitando permiso para alambrar la totalidad de su estancia. Pastaban ahí, en números redondos: 20.000 vacunos bajo marca; 3.500 yeguarizos, distribuidos en 21 manadas, amén de los caballos de servicio, potros sueltos y redomones; y 30.000 lanares, que conformaban distintas majadas de ovejas finas, mestizas y ordinarias: "pampas" o "churras", descendientes de las que trajeron los conquistadores españoles.
    Entre aquel crecido número bovino, señalo un rodeo de 494 vacas "tarquinas", o mejor dicho "tapialeras", vale decir "shorthorn" puras por cruza (); y a 81 "señueleros": novillos mansos acostumbrados a seguir al "madrino", que llevaba un cencerro y atraía a los animales ariscos a fin de encerrarlos en corrales o potreros.
    Quince puestos - dos denominados "San Mateo" y "Cerrillos" - se diseminaban por el campo, con sus rancherios de quincho y corrales de duraznillos, a cargo de puesteros ovejeros (casi todos vasco-franceses: Giraud, Arbelech, Cabana, Etcheto, Perochena, Estevon, Vincent, Granier, Cortelem, Echague, Marmous, y sólo cuatro criollos: Moyano, Mendoza, Reyes y Gallego); cada uno de ellos responsable de las distintas majadas.
    Antaño los campos eran abiertos, señalados únicamente por mojones, y cuando se secaban las lagunas, la hacienda desparramábase a la redonda leguas y leguas. Un recuento practicado en "El Chajá" hacia 1866, calcula en 2.000 vacunos el ganado disperso. Por eso, de tiempo en tiempo, pedíanse apartes en las estancias cercanas: "El Tala" de Anchorena, "Loncoy" de Herrera, "Macedo" de Sáenz Valiente y de Leloir después, "La Loma de Góngora", "La Laguna de Juancho", "La Esperanza" de Zubiaurre, "San Simón" de Alzaga, "Mari Huincul" de Ramos Mexía, "La Felicidad" de Bellido y luego de Pita y Serantes. ()
    Se esquilaba una vez al año, al despuntar la primavera. Los vellones, descoles, barrigas, cueros, sebos y demás "frutos", remitíanse en cinco o seis grandes carretas al puerto de Ajó, consignados a Juan Power, quien debía venderlos en Buenos Aires. Los puesteros iban a medias en el negocio de la lana.
    Claro que estas ocurrencias y modos de explotación, y aquellas instalaciones fundadoras para darle categoría de gran estancia a "El Chajá", se fueron quedando atrás, a partir del período que inicia allí mi abuelo Aguirre. En adelante, una nueva dinámica acelera y completa la mestización de la hacienda criolla originaria; se alambra y apotrera el campo con sentido funcional; se instalan molinos, mangas y bañaderos de ovejas; son modernizados los puestos; la superficie de la heredad llegará a redondear 11 leguas, mediante la incorporación de parte de "El Lucero" (que fuera del hermano Hortensio y le donara su padre a Manuel) y las posteriores compras a Ramos Mexía y a Cabrera, respectivamente, de "El Espartillar" y "El Retoño"; mientras en los enormes galpones del casco alcanzan su apogeo las cabañas de lanares y de bovinos. (El galpón de los toros fué planeado en 1883 por el arquitecto alemán Otto von Arnim, con puertas corredizas, 12 pesebres y altillo forrajero). Así, a justo título, en la historia de la ganadería argentina, Manuel J. Aguirre figura como uno de los principales criadores de la llamada "época clásica".

    Los ovinos de lana fina

    Estanislao S. Zeballos, en su Descripción Amena de la República Argentina, en el tomo III titulado A través de las Cabañas (Bs. As. 1888), discurre largamente acerca de la "Estancia del Chajá": "que ocupa diez leguas de buen campo, a veces notable en el partido del Tuyú. Fundada en 1857 por acaudalados criadores de la Provincia - escribe Zeballos - pertenece hoy al Sr. Manuel J. Aguirre, hombre jóven, que a pesar de su alta posición social y de fortuna, ha dedicado, con noble espíritu de progreso, una especial atención a la labor rural, en la cual sirve señaladamente a su país. Sobre aquel vasto teatro de explotación agrícola, donde pacen rebaños numerosísimos de razas mayores y lanares, el Sr. Aguirre había intentado fundar una cabaña dedicada a la producción de merinos excelentes. Sus designios han alcanzado ya un éxito que merece consignarse, y que progresa sólidamente. La estancia alimenta treinta mil ovejas mestizas, y su médula es la cabaña merina. El Sr. Aguirre se hizo cargo del "Chajá" en 1881, recibiendo una tropilla Ramboillet introducida en 1858 y denominada las sajonas, descendiente de uno de los lotes de ovejas de ese tipo importadas por el Sr. Federico Plowes. Fué siempre servida esta tropilla por carneros de sangre pura, pero no constantemente de la misma variedad merina. Según los caracteres de la lana, se alternaban carneros Negretti y Ramboillet, obteniendo así los padres que servían en las majadas generales". "En 1881, apercibido el Sr. Aguirre de la bondad del plantel que recibía, desplegó la competencia y pasión que le son propias, para merecer los nuevos rumbos que hoy prosigue con las variedades merinas destinadas a producir lana fina, y formó dos grupos, el Negretti y el de Ramboillet ... El grupo Negretti procede de 50 ovejas puras compradas al establecimiento "San Juan", en la Colonia, República del Uruguay (de propiedad entonces del Sr. Lahusen, con rebaños procedentes de las cabañas alemanas Kentzlin, Mollin, Leutschou y Merzin), "y elegidas por el Sr. Aguirre, el Sr. Narciso Lozano director de la Cabaña "PIomer" y el pastor de ésta. El Sr. Aguirre me dice en su informe: "El origen de estos animales, según certificado que tengo en mi poder, procede de 165 ovejas Negretti puras, importadas a ese establecimiento en el año 1865, procedentes de las mejores cabañas Negretti puros de Alemania. Conservo siempre esta tropilla con carneros Negretti de la cabaña del Capitán Maas, en Kentzlin, que, según carta que tengo del Sr. Bohm, es la única que conserva el Negretti puro original".
    "Dirije la cabaña el mismo fundador - prosigue Zeballos - y sus productos no están todavía, propiamente hablando, en el comercio. Sus ventas comienzan apenas a realizarse, porque el Sr. Aguirre ha usado los carneros en sus majadas de campo. Esta cabaña que nace irá lejos. El Sr. Aguirre tiene para lograrlo la energía de la juventud, el capital y la competencia necesarios".
    Páginas más adelante dice Zeballos: "De las 300 cabezas que componían la majada Negretti sajonas, el Sr. Aguirre eligió 130 animales. En 1882 adquirió 12 borregas Ramboillet de la notable cabaña "Nuestra Señora del Pilar" del Sr. Nazar, y 100 ovejas de la estancia "San Juan", en el Estado Oriental, a cuyo plantel agregó 12 ovejas importadas de la cabaña Nacional de Francia. Tal el origen de su rebaño. Lo hace servir por dos carneros importados de la cabaña Nacional de Francia y por los merinos alemanes, obteniendo de unos y otros satisfactorios resultados. Esta cabaña, a pesar de ser reciente, ha comenzado sus ventas con éxito. Por las primeras borregas obtuvo 40 $m/n, y 80 $m/n por los carneros. El establecimiento no ha enviado aún sus productos a las casas de martillo de Buenos Aires, ni ha concurrido a exposiciones". Y don Estanislao pone broche a su comentario así: "El Sr. Manuel Aguirre me decía en su carta: "El objeto que me propongo es alcanzar el mayor grado de nobleza en la lana, en cuanto es posible: soy lanero". Y lo es - concluye Zeballos - sin transacciones, sin mezclar la cuestión cuerpo a su objeto: es admirador y partidario de carneros de Kentzlin!".
    Agrego por mi parte, con exactitud histórica, que el verdadero y remoto origen de los rebaños "Negretti", no arranca de Alemania sinó de España. Dichos merinos se trajeron probablemente a la península, en la Edad Media, del norte de Africa o del Asia Menor. Pero quienes desarrollaron zootecnicamente el tipo de esa variedad lanar - luego muy difundida por Alemania, Austria, Hungría y Rusia - fueron, en el siglo XVIII, los Duques del Infantado y el Conde de Alange, Caballero de Santiago y Grande de España, don José de Negrete y Ampuero, cuyo apellido - Negrete - en adelante sirvió para nombrar aquella raza.
    En cuanto a los Ramboillet de "El Chajá", bien apunta Zeballos que 12 ovejas y 2 carneros se importaron de la Cabaña Nacional francesa. El 1O-X-1882, desde París, Manuel Aguirre (padre) le escribía a su hijo mayor: "Ayer he estado en la famosa "ferme" modelo de Ramboillet. El Director de ella, persona que me ha sido simpática, para quien llevé una carta del Ministro Balcarce de introducción, fué sumamente complaciente conmigo". En la oportunidad, Tata Aguirre eligió personalmente y compró aquel par de carneros "de lo mejor que tenían", y la docena de pécoras preñadas.
    De otra carta de mi abuela Enriqueta Lynch a su cuñada Victoria Aguirre, que estaba en Europa, destaco los siguientes párrafos remitidos el 1º-XI-1882, desde "El Chajá", en la consabida "galera" mensajera: "... San Isidro (la Chacra) debe estar ahora muy lindo, aunque dicen muy seco; por aquí también la hay; así es que te puedes imaginar lo que rezongará tu hermano al cabo del día por la falta de agua. Su entusiasmo por la Cabaña no disminuye; por el contrario, ya no le falta sinó llevar su cama al galpón; todo el día se lo pasa allí ... ha tomado un pastor alemán, recién llegado, para cuidar las ovejas finas; se entienden casi por señas, y yo creo que si no fuera por miedo que se rieran de él, se pondría a aprender el alemán".

    La cabaña de cornicortos

    Respecto a los vacunos de "pedigree" - excluido aquel rodeo de puras por cruza "tapialeras", nombrado más atrás - los primeros ejemplares "shorthorns" importados de Inglaterra con que mi abuelo se inició como cabañero, fueron 4 vacas y un toro "Booth", comprados en 1882 por su Tata en la cabaña "Killerby". Sobre este particular, mi abuelo, en la estancia, le escribió exultante a su tío Emiliano, el 7-I-1883: "Recibí su carta del 4 del cte. Siento mucho que los animales que ha mandado mi padre hayan llegado en tan mal estado como me dice. Hágame el favor de mandarlos por aquí para poderlos ver a gusto ... Tata no me dice nada, me manda el Catálogo de la cabaña, pero no me dice los nombres de los animales, ni cuanto han costado; estoy a oscuras. Sin embargo creo que el mejor toro será para mí, por que si, y por que creo estoy llamado a ser uno de los primeros, sino el primer criador de este país. Espero los mande pronto, porque estoy con fiebre por verlos".
    Un año más tarde, Rodolfo Peña, íntimo amigo de mi abuelo, le anuncia haberle comprado en la cabaña "Booth" las siguientes vacas puras, todas por el precio de 750 guineas: "Hibernia", rosilla de 2 años, de la familia "Hécuba"; "Vanity of Fair", de 2 años, rosilla colorada; "Cora", rosilla colorada, preñada; "Maid of Britain", colorada, preñada; "Vesta", colorada y blanca; y "Victoria Rosea", rosilla. Estos animales desembarcaron en Buenos Aires en octubre de 1885, y fueron conducidos a un corralón bajo techo, en la calle Venezuela, perteneciente a la empresa Bullrich, pues el patio principal de esta casa rematadora estaba lleno de caballos de carrera del General Bosch, de Guillermo Kemmis y de otros "turfmen" conocidos. Mi abuelo hallábase, a la sazón, en "El Chajá", y otro íntimo amigo suyo, José María Lozano, fué el encargado de despachar las vacas a Maipú por ferrocarril.
    El 6-X-1886 se liquido allá en Inglaterra la famosa cabaña "Killerby" del finado John Booth. En esa subasta se compraron para Manuel J. Aguirre, estas vaquillonas: "Queen Bee", en 32 guineas; "Gibsies Dora", en 16 guineas; y "Emmal", en 42 guineas.
    Al ocuparse de las cabañas argentinas de "la época clásica", M.E. Stanwick (seudónimo de Mariano Ezcurra), en su libro Historia del Shorthorn, estampa: "El Señor Manuel J. Aguirre había reunido en su cabaña "El Chajá", en el partido del Tuyú, un selecto lote de Shorthorns de sangre Booth, adquiridos en Warlaby y en las cabañas de Hugh Aylmer, de Mitchell, de Lord Polwarth, de G.W. Elliot y de Mr. Ackers, figurando vacas de las tribus Blossom, Mantalini, Calomel, Rosebud y Swinton Rose, adquiridas en la cabaña de Tom Willis y, además, representantes de la tribu Princess y de las Brawith Bud (Pure Gold) de Cruickshank."
    "Entre los toros padres - sigue Stanwick - "El Chajá" contaba con: "Weal Royal", un Waterloo (rama Weal de Aylmer), criado en Irlanda por Mr. Humphrey; "Sydney", criado por H. Smith, en Irlanda; "Dairy King", de la misma procedencia; "Quarantine" y "Romeo", también criados por Mr. Smith; "Lord Kenmare", criado por Mr. Welsted; "Governor" criado por Mr. Smith; y dos toros criados por Booth: "Royalist" y "King Edward" (el favorito de mi abuelo), ambos pertenecientes a la tribu "Hécuba".
    Antes del llamado "período clásico", algunos ganaderos asentaban en libros particulares la identidad y nominación de sus animales de "pedigree". Así también el dueño de "El Chajá", familiarmente, dió nombres a sus terneras puras primerizas: "la Mercedes", "la Manola" y "la Maruja", en cariñoso homenaje a sus tres hijos mayores. Al poco tiempo, Manuel J. Aguirre, Leonardo Pereyra, Juan Cobo, Vicente L. Casares, y Domingo Frias, fundaron la Asociación de Criadores de la raza Shorthorn, y establecieron el "Herd Book Argentino", libro de registro semejante al de Inglaterra, donde podían anotarse los linajudos cornicortos importados y los nacidos en nuestro país. En 1889 apareció el primer tomo de aquel vernáculo "Herd Book", cuyos posteriores volúmenes, a cargo de aquellos caballeros, siguieron publicándose hasta 1901, año en que ellos donaron los padrones genealógicos a la Sociedad Rural Argentina.
    Ulteriormente, Manuel Aguirre adquirió en 20.000 pesos - precio elevadísimo entonces - el toro "Spartan" (22) de la cabaña "El Retiro" de Vivot. Dicho ejemplar - colorado con manchas blancas - resultaba hijo del celebérrimo "Spartan" (71652), gran campeón el año 1898 en la Exposición Internacional de Palermo; padre importado, de pelo rosillo, que nació en 1896, producto del rebaño de la Reina Victoria en Windsor; hijo, a su vez, de "Count Lavender"y de la vaca "Spruce". Otros buenos reproductores del plantel "chajero", a comienzos del presente siglo, fueron: "Newton Stone", "Duke of Barrington" y "Barón Killer", que - con "Spartan" - fecundaron a las vacas "Colombine", "Lady Georgina Cromwell", "Lady Georgina Yeagle", "Spring Rose", "Virtue", "Maudlin 2a" y "Gipsies Olga", entre otras, cuyos toritos recibirían nombres aborígenes: "Ancatrúz", "Pichicurá", "Cayumán", "Huayna Carú", "Meliqueo", etc., etc.
    Acoto que los toros producidos en "El Chajá" - fuera de los utilizados en el propio establecimiento para encastar a 10.000 vacas - se vendían particularmente. El primer remate público de los Booth de Aguirre se realizó en el patio Bullrich de Buenos Aires, el 24-IX-1891. Se subastaron cinco toros de 2 años: "Tripaileo", vendido en 5.500 pesos a Manuel Durañona - "el precio más alto obtenido por criador argentino", según destacó el diario La Prensa; "Painé", vendido a Federico Martínez de Hoz en 3.600 pesos; "Orkeke 2º", comprado por Federico Urioste en 1.609 pesos; "Rengo 2º", comprado por Federico Martínez de Hoz en 1.600 pesos; y "Carancho 2º", también adquirido por Martínez de Hoz en 3.800 pesos.
    En 1890 don Manuel había pensado mandar algunos de sus productos a la Exposición de la Sociedad Rural en Palermo, pero se echó atrás. Aunque el lector se sorprenda, en aquella época éste resultaba el itinerario y duración del viaje: Se cargaban los toros en pesadas carretas que lentamente recorrían 7 leguas - calculemos en 7 horas - desde "El Chajá" hasta la estación de Maipú. Ahí, tras largo aguardar, efectuábase el trasbordo de las nobles bestias al vagón jaula del Ferrocarril del Sur: cuyo tren - "tren carreta", por cierto - tardaba alrededor de 24 horas en su trayecto hasta la estación de Barracas al Norte. En este punto, tras detenerse un tiempo impreciso, enganchaban la jaula al Ferrocarril de la Ensenada, que partía rumbo al Retiro. Acá, luego de nueva parada, hacíase el acople de la rodante armazón al Ferrocarril Pacífico. Este convoy, finalmente, depositaba los toros en Palermo. Todo el procedimiento, entre combinaciones, esperas y mudanzas de líneas para llegar a destino, hubiera durado casi tres días. No valía la pena, pués, acudir a un concurso rural con animales desbastados - por no decir devastados - al cabo de semejante trajín.
    A lo escrito sobre los viejos tiempos de "El Chajá", quiero por último agregar que la estancia llegó a reunir - además de la cabaña aquella de toros Shorthorns del tipo Booth y de los planteles ovinos Negrete, Ramboillet y, con posterioridad, Lincoln - sobresalientes manadas yeguarizas de Anglo-Normandos, Oldemburgueses, Claydesdales, Percherones y petisos Shetlands - productos estos de un padrillo y tres yeguas zainas, importadas en 1890.

    Las distintas viviendas de la familia de mi abuelo en Buenos Aires

    De recién casado Manuel Aguirre se instaló con su mujer en una casa de la calle Chacabuco 200, que pertenecía a su padre. Ahí llegó a la vida su hija mayor Mercedes. A fines de 1879 o a principios del 80, los Aguirre se mudaron a extramuros - diré -, a la quinta de la calle Esmeralda 750, entre Juncal y la barranca que caía hasta el bajo del Retiro. Aquella media manzana de terreno, con su añoso edificio levantado dentro de un jardín, había sido morada predilecta de doña Andrea Ibáñez de Anchorena, abuela de don Manuel, y en dicho caserón suburbano vieron la luz primera sus hijos: Manolo, Maruja - mi madre - y Julián. Comenzado el año 85, la familia se mudó al centro, a una casa de altos en la calle Talcahuano Nº 7, esquina a la de Rivadavia, donde vinieron al mundo los hijos: Adriana, Hortensio, Agustín y Eduardo. En las postrimerías del 90, los padres y su ya numerosa prole, ocuparon otra más espaciosa vivienda en la calle Bolívar 171, que había comprado para ellos el Tata Manuel Alejandro a Angela Alzaga, viuda de Lezama, cual lo consigné en la biografía del comprador. En los siete años que en esa casa habitaron don Manuel y doña Enriqueta hubieron cinco hijos más: Roberto, Enriqueta, Elena, Rafael y Victoria. Finalmente el 21-X-1896, para hogar de su hijo Manuel, Tata Aguirre adquirió de los herederos de Exequiel Ramos Mexía Segurola, la gran casa de la calle Cerrito 271, entre Cuyo y Cangallo.
    En dicha sólida y acogedora mansión, a estilo de las señoriales edificadas durante el último tercio del siglo pasado, nació el hijo número catorce de mis abuelos: Alejandro; como también allí se prolongó la simiente de don Manuel y doña Enriqueta en varios nietos, el mayor de los cuales es quien escribe estos renglones. De modo que el recuerdo del solar nativo resulta para él entrañable e interesante a la vez. Habida cuenta de ello, en un Apéndice al final del presente capítulo, el autor ha registrado la historia de aquel terreno a lo largo de las distintas transferencias del dominio, desde su titular originario Lázaro Gribeo, compañero de Garay en 1580 en la fundación de Buenos Aires, hasta el arrasamiento definitivo del edificio, cometido en 1936 por la Municipalidad capitalina, para abrirle paso a la Avenida 9 de Julio.


    Los automóviles y la quinta en San Isidro

    Durante tres décadas, sólo cuatro automóviles hubo sucesivamente en la casa de mis abuelos Aguirre: el "Eléctrico", el "Charrón", un "Daimler" y un "Cadillac".
    El recuerdo de el "Eléctrico" se remonta a mi más tierna infancia. Su grande y lujosa carrocería, con asientos "vis a vis", estaba tapizada por dentro de cuero negro "capitoné". El vehículo era puesto silenciosamente en marcha, desde el pescante, por José "el portugués" -- antiguo cochero -- quien, uniformado de azul oscuro con botones de bronce y gorra de visera, cual un comodoro empuñaba el volante y las palancas propulsoras de la energía encerrada en los acumuladores. Ibamos los niños en el "Eléctrico" a tomar aire y sol a la Recoleta o a Palermo, en cuyos jardines, poblados de gente menuda, corríamos detrás de una pelota o del aro que se hacia rodar a golpes de palito; esquivando gobernantas alemanas, mises inglesas, niñeras gallegas vestidas como "nurses", profusión de bicicletas y cochecitos con lactantes a cargo de amas tocadas con cofias y lazos de colores, a estilo de aldeanas francesas.
    Después -- heredado de don Manuel viejo -- un "Charrón" a nafta -- limusina cerrada proveniente de Francia -- sustituyó al "Eléctrico". Y más tarde vino el poderoso "Daimler", de motor alemán construido en Inglaterra y manejado aquí por el "chauffeur" coruñés Manuel Montes -- doble fila de botones en la guerrera y polainas negras. (Los coches oficiales del Presidente Sáenz Peña y de sus Ministros eran todos de la marca "Daimler"). Finalmente mi abuela doña Enriqueta, en los últimos años de su vida, movilizábase, hasta la quinta de San Isidro, sobre un cómodo "Cadillac" norteamericano.
    Era esa quinta de San Isidro parte desprendida de aquella chacra que comprara Manuel Alejandro Aguirre a Prilidiano Pueyrredón el 9-I-1856; cuya histórica trayectoria, escrita a modo de crónica, incluyo en el Apéndice que epiloga esta larga monografía. Tal referencia arranca de las tres "suertes" que otorgó Garay en 1580 a los pobladores Antón Roberto, Pablo Cimbrón y Rodrigo Gómez; "suertes" originarias que se aunaron después, y su superficie integral -- 1.000 varas de frente y una legua de fondo -- permaneció invariable durante más de tres centurias. Sin embargo en el último tercio del pasado siglo, ocurrieron los sucesivos desprendimientos de su terreno, surgiendo en esos nuevos deslindes quintas espléndidas; que al fraccionarse posteriormente, a su vez, dieron lugar a espaciosos campos deportivos (el Club Atlético San Isidro y el Jockey Club) y a innumerables lotes que, hoy en día, constituyen hermosos barrios parques. Sólo por milagro se salvó del parcelamiento implacable una típica reliquia colonial: la casona de la chacra primitiva, hogaño abierta al público en carácter de Museo Juan Martín de Pueyrredón.
    Pero vuelvo a nuestra desaparecida quinta sanisidrense, cuya extensión de casi 14 hectáreas -- precisamente 134.992 m2 -- correspondió a mi abuelo Aguirre por herencia de su madre Mercedes Anchorena, a partir de la mensura y división practicada por el Ingeniero Fernando Moog, según consta en el plano que aprobó el Juez de la Capital Dr. Salustiano J. Zavalía, el 25-X-1881 .
    Junto a esos datos consignados en títulos y documentos judiciales, narraciones de la tradición oral e imágenes lejanas de circunstancias vividas en aquella quinta, irrumpen de nuevo en la memoria como proyectadas por un calidoscopio.
    La casa, imponente castillo, fué concebida por el ingeniero Manuel Ocampo -- marido de Ramona Aguirre, prima hermana de mi abuelo y madre de Victoria y de Silvina --, y se estrenó en 1893. El enorme edificio de dos plantas, con sólidas paredes rosadas de ladrillo, permanece nítido en mi recuerdo. Una larga y sinuosa galería exterior circuía a su perímetro irregular; y el piso de arriba, provisto de terrazas, balcones y ventanas, remataba en la azotea, cuyo parapeto bastillado con almenas semejaba un alcázar feudal.
    En una saliente de la construcción, levantábase el gran cobertizo de entrada para carruajes, con techo de pizarra sostenido por cuatro columnas. Cinco escalones se contaban antes de pisar el corredor y de franquear la puerta principal de acceso al amplísimo vestíbulo, donde una chimenea insertada en armazón de madera, exhibía en su repisa el marmóreo busto de doña Enriqueta, modelado por su marido. No abrumaré al lector con la reseña de muebles, objetos, grabados y cuadros distribuidos en las distintas habitaciones del caserón de la quinta. Me place, sin embargo, no dejar en el tintero a aquella biblioteca instalada en el "hall", llena de revistas inglesas encuadernadas, cuyos dibujos, caricaturas y fotografias tantas veces repasé entretenido: Punch, The lllustrated London News, The Tattler, The Sphere, Bystander, Sporting and Dramatic News, además del Figaro de París y de la Ilustración Sudamericana.
    En torno del castillo, el parque se extendía frente al panorama del rio. Su trazado y armónica disposición de árboles y parterres, debiose al paisajista Forquell, traido de Francia por el Jockey Club para delinear los jardines del Hipódromo de Palermo. Forquell era famoso, pués había llevado a cabo una obra maestra de jardinería en los paseos de Monte Carlo, y aquí, en la Argentina -- a más de aquellos espacios verdes del Hipódromo y de la labor encomendada por Aguirre en su heredad sanisidrense -- formó los parques de mi tío Pancho Uriburu en Villa Elisa, el de la estancia de Manuel Guerrero al borde del Salado, y el del ingenio azucarero de Hileret en Tucumán.
    Entre el considerable número de plantas mayores y menores de la quinta de mi abuelo, dos añosos pacarás flanqueaban la vivienda familiar; y rescato del olvido al bosquecillo de magnolias; a las frondosas tipas de abovedado ramaje; a las palmeras y al fénix, de tallos cilíndricos y copas parecidas a plumeros gigantescos; al ombú, cuyas raíces se aferraban al talud de la barranca para no venirse abajo; al par de "ginkgos bilobas" japoneses, uno cerca del otro, que nos servían de arco cuando jugábamos al fútbol; al césped de los canteros; a los caminitos llenos de piedritas llamadas granzas; a los macizos de flores; a la colección de claveles y helechos preservados en invernáculos; y al conjunto de frutales en la huerta que brindaban a nuestra glotonería duraznos, damascos, higos y cerezas.
    Remembranzas que titilan en la lejanía, iluminan por instantes a mi madre: fina, joven, bella, feliz con sus tres chicos que, al aire libre, jugueteaban en una mañana llena de sol. A mi tia Adriana, que como Scherezada nos inventaba cuentos que no terminaban nunca. A esas dos casitas de ladrillo con techos de cinc, en las que dábamos rienda suelta a nuestra imaginación infantil; a las bicicletas; a "Pancho" mi petiso shetland y a las cabalgatas por las lomas con el paisano Gabriel Torres. Revive en mi recuerdo la cancha de tenis; reviven el Carnaval y sus recibos de máscaras (dominós de raso negro, disfraces y caretas absurdas); los corsos en el pueblo de San Isidro y, más tarde, aquellos bailes inolvidables del Club Atlético, donde se despertó mi enamoramiento adolescente...
    De tan lejos aún me llegan ecos de los tangos de Arolas, de Firpo, de Canaro, de Cobián; con los valses de Lehar y de Strauss, que mi tia Adriana tocaba en el piano, junto a las melodías de Fysher y de Cristiné y a otras canciones pegadizas ahora despegadas de la moda actual. Por último no ha de quedar sin mención el cinematógrafo en la quinta vecina de Gómez. Allí Goyo Lastra -- marido de Mecha Gómez Aguirre prima de mi madre -- proyectaba de noche, a cielo abierto, sobre una sábana blanca puesta en bastidor de madera, vistas de actores cómicos franceses -- Max Linder, Toribio Sánchez y Salustiano -- filmadas por "Pathé Fréres" y "Lumiére" -- antes, claro está, del auge de las películas norteamericanas de Tripitas y de Carlitos Chaplin.
    "Tu abuelo -- me escribió cierta vez Victoria Ocampo -- me hacía ruborizar cuando me preguntaba: "que dice la artista". Yo pensaba que podía estar riéndose de mí. También lo recuerdo muy claramente y como a una persona excepcional. Ninguno de los otros hombres, de los otros ?señores? que yo veía en casa se le parecian. Tanto cuando hablaba del golf o de Gobineau, decía cosas. Cosas que me gustaban, me sorprendían o me hacían reflexionar. En una palabra, nada me resultaba más apetecible que pasar mis horas en la quinta de Manuel Aguirre con los Aguirre".

    El artista y sus esculturas

    Pero dejo de lado estas íntimas reminiscencias y torno a la biografía de mi abuelo materno. Hora es ya de señalar que él fué esencialmente un artista. A los veinte años recorrió Francia, Inglaterra, España, Italia y Suiza, y no sólo admiró las bellezas naturales de dichos paises, y el empuje y desarrollo material de alguno de ellos, sinó que en el ambiente de esos focos irradiantes de cultura, encontró nuevos horizontes que dieron amplitud a su espíritu; obras de arte y monumentos cargados de historia que estimularon su inclinación estética hacia el dibujo y la pintura; todo lo cual, más adelante, conformaría esa experiencia intransferible que pone sello a una personalidad.
    La realización de la cabaña en "El Chajá" debiose más al don innato de "creador" del propietario, que el simple menester de traficante "criador" de animales finos. Aunque parezca insólito, tal refinamiento ganadero en la pampa agreste de hace cien años, lo emprendió mi abuelo, ante todo, por amor al arte. Don Manuel había nacido rico, poco le interesaron los negocios ni jamás tuvo apetito de dinero. Desdeñó siempre a los "chalanes" (el calificativo es suyo) que con empaque señorón abundan en la actividad agropecuaria. Pudo mi abuelo tener administradores, arrendar su campo y darse la gran vida viajando por el mundo. No lo hizo. Estanislao Zeballos escribió en 1888 con verdad: "El señor Manuel J. Aguirre, hombre joven, a pesar de su alta posición social y fortuna, ha dedicado, con noble espíritu de progreso, una especial atención a la labor rural, en la cual sirve señaladamente al país". Y Carlos Ibarguren, en La historia que he vivido', pergeñó la siguiente semblanza: "Mi suegro reunía en su persona al aspecto físico hermoso y viril, las cualidades morales más destacadas del caballero: espíritu abierto, generoso, señoril; desprecio por lo pequeño, lo vulgar y lo mezquino; desinterés por todo lo que significaba utilitarismo y lucro; modestia ingénita que le hacía disimular los grandes valores que encerraba su espíritu. Su temperamento era romántico y su vocación artística. Una vasta ilustración nutría su talento y un innato amor a la belleza lo consagró a la escultura".
    Hacia el invierno de 1890, estando don Manuel en "El Chajá", a causa de un enfriamiento cayó con influenza, y tan agudo resultó el trancazo -- como llamaban entonces a la gripe -- que vino a complicarse en nefritis. La infección a los riñones era grave. Trasladado a Buenos Aires, el enfermo fué sometido a un tratamiento riguroso y, va de suyo, al empezar la mejoría los médicos prescribieron al convalesciente reposo absoluto.
    En tales circunstancias, aquella vocación artística que se había despertado en Aguirre cuando muchacho, al hechizo de Europa, y que permanecía latente en él desde que aprendiera dibujo y pintura en Florencia, se avivó de nuevo ante el obligado descanso corporal. Entonces, libre momentáneamente de tareas utilitarias, resolvió aprender escultura, como medio concreto de expresar sus inclinaciones estéticas.
    Maestro suyo en el arte del modelado fué el piamontés José Arduino, autor, entre otros trabajos, del monumento a Mitre colocado en la plaza del pueblo de San Isidro. Completó también Aguirre su aprendizaje con el catalán Torcuato Tasso, a quien, entre su abundante producción se debe la estatua de Esteban Echeverría. José León Pagano, en el tomo III de su importante obra El arte de los argentinos, al ocuparse de mi abuelo escribe: "El nombre de Manuel J. Aguirre debió figurar en el grupo de los organizadores. Actuó junto a ellos en los dias oscuros, cuando todo el panorama del arte era un yermo ... La escultura individualizada por la historia sitúa a Manuel J. Aguirre en un punto inicial. Artista y filántropo, se unió a los benefactores de la sociedad Estímulo de Bellas Artes, centro y foco de toda nuestra cultura artística. Al apoyo moral, tan necesario entonces, añadió el de orden económico, y lo hizo con largueza generosa, sin atuendo, calladamente. Artista de vocación y hombre de mundo, fué plenamente dichoso cuando las circunstancias le permitieron consagrar todas sus energías a la plástica ... Al retrato dedicó sus días de mayor plenitud. Los produjo en bulto redondo y en bajo relieve, ya viriles ya femeninos. Firmó no pocos de varones próceres: Rivadavia, existente en la Sociedad de Beneficencia; Moreno, que se halla en la Biblioteca Nacional; el de Carlos Pellegrini; el de Lucio V. López. A estos se agrega una serie no breve de niños y de señoras. Enérgico o suave, según lo exigían los rasgos del modelo, Manuel J. Aguirre supo definir lo íntimo de cada uno, evidenciando en todos su fina destreza. A la obra del iconógrafo se une la del estatuario. A tal categoría pertenecen: El Atleta y El Pensador, figura de pie aquella, sedente ésta. El Pensador, premiada en la Exposición de Arte del Centenario, en 1910, fué adquirida por el gobierno argentino para donarla a la Cámara de Diputados de Chile".
    De las primeras realizaciones del artista son, sin duda, los bustos en mármol de doña Enriqueta, su mujer, y de Manolo, Maruja, Julián y Hortensio, junto al bajorrelieve de Mercedes, sus hijos; así como en bulto redondo las cabezas femeninas de dos modelos: una de contornos opulentos peinada con rodete levantado, la otra de suave fisonomía y cabellos caídos en "bandeaux". Más tarde cincela los perfiles de su hermana Victoria y de varios amigos suyos: Narciso y José María Lozano, Manuel Ocampo, Juan Manuel de Larrazábal y el prestigioso médico venezolano Rafael Herrera Vegas. Posteriormente plasma la robusta estampa de un toro de su cabaña, y los delicados bajorrelieves de las señoras Clara Ocampo de Rodríguez Larreta y Susana O'Gorman de López; además del precioso busto en mármol de su prima Hortensia Aguirre de Leloir. También fueron obras suyas, en aquellos años, un medallón en bronce que dedicó al malogrado escritor y político Lucio V. López, trágicamente muerto en un duelo a pistola que tuvo con el coronel Carlos Sarmiento; y la cabeza, perfilada sobre tabla de mármol de Eduardo Madero, empresario e historiador del puerto de Buenos Aires.
    Estas dos obras fueron expuestas el año 1896 en el Salón del Ateneo, entonces sito en la Avenida de Mayo y Piedras; y la Revista de Buenos Aires semanario ilustrado que fundaron Gabriel Cantilo y José María Drago en su número 81 del mes de octubre de dicho año, comentó los "dos hermosos bajo relieves del Señor Manuel J. Aguirre, de un notable parecido ambos". Y también acerca de esas mismas tallas, Pellegrini a la sazón Senador Nacional, le remitió sendas esquelas manuscritas a "Mi estimado amigo Aguirre", que expresaban lo siguiente: (21-IX-1896). "Recibí ayer el medallón de nuestro buen amigo el Dr. López. Se lo agradezco doblemente, como un recuerdo de ese amigo y por el placer que me proporciona el tener una obra debida al cincel del mas espontáneo y genial de nuestros escultores, y que tan alto honor hace al naciente arte nacional. Reciba mis más sinceras felicitaciones y creame su affmo. amigo".
    (22-V-1897). "Recibí el retrato de Madero. Los dos adornos de mi escritorio que más aprecio y que miro con más satisfacción, son sus dos obras, que prueban que no somos los argentinos huérfanos del arte, pués podemos vanagloriarnos de tener verdaderos artistas como Ud. Soy su affmo. amigo".

    El busto do Rivadavia

    Leo en El Diario de Lainez del 23-XII-1897: "El busto en bronce de Rivadavia ha sido ayer uno de los atractivos de la exposición Witcomb. La Sociedad de Beneficencia bien ha hecho en ponerlo a la vista del público antes de darle el preferente sitio que le corresponde en alguna sala de sus instituciones caritativas. En la ejecución de esa obra se acreditan las cualidades y el talento artístico del señor Manuel J. Aguirre, autor de ella. Otros trabajos del mismo género, presentados como más modestos ensayos, habían ya revelado en el señor Aguirre una feliz disposición por la escultura, siendo de lamentar que se mantenga dentro de un radio limitado de ejecuciones".
    A propósito de ese busto de Rivadavia, el realizador recibió las siguientes lineas del maestro Arduino: "Según mi débil criterio, creo que puede ir orgulloso de su modelo, el cual gusta a todos. El señor diputado Machado (don Angel) se quedó admirado cuando supo el nombre del autor del modelo, exclamando pero ¿esto es hecho aquí? Me permite Ud. Señor Aguirre que una mi aplauso a los de todos". (El busto de don Bernardino se emplaza hogaño en el jardín de entrada del Hospital Rivadavia, sobre la calle Bustamante 2531).

    El busto de Moreno

    Paul Groussac, director de la Biblioteca Nacional, le pidió a Manuel Aguirre la ejecución de un busto del prócer Mariano Moreno para ser colocada en el recinto de lectura de dicha institución. El 20-III-1901, manifestábale el bibliotecario al escultor, en carta particular: "Mucho me felicito de que se encuentre Ud. dispuesto a ?ensayar sus fuerzas? (como dice con sobrada modestia) en la ejecución de un busto de Mariano Moreno, destinado a la nueva sala de lectura de la Biblioteca Nacional. Y nace esta satisfacción mía, no sólo de la natural adecuación de un artista argentino a la representación del prócer que mejor encarna el movimiento de Mayo, sino también de mi confianza en el buen éxito de la obra, después de conocer varias producciones de Ud., y singularmente su vigoroso bronce de Rivadavia". Y luego de explayarse acerca del carácter íntimo "del formidable Moreno", el eminente literato e historiador francés termina su misiva con estas palabras: "Sólo me resta ahora reiterarle a Ud. la expresión de mi agradecimiento por la buena voluntad con que se ha servido aceptar mi indicación, y esperar el día no lejano en que, terminada su obra escultórica, y colocado el busto de Moreno en el más noble Santuario de su gloria, me toque unir mi aplauso a los del público congregado para la inauguración de la nueva Biblioteca Nacional".
    La ceremonia prevista en el referido "santuario" realizose nueve meses más tarde, en su edificio de la calle México, de fachada con columnas corintias que planeara el arquitecto italiano Carlos Morra -- Marqués de Monterochetta -- para la Lotería Nacional; pero que a último momento -- caprichos de la suerte -- ese palacio destinado al juego aleatorio, fue convertido en albergue de miles y miles de libros ordenados para la lectura erudita. Su estreno (27-XII-1901) resultó solemne y brillante. Concurrieron el Presidente de la República General Roca, sus Ministros Juan E. Serú, de Instrucción Pública, y Joaquín V. González, del Interior; el cuerpo diplomático; delegaciones universitarias y de centros científicos y literarios; amén "de distinguidas damas pertenecientes a nuestro mejor mundo social" -- según crónica periodística contemporánea. La orquesta dirigida por el maestro Alberto Williams, interpretó piezas de Mozart y de Grieg; y el director de la Biblioteca, Paul Groussac, tuvo a su cargo el extenso y meduloso discurso de circunstancia, donde alude así a Manuel J. Aguirre: "En el nuevo salón de lectura, se inaugura también en este día el busto de mármol del fundador, esculpido por un artista argentino que nos da el ejemplo saludable de una vocación tenazmente seguida contra las sugestiones emolientes del medio social y la fortuna: obra intencionada y, en mi sentir, singularmente feliz, que amalgama por vez primera la doble exigencia realista e interpretativa, dejando que se transparente, bajo la blandura más o menos auténtica de los contornos físicos tradicionales, el alma tormentosa y febril del gran patricio".
    A poco de haber muerto Pellegrini (17-VII-1906), el Jockey Club resolvió erigir un suntuoso mausoleo en la Recoleta, donde serían depositados los restos de su fundador y primer presidente. Al efecto, una comisión especial de socios y amigos de aquel ilustre argentino, tuvo a su cargo concretar dicho propósito. Fueron miembros de ella Exequiel Ramos Mexía, Vicente L. Casares, Manuel J. Aguirre, Bernabé Artayeta Castex, Enrique Acebal, Manuel J. Güiraldes y Santiago Luro. Estos señores encomendaron a nuestro Ministro diplomático en París, Ernesto Bosch, y a Paul Groussac, a la sazón en la "Ville Lumiere", contrataran con el estatuario francés Antonio Mercié, la realización del sepulcro de referencia. Mercié, de gran renombre en ese tiempo, era autor, entre muchas obras, de las efigies del Rey Luis Felipe y de la Reina Amelia, colocadas en su monumento funerario; de las estatuas del músico Gounod y del pintor Courbet; y del altorelieve "El Genio de las Artes", que decora el pórtico de una de las fachadas del Louvre.

    El busto de Pellegrini y un admirable discurso de Groussac

    Por otra parte, como homenaje exclusivamente personal a la memoria de su amigo Pellegrini, mi abuelo Aguirre decidió esculpir su busto; cuya imagen marmórea, una vez terminada, puso él en su escritorio sobre un pedestal de madera.
    Esa escultura -- a mi ver uno de los mejores retratos logrados por Aguirre -- permaneció en aquel sitio hasta el fallecimiento del autor, y después en casa de su viuda doña Enriqueta Lynch. Dos reproducciones de bronce del referido mármol original, engalanan, en la actualidad, los jardines de la explanada en Mar del Plata, y una plaza en el pueblo bonaerense de San Fernando. El 7-III-1915 se emplazó, en aquel balneario, la réplica del busto de Pellegrini por iniciativa de Paul Groussac, del comisionado de la Municipalidad marplatense Florencio Martínez de Hoz, del senador Adolfo Dávila, del pintor Carlos de la Torre, de Francisco Beazley, Carlos Dimet, Adolfo Orma, Alberto del Solar y de otras personas cuyos nombres se me escapan. Asistieron ese día a la inauguración del monumento, la viuda de Pellegrini, doña Carolina Lagos, varios miembros de la familia de Aguirre, y, además de los señores antedichos, José María Rosa, Marco Avellaneda, Vicente C. Gallo, Carlos Ibarguren, Emilio N. Casares, Saturnino J. Unzué, Carlos Madero, Enrique de Anchorena, Jacinto Peralta Ramos entre otros caballeros.
    Groussac, en nombre de la familia de Aguirre, fué el encargado de entregar el busto del prohombre; y lo hizo a través de un largo y hermosísimo discurso, algunos de cuyos conceptos no puedo dejar sin transcribir: "He aceptado complacido -- dijo -- y vengo a cumplir el honroso encargo de ofrecer a la Municipalidad de Mar del Plata ... el busto en bronce del doctor Carlos Pellegrini, obra del notable aficionado don Manuel J. Aguirre, y que su distinguida familia ha donado a esta ciudad, realizando así la intención del autor, quien, como el ilustre modelo, fué también arrebatado prematuramente al amor de los suyos y al respeto unánime de sus conciudadanos. Los antecedentes de esta donación, sencillos y discretos cual corresponde a las personas que en ella intervinieron, se resumen en pocas palabras. Concluido por el señor Aguirre el mármol de su malogrado amigo, quedó expuesto para algunos íntimos en el ese entonces taller risueño de la calle Cerrito, de donde se creía que no debiera salir. El autor, con su modestia acostumbrada, se mostraba perplejo ante los últimos retoques ... En realidad, como podréis apreciarlo, el busto era excelente. En su ejecución, singularmente feliz, las cualidades propias del artista aparecían ?intensificadas? por el afecto. Habíase esta vez asimilado, con mayor eficacia que en otras producciones anteriores, el don supremo de los escultores de retratos, que consiste en la interpretación psicológica, mucho más importante y difícil que el parecido inerte de las facciones ... Entre tanto, como viera el mármol el señor Ernesto Tornquist, fiel admirador de Pellegrini e infatigable impulsor de Mar del Plata, pidió y obtuvo que el autor hiciera fundir en bronce un ejemplar ampliado de su obra, destinado a este sitio público. Efectuose puntualmente lo que dependía de la voluntad humana, pero entonces se produjo otra intervención con que no se contaba. Fundido el busto y construido el pedestal donde ahora lo vemos, vino la sucesiva y sentida desaparición del promotor de este monumento, y de su principal autor, a suspender los preparativos de la inauguración, que quedó indefinidamente aplazada. Este año, por fin, alguien que recordando el estado de cosas se propuso reparar el prolongado olvido, encontró tan bien dispuesto el terreno, que ha bastado una indicación para que el señor Comisionado Martínez de Hoz acogiera la idea oportuna y la llevase a la práctica ... Creo que a ninguno de vosotros habrá causado extrañeza el que yo tome la palabra al pie de un monumento consagrado a Carlos Pellegrini: tan notoria es la amistad que nos ligó, que ella forma parte, puede decirse, de mi mediana figuración argentina. Más comprensible sería cierta sorpresa por verme aquí en representación de la familia donadora, quien, al confiarme tan alto cometido, sólo ha querido guiarse por el afecto que su llorado jefe me dispensaba, sin tener en debida cuenta la razones que otra designación aconsejaba para el mayor realce de esta ceremonia. No debo, sin embargo, dejaros entender que para arrancarme de mis hábitos de silencio público, fueron necesarias largas y repetidas instancias. Es la verdad -- y lo digo al solo intento de no aparecer ponderando este pequeño esfuerzo -- que para vencer mi resistencia, háme bastado oir una voz grave y dulce pronunciar con noble sencillez estas palabras: ?Mi padre lo habría deseado...?. Por ellas, señores (por pedido de mi madre Maruja Aguirre), me encuentro ahora ante vosotros ... No es el caso frecuente en estas inauguraciones ... asociar en un mismo elogio las figuras igualmente simpáticas del personaje representado y de su estatuario...: por el primero conocí al segundo, y nuestra amistad, esquiciada por una carta mía sobre Mariano Moreno, se estrechó con el trato frecuente, mientras él estaba modelando el busto del febril Secretario, que adorna el salón de lectura de la Biblioteca Nacional".
    "Por lo demás -- continuó el disertante --, ante el ilustrado auditorio que me rodea, huelga recordar de qué clarísima familia porteña, de qué verdadera dinastía patricia era descendiente directo don Manuel J. Aguirre, tercer heredero del nombre que hizo histórico aquel Manuel Hermenegildo, elegido para llevar al presidente Monroe el voto de San Martín y Pueyrredón, y que sacrificó su fortuna en aras de la patria nueva, para dotarla de su incipiente marina de guerra. Es sabido cómo el nuestro, impelido de vocación irresistible, consagró felizmente a la escultura en todas las horas que le dejara libres la gestión de sus cuantiosos intereses, desviando inesperadamente hacia el arte un linaje de próceres coloniales y austeros repúblicos. Por cierto que éstos se nos presentan dotados de aptitudes o aplicaciones tan diversas como los tiempos en que actuaron. Pero ninguno de los que conocemos careció de merecimientos; y todos ellos sin excepción, desde el hidalgo navarro agraciado de Carlos III, que edificó la conocida casa solariega -- donde ayer se extinguía, desapareciendo casi junto con ella, su ilustre nieto nonagenario --, hasta el hijo predilecto que tan de cerca iba a seguirle, se muestran poseedores de la misma alteza moral, idéntica como su sangre: a la manera de una cadena de oro, hecha con eslabones varios en forma de cinceladura, pero forjados del mismo purísimo metal".
    Y Groussac agrega estas reflexiones de sociología política que valen para todos los tiempos: "A Dios gracias, señores, no son únicamente los bienes materiales y los títulos heráldicos los que constituyen el patrimonio de una familia, y suelen transmitirse de una a otra generación, sino también las virtudes paternas -- factores presumibles, por otra parte, de las fortunas bien habidas. Tal es el criterio profundo con que la sabiduria popular, cristalizada en el idioma, ha extendido el primer significado genealógico de la palabra "noble": a la calificación moral de las acciones y sentimientos superiores. Así considerado este componente sociológico tradicional, que no cierra el paso al mérito ascendente, aparece no sólo compatible con la democracia, sino indispensable en una república, para que con su sola acción se mantenga en equilibrio el orden público, condición vital de los Estados impidiendo que los impulsos populares a la utópica igualdad degeneren en demagogia".
    Y el orador, en vísperas de la gran avalancha populista que irrumpiría detrás de Hipólito Yrigoyen, discierne con razón: "Por cierto que en estas naciones americanas, de reciente formación aluvial, no asoma el peligro por el lado de una casta patricia impenetrable, sino por el lado opuesto: es decir, por la inconsistencia de una estructura política formada por elementos adventicios, no todos de mala ley, seguramente, pero cuya importancia plutocrática no podría prevalecer, sin menoscabo social, sobre las jerarquías naturales del nacimiento, del carácter y de la inteligencia".
    Casi en seguida, el discursante precisa que Pellegrini "no era quien, confundiendo los medios con el fin, hubiera colocado en la sola práctica inmediata del sufragio libre, sin condiciones ni restricciones, el bien político absoluto, no previendo o no temiendo, con aquella arma electoral puesta en manos todavía inexpertas, el advenimiento del despotismo popular, hoy mucho más peligroso e intangible que el frágil despotismo gubernativo! Durante su larga y accidentada carrera, creo que Pellegrini no incurrió una sola vez en el desliz de aplicar a las cosas del gobierno la fantasía, confundiendo, a pretexto de soplar arriba y abajo el mismo viento, el aleteo del colorido gallardete con la formidable tensión de la vela gris sobre la nave!".
    Más adelante Groussac, con intimidad encantadora, evoca "al Pellegrini marplatense, al asiduo veraneante que, muy lejos de traer aquí sus preocupaciones políticas, salia de Buenos Aires huyendo de ellas, anheloso de esta marina oxigenada que descubrimos juntos, casi treinta años há, piloteados por José Luro; y cuya población balnearia se componía, a la sazón, de una mediana fonda -- cuna del "Gran Hotel" -- manejada por una robusta pareja vasca; de una barraca destartalada; y del antiguo molino, donde pasamos horas de deliciosa quietud". Desde 1887, "Pellegrini, prontamente aquerenciado, dió en veranear aquí, año tras año, con la sola excepción de los que pasara en Europa ... A poco se levantaba el "Bristol Hotel", en cuyo gran comedor y salón de fiestas, tumultuosamente decorados (para no mentar el pecaminoso casino), se concentraba entonces toda la vida social de Mar del Plata ... La Rambla de tablas, con sus tenduchas en cajas de fósforos, no era menos alegre, si menos monumental y concurrida que la presente. Y era allí, sobre todo durante la sesión matutina de diez a doce, entre los corrillos formados en las mesitas de aperitivos, cruzadas las charlas varoniles por la aguda batahola de las bañistas, donde se desbordaba la incomparable popularidad de Pellegrini ... Muchos de los que ahora me escuchan se han sentado en aquellos corros familiares que se formaban en torno del ilustre estadista y poderoso orador, que aquí no quería ser sino un bañista en la playa y un paseante de la rambla ... Pero cuantos dé aquellos faltan ya a la lista, algunos por ausencia accidental, otros por la definitiva! ... Con todo, no agregaré más nombres a los dos que hoy conmemoramos, para no espesar el velo de tristeza que, como niebla sobre el sol, empaña por instantes el lustre de esta ceremonia. Sólo recordaremos hoy a los dos amigos que tantas veces contemplaron, desde este mismo sitio, la gloria del cielo azul reflejada en el océano, y ya cerrados los párpados, nos esperan allá donde se duerme el último sueño -- sin que por su ausencia, ni por la de otros millares de espectadores que les precedieron y seguirán, la impasible Naturaleza apague un rayo de luz o canto de ave, interrumpa un segundo su obra eterna, que sólo por una hora, y en mínima parte, nos es dado entrever, aunque nunca abarcar su intensidad, ni sorprender su misterio...!".
    Y este olvidado discurso de Groussac termina con la siguiente meditación, impregnada de sabiduria y de belleza literaria: "Sicut nubes ... velut umbra ? quasi naves...: como la nube que pasa, como sombra que huye, como naves que cruzan a lo lejos: tal es, según el lamento de Job, nuestro breve existir sobre la tierra. No nos rindamos, sin embargo, hijos de otro tiempo y otra raza, a esa filosofía oriental de desesperación y fatalismo, la que, sobre exagerar lo efímero de la vida humana, no ha expresado sino la vanidad del rastro que deja sobre las arenas de Arabia el pastor nómade. Tiene el hombre moderno, reclama el pensador occidental, no sólo el derecho, sino el deber de asignar otra finalidad a su destino. Aún recogiendo esos mismos símbolos del melancólico poema, cabe darles otra y más adecuada interpretación. La nube que pasa se perpetúa en la planta que su lluvia fecundó; la sombra fugaz de hoy anuncia el día de mañana; la nave que cruza el horizonte se caracteriza, mejor que por la estela de espuma que su quilla traza en el mar, por el objeto y consecuencias tal vez inolvidables de su viaje. Y ¡a fé que el último concepto se formula por si solo en este recodo de la costa atlántica, a vista de ese cabo Corrientes, reconocido y señalado hace cuatro siglos por la armada descubridora de Magallanes, en el derrotero del periplo inmortal! No es cierto, entonces, que se borre la huella del hombre grande o bueno bajo el tropel de anónima muchedumbre. La obra dura más que el obrero ... Pero aún cuando no llegare nuestro esfuerzo individual a condensarse en producción concreta, tampoco se desvanecerá en el espacio, con nuestra material envoltura, la partícula beneficiosa, y que llamaré divina, de nuestros actos si ellos la contuvieren. Esta también subsiste, como la obra maestra incorporada al caudal colectivo de los siglos que se llama civilización, la cual es, ante todo, un tesoro acumulado de bondad, de altruismo, de nobleza moral, de caridad, mucho más que de ciencia sin conciencia. La cultura integral tiene que ser humana, vale decir emanada a la par de la cabeza y del corazón. El saber sin entrañas, es luz que se convierte en llama de incendio ... Señor Comisionado municipal: me complazco en entregar a vuestro solícito cuidado el monumento erigido a la memoria de Carlos Pellegrini y que la familia de Aguirre ha querido ofrecer a la ciudad de Mar del Plata".

    El taller de la calle Cerrito y la muerte del artista

    Aquel "taller risueño de la calle Cerrito" -- traido al recuerdo por Groussac en el discurso que acabo de transcribir -- se levantaba en el fondo del jardín de la casa de Aguirre. Era un pabellón o pequeño chalet de tipo suizo, accesible mediante una escalinata en herradura, entre apócrifas rocas de cemento, con dos subidas en cada extremo.
    Mis lejanas remembranzas lo ven a mi "Tatita" en dicho lugar, vestido con blusa o ropón de trabajo, frente a la plataforma giratoria de un caballete, modelando la cabeza de mi madre, que posaba sentada a corta distancia, mientras el artista, sin dejar de conversar con ella, iba tendiendo con la espátula o animando con sus dedos, porciones de barro húmedo sobre el boceto. Y la obra en plastilina se encontraba poco menos que concluída cuando, imprevistamente, ocurrió la muerte del escultor. Poseo una fotografía de ese esquicio inconcluso que el tiempo se encargó de deshacer, en cuya imagen los rasgos de mi madre aparecen con aquel atrayente encanto que irradian las bellas mujeres a los treinta años.
    Otro busto que Aguirre empezó sin llegar a terminarlo, fué el del General Juan Martín de Pueyrredón, inspirado en el conocido óleo que pintara Prilidiano de su padre ya septuagenario, con levita civil y rigurosamente encorbatado.
    Mi abuelo siempre donó sus esculturas sin cobrar jamás por su trabajo. El busto de Moreno lo obsequió a la Biblioteca Nacional, y el gobierno, a través del Ministro de Instrucción Pública Juan E. Serú, le agradeció "su donación tan oportuna como desinteresada y valiosa". Y respecto de la estatua "El Pensador", premiada en la Exposición de Arte del Centenario, y que el gobierno argentino donó al Parlamento chileno, don Manuel recibió, el 15-X-1910, una nota de la Comisión de nuestra cámara de Diputados que había acompañado al Presidente Figueroa Alcorta en su visita a Chile, con motivo de conmemorarse el primer centenario de aquel país; cuya Comisión -- decía la nota -- "fué portadora de la obra de arte ?El Pensador? de que Ud. es autor, y teniendo en cuenta su desinterés al no querer asignar otro precio que el de los gastos realizados para su ejecución, tiene el agrado de expresar a Ud. su profundo agradecimiento por tan meritorio acto, que pone una vez más de relieve sus altas dotes de patriota y de artista".
    En 1937, veinticinco años después de la muerte del escultor, sus hijos, fieles a la norma generosa de aquel, representados por Carlos Ibarguren, ofrecieron donar al Banco de la Nación Argentina el busto original en mármol de Pellegrini. Al aceptar el Directorio del Banco tal escultura, por órgano de su presidente Jorge Santamarina le manifestó al Dr. Ibarguren que "el valor de esa expresión de arte ... tuvo su consagración no sólo en las palabras pronunciadas en su momento por el ilustre escritor y crítico Paul Groussac, sino también por la mano del artista que la concibió y la ejecutó, y por la eminente personalidad representada"; que era sumamente grato destacar el alto significado que la donación tenía para el Banco, "en mérito a los vínculos que ligaban el nombre de don Manuel J. Aguirre al Establecimiento". Poco después, el busto de Pellegrini fué emplazado -- y allí permanece al presente -- en la entrada del vestíbulo principal de la Casa Matriz de dicha institución bancaria ( ).
    El 23-VII-1912 falleció Manuel Aguirre de embolia cerebral -- según certificado médico del Dr. Roberto Wernicke. Tenía 62 años, y el mediodía anterior, al regresar a su casa de una visita que hizo a lo de su amigo Abel Bengolea, cayó desplomado en la entrada al bajar de su coche. No perdió en seguida el conocimiento, aunque sí el uso de la palabra. Los enérgicos auxilios de la ciencia médica resultaron ineficaces, y a la una de la mañana, aproximadamente, dejó de existir. Su cadáver fue sepultado, al otro día, en la bóveda familiar del cementerio de la Recoleta.


    Fallecimiento:
    Registro Civil. Sección 14 Nº 355, fall. el el 23/6/1912, hijo de don Manuel Alejandro Aguirre Ituarte y de doña Mercedes de Anchorena. Domiciliado en Cerrito 271.

    Manuel se casó con Enriqueta Rosario del Sagrado Corazón de Jesus Lynch Lawson el 30 Dic 1876 (Canónico) en Iglesia San Ignacio, Buenos Aires, Argentina. Enriqueta (hija de Julián Pedro Lynch Zavaleta y Trinidad Lawson Demaría) nació el 23 Feb 1857 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 4 Abr 1857 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 30 Jul 1936 en Buenos Aires, Argentina. [Hoja del Grupo] [Family Chart]

    Hijos:
    1. Mercedes Teresa Aguirre Lynch nació el 15 Oct 1878 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 30 Nov 1878 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 14 Abr 1961 en Buenos Aires, Argentina.
    2. Manuel Roberto Aguirre Lynch nació el 29 Ago 1880 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 28 Oct 1880 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 14 Ene 1899 en San Isidro, Bs. As., Argentina.
    3. María Eugenia Aguirre Lynch, (*) nació el 10 Jun 1882 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 19 Sep 1882 en Basílica Nuestra Señora del Socorro, Buenos Aires, Argentina; falleció el 24 Oct 1962 en Buenos Aires, Argentina.
    4. Julián José Aguirre Lynch nació el 19 Mar 1884 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 2 Oct 1884 en Basílica Nuestra Señora del Socorro, Buenos Aires, Argentina; falleció el 20 Mar 1964 en Buenos Aires, Argentina.
    5. Adriana Trinidad María Aguirre Lynch nació el 16 Jul 1885 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 10 Sep 1885 en Iglesia San Miguel Arcángel, Buenos Aires, Argentina; falleció el 24 Jul 1973 en Buenos Aires, Argentina.
    6. Hortensio Nicanor María Aguirre Lynch nació el 26 Jun 1887 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 8 Ago 1887 en Iglesia San Miguel Arcángel, Buenos Aires, Argentina; falleció el 14 Ago 1952 en Buenos Aires, Argentina.
    7. Agustín Casimiro Aguirre Lynch nació el 21 Jun 1888 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 27 Oct 1888 en Iglesia San Miguel Arcángel, Buenos Aires, Argentina; falleció el 29 May 1934.
    8. Eduardo María Aguirre Lynch nació el 19 Nov 1889 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 23 Feb 1971 en Buenos Aires, Argentina.
    9. Roberto Juan Aguirre Lynch nació el 8 Feb 1891 en San Isidro, Bs. As., Argentina; falleció el 29 Feb 1932.
    10. Enriqueta Francisca Encarnación Aguirre Lynch nació el 11 Jun 1892; falleció el 26 Ago 1895.
    11. Elena Aguirre Lynch nació el 26 Jun 1893 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 9 Abr 1984.
    12. Rafael Ricardo Aguirre Lynch nació el 7 Feb 1895 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 31 Dic 1984 en Buenos Aires, Argentina.
    13. Victoria Sofía Aguirre Lynch nació el 15 Sep 1896 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 16 Feb 1975 en Buenos Aires, Argentina.
    14. Alejandro Martín Aguirre Lynch nació el 12 Nov 1897 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 18 Jul 1921.

Generación: 2

  1. 2.  Manuel Alejandro Santiago Aguirre Ituarte, (*)Manuel Alejandro Santiago Aguirre Ituarte, (*) nació el 14 Sep 1819 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 2 Oct 1819 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hijo de Manuel José Hermenegildo de Aguirre Lajarrota, (*) y María Victoria Ituarte Pueyrredon, (*)); falleció el 12 Ene 1911 en Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    MANUEL ALEJANDRO AGUIRRE ITUARTE vino al mundo en Buenos Aires el 14-IX-1819, en la casa solariega de su familia paterna, frente a la Plaza de Mayo, con entrada a la calle llamada entonces "de la Universidad", ahora Bolívar. Dieciocho dias más tarde, al niño lo cristianizaron en la Iglesia Matriz porteña, como consta en la respectiva partida asentada en el Libro 24 de Bautismos, al folio 283, que textualmente expresa: "En dos de Octubre de mil ochocientos diez y nueve, con mi licencia, el Dr. Santiago Figueredo, canónigo Dr. de esta Santa Iglesia Catedral, bautizó solemnemente a un párvulo que nació el catorce de Septiembre próximo pasado y se llamó Manuel Alejandro Santiago, hijo legítimo de Don Manuel Hermenegildo Aguirre y de Da. Victoria Ituarte, naturales de esta ciudad; fueron padrinos Don Pablo Sáenz Valiente (su tío 2º) y Doña Magdalena Pueyrredón (su abuela materna), quienes quedaron advertidos del parentesco espiritual y demás obligaciones que contraían, y por verdad lo firmo: Julián Sgo. de Agüero". Manuel, llamose en primer término el crio, por ser el primogénito de su padre; Alejandro, acaso por el primo hermano de su madre Manuel Alejandro Pueyrredón; y Santiago, en honor de su bautizante, el Canónigo Figueredo, ex Capellán de las tropas en la Banda Oriental y ex Vicario del Ejército del Norte en el Alto Perú.
    Acerca de los estudios primarios cursados por mi bisabuelo, el diario El Lucero - dirigido por Pedro de Angelis - decía en 1829 que Manuel Aguirre, Florencio Balcarce, Nicolás Calvo, José Manuel Estrada Barquín, Juan Andrés Gelly y Obes y otros, compartieron las aulas en el "Colegio Gimnasio Argentino de la calle Perú 61, frente al Correo Viejo".

    Genio y figura

    Don Manuel Alejandro Aguirre e Ituarte, a quien conocí en su ancianidad - escribió mi padre, Carlos Ibarguren en La Historia que he vivido - "era un gran señor porteño. Alto, erguido, enjuto de carnes, representaba el prototipo del viejo hidalgo con su barbilla blanca y su aspecto grave, austero; su sola presencia infundía el gran respeto de que gozaba en nuestra sociedad. Dueño de considerable fortuna, sirvió al país patrióticamente en asuntos financieros. Afectuoso dentro de su gravedad, conversaba conmigo con su circunspección habitual, abriendo a mis preguntas el ameno caudal de sus reminiscencias de nuestro pasado histórico. Había conocido a muchos próceres de la independencia y me los describía, entre otros al 'Señor Rivadavia' - como le llamaba -, a quien veía a menudo durante la presidencia de éste, en casa del ministro Manuel José García, casado con su tia doña Manuela Aguirre; a Pueyrredón, hermano de su abuela materna, cuya chacra en San Isidro - hoy monumento nacional - compró al hijo Prilidiano, el pintor, después de la muerte de aquél, y que durante mas se sesenta años habitó como residencia preferida; a Rosas, su pariente; a Facundo Quiroga, que frecuentaba como huésped, cuando venía a Buenos Aires, el domicilio de don Braulio Costa, marido de su tia la señora Florentina Ituarte. Me refería la pasión de Facundo por el juego, y las partidas de naipes en casa de Costa; relatábame que un día, siendo niño, entró en la sala donde se jugaba y Facundo, que debía de estar ganando en ese momento, porque demostraba locuacidad y contento, le tiro, al verlo, una onza de oro con la exclamación "Tomá, muchacho!", lo que lo deslumbró, pues nunca había recibido tamaño regalo. Muchas tardes yo le acompañaba a pasear en automóvil, vehículo que le encantaba; íbamos al puerto, y al contemplar los grandes y magníficos transatlánticos anclados en los diques me decía: 'la vejez tiene sus compensaciones y placeres: uno de ellos es llegar a ver los portentos de la civilización moderna, que nunca imaginé cuando hace 80 años vi en el Rio de la Plata, el año 1825, el primer buquecito de vapor que llegó a estas playas'". ()
    Por mi parte, se me aparece un tanto borrosa en la memoria la figura de Tata Aguirre, trajeada de negro en su casa de la calle Bolívar; o en el corredor de la chacra de San Isidro, con saco gris claro de lustrina, sobre la almidonada camisa de cuello duro, recibiendo a la tarde la brisa fresca del rio.
    Gran jinete, Tata Aguirre montaba en silla inglesa y siempre puso empeño en practicar equitación de alta escuela. De muchacho, cierta vez fué a caballo de un tirón a Chascomús, a la estancia del inglés Josué Thwaites, casado con la porteña Juana Rubio del Ribero, a un baile campestre que estos señores ofrecían para sus hijas Juana, Victoria y Matilde, que casarían respectivamente, después, con Francisco Moreno Visillac, Eduardo Félix Basavilbaso y Federico Gándara. En otra oportunidad paseaba Aguirre a caballo junto con su cuñado Pedro de Anchorena, por Palermo, la quinta de Rosas. De pronto toparon los cabalgantes con el Restaurador de las Leyes, el cual estaba ocupado en podar unos rosales. Este notó en seguida que los jóvenes no llevaban puestas las divisas partidarias, y mandó a su edecán en busca de un par de ellas, que prendió en las solapas de los muchachos, endilgándoles un afectuoso reproche. Al correr de los años, don Manuel, ya viudo, emprendía galopes de 3 a 4 horas con sus hijas Victoria y Rosa por las lomas de San Isidro, hacia el extremo de sus vastos dominios; o daban un rodeo por el bañado de Las Conchas o San Fernando; o por los contornos del pueblito de San Martín. Y casi octogenario, aún salia a caballo bien temprano de su chacra en compañía de su nieta Maruja - mi madre. A veces recorrían 20 kilómetros entre ida y vuelta hasta Palermo durante el curso de la mañana. Cabalgaba la niña en silla de amazona, con traje de larga pollera y galerita de felpa; en mano las cuatro riendas, atenida a las precisas indicaciones de su Tata; quien no obstante su formal educación europea, hundía sus raices criollas muy adentro en nuestra tierra, lo cual permitíale conocer, a fondo, a los hombres y a las cosas argentinas. Cierta vez, en 1866, él obsequió "un lazo, unas botas de potro y un par de bolas" a un "bibliotecario" de París, coleccionista de objetos exóticos, que le vendiera una lujosa edición del Dante y otros libros finamente encuadernados. "Han sido elegidas esas armas gauchas entre muchas que me presentaron cuando estuve en la Estancia, y eran del servicio del Capataz de campo que Emiliano tiene en el Chajá" - le escribia mi bisabuelo a su primo Manuel R. García, diplomático en Francia, que intervino en el asunto. "Las botas es un regalo que me hicieron. Ya está muy dejado su uso por la bota fuerte, pero los domadores las conservan, y tienen razón, porque les deja más libre el pié para agarrarse en las caronas y el estribo, sobre todo para montar animales ariscos".

    Don Manuel, al filo de los 30 años, resolvió compartir el destino con una niña de 23

    Obra en poder mío un papel sellado oficial del año 1849, con el ángulo inferior izquierdo completamente quemado, que recogió mi amigo Roberto Vázquez Mansilla de entre los restos, esparcidos en la calle, luego del bárbaro incendio que ejecutaron, en 1955, hordas sacrílegas llamadas peronistas en el templo de San Ignacio. En esa foja mutilada, el Obispo Medrano - bajo el consabido lema: "¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los Salvajes Unitarios!" - le hace saber, el 31-VII-1849, al "Canónigo y Cura del Sagrario del Sur", que Manuel A. Aguirre "se halla expedito para contraher matrimonio con Da. Mercedes Anchorena ... a quienes por justas causas les hemos dispensado el impedimento de parentesco en cuarto grado de consanguinidad, e igualmente de las tres conciliares Proclamas". Y en el destruido Libro 2º de Matrimonios de aquella parroquia, al folio 104, corría la partida marital de mi bisabuelo redactada en los siguientes términos: "En primero de Agosto de mil ochocientos cuarenta y nueve, Yo Don Felipe Elortondo y Palacio, Canónigo diácono del Senado del Clero de esta Santa Iglesia Catedral y Cura Rector de su Sagrario, desposé por palabras de presente, que hacen verdadero legítimo matrimonio, según forma de N.S.M. Iglesia, a Don Manuel Antonio (sic) Aguirre, natural de esta Ciudad, e hijo legítimo de Don Manuel Hermenegildo Aguirre y de Doña Victoria Ituarte, con Doña Mercedes Anchorena, también natural de esta Ciudad, e hija legítima de Don Juan José Anchorena y de Da. Andrea Ibáñez, habiéndoles dispensado, por justas causas, el Iltmo. Señor Obispo diocesano, el impedimento de parentesco en cuarto grado de consanguinidad con que estaban ligados, oidos y entendidos sus mutuos consentimientos de que fueron reciprocamente preguntados, siendo testigos Don Nicolás Anchorena y Doña Andrea Ibáñez y Da. Rosa Marín (tío carnal, madre y abuela materna respectivamente de la desposada), por verdad lo firmó. Felipe Elortondo y Palacio".
    Doña Mercedes había sido bautizada en Buenos Aires el 3-II-1826, hija - como sabemos - de Juan José Cristóbal de Anchorena y López Anaya y de su segunda esposa Andrea Ibáñez Marín Rospigliosi y de la Quintana, de cuyos antecedentes genealógicos trato en cada uno de esos apellidos. Y resultaba Mercedes prima 3a de su marido, por ser ambos tataranietos de Nicolás de la Quintana y de su consorte Leocadia de Riglos y Torres Gaete.

    La incobrable deuda al gobierno de Chile. Caída de Rosas. Posición de Aguirre y otras ocurrencias políticas y personales de mi bisabuelo

    En 1851 don Manuel Alejandro, encargado de finiquitar la testamentaría de su padre, se dirigió por escrito a su apoderado en Chile Mariano Sarratea, para que tomara contacto con un señor Josué Washington, Albacea del anterior apoderado transcordillerano de los Aguirre, Santiago Ingram - que acababa de morir -, a fin de recabar de dicho Albacea los papeles relativos a la demanda que Manuel Hermenegildo de Aguirre había tenido pendiente contra el gobierno chileno, por saldo de comisión y gastos consiguientes al equipo y construcción, en los Estados Unidos, de aquellas dos fragatas destinadas a guerrear por la independencia en aguas del océano Pacífico. Empero esas tentativas de mi bisabuelo, realizadas a través de Mariano Sarratea en procura de cobrarle la famosa deuda al gobierno de Chile, resultaron vanas: ante un tenaz chicaneo, la reclamación fué definitivamente abandonada por los herederos del defraudado agente argentino.
    La caida de Rosas modifica por completo el panorama político nacional, y un nuevo proceso histórico se inaugura para el país. Urquiza, victorioso, es ahora el árbitro de la Confederación Argentina, y Buenos Aires, descabezada, se revuelve frente al caudillo entrerriano transformado, de pronto, en hombre del destino.
    El 1-XII-1852, el Coronel Hilario Lagos, jefe del departamento del Centro bonaerense, se subleva en Luján contra el gobierno porteño de Valentín Alsina, fruto de la revolución del 11 de Septiembre que separó a Buenos Aires de la Confederación, desconociendo el Acuerdo de San Nicolás. Cáe entonces Alsina, y el General Manuel Guillermo Pinto, que asume la responsabilidad del mando encarga la defensa de la ciudad al Coronel Bartolomé Mitre.
    Manuel Aguirre, por sus antecedentes familiares estaba vinculado al partido federal. No era hombre de la política - como su padre -, pero en ese momento, sin duda, sus simpatías se inclinaban hacia el renunciante Ministro Vicente Fidel López, gran amigo suyo, forzado a exiliarse en Montevideo; como así también hacia Nicolás de Anchorena - tío de su mujer -, quien con el General Guido, Manuel Insiarte, Baldomero García, Eduardo Lahitte y Felipe Arana, habían quedado fuera de juego como Consejeros de Estado.
    Por el mes de Junio de 1853, Manuel Aguirre y su consorte doña Mercedes, viajaron a la vecina orilla embarcados en el paquete "Prince", con motivo de encontrarse enferma en la capital uruguaya, Rosa Anchorena - hermana de Mercedes -, esposa de Manuel Ibáñez. Este habíale escrito un poco antes (30 de Mayo) a su concuñado Aguirre: "Te aseguro que no has de arrepentirte de dejar el país en el miserable estado del momento y mucho menos si reflexionas que compostura nadie le bé, hasta no quedar la campaña a plan barrido". Y por carta del 16 de julio siguiente, dirigida a Montevideo, José Damián Gómez Obligado - marido de Manuela Ibáñez Marín -, tío de la mujer de Aguirre, después de transmitirle a éste su parecer acerca de ciertos negocios de familia, le detallaba, opinando, los últimos sucesos políticos ocurridos en Buenos Aires en estos términos:
    "Te considero completamente instruido del asombroso desenlace que ha concluido la guerra ... Ayer 15 se recibió oficio del Juez de Paz de Luxán en que daba cuenta habérsele presentado el Coronel Lagos con tres ayudantes y sus ordenanzas, pidiéndole pase para fuera de la provincia, encargándole al mismo tiempo que desarmase la gente que cayese por allí, y pusiera el armamento a disposición del Govierno, y los que resistiesen a entregarlo, los mandase se reunieran con Flores". (El camaleónico General José María Flores) . "Respecto de éste, me dicen que el Govierno le havia mandado el nombramiento de Comandante General de Campaña, y que él lo havia renunciado, y aconsejaba al Govierno no nombrase a ninguno, si quería que no huviesen Caudillos, y que encargase del mando de las milicias a los Jueces de Paz, que deviendo mudarse a menudo, no podrían adquirir un prestigio que era perjudicial ... En la ciudad reina el mayor orden, algunos extranjeros han patruyado por la noche, todo hace creer hasta aquí que no habrá montoneras, y que habrá del todo terminado la guerra ... Entre los prisioneros han caido Pancho Casiano Belaustegui, Vicente Peralta, Eccequiel Paz, Troncoso, Badia, Leens (sic, por Alem), Cuitiño y otra porción de mashorqueros. Los tres primeros han pasado ratos muy amargos, hay otros varios de esa misma clase, y se cree bayan cayendo, porque los más están escondidos. Larrazabal y Moreno se han embarcado con permiso del Goviemo, pero ocultos. Los que están en la cárcel también los harán embarcar, y pues los tienen sólo por su propia seguridad. No puedes formar una idea de toda la importancia del triunfo que se ha conseguido. Si antes con razón se creía que esta tierra no tenia porvenir, hoy es todo lo contrario, pués si el Govierno sabe manejarse regularmente, el Caudillaje habrá concluido para siempre, porque los paisanos están desorganizados y furiosos. Dicen que los Jefes se han enriquecido y después los han abandonado, dexándolos a la misericordia de sus enemigos; así es que no han querido seguir a nadie. Los gauchos de afuera gritan festejando a nuestras tropas: ¡Vivan los Salvajes Unitarios! ¿Qué te parece?, con nombres y apellidos! ¡A quantas reflexiones no da lugar tan inocente como imbécil ocurrencia! ¿Qué puede pesar la opinión de semejantes hombres en la balanza de los partidos políticos? Creo, pués, que el remedio a nuestros males no es tan difícil, pués ellos se reducen a la insubordinación de la mayoría ignorante hacia la minoría ilustrada, que es la que govierna las Naciones en todas partes, y hoy creo que ha llegado el caso para nosotros de someter a la plebe". "Adios querido amigo, memorias a Merceditas y muchos besos a los chicos. Tu afmo. amigo y pariente: J. Damián Gómez".
    El 1-X-1853 Manuel Aguirre ingresa como socio al "Club de Progreso", fundado el 1º de Mayo del año anterior, "con objeto de reunir los caballeros más respetables, nacionales y extranjeros, para mantener y estrechar las relaciones personales, uniformar en lo posible las opiniones políticas por medio de una discusión deliberada, y, de acuerdo con el principio cuyo nombre adoptan por bandera, mancomunar sus esfuerzos para el progreso moral y material del país". Firman su correspondiente diploma el Presidente Manuel José de Guerrico, el Vicepresidente Daniel Gowland y el Secretario Bernardo Larroudé; y ese despacho lleva sellado a lacre el emblema heráldico de la institución: un barquito a vapor que marcha sereno sobre las olas, porque en lo alto de sus mástiles y chimeneas, cual enorme globo aerostático, se eleva el mundo del porvenir.
    Poseo en mi archivo una carta manuscrita por el Gobernador Pastor Obligado, fechada el 16-VIII-1855, en la que dicho primer mandatario constitucional de la provincia de Buenos Aires le agradece a mi bisabuelo Aguirre "sus finos y muy oportunos servicios prestados a la causa pública y a la conservación del órden". Ignoro cuales serían tales servicios. La carta de referencia dice así: "Querido amigo y Señor: Por el cúmulo de recargadas atenciones que constantemente me rodean, no me ha sido posible expresarle mi íntimo agradecimiento por sus finos y muy oportunos servicios prestados a la causa pública y a la conservación del órden. Ya habrá comprendido Vd. cuanta importancia tenia la operación de que Ud. tuvo la bondad de encargarse, y de que el amigo a quien Ud. acompañó pueda expresarle mi reconocimiento, recíbalo por éste en nombre de la Patria, en cuyo obsequio tan bondadosamente Ud. se prestó. Salude a Merceditas poniéndome a sus pies, y Ud. disponga de la sincera amistad de su afmo. Q.B.S.M. Pastor Obligado".
    Otra interesante carta de aquella época, fué la que le dirigió a mi bisabuelo su amigo José Antonio Eguren, quien, años atrás, había atendido los intereses de Manuel Hermenegildo Aguirre, cuando éste le arrendaba un campo en el Azul a Prudencio Rosas. Ahora, desde "Fuerte Azul", con fecha 15-IX-1855, Eguren transmitía las siguientes dramáticas noticias: "No quiero dejar de comunicarle la imbación que los Indios han verificado, con tendencias tan feroces como nunca ... Hace como 6 dias que en San Antonio de Iraola (hogaño campo de Jacobé, en el partido de Juárez) se havían avistado los Indios, pero desde antes de ayer tenemos la fatal noticia que toda la fuerza que havia en dicho punto, de 130 hombres, han sido sorprendidos y degollados todos, incluso sus Gefes Otamendi y Ramos, y sólo se han escapado dos, uno que pudo disparar y otro que quedó por muerto. Allí yacen pués amontonados unos sobre otros, cuyo espantoso cuadro han presenciado algunos. A continuación han entrado por la costa de Chapaleufú y Huesos hasta la Macedonia (estancia que fué de Vivot), saqueando, cautivando familias e incendiando casas. La División al mando del Coronel Mitre (don Emilio) se movió el 13 a las 7 de la noche; mas el 14 a la noche, ha havido una dispersión de caballadas a causa de haverse entrado en ellas un caballo con un cuero a la cola. Con este motivo ha mandado hoy pedir caballos. Se halla sitiado en Iraola, y no seria extraño que en tal posición sufriera un contraste, y entonces adiós campaña, los Indios serán dueños de toda ella ... La Indiada dicen que es mucha, aunque no se sabe el número cierto. Se dice que van tomando hacia la costa, quien sabe no tenga eso algún objeto particular ... Loor eterno al Ministro de la Guerra (Bartolomé Mitre) que se fué a esa a recoger los laureles que supo ganar en ésta, dejando a los Indios preparados para lo que están haciendo y lo que harán, amén..."
    Alguien de la familia me contó que cierta vez Prilidiano Pueyrredón estaba de visita en casa de mi bisabuelo - su sobrino -, prácticamente ambos de pareja edad, pués éste era sólo cuatro años mayor que el tío. Hablaban los parientes de cualquier cosa, y, de pronto, Prilidiano cambiando la voz, y casi en tono de ex abrupto, dijo: "Manuel, la chacra de San Isidro me resulta un elefante blanco ¿porqué no me la comprás?". La oferta se mantuvo cinco segundos en el aire: "Bueno", contestó Manuel con ese laconismo rotundo, seco, típico de los Aguirre; y el importantísimo negocio de adquirir - diríamos - algo así como un condado a 20 kilómetros de Buenos Aires - mil varas de frente y una legua de fondo - quedó firme sin agregar una palabra más, ni cálculo previo alguno. Posteriormente fijose el precio de 2.500 onzas de oro sellado para la chacra; y el 9-I-1856, la respectiva transferencia de dominio se protocolizó en escritura pública, ante el Escribano Marcos Leonardo Agrelo. (Ver el Apéndice del presente capítulo, donde desarrolla la referencia histórica completa de la chacra y terrenos de San Isidro, desde el primer repartimiento de Garay en 1580, hasta que la venerable casaquinta - hoy monumento nacional - fué expropiada por el gobierno en 1941).

    Primeros cargos públicos desempeñados por Aguirre

    El 4-II-1857 el gobierno porteño, mediante decreto de esa fecha, aprobó el nombramiento del "Ciudadano Don Manuel Aguirre", que había sido electo por el vecindario, miembro Municipal representante de la parroquia del Socorro. Así se lo comunicaba por nota, al interesado, el Ministro de Gobierno Dalmacio Vélez Sársfield.
    Al año siguiente, Fernando Alfaro, Juez de Paz de San Isidro (que moriría degollado en noviembre de 1859, como "salvaje unitario", por la soldadesca de Urquiza, luego de la batalla de Cepeda y del sitio de Buenos Aires) le informaba a Manuel Aguirre que por orden del Superior Gobierno, debía proceder a nombrar, en su partido, un "Municipal", en reemplazo del Coronel Granada (reciente inquilino de la chacra que fuera de Pueyrredón, y que acababa de adquirir Aguirre). Dicho Coronel había sido "destinado al Ejército de nuestra Frontera". "Suplico a V. y aún me atrevo a pedirle a nombre del Gobierno, y por el bien del partido - escribia Alfaro -, quiera U. tener la deferencia de prestarse a mi pensamiento, y al que soy seguro se prestará todo el partido, de admitir este empleo llegando el caso; anticipándome a tomar su consentimiento que nuevamente suplico, por evitar los retardos que traería su renuncia".
    Don Manuel aceptó el cargo de edil sanisidrense; y ese año 58 integró la comisión inspectora de las obras del templo lugareño, junto con sus colegas el Cura Diego Palma y Benigno Velásquez. También en 1863, en las sesiones de la corporación aludida, el representante Aguirre planteó y fijó las bases de un proyecto suyo destinado a que la Municipalidad de San Isidro adquiriera del dominio parroquial "los Terrenos del Santo". Se trataba de redimir 20 cuadras cuadradas alrededor de la Iglesia, que fundara el Capitán Domingo de Acassuso, por escritura del 14-X-1706 ante el notario Joseph Ferrera Feo; una de cuyas cláusulas prohibía la venta de esas tierras que se donaron al santuario del epónimo Labrador; tierras que el Capellán José Eusebio de Arébalo, en el último cuarto del siglo XVIII, decidió otorgar graciosamente a quienes quisiesen avecindarse allí para formar el pueblo. Aguirre propuso el rescate de aquel contorno, a fin de poner al día la situación jurídica de sus ocupantes, compensando por dicha transferencia, el municipio a la parroquia, con otras parcelas situadas en Las Lomas.

    Mensura y deslinde de los campos heredados por doña Mercedes

    El 17-I-1859, por mandado del Juez de 1º Instancia, Dr. Juan Agustín García, el Agrimensor Raymundo Prat dió fin, sobre el terreno, a la mensura, deslinde y amojonamiento del campo que correspondía a la heredera Mercedes Anchorena de Aguirre, cuya fracción era parte de la estancia conocida como "El Tala" o "Las Dos Islas", sita en el partido del Tuyú, sección Dolores - ahora General Madariaga. Hasta entonces, dicha vasta heredad - 20 leguas cuadradas - había permanecido indivisa, en condominio, incluida entre los bienes de las respectivas testamentarias de Juan José de Anchorena y de su hermano Nicolás El campo objeto de aquella medición para la señora Anchorena de Aguirre (bautizado "San Esteban", nombre que no prevaleció ni pudo suprimir el popular de "Chajá", que le quedo definitivo), tras distintas y posteriores subdivisiones, resultaría estancia madre de "El Lucero", "El Cardal", "Cerrillos", "Hinojales", "San Mateo", "El Granado", "El Galpón " El Carmen", "La Verde", etc., etc. En su plano originario "El Chajá" conformaba un gran trapecio, con una superficie total de once leguas y pico cuadradas; y limitaba, en aquel tiempo, al Norte con "San Simón" de Alzaga; al Este con campos que se adjudicaron a Juan y Nicolás de Anchorena Arana ("El Tala" - propiamente tal -, "La Florida" y "Las Mostazas"); al Sud con "Loncoy" de José Herrera, y con tierras del Estado (que, andando los años, resultarían "La Felicidad", "La Merced" y "Las Rosas"); por el Oeste también lindaba con términos fiscales (de los que proceden "El Retoño" y "La Fé"), y con "Mari Huincul" de María Antonia Segurola de Ramos Mexía (de cuya estancia, posteriormente subdividida, se originaron "Santa Marta", "El Espartillar" y "San Enrique"). La historia - por así decirla - de esas propiedades campestres, la tengo escrita en el capítulo que dedico al linaje de Anchorena, donde encontrará más datos y antecedentes el lector.

    Siguen las funciones edilicias de Aguirre, quien, entretanto, pierde a su suegra y a dos de sus hijos

    El 17-I-1860, Manuel Aguirre es nombrado miembro de una comisión, junto con los vecinos de la parroquia del Socorro Joaquín Cazón y Leonardo Pereyra, encargada de "formar un paseo público en la plaza de Marte", "obra de ornato tan conveniente para la población de la Capital del Estado" (porteño, se entiende). Firmaban la nota dirigida a mi bisabuelo, el Vice Presidente de la Municipalidad Miguel José Azcuénaga y el Secretario de la misma José María Cantilo. La plaza o "campo de Marte" - frente al viejo cuartel de artillería - no era otra que la actual Plaza San Martín, que así se llama a partir del día 13-VII-1862, en que, a la una de la tarde, se inauguró en ella la estatua ecuestre en bronce del héroe epónimo, obra del escultor francés Louis Joseph Duasnas. Asistieron a dicha inauguración, el "Presidente Provisorio Encargado del Poder Ejecutivo Nacional" Brigadier General Bartolomé Mitre; sus Ministros: Eduardo Costa (primo hermano de Aguirre), de Gobierno, Norberto de la Riestra, de Hacienda, y General Juan Andrés Gelly y Obes, de Guerra y Marina; el Obispo Diocesano Mariano José de Escalada; los señores componentes de la comisión del "Paseo de Marte", entre los cuales mi bisabuelo Manuel Alejandro Aguirre; los guerreros veteranos de la Independencia, presididos por el General José Matias Zapiola; el Escribano Adolfo Saldias que levantó el acta correspondiente, y numeroso concurso de vecinos. Ante las tropas de la guarnición formadas en cuadro, tras una salva de 21 cañonazos, Mitre, descorrido el velo del monumento, pronunció un elocuente discurso inaugural. Hablaron después, sucesivamente, Cosme Beccar, en representación de la Municipalidad, el Brigadier Enrique Martínez, padrino de la ceremonia, el General José Tomás Guido, amigo dilecto de San Martín, el General Lucio Mansilla, que fuera oficial subalterno en la campaña de los Andes, y el Ministro del Perú, quien recordó al máximo prócer argentino y libertador de Chile y de su patria, como "Padre y fundador de tres naciones".
    El 11-VI-1862, en su casa de la calle del Parque Nº 61 (hoy Lavalle entre Florida y San Martín), dejó de existir doña Andrea Ibáñez Marín, suegra de Manuel Aguirre y viuda de Juan José de Anchorena. Sepultado el cadáver en la Recoleta, la heredaron sus hijos: Pedro (marido de su prima hermana Mercedes Aguirre Ibáñez), Mercedes (mi bisabuela) y Rosa (casada con su tío carnal Manuel Ibáñez Marín). A Mercedes Anchorena de Aguirre - y por ende a su consorte don Manuel - le tocaron de la sucesión materna los siguientes bienes raices, en condominio con su hermano Pedro: Una finca de altos en la calle Maipú, formando esquina a la de Rivadavia (valuada entonces en cinco millones cien mil pesos moneda corriente); otra finca en la calle Belgrano esquina a la de Perú (valuada en un millón doscientos mil pesos); la "casa quinta del Retiro, en la calle Esmeralda, formando esquina al camino público que vá para Palermo, edificada en altos, con cuanto más le es anexo" (apreciable en quinientos mil pesos); un terreno baldío a inmediaciones de la Recoleta (cuyo valor se calculaba en cuarenta mil pesos); y en el antiguo partido del Tuyú (ahora de Coronel Vidal) 14 leguas cuadradas del campo denominado "Arroyo Grande" o "Carralauquén", una de cuyas fracciones llamose posteriormente "Arroyo Chico" (hoy General Pirán). Esas 14 leguas fueron divididas entre los herederos de doña Andrea por terceras partes; como de igual modo se dividió un terreno en Matanzas, de 3.000 varas de frente por 3.200 de fondo. (De estos dos últimos campos me ocupo, con más detalle, en el capitulo referente al linaje de Anchorena).
    Año aciago resultó el de 1863 para don Manuel y doña Mercedes. Durante su transcurso perdieron a dos hijitos: Mercedes Victoria, bautizada el 26-IX-1854 y Juan José, nacido en 1857. Ambos esposos además fueron atacados por la viruela, aunque felizmente lograron superarla.
    A fines de 1865, por iniciativa del Gobierno provincial, sancionose un proyecto de ley que reformaba la Municipalidad porteña; y como había vencido el mandato legal de los miembros del Consejo Municipal, el mismo Poder Ejecutivo creó una Comisión Administradora de la Comuna, compuesta por un Presidente, Juan Bautista Peña, y un grupo de calificados vecinos de cada parroquia, que fueron: Juan de Anchorena, Miguel José de Azcuénaga, Vicente Letamendi, Manuel Aguirre (quien vivía, a la sazón, en la casaquinta de la calle Esmeralda 107, barrio del Socorro), J. Lesley, Francisco Villa, Samuel B. Hale, Juan Lanús, Ventura Bosch, Jorge Drabble, José Herrera y Sinforoso Amoedo. Dos asuntos "prioritarios" (valga el neologismo) a resolver por dichos ediles eran los de dotar de "Aguas Corrientes" y de "Tranways" a la ciudad. Respecto de estas cuestiones, Manuel Aguirre le comunicaba, el 12-V-1866, a su primo hermano Manuel Rafael García, entonces Secretario de la legación argentina en París: "Es un proyecto (el de las Aguas Corrientes) que espero ha de poder realizarse aquí, ya sea por la Municipalidad, como parece más conveniente, o por una empresa particular. Te he de estimar que si puedes darme algunos conocimientos no dejes de hacerlo. También sobre tranways ... estamos tratando sobre sus ventajas o inconvenientes, a causa de la angostura de nuestras calles...". Y quince días más tarde el corresponsal agregaba acerca de los tranways: "Aquí tenemos que lidiar con el interés particular ... Dicen que habrá desgracias por la angostura de nuestras calles, que será un entorpecimiento para la carga y descarga de los carros, y una dificultad para los materiales de las obras de edificios, que no podrán permanecer en la calle".

    Muere doña Mercedes

    A la edad de 40 años, el 16-X-1866, concluyó la existencia de Mercedes Anchorena de Aguirre. Cinco días después, don Manuel tomó la pluma y escribió para su hermano Emiliano, radicado con su familia en "El Chajá" como administrador de la estancia, la siguiente carta: "Querido Emiliano: Tengo que darte una muy triste noticia. Mercedes ha muerto. Puedes imajinarte cómo nos habrá dejado. A tí que sabías lo que ella era, qué podré decirte! Sin embargo yo recién creo que he acabado de comprender a esa buena, excelente y santa que fué para mí un ángel, a quien nunca podré llorar bastante. Después de un mes y siete días de enfermedad, de un catarro que la hizo sufrir muchísimo, y cuando ya parecía que había empezado a ceder, el día 16, a eso de las 2 de la mañana, se sintió con alguna fatiga y aunque estábamos ya acostumbrados a verla así con frecuencia, me llamó más la atención su semblante, y produjo mucha inquietud lo mal que lo pasaba. El médico la vió como a las 7 y media de la mañana, y nada me dijo que pudiese alarmarme, nada más sinó lo que había que hacer hasta más tarde, que él pensaba volver. Como esa fatiga iba en aumento a pesar de los remedios que se hacían para calmarla, cuando menos, no esperé lo que me prometió el médico y lo hice llamar, diciéndole lo que pasaba, y cuando la vió después de las 4 de la tarde, vió que no había tiempo que perder para llenar los últimos deberes de cristiano, y que la viesen otros facultativos. Así se hizo, y muy luego empezó la agonía y acabó en mis brazos a las 8 y cuarto de la noche. Se supone que la enfermedad que tenía hace mucho tiempo en el corazón es lo que le ha ocasionado esa muerte tan pronta y sorprendente para todos. Sus hijos la sienten cuanto es natural a la edad de ellos, y mi buena Susana se me ha enfermado de dolor, pero confío que eso pasará pronto y la verá entonces haciendo las veces de su madre, en lo que ella pueda, con sus hermanos, especialmente de sus hermanitas. Agustín, puedes figurarte cómo estará el pobre, que no tiene más que gratos recuerdos de ella. Mucho siento que no estés por aquí en estos primeros momentos con tu Ramona. Mercedes los ha querido mucho a Uds. Tu hermano afº. Manuel".
    Once meses más tarde (14-IX-1867), la Municipalidad - que había "ordenado la construcción de un nuevo cementerio al Norte, con sujeción a un plano aprobado al efecto, en un terreno situado en las inmediaciones del polvorín denominado de Cueli" - designó una Comisión a fin de encargarle dicha obra hasta terminarse. A tal efecto quedaron nombrados los señores Manuel Aguirre, Cayetano María Cazón y Ventura Bosch. La proyectada necrópolis nunca cobró realidad. El espacio elegido para campo santo fue el que ahora ocupa el Jardín Botánico, lindero, entonces, con la quinta de Cueli, que se ubicaba en la actual esquina de las calles Santa Fé y Canning, prolongando su agreste superficie hasta la que hoy es Avenida Las Heras. Esos terrenos, en tiempos de Rosas, los utilizó el gobierno para pastoreo de sus caballos, y levantó también allí un depósito de pólvora: "el polvorín de Cueli".

    Cómo fue cancelada una vieja deuda paterna

    Al margen de estas actuaciones públicas de Manuel Aguirre, incluyo en la presente biografía una gestión privada que él encomendó a su primo Manuel Rafael García, en aquel tiempo Secretario de nuestra legación en París, cuya jefatura estaba a cargo de Mariano Balcarce. El contenido de las misivas que se leerán, en seguida, es suficientemente explícito y no necesita glosa alguna. A su través ha de apreciarse la escrupulosa delicadeza, la calidad moral del señor Aguirre y de sus hermanos.
    "En la testamentaria de mi padre - le escribe el 26-1X-1867, mi bisabuelo a su primo García - quedó pendiente un asunto que deseamos concluir, y que he creído y se lo he dicho a la familia, que tú, tal vez, con ocasión de tener que ir a Inglaterra, pudieras hacernos ese bien. El caso es este: Según los papeles de mi padre, allá por los años de 1816 y 17, tuvo él negocios con la Casa de Fermín Fastet y Cia. de Londres, y habiendo surgido algunas dificultades en sus cuentas, éstas quedaron ilíquidas. Mi padre murió el año 1843, y el siguiente de 1844 se arregló la testamentaría. Los encargados de ella separaron de los bienes la cantidad de 5.762 pesos fuertes, que se consideraron debidos a aquella Casa, y como nadie los reclamase, ni haber dado por otra parte ningún resultado los pasos que los Albaceas dieron entonces para pagar esa deuda, resolvieron ellos, algunos años después, la compra de una casa en esta ciudad, como lo verificaron, y cuyos alquileres, desde entonces, se han repartido entre los herederos. Tenemos entendido que esa Casa de Fermín Fastet y Cia. de Londres, hace ya muchos años que se extinguió; mas es probable que allá en Londres existan, o pueda saberse quienes son sus herederos. Si estos aparecen, estamos dispuestos a hacerles el pago de esa deuda que ha sido reconocida por los herederos de mi padre, esto es los 5.762 fuertes, como también, si se considerase justo, el abono de algún interés sobre la cantidad desde la fecha de su reconocimiento. Espero que si no tienes algún inconveniente, te querrás encargar de arreglarnos ese asunto, o indicarnos el medio que te parezca mejor en caso contrario".
    Tres meses después (22-XII-1867), Aguirre responde a la contestación de García: "Veo que en el asunto que te encargué hay muchas posibilidades de llevarlo a cabo, puesto que tienes conocimiento de quien es la persona representante o heredera de los derechos de la Casa de Fermín Fastet y Cia. de Londres. El interés que me indicas de 3 1/2 o 4 por ciento no es ciertamente mucho, y no hay inconveniente para extenderse hasta el 5 si fuese necesario. Mucho me alegraría ver terminado ese asunto que tanto debió mortificar a mi padre, desde antes que yo naciera. Hoy hacen 24 años que él murió".
    Corren treinta días y Aguirre (23-I-1868) vuelve sobre aquella cuestión: "En cuanto a nuestro asunto, como el heredero de la extinguida Casa de Fermín Fastet y Cia. de Londres, que me dices es el Barón Luis Steiger, residente en Francfort sur Meine; te diré que mis coherederos andan actualmente cada uno por su lado en el campo, y no van a la ciudad, por lo que no les he comunicado, esperando verlos, lo que me dices; y lo siento, por el deseo que tengo de salir de esto. Confio mucho, por lo que me participas, que mediante tu eficaz intervención hemos de salir bien, dejando definitivamente concluido pronto ese antiguo asunto que tantos desagrados causó a mi padre, y del que poco más que eso sé; y menos que yo los demás de mi familia". Y finalmente (10-IV-1868) Aguirre le pone estas cortas lineas a García: "Por el paquete inglés te envio el poder para que puedas dejar concluido el negocio Fastet y Cia. de Londres con su heredero. Si se realiza eso, como tengo la esperanza fundada en lo que me dices en tus cartas, puedes librar contra los albaceas de la testamentaría de mi padre, o si te parece mejor contra mí solo, por el importe que resulta de aquella deuda, con lo que pueda fijarse por intereses y gastos consiguientes".
    Así, al cabo de medio siglo, quedó saldada aquella vieja deuda de don Manuel Hermenegildo, cuyos herederos eran en ese momento: sus hijos de primer matrimonio Manuel, Agustín y Emiliano; su viuda de segundas nupcias Mercedes Ibáñez Marín, y los hijos de ella: Manuela, casada con Pedro de Anchorena; Josefa, consorte de Juan de Anchorena; Manuel Salustiano y Rafael Aguirre Ibáñez.

    La correspondencia de mi bisabuelo con Manuel Rafael García

    Manuel Alejandro Aguirre era apoderado en Buenos Aires de Manuel García: corría con la administración de los bienes de éste y con la cobranza de sus sueldos diplomáticos, enviándoselos a Paris, donde García desempeñábase como Secretario de nuestra legación. Posteriormente, mi bisabuelo hubo de mediar en las complicaciones familiares que a su primo y entrañable amigo le fueron ocurriendo. Del íntimo carteo sólo registraré los escuetos comentarios que aluden a la guerra del Paraguay y a sucesos políticos de entonces. Van pués, a renglón seguido, los fragmentos desgranados de ese epistolario, con la fecha que corresponde a cada cual.
    (25-IX-1865) - "El asunto de los paraguayos en Uruguayana concluyó felizmente como se esperaba, y como ni se esperaba, pués no ha costado ni una gota de sangre. La guarnición de esa plaza, compuesta de unos 6.000 hombres, se entregó a discreción. Ya puedes calcular toda la importancia de este gran triunfo en la presente guerra. Por lo que vemos, esos pobres paraguayos caen siempre en los extremos. ¡Qué estrella la de Mitre! Ahora no pienso que pronto hemos de tener nada de gran importancia, no obstante que echemos velas al viento que sopla de la fortuna, por que aún falta el camino más inseguro".
    (19-XII-1865) - "Parece que se trata de avanzar las operaciones de la guerra, y yo supongo que serán los brasileros los de la vanguardia. La caída de López ya no es más que cuestión de tiempo".
    (26-I-1866) - "De la guerra solo puedo decirte que según parece no puede tardar mucho en salir del estado de espectativa en que se encuentra. El Brasil continúa aumentando sus fuerzas navales. No veo transacción posible; sin embargo se deja traslucir a veces la esperanza de la paz".
    (13-II-1866) - "Una batalla sangrienta ha tenido lugar (es Pehuajó) buscada por los paraguayos, quienes han recibido su merecido en el Paso de la Patria; pero no sin pérdidas lamentables de nuestra parte. Según parece no se trata de precipitar los sucesos. Continúan haciéndose los preparativos para atacar por una parte, mientras que por la otra los de defensa. Que López quedará vencido me parece fuera de duda, lo que no es fácil calcular es cuanto costará esta guerra a nosotros, y lo que es muy posible, el rebote que puede venirnos".
    (12-IV-1866) - "Poco de importancia lleva este paquete sobre la guerra del Paraguay, pero no parece que tardará mucho en que hayan grandes noticias, al menos todo lo hace creer así. La elección de Gobernador se acerca, parece que nuestro amigo D.P. (Don Pastor Obligado) que parecía que volvía a subir, ya está fuera de combate. Parecen los más posibles Alsina hijo, Acosta y Riestra".
    (26-IV-1866) - "Ya tienes al ejército aliado en campo enemigo y sin que esto haya costado lo que se suponía. Se ha efectuado el tan esperado y temido Paso de la Patria con poquísima pérdida. A los brasileros les ha cabido la gloria de haber ido adelante, y al General Mitre la del feliz resultado obtenido bajo su inspiración. El Paraguay no puede, según parece, resistir ya mucho: los elementos que van sobre él son muy superiores a los medios de defensa que puede oponerles. La hora de López se llega. No sé como podrá el Paraguay pagar la deuda que le va encima; solo el Brasil está gastando diariamente más de cien mil duros, y lleva gastados más de setenta millones!
    (12-V-1866) - "Después del paso del ejército aliado al territorio paraguayo, lo notable que hemos tenido ha sido una sorpresa que los paraguayos hicieron a la vanguardia, que se componía de brasileros y orientales, en la que nos causaron, en los primeros momentos, sensibles pérdidas; mas después pagaron como siempre cara su audacia. Este hecho ha sido, tal vez, el más sangriento que hemos tenido, y lo que hace más sensible aún, es que nada decide. Una de las dificultades más grandes que tenemos para la presente terminación de esta guerra, según entiendo, es la dificultad que debe haber para mover todos esos elementos que hay acumulados sobre territorio paraguayo. Por lo demás, no puedo ya poner en duda que esa guerra toca su fin ... Tenemos al Dr. Don Adolfo Alsina Gobernador de Buenos Aires. Su discurso programa al recibirse abre mucha esperanza, que cuando menos hará mejor gobierno que el anterior. El tiempo se encargará, como siempre, de decirlo. Los Ministros son: Gobierno, Dr. Avellaneda, y Hacienda D. Mariano Varela".
    (27-V-1866) - "De la guerra ... de un momento a otro se espera que tendremos algo de alguna importancia; pero que se reducirá, me parece, a aumentar el número de nuestros triunfos y el de la sangre derramada. ¡Cuando se acabará esta guerra! Me temo que a pesar de que los aliados avanzarán siempre por el territorio enemigo con paso triunfante, será lenta su marcha, y erizada de dificultades de todo género ... Día 28 - Tenemos noticias. La Tribuna dá un boletín que con muchos cohetes ha anunciado esta madrugada. Según él los paraguayos han sido batidos en sus fortificaciones, en las cuales se presentaron como veinte mil hombres; que han quedado de ellos muertos como seis mil, habiéndoles tomado banderas, cañones, etc. De nuestra parte se dice también que hemos tenido fuertes pérdidas de tropa. Esta noticia se dá por cartas que se han adelantado al parte oficial, que debe llegar hoy mismo. Según ellas el ataque tuvo lugar el día 24 a las 11 1/2, y duró hasta las 5 de la tarde". (Fué Tuyuti).
    (26-VI-1866) - "Poco parece hemos adelantado en estos últimos días en el sentido del deseado término de nuestra guerra. Según entiendo depende el buen éxito de una próxima batalla, sino no es que ya se ha dado, de la escuadra brasilera, que es bastante poderosa para lo que tiene que hacer ... Ya tenemos, como verás por los diarios, la cuestión de la Capital a la orden del día. Se ha presentado un proyecto para llevarla al Fraile Muerto!, con cuyo motivo se han presentado otros varios (proyectos). ¡Que Dios los ilumine!".
    (26-VII-1866) - "Sobre la guerra estamos esperando resultados que no tienen lugar. Veremos si los caballos que se mandan pongan en aptitud de activar las operaciones de la campaña y podamos ver que se va adelante, pues se hace cada día más serio este estado de cosas " El Dr. Vélez (Vélez Sársfield, abogado de Aguirre y de García), a juzgar por lo que se ve, nada le entretiene más que las plantas, de las que se ha rodeado; más parece su casa la de un jardinero que la de un Doctor, y en su biblioteca figuran grandes obras de botánica y jardinería, con que dice se entretiene mucho".
    (11-VIII-1866) - "De la guerra del Paraguay te diré que, según yo creo, en suma lo que ha habido no es más que mucha sangre derramada de una y otra parte, quedándose después cada uno en su puesto, conteniendo sus triunfos para atenuar sus pérdidas. Ahora se pierde más gente y dinero: 3.000 hombres y $ 4.000.000. Yo no dudo del triunfo, si es que triunfo es vencer cueste lo que cueste. El triunfo es para mi obtener el resultado por menos de lo que él vale."
    (12-IX-1866) - "Las noticias de la guerra son más bien malas que buenas. Según entiendo, los aliados no comerán el pan sin el sudor de su rostro. La mejor noticia que llevará el paquete será la inauguración que tuvo ayer lugar, de la sección del F. Carril del Oeste entre la villa de Mercedes y Chivilcoy, 160 kilómetros desde la estación del Parque ... Con Ascasubi de quien recibí el libro que mandaste y agradezco a su nombre por tu ahijada Victoria, te envío un paquete con los papeles que me tienes pedidos".
    (26-IX-1866) - "Después de habernos sonreído por un momento la esperanza de paz con el Paraguay, nos encontramos según parece en momentos solemnes en que, como se suele decir, el cañón tiene la palabra. Se esperan por momentos grandes noticias y muchos heridos, para los que ya se están preparando alojamientos".
    (11-X-1866) - "Hemos tenido un horrible contraste! Nuestro ejército ha hecho heroicos esfuerzos y probado su valor, como el enemigo de sus eficaces medios de defensa de que dispone. La fortificación de Curupaity fué atacada por tierra y por agua por el ejército aliado. Rechazó el ataque, haciendo estragos considerables en el ejército de tierra, que se retiró en orden y bajo el fuego de los cañones que lo barrían con su metralla. La escuadra se volvió a su puesto con poca pérdida, y el General Flores, con alguna fuerza, se retiró a Montevideo, adonde se encuentra. En esto hemos venido a quedar después de tanto esperar. Ahora se hace necesario que la República haga nuevos sacrificios de sangre y de dinero para salvar su honor y su seguridad comprometida en esta lucha. El Brasil tendrá que hacer, por su parte, mayores esfuerzos aumentando sus elementos, en los que parece habíamos confiado demasiado. Esa escuadra tan poderosa, no ha dominado los rios más allá de las fortificaciones paraguayas; y no falta quien diga ahora que a esa escuadra y al General Polidoro, que no avanzó con sus 19 mil hombres como debiera, es debido el descalabro sufrido en esa jornada del 22 del pasado Septiembre, que será memorable!".
    (12-XI-1866) - "Sobre noticias del teatro de la guerra poco o nada de importancia lleva este paquete, fuera de la llegada del marqués de Caxías, quien parece asumirá el mando del ejército brasilero".
    (25-XI-1866) - "Parece que la guerra del Paraguay poco adelanta. Sin embargo se dice que ella toca a su término. Eduardo (Costa, primo hermano de Aguirre), que ha venido de estar con Mitre, me decía que seria cosa de mes y medio. En Mendoza ha tenido lugar una revolución. El Gobierno Nacional ha enviado al General Paunero para reprimirla".
    (25-II-1867) - "Del Paraguay nada. De las provincias la desunión se aumenta. Veremos lo que podrá Mitre, que ya abandonó su rango en la alianza para atender ésto".
    (12-III-1867) - "La guerra del Paraguay parece estacionada, no así la de nuestras provincias que se complica cada vez más. Veremos si la presencia de Mitre, que ya está aquí al frente del Gobierno, vence a sus enemigos y se salva de la triste figura que, de lo contrario, habría hecho en el Gobierno. ¡Que Dios le dé acierto!".
    (26-IV-1867) - "La guerra del Paraguay ahí se está, pero ya toca a su fin la del interior, que es mucho! ... Seguimos por aquí con el Cólera, pero felizmente ha declinado mucho de 4 o 6 dias a esta parte. El Viernes Santo fué el día de más casos. Tengo entendido que pasaron de 200 los muertos; ayer solo hemos tenido 50, y de estos 20 son de la marina y 7 dudosos; es decir que habrían sido como 25 los coléricos declarados que tuvo la ciudad. Es verdad que cuando menos falta de aquí una cuarta parte de la población, que ha salido al campo. Yo todavía estoy en San Isidro, que es uno de los puntos más felices hasta hoy".
    (28-V-1867) - "Nuestra situación no ha mejorado después de mi última: la guerra del interior que parecía entonces concluída, empieza otra vez a dar señales de vida, y la del Paraguay nada ha adelantado".
    (14-VI-1867) - "Estamos de incendio; la casa del Gobierno Nacional está ardiendo; y según me dice Manuelito, que viene de allá tiznado y mojado, se ha destruido ya gran parte de ella. El Vice Presidente ha presentado su renuncia al Congreso. Mitre parece que volverá al ejército. La guerra, en paz!".
    (26-VII-1867) - "Tenemos a Mitre ya en el Paraguay y debemos esperar se haya ido para hacer algo. La cuestión sobre la Capital está a la orden del día, y según lo quieren los que hoy tienen la palabra y el voto, no será aquí en Buenos Aires. Las Provincias siguen en inquietud".
    (14-VIII-1867) - "Según parece la situación de la guerra del Paraguay es crítica, y se esperan con ansiedad las noticias. Como verás por los periódicos, Mitre ha vuelto a tomar el mando en Jefe".
    (26-VIII-1867) - "Ya tenemos al fin a la escuadra brasilera en movimiento. La primera división forzó el paso a Curupaytí, con buen suceso a lo que parece, y llegó al frente de Humaitá, donde dió principio al bombardeo de esa plaza. Es de suponerse que pronto tendremos de allí importantes noticias. En Córdoba ha habido una nueva revolución en ausencia del Gobernador Luque. Los Revolucionarios prendieron al Ministro de la Guerra (Gral. Julián Martínez) que se encontraba por allá, al Juez Federal de esa sección y a diversas autoridades nacionales. También a nuestro amigo don Adolfo (?), a quien, según se cuenta, han tratado muy mal. El General Conesa ha sido nombrado para ir a restablecer el orden en esa Provincia. Por un voto, y éste tal vez debido a los últimos sucesos de Córdoba, se despachó el Senado del Congreso Nacional el proyecto de ley que había sido adoptado por los diputados de la Nación, por el cual debía ser el Rosario la Capital definitiva de la República Argentina. Veremos en que queda ahora este arduo negocio que arañando se ha salvado. En cuanto al otro grave asunto que vendrá pronto, de la elección de Presidente, ha estado en suspenso. El nombre de Sarmiento vendrá de seguro a figurar entre los candidatos; mas no creo que pase de eso, pues considero esa candidatura poco seria ... Un Corredor me ha traído estas noticias que ha recogido en la Bolsa: Que la escuadra no ha pasado Curupaytí. Que Urquiza ha citado sus milicias para el 1º. Que el oro se extrae en fuertes cantidades, y otras cosas que a juzgar por ellas estamos sobre un volcán. Sin poder asegurar lo contrario, recibo estas noticias como de donde salen, sin que esto quiera decir que las desprecio. Entiendo que hay fuertes especulaciones de fondos públicos, y el que me ha hablado parece bajista!".
    (11-IX-1867) - "Nada parece que adelantamos en la guerra con los paraguayos, y más bien hay sospechas fundadas que son ellos los que nos están aventajando. Me parece, por lo que veo, que los aliados no les meten diente sinó hacen mayores sacrificios de hombres y dinero. ¿Cómo saldremos del atolladero en que estamos metidos para gloria de los paraguayos? La revuelta de Córdoba pasó como tormenta de verano. Hemos tenido crisis ministerial, de cuyo resultado no son ya Ministros Elizalde y Castro, y en su lugar están Ugarte y Uriburu".
    (24-IX-1867) - "Estamos alimentando la esperanza de que la guerra del Paraguay va a durar poco yá. Se habla de paz. Parece ser esta la solución más probable, en el estado a que han llegado las cosas. Por el lado de las provincias siempre aparecen nubarrones".
    (22-XII-1867) - "En La Nación del 19 encontrarás una carta de Mitre a Gutiérrez J.M. (José María) relativa a la futura elección de Presidente de la República, y la contestación del segundo, que no dudo leerás con interés".
    (23-I-1868) - "Todavía nos encontramos por aquí bajo la funesta presión del Cólera ... Nada nos falta, o poco menos: tenemos guerra, peste y plagas de langosta y bicho moro!".
    (13-II-1868) - "El Cólera va desapareciendo, aunque no muy del todo. El que recrudece es el de los políticos, con motivo de las candidaturas para la Presidencia de la República. Me parece que la de Alsina pierde el terreno que gana la de Elizalde. Muy contento deberá quedar Sarmiento, con las noticias que a su respecto debe recibir".
    (24-III-1868) - "La guerra del Paraguay poco ha avanzado. Hay quien supone será cosa de tres meses para concluir con el poder de López a viva fuerza. La cuestión Presidencia sigue como puedes pensarlo subiendo de punto, y absorbiendo a nuestros políticos y creyentes, como decía Calvo, de la boca abierta. El 12 del próximo Abril está fijado para la elección de electores. La figura de Urquiza se dibuja a veces, en el horizonte político, como posible Presidente, y el nombre también de Fidel López hay quien lo levanta en alto. En fin mi amigo, yo de esto nada sé, pues ni ando tras de bastidores, como sabes, ni puedo ver bien la comedia desde mi rincón; además de mi natural desapego y aversión a esas cosas que chocan con mi carácter!".
    (10-IV-1868) - "Entiendo que la guerra del Paraguay camina con paso de plomo, y el asunto de la candidatura se sigue agitando con todo el poder de la pasión. Dicen que Sarmiento está para llegar y que sus amigos se preparan para recibirlo ... Estuve con el Dr. Vélez, quien me dijo espera un encargo que te hizo de libros para los estudiantes de Córdoba. Sigue muy ocupado, según creo, con la redacción del Código, y siempre te recuerda".
    (12-IV-1868) - "Hemos llegado al día solemne de la elección de Presidente de la República. Es probable que cuando me vaya se sabrá el resultado. Por mi parte estoy viendo muy probable que tengamos a Urquiza, a no ser que sea el Congreso quien se encuentre en el caso de nombrar, y entonces es muy posible Sarmiento. Lo que parece muy probable es la Vice Presidencia de Alsina, que está a dos anclas, veremos. !Que Dios haga a nuestros desaciertos, por no decir otra cosa, servir de medios para obtener el bien de la paz y tranquilidad que tanto necesitamos!".
    (26-V-1868) - "Nuestra situación política sino empeora, no creo que mejore tampoco. La guerra del Paraguay sigue. Te recomiendo los discursos a la apertura de ambas Cámaras, Provincial y Nacionales. El Gobernador Alsina te mostrará el espíritu que lo anima a él y a su círculo; y el de don Bartolo, como han dado en llamarle, la prudencia y discreción en su fondo y forma, que hace resaltar más la petulancia del primero; y lo triste de la época que atravesamos, que no se puede ocultar, y que por otra parte no creo justo culpar a nuestros gobiernos solamente, por que el mal y corrupción está en otra parte, que es de donde ellos han salido ... Ya tenemos a Don Justo a cara descubierta en campaña a la Presidencia, asociado a Don Adolfo Alsina, esto es, la candidatura reaccionaria asociada a la de contrabando. (Aguirre hace suyos estos calificativos de Mitre en su carta de Tuyú-Cué). ¿Qué hará Mitre? Pronto sabremos quien triunfa. El mate se dará en pocas jugadas, y el próximo paquete llevará sin dudas las noticias de quien ha ganado la partida, que me parece serán las coloradas. La Nación trae hoy su artículo de fondo con el epígrafe "Una gran traición", sobre este particular y el manifiesto de Urquiza. ¡Qué estómago le harán estas cosas a Sarmiento! ¡Lo compadezco! ¡Qué bien hizo de no venir!".
    Esta resulta la última carta de Aguirre en la serie de aquel tiempo, interrumpida por el viaje de él a Europa con su familia. Poco antes (24-III-1868) don Manuel le había escrito a su primo García: "Ayer he mandado al Dr. Vélez el trabajo que yo mismo he hecho del inventario de bienes quedados al fallecimiento de Mercedes, sus tasaciones, división y adjudicación entre los participes, con el correspondiente presupuesto. Ahora espero que me lo devuelva para ponerlo en el papel correspondiente, y hacerlo firmar por los que deben hacerlo conmigo, que será Juan (Anchorena) y algunos otros de la familia. Esto me pone ya en el punto que aguardaba para tomar mi definitiva resolución de viaje. Una cosa temo ¿perderán mis muchachos su año de estudios? ¿Les valdrán para seguir por allá los años que han cursado ya aquí? Veremos como se arregla esto, que como tu comprendes es cosa delicada. Mi gran deseo es que lleguen a adquirir una carrera, no me preocupa cual, sino que se vayan a quedar sin ninguna. En fin, el momento llega, como te lo dije, y veremos como se resuelve ese punto y los que en tal caso han de surgir. Pero puedo decirte que mi voluntad es vencer todo, incluso la tiranía del hábito. Me hace falta salir de aquí."
    Posteriormente, estando Aguirre en Londres, el "Doctor Mandinga" - cual se apodaba a Vélez Sársfield - hízose regular suculentos honorarios en aquella sucesión de doña Mercedes Anchorena. Ello provocó este gracioso comentario de mi bisabuelo, dirigido a su primo García: "Emiliano me escribe sorprendido de lo que se ha hecho pagar el Dr. Vélez por sus honorarios en la testamentaria de Mercedes; yo no me admiro de eso, aunque confieso que no lo esperaba de Vélez. Con razón te aconsejó que te fueras a ejercer la abogacía allá. Para poder apreciar lo alto que nos ha parecido la regulación, era preciso que tu supieras cual ha sido el trabajo. Se ha hecho pagar como cierto relojero que le llevaron a componer un reloj, quien soplando quitó un pelo que causaba la paralización de la máquina, y se lo devolvió al dueño cobrando la compostura, como si le hubiera costado mucho, y observándole éste, contestó - ¿Y la ciencia? Bien, por la ciencia hemos pagado a Vélez $120.000. Con que ya vez por ésto que no te aconsejó mal".

    Andanza europea

    En junio de 1868 Manuel Alejandro Aguirre márchase a Europa con su familia, y llega al Paris del Segundo Imperio, alojándose en el Grand Hotel. Por cierto que su amigo el Ministro argentino ante esa corte, Mariano Balcarce, le recibe con gran cordialidad; y después de casi cuatro meses de turístico trajín parisino - que se fueron volando -, el viajero con los suyos se traslada a la Gran Bretaña; recorre Escocia e Irlanda y, finalmente, instálase en Londres. Allí visita a Manuelita Rosas, como se lo hace saber (14-1V-1869) a su primo Manuel R. García, a la sazón ministro plenipotenciario argentino en Washington: "Tengo encargo de Manuelita de darles (a García y a su mujer Eduarda Mansilla, prima hermana de la hija de Rosas) sus recuerdos. La veo poco, había estado estos días con su tatita (Rosas), a quien dice dejó muy bien de salud y con apariencia tan buena todavía, que nadie diría que tiene 76 años...".
    Posteriormente Aguirre vuelve a la capital de Francia, pero cáe enfermo de cuidado y resuelve tornar a Buenos Aires. Con tal motivo, Manuelita Rosas le envia estas lineas desde Londres, el 7-X-1869: "Muy apreciado amigo: Contamos con que su viaje se complete feliz, pués no pasaran muchos dias antes de verse con su interesante familia en el suelo natal ... A mi regreso a ésta ... encontré el espléndido recuerdo que tuvo Ud. la bondad de traerme de Paris: la grande obra Paris dans sa explendeur. No dude Ud., se lo agradezco de corazón ... Mucho siento no lo completara Ud. con su autógrafo en la página del frontispicio. Las fotografias que me dejó Ud. tienen ya su lugar en mi Album, y es ese un recuerdo más de los buenos momentos que pasamos juntos, pero que fueron tan rápidos. ¿Se renovarán alguna vez?, ¿y donde será? ... Con Máximo y los niños saludamos a Ud. y a todos los suyos, teniendo yo el placer de repetirme. Su afectísima compatriota y amiga: Manuela de Rosas de Terrero."
    Ya en febrero de 1870 don Manuel y sus hijos hállanse de nuevo en Buenos Aires. Aquella primera andanza por el viejo mundo había durado un año y cinco meses.

    Don Manuel declina el cargo de Senador. Integra la Comisión de Aguas Corrientes. La Fiebre Amarilla

    Más adelante, mi bisabuelo fué elegido Senador por la Provincia de Buenos Aires, dignidad que declinó con fundados argumentos. Como derivación de ello, el 29-VIII-1870, el Presidente del alto cuerpo le dirigió, "al ciudadano Dn. Manuel Aguirre", una conceptuosa nota con estas expresiones: "La Cámara que presido en sesión del 27 del corriente, votó la renuncia que se sirvió elevarle del cargo de Senador para que fué electo, y tengo el honor de comunicarle que ella la ha aceptado, en vista de las razones que lo han obligado a renunciar dicho cargo. Lamentando que la Cámara se vea privada del poderoso concurso de Ud., me es grato saludarlo con mi más distinguida consideración. Andrés Somellera. Ramón de Udaeta, Secretario".
    Poco después (7-X-1870) el Gobernador Emilio Castro, gran amigo de mi bisabuelo (casado con una prima hermana de éste, Juana Sáenz Valiente Ituarte Pueyrredón), le nombró a Manuel Aguirre miembro de la "Comisión de Aguas Corrientes, cloacas y adoquinado" de la ciudad, junto con José Manuel de Estrada , José Roque Pérez, Vicente L. Casares y Rufino Varela.
    En febrero de 1871 una pavorosa epidemia de fiebre amarilla se desparrama por Buenos Aires y mata a más de 14.000 personas, muchas de gran significación social y política. Entre la multitud apestada, cáe abatido por la enfermedad el doctor Roque Pérez, que era presidente de la "Comisión Popular" de lucha contra el flagelo y compañero de Manuel Aguirre en el directorio de las Aguas Corrientes. "La fiebre amarilla - le escribe este (29 de marzo) desde la "costa de San Isidro" a su primo Manuel García, Ministro en Washington - "sigue aumentando el número de sus víctimas: el día 27 hubieron 351 muertos, siendo de notar que la población que en la ciudad ha quedado tal vez no es mucho más de un tercio, los otros dos han salido a la campaña. Entre las pérdidas muy sensibles que hemos sufrido hay que deplorar la muy grande de mi amigo Roque Pérez, que ha muerto envuelto en la bandera de la caridad (frase esta de un artículo necrológico de La Nación debido a la pluma de Mitre). Deja una gran familia a quien queda un vacío insondable. Pobre Pérez, lloro su muerte y recordaré siempre su memoria con gratitud".


    Segundo viaje de Aguirre al viejo mundo. Compra material para obras sanitarias y gestiona un empréstito inglés

    Sucede a Roque Pérez en la presidencia de las Aguas Corrientes, Manuel Aguirre. A los pocos meses, sin embargo, éste es reemplazado en la jefatura de dicha repartición por Vicente L. Casares, debido a que, el 14-X-1871, mi bisabuelo se embarca con los suyos para Europa. Le acompañan hasta Rio de Janeiro sus hermanos Agustín y Emiliano y familia, los cuales quedan en la capital carioca; mientras el paquete inglés "Douro" transporta a don Manuel y sus hijos, de nuevo, al viejo mundo.
    Antes de establecer su residencia entre las brumas de Inglaterra, los Aguirre cumplen un itinerario por tierras y ciudades luminosas del continente: Cádiz, Sevilla, Madrid, Barcelona, Niza, Italia, Roma, Florencia, Suiza ... y luego Francia y París, humilladas, de momento, por la derrota que les infligieron los prusianos.
    En Londres, Manuel Aguirre estableció su cuartel general en el "Charing Cross Hotel", pues la Comisión de "las obras de salubrificación y aguas corrientes" de la ciudad de Buenos Aires ? que presidía Vicente L. Casares e integraban entonces los vocales Rufino de Elizalde, Manuel Porcel de Peralta, Ernesto Aberg y Mariano Moreno, y el secretario Matias Erausquin ? habíale encargado comprar en Inglaterra los materiales que requerían tales servicios sanitarios: bombas elevadoras de residuos. cloacas, caños, tubos de desague, etc., etc.; facultándolo a recibir propuestas y a celebrar contratos con los fabricantes; como también adquirir aquellos elementos necesarios para dar impulso a una fábrica de cemento hidráulico y a otra de ladrillos en San Isidro; esto y lo otro de acuerdo a los planos y proyectos del Ingeniero británico Juan Federico Bateman, conocido universalmente en esa época; con quien Aguirre no siempre estuvo de acuerdo, objetándole, por ejemplo, el 8-III-1873, tras de haberla "estudiado atentamente", una licitación sobre cañerias de fierro, que a su juicio no era satisfactoria.
    El Gobierno de la Provincia, asimismo, lo comisionó a don Manuel para levantar un empréstito en Londres de 10.000.000 de pesos fuertes ? o sean 2.040.800 libras ? con destino a las "Obras de Salubrificación" de la "Gran Aldea"¬ porteña; empréstito que fué cubierto por la Casa Baring Brothers.
    En un distinto orden de cosas, diré que los Aguirre reanudaron en Londres su afectuosa relación con la lejana parienta Manuelita Rosas. El 17-VI-1873 Hortensio le escribe a su Tata, que se hallaba en París: "El domingo fuí a lo de Terrero, a quien no ví porque estaba fuera de la ciudad, pero estaba la señora a quien hice una visita de 2 horas. Estuvo muy amable conmigo. Manuelita manda muchas memorias a vos y a Susana". Y al mes siguiente (17-VII) mi bisabuelo anotó escuetamente en un "diario" íntimo: "Terrero, familia. Estubimos en casa de él las muchachas y yo, donde habíamos sido invitados por Misia Manuelita, quien estubo, como siempre, muy amable con todos. Fuimos un poco después de las 5 p.m. y volvimos al Hotel después de las 12 1/2. Hubo crocket para las muchachas. Té, después fresas, y en seguida música: un trio de piano, violín y flauta, que tocó el hermano Juan Manuel Terrero, y a eso de las 10 cenamos; con lo que concluyó la fiesta, en que hubo gorros de papel que todos nos pusimos."
    Concluída aquella negociación del empréstito con los capitalistas londinenses, el Gobernador de Buenos Aires Mariano Acosta aprobó, con su Ministro de Hacienda Leopoldo Basavilbaso, la gestión financiera de mi bisabuelo, por decreto del 29-IV-1874, en los siguientes términos: "Apruébase la conducta observada por el Sor. Dn. Manuel A. Aguirre, en el desempeño de la comisión que le fué confiada por el P.E., para la realización del Empréstito de diez millones de pesos fuertes, con destino a las obras de salubrificación de esta Ciudad: Hágasele saber esta aprobación por el Ministerio de Hacienda, manifestándosele el agradecimiento del Gobierno, por el importante servicio que ha prestado a la Provincia, y líbrese orden a la Contaduría para que liquide la compensación que fué asignada al Señor Comisionado Aguirre, por decreto de 2 de Junio del año ppdo. Acosta. Leopoldo Basavilbaso".

    El Ferrocarril del Norte

    Otro cometido le fué solicitado a don Manuel por las autoridades de su Provincia. Se trataba de desmentir los infundios de una hoja suelta que había publicado como suplemento el Daily News de Londres, bajo la firma de Henry Crabtree, representante en Buenos Aires de la empresa inglesa del Ferrocarril del Norte. Tal publicación menoscababa al Gobierno porteño, "si es que no hay algún móvil oculto de interés individual que sugiera aquel proceder" ? al decir del Ministro de Hacienda Basavilbaso.
    El Ferrocarril del Norte era la línea más corta ? 30 kilómetros de Retiro a Tigre ? y peor servida de las cuatro que circulaban a través del territorio de la Provincia: por su falta de máquinas, vias defectuosas y pésimo estado de los coches. El 11-III-1869 Emiliano Aguirre le escribió a su hermano Manuel: "El Ferrocarril que está cada día peor servido es el del Norte, es raro el día que anda bien, pués o se descarrila o sufre grandes demoras, ya van unas cuantas sublevaciones de los pasajeros, que han hecho pedazos vidrios y cuanto han podido romper". Hasta ese momento los gobernantes bonaerenses habían hecho vista gorda a las demasías de la Empresa, que no se ajustaba a las obligaciones del contrato. La estación principal de dicho camino de hierro se ubicó en el costado norte de la ciudad, en terrenos del bajo, frente a la Plaza del Retiro. Posteriormente la Empresa solicitó y obtuvo, el establecimiento de un "tranway" desde aquella estación hasta la Plaza de Mayo, por la calle denominada "Paseo de Julio", a objeto de transportar pasajeros. De tal suerte el vehículo tirado por caballos quedó establecido. Pero, al poco tiempo, el Gerente Crabtree pidió reemplazar la tracción a sangre por el tren a vapor, lo que la Municipalidad le concedió, bajo de ciertas condiciones.
    El "Paseo de Julio" era recorrido, a la sazón, por todos los pasajeros y marinos que desembarcaban en el muelle, o, desde ahí, subían a las naves surtas en la rada. En verdad, ese tráfico resultaba abigarrado y numeroso, y se hacía necesario tomar precauciones para evitar los accidentes que podría ocasionar "la circulación de lineas movidas por locomotoras pasando a nivel por el centro de la calle". El Gobierno, atento a ello, le impuso como condición a la Empresa "que había de construirse una baranda o verja de fierro, de uno a otro costado de los rieles, con portones anchos para carros y carruajes en cada cuadra, y angostos para personas a pie, a cada media, con guardas que velaran porque nadie transitara cuando el tren se pusiera en movimiento". Asimismo se obligó a la empresa a construir un viaducto de acceso al muelle.
    La compañía foránea, sin embargo, prescindió del viaducto, trazó doble vía del Retiro a Plaza de Mayo, y libró el ferrocarril al servicio público sin poner barrera alguna ni colocar un solo guarda. Ello motivó un Iitigio entre la Municipalidad, que hizo valer sus derechos, y la Empresa, ante el Superior Tribunal de Justicia, que falló a favor del municipio.
    Entretanto, la crecida del rio y un temporal inutilizaron las vías construidas en infracción, prohibiendo la Municipalidad se repararan las mismas hasta tanto la Empresa cumpliera las condiciones que se le habían exigido.
    Así las cosas, el 1-II-1874 debían de tener lugar elecciones de Diputados al Congreso, y la exaltación de los partidarios de una y otra candidatura presagiaba serios desórdenes, acaso una revolución. Entonces el Presidente de la República ? Sarmiento, huésped incómodo para los porteños, soberanos en su ciudad ? creyó conveniente tener a mano una locomotora en la estación Central, frente a la Casa Rosada, para cualquier emergencia. Hizo llamar a su despacho a mister Crabtree, quien le ocultó al Presidente la verdadera razón porque no funcionaban los trenes por esa vía. Sarmiento olvidando que las autoridades de la Provincia eran las "únicas que ejercen jurisdicción sobre los Ferrocarriles Provinciales", impartió la orden de reparación inmediata de los rieles aquellos. Esto produjo un conflicto de poderes entre el Ejecutivo Nacional y el Gobierno porteño; conflicto que aprovechó el ferrocarrilero Crabtree para difamar a éste último en su publicación de Daily News de Londres.
    A raíz de ese artículo, el Ministro de Hacienda bonaerense, Leopoldo Basavilbaso, le pidió a Manuel Aguirre, en nombre del Gobernador Acosta, el patriótico servicio de "desmentir oficialmente ? en la capital británica ? cualquier versión en contrario que pudieran hacer los diarios ingleses, instigados por el Director de Ferrocarril del Norte, con el propósito de desacreditar a la Provincia y a sus autoridades".

    Consejos de don Manuel a su hijo. Retorno a la patria y revolución del 74

    Desde la casa que alquilaba en Londres (52 Welbeck Street, Cavendish Square, cerca de Regent Circus y de Hyde Park, y equidistante como media milla de Regent Park), don Manuel le escribía, calamo currente, a su hijo mayor, muchacho entonces de 23 años, a quien había mandado estudiar Leyes en Buenos Aires: "Tus noticias han sido para mí muy satisfactorias, sabiendo, por lo que me dices, que aprovechas bien tu tiempo, y por que cuento seguirás adelante en tus propósitos, por cuyo medio no dejarás, seguramente, de reportar de las muchas ventajas que dá el saber sobre la ignorancia. Trabaja con empeño, con amor, que es el medio más seguro de vencer en todo lo que nos proponemos, y de tener, al mismo tiempo, tiempo para todo, pues deseo también que lo tengas para todas las diversiones y placeres propios de un jóven, por lo que me alegraré saber que divides bien tu tiempo entre el trabajo y los placeres".
    A fines de marzo o principios de abril de 1874, don Manuel y sus "muchachas" llegaban en el "Bayona" a la rada porteña. Seis meses después (24-IX) estalla la revuelta mitrista; y al cuarto día de ello, Aguirre le escribe a su primo Manuel García, a la sazón en la Gran Bretaña, encargado de hacer construir barcos para nuestra marina de guerra: "Los rumores de revolución se convirtieron, como seguramente lo sabrás, en terrible realidad, cuyos resultados nadie los alcanza a medir, ni sus consecuencias. Si te he de decir lo que pienso, diré que me parece que esto se acabará pronto, pero bien puede suceder todo lo contrario, y que tengamos una larga guerra, pues los elementos no faltan para esto último. Sabrás también en que manos han caído las cañoneras que tanto hiciste para que fueran buenas y baratas. Falta ver quien dispondrá de los vaporcitos y encorazados que, según me lo anunciaste, en breve llegarán. ¡Qué impresión tan mala habrá hecho por allá el primer telegrama que hayan recibido sobre la situación! ¡Qué atraso para este país! Como vez te escribo de la Costa donde estoy con mis muchachas. Los muchachos están en Montevideo desde el 23. Todavía no sé la determinación definitiva que me harán tomar las circunstancias, y me temo mucho que tendré que dejar esto, y quizás sea hoy mismo. Ya te harás cargo lo contrariado que debo estar".

    Otras anotaciones reservadísimas de don Manuel

    Leo en las amarillas páginas desprendidas de un Diario íntimo de mi bisabuelo, estos apuntes y reflexiones penetradas de ansiedad, pesimismo y melancolía:
    Lunes 12 de Octubre de 1874: "Hoy es el día en que debe recibirse el nuevo Presidente Avellaneda o ser impedido este acto por la revolución, a cuya cabeza se ha puesto el Gral. Mitre, D. Bartolomé! La lluvia que desde antiayer cáe, ha sido esta madrugada muy copiosa, y grandes y frecuentes truenos y relámpagos. Ha sido un fuerte temporal que ha echado a la costa muchos buquecitos y también uno de los buques de guerra del Gobierno, el "Pampa", que según entiendo no volverá a servir más. Según todas las apariencias, la recepción del nuevo Presidente parece no será interrumpida hoy; sin embargo no sabemos que plan ni con qué medios cuenta el Gral. Mitre para impedirlo. Manuelito me escribe de Montevideo; me habla del manifiesto del Gral. Mitre, y dice que todo el mundo por allá cree que más es el ruido que las nueces, y que no habrá necesidad de tirar ni un tiro para entrar en la ciudad. ¡Dios lo quiera que así sea, si así conviniese para la mayor felicidad de esta desgraciada tierra que no sabe vivir en paz! ... Espero que después de la actitud que ha tomado, y declaración que ha hecho Mitre en su Manifiesto, Avellaneda no tiene mejor salida que renunciar a la Presidencia, que creo no podría conservar, evitando los males que de otro modo acarrearía al país su empeño de sostenerse, y que sólo podría conseguir retener poco tiempo, con considerables sacrificios y sin gloria para él. Esperemos! El nuevo Presidente se ha recibido hoy del cargo bajo las formas ordenadas por la legalidad. Su discurso está preñado de promesas y esperanzas, como era de esperarse, fundadas en la de poder dominar en breve la tormenta, bajo la cual se ha sentado en la silla presidencial. A mi parecer, el Sr. Avellaneda no habría hecho una mala presidencia, por el contrario, pero mi duda es que no teniendo la opinión de nuestra provincia, es muy difícil que pueda consolidarse todo lo que es preciso, teniendo que estar repeliendo una fuerte oposición del partido que le es adverso".
    Martes 13. "El tiempo es muy lindo y ayer después de tan furiosa tormenta, que tanto llovió y cayeron algunos rayos, se compuso y dió lugar a la recepción del nuevo Presidente Avellaneda ... La Tribuna trae los discursos de Alsina, Avellaneda y Sarmiento, y una continuación sobre el Manifiesto del Gral. Mitre ... Mi espíritu es cada día menos bueno, y si no fuera el amor de mis hijos y deberes que su destino y bienestar me imponen, no trepidaría en dejar el país, donde nada tengo que me alegre. Si me fuese es muy posible que no volviese más a él, sino de paso. Tengo todos los inconvenientes en él, y ventajas ninguna. El único modo que haría menos penoso el sacrificio de permanecer en él, sería poder vivir siempre en el campo, pero esto no me es posible teniendo hijas. Veremos cómo nos arreglamos; quizás estoy pasando por uno de aquellos momentos de transición en la vida, y me espera un tiempo en que, resignado con mi posición, espere sin deseo ni temor la muerte".
    "La situación del país es para mí un problema que cada partido, de los dos en que está dividido, lo resuelve a su favor. Los del Gobierno miran o hacen creer que miran, con el mas alto desprecio al poder de los de la revolución, y estos miran, o hacen los que miran, que soplando desbaratan todo el armazón donde hoy se halla el principio de autoridad. No queda más que esperar para saber de parte de quienes hay más verdad, y no puede tardar en hacerse la luz. Lo que puedo ver claro, es que no pocos de los que tienen que perder, no les haya tocado algo, y por lo que es a mí no es cosa de desprecio la parte que me ha cabido en baja de valores, de títulos, suspención del argentino y estado de la estancia, que después de los estragos de la seca le ha venido la guerra, y no cuento otros muchos pellizcos que de añadidura me alcanzan, y que ya son remediables, ¡Dios quiera que no pasen de ahí! ... Muy disgustado parece que se encuentra el pobre Manuel (García) sin saber a qué atenerse, esperando que dispone el nuevo Gobierno de él. Que cosa tan odiosa sería para mí tener que estar así dependiendo de la voluntad o el capricho de los Gobiernos, como se encuentra él; demasiado tiene uno ya con su familia, que le priva de hacer aquello que más quisiera, sacrificando su persona a la conveniencia de ella, que no siempre sabe apreciar ni utilizar el sacrificio".
    Miércoles 14. "Nublado y frio ha empezado el día de hoy. Mi espíritu sigue como el tiempo, sólo que éste pasará luego, y yo me quedaré como estoy ... La Revolución: Cuando pienso que Eduardo (Costa) es uno de los primeros hombres que han manejado esto, no puedo menos que temer que salga como salen todas sus cosas, en que se remontan como pandorga sin cola ... Solo confío en la buena estrella de Don Bartolo, aunque no sin temor que se le haya eclipsado al fin, después de tanto brillar, pues ni las estrellas se escapan a la ley fatal de que todo concluye en este mundo".
    Viernes 16. "Aniversario es hoy de la muerte de Mercedes, y mis muchachas han estado temprano en San Nicolás y oído una misa por su buena Madre. Todo cuanto yo pudiese decir por ella no sería bastante para tributarle el grato recuerdo de la bondad de su corazón, como madre y esposa, habiendo sido para mí la dicha más grande que he alcanzado en este mundo el haberla tenido por esposa ... Solicita el Presidente (Avellaneda) del Senado, el acuerdo competente para elevar a rango de Coronel Mayor de los Ejércitos de la Nación, al ex presidente Coronel Graduado D. Domingo F. Sarmiento".
    Viernes 30. "Ladislao Martínez: He estado con él en la oficina de la Comisión del paseo 3 de Febrero para ver los planos del parque que han presentado varios concurrentes, y de los cuales ninguno me ha gustado, son demasiado estudiados y costosos. De allí nos fuimos a Palermo, donde hemos hecho una crítica de las plantaciones del Sr. Sarmiento, y gastos desatinados que se han hecho sin provecho". "Sarmiento: Cada vez me persuado más de lo extravagante de este personaje, que acaba de ocupar el primer puesto público en la República Argentina. Las cartas que he leído sobre él del Dr. Alberdi lo pintan admirablemente; mas está visto que para gobernar los pueblos es necesario, más que la espada, cierta suerte de charlatanismo; sin esto no se arrastra opinión pública, que es necesaria para elevarse y dominar la multitud".
    Miércoles 13 de enero de 1875: "Victoria!: Cumple hoy esta querida hija sus 15 años. Si hay ángeles en la tierra, ella debe ser uno de ellos. Que Dios la bendiga y la libre de los peligros en que entra ya en la vida de este mundo falaz y engañador".
    Seguidamente, esas páginas confidenciales registran la profunda tristeza de mi bisabuelo por el casamiento de su hija Susana con Ignacio Gómez. Objetaba aquel dicho enlace ? quizás porque Gómez tenía un hijo natural ?, en tanto los tios de Susana, Manuel Ibáñez y Rosa Anchorena, le hacían "gancho" a la muchacha con el novio, a espaldas de su Tata. Esta actitud de la hija y de sus cuñados, vino a herir muy hondamente los sentimientos de don Manuel, quien consideró menoscabada su autoridad de padre; y la amargura de su espíritu fue a impregnar los renglones del Diario confidencial.
    "Manuel Ibáñez: Ha estado a verme (roto) ... para tratarme del Sr. G. Después de una larga conversación que tuvimos, en que lejos de adelantar en su propósito, que era hacerme aceptable esa persona, se retiró desengañado y preocupado de lo que me oyó, que seguramente no esperaba oir. El se disculpó de la conducta observada antes, tanto por él como por Rosita, sobre el asunto consabido, pero sobre este punto, que nunca podrán justificar su falta de prudencia cuando menos, guardé la más profunda reserva, dejándole decir lo que creyó oportuno, pero que sin saberlo era una declaración que no hacía más que probarme la exactitud del juicio que me había formado del proceder errado de todos a los que quería disculpar".
    Domingo 1º de Agosto de 1875: "Hoy hacen 26 años de mi feliz casamiento, pues lo fue sin interrupción hasta el fallecimiento de Mercedes, acaecido el 16 de Octubre de 1866, siendo verdaderamente felices hasta que la muerte nos arrebató dos queridos hijos, y vinieron en seguida a la pobre madre enfermedades que destruyeron su salud, que terminaron con la muerte. Esta me causó una profunda pena, que solo el tiempo y el cariño que tenia por sus hijos que me habían quedado, pudo atenuar; pues el sentimiento de esa pérdida me acompañará por siempre. Estos hijos queridos, puedo decir que no me han dado más penas que aquellas que son naturales a su edad, como desaplicación en sus estudios, nada más pues no he tenido el menor motivo de desagrado en cuanto a su buena conducta; hablo de los varones, pues las muchachas ni siquiera en lo primero he tenido que sentir, pues sin ser muy adelantadas, como yo lo deseaba, no puedo decir que no hayan hecho algunos progresos que me complazco en ver. Todo, pues, había seguido bien hasta que llegó un día que las cosas han cambiado de aspecto para mi, y cuyo resultado será, según está decidido, el casamiento de mi hija mayor el día de mañana. Esto viene a cambiar mi situación, y sus consecuencias felices o adversas que no es posible preveer desde ahora. El tiempo se encargará de hacerlo".
    Lunes 2 de Agosto. "Ventosa mañana, como el día de ayer y antiayer, muy ventosa del N. o N.E. Este día es el día fijado para el matrimonio de mi hija Susana con D. Ignacio Gómez, a las 6 a.m. A las 4 prendí mi vela, que volví a apagar, y a eso de las 4 1/2 volví a encenderla y levanté poco después, y a las 5 me encontraba vestido y paseandome por mi cuarto; primero con luz de mis velas, y después a la escasa que entraba por mi galería del crepúsculo que empezaba a aparecer. Fuera del ruido del viento y unos tres fuegos que se veían en las Islas ? uno largo y dos pequeños ? nada tenia más de notable la mañana. Abrí un rato mi ventana para cambiar el aire de mi habitación, y seguí mi paseo por ella, cerrándola poco después. Victoria y Rosa se me presentaron a eso de las 6 a darme los buenos dias, y después de ellas entró Susana, vestida con su traje blanco de novia, y saludó dándome los buenos días y besándome como de costumbre, y dijo: "Cuando volvamos vendremos a verte y te escribiré de allá" ? "Bueno ? le dije ? que seas muy feliz"; y se retiró con esto, y seguí yo dando mi paseo por el cuarto como antes que entrase. A las 6 1/4 entró un carruaje, y poco después salió, y es posible que mientras escribo ésto, el padre les haya echado ya la bendición! Como la luz de mi cuarto era muy escasa y el crepúsculo despedía todavía muy poca, no he visto la cara que tenia mi hija, sólo ví su traje blanco ... Después de las cosas tan desacertadas que a mi parecer se han hecho por todos los que han tomado parte en este suceso, he venido a quedar tan desagradado, que no he esperimentado ningún dolor al ver separarse de mi una hija que tanto he querido. Ella, si quiere volver a ocupar el lugar que tenía en mi corazón, ha de tener que pasar algún tiempo, y darme mayores pruebas que las que tengo de su afecto. No estoy enojado, de ningún modo, con ella; no absolutamente; solamente que su falta de confianza en mí le ha hecho rebajar el afecto que le tenía, y mi corazón se ha cerrado, a mi pesar, para ella; al menos así lo esperimento en este solemne día. En cuanto a los demás, siento por ellos una indiferencia que en nada se parece tampoco al enojo. Y no puede ser de otro modo ¿cómo me puedo quejar siquiera de Rosa y Manuel Ibáñez conociéndolos como los conozco? Seria necedad de parte mía, injustificable a mis propios ojos. A Gómez no lo conozco sino por su falta de tino para entenderse conmigo, y por informes que lo han perjudicado mucho, no habiendo habido una sola persona que haya venido a recomendármelo como habría deseado; pues Ibáñez queriendo hacerlo, me dejó más prevenido que antes con él! En fin, el tiempo me dirá si este día ha marcado un acontecimiento feliz o adverso en la historia de mi familia. Entretanto deseo, como es natural, la realización de lo primero, y espero no me faltará resignación, si tristemente sucediera lo último. Quedo desde hoy sólo ya con mis muy queridas Victoria y Rosa!, ¿ellas darán penas también? Hortensio luego que volvió de la Iglesia subió a verme, y dijo que Manuelito había ido a acompañar a su hermana ... Victoria y Rosa almorzaron conmigo; dimos un paseo con la primera por la quinta; tomé lunch con ella, mientras Rosa dormía pues el madrugón la había rendido; y a las 3 dí un galope con las dos, de 1 1/2 horas, por las Lomas. Son las 6 menos 20 p.m., el viento sigue: el rio bajo todavía, y la lluvia empieza a golpear los vidrios de mi galería".
    Me apresuro a puntualizar, que el casamiento de Susana con Gómez marcó, sin duda alguna, "un acontecimiento feliz en la historia de la familia": ambos constituyeron un matrimonio ejemplar. Susana adoró a su marido, que abandonó este mundo en 1889, y tuvo el culto casi religioso de su recuerdo en la viudez, prolongada hasta 1923, en que ella se fué a descansar junto a aquel en la tumba de Aguirre, en la Recoleta. Don Manuel, por su parte, tardaría muy poco en recibir con los brazos abiertos a su hija y a Gómez, el cual, en adelante, resultó su abogado y hombre de consejo en asuntos forenses, sin que jamás tuvieran, suegro y yerno, diferencias por motivos personales o de interés económico.
    Aquel año 1874 Manuel Alejandro Aguirre se desempeñó como Director del Banco Nacional a par que integraba la Comisión de Aguas Corrientes, de la que renunció en 1878. También, en esos años, fué Presidente del Crédito Público.


    Don Manuel readquiere la venerable casa de sus antepasados

    El 17-VIII-1878, mediante escritura pasada ante el Escribano Manuel Garay, recuperó mi bisabuelo Aguirre de la sucesión de José Iturriaga, por el precio de 4.570.000 pesos moneda corriente, la casa de sus antepasados en la calle Bolívar, que en 1843, los herederos de María Josefa Lajarrota de Aguirre le habían vendido a aquel causante. Esto y mucho más lo consigno en la referencia histórica-notarial de ese antiguo solar de mi familia materna; cuyo dominio recayó, en 1673, en Miguel de Riblos, y al cabo de dos siglos y medio, en 1938, los hermanos Aguirre Lynch, 5º nietos de Riblos, transfirieron dicha propiedad a la Comuna de Buenos Aires. (Ver el Apéndice del capitulo relativo a los Riglos).
    "La casa Bolívar y Victoria la tienes ya en demolición -- le escribía (15-XII-1879) mi bisabuelo a su primo Manuel García. Sentí cierta tristeza días pasados al pasar por la Plaza y ver sin techo ya aquel antiguo edificio, y que sus paredes seguirían el mismo fin! Si no hubiese sido profanado aquello, desde que salió de las manos de nuestra familia, ni por un momento se me habría ocurrido otra idea que la de restaurarlo. Has de saber también, que siempre miré a más de un viejo con lástima, cuando se ponía a edificar; y no sabía, ni pensé jamás, que yo fatalmente -- tengo 60 años cumplidos -- tenía que pasar por eso. En fin, ya estamos en ello, y adelante; y como de ilusiones se compone la mayor parte de nuestra vida, quiero figurarme ahora que esa futura casa va a servirme; que todavía voy a vivir muchos años más; y que será muy posible -- probable -- que tenga el gusto de verte en ella ... A las muchachas les digo que te voy a encargar a tí todo el menage de la casa. Así pués, si esto no se vuelve ilusión, puedes prepararte".
    Un año después (12-XII-1880) mi bisabuelo, entre otras cosas, así agradeció a su primo García el haberle remitido documentos acerca de los Aguirre de Donamaría, cuyo auténtico blasón ofrecía hacer certificar: "Te estimo mucho los papeles de familia que en copia mes has mandado y también lo que me ofreces sobre las armas. Los he leído con mucho interés, recordando a mi Padre, a quien tantas veces, siendo yo muchacho, le oí hablar de esas cosas, que me parecían del otro mundo y a las que le ponía poca atención. Estoy seguro que mi hermana Mercedes va a tener mucho gusto de esto, y también te lo va a agradecer. A Manuel y Hortensio, que estaban conmigo cuando recibí tu carta, leí esos papeles, que el primero, sin duda como ya tiene familia, se interesó más, y pidió sacar copia. Pienso que Juan Anchorena no será indiferente sobre el particular, que le participaré después que lo haya hecho a Emiliano".

    Tercera estadía europea de don Manuel. Compra animales finos. Regresa a los dos años

    El 5-IV-1882 vuelve don Manuel a Europa con "las muchachas" Victoria y Rosa. A bordo del "Neva" arribaron a Southampton el 1º de mayo. Iban con ellos Félix Bernal Lynch y su mujer Malena Mac Nap Ituarte, prima hermana de Tata Aguirre.
    En Paris, éste se enferma de bastante cuidado: "de grandes hemorragias de sangre nasal". Le visitan asiduamente Mariano Balcarce -- viudo de Mercedes San Martín, hija del Gran Capitán de los Andes --, Saturnino Unzué y familia y otros componentes de la "colonia" argentina en la "Ville Lumiere". En Francia recorre, después, "fermes" de lanares, y la célebre e histórica "Bergerie de Rambouillet", donde compra ovejas y carneros merinos por encargo de su hijo -- mi abuelo -- que heredó y está poblando "El Chajá". El negocio se realiza por medio de la casa consignataria parisina Ibáñez Vega.
    Tras el canal de la Mancha, don Manuel rehalla a Londres. Presidía entonces como Ministro nuestra legación en la capital del Imperio, su primo hermano Manuel García; bajo cuyo patrocinio -- diré -- se construyó en los astilleros ingleses de "Samuda Poplar", el acorazado "AImirante Brown" para la escuadra argentina. Sobre el particular, Manuel Aguirre le había escrito, un año atrás desde Buenos Aires, a su primo: "Espero la llegada del Brown para visitarlo. ¡Qué serían aquellos buques a que te refieres, construidos bajo la superintendencia de mi padre, que tantos malos ratos le dieron, al lado de tu Brown! Espero que a tí, aun que pienso cuanto trabajo habrás tenido hasta el momento de verlo partir a su destino, no te pasará lo mismo, sinó por el contrario, te dará satisfacción!".
    Con García, mi bisabuelo realiza, en aquel verano del 82, una excursión a la isla de Wight, en la costa meridional inglesa, acreditada por sus playas balnearias y su mundialmente conocida estación de "yachting": Cowes. Más adelante, el viajero no se olvida de peregrinar por los lagos y viejos castillos de Escocia, aunque antes había hecho acto de presencia en "The Killerby Horde", el mentadísimo aduar o cabaña de bovinos "shorthorn", criados con impar maestría por su propietario mister John B. Booth -- nieto de Thomas Booth, el fundador de esos rebaños, antes de 1790. Ahí, en Killerby, pasó revista mi bisabuelo a fornidos toros, verdaderos exponentes de carne, y a sólidas vacas madres, de abundante leche. "Según pienso -- le escribió el visitante a su hijo mayor (31-X-1882) -- "no me volveré de allí sin haber comprado algunos animales, aún cuando tenga, como creo, que pagarlos caros".
    De los cornicortos de la tribu Booth -- 4 vacas y un toro que costaron 1.500 guineas --, así como de los ovinos franceses de "pedigree" comprados para mi abuelo Manuel J. Aguirre, me ocupo más adelante, al tratar la acción ganadera de éste en su estancia "El Chajá".
    Regresado a su patria a principios de 1884, don Manuel Alejandro es nombrado, el 26 de diciembre de ese año, por el gobierno de Roca, vocal directivo de la Comisión de las Obras Sanitarias; así se lo anunció por escrito el Ministro de Interior don Bernardo de Irigoyen. Llega a presidir la entidad, temporariamente, en 1886, y presenta su dimisión en 1889.
    Por ese entonces, desde 1883 don Vicente López venía publicando su Historia de la República Argentina. Ya habían aparecido 7 tomos; y el 28 X-1888, el historiador le envia a mi bisabuelo la siguiente misiva: "Mi estimado Sr. D. Manuel: Una verdadera satisfacción he tenido al leer su billete de ayer, pues creo que Ud. sabe en cuanto estimo el poder hacer algo que a Ud. le sea agradable. No le he devuelto a Ud. el precioso volumen de los papeles de familia, por que aun me hace falta para un apéndice que irá en el tomo que ahora preparo, sobre el resultado real en los esfuerzos de su Señor Padre, y la tramitación de sus reclamos. Me permito pués esperar que Ud. me conceda esta prórroga, en la completa confianza de que ese tesoro de familia está en manos de quien sabe valorar lo que para sus dueños vale. Como siempre se repite de Ud. Su affmo. amigo y S.S.. Vte. F. López".

    El crac del 90. Colabora Aguirre en la gestión flnanciera de Pellegrini

    Durante la administración de Juárez Celman, la "crisis del progreso" llega a su paroxismo y explota revolucionariamente en julio del año 90. Pellegrini "piloto de tormenta" empuña el timón de la nave a punto de zozobrar; y para poner en quicio a las finanzas nacionales en bancarrota, nombra Ministro de Hacienda a Vicente Fidel López, el viejo amigo de mi bisabuelo Aguirre.
    Don Vicente asume la conducción económica del país el 6 de agosto, y apenas once días después -- el 17 -- en una carta "confidencial" a don Manuel Aguirre, le expresa lo que sigue: "Mi querido amigo: Tengo el gusto de participarle el telegrama reservado que he dirigido hoy a nuestros amigos los Señores Baring hermanos, porque deseo que, con la misma reserva, se imponga Ud. de mis ideas y propósitos sobre la reforma que pienso llevar a cabo en el estado de nuestras finanzas; y no solo por amistad, sino por el deseo que sepa los puntos en que pienso pedirle su preciosa cooperación, le encargo a mi hijo Alberto que ponga en sus manos esta carta y también un borrador del principal de esos proyectos por si Ud. desea conocerlo."
    "El telegrama dice así:"
    "Idea suscinta de los Proyectos que el Poder Ejecutivo presentará al Congreso: Establecimiento inmediato de una Caja de Conversión compuesta de once miembros; cinco grandes capitalistas argentinos y afincados y seis entre los jefes de los principales bancos, bajo la presidencia del Señor Don Manuel Aguirre. Centralización en esa Caja de todas las emisiones y de sus garantías para recibir los recursos y amortizar gradualmente los billetes circulantes, negociando las garantías dentro o fuera del país, cuando fuere necesario ... etc., etc. ... Plazo de diez años para abrir la convertibilidad de todo el medio circulante en valor oro".
    "Hasta aquí el telegrama. Ahora le diré a Ud. que pienso negociar un empréstito para el pago de la deuda esterior en Londres, y sacar al gobierno de la plaza de giros y cambios, a fin de remediar ese factor que perturba enormemente nuestra circulación."
    "Ya Ud. vé mi querido amigo, el plan para el que cuento con su nombre y con su valiosísima cooperación".
    "Me resta solo darle las gracias por sus buenas disposiciones que son, en el fondo, acto de patriotismo y de una amistad que agradece cordialmente su afmo. servidor y amigo: Vte. F. López -S/c. Callao 1858".
    De tal suerte, por ley del 6-X-1890 prohijada por Pellegrini y su Ministro López, se creó la Caja de Conversión, que administraba un Directorio compuesto por cinco ciudadanos nombrados por el P.E. con acuerdo del Senado, cuyo mandato duraría cinco años y era gratuito. Fué primer Presidente de ese Directorio Manuel Alejandro Aguirre, y miembros iniciales del mismo Manuel Anselmo Ocampo, Leonardo Pereyra, Vicente L. Casares y Juan Bautista Arístides Villanueva -- todos argentinos; los seis jefes de los principales Bancos quedaron descartados. El flamante organismo (que tuvo como antecedente la Oficina de Cambios de 1867, adscripta al Banco de la Provincia de Buenos Aires) vino a cumplir el fundamental cometido de velar por el exacto cumplimiento de todas las leyes que se refieren a emisión, conversión y amortización de moneda de curso legal, constituyéndose así la Nación, a través de la Caja, en única responsable de los billetes circulantes. Otra ley paralela (10-X-1890) fijaba a los Bancos Garantidos un plazo de 10 años para volver a la conversión, pudiendo eximirse siempre que los fondos públicos que respaldaban lo emitido, se transformaran en propiedad del Estado y se hallaran pagos. Sin embargo, como ninguno de esos Bancos llegó a convertir sus emisiones, la Nación tuvo que hacerse cargo de todos los compromisos y celebrar arreglos, cuyos finiquitos se prolongarían más de la cuenta.
    Por otra parte, una ley del 15-X-1890 fundaba -- bajo el impulso creador de Pellegrini y de López y respaldado por la Caja de Conversión -- al Banco de la Nación Argentina, que el 1º de diciembre siguiente, a las 10 de la mañana, abrió sus puertas iniciando sus operaciones frente a la Plaza de Mayo -- sobre el solar originario que Garay, en 1580, reservara para sí --, en el viejo edificio del teatro Colón, adaptado al efecto, cuya primitiva estructura de gran coliseo se debía al ingeniero pintor saboyardo, Carlos Enrique Pellegrini: padre de quien en esos momentos difíciles ejercía la primera magistratura de la República.

    Don Manuel preside el Banco de la Nación

    En noviembre de 1892, Manuel Alejandro Aguirre pasó a regir el Banco de la Nación Argentina -- fué el 2º Presidente de la institución, sucesor de Vicente L. Casares. Su permanencia en el alto cargo de tan poderoso organismo de crédito, se prolongó por espacio de siete años; es decir, durante los gobiernos de Luis Sáenz Peña, José Evaristo Uriburu y el del General Roca, hasta el 13-VII-1899. Con esta data, el Ministro de Hacienda José María Rosa le dirigió al señor Aguirre una nota que decía: "Elevada a conocimiento del Sr. Presidente de la República la dimisión que con fecha 7 del corriente, ha hecho Ud. del cargo de Presidente del Banco de la Nación Argentina, ha resuelto aceptarla en vista de las causales aducidas. Al adjuntar copia del decreto aceptando su dimisión, me es altamente satisfactorio participar a Ud. que el Gobierno agradece los muy importantes servicios que Ud. ha prestado al País, en el desempeño del cargo que dimite, y lamenta que el mal estado de su salud le impida continuar prestándolos. Con tal motivo, reitero a Ud. las seguridades de mi mayor consideración y personal estima. Jose Ma. Rosa".
    Al día siguiente -- 14 de julio -- el Directorio del Banco resolvió concurrir en corporación al domicilio particular del renunciante, con el objeto de saludarlo y hacerle entrega de una honrosa comunicación redactada en estos términos: "Los que hemos tenido la fortuna de acompañarlo en la dirección del Banco de la Nación Argentina, de que ha sido Ud. digno Presidente durante siete años, sentimos la necesidad de presentarle un testimonio permanente de nuestro respeto y cariño en este momento, en que le es al fin permitido disfrutar, a la sombra de sus años, del descanso acordado a una larga vida bien llenada. Ha sido Ud. siempre uno de nuestros hombres de fortuna que no ha esquivado jamás ninguno de los servicios que el país ha exijido a su inteligencia y honorabilidad. Negociador de empréstitos, Presidente de las Obras de Salubridad, del Crédito Público, de la Caja de Conversión y del Banco de la Nación Argentina, su consagración inteligente y patriótica al desempeño de sus funciones han sido los factores principales del éxito de los negocios que se le han encomendado, y de la prosperidad de las instituciones puestas bajo su dirección, en las que su personalidad respetable ha entrañado desde el principio una prenda de confianza. El Banco de la Nación Argentina, cuya presidencia entró Ud. a ejercer en 1892, a los setenta y tres años de edad, y que ha desempeñado con continua y asidua labor hasta el día de hoy, le debe en gran parte su prosperidad actual, y los que le hemos acompañado en sus tareas, cumplimos con el deber de tributarle la justicia que le es merecida y le presentamos nuestras más distinguidas consideraciones de nuestro respeto y nuestro cariño: Manuel Correa Morales, Carlos T. Becú, Santiago Alcorta, Mariano Demaría, Angel Estrada, Angel de Elía Rivarola, Domingo Frias, Baldomero Llerena, Guillermo Paats, Mauricio Roca, Ignacio Oyuela, Ignacio J. Sánchez, Arístides Villanueva y Mariano Unzué".
    Cumplía el Directorio su homenaje, cuando espontáneamente se presentaron los empleados de la Casa Central, a fin de saludar también al ex Presidente. En nombre de todos ellos, uno de los secretarios del Banco, Matias Pinedo Oliver, pronunció un discurso salpicado de hipérboles del siguiente tamaño: "a semejanza de aquellos soldados franceses que tenían el derecho de llamarse valientes por haber asistido a la batalla de Austerlitz, nosotros nos podemos titular honestos y dignos diciendo que fuimos empleados del Banco de la Nación en una época en que fué Presidente don Manuel Aguirre". Por lo demás, el dimitente al despedirse de sus empleados, donó 5.000 nacionales para la Caja de Socorros Mutuos bancaria, como asimismo 2.000 pesos a los ordenanzas del establecimiento. Debo añadir que don Manuel había donado durante 7 años, a beneficio de todo el personal, sin distingos jerárquicos, su sueldo íntegro de Presidente. Hoy, el Banco de la Nación lo recuerda a mi bisabuelo pintado al óleo en espléndido cuadro del retratista francés Gabriel Ferrier, que decora una de las galerías de su presidencia.
    En cuanto a algunos bienes particulares de don Manuel, diré que al fallecer soltero su hijo Hortensio en 1884, aquel fué declarado único y universal heredero en los autos sucesorios del finado. Por tanto el lote de estancia, en el partido del Tuyú, denominado "El Lucero", compuesto de 5 leguas y media cuadradas, vino hereditariamente a corresponder al padre de éste; el cual, a su vez, repartió en vida dicha tracción campestre -- conforme a la subdivisión que practicó su primo Benjamín Sáenz Valiente Ituarte -- entre los cuatro hijos que entonces le restaban. De tal modo, el casco de "El Lucero", con una superficie circundante de 3.937 hectáreas, quedó para la señora Susana Aguirre de Gómez; las hermanas Victoria Aguirre y Rosa Aguirre de Balcarce recibieron en propiedad 3.946 y 3.944 hectáreas, respectivamente, cuyo conjunto unificado configuraría, más tarde, "El Cardal"; y una larga y angosta franja de legua y pico, se adicionó al costado Este de "El Chajá", la estancia de mi abuelo materno.
    El 20-IX-1890, ante el Escribano José Victoriano Cabral, Manuel Alejandro Aguirre compró a la señora Angela Alzaga, viuda de José Gregorio Lezama, una casa en la calle Bolívar Nºs 51 al 63, entre Victoria y Alsina -- lindera por el costado Norte con la residencia del adquirente. Dicho solar, hoy contrapuesto al City Hotel -- medía 31,39 metros de frente al Este y 57,80 metros de fondo. La vivienda la adquirió don Manuel para morada de su hijo mayor -- mi abuelo -- quien, en seguida, se fué a vivir ahí con su familia.
    Seis años después, el 21-X-1896, ante el mismo Notario Cabral, mi bisabuelo adquirió, por el precio de 152.000 pesos nacionales al contado, de los hijos herederos de Exequiel Ramos Mexía, la gran casa de la calle Cerrito 271, entre Cangallo y Cuyo. Efectuó don Manuel Alejandro esa compra para que el caserón sirviera de vivienda a su hijo Manuel José, que había acrecentado su progenie. De los antecedentes históricos y características de aquel solar, desde su primer poseedor en 1580 y a lo largo de las posteriores transferencias de su dominio, he de ocuparme en un Apéndice al final del presente capítulo.

    Epilogo de una noble vejez

    Tata Aguirre vivió sus últimos años como un patriarca, en su residencia de la calle Bolívar y en su chacra de San Isidro -- "la costa", que así la llamaba --, rodeado por el cariño y el respeto de sus descendientes, y de la vieja sociedad porteña, de la cual era él uno de sus varones más representativos. Gozó de profusa fortuna; sus gustos y su temperamento circunspecto le alejaron de la política activa: ese torbellino despiadado donde se entrechocan las pasiones y ambiciones humanas. Sin embargo nunca excusó su concurso para servir al país y a su provincia cuando las circunstancias lo requirieron y creyó debía cumplir con su deber; sobre todo en los momentos difíciles, como durante aquella tremenda crisis económica financiera del año 90, en cuya oportunidad colaboró en primera linea, con Pellegrini y el Ministro López para sacar a flote a la Nación.
    El 12-I-1911, a los 92 años de edad (atacado por la uremia, según lo certificó el médico Dr. Luis Manzone), apagose la existencia de Tata Aguirre, siendo las 7,05 de la tarde, en su domicilio de la calle Bolívar 107, frente a la histórica Plaza de la Victoria.

    Bautismo:
    Lº Año 1819 Fº 283vta./284. Bautizado por el presbítero don Santiago Figueredo. Fueron sus padrinos, don Juan Pablo Sáenz Valiente y su abuela materna, doña Magdalena Pueyrredon.

    Manuel se casó con María de las Mercedes Anchorena Ibáñez el 1 Ago 1849 (Canónico) en Iglesia San Ignacio, Buenos Aires, Argentina. María (hija de Juan José Cristóbal de Anchorena López de Anaya, (*) y Andrea Mercedes Carmen Ibáñez Marín) nació el 23 Ene 1826 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 3 Feb 1826 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 16 Oct 1866 en Buenos Aires, Argentina. [Hoja del Grupo] [Family Chart]


  2. 3.  María de las Mercedes Anchorena IbáñezMaría de las Mercedes Anchorena Ibáñez nació el 23 Ene 1826 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 3 Feb 1826 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hija de Juan José Cristóbal de Anchorena López de Anaya, (*) y Andrea Mercedes Carmen Ibáñez Marín); falleció el 16 Oct 1866 en Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    María de las Mercedes de Anchorena Ibáñez - mi bisabuela - fué bautizada con esos nombres el 3-II-1826, en la Basílica de La Merced, por el presbítero Félix Pérez. Apadrinaron a la párvula su tío Nicolás de Anchorena y Clara García de Zúñiga de Anchorena, mujer de su otro tío Tomás Manuel. (Ello consta al folio 227 vuelto del Libro 26 de Bautismos del archivo de dicho templo).
    por Carlos F. Ibarguren Aguirre

    Bautismo:
    L° 26 F° 227vta./228. Padrinos: don Nicolás de Anchorena y doña Clara García de Zúñiga de Anchorena. Bautizada por el padre Félix Pérez.

    Notas:

    Casado:
    "En primero de Agosto de mil ochocientos cuarenta y nueve, Yo Don Felipe Elortondo y Palacio, Canónigo diácono del Senado del Clero de esta Santa Iglesia Catedral y Cura Rector de su Sagrario, desposé por palabras de presente, que hacen verdadero legítimo matrimonio, según forma de N.S.M. Iglesia, a Don Manuel Antonio (sic) Aguirre, natural de esta Ciudad, e hijo legítimo de Don Manuel Hermenegildo Aguirre y de Doña Victoria Ituarte, con Doña Mercedes Anchorena, también natural de esta Ciudad, e hija legítima de Don Juan José Anchorena y de Da. Andrea Ibáñez, habiéndoles dispensado, por justas causas, el Iltmo. Señor Obispo diocesano, el impedimento de parentesco en cuarto grado de consanguinidad con que estaban ligados, oidos y entendidos sus mutuos consentimientos de que fueron reciprocamente preguntados, siendo testigos Don Nicolás Anchorena y Doña Andrea Ibáñez y Da. Rosa Marín (tío carnal, madre y abuela materna respectivamente de la desposada), por verdad lo firmó. Felipe Elortondo y Palacio".

    Hijos:
    1. 1. Manuel Juan José Aguirre Anchorena, (*) nació el 4 May 1850 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 23 Jun 1912 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    2. Ignacia Aguirre Anchorena fue bautizada el 10 Nov 1851.
    3. Susana Andrea Aguirre Anchorena fue bautizada el 11 Oct 1852; falleció en 1923.
    4. Hortensio Nicanor Aguirre Anchorena, (*) nació el 10 Ene 1853 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 3 May 1853 en Iglesia San Ignacio, Buenos Aires, Argentina; falleció el 7 Sep 1884 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    5. Mercedes Victoria Aguirre Anchorena nació el 9 Ago 1854 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 26 Sep 1854 en Basílica Nuestra Señora del Socorro, Buenos Aires, Argentina; falleció el 30 May 1860 en San Isidro, Bs. As., Argentina.
    6. Juan José Hermenegildo Aguirre Anchorena nació el 13 Abr 1856 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 12 Jul 1856 en Basílica Nuestra Señora del Socorro, Buenos Aires, Argentina; falleció en 1863 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    7. Victoria Aguirre Anchorena, (*) nació el 13 Ene 1860 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 16 Mar 1927 en Buenos Aires, Argentina.
    8. Rosa Nicolasa Aguirre Anchorena nació el 13 Dic 1861 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 28 Ene 1862 en Basílica San Nicolás de Bari, Buenos Aires, Argentina; falleció el 14 Mar 1927 en Mar del Plata, Bs. As., Argentina; fue sepultada en 1927 en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.


Generación: 3

  1. 4.  Manuel José Hermenegildo de Aguirre Lajarrota, (*)Manuel José Hermenegildo de Aguirre Lajarrota, (*) nació el 12 Abr 1786 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 13 Abr 1786 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hijo de Agustín Casimiro de Aguirre Micheo, (*) y María Josefa Xaviera Engracia Alonso de Lajarrota de la Quintana, (*)); falleció el 22 Dic 1843 en Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    MANUEL JOSE HERMENEGILDO DE AGUIRRE Y LAJARROTA nació a la noche, el 12-IV-1786, en Buenos Aires, en la casa paterna que hacía esquina a la Plaza Mayor, con frente a la entonces calle llamada "Santísima Trinidad" - hoy Bolívar -, siendo cristianado al cumplir un día en la Catedral, como consta en la partida que corre al folio 96 del Libro 16 de Bautismos, archivado ahora en la Iglesia de La Merced, que transcribo a renglón seguido:
    "En trece de Abril de mil setecientos ochenta y seis años, el Señor Miguel de Riglos dignidad de Arcediano de esta Santa Iglesia Catedral (tío bisabuelo del párvulo), bautizó, puso óleo y crisma, á Manuel Jose Hermenegildo, que nació el día doce a la noche, hijo legítimo de Don Agustín Casimiro Aguirre y de doña María Josefa Lajarrota; sus abuelos paternos Don Francisco Casimiro de Aguirre y Doña María Micaela Micheo; abuelos maternos Don Domingo Alonso de la Jarrota y Doña María Josefa de la Quintana; fueron padrinos Don Juan Felipe de Elizalde y doña María Josefa de la Quintana, de que doy fé: Vicente Arroyo".

    El Colegio carolino

    A los cuatro años de edad, Manuel Hermenegildo quedó huérfano de padre, y había cumplido los once años cuando ingresó como alumno pupilo en el Real Colegio de San Carlos.
    Por inspiración y empeños del Virrey Juan José de Vertiz - pariente de los Aguirre, cual es sabido -, sobre la base del convictorio de los jesuitas proscriptos - comúnmente llamado colegio grande de San Ignacio, anexo su edificio a la Iglesia de este nombre -, habíase fundado, catorce años atrás, el 3-XI-1783, el Real Colegio de San Carlos, "para eternizar la memoria del Señor Don Carlos Tercero que, desde el solio de España, por bondad del cielo nos rige". La dirección de ese centro educador fué puesta a cargo del clero secular de Buenos Aires, pero bajo la superintendencia directa de los Virreyes del Rio de la Plata. En sus aulas se enseñaba gramática latina, filosofía y teología, y su reglamento interno impuso a los colegiales una rígida disciplina, casi monacal.
    Al ingresar en 1797 al Colegio el jovencito Aguirre, quedó incorporado al curso de Gramática dictado por el clérigo Pedro Fernández. Ejercía entonces el gobierno de la Casa, el presbítero Luis José de Chorroarín. Ante este Rector y el Vice, padre Cirilo Estanislao Garay, ante el cuerpo de profesores y el conjunto de alumnos, reunidos todos en la Capilla del establecimiento, el flamante pupilo trocó su indumentaria mundana por la "opa" (hopalanda, loba o ropón talar de paño negro) y el gabán (de paño "musgo", que "encubría cualquier mancha"). Así vestido el novicio de riguroso luto, tercióse al pecho la "beca encarnada" (banda distintiva del Colegio), se puso "del lado del corazón" un escudo de plata con las armas reales y, tocado con bonete de picos, prestó de rodillas este juramento indispensable: "Yo Manuel Hermenegildo de Aguirre, natural de Buenos Aires, hijo legítimo de don Agustín Casimiro de Aguirre y de doña María Josefa de Lajarrota, juro por Dios nuestro señor y la gloriosísima Virgen Maria, y por los bienaventurados San Pedro y San Pablo, y por el glorioso San Carlos Borromeo, Patrón de este Colegio, que desde esta hora en adelante, seré obediente fiel al Rey nuestro señor, y a su Virrey de estas Provincias, así Dios me ayude y estos Santos Evangelios. También prometo obedecer al Sr. Rector y Vice-Rector que presentes son y en adelante fueren, en todas las cosas del mayor servicio de Dios y de su Iglesia, y del mayor culto y veneración de su divina Magestad, según lo ordenan las Constituciones, las cuales guardaré inviolablemente. Y con todas mis fuerzas defenderé el misterio de la Inmaculada Concepción de María Santísima, y procurare la honra, libertad y preminencia de este Real Convictorio, mientras viviere en cualquier estado o dignidad en que me vea constituido, y lo ampararé siempre. Así mismo prometo manifestar y decir siempre, con toda fuerza, al señor Rector y Vice-Rector, cuanto parezca convenir al buen gobierno o a que se corrijan las graves transgresiones de los díscolos".
    No está demás añadir que, tal como en los Colegios Mayores de España, el haber cursado en nuestro Real Colegio carolino, otorgaba a los alumnos patente de hidalguía, ya que fué requisito necesario para la admisión, presentar testimonios fehacientes de ser "christianos viejos y limpios de toda mácula y raza de moros y judíos y recién convertidos a nuestra Santa Fé Católica, y que no tienen su origen de penitenciados por el Santo Oficio, ni hayan ellos o sus padres tenido oficios infames".
    Como es notorio, de aquellos claustros salieron muchos de los personajes descollantes a quienes consagra próceres la Historia Argentina: Cornelio Saavedra, Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Manuel Alberti, Juan José Passo, Vicente López y Planes, Feliciano Chiclana, Hipólito Vieytes, Francisco de Paula Castañeda, Juan Martín de Pueyrredón, Manuel Dorrego, Tomás Guido, Felipe Arana, Esteban de Luca, y tantos y tantos otros, más estos antepasados míos: Juan José de Anchorena, Mariano de Zavaleta y Patricio Lynch.
    Al cabo de tres años (1797 a 1799) matriculóse Manuel Hermenegildo de "gramático". De 1801 a 1803, se graduó en Filosofía, materia que enseñaba el clérigo Gregorio Gómez; y, durante el año 1804, nuestro muchacho recibió lecciones de Teología, dadas por el octogenario sacerdote Matias Camacho y por el Dr. Mariano Medrano, futuro Obispo de Buenos Aires. En estas o en aquellas disciplinas Aguirre tuvo como condiscípulos a Tomás Manuel y Nicolás de Anchorena, a Bernardino y Santiago Rivadavia, a Manuel José García, a Luis Dorrego, a Juan Ramón Rojas, a Buenaventura Arzac, a Francisco Narciso Laprida, a Miguel Estanislao Soler, a Matías Patrón, a Pedro León Banegas, a Francisco Planes, entre los de mayor renombre.

    Emancipación y viaje a España

    Hacia el mes de junio de 1807, Manuel Hermenegildo le facilitó al Ayuntamiento local, en calidad de préstamo, la suma de 6.500 pesos fuertes, pertenecientes a la herencia paterna; herencia que el mozo recibiera, previa venia de edad, obtenida legalmente para una emancipación voluntaria, de acuerdo al viejo derecho español. Y a fines del mismo año - ya derrotados los ingleses de la segunda invasión - el joven Aguirre viajó a España, y poco después se hallaba en San Sebastián, según consta en el poder que su hermano José Agustín otorgó en Buenos Aires, el 8-III-1808, mediante el cual éste lo facultaba para que tomara posesión del Palacio Mayorazgo de Juanenea, sito en el barrio de Arce de Donamaría, que al poderdante le dejó, por testamento sujeto a ciertas condiciones, su abuelo Francisco Casimiro de Aguirre.
    Era tradición repetida en la familia - la oí de labios de mi tío Julián, quien de igual manera la recogió de su padre -, que Manuel Hermenegildo estuvo en aquella época por incorporarse a los Guardias de Corps, el escogido regimiento de origen francés organizado en España en 1706 durante el reinado de Felipe V. Constaba dicha unidad militar de tres compañías: dos nominalmente formadas por hidalgos de sangre valona e italiana, y la otra donde se confundían peninsulares y americanos nobles. En las postrimerías del siglo XVIII y principios del XIX, la tropa de Guardias de Corps alcanzaba a cerca de 1.000 plazas. Los soldados de tan selecta escolta de Casa Real, tenían categoría de oficiales, los cadetes rango de capitanes, los ayudantes, de tenientes coroneles, los simples tenientes equivalían a generales, y eran los capitanes de dicha fuerza nada menos que Grandes de España, al par que Capitanes Generales del Ejército.
    Empero, lo cierto fué que mi tatarabuelo Aguirre no portaría nunca espada ni lució - como el caraqueño Manuel Mallo y el salteño José Moldes - el vistoso uniforme de los Guardias de Corps, bajo cuyo atavío habíase encumbrado, hasta el supremo poder de España, un modesto hidalgüelo extremeño: Manuel Godoy, amante de la Reina convertido en Primer Ministro y Príncipe de la Paz.
    Así, pues, al finalizar el año 1809 o quizás a comienzos de 1810, Manuel Hermenegildo estaba de retorno en Buenos Aires. Aquí, de llegada nomás, se vinculó a alguno de los activos grupos secretos precursores del movimiento revolucionario de Mayo, y a la oficialidad del cuerpo de Patricios, del cual su hermano José Agustín era Capitán.

    Conspiraciones y conspiradores

    Tomás Guido en su Reseña acerca del histórico acontecimiento emancipador argentino señala, como verdaderos impulsores del mismo, a una pequeña minoría de patriotas y a la fuerza militar de los batallones criollos, cuyo factor principal y decisivo resultó la unidad armada que tenía por Comandante a Cornelio Saavedra. En sus recuerdos lejanos, escritos en 1855, Guido destaca la preponderancia que adquirió el regimiento porteño de Patricios sobre los tercios españoles, después de haber sofocado el motín del 1º de enero de 1809 dirigido por el Alcalde Alzaga para deponer al Virrey Liniers, y que "ello reveló al pueblo de Buenos Aires la existencia de un poder que hasta entonces no había tenido ocasión de ensayar, y la autoridad del Virrey vino a quedar bajo la única salvaguardia de los batallones nacionales. Resuelto así un problema que pendiera de este hecho - sigue Guido -, empezaron a trabajar más desahogadamente, aunque en reuniones secretas, los pocos ciudadanos preocupados de la idea grandiosa de la emancipación de la patria. La casa del señor Vieytes en la calle de Venezuela, y la de don Nicolás Rodríguez Peña en la calle de la Piedad, tras la Iglesia de San Miguel, servían frecuentemente de punto de reunión a los iniciados en el pensamiento de formar un gobierno independiente de la antigua metrópoli. Se inventaban excursiones al campo y partidas de caza para disfrazar el verdadero intento de este figurado pasatiempo".
    El historiador Martín V. Lascano - masón indubitable y patriota sincero, a quien conocí en sus últimos años - afirma, con verdad en su obra Las Sociedades Secretas Políticas y Masónicas de Buenos Aires, que "fué foco incubador de la independencia", el trabajo subterráneo y político de pequeñas minorías idealistas provenientes de "capas elevadas", y no "de anónimas muchedumbres de sentimientos rudimentarios". Sostiene Lascano, convencido, que el núcleo revolucionario precursor se aglutinó en la misteriosa logia "Independencia", de neto corte masónico, practicante del Rito Azul de origen francés; pero, en términos más claros, admite más adelante que (sic) "la revolución de Mayo fué una revolución religiosa". "Hemos visto - puntualiza el venerable don Martín - a los hombres de Mayo, masones y no masones, para la realización de su grandiosa obra, apoyarse en la religión, por ser, entonces, ésta, la columna más fuerte social y politicamente". Y con respecto a la presunta hermandad secreta llamada de la "Independencia", Lascano estampa nombres de posibles integrantes de la misma, entre ellos el de Manuel Aguirre, junto a los de Feliciano Antonio Chiclana, Matías y Manuel de Irigoyen, Antonio Luis Beruti, Ignacio Iñarra, Juan Madera, Fray Manuel Torre, José Darregueira, Florencio Terrada, Martín Thompson, Ramón Vieytes, Juan Ramón Balcarce, Martín Rodríguez; además de los componentes de aquella supuesta "Sociedad de los Siete" que - según Lascano - surgió del conciliábulo de la logia "Independencia", como comisión ejecutiva de este "taller", con amplias facultades de acción revolucionaria, y formada por Manuel Belgrano, Nicolás Rodríguez Peña, Agustín Donado, Juan José Passo, Hipólito Vieytes, Juan José Castelli y el cura Manuel Alberti.
    "La Sociedad de los Siete es una fábula destituida de todo arraigo", enfatiza el investigador Juan Canter, especialista en la materia; y creemos que le asiste razón, pues ninguna Memoria, Autobiografía ni documento de aquel tiempo registra al septeto conspirador de marras; aunque el General Enrique Martínez, en sus Observaciones a las Noticias Históricas de Ignacio Núñez, recuerde, al pasar, que "desde una época remota existía en Buenos Aires la sociedad masónica (que no nombra) y Peña y Vieytes pertenecían a ella, y fué la que les sirvió para reunir a sus amigos".
    Cabe advertir, que de haber funcionado aquí la aludida logia dentro de las clásicas formalidades masónicas, su estructura tendría la férrea organización jerarquizada que caracteriza a tales sectas: con un Gran Maestre o Jefe supremo, coordinador de la acción política del bloque de cofrades. En consecuencia, de militar en la masonería - cual pretenden algunos historiadores - los patriotas, cuyos nombres se dieron más arriba, hubieran uniformado su votación en el Cabildo abierto del 22-V-1810, en vez de dispersar sus sufragios, sin concierto previo, en pos de opiniones de éste o de aquel personaje, o en forma individual - como lo hizo mi tatarabuelo Aguirre -; lo que patentiza la ausencia, detrás de ellos, de un alto jerarca rector. Y mucho menos podríamos admitir que a esos congresales se les hubiese jabonado el cerebro en lo de Vieytes, a fin de inculcarles el sistema moral y las alegorías rituales de una institución cosmopolita, que, al preconizar el culto abstracto de la Humanidad, desvanece la idea concreta de Patria - sin perjuicio de la explicable influencia que sobre muchos próceres pudieron ejercer algunas cogitaciones filosóficas, relativamente heterodoxas, de Montesquieu, de Rousseau y de Raynal, los trabajos económicos de Campomanes y Jovellanos, la crítica social de Cadalso y del regalismo afrancesado de Macanáz: sea ahora nombrado este apellido libre de todo argentinismo malicioso.
    Pero dejando tendencias de lado, lo cierto fué que los patriotas de la primera hora - "nuestros gigantes padres" - no se atrevieron a consumar la revolución en aquella asamblea del 22 de Mayo: "Tenían miedo - dice don Vicente F. López concluyente -, temblaban, no por cobardía delante del peligro, sino por la inmensa responsabilidad que asumían si se echaban a derrumbar con un empuje repentino la armazón venerable de tres siglos, bajo cuya sombra habían nacido, que los había cobijado hasta entonces, y que poco antes habían defendido con las armas. No estaban seguros del estado general de la opinión en las provincias, ni contaban con su cooperación para emprender una lucha a muerte entre la Rebelión y la Legitimidad".

    Cabildo abierto y Revolución de Mayo

    Ese 22 de Mayo tuvieron los revolucionarios todo a mano para dar el golpe decisivo al régimen virreinal: mayoría en el Cabildo abierto; tropas en su apoyo que se salían de la vaina en los cuarteles; copada la Plaza Mayor por 600 "chisperos" armados, gente de acción movida por French y Beruti; y vacilaron sin embargo.
    Enrique J. Quintana, en un muy interesante estudio vindicatorio del Síndico Procurador Julián de Leyva - inédito supongo, pues lo encontré escrito a máquina entre los papeles de mi padre -, hace certeras reflexiones cuando analiza la actuación de los próceres "mayos" en aquel Cabildo abierto memorable, al que concurrieron "sin ponerse previamente de acuerdo en lo que iban a resolver, y lo que es más asombroso, sin llevar en sus cabezas, no ya un plan premeditado, sino - y esto es muy grave -, ni siquiera una idea política o de gobierno definida. Si se piensa que los componentes de esa sociedad (alude Quintana a la ilusoria de los 7) venían imaginando su proyecto desde el año 1808, y que habían comprometido a su favor el apoyo de los cuerpos militares y de la masa toda de la población americana (?), hay que concluir reconociendo que los dirigentes del movimiento se comportaron como unos ineptos o como unos irresponsables ... La verdad, que se encuentra perfectamente documentada en el acta capitular del 22 de Mayo, es que los patriotas, en lugar de votar una fórmula única revolucionaria que tuviera candidatos propios e ideas definidas de gobierno, delegaron en el Ayuntamiento la tarea de reformar el gobierno, entregando en manos del Síndico una revolución en proyecto para que éste se las devolviera ya consumada, demostrando que no tenían el menor concepto de la grave responsabilidad que ante el pueblo habían asumido ... Esta es la verdad y la única explicación lógica del resultado de aquel célebre Cabildo abierto, y debe decirse de una vez por todas en obsequio de la verdad histórica, aunque nos duela reconocer la debilidad e ineptitud que demostraron en este primer ensayo revolucionario, los padres de nuestra libertad".
    En la deliberación de referencia, el voto de mi antepasado figura escrito así en el acta capitular respectiva: "Por el Señor Don Hermenegildo Aguirre se dixo: que en concepto a haver caducado la Soberanía en la Suprema Junta Central, es su dictámen se subrrogue provicionalmente el Govierno general del Exelentísimo Señor Virrey al Exelentísimo Cavildo, previas las circunstancias de acompañar a éste Exelentísimo Ayuntamiento, en calidad de Consejeros, por lo que pertenece a lo político del govierno, el Doctor Don Julián de Leyva, el Doctor Don Juan José Castelli, el Doctor Don Juan José Passo y el Doctor Don Mariano Moreno; y en lo militar Don Cornelio Saavedra; todo esto provisionalmente, hasta la formación del nuevo Govierno"; o sea que mi tatarabuelo propuso, concretamente, substituir a Cisneros por una Junta compuesta por el Cabildo y cinco Consejeros, los cuales - excluido Leyva - integraron, tres días más tarde, como núcleo ejecutivo, a la Primera Junta revolucionaria.
    Por su parte Cornelio Saavedra opinó "que deve subrrogarse el mando Superior que obtenía el Exelentísimo Señor Virrey en el Exelentísimo Cavildo de esta Capital, interin se forme la corporación o Junta que deve egercerlo; cuia formación deve ser en el modo que se estime por el Exelentísimo Cavildo, y no quede duda de que el Pueblo es el que confiere la autoridad o mando". Y a ese parecer de Saavedra adhirieron totalmente, o con pequeñas variantes, los presuntos logistas Fray Manuel Torres, Juan José Castelli, Matías de Irigoyen, José Agustín Aguirre, Martín Thompson y Florencio Terrada.
    A su vez Martín Rodríguez, si bien dijo "que reproducía en todas sus partes" el voto de Saavedra, agregó "que el Señor Síndico tenga voto activo y decisivo en su caso"; y este sufragio tuvo apoyo, entre otros, de los hipotéticos masones José Darragueira y Francisco Passo. Asimismo Manuel Belgrano hizo suyo el criterio de Saavedra, con una adición muy parecida a la de Martín Rodríguez; y a Belgrano se plegaron Antonio Luis Beruti y Agustín Donado, supuestos logistas también. Feliciano Chiclana se inclinó por el voto de Pascual Ruiz Huidobro, con ligeras modificaciones, y le siguieron Juan Ramón Balcarce, Nicolás Rodríguez Peña e Hipólito Vieytes. El cura Alberti, con otros congresales, se sumó prácticamente a la fórmula propuesta por el presbítero Juan N. Solá, de que el gobierno debía subrogarse en el Cabildo provisionalmente, con voto del Síndico, hasta la elección de una Junta con diputados del interior.
    Como se vé, si bien, en conjunto, los revolucionarios llamados precursores coincidieron en separar al Virrey del mando, sus pronunciamientos en el Cabildo abierto se expresaron de distinta manera, votando mociones diversas, aunque todas le endosaban al Ayuntamiento la responsabilidad de nombrar una Junta de gobierno.
    ¿Qué pasó entonces? Inspirado en la pública opinión del clérigo Bernardo de la Colina - cuñado precisamente del Procurador Leyva -, el Ayuntamiento designó, el 23 de mayo, aquella Junta gubernativa presidida por Cisneros - el cual trocaba su titulo de Virrey por el de Presidente - asociado a los "quatro individuos" representativos que sugirió Colina: un eclesiástico, que fué el cura Juan Nepomuceno Solá; un militar, el comandante Cornelio Saavedra; un jurisconsulto, el doctor Juan José Castelli y un comerciante, José Santos Inchaurregui.
    Acto seguido - en tanto se comunicaba la novedad al público por un bando - el Cabildo pide la opinión de los Comandantes de las fuerzas militares urbanas, quienes contestaron "que aquel arbitrio era desde luego el único que podía adoptarse en las actuales circunstancias, como el más propio a conciliar los extremos que debían constituir nuestra seguridad y defensa; que no dudaban seria de la aceptación del pueblo". Y el día 24, a la tarde, jura la Junta que encabeza el ex Virrey y se instala en el Fuerte sin oposición a la vista. Esa noche, sin embargo, se produce un tremendo alboroto en los cuarteles por no haber sido excluido Cisneros "del mando de las armas". "Creció la agitación; los ciudadanos concurrían al cuartel de Patricios que era el punto de reunión y la tribuna de aquel tiempo, y se habían constituido en conferencia permanente junto con los oficiales del Cuerpo y otros militares, hasta horas avanzadas, discurriendo con ardorosa irritación sobre los medios de encaminar las cosas a un desenlace inmediato" - relata Manuel Moreno. Y entre los ciudadanos reunidos en el cuartel de Patricios se encontraba Manuel Hermenegildo de Aguirre.
    Un grupo de oficiales de esas milicias criollas acude al Fuerte a poner a Saavedra en antecedentes de la grave turbulencia cuartelera, que, por lo pronto, reclamaba que Cisneros dejase "el mando de las armas". Castelli, entretanto, va a lo de Rodríguez Peña, y allí sus amigos lo enteran de dicha efervescencia castrense. Seguidamente, Saavedra y Castelli alléganse a Cisneros y le dan cuenta de la "agitación en que se halla alguna parte del pueblo" - "especie de conmoción y gritería", cual la llamaría Posadas más tarde. Tras esto, el Presidente y los cuatro miembros de la Junta renuncian a sus cargos, y remiten las dimisiones al Cabildo. "En aquella noche - informaría al mes siguiente el depuesto Virrey a las autoridades de España -, al celebrarse la primera sesión o acto de gobierno, se me informó por algunos de los vocales, que alguna parte del pueblo no estaba satisfecha con que yo obtuviese el mando de las armas; que pedía mi absoluta separación, y que todavía permanecía en el peligro de conmoción, como que en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y paisanos, y esto era lo que llamaban Pueblo..."
    Ante el inesperado aborto de la Junta que había concebido, el Ayuntamiento procura contener la insurrección amenazante. El día 25, a la mañana, convoca otra vez a los mandos militares para saber si aún era posible contar con ellos. Concurren a la cita los siguientes Jefes: el 2º del cuerpo de Patricios Esteban Romero; Pedro Andrés García, de "Montañeses"; Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, de "Arribeños"; Juan Florencio Terrada, de "Granaderos de Fernando 7º"; Martín Rodríguez y Lucas Vivas, del 1º y 2º escuadrón de "Húsares"; Pedro Ramón Ruiz, de "Naturales"; Gerardo Esteve y Llac, de los "Artilleros de la Unión"; José Merelo, de "Andaluces"; Alejo Castex, de "Migueletes"; Antonio Luciano Ballester, de "Lavradores voluntarios de Caballeria"; Francisco Orduña, comandante del cuerpo de "Artillería"; Bernardo Lecoq, de "Ingenieros" y José Ignacio de la Quintana; de "Dragones". Todos aquellos - menos estos tres últimos "que nada dijeron" - manifestaron "que el disgusto era general en el pueblo y en las tropas ... que no sólo no podían sostener el Gobierno establecido, pero ni aún sostenerse a si mismos". El triunfo de los patriotas, a partir de ese momento, era inevitable.
    Carlos Ibarguren, en un estudio sobre Mariano Moreno, señaló con verdad: "El 25 de mayo el pueblo no apareció en parte alguna. Un grupo alborotador formado por jóvenes entusiastas, algunos religiosos, vecinos y comandantes y oficiales de los cuerpos militares fué el que tomó la voz del pueblo exigiendo por escrito a los cabildantes que reconocieran como gobierno a la Junta que proponían. La ausencia del pueblo está protocolizada en el acta del 25 de mayo, sobre todo en la pregunta del Sindico Procurador ¿dónde está el pueblo?".
    "El número de facciosos es tan corto - informó el ex Virrey Cisneros en su memoria al Consejo de Regencia gaditano - que apenas alcanzará a trescientas personas con ocho o diez caudillos que llevan la dirección del proyecto, pero como hasta el día cuentan con las fuerzas de las armas que están por ellos, he aconsejado y persuadido, cuanto me ha sido posible, al vecindario a que no aventure un paso que por ahora no tendría más éxito que desgracias y desastres~. Y Carlos Ibarguren, en su estudio aludido, acota: "La minoría autora del movimiento se impuso con la cooperación de las milicias, mediante amenazas de violencia. La intimidación fué el procedimiento empleado desde el primer momento para hacer triunfar el nuevo sistema, en un medio displicente para la novedad, como era el de Buenos Aires".
    Y en tren intimidatorio irrumpe en el Cabildo un bullicioso tropel subversivo en pos de Beruti, quien en la sala capitular - según infiere Mitre - "iluminado por una de esas inspiraciones súbitas que definen una situación, tomó la pluma y escribió varios nombres en un papel. Era la lista de la futura Junta revolucionaria, que fué aceptada por aclamación popular.
    Groussac destruye la fantasía con su habitual gracejo: "No es admisible en grado alguno - dice - que los organizadores de un movimiento, cuyo objetivo único era la creación de una Junta gubernativa, discutiesen durante toda una noche de invierno sin entrar a tratar el asunto que los reunía, dejando que una inspiración de lo alto iluminase al chispero Beruti!".
    Consta, sí, que los cabildantes, tras discordar verbalmente con el "chispero" del revuelto enjambre, manifestaron "que para proceder con mejor acuerdo, representase el pueblo aquello mismo escrito, sin causar el alboroto escandaloso que se notaba". Y fué así como, con la premura del caso, se redactó en el cuartel de Patricios la "petición del pueblo" requerida por el Cabildo, que firmaron los revolucionarios allegados ahí; la cual comenzaba de esta manera: "Exmo. Señor: Los vecinos, comandantes y oficiales de los Cuerpos Voluntarios de esta Capital de Buenos Aires que abajo firmamos, por nosotros y a nombre del pueblo, hacemos presente que hemos llegado a entender que la voluntad de éste ... quiere que V.E. proceda a manifestar, por medio de otro bando público, la nueva elección de vocales que hace de la Junta de Gobierno que ha de regir y gobernar, compuesta por los señores don Cornelio Saavedra, para Presidente de dicha Junta de Gobierno y Comandante de Armas; doctor don Juan José Castelli, doctor don Manuel Belgrano, don Miguel Azcuénaga, doctor don Manuel Alberti, don Domingo Matheu y don Juan Larrea; y para Secretarios al doctor don Juan José Paso y doctor don Mariano Moreno ... etc., etc.".
    En el primer cuadernillo del referido documento, estampó su firma "Hermenegildo Aguirre" (sic), y, antes y después de la rúbrica suya, aparecen la de su hermano José Agustín - Capitán en dicho regimiento -, y las de sus compañeros conspiradores Nicolás Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes, Feliciano Chiclana, Miguel de Irigoyen, Antonio Luis Beruti, Agustín José Donado, Marcos y Juan Ramón Balcarce, Ignacio Iñarra, Juan Madera y Tomás Guido, entre 400 firmas.
    "Qué el cuartel de Patricios y la mayor parte de los oficiales del Cuerpo decidieron la caída de Cisneros y la creación de la Junta Patria, es punto que nos parece resuelto" - afirma el historiador Roberto H. Marfany. "La petición del pueblo entregada al Cabildo, fué escrita por el Subteniente Nicolás Pombo de Otero, del 1º batallón de Patricios. Pombo era hijo de una hermana de Hipólito Vieytes".
    Instalado el gobierno revolucionario, en una colecta hecha entre los vecinos a fin de contribuir al costeo de la expedición militar que se enviaba a las provincias interiores, los hermanos José Agustín y Manuel Hermenegildo de Aguirre donaron 200 pesos fuertes y pusieron sus personas a disposición de la Junta; en tanto la madre de ambos, doña María Josefa de Lajarrota, suscribíase también con una onza de oro, pagadera "todos los meses mientras dure la Expedición".

    Manuel Hermenegildo: Regidor y Alférez Real revolucionario

    El 17 de octubre - después de haber removido por sorpresa y extrañado fuera de la ciudad a los Alcaldes y Regidores del antiguo régimen (ver el apellido Anchorena) - la Junta revolucionaria expidió el siguiente decreto: "Exigiendo el orden público la remoción de los individuos que formaban ese Exmo. Ayuntamiento, por los repetidos ultrajes que se han inferido a los derechos de este pueblo, y residiendo en esta Junta una representación inmediata del pueblo, que la constituye órgano legitimo de su voluntad, ha separado a los expresados Capitulares, con expresa declaratoria de que jamás puedan exercer cargo concejal en esta ciudad, ni en ninguna otra de su distrito; y en su lugar ha elegido, a nombre del pueblo, a D. Domingo Igarzabal, Alcalde de 1º voto; D. Atanasio Gutiérrez, Alcalde de 2º voto; D. Manuel Aguirre, Regidor Alférez Real; Regidores: D. Francisco Ramos Mexía, D. Ildefonso Passo, D. Eugenio Balbastro, D. Juan Pedro Aguirre, D. Pedro Capdevila, D. Martín Grandoli, D. Juan Francisco Seguí, y Síndico Procurador al Dr. D. Miguel Villegas".
    Dentro de esa tónica, y así renovado el Cabildo, el Alférez Real revolucionario - paradojas del destino -, veintidós días más tarde, ante el Alcalde de 1º voto, rendía pleito homenaje y se recibía del Real Estandarte tan ceremoniosamente como lo hicieron cada uno de sus antecesores desde los tiempos de Juan de Garay.
    Entre el crecido número de disposiciones tomadas por el cuerpo edilicio que integraba mi antepasado, señalo la restitución del badajo, que a raíz del motín de Alzaga, en 1809, se le había quitado a la campana del Cabildo para guardarlo en el Fuerte, y acallar así esa voz de bronce, cuyos tañidos anunciaban al vecindario los días fastos y nefastos de la historia ciudadana. También se adoptó para uso de las escuelas de enseñanza primaria (adviértanse las sinuosidades de la que algunos llaman ahora "línea o ideario de Mayo") el Tratado de las obligaciones del hombre, obra del discutido e intrigante canónigo Juan Escoiquiz, que fuera preceptor nada menos que ... de Fernando VII. En cuanto a reformas didácticas, fué consultada la opinión del Dean Funes, suerte de Escoiquiz cordobés, según lo presentan muchos historiadores.
    Con motivo de la llegada a Buenos Aires de la bandera tomada a "los reveldes del Perú" en la batalla de Suipacha (7-XI-1810) - primera victoria de las armas de la Patria - la Junta gubernativa resolvió que dicha enseña quedase depositada en la "Sala Capitular". En consecuencia, el 2 de diciembre, Manuel Hermenegildo de Aguirre y sus colegas, congregados en ese recinto, mandaron adornar la galería del Cabildo con colgaduras y dispusieron la venida de instrumentistas para acoger con música aquel estandarte conquistado al enemigo.
    La Junta de gobierno, a su vez, salió del Fuerte en dirección al Ayuntamiento, "por entre un numeroso concurso que, con signos, voces y demostraciones, manifestava el júvilo y contento de que se hallavan penetrados sus corazones al verse en posesión de tan glorioso trofeo, devido a los sudores y fatigas de los buenos y verdaderos Patriotas".
    Simultáneamente Manuel Hermenegildo y sus pares, en "traje de ceremonia", enfilaron hasta media Plaza al encuentro de los miembros del Poder Ejecutivo que traían el esperado pendón. Cumplidos los saludos de rigor, tornaron todos al edificio del Cabildo; y allí, en el salón de los acuerdos, instalados los gobernantes bajo dosel, el Secretario Mariano Moreno leyó estos renglones, producto de su ardorosa literatura: "La Junta ha recivido en la bandera de los reveldes del Perú el premio de sus tareas patrióticas, el fruto de los travajos militares de este gran Pueblo, el anuncio más seguro de la livertad permanente de estas Provincias, y el más precioso presente que nuestros bravos guerreros podían hacer a su Patria. La Junta, después de aceptar con ternura tan glorioso trofeo, ha resuelto depositarlo en la Sala Capitular, no creiendo pueda encontrarse mejor custodio de las glorias de los hijos de Buenos Ayres que el Cuerpo Municipal que los representa".
    Agradeció las palabras de Moreno el Alcalde de 1º voto Igarzabal. Luego, el Presidente de la Junta Cornelio Saavedra salió al balcón empuñando la bandera, y arengó al pueblo, instándolo a sostener la "justa causa en que estaba empeñado".
    De tal manera, la enseña ganada en Suipacha "quedó expuesta al Público por todo el día en el balcón principal para dar más ensanche al regocijo del Pueblo, y por tres días consecutivos hubo iluminación general con música en los balcones del Cavildo". Y agrega el acta respectiva que cuando finalizó la solemne ceremonia, "se retiró la Exelentísima Junta acompañada del Cuerpo Capitular - el Regidor Alférez Real Aguirre inclusive -, entre mil victores, aplausos y vivas en que se desacía el Pueblo"; y la comitiva en pleno, con Saavedra a la cabeza, encaminóse a la casa de "Doña Dominga Buchardo, consorte del mayor general del ejército vencedor Don Antonio Balcarce, a felicitarla por tan plausible suceso".

    Puja facciosa de "morenistas" y "saavedristas"

    Como es sabido, entre contradicciones, sobresaltos y choques armados, la Revolución fué imponiéndose con sangre a lo largo del Virreinato. En Buenos Aires, mientras tanto, los integrantes de la Junta Provisoria Gubernativa habíanse dividido en dos bandos de tendencias opuestas e irreductibles: "saavedristas" y "morenistas"; conservadores moderados y extremistas efervescentes, cuyas facciones, al correr del tiempo, con distintos nombres, se seguirán enfrentando durante toda la historia argentina.
    No se puede tratar la Revolución de Mayo y eludir esa profunda disidencia política que, latente en el seno de la Junta, saldría a luz después del 2 de diciembre, en que al final de una comida en el cuartel de Patricios, el Capitán Atanasio Duarte - "cargado de vinos y licores" - brindó "invitando al Coronel Saavedra a ceñir la corona de América"; mientras galantemente le ofrecía a doña Saturnina Otárola, esposa de aquel jefe, una coronita de azúcar que adornaba la torta del postre.
    El episodio baladí fué aprovechado por Mariano Moreno, cuatro días más tarde, para provocar un alboroto, y arrancarle a la Junta el famoso decreto que suspendía los honores a su Presidente Saavedra; en tanto declaraba reo de cadalso al Capitán Duarte, aunque "por el estado de embriaguez en que se hallaba se le perdonaba la vida, pero se lo desterraba perpetuamente de esta ciudad, porque un habitante de Buenos Aires, ni ebrio ni dormido, debe tener expresiones contra la libertad de su país".
    A partir de entonces cobra incremento en los cuerpos armados la oposición a la "ebriedad" ideológica y terrorista de Moreno; y tal repudio se hace carne en la gran mayoría del vecindario, que miraba con horror al "systema Robespieriano que se quería adoptar en ésta, a imitación de la rebolución francesa" - como le escribiera Saavedra a Chiclana. De esta discrepancia con el jacobinismo del Secretario de la Junta, resultó la incorporación de los diputados de las ciudades interiores; lo cual fué causa de la renuncia de Moreno, al ver su influencia desautorizada de modo aplastante en el gobierno. Nace así la Junta Grande, y su vocero más conspicuo será el Deán Funes, venido de Córdoba como diputado.
    La noche anterior a la dimisión de Moreno (producida el 18 de diciembre), el "morenista" Domingo French, jefe del regimiento de "la Estrella" o "América", fracasa en el intento de sublevar las tropas de la guarnición a favor del númen suyo en derrota. Este, un mes más tarde (21 de enero), junto con su hermano Manuel y Tomás Guido, se embarca rumbo a Inglaterra en misión diplomática; pero muere en el trayecto a bordo de la fragata "Fama", el 4 de marzo. Dicen que dijo: "viva la Patria aunque yo perezca"; mas en definitiva a su cadáver lo arrojaron al mar envuelto en la bandera inglesa. Algún fabulador de la historia hizo correr la anécdota que Saavedra, al enterarse de la muerte inesperada de su rival, soltó la siguiente frase: "Se necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego". Acaso pertenezcan también a la fantasía las palabras atribuidas a Moreno en momentos de subir al barco: "Me voy, pero la cola que dejo atrás es larga". Dicha cola, en verdad, quedó prolongada en la "Sociedad Patriótica", cuyo punto de reunión era el café de Mallco, donde los jóvenes "morenistas", acaudillados por los albaceas políticos del fogoso personaje desaparecido (Monteagudo, Julián Alvarez, Agrelo, French, Arzac, Beruti, Donado, Felipe Cardoso, Francisco Planes) planeaban insurgencias entre peroratas furibundas contra el gobierno, mientras bebían "copas de aguardiente francés", para salir luego a repartir pasquines jacobinos que infamaban a Saavedra y a los diputados de la Junta Grande.

    Algunas cuestiones que ocuparon al Cabildo patriota

    Durante el breve lapso en que Mariano Moreno le imprimió fuerza ejecutiva e ideológica al gobierno revolucionario, el Cabildo del que formaba parte Manuel Hermenegildo de Aguirre - se encargó de contratar la reimpresión de 200 ejemplares de El Contrato Social de Rousseau, prologado por el mismo Moreno - no traducido por éste, como a menudo se afirma. El cajista Jaime Mora, de la Imprenta de los Niños Expósitos, puso manos y dió fin a dicha labor. Concluidas y entregadas las publicaciones, ocurrió que el prologista del filosofo ginebrino viose obligado a dejar el mando. Entonces mi antepasado Aguirre y demás señores del Ayuntamiento, el 5-II-1811, "refleccionaron que la primera parte reimpresa del Contrato Social de Rousseau no era de utilidad a la juventud, y antes bien pudiera ser perjudicial, por carecer ella de los principios de que debiera estar adornada para entrar a la lectura y estudio de semejante obra". En consecuencia, los capitulares hicieron venir al impresor Mora, le devolvieron los 200 libros "perjudiciales" para que los vendiera por su exclusiva cuenta, mientras el hombre reintegraba a la Tesoreria del cuerpo 224 pesos, importe de tan comprometida tirada.
    Diez días más adelante, el Regidor Manuel de Aguirre se hizo cargo del Juzgado de 1º voto y prestó el juramento competente, debido a que el titular Igarzabal hallábase enfermo. Poco después Igarzabal vuelve a ejercer sus funciones, pero al ser elegido el Alcalde de 2º voto Atanasio Gutiérrez vocal de la Junta Grande, Aguirre asume el puesto y empuña la vara judicial de Gutiérrez.
    El 21-III-1811, la Junta Grande tiró un decreto fijando tres días para que los españoles solteros abandonaran la ciudad; y esa tarde, los muchachos "morenistas" desataron un tremendo batifondo en el café de Mallco contra la Junta. Entretanto, gran número de "españoles europeos", afectados por la expulsión, invaden la plaza y se agolpan frente al Cabildo, advirtiendo a los capitulares "que ellos no havían dado la menor nota de su conducta con respecto al Govierno; que por el contrario havían manifestado adhesión a nuestra presente causa"; cual lo podrían acreditar cada uno de los Alcaldes de Barrio; que la expulsión les acarrearía "grande e irresarcible perjuicio, obligándolos a dexar abandonadas y cerradas sus tiendas, pulperías, almacenes, casas de taller y de otros oficios mecánicos". De consiguiente los manifestantes solicitaban que el Cabildo se dirigiera a la Junta, por medio de una diputación, pidiendo dejara sin efecto aquel bando expulsador.
    Puesto el asunto a votación, los capitulares opinaron en discordancia: unos que debía el Cabildo apadrinar a los españoles solteros ante la Junta; otros que nó, que aquellos hicieran su pedido directamente al poder ejecutivo. El parecer de Manuel Hermenegildo de Aguirre - al que se sumó el Regidor Pedro Capdevila - fué: "que siempre que los Españoles Europeos que no hayan dado sospechas de oposición a la causa pública ofrezcan pruevas reales y efectivas de adhesión al Sistema Actual, se suplique al superior Govierno por la suspensión de la providencia que ha expedido, relativa a esta clase de individuos".
    Así las cosas, el Cabildo destacó ante la Junta al Regidor Ildefonso Passo y al Síndico Procurador Miguel de Villegas. Ambos recibieron de Cornelio Saavedra las seguridades de que la orden de expulsión no comprendía a "los ancianos, enfermos, imposibilitados, ni a aquellos que huviesen manifestado adhesión al actual sistema, o diesen pruevas reales de contribuir a nuestra causa".
    Disconformes los munícipes con esta solución, volvieron a tratar el asunto al día siguiente, y "meditaron por mucho tiempo sobre el modo más adequado de conciliar los extremos y evitar los perjuicios que forzosamente van a experimentar los que hayan de ser expulsados, y aún el público de esta ciudad". Se acordó entonces pedir la suspensión lisa y llana de la drástica medida, y se propuso que los peninsulares comprendidos en ella prestaran "un juramento solemne ante esta corporación de obedecer religiosamente en cualquier tiempo todas las órdenes y disposiciones emanadas de esa superioridad; y de que lejos de atentar directa ni indirectamente, contra nuestro sistema actual, contribuirán a su consolidación ... hasta el extremo de tomar las armas en defensa de la patria, o lo que es lo mismo, de nuestra causa, siempre que lo determine ese superior gobierno".
    Ante tales empeños del Cabildo y tras el alboroto provocado por los "morenistas" en el café de Mallco, cuya algazara - es sabido - contaba con el respaldo del regimiento "La Estrella", obediente a las directivas políticas de French, la Junta Grande no tomó en cuenta el pedido cabildeño.
    Por otra parte, esa condescendencia del gobierno con las reclamaciones bochincheras del circulo opositor sería momentánea, y la reacción de los "saavedristas", concluyente y popular, tomó cuerpo el 5 y 6 de abril contra aquella "Sociedad Patriótica" congregante de una minoria ilustrada y liberal de porteños centralistas que, al modo de los clubes de la revolución francesa, proponíase la reconquista del poder que se le había ido de las manos al quedar eliminado Moreno de la Junta.

    Pronunciamiento orillero-militar del 5 y 6 de Abril

    El 5 de abril, en las últimas horas de la tarde, desde las quintas y chacras suburbanas, acuden a caballo a concentrarse en los corrales de Miserere grandes grupos de pueblo, para de allí, al promediar la noche, afluir a la Plaza de la Victoria. Llegaban esos hombres de poncho y chiripá, conducidos disciplinadamente por el Alcalde de quintas Tomás Grigera, criollo rico y con prestigio, a quien secundaban el doctor Joaquín Campana - "saavedrista" neto, sobrino político del Deán Funes - y los Alcaldes de Barrio Rafael Ricardes, José Bernabé Mármol, Alejandro Lima, Pascual Suárez, Francisco Dias, Pedro Fernández, y el de Hermandad Andrés Hidalgo. ¿Por qué avanzaba decidida aquella cabalgata de más de 1.500 orilleros emponchados?; porque se había corrido la voz de que French intentaria derrocar a Saavedra mediante un golpe de cuartel.
    A par de esta movilización arrabalera, pronunciábanse también en favor del Presidente de la Junta, los Comandantes de los cuerpos de la guarnición: Marcos y Juan Ramón Balcarce, Juan Florencio Terrada, Francisco Fernández de la Cruz, Ignacio Alvarez Thomas, Juan Bautista Bustos, Francisco Pantaleón Luna, Bernabé San Martín y Francisco Pico. Estos jefes sacan las tropas a la calle - Patricios, Húsares del Rey, Granaderos de Fernando 7º, Arribeños, Pardos y Morenos, Artilleros de la Unión - y al frente de sus regimientos marchan a la plaza a "fraternizar con el pueblo", en una "alianza de charreteras y chiripás" - como dice Ignacio Núñez en sus Noticias Históricas.
    Entretanto Manuel Hermenegildo de Aguirre y sus compañeros de capitulo son llamados por la Junta a la Fortaleza, después de las 12 de la noche, "para acordar y expedir las providencias oportunas" que los acontecimientos requerian. Y allí deliberaban ambas autoridades cuando, desde la calle, irrumpen cerca de 40 individuos encabezados por el Coronel de Húsares Martín Rodríguez y por el doctor Campana, los cuales "expusieron a voces que el Pueblo se hallaba congregado en la Plaza de la Victoria para representar al Gobierno lo conveniente a sus derechos, y que lo haria precisamente al amanecer del día siguiente, por medio del Exmo. Cabildo, que debía retirarse desde aquel instante a su Sala Capitular".
    Así lo hicieron Aguirre y sus pares - eran las 3 de la mañana -, y al atravesar la Plaza en corporación, observaron "que en ella habia formado un quadro de gente a caballo que ocupaba los quatro ángulos, sin notarse la menor voz, ni susurro alguno". Y reunidos después los cabildantes en la sala de acuerdos de su caserón, el doctor Campana "a voz y nombre de muchos Alcaldes de Barrio y de la multitud agolpada en la Plaza" - que reclamaban "cabildo abierto" - les entregó a los Regidores un memorial - mejor dicho pliego de condiciones - con 17 pedidos imperativos.
    El largo petitorio - rubricado en primer término por el Alcalde quintero Tomás Grigera - contenia cerca de 150 firmas de Jefes militares, del paisanaje nutrido y los Alcaldes suburbanos, apiñados todos y a la expectativa, en el ágora porteña.
    El aludido documento, entre solicitaciones perentorias, requeria la expulsión de los extranjeros europeos que no acreditasen de modo fehaciente su lealtad al Gobierno; el otorgamiento, en plenitud, a Saavedra, del mando político y militar que "se le sustrajo"; la separación de los vocales de la Junta, Vieytes, Azcuénaga, Larrea y Rodríguez Peña, quienes serían reemplazados por Chiclana, Atanasio Gutiérrez, Juan Alagón y el doctor Joaquín Campana, éste último como Secretario en el puesto que ocupara Moreno; la disolución del regimiento de "la Estrella"; el exilio inmediato de French, Beruti, Donado y Posadas, vale decir de todos los "morenistas" que actuaban en el gobierno y en la milicia. Se enjuiciaría también a Belgrano, por su deslucida campaña en el Paraguay (pero una semana más tarde, el Cabildo, los milicos y ediles de barrio, declararon que Belgrano se habia "conducido con valor, celo y constancia, dignos del reconocimiento de la patria"). Creabase asimismo un Tribunal de Seguridad Pública, encargado de "velar contra los adversarios del sistema político".
    Al presentarse al Cabildo ese memorial con las exigencias de la coaccionante multitud, se retiraron de la sala el Alcalde Domingo de Igarzabal y el Regidor Eugenio José Balvastro, exponiendo que "no debían tomar conocimiento de aquella representación", por ser el primero suegro de Nicolás Rodríguez Peña, y pariente el otro de Posadas y de French, todos ellos condenados a cesantía y destierro en el documento de referencia. Los demás capitulares, mal que les pesara, acordaron remitir los pliegos sediciosos a la Junta Grande gubernativa, y a tal fin se designó una diputación compuesta por los Regidores Manuel de Aguirre y Juan Francisco Seguí y por el Síndico Procurador Miguel de Villegas. Estos señores trasladáronse en seguida al Fuerte, y entregaron a Saavedra las peticiones de los Jefes militares identificados con el alzamiento callejero y con la "ínfima plebe del campo" (que de esta despectiva manera la llama Juan Manuel Beruti en sus Memorias Curiosas).

    La Pirámide de Mayo y otras cuestiones comunales

    Tiempo atrás, a fin de celebrar el primer aniversario del 25 de Mayo, la comisión de festejos del Cabildo dispuso sustituir una "pirámide figurada", que se había levantado en medio de la Plaza con carácter transitorio, por otra de material firme y duradero; "y que las inscripciones que han de ponerse, han de ser contraídas a nuestra reconquista del doze de Agosto de ochocientos seis, defensa de cinco de Julio de ochocientos siete, e instalación de la Junta de veinte y cinco de Maio de ochocientos diez", habiendo de colocarse, en uno de los ángulos, "las Armas de la Ciudad". Al efecto, el Cabildo encargó a los Regidores Manuel de Aguirre y Martín Grandoli entenderse con el alarife Francisco Cañete, el cual proyectó la construcción de un obelisco de ladrillos, al estilo romano, con la sola inscripción alusiva al 25 de Mayo. Para ello destináronse 6.000 pesos, y para pagar también parte de los gastos del Coliseo de Comedias, que edificaban el mismo Cañete y su sobrestante Martín José de Torres. Estos expertos en albañilería - inspeccionados por Aguirre y Grandoli - pusieron manos a la obra y construyeron el primer "Altar de la Patria", de apenas 8 varas de altura, cuya modesta pirámide coronaba su punta con una pequeña bola de argamasa.
    Por otra parte, en el acuerdo del 22 de mayo, el Regidor Pedro Capdevila hizo presente "que aproximándose como se aproximan los días del aniversario del beinte y cinco de Mayo, en que todo el Pueblo a porfía se prepara para regosijos públicos correspondientes a la Celebridad de tan plausibles dias, parecía regular que el Exmo. Cavildo enjugase las lágrimas de muchas familias qe. existen en esta Ciudad cargadas de aflicciones por la expulsión de sus maridos, Padres, parientes y deudos; y qe. por lo mismo creia una acción propia de este Exmo. Ayuntamiento en semejantes circunstancias, el que interpusiese su valimiento con el superior govierno para obtener la gracia, de que sean restituidos a sus Casas los Capitulares confinados del año de ochocientos diez, y algunos otros individuos particulares, en quienes sea compatible indulto con la seguridad de nuestros derechos, en atención a la grandeza del día, a tener ya de algún modo compurgado su delito, y a que ésta será para los demás Pueblos una prueva muy relevante de la generosidad con qe. en todo procede el de Buenos Ayres".
    Los munícipes del "nuevo sistema", con la única excepción de mi tatarabuelo Aguirre, consideraron "inoficioso" aquel pedido de clemencia, y que no debía hacerse dicha gestión ante la Junta por intempestiva. Don Manuel Hermenegildo, contra todos sus colegas, en apoyo de la moción de Capdevila, "dixo: que siendo compatible con los interezes de la Patria, es su dictámen, se solicite de la Exma. Junta la suspensión del destierro de los Capitulares expulsos del año de mil ochocientos diez, en atención a lo grande del dia qe. se celebra".
    Anteriormente los Regidores Manuel Aguirre y Pedro Capdevila habían sido comisionados para atender la obra del nuevo Coliseo, tarea que el primero hubo de suspender desde el 19 de abril hasta el 11 de mayo, pués un "decreto superior de la Exma. Junta Gubernativa" le concedió "permiso para retirarse por un mes al campo a restablecer su salud quebrantada". Cumplida la licencia, Manuel Hermenegildo tornó al ejercicio de sus responsabilidades edilicias.

    Intrigas "carlotistas" y bombardeo de Buenos Aires por las navios de Montevideo

    En sus Noticias Históricas, recuerda Ignacio Núñez que, en aquel tiempo, "el presidente Saavedra, como jefe del partido que aspiraba a sofocar las ideas liberales de la revolución, se hizo por consiguiente un objeto de las más agrias acriminaciones de sus contrarios, y en este concepto se levantó también contra su persona, entre los pueblos y el ejército, la acusación de estar vendido a la reina de Portugal doña Carlota, atribuyéndose la separación y confinación de los vocales del gobierno en la conspiración del 5 y 6 de abril, al único interés de remover estorbos para la realización de aquel plan".
    En torno a ello, en la sesión celebrada el 27-VI-1811, con asistencia de Manuel de Aguirre y demás titulares del cuerpo comunal, el Síndico Procurador Villegas hizo presente que "tenia noticias seguras, tomadas del mejor origen, sobre un movimiento que habia habido en el Perú, trascendido a las Tropas del Exercito auxiliador, a mérito de falsa noticia generalizada alli, de que se trataba de entregar esta Capital y las Provincias del antiguo Virreinato del Plata a la Serenísima Señora Princesa del Brasil". A juicio del Síndico, el Ayuntamiento debía contribuir "al remedio de unas conmociones verdaderas emanadas de unos principios tan falsos"; por lo que "contemplaba necesario se oficiara al Exmo. Señor Representante en el Perú (Castelli) y al General en Xefe. del Exército Auxiliar (Balcarce) haciéndoles entender la falsedad y malicia con que acaso algunas plumas díscolas, descontentas y mal avenidas, se han producido para una impostura que quizás no tendrá semejante en su clase", pués tanto el Gobierno como el Cabildo "vigilan incesantes sobre la felicidad de estas Provincias, y de llevar a cabo el sistema de su suerte sancionado el veinte y cinco de Mayo, y que son mui zelosos de sus derechos para que con tanta serenidad se arrastre al yugo portugués".
    "Y - sigue el acta respectiva - los SS. acordaron se haga en todo como lo ha propuesto y pedido el Caballero Sindico Procurador general, extendiéndose el oficio con la brevedad que exige la pronta salida del Correo". A esto se opuso Ildefonso Passo, "quien dixo, que no teniendo el Exmo. Cabildo la noticia por datos ciertos y oficiales, sinó por vagas voces del Pueblo", consideraba "degradante", para el Gobierno, que el Cabildo oficiara a Castelli y a Balcarce, y "se trate con el Superior Gobierno este asunto de oficio, o por Diputación, para no exponernos a que se tenga a mal, con lo qual el Ayuntamiento se pone a cubierto".
    El 13 de julio, por enfermedad del Alcalde de 2º voto Miguel Grandoli, se depositó la vara de éste en Manuel de Aguirre, quien la retuvo hasta el 22 de ese mes, dia en que Grandoli, ya aliviado de sus males, reanudó el ejercicio de su función.
    Otro asunto de verdadera importancia en el que intervino mi tatarabuelo Aguirre, como cabildante, fué el relacionado con la guerra empeñada entre los gobiernos de Buenos Aires y de Montevideo, que presidía Francisco Javier de Elio, titulándose Virrey del Rio de la Plata, por nombramiento del Consejo de Regencia de Cádiz.
    El 1-VII-1811, el Ayuntamiento porteño trató una prevención que le hizo llegar la Junta Gubernativa por intermedio de su Secretario Vocal Joaquin Campana. Este expuso: "que haviéndose tenido noticias seguras que Don Francisco Xavier Elio trataba de hacer en esta Capital una imbasión nocturna tentado con la sorpresa, y con el partido que se supone tiene en los Españoles Europeos apoderarse de la Real Fortaleza, verificar lo mismo en los cuarteles que pudiese, y de esta manera, por fin, señorearse de la Plaza; esperaba la superioridad que, en esta virtud, tomase el Cuerpo Capitular las medidas y providencias más activas para la seguridad de la Patria".
    Retirado Campana, los cabildantes "entraron a tratar acerca de un asunto tan grave ... y después de oida la exposición del Cavallero Síndico, y ventilada la materia por largo rato, consideraron ... era necesario para la seguridad de la Patria el estrañamiento de los Españoles Europeos solteros a lugares distantes de las costas; esto es aquellos que no sean de la satisfacción de este Cavildo; deviendo permanecer en sus casas los casados, desde la oración en adelante, vajo pena de vida, encargando para el efecto a los Alcaldes de Barrio, vajo la responsabilidad más estrecha, el exacto cumplimiento de esta última parte".
    La Junta Grande aprobó tales medidas, al propio tiempo que los señores del Cabildo ordenaban a los Alcaldes de Barrio que durante la noche hagan "con los Patricios las patrullas de primera y segunda ... y que para mayor satisfacción del público y seguridad del Pueblo, empezasen desde mañana a la noche a patrullar los individuos del Ayuntamiento, alternando todos, a exepción de los Señores Alcaldes, a quienes se releva de esta pensión, por las infinitas otras con que están recargados, y por sus notorias enfermedades".
    Una semana después (13 de julio) el Cabildo recibió un oficio de la Junta "que avisa acaba aora mismo de saver que los catorce buques salidos de Montevideo para atacar a esta Capital se hallan a la vista de esta Plaza; esperando del zelo del Cavildo tome por su parte las medidas y mejores precauciones para la seguridad común de este suelo, en defenza de la imbasión enemiga". Y Aguirre y sus colegas "acordaron no se pierdan momentos para su verificativo, en cuia virtud combocaron a los Alcalde de Barrio para que celasen con el mayor empeño sus respectivos cuarteles, dando cuenta de cualquier novedad que en ellos observasen, haciéndoles entender que éste era el preciso caso en que iba a brillar el desempeño de sus deveres, su patriotismo y la confianza que se havían merecido de esta municipalidad. Acordaron asi mismo rondasen recíprocamente cada uno de los SS, la Ciudad y sus cuarteles, y que para las mejores disposiciones de lo que se huviese de obrar, se mantuviesen firmes en la Sala de este Ayuntamiento todo el tiempo que lo permitiesen las circunstancias, sin omitir, no obstante estas disposiciones, el que cada uno de ellos arvitrase los mejores medios en ofensa del enemigo y en defensa de este suelo".
    A vuelta de dos dias (15 de julio), como a las 8 de la noche, se arrimaron a las balizas porteñas 6 buquesillos mandados por Juan Angel Michelena - caraqueño nativo -, y - cuenta Juan Manuel Beruti - "principiaron a las 10 un bombardeo que duró hasta la una de la mañana, en cuyo tiempo despidieron a las ciudad 31 bombas y 3 cañonazos de bala rasa, retirándose después a un punto distante de nuestros fuegos". "El daño que experimentó la ciudad no fué de consideración en sus edificios, y en sus habitantes solo dos personas fueron heridas de unos cascos de bomba".


    Tratativas con Elio

    Un mes más tarde (13 de agosto) -- conocido ya aquí al detalle el descalabro sufrido en Huaqui -- el gobierno de Buenos Aires intentó abrir negociaciones de paz con Elio. Al efecto dispuso enviar una diputación a Montevideo, compuesta por el Dean Funes y por los doctores José Julián Pérez y Juan José Paso. El propósito de momento fracasó. Elio quería que la entrevista se realizara a bordo de una fragata española frente a Montevideo; los diputados "argentinos" -- diré -- quisieron que el encuentro tuviera lugar en un barco inglés, neutral. Empero, el terco mandatario montevideano consideró vigorizada su causa con el triunfo obtenido en Huaqui, y lejos de prestarse a un avenimiento con los revolucionarios de esta banda, se dispuso a someterlos por las armas, aliado a Goyeneche, que amenazaba por el norte, y con las tropas portuguesas de Diego de Souza, que invadían el territorio oriental.
    El Cabildo, al enterarse del propósito de la Junta de enviar aquella diputación negociadora ante Elio, que "tenia en grande espectación al Pueblo", creyó de su deber dirigirse a ese poder ejecutivo, pues, "desearia este Ayuntamiento orientarse de los motivos que puedan haber influido a tamaña novedad".
    Puesto a votación el asunto, el Alcalde de 1º voto Domingo de Igarzabal, fué de parecer se mandase a consultar con la Junta una comisión compuesta por el Regidor Manuel de Aguirre y por el Síndico Procurador Villegas. El Alcalde de 2º voto Grandoli se opuso a ello, considerando que las negociaciones diplomáticas eran del resorte exclusivo del Superior Gobierno, y pueden "ser un sigilo reservado a él", y que "en este caso no debe el Ayuntamiento quererlo investigar". La opinión de Villegas y de Igarzabal cosechó 6 votos y la de Grandoli 4. Manuel de Aguirre, en apoyo de la primera propuesta, dijo: "que considera debe este Exmo. Cabildo, como representante nato del Pueblo, imponerse de los asuntos relativos a su seguridad presente y futura; por consiguiente, impuesto de la diputación mandada por la Superioridad a tratar con el Señor Francisco Xavier Elio, sobre los intereses particularmente de este Pueblo, debe instruirse de los fines, modos y términos de la diputación; por cuio motivo se conforma con el parecer del Señor Alcalde de primer voto, con excepción de que en lugar de diputación, se pase oficio (a la Junta) al intento indicado". Resuelta, por mayoría, "la Diputación que han de componer el Señor Don Manuel de Aguirre y el mismo Caballero Síndico", ambos partieron en el acto a entrevistarse con los miembros del Gobierno, mientras sus compañeros quedaban aguardándolos.
    En el Fuerte, Aguirre y su acompañante recibieron la siguiente información: Que el propósito de la Junta de parlamentar con Elio habíase originado después de "una entrevista que por disposición de la Superioridad tubieron los Tenientes Coroneles Don Nicolás de Bedia, del regimiento número tercero, y Don Ignacio Alvarez (Thomas), del número quatro, con Don Felipe Contuchi, residente en Caraguatá y en la Hacienda de Doña Margarita Viana" (viuda de 1as nupcias de Juan Pedro de Aguirre Uztáriz, tío de Manuel Hermenegildo, y tia abuela política del florentino Contucci). Que Contucci era "Agente, a lo que parece, de la Serenísima Princesa Doña Carlota Joaquina de Borbón"; y era él quien habia solicitado negociar con el gobierno de Buenos Aires los intereses de la Carlota, sin desdoro de el Brasil; cuya corte reconocía -- según Contucci -- "mui al revés de lo que se creia, lo sagrado que eran los derechos de la Señora Carlota hacia la Nación Española y sus Indias; y por lo mismo se le debia reconocer y jurar, por el Superior Gobierno y Provincias de su dependencia, por Regenta de las Américas; en cuio caso las tropas portuguesas que se movían por la otra Banda, vendrían en auxilio de las nuestras a reforzar y estrechar el sitio de Montevideo, y acabar con nuestros enemigos". Oída ésta argumentación por Vedia y Alvarez Thomas, estos le pidieron al oficioso gestor carlotista "el término de quince dias para consultar con el Gobierno, logrando el don Felipe diera la orden para que suspendiera entretanto sus marchas el Exército Portugués, como así lo verificó". En tal estado de cosas, la Junta revolucionaria bonaerense "habia dispuesto esta ocasión para hacer entender al Señor Elío y pueblo de Montevideo, por los capitulares que éste diputaria, los siniestros designios que traían las tropas que llamaron en su auxilio".
    Informados los señores del Cabildo por Aguirre y Villegas de esos entretelones escabrosos, "acordaron se tubiese asi entendido, por lo que pueda convenir a los derechos de este Pueblo".
    A escasas semanas de esto, Elio se decidió enviar a Buenos Aires una comisión negociadora que integraban José Acevedo Salazar, Francisco Garfias y Miguel Sierra, quienes fueron recibidos en el Fuerte por las autoridades porteñas.
    Dicha visita trajo por consecuencia la elaboración de un proyecto de armisticio que implicaba el levantamiento del sitio de Montevideo y la entrega del territorio de la Banda Oriental a los dirigentes de esa ciudad, con Elio a la cabeza. Y el 2-IX-1811, a la noche, los vocales de la Junta Grande (Saavedra habia partido a tomar el mando del ejército al Alto Perú) citaron al Cabildo en pleno, a los Comandantes y Jefes de la guarnición, "al vecino Don Manuel de Sarratea" (en rigor vocero de Lord Strangford, embajador inglés en el Janeiro), y en presencia de los comisionados de Elio, reunidos todos en el Fuerte, se proyectó acordar en un tratado (sic) "el reconocimiento de nuestro Soberano Señor Don Fernando Séptimo". Y luego también a las Cortes de Cádiz con el envio a ellas de diputados, pués los pueblos rioplatenses (sic) "forman un cuerpo de nación como los de España, igualmente que con los demás Pueblos y territorios de ambos continentes de América, fieles a la Dominación del Señor Don Fernando Séptimo".
    Las autoridades bonaerenses, de añadidura, reconocían al gobierno de Elío, en los límites propios de la Banda Oriental, quedando el resto del Virreinato bajo la soberanía de la Junta. Nadie seria perseguido por sus opiniones políticas. La Junta ordenaria el levantamiento del sitio de Montevideo; y Elio, a su vez, haría levantar el bloqueo fluvial que afectaba a los puertos de la ribera occidental platense; como asimismo oficiaría al jefe de las fuerzas portuguesas, Diego de Souza, para que suspendiera su marcha por el ámbito uruguayo, hasta que se alcanzara un entendimiento amistoso definitivo.
    El Cabildo reunido en su sede, analizó posteriormente ese proyecto de tratado, y entre las varias modificaciones que sus miembros propusieron a la Junta, se objetó el artículo referente a la jurisdicción de Elío sobre toda la Banda Oriental, reduciéndola únicamente al recinto de la plaza de Montevideo, "y en lo que alcance el tiro de cañón, por no ser propio ni regular que se entreguen bajo su dominación a tantos vecinos y habitantes que, poseídos del más puro patriotismo, se han declarado por la justa causa, de que se podrían resultar consecuencias demasiado tristes".
    El Regidor Aguirre y el Sindico Villegas llevaron a la Junta dichas observaciones, las cuales, luego de discutirlas el Gobierno, se aprobaron como suyas; pero no fueron aceptadas por los comisionados de Montevideo; ni tampoco más tarde por Elio, quien, desairando a una delegación plenipotenciaria bonaerense, reanudó en seguida las hostilidades contra Buenos Aires y contra la intransigencia absoluta de Artigas.

    Destitución de Saavedra y caida de Campana

    Sumido en un abismo de desgracias -- derrota de Huaqui, fracaso de arreglo claudicante con Montevideo, bloqueo y bombardeo de Buenos Aires, y la Junta mostrándose incapaz de reparar los descalabros --, creció en torno del gobierno una fuerte oposición al Secretario Campana -- y por ende al ausente Presidente Saavedra, que seria destituido el 26 de agosto --, oposición que fomentaban, en el propio seno oficial, los vocales Juan Ignacio Gorriti, Francisco Antonio Ortiz de Ocampo y José Julián Pérez, ante la pasividad complaciente del Dean Funes.
    Por su parte, los señores del Cabildo tampoco veían con buenos ojos a Campana, quien, cierta vez, "habia insultado con palabras de ningún comedimento (a los capitulares Ildefonso Passo y Miguel Villegas) ... y por dos ocasiones trató de despedirlos dejándolos con la palabra en la boca ... agraviando no sólo al cuerpo sinó al benemérito pueblo de Buenos Aires, digno de ser mejor atendido".
    "El secretario Campana -- estampa Juan Ignacio Gorriti en su Autobiografía Política -- jamás asistia a los acuerdos como debia, y cuando entraba durante ellos era a acusar revoluciones y acusar personas las más respetadas de Buenos Aires. Los que no pertenecíamos al circulo de Saavedra, veíamos la tempestad que se armaba sobre nuestras cabezas ? Un domingo por la mañana me encontré en el Fuerte con don Domingo Matheu, español de probidad a prueba, vocal de la Junta, que conversaba con don Manuel Hermenegildo Aguirre de Lajarrota; me asocié a ellos; luego cayó la conversación sobre el deplorable estado de nuestra situación política y la continua alarma en que estaba la capital por los rumores de revolución que esparcia el secretario Campana, según se expresó Aguirre". Gorriti entonces le dijo a mi tatarabuelo: "Señor Regidor, si el Cabildo conoce esto, en su mano está el remedio, y si no lo toma es responsable al público. -- ¿Cómo asi? replicó Aguirre. -- Manifestando a la Junta con franqueza y sin rebozo esto mismo" (agregó Gorriti) -- ¿Y con qué apoyo contará para hacerlo?, repuso nuevamente Aguirre". -Señor Regidor (fué la respuesta); que el Cabildo cumpla con su deber y yo respondo del resultado. ¿Me lo promete usted? -- Sí, señor! Mañana propondré esto en acuerdo y no dudo que el Cabildo lo haga -- dijo Aguirre y se despidió ... Al dia siguiente Aguirre cumplió su palabra y yo la mía. El Cabildo envió una comisión a la Junta para que expusiese y explorase lo mismo que oficialmente decía por escrito contra Campana. Este no supo ni en detalle los puntos de acusación, sino en globo, que el Cabildo lo acusaba, porque se lo mandó salir, entretanto se oía que deliberaba. El terror se apoderó de él; su audacia se convirtió en pusilanimidad; se creia tan universalmente aborrecido que temía ser atacado y asesinado en la secretaria. Suplicó a la Junta que se le custodiase con guardia doble, y que en el mismo día se le hiciese salir de la ciudad. En efecto, la acusación tuvo lugar a la una, y a la oración Campana, con una buena escolta, habia salido para Chascomús dando gracias a la Junta".
    Aconteció que descabezada la Junta por el alejamiento de Saavedra, y constituida ella en su mayoría por vocales provincianos, suscitóse una gran agitación entre algunos elementos del localismo porteño, quienes llevaron a la calle el alboroto contra el Gobierno. Varios agitadores cayeron presos, y a raíz de esto acudieron a la casa del Sindico Villegas como catorce individuos "exponiendo tenían que representar al Exmo. Cavildo sobre los males de mucha gravedad que sentía este Pueblo, no menos que sobre los remedios que para su extirpación devían aplicarse con la mayor brevedad; que a este fin pretendían se les garantiese sus personas y se alzasen los arrestos de varios ciudadanos". El Ayuntamiento, diligente, destacó ante la Junta a Manuel de Aguirre y al Síndico Villegas como intérpretes de esa inquietud callejera que presagiaba violentos estallidos pasionales. La Junta pareció dispuesta a atender el reclamo, a condición de que se le presentara un pedido firmado por los reclamantes ante Notario, "encargándoles tengan muy presente la conservación del órden público y los respetos a la autoridad". Con todo la efervescencia opositora no cesó; y dos dias más tarde (14 de septiembre) los Regidores Aguirre y José Balbastro, ya en franca pugna con el Gobierno, insistieron en "la suspensión de prisiones y arrestos por las circunstancias en que nos hallamos". Llegadas a este punto las cosas, el 16 de septiembre se presentaron en la Sala Capitular muchos ciudadanos solicitando lo mismo que Aguirre y Balbastro, y que no "tendrá su deseado efecto la solicitud, mientras no se suspenda el ejercisio de su empleo al Secretario de Govierno y Guerra Don Joaquín Campana, y mientras no se asegure su persona"; como asimismo las de Tomás Grigera, Domingo Martínez y Andrés Hidalgo, "por hallarse vendidos a los particulares intereses de aquel"; lo cual fué comunicado por el Ayuntamiento a la Junta Gubernativa, apadrinando asi la iniciativa de expulsar a Campana.
    En la tarde de esa misma jornada, resolvía la Junta "la separación del Doctor Don Joaquin Campana, con orden de salir dentro de quatro horas al Pueblo de Areco, guardando entre tanto arresto en su casa sin comunicación". Y los señores cabildantes, ipso facto, "a fin de propender por todos los modos a la seguridad y tranquilidad pública, y precaver qualesquiera consecuencias que pudieran resultar de la novedad, determinaron que los SS. Alguacil Mayor (Manuel Mansilla) y Don Manuel Aguirre, patrullen esta noche, acordando entre ellos los barrios, y ocurriendo al Señor Comandante general de Armas, a fin de que imparta las ordenes competentes a los quarteles para que se les franquee tropa y Santo".
    El dia 17, la deliberación del Cabildo fue interrumpida por un grupo de ciudadanos: Vicente López, Justo García Valdes, Martín Thompson, Francisco Paso, Juan José Sosa, el doctor Navarro, Francisco J. Planes y Martín de Arandia, que titulándose "diputados del pueblo" exigían "cabildo abierto" para efectuar la elección de Diputados al Congreso General. Los Regidores hicieron saber tal pretensión a la Junta por intermedio de mi tatarabuelo don Manuel Hermenegildo, y el Gobierno dispuso que se suspendiese el "cabildo abierto", pués la consulta electoral se efectuaría inmediatamente.

    La primera jornada comicial revolucionaria no fué con voto secreto

    Desde meses antes de ser destituido Campana, existia una profunda divergencia doctrinaria entre la Junta Grande y el Cabildo. El 22 de marzo la Junta habia manifestado a los miembros del Ayuntamiento que "es llegado el caso de que en esta Capital se proceda al nombramiento de Diputados en ella, para que en el lleno de sus poderes concurran al Congreso que se halla próximo a celebrarse ... y se proceda a las elecciones por el modo y la forma que acaba de practicarse en los pueblos interiores" para la designación de las Juntas provinciales.
    El Cabildo, luego de estudiar el asunto, llegó a la conclusión "que el método propuesto presenta varias dificultades, especialmente en orden a la expresión de la voluntad general de los vecinos de esta ciudad", y acordó comisionar al Regidor Manuel de Aguirre y al Síndico Manuel de Villegas, a fin de que consultaran con la Junta Gubernativa acerca de los distritos electorales y del voto de los españoles europeos.
    Así las cosas, después del movimiento antimorenista porteño del 5 y 6 de abril, y de la posterior desbandada del ejército de Castelli en el Alto Perú, la Junta Grande procuró retardar aquella elección de diputados para un Congreso General futuro, en tanto los miembros del Cabildo urgían una pronta consulta popular. Estos señores estimaron (el 31 de julio) "ser ya tiempo oportuno para la elección de Diputados y ser dever de esta corporación el fixar quanto contribuya al mayor orden y acierto, sin perjuicio de la libertad". En consecuencia, Aguirre y sus colegas de Ayuntamiento propusieron a la Junta "se combide al Pueblo por esquelas" y que "la elección deve hacerse en villetes secretos".
    La Junta al responder a tal opinión, manifestó que habia "pendientes ante la Superioridad varias reclamaciones sobre el modo y forma con que ha de procederse al nombramiento de Diputados de esta Capital", de suerte que "se hace indispensable adoptar un sistema en que, consultando la mayor armonia y dignidad de un acto de tanta importancia, evite los embarazos y parcialidades que se han suscitado con tanto perjuicio de la común tranquilidad".
    Nota va y oficio viene, la Junta advierte al Cabildo, el 4-IX-1811, "que la elección ha de ser pública; que el ciudadano puede elegir libremente, siendo el individuo por quien vote Americano de origen". En definitiva el Gobierno rechazaba el voto anónimo y establecía un referendum a la vista: "cantado", como decimos hogaño. Pero el Ayuntamiento objetó tal consulta de sufragantes responsables, pues, "haciéndose la elección pública se ponen conocidas trabas al elector, quitándole libertad de votar en un caso en que se hacen valer demasiado las relaciones de parentesco, amistad y otros intereses y cábalas". En mérito de ellos, Aguirre y sus compañeros de capítulo, paladines in illo tempore del voto secreto, "acordaron se le represente enérgicamente (al Gobierno) para que no haya semejante variación".
    Todo fué en vano. En el agrio debate que sostuvieron sobre el asunto en el Fuerte, los cabildantes Ildefonso Paso y el Procurador Villegas con los vocales del Poder Ejecutivo, aquellos recibieron "el insulto del Secretario de Gobierno Dr. Joaquin Campana, quien con palabras de ningún comedimiento a la representación que llevaban, por dos ocasiones trató de despedirlos, dexándolos con la palabra en la boca y el negocio con indiscusión". En resumidas cuentas el Cabildo quedó humillado y derrotado.
    Caido más tarde Campana, y urgida la Junta Grande por las agitaciones callejeras antedichas, el 19-IX-1811 verificose en Buenos Aires la primera consulta electoral popular -- digamos así --, con el concurso de "multitud de pueblo, tanto en la Plaza Mayor como en los arcos de las Casas Consistoriales", aunque la votación fué "pública", contra el parecer del Cabildo que abogaba por el "voto secreto". En la oportunidad, Genaro Ferreyra Igarzabal, uno de los tantos "vecinos americanos electores", sufragó por Manuel Hermenegildo de Aguirre y por el tocayo de éste Manuel Belgrano, para Diputados de un futuro Congreso que debia constituirse a fin de "asegurar nuestra común felicidad".
    Cuatro dias después, la achicada Junta Grande producía el enjuague que dió origen al Primer Triunvirato formado por Paso, Chiclana y Sarratea, como Vocales, asistidos por tres Secretarios, sin voto: José Julián Pérez, de Gobierno; Bernardino Rivadavia, de Guerra; y Vicente López, de Hacienda. Se creó, asimismo, la "Junta Conservadora", integrada por los Diputados de las provincias y dos por la ciudad capital.
    Sustraidos por un momento de los graves asuntos de la vida colectiva, Aguirre y sus pares, en una de las últimas sesiones cabildeñas del año 11, consideraron "ser mui gravoso el costo de los vestidos de Terciopelo y Paño de seda que usa el Ayuntamiento en sus funciones y concurrencias públicas, por cuia razón deseando por una parte simplificar los gastos de los individuos que obtengan cargos Consejiles, cuio puntual desempeñio les prepara siempre perjuicios de consideración, y por otra dar una prueba pública de moderación y virtud, comenzando por si propio a desterrar el luxo que tráe aparejado aquel Vestuario; acordaron substituir en su lugar un uniforme de Paño negro para todo tiempo, cuyo Vestido, sobre ser honesto, sencillo y decente, se conforma también con el que usa el Superior Govierno, a quien no debe aventajar está Corporación".

    Viaje a Londres

    Tras 14 meses y 14 dias de desempeñarse como Regidor -- con cortos periodos en que fué Alférez Real y Alcalde de ambos votos --, Manuel Hermenegildo de Aguirre -- calculo que por abril de 1812 -- se embarcó para Londres. Ignoro el motivo de ese viaje. Sólo consta que el 17 de marzo el Canónigo Luis Jose de Chorroarin -- su antiguo Rector en el Colegio de San Carlos, a la sazón primer Director de la flamante "Biblioteca Pública" --, le entregó 3.500 pesos-fuertes para que adquiriera una partida de libros en la capital inglesa, de acuerdo a un catálogo impreso que habia remitido Manuel Moreno, residente entonces en la ciudad del Támesis, quien le daria allí, al viajero, "noticias de la tienda donde se venden".
    No era esta la primera vez que nuestro biografiado se interesaba por aquella naciente Biblioteca estatal. Ya en 1810 él había contribuido a su formación con "3 onzas de oro y una obra importante"; y, precisamente en 1812, donó un "Diccionario histórico de los hombres que se han hecho célebres por sus talentos, virtudes, crímenes y errores, compuesto por una Sociedad de Literatos": obra de 8 tomos en francés.
    Así, con aquellos 3.500 pesos recibidos de manos de Chorroarin, don Manuel se fué a Inglaterra, para retornar a Buenos Aires en los primeros meses de 1813, y rendir las respectivas cuentas a dicho Canónigo sobre cómo se invirtieron aquellos dineros en los volúmenes que recibió aquella institución de cultura desde el viejo mundo, en diferentes buques, por intermedio de la casa Hullet Brothers.

    Otras actuaciones de Aguirre antes y después de su viaje. Su firme nacionalismo económico en 1815 y 1816

    El 31-III-1812 Manuel Hermenegildo -- lo mismo que su hermano José Agustín -- habia votado por el presbítero Luis de Chonroarin y por el poeta Vicente López para electores de los miembros de la efímera Asamblea llamada "del año 12". Y cuando la siguiente Asamblea Soberana del 13 y el Supremo Director Alvear resultaron barridos por la revolución de 1815, mi tatarabuelo colaboró activamente con el nuevo orden de cosas, del que nacería el futuro partido federal: ya como elector del cabildante Oliden para el cargo de Gobernador Intendente, ya como vocal suplente de la Junta de Observación, ya como integrante -- junto con Felipe Arana y Juan José de Anchorena -- de la "Comisión de Secuestros", uno de los organismos procesadores de los funcionarios del régimen derrocado. En el curso de 1816 don Manuel, por mandato del gobierno, distribuyó dinero entre las familias pobres de Barracas, víctimas de la inundación. Luego el Cabildo le designó, con Miguel Belgrano y con José Olaguer Feliú -- los tres habían viajado a Europa -- para investigar las cuentas presentadas por Pueyrredón, respecto a la misión suya (1807-08) ante la Corte de Madrid, cuyos gastos calificaron los revisadores, oportunamente, de "bastante moderados". También el Ministro Tagle encargó a Aguirre y a Matías de Irigoyen examinaran los comprobantes de lo que gastó Manuel Moreno en Londres por cuenta del Estado. Tras esto, a mi antepasado se le designó --junto con 50 ciudadanos -- elector de la Junta Protectora de la Libertad de Imprenta.
    En su nunca bien ponderada Historia de la Argentina, Vicente D. Sierra trata (capitulo 4º del tomo VII) acerca de "La economía en el curso de los primeros años de la Revolución". Explica Sierra que los mercaderes británicos, admitidos en 1809 en el país por el Virrey Cisneros, abarrotaron la plaza con sus importaciones, y que producida la Revolución de Mayo, practicamente todo el comercio de importación y exportación (cuero y sebo) y el transporte marítimo, fue pasando a manos de los negociantes ingleses. Ello, como es natural, inquietó a los hombres del comercio nativo, aglutinados en el Consulado; pero las autoridades patrias, a la busca del padrinazgo de Inglaterra en el campo internacional, frente a las potencias de la Santa Alianza, no tomaron las medidas proteccionistas que el verdadero interés de las Provincias Unidas reclamaba en la esfera de su economía y de sus finanzas.
    En 1814, el sindico del Consulado, Carlos Gómez, puso estos conceptos por escrito: "Un Estado en que casi todo su comercio de importación y exportación se hace por manos extrañas, no puede prosperar de modo alguno; está a merced de los que lejos de interesarse en su incremento acaso desean su debilidad, para sacar de ella mejor partido". Y mi tatarabuelo Juan José Cristóbal de Anchorena presentó, a su vez, un memorial notable, señalando lo funesto que resultaba abandonar la protección de la industria y el comercio locales, en aras de una ilusoria libertad mercantil, sólo beneficiosa para las grandes naciones capitalistas extranjeras. De ello me ocupo con amplitud al historiar a los Anchorena.
    Pero encuentro en el dicho capítulo de la obra de Sierra, que Manuel Hermenegildo de Aguirre, el 1-IX-1815, leyó en el Consulado una extensa representación, en la cual él demostraba que, desde 1809, el país se habia empobrecido, "haciéndonos lentamente dependientes de unas naciones que nos debilitan con su sistema de comercio".
    Denunciaba don Manuel Hermenegildo la manera de actuar de los traficantes ingleses, que luego de anclar en Buenos Aires un buque fletado en Inglaterra, "el capitán de él baja a tierra, presenta la correspondencia y conocimiento a varios extranjeros para quienes tráe carga a su consignación. El mismo capitán consigna su buque a extranjero residente aquí. Los interesados, por medio de sus dependientes, también extranjeros, solicitan el permiso para el desembargo. Este se verifica en botes y tripulación extranjera. Entra en la Aduana el cargamento: de alli se conduce a almacenes de extranjeros; se vende por éstos por mayor o por menor, aquí y en el exterior. Los extranjeros ajustan por si los fletes, hacen sus compras por si mismos de los frutos del país que necesitan (si no han hecho ya en sus barracas acopios para este efecto), ya comprando los cueros frescos en los mataderos para salarlos, ya derramando por esta campaña y la otra banda un número considerable de los de su nación para procurar las compras más cómodas. Son tan nacionales, que preferirían marquetas de sebo fabricadas por un paisano (de ellos) a cualquiera otro del país. Hechos los acopios, en lanchas extranjeras embarcan los frutos, y en lanchas extranjeras de guerra embarcan la plata. Resulta, pués, de este examen, que los únicos ocupados en este giro son extranjeros, a excepción de algunos miserables peones, carretilleros y carniceros, que ayudan con su poco lucrativo trabajo".
    Posteriormente se organizó en Buenos Aires una junta general de comerciantes hijos del país, y el 4-1-1816, cuatro comisionados de la misma: Manuel Hermenegildo de Aguirre, Ildefonso Passo, Manuel José Galup y Juan Pedro Aguirre, presentaron al Consulado un Proyecto de Reglamento de Comercio para la reforma y mejora del que actualmente tiene y hace la Capital de Buenos Aires. Dicho Proyecto menciona las aspiraciones populares de independencia económica en sus diversos aspectos, que abarcaban a la industria, al comercio, a la desocupación del trabajador criollo, a la marina mercante; ello en amparo del nativo, sin hostigar al extranjero ni negarle por eso la tradicional hospitalidad de nuestra tierra. El Proyecto -- según lo sintetiza Sierra -- limitaba las introducciones de efectos suntuarios, que sólo habían servido para despertar el afán por el lujo y tronchar la industria local, prohibición que alcanzaba a muchos artículos que podían producirse en el país, y gravaba a otros para limitar su consumo. "Para fomentar las fábricas de las provincias de Cochabamba, Tucumán, Córdoba, Mendoza, etc. -- decía el documento -- serán gravados con un cuarenta por ciento las mantas o frazadas, ponchos, pellones, alfombras de lana, lienzos originales de algodón y todos los tejidos de lana y algodón extranjeros que se asemejen a los de nuestras fábricas". Se consagraba la libre introducción y exención de derechos para las máquinas destinadas a la agricultura, las artes y las ciencias. Se establecían premios a los cultivadores de lino, algodón, cáñamo, caña de azúcar, tabaco y café; se señalaban medidas en favor del mantenimiento y crecimiento del stock ganadero, se defendía la libertad interior de tránsito para los productos nacionales, asi como la exención de impuestos a su exportación. A los extranjeros se les prohibia tener tiendas de menudeo, pulperias, barracas y fábricas de sebo y velas, e internar productos en las provincias; pero se pedían medidas de protección para que los maestros y oficiales extranjeros pudieran abrir talleres, con la condición de admitir, bajo contrato, a uno o más aprendices hijos del país, hasta que pudieran recibirse como oficiales. A ninguna tienda o taller le estaria permitido tener más de una tercera parte de oficiales extranjeros. Los dueños y capitanes de los barcos de cabotaje, y de los que se ocuparan de la carga y descarga de los navíos de ultramar, debían ser vecinos del país, o sea tener no menos de seis años de residencia en él.
    Ese Proyecto -- cuya tendencia ajustada a la realidad actual podria aplicarse para fortalecer a la Argentina -- fué elevado al Supremo Director Pueyrredón, quien lo pasó a informe del Administrador de la Aduana, Manuel José Bonifacio Lavalle y Cortés (padre de Juan Galo el famoso adalid unitario), y presumo que Lavalle debió admitir que, dadas las circunstancias por las que atravesaba el país, no era conveniente mutación ninguna en el sistema comercial imperante, a riesgo de encocorar a la blonda y poderosa Albión.

    Misión diplomática a Norteamérica

    En mérito de una resolución votada por el Congreso de Tucumán, en la sesión del 26-IX-1816, para que "el Poder Executivo procediese al nombramiento de un enviado cerca del Gobierno de los Estados Unidos de Norte América, para que negocie el reconocimiento de nuestra independencia y logre de aquella Nación las ventajas posibles en favor del país", el Director Pueyrredón designó a Manuel Hermenegildo de Aguirre -- que poco antes declinara un cargo similar en la Corte de Rio de Janeiro -- agente diplomático en la república del Presidente Monroe a los efectos antedichos; en tanto San Martín y O'Higgins le encargaban, al mismo agente, la compra de barcos y pertrechos de guerra destinados a la expedición libertadora del Perú.
    Aquel nombramiento que firmara Pueyrredón el 18-IV-1817, refrendado por su Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores Gregorio Tagle, expresaba: "Siendo necesario nombrar una persona que, con el carácter de agente de este Gobierno cerca del de Estados Unidos de Norte América, deba promover cuanto conduzca al progreso de la causa en que están comprometidas estas provincias para su honor y la consolidación de la gran obra de su libertad; teniendo en cuenta las nescesarias cualidades de probidad, capacidad y patriotismo, unidas en el Comisario General de Marina, ciudadano Don Manuel Hermenegildo de Aguirre, lo he nombrado agente de este gobierno, etc., etc.". En despacho separado, el Poder Público, con las firmas de Pueyrredón y del Ministro del ramo Matias de Irigoyen, habia concedido a Aguirre "los honores de Comisario de Guerra de Marina".
    Un mes atrás (8-III-1817), el "Director Supremo del Estado de Chile" Bernardo O'Higgins, con el refrendo de su Ministro Miguel Zañartu, otorgaba "toda mi representación con pleno poder y facultades a ... (aquí el espacio se dejó en blanco y fué llenado posteriormente en Buenos Aires, por San Martín, con el nombre de Manuel de Aguirre), "para que contrate y entable todas las negociaciones que sean relativas a la compra de buques de guerra, de fragatas inclusive para abajo, armados y equipados completamente, y a la de toda clase de armamentos, municiones y demás pertrechos útiles al ejército, en la inteligencia que el valor de las especies y su conducción a Chile, que éste encargado comprare o estipulare, ha de ser satisfecho en el acto mismo que se avise su realización, y que al cumplimiento de esta protexta quedan obligados todos los intereses del Fondo Público y del Estado Chileno en general".
    San Martín, que acababa de triunfar en Chacabuco, vino apresuradamente de Chile a Buenos Aires, de incógnito casi, con ese mandato de O'Higgins. En los pocos dias de su estada porteña, el campeón de los Andes -- según el historiador Alberto Palomeque, que estudió a fondo la misión de mi tatarabuelo a Norteamérica -- "celebró reuniones secretas en la propia casa del señor De Aguirre, que actualmente (decía Palomeque en 1905) ocupa su distinguido hijo Manuel Aguirre, rodeado de su bondadosa y humanitaria familia; y alli se convino que San Martín diera poder, a nombre de O'Higgins, llenando el claro que tenia el documento que aquel habia traido consigo, con el nombre del señor don Manuel Hermenegildo de Aguirre"; propuesto por Pueyrredón y aceptado, sin duda, por la Logia Lautaro.

    Convenio de Aguirre con San Martín y decreto de Pueyrredón

    El 17 de abril, "el Exmo. Sr. Capitán General Don José de San Martín y el ciudadano de las Provincias Unidas Dn. Manuel Aguirre" celebraron un convenio de 16 cláusulas, mediante el cual aquel "en ejercicio de los poderes con que se hallaba investido por el Director O'Higgins", nombraba a Aguirre agente "para el objeto de comprar o fabricar en los Estados Unidos de Norte América, dos fragatas de guerra de 34 cañones, 115 pies de quilla, 41 de manga ..."; los cuales buques, luego de armados, equipados y tripulados, debia Aguirre enviarlos al Rio de la Plata o en derechura a Valparaiso. Al logro de tal cometido poniase a disposición del agente la cantidad de 100.000 pesos, que él conduciria a los Estados Unidos, y dentro del término de 3 meses de la fecha, se le entregarían 100.000 pesos más; cuyas sumas "se suponen ser suficientes a la compra o fábrica de dos fragatas de primera clase"; suma, la segunda, que recibirá el plenipotenciario viajero por conducta de su apoderado en Buenos Aires don Miguel de Riglos. "Eligirá -- aquel -- sujetos respetables para oficiales de estos buques, y los tripulará y provisionará en la forma más completa para su viaje de los Estados Unidos a Valparaiso, como propiedad del Gobierno de Chile, bajo cuyo pabellón deben abrir la campaña". Los sueldos de los oficiales y de la tripulación "serán los mismos que se pagan en la escuadra de los Estados Unidos en tiempo de guerra"; además del disfrute de la mitad de toda propiedad enemiga que apresen, con poder de nombrar sus propios agentes. Dichos tripulantes estarán obligados a servir al Estado de Chile por el término de un año, pasado el cual tendrá facultad cualquier oficial o marinero para dejar el servicio cuando le acomode. Aguirre responsabilizábase "a ordenar se asegure, en la forma ordinaria de comercio, todo el dinero que embarque con este objeto, como igualmente los buques, cargando al expresado Gobierno los premios que se paguen por seguros, fletes del dinero y, en suma, todos los desembolsos que haga en el manejo de este negocio". "El Gobierno de Chile toma sobre si todos los peligros, accidentes y ocurrencias por mar y tierra que no estén expresados en estas instrucciones". "Deseando ansiosamente el citado Gobierno que este negocio sea conducido pronta y fielmente, se obliga a conceder a Dn. Manuel Aguirre y entregar a su orden, como un extraordinario premio, cien mil pesos en dinero, en el caso de tomarse Lima con el auxilio de los buques mencionados". Si no encontrara Aguirre exactamente los buques requeridos, se dejará a su juicio que con el dinero que lleva compre los que considere más acomodados. Asimismo "llevará consigo 25 patentes de corso del Gobierno de Chile, y otras tantas del de las Provincias Unidas, con facultad de promover el armamento de corsarios para el mar del Sur, con los premios ordinarios de corso, y a más la gracia de introducir en cualquiera de los puertos de Chile u otros de la costa occidental, que estuvieren bajo las armas de la patria, libres de todo derecho, las presas que hicieren en el mar Pacifico". San Martín autorizaba a Manuel Aguirre "para tomar cualquier cantidad de dinero en nombre del Gobierno de Chile para completar el armamento de las fragatas". Si no bastaran aquellos 200.000 pesos puestos a disposición del agente, Chile "garantizará con sus fondos el pago religioso de cualquier cantidad que se le avanzare, hasta con el premio de 60% por este servicio, pagable en dinero o cobres a la orden y a elección de los prestamistas". "El General San Martín ofrece la garantía de los gobiernos de Chile y de las Provincias Unidas sobre el cumplimiento de todo contrato que celebre Manuel Aguirre. El General San Martín, a nombre del Gobierno de Chile, empeña todo el honor y celo de Don Manuel Aguirre para el exacto desempeño de esta confianza, recomendándose sobre todo la celeridad. Los gastos de manutención y demás para la existencia de don Manuel Aguirre en el Norte de América, durante esta comisión, su pasaje de ida y vuelta, serán de cuenta del Gobierno de Chile, y a su regreso se le entregarán a su orden 12.000 pesos, por via de indemnización de los quebrantos que pueda haber sufrido su giro".
    Firmaba el convenio "José de San Martín", y al dia siguiente el comisionado estampó de su puño y letra, debajo de la rúbrica del Gran Capitán: "Acepto y me obligo a obedecer y a tomar sobre mi toda la responsabilidad que en las antecedentes instrucciones me liga, y a cuyo cumplimiento y exacto desempeño ofrezco todo el celo que merece tan distinguida confianza: Manuel H. de Aguirre".
    También el Director Pueyrredón, con su Ministro de Guerra y Marina Matias de Irigoyen, por decreto "dado en el Palacio de la Capital de Buenos Ayres a diez y ocho de abril de mil ochocientos diez y siete", encomendaba "al ciudadano de este país Don Manuel de Aguirre" -- tal como lo hiciera "nuestro íntimo aliado el Reyno de Chile" -- "adquirir los recursos y medios vigorosos para la prosecución de la guerra, por mar y tierra, contra los Españoles en tanto no reconocieran la emancipación de la América ... facultándole para empeñar el crédito del Estado de mi dependencia sobre el religioso cumplimiento de lo que de mi orden ha sido garantido por el Capitán General Don José de San Martín, en convenio separado de esta fecha". Se autorizaba también a Aguirre "para que en el caso de haberse realizado en todo o parte del empréstito de dos millones de pesos, promovido por varios comerciantes de los Estados Unidos, pueda disponer, sobre estos fondos, de las cantidades que sean necesarias para completar el armamento y equipo de dos o más buques de guerra, caso de no ser suficiente la suma de 200.000 pesos que se le entreguen a cuenta del Gobierno de Chile, empeñando a este efecto los respectos y dignidad de la autoridad suprema nacional". (Aquel empréstito, aludido por Pueyrredón, era el de un grupo de capitalistas yanquis representados por cierto Coronel Devereux, cuya negociación se hizo en Buenos Aires a través del agente comercial norteamericano Thomas Lloyd Halsey, empréstito que luego quedó en la nada).


    Rumbo al Norte

    Arreglados, con la premura del caso, sus asuntos particulares; nombrado apoderado general a ese fin su primo Miguel José de Riglos (sobre todo para atender el negocio de acopio de cueros que el poderdante exportaba en gran escala a Inglaterra y Francia, por intermedio de la Casa Fermín Fastet y Cia. de Londres. con cuya firma habían surgido dificultades en las cuentas que quedaron impagas, y se cancelarían medio siglo después como lo explico al ocuparme del hijo Manuel Alejandro) Manuel Hermenegildo de Aguirre, el 20-V-1817, a bordo del bergantín estadounidense "Emmeline", zarpó de la rada de Buenos Aires hacia los Estados Unidos.
    Acompañaba al viajero como Secretario, "en clase de segundo", José Gregorio Gómez Orcajo, cófrade y amigo de San Martín, cuyo nombramiento hizo la Logia Lautaro "en forma ejecutiva", oficializándolo en seguida el Gobierno con la retención del empleo y sueldo de vista de la Aduana bonaerense que Gómez disfrutaba a la sazón.
    Llevó asimismo Aguirre junto a si, "en clase de mi dependiente, por la aptitud y conocimientos que manifiesta tener en el comercio", a "un hijo de don José Vaudrix" (hermano por tanto, el muchacho, de Angelita Baudrix, la esposa de Manuel Dorrego); a más de dos criados: uno para el titular de la misión, el otro para el secretario Goyo Gómez. Y el 17 de julio -- "después de haber sido reconocidos en la Bahia de Chesapeake" -- Aguirre y su corto séquito desembarcaron en Baltimore, para de ahí dirigirse a Washington, sede de las autoridades federales del país.
    Instalado en la capital norteamericana, llega a manos del comisionado argentino una carta, fechada el 4 de junio en la ciudad chilena de Concepción, cuyo texto revela el alto concepto que don Manuel Hermenegildo le merecia al Jefe Supremo de Chile, quien asi lo manifestaba: "Muy Sr. mío de mi primera atención: Apenas fui instruido por el Gral. D. José de San Martín de que a su delicadeza y altos conocimientos se habia conferido la negociación interesante de disponer una esquadra en Norte América que nos diere la dominación del Pacífico, quando di por segura y acabada una empresa que indudablemente va a fixar la Independencia de todo el Mediodia. Reconozco intimamente la generosidad de Ud. en posponerlo todo a los intereses del Paiz. El mirará en Ud. a su Libertador. Y yo por mi parte protesto cumplir inviolable y religiosamente todos los empeños y comprometimientos que Ud. emprenda en aquella Nación, ratificándolos desde ahora. La atenta consideración de Ud. hacia mi persona, me es de la mayor satisfacción, y doy a Ud. Ias más debidas gracias por el aprecio con que se sirve distinguir mi ningún mérito. Entretanto tengo el honor de ofrecerme a Ud. con la más alta consideración. Su Atento Amigo y afmo. servidor O.B.S.M. Bernardo O'Higgins."

    Aguirre inicia sus contactos con las autoridades de la Unión y presenta credenciales y cartas dirigidas a Monroe

    La doble misión diplomática y comercial del agente que enviaban los gobiernos rioplatense y de Chile a la república norteña, tropezó, desde el primer momento, con serias dificultades, debido, sobre todo, a las equívocas actitudes de los dirigentes estadounidenses que temían contrariar a las grandes potencias europeas, unidas en Santa Alianza contra las revoluciones emancipadoras del siglo. Sin embargo, como Aguirre estaba decidido a no perder el tiempo, a los nueve días de haber pisado tierra, le envió desde Baltimore al Secretario interino de Estado Richard Rush, sus cartas credenciales y demás documentos de presentación. Entre esos papeles tres misivas dirigidas al Presidente Monroe: una de Pueyrredón, otra de O'Higgins y otra de San Martín; con el agregado de una más que lo acreditaba ante los señores Cesar Rodney y John Graham, quienes vendrían como comisionados especiales de la Unión a Sudamérica.
    Pueyrredón decía a Monroe en un mensaje fechado el 28 de abril: "Cuando los intereses de la nación están de acuerdo con los principios de justicia, nada es más sencillo y placentero que el mantenimiento de la armonía y buena correspondencia entre poderes que están vinculados por estrechas relaciones. Este parece ser el caso en que se encuentran Estados Unidos y estas provincias, respecto del otro: una situación halagüeña que da la prueba de nuestro éxito y que forma nuestra mejor apolojía. Es en esta ocasión que el ciudadano don Manuel Hermenegildo de Aguirre, comisario general de guerra, es enviado cerca de S.E. en el carácter de ajente de este gobierno. Si sus recomendables cualidades son el mejor titulo de fiel desempeño de la comisión y de éxito favorable, los rectos y jenerosos sentimientos de S.E. no son menos auspiciosos para ello. La concurrencia de estas circunstancias nos inducen a confiar en el resultado más favorable. Por tanto, espero que S.E. se servirá conceder al citado ciudadano Aguirre, toda la protección y consideración requerida por su rango diplomático y por el presente estado de nuestras relaciones. Este sería un nuevo vínculo con el cual los Estados Unidos del Norte asegurarán más fuertemente la gratitud y afecto de las libres Provincias del Sur".
    San Martín comunicaba al Presidente norteamericano: "Encargado por el Supremo Director de las Provincias de Sud América con el mando del ejército de los Andes, el cielo coronó mis fuerzas con una victoria el 12 de febrero contra los opresores del hermoso reino de Chile. Como los derechos sagrados de la naturaleza se han restaurado para los habitantes de este país, debido a la influencia de las armas nacionales y al eficaz impulso de mi gobierno, la suerte ha abierto un campo favorable a nuevas empresas que asegurarán el poder de la libertad y la ruina de los enemigos de América. Con el objeto de asegurar y consolidar esta obra, el Director Supremo del gobierno de Chile ha considerado, como un principal recurso, el armamento en esos Estados de una escuadra destinada al océano Pacífico, la que unida a las fuerzas que se preparan en el Rio de la Plata, debe cooperar al sostenimiento de las ulteriores operaciones militares del ejército bajo mi mando en Sud América; y convencido de las ventajas que nuestra posición política promete, he atravesado los Andes con el objeto de concertar en esta capital (Buenos Aires), entre otras cosas, la garantía de mi gobierno, y el cumplimiento de las estipulaciones entre el Supremo Director de Chile y sus íntimos aliados, para llevar a efecto el plan confiado a don Manuel de Aguirre. S.E., que tiene el honor de presidir a un pueblo libre, que luchó y derramó su sangre en causa idéntica a la que están comprometidos los habitantes de Sud América, querrá, lo espero, dignarse extender a la nombrada persona la tal protección que sea compatible con las relaciones actuales de su gobierno; y tengo la alta satisfacción de asegurar a S.E. que las armas de mi país, bajo mis órdenes, no trepidarán en dar valor y respeto a los compromisos de ambos gobiernos".
    Y O'Higgins le hacia saber al mandatario de la Casa Blanca que: "Habiéndose restablecido el hermoso reino de Chile el 12 de febrero último por el ejército de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, bajo el mando del valiente General José de San Martín, y confiriéndoseme la suprema dirección del Estado por la elección popular, me hago un deber en anunciar al mundo entero el nuevo asilo que estas comarcas ofrecen a la industria y amistad de los ciudadanos de todas las naciones ... Si la causa de la humanidad interesa a los súbditos de S.E., y la identidad de los principios de nuestra actualidad se comprenden en los que en otro tiempo sirvieron a los Estados Unidos para asegurar su independencia, y disponen favorablemente a su gobierno y a su pueblo hacia nuestra causa, S.E. siempre me encontrará abiertamente dispuesto a promover relaciones de amistad y de comercio entre los dos países, y remover cualquier obstáculo para el establecimiento de la más perfecta armonía y buenos entendimientos".

    Aguirre oficia al Primer Mandatario de la Unión

    Tres meses más tarde, el 29-X-1817, ya establecido en Washington, el comisionado de "las Provincias Unidas de Sud América" se dirige por nota el Presidente Monroe. Las expresiones empleadas en ese despacho por el vástago de conquistadores, de colonizadores y cabildantes hispanos; por el ex alumno carolino y antiguo Alférez Real; pertenecen al más crudo repertorio de la "leyenda negra" contra España; y su grandilocuencia vituperante -- sólo justa para ciertos aspectos de la política de aquella hora -- tenía por finalidad halagar al personaje virginiano de raigambre puritana a quien iban dirigidas. He aquí el texto, en castellano, de dicho manuscrito: "Exelentísimo Señor: Tres centurias de opresión colonial por parte de una corrompida, supersticiosa e ignorante nación, cuya porfiada e inicua política siempre ha tendido a envilecer a los habitantes de Sud América, como estando destinados a vegetar en la oscuridad e ignominia: el violento sistema de conservarlos en la ignorancia de toda información incompatible con sus principios de dependencia colonial; la perversa política de negar a los hijos de la madre patria y sus descendientes legales en el continente americano los derechos cívicos en el ejercicio de una práctica igualitaria; el monopolio del comercio despóticamente ejercido, regulado por leyes dictadas solamente en favor de la madre patria, y mantenido al precio de la sangre de víctimas inocentes, nativas del país; la negra ingratitud con que se condujo respecto a la capital de Buenos Aires, después de haber tan gallarda y enérgicamente defendido el dominio español contra el ejercito inglés bajo las órdenes del general Beresford en 1806, y el ejército de 12.000 hombres de la misma nación, mandado por el general Whitelocke en 1807; finalmente el infame compromiso para obligarlos, contra su voluntad, a someterse bajo el yugo que el emperador Napoleón impuso a España para vengar la sangrienta usurpación de los imperios de México y Perú; preparó a esos pueblos, el 25 de mayo de 1810, para la separación de la nación española, inmediatamente conquistada por Francia, no sin admitir la circunstancia adicional de que los habitantes de esas provincias las conservaban para el rey cautivo don Fernando VII y sus sucesores legales. Al restaurarse el rey de España en su trono, había corrido tiempo bastante para darles la oportunidad de volver sobre sus resoluciones, recordando los agravios e injurias hechos, y finalmente para proponerles una honrosa transacción de esas diferencias. Aún no había llegado el enviado a la corte de Madrid (Rivadavia), cuando el rey inmediatamente había dictado sus inexorables y sangrientos decretos, y la expedición a las órdenes del general Morillo cruzó los mares para llevar una guerra de devastación a esas comarcas. El derecho natural de propia defensa impuso la necesidad de tomar medidas para repeler la fuerza con la fuerza. Ejércitos hostiles fueron pobres medios que pudieron emplearse para llegar a un arreglo. Cuando el diputado en la corte de Madrid informó al gobierno (criollo) que el rey de España insistía en no dejar otra alternativa que la de la más abyecta sumisión, y que consideraba a esas provincias como propiedad de su corona -- indudablemente para hacerlas víctimas de la venganza española --, fué entonces que el Congreso Soberano de esas provincias se reunió, a imitación del ejemplo de sus hermanos y amigos naturales de Norte América, y unánimemente proclamaron en la Ciudad de Tucumán, el 9 de julio de 1816, el acta solemne de su independencia civil de la nación española, del rey de España, los suyos y sucesores, y juraron, junto al pueblo por ellos representado, defender su emancipación política a costa de sus vidas, fortunas y honor. Dios guarde a S.E. muchos años. Manuel H. de Aguirre".

    Correspondencia con Adams

    La callada por respuesta dió Monroe a esa presentación escrita del delegado argentino, el cual entonces cambió de destinatario para concretar sus demandas. Y en sucesivas notas y entrevistas verbales mantenidas con el Secretario de Estado John Quincy Adams (14 de noviembre, 16, 22, 24, 26 y 29 de diciembre de ese año 1817; y 6,13,16 y 21 de enero, 29 de marzo, 5 y 30 de abril, 21 de mayo y 8, 10 y 27 de agosto de 1818), don Manuel Hermenegildo puso a su interlocutor al corriente de los propósitos de su misión, de los obstáculos con que tropezaba para adquirir barcos armados debido a la ley de neutralidad con que los Estados Unidos favorecían a España, de la autorización que traía a fin de negociar el reconocimiento de la independencia de su patria y firmar un tratado comercial con la república norteamericana, cual lo comprueban los documentos que guarda el Archivo Nacional de Washington.
    Así, el 16 de diciembre Aguirre le decía a Adams: "Habiendo tenido el honor de comunicar a V.E., en octubre último, que las Provincias Unidas en Sud América se habían declarado estados libres e independientes ... V.E. habrá descubierto que aquella declaración no fué prematura, y que las Provincias del Rio de la Plata se abstuvieron de hacerla mientras ella hubiese podido atribuirse a efectos de las congojas en que se hallaba la metrópoli ... prefiriendo agotar antes cuantos medios de consiliación sugiriese la prudencia ... Durante los seis años que precedieron a su declaración de independencia, las fuerzas de aquellas habían obtenido victorias distinguidas en la Banda Oriental; habían obligado a rendirse a una de las más fuertes plazas de nuestro hemisferio y hecho prisionera a la guarnición que la sostenia; y si la victoria no fué siempre compañera inseparable de nuestras armas en el Perú, lo fué más de las veces haciéndonos capaces de rechazar a los defensores de la tirania más allá de nuestro territorio ... Las Provincias del Rio de la Plata no sólo han podido conservar por todo este tiempo los preciosos bienes de su libertad, sino darla, sin auxilio extranjero, a la de Chile, y hacer retirar al Perú a las tropas del rey que, alentadas con nuevos refuerzos, osaron introducirse en nuestro territorio. Es en circunstancias semejantes, después de haber puesto de manifiesto los apoyos de su declaración, y los medios que posee para sostenerla, que mi gobierno ha creido compatible con el decoro de las naciones el manifestar su resolución y solicitar que lo reconozcan como soberano. Al considerar mi gobierno al de los Estados Unidos como uno de los primeros de quienes debiera solicitar aquel reconocimiento, creyó que la identidad de principios políticos, la consideración de pertenecer al mismo hemisferio y la simpatía tan natural de aquellos que han experimentado los mismos males, serían otras tantas razones que cooperasen a apoyar su solicitud. Aún existen, aún presiden los Consejos de la Nación norteamericana muchos de los que sostuvieron y sellaron aquí con su sangre los derechos del género humano. Aún existen sus cicatrices, permitame V.E. decirio: sus cicatrices son otros tantos abogados que tiene también aquí la causa de la América española. Al recordar que fueron estos Estados los que nos mostraron más inmediatamente el recto sendero de la gloria y gustaron más de lleno los frutos de la libertad, me atrevo a asegurar que toca a ellos también ser los primeros en revelar que han sabido apreciar nuestros esfuerzos, y alentar asi a las otras Provincias que, menos venturosas, no han podido dar fin todavía a la lucha sangrienta".
    Con evasivas y pretextos dilatorios contestó Adams a la nota de nuestro mandatario, "porque -- decía -- el gobierno de los Estados Unidos deseaba hallarse plenamente informado de los trámites sobre los cuales las Provincias Unidas del Rio de la Plata hacen su solicitud", y porque también era preciso que "toda duda fuese removida con relación a la existencia real y a la permanencia de las soberanias de dichos gobiernos".
    Aguirre, sin tardanza (26 de diciembre), replicó al Secretario de Estado: "Durante más de siete años estas Provincias han llevado adelante una activa y fructífera guerra ... Entre tanto nuestra organización interior ha adelantado progresivamente. Nuestro pueblo ha hecho un ensayo en la ciencia del gobierno y reunido un Congreso de representantes que está empeñado en promover la felicidad general. Se ha formado un plan de defensa militar, en el que antes éramos deficientes, y organizado un sistema fiscal, el cual desde entonces ha sido bastante a proveer nuestras numerosas necesidades ... Las fuerzas de nuestros opresores disminuyen con el aumento de nuestros medios de defensa; sus esperanzas de continuar tiranizándonos por más tiempo declinan; un sistema regular de gobierno, la decisión de nuestros ciudadanos, una renta adecuada, una fuerza organizada suficientemente poderosa para la defensa del territorio, una escuadra a flote, un ejército disponible en Chile y otro operando en el Perú, todo esto debe seguramente imponer a nuestros enemigos, si es que la costumbre de gobernar aún los lisonjeara con esperanzas. No obstante la resolución de neutralidad por parte de los Estados Unidos ? no querria ofender a V.E. con la idea de que considera necesario el que nosotros debiéramos ofrecer pruebas de la justicia de nuestra causa ... Las Provincias del Rio de la Plata no aspiran a excitar la sensibilidad de los Estados Unidos, sólo reposan en su justicia. La contienda en Sud América no puede ser mirada sino bajo el aspecto de una guerra civil". Aguirre sostenia que las naciones no pueden ni deben reconocer otro poder soberano sino aquel que lo es de hecho, y no deben averiguar otra cosa que la realidad, sin inmiscuirse en las cuestiones internas de los paises con derecho a ese reconocimiento; que España se habia dividido, de hecho, en dos paises: Sud América y la Monarquia allá en la Península, y "ambas tienen los mismos derechos y se les imponen las mismas obligaciones a las naciones neutrales; y si estas reglas admiten algún cambio, la excepción deberia estar siempre en favor del oprimido y en contra del opresor ... En nuestra última conferencia resultó que V.E. encontraba una objeción en la ocupación de Montevideo por las tropas portuguesas. Pero -- arguia Aguirre -- "uno de nuestros más distinguidos jefes (alude generosamente a Fructuoso Rivera), ayudado con recursos amplios (versión antojadiza de don Manuel) está ahora empeñado en rechazarlos; y no obstante los dobles vínculos de familia que en la actualidad unen al soberano de Portugal con el rey de España, nuestra existencia nacional, por lejos que quisiera seriamente ser llamada, a causa de la guerra en ese rincón (Montevideo), está fortalecida en ella (en la Banda Oriental) ... Los Estados Unidos -- concluia Aguirre -- darían un ejemplo de justicia al reconocer la soberanía e independencia de estos Gobiernos que tan gloriosamente y por tan duros sacrificios han sabido ahora cómo se la obtiene".
    El 6-I-1818, el agente criollo de las Provincias Unidas del Sur, vuelve a insistir, ante el alto jerarca "bostonés", manifestando que de acuerdo a las directivas recibidas al partir de Buenos Aires, encontrábase plenamente autorizado para abrir negociaciones con el gobierno de los Estados Unidos, sobre la base de una mutua amistad y de un intercambio económico.
    Diez dias más adelante (16 de enero) Aguirre hace notar a Adams que la ocupación de la Banda Oriental fué siempre considerada por su gobierno como violatoria del tratado suscripto con Portugal, y que, en consecuencia, el territorio uruguayo invadido pertenecia a su nación. Estas fueron sus palabras: "Señor: Tuve el honor en mi entrevista con V.E., el día 13 del presente, de comunicarle el punto de vista bajo el cual la invasión de una de las Provincias Unidas por las tropas del rey de Portugal fué mirada por mi gobierno; por cuyo hecho se violaba la neutralidad que ellos están obligados a mantener conjuntamente con mi gobierno. De la misma manera me apresuro a informar a V.E. que este acto de invasión por una nación neutral, con el propósito de desmembrar la integridad del territorio de la América Española dentro de sus límites legales, fué considerada, en opinión de mi gobierno, como un acto de hostilidad entre las naciones, y que bajo este principio han regulado su conducta respecto al rey de Portugal". Añadido a lo antedicho, nuestro agente reiteraba su deseo de llegar a un acuerdo amistoso y comercial con los Estados Unidos.
    Por su parte Adams, a los concretos argumentos del delegado sudamericano, les opuso, invariablemente, la exigencia dilatoria de que se le demostrara la real emancipación de las Provincias rioplatenses, alegando que si bien Aguirre pretendia representar a todos los pueblos que formaron el antiguo Virreinato, cuatro provincias del Alto Perú estaban aún en poder de España; que Artigas no se sometia a Buenos Aires en la Banda Oriental; y que Montevideo hallábase ocupada por los portugueses. Y cuando, el 25-III-1818, el Poder Ejecutivo yanqui preparaba el envio de su mensaje al Congreso, el habilidoso Secretario de Estado -- con la mirada puesta en España, a fin de negociarle las dos Floridas -- le aconsejo al Presidente Monroe se puntualizase en dicho documento que, "debido al estado inorgánico de las Provincias de la América Española", "no seria prudente, por el momento, auspiciarles el reconocimiento".
    Es que el pragmático Juan Quinciano -- para nombrarlo en idioma extraño al de su despejo verbal (mi tatarabuelo entendia inglés, pero creo expediase frente a su interlocutor en francés) -- consideraba a don Manuel Hermenegildo "agente público del gobierno de la Plata y privado del de Chile"; asi lo calificó en nota dirigida al Congreso de su país; aunque agregaba que si bien el gobierno rioplatense "exige que (Aguirre) debe ser recibido con la consideración debida a su carácter diplomático, no tiene comisión alguna como ministro público de ninguna categoria, ni ningún poder bastante para negociar como tal". Adams informó igualmente al Parlamento acerca de las conferencias mantenidas con el enviado argentino, donde se trató "cómo reconocer a su gobierno en caso de ser admisible ... y cuales eran los territorios que él (Aguirre) consideraba como formando el Estado o Nación a reconocerse. Se observó -- seguia exponiendo Adams -- que la manera en que los Estados Unidos fueron reconocidos por la Francia, fué por un tratado ... en el cual cada uno de los Estados que entonces componían la Unión, fué expresamente nombrado". Aguirre habiale dicho "que el gobierno cuyo reconocimiento deseaba, era el territorio que fué, antes de la revolución, el Virreinato de La Plata. Se le preguntó por qué no incluia a Montevideo y al territorio ocupado por los portugueses, desde que la Banda Oriental, entendíase, estaba lejos del gobierno español". El agente argentino "observó que Artigas, aunque en hostilidades con el gobierno de Buenos Aires, sostenia sin embargo la causa de la independencia contra España, y que los portugueses no podrían finalmente mantener su posesión en Montevideo ... Estas observaciones hechas al señor Aguirre -- finalizaba Adams -- fueron unidas a otras, con referencia a las razones por las cuales el presente reconocimiento del gobierno de La Plata, en cualquier forma no era considerado de la competencia del Presidente (Monroe), en atensión a los intereses bien entendidos (de los pueblos rioplatenses) como a los de los Estados Unidos".

    Construcción de las fragatas

    Al propio tiempo que nuestro comisionado tramitaba ante la Secretaria de Estado de Washington el reconocimiento de las Provincias Unidas del Plata, abocábase a la tarea de hacer construir, equipar y armar, dos fragatas de guerra, en cumplimiento de la comisión que le confiriera O'Higgins y con arreglo a las instrucciones recibidas de San Martín, a fin de emplear dichos barcos artillados en la campaña del Pacifico, destinada a independizar al Perú.
    A propósito de ese asunto, Pueyrredón le escribió a San Martín, que estaba en Chile, el 24-XI-1817: "He recibido las primeras noticias de nuestro Manuel Aguirre ... Se vá a encontrar en apuros de gran tamaño por no habérsele cumplido la promesa de los cien mil pesos que están aún en las cajas de Santiago, y su descrédito va a ser trascendental al de estos gobiernos. Haga usted por Jesucristo que vuele ese dinero a cualquier costo que sea, porque todo es menos que nuestra desopinión. De todos modos el golpe se ha perdido para el tiempo que lo teniamos dispuesto; pero no lo perdamos para siempre, y con él el resto de crédito que podemos conservar y restablecer con los norte-americanos".
    Aquellas gestiones las inició Aguirre de llegada al país de los yanquis, pero, anticipándose a cualquier paso decisivo, quiso obtener del gobierno de Monroe las seguridades de que la adquisición de buques armados no se consideraria como contraria a las leyes de neutralidad vigentes en los Estados Unidos. Con ese motivo nuestro agente le dirigió una nota, el 14-XI-1817, al Secretario Adams, manifestando que su misión veiase obstaculizada por el decreto que prohibia a los ciudadanos de la Unión vender barcos a los revolucionarios sudamericanos, debido a la situación de amistad entre los Estados Unidos y España. Solicitaba se le aclarara dicha cuestión, pués habia mandado construir en Nueva York un par de embarcaciones que luego no podria llevarlas a los mares del sur.
    Ocho dias más tarde, mantuvo Aguirre una conversación con el Secretario interino Rush quién, oficioso le aseguró que "buques, cañones, armas y municiones son artículos de comercio permitido por las leyes de este país, y que seria protegido por este gobierno en la ejecución de aquella comisión, siempre que apareciese como una especulación mercantil"; que la política estadounidense "de estrecha neutralidad" era impuesta por el tratado que tenia su gobierno con España, y que tal actitud prescindente -- según Rush -- "era también la conducta más propia en beneficio de los mismos americanos del sud". Fué Aguirre informado "que le estaba permitido comprar armas y municiones de guerra a los comerciantes", mas, en esos casos, "la parte interesada tomaba sobre si el riesgo de llevar el contrabando". Le fué también dicho "que él estaba en libertad para comprar buques de cualquier tamaño de individuos particulares en nuestros puertos de mar, pero que él no debia armarlos ni de modo alguno equiparlos para la guerra ... que debia moverse al tiempo de hacer las compras, en la mera esfera de un individuo; que mientras asi se condujese, evitando toda infracción a nuestras leyes, su conducta seria aprobada y él mismo protejido; y que si la causa de su patria pudiese ser de este modo beneficiada, yo -- Rush -- creia que el pueblo y gobierno de los Estados Unidos se hallarían bien satisfechos". Agregó que, anteriormente, don Manuel Hermenegildo habia puesto en manos suyas las cartas credenciales y misivas para el Presidente Monroe -- ausente, a la sazón, de Washington --, las que "fueron empaquetadas con varias otras escritas en lengua española y portuguesa"; sobre cuyos papeles -- confesó a posteriori Rush -- "fué enteramente la omisión del infrascripto no llamar la atención del Presidente, particularmente a estas cartas"; las cuales, de tal suerte, nunca tuvieron acuse de recibo por parte de Monroe.

    Ley norteamericana de neutralidad. Dificultadas y encarcelamiento de Aguirre

    El 30 de diciembre insiste Manuel Aguirre, en largo alegato destinado a Adams, acerca de los efectos desastrosos que tendria para la suerte de las armas patriotas la promulgación de una ley sobre neutralidad votada por el Parlamento norteamericano. Ley arbitraria, estimaba Aguirre, pués sus consecuencias serían unilaterales y en detrimento de los pueblos que luchaban por su independencia, privados entonces de comprar material bélico en el más próximo país donde podrían abastecerse. "Bien penoso es para mi tener que ocupar la atención de V.E. -- escribiale mi tatarabuelo al Secretario de Estado --, mas yo no corresponderia a la confianza con que me ha honrado mi gobierno y a lo que debo a mi país natal si, instruido de la letra y efecto de la ley de estos Estados, aprobada en tres de marzo último y dirijida a protejer mejor la neutralidad de esta nación, no hiciese presente a V.E. que sus efectos sólo pesan sobre los que luchan por la independencia de la América Española ... Si V.E. me permitiese exponer los efectos de esta ley, aún sobre aquellas provincias que, aunque empeñadas en la misma causa que las del Rio de la Plata, se hallan sin embargo bajo distintos gobiernos, podria yo observar que su armamento es muy inferior al del enemigo; que algunas de ellas no tienen como aumentar el suyo, si la nación neutral más próxima a ellas les rehusa la ocasión; y la ley que las sujeta a esa imposibilidad propende directamente a que sean sojuzgadas." "La ley priva a muchas de ellas de lo que más necesitan, y no priva a sus enemigos de extraer de aquí provisiones sin las cuales los ejércitos de estos no podrían dar un paso en los territorios adversarios ... Confio en que al informar V.E. al señor Presidente de estas quejas a que me impele la más dura necesidad, le exponga también que en la lucha en que estamos empeñados no sólo defendemos los derechos del género humano y los bienes de la civilización, sino que peleamos por la conservación de nuestras familias y por nuestra propia existencia".
    Pese a esa norma de "estrecha neutralidad" -- en la doble acepción del adjetivo -- don Manuel Hermenegildo llevó adelante su resolución de cumplir el peliagudo encargo que habia recibido de San Martín: proporcionar naves artilladas, con tripulación completa y aviamiento guerrero, para la escuadra de Chile. Por lo pronto estudió aquella ley federal norteamericana del 3-III-1817 sobre compra de armas, que estaba en el tapete y tanto le embarazaba; y -- cual lo dijo el agente argentino posteriormente en nota a la cancilleria estadounidense -- "previo al consejo de los más ilustrados jurisconsultos, ordené la construcción de dos fragatas de guerra en Nueva York, con la intención de despacharlas a Sud América como mercantes con bandera neutral".
    Empero, antes de haber tenido listos y armados a dichos navios, nuestro comisionado tuvo que sortear en tierra la mar de dificultades. Por la fragata "Congreso" Aguirre le anticipó noticias de sus trabajos al gobierno de Chile. Así se desprende de una carta suya del 18-III-1818 a O'Higgins: "Sensible me fué -- se lee en ese papel -- anunciar que me consideraba sumamente embarazado en la ejecución de sus órdenes por falta de cumplimiento de los artículos más esenciales del convenio celebrado entre el señor General don Jose de San Martín, a nombre de S.E. el Director Supremo de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, y el infrascripto comisionado, y que me encontraba sin fondos suficientes, y el crédito de ambos gobiernos de Buenos Aires y de Chile en el mayor abatimiento, por irregularidad de las promesas y comprometimientos que el señor don José Miguel Carrera empeñó aquí en nombre de su patria (al armar dos embarcaciones con las que Carrera se vino a Buenos Aires y, según parece, dejó impagas a los armadores yanquis); "como por las relaciones (informaciones) sucesivas que conducen los buques que trafican por las costas de ese Estado (Chile), anunciando la situación más desesperada de medios y recursos para sostenerse ese gobierno en sus empeños y promesas ... El proyecto de la construcción de dos fragatas de guerra de primera clase, y con arreglo a lo que prevenia el citado convenio, fué iniciado (por Aguirre) sobre la base de un fondo cierto y seguro de 200.000 pesos. Partiendo de este principio, se ordenó por mi la construcción de dichos buques por contrata, la que concluida el 20 de noviembre del año anterior, en cuyo tiempo prudentemente suponia la remisión de los restantes 100.000 pesos, con los que debían quedar listas las citadas fragatas para partir a destino (Valparaiso) ... Tengo ahora el honor de comunicar a V.E. que, hallándose las dos fragatas ya concluidas y en las aguas de este puerto (Nueva York) no es realizable su salida por falta de fondos para el efecto, y que los gastos que diariamente aumentan en proporción del tiempo que se hallan aquí detenidas, harán montar su valor a una suma de bastante consideración. Teniendo presente los perjuicios tan considerables ... he considerado conveniente que mi segundo, don Gregorio Gómez, parta con la mayor celeridad a instruir V.E. sobre todos estos particulares, y al mismo tiempo suplicarle se digne cuanto antes V.E. disponer y ordenar su última resolución (de completar aquellos 200.000 pesos), pués son incalculables los perjuicios que deben ser consiguientes, con esta suspensión, a mis intereses particulares".
    Por lo demás, Aguirre agregábale a O'Higgins que hubiera deseado incluir al pueblo de Chile en su solicitud, dirigida al gobierno de los Estados Unidos, de reconocimiento de la independencia, pero como carecia de poderes expresos, se habia visto en la imposibilidad de representar a la nación trasandina. Con ese motivo se ofrecia a representarla si se le enviaban "poderes amplios en forma, a lo menos con el carácter de encargado de negocios".
    También don Manuel Hermenegildo, por esas fechas, se dirigió al Director Pueyrredón, dándole cuenta de "los enormes entorpecimientos y embarazos en que me hallo para despachar aquellos barcos a su destino". Exponia que el Secretario interino Rush "me aseguró verbalmente que buques, cañones, armas y municiones eran artículos de comercio permitidos por las leyes de este país, y que seria protegido por este gobierno en la ejecución de aquella comisión, siempre que apareciera como una especulación mercantil en buque y bandera neutrales". Informaba Aguirre que consultó luego con el Secretario de Estado Adams respecto de los veleros guerreros para Chile, y tanto éste como los abogados norteamericanos le manifestaron que "el acto de preparar y despachar buques armados en guerra, equipados y tripulados en puerto neutral, es un acto de hostilidad que viola la neutralidad y quebranta las leyes de este país, por lo que el administrador de esta aduana se halla facultado para detenerlos y confiscarlos, y su valor dividirlo entre el delator y el Estado. Su propietario, o la persona que aparece serlo, debe ser encarcelado por diez años y multado en dies mil pesos". "No obstante que la ley abre camino a su relajación, sujetado a fianzas de mucha consideración, puede V.E. estar persuadido -- le declaraba don Manuel a su eminente futuro tío político -- que arriesgaré mi seguridad personal hasta el caso de comprometerla, si es preciso, por cumplir las promesas que ofrecí a V.E., aunque arrancadas como de sorpresa a nombre de la patria". Y añadía Aguirre, que al no contar "con más fondos que los remitidos hasta aquí por el gobierno de Chile", le "será imposible, después de satisfacer el valor principal de los barcos, y cubrir las fianzas que es necesario dar en este país, que suben a un valor de mucha consecuencia...".
    En tan crítica circunstancia las autoridades de Washington desconocieron a mi tatarabuelo todo privilegio diplomático. De consiguiente éste, a fin de evitarle desaires a su gobierno, se despojó del carácter oficial de Comisario de Marina y de agente de que estaba investido, y devolvió esos despachos a sus mandatarios de Buenos Aires, manifestando "los deseos de conservar únicamente el titulo de simple ciudadano de mi patria, con el que me hallo suficientemente honrado".
    En anteriores conversaciones con Adams (13-I-1818), Aguirre habia dicho que la apertura de puertos norteamericanos a barcos rioplatenses ofrecida por aquel como testimonio de buena voluntad hacia los revolucionarios de Hispanoamérica, no aportaba ningún beneficio a su país, ya que Buenos Aires carecia de poder naval, sin flota mercante propia ni mareantes experimentados, y que si facilitaba patentes a corsarios para hostilizar al enemigo, casi ninguna de las embarcaciones patentadas pertenecían a nativos de su país.

    Rodeado de dificultades, mi tatarabuelo anticipa, allá en el norte, cinco años antes que Monroe, el fundamento de la "doctrina" epónima

    A raíz de tratos de un Estado americano con naciones imperialistas europeas para comprarles o venderles territorios continentales, Aguirre, el 22-I-1818, le señalaba a Adams por escrito: (sic) "que su gobierno no podia permanecer indiferente a las transacciones de cualquier potencia respecto a antiguas colonias del Imperio Español, tanto en el Norte como en Sud América" -- cuyo argumento, mutatis mutandis, esgrimiria el Presidente Monroe pro domo sua, aconsejado por el Secretario Adams, en su famosa declaratoria de 1823. Ese párrafo de don Manuel referíase a la isla Amelia: de 22 kilómetros de largo y 6 de anchura, situada en la costa oriental de la península española de La Florida; refugio seguro para naves dedicadas al corso y contrabando en perjuicio de España; base estratégica de operaciones que fuera tomada, a nombre de la revolución emancipadora hispanoamericana, por el aventurero escocés sir Gregor Mac Gregor, titulado General, al que respaldaron los representantes criollos destacados en yanquilandia: Lino de Clemente, de Venezuela, Pedro Gual, de Nueva Granada y México, y Martín Thompson, de Buenos Aires -- a quien, por ello, desautorizó y destituyó el gobierno de Pueyrredón. (Ver mi libro De Monroe a la Buena Vecindad). A poco andar, otro aventurero titulado "Capitán de Navio de los Estados independientes de México y Nueva Granada", Luis Aury, apoderóse de la isla con idénticos propósitos liberadores, desalojando a Mac Gregor. Entonces los Estados Unidos, a fin de impedir que un tercero tomara posesión de lo que deseaba para si, mandó tropas y ocupó el islote -- que junto con La Florida compraria, más adelante, en 1819, a España por 5.000.000 de dólares (25.000.000 de pesetas). En razón de aquellas ocurrencias que antecedieron al referido toma y daca, debióse la recordada manifestación escrita de Aguirre al Secretario Adams, en el sentido de que el gobierno de las Provincias Unidas no veia con indiferencia la intervención yanqui en la isla Amelia y el inminente cambalacheo de Monroe con Fernando VII.

    Los inconvenientes no desalientan a nuestro "ciudadano patriota"

    En medio de engorros financieros y obstinadas trabas políticas, don Manuel Aguirre logró concretar la hechura de las naves de combate que sabemos; aunque, al no alcanzar el numerario puesto a su disposición por el gobierno chileno, vióse obligado a poner plata de su bolsillo y a reducir el tamaño de aquellas, que tomaron proporción de corbetas; con visos de fragatas; y mi antepasado, inspirándose en la historia de Roma, bautizó a las gemelas: la "Horacio" y la "Curiacio". (En la vieja chacra de Aguirre, en San Isidro, yo me extasiaba de niño contemplando un antiguo grabado: el juramento de los Horacios, trillizos romanos, antes de lanzarse a la pelea con los Curiacios, trillizos de Albalonga. Creo que esa estampa habia pertenecido a don Manuel Hermenegildo, y reproducia al célebre cuadro de David existente en el museo del Louvre).
    Como Aguirre se hallaba vigilado en todo momento en Nueva York por los espias del ministro plenipotenciario español Luis de Onis, habia hecho figurar como dueños de aquellas cañoneras a los capitanes destinados a mandarlas: John Skinner de la "Horacio" y Pedro Delano de la "Curiacio". La escasez de fondos para contratar las respectivas tripulaciones -- unos 500 hombres -- obligó a hipotecar a la "Horacio" en 69.541 dólares y 45 céntimos a favor del prestamista Mateo L. Davis, por el valor de letras de cambio; en tanto el armamento -- 36 cañones para cada navío, balas, cuñas, sacatrapos, cureñas, atacadores, etc. se mantuvo oculto en dos paquebotes mercantes de bandera neutral, hasta que pudiera despacharse a Buenos Aires y, de aquí, a Valparaiso.
    Compelido a realizar esas actividades furtivas, don Manuel, además, estaba generosamente empeñado en todos los sentidos del vocablo cuando (dejemos que él lo relate con palabras de queja, escritas el 10 de agosto, dirigidas al Secretario de Estado Adams): "Hallándose aquellos buques prontos a partir a sus destinos, y con la dotación regular a estilo de comercio, se me comunicó una orden de arresto y prisión por el juez de los Estados Unidos residente en Nueva York comprendiéndose en ella a los capitanes de los buques, y dándose por causa haber sido violadas las leyes del país y haberse cometido delitos de alta traición. Cuatro dias de una custodia inquisitorial precedieron a la declaración del juez sobre la inocencia de nuestra conducta y, por con siguiente, quedamos descargados de tan altos crímenes. En el curso de tales procedimientos se inventaron tormentos hirientes a los sentimientos de delicadeza y honor de todo hombre de principios. Desde entonces los enemigos naturales del país han discurrido y ejecutado, por viles medios de intriga, el entorpecimiento de aquella expedición, unas veces seducidos y corrompiendo a algunos individuos de la tripulación de aquellos buques, otras induciendo y promoviendo cuestiones, directa o indirectamente, con el fin de causar gastos y pleitos, detenciones y demoras. En fin, señor, calculando sobre el principio de agotar los recursos que se hallaban en mi poder, han conseguido reducirme a la alternativa que es imposible proseguir en este empeño sin protección del gobierno general de los ciudadanos de estos Estados, o decidirme por la venta de aquellos buques al gobierno de estos Estados Unidos; pareciéndome, en este último caso, más prudente que el Estado de Chile sufra menos quebranto con esta determinación ... Ha sido tan poderosa la influencia de los enemigos comunes de nuestro país, que han conseguido inspirar la más desesperada desconfianza sobre el crédito y recursos de aquellos gobiernos (de Buenos Aires y de Chile); de modo que no siendo hoy en dia los medios efectivos que obran en mi poder capaces de soportar los gastos que originan la intriga de mis enemigos, no encontrando, por otra parte, protección bastante que me escude contra sus proyectos, he meditado, por último, la venta de aquellos buques al gobierno general, en caso de no hallarme capaz de despacharlos a su destino".
    Esta nota de Aguirre dedicada al jefe de la Cancilleria de Washington -- con el reproche de que "nunca tuve la satisfacción de ser contestado por V.E. sobre este particular" (de hacer construir y armar naves de guerra), lo cual "me colocaba en un estado de duda que equivalia a una prohibición", fué puesta en conocimiento del Presidente Monroe, y respondida por Adams al infrascripto el 27 de agosto. En su escrito, el Secretario de Estado reiteraba sus anteriores manifestaciones verbales de que el gobierno estadounidense consideraba a la revolución sudamericana como una simple contienda civil entre España y sus colonias, y que la "política declarada de los Estados Unidos, en estrecha conformidad con sus leyes existentes, era observar entre las partes una neutralidad imparcial"; por tanto "el presidente Monroe me ha encargado informar a usted que la administración ejecutiva no está autorizada para hacer compra de las dos fragatas que han sido construidas bajo su dirección en Nueva York". Adams admitió que Monroe procedia en el asunto "con cautela": "Usted ha pedido el reconocimiento del gobierno de Buenos Aires como supremo sobre las Provincias del Plata, mientras que Montevideo, la Banda Oriental y el Paraguay no sólo están poseidos de hecho por otros, sino bajo gobiernos que desconocen toda dependencia de Buenos Aires, no menos que de España" mañoseaba, dilatorio, el autorizado vocero de la Casa Blanca, calculando las ventajas del negocio con Madrid acerca de la transferencia de dominio sobre La Florida. Respecto a las inmunidades diplomáticas y prisión de nuestro representante, Adams interpretó que las credenciales de Aguirre le daban sólo carácter de "agente", sin el privilegio de exención de arresto personal. "De que usted haya sido sujeto al inconveniente de un tal arresto agregaba John Quincy es sinceramente sentido por el señor Presidente, pero es una circunstancia que no tiene poder para preveniria. Por la naturaleza de nuestra Constitución, el Superior Ejecutivo no posee autoridad para dispensar la ejecución de las leyes, excepto en los casos prescriptos por las leyes mismas". Y la nota, luego de considerar al equipamiento de barcos de guerra como acto violatorio de la neutralidad, concluía con estas significativas palabras: "Aún es imposible para mi decir que la ejecución de las órdenes de su gobierno (de comprar buques y armarlos para Chile) sea impracticable; pero el gobierno de los Estados Unidos no puede dar más la cara o participar en modo alguno o que se evada la intención de las leyes, ni menos dispensar su ejecución. De la amistosa disposición del Presidente hacia su gobierno, muchas pruebas han sido dadas. Yo soy encargado por él para renovar la seguridad de aquella disposición y asegurar a usted que continuará manifestándola en todo modo compatible con las leyes de este país y la observancia de sus deberes hacia otros. Yo tengo el honor de ser con alta estima, Señor, su más humilde y atento servidor: John Quincy Adams".
    El proceso criminal a Aguirre duró algún tiempo más. Llevado el asunto a la Suprema Corte, el alto cuerpo declaró la inocencia del encausado, fundándose en que si bien el presunto reo habia hecho construir, equipar y dotar de tripulación a los buques antedichos, no se pudo probar que él los hubiera personalmente armado.

    Consecuencias de la misión de don Manuel Hermenegildo

    Aquellas patrióticas gestiones de mi tatarabuelo en el país de los yanquis, desarrolladas en medio de tantos bemoles, dejaron sin embargo, para el futuro cercano, saldo favorable. Por lo pronto se planteó directamente, ante el gobierno de los Estados Unidos, el reconocimiento, como Nación, de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, cuya propuesta formal, tendría por corolario definitivo el mensaje de Monroe reconocedor de la independencia de los pueblos de Hispano América el 8-III-1822. En segundo lugar, esas diligencias y el arresto posterior del comisionado argentino, provocaron una corriente de simpatia en el Parlamento estadounidense, que coadyuvó al logro del reconocimiento pretendido. El diputado Henry Clay, sobre todos sus colegas, con fogosos discursos abogó por la aceptación oficial de las ex colonias hispanoamericanas como repúblicas. Era su tendencia -- al decir acertado de Carlos Pereyra en su Mito de Monroe -- "formar un grupo de naciones americanas con instituciones semejantes a los de los Estados Unidos; un sistema nuevo, dentro del cual podria desenvolverse el comercio de un modo ilimitado, sin los peligros a que le sujetaban las contiendas de Europa. Los Estados Unidos serían la cabeza del nuevo sistema, y no el ludibrio del europeo".
    Asimismo, la presencia de Aguirre en Washington sugirió a Monroe disponer el envio a Chile, al Perú y al Rio de la Plata, del agente William G.D. Worthington, quien arribó a Buenos Aires el 5-IX-l817, sumándose a Thomas Lloyd Halsey, el delegado comercial yanqui malquisto con Pueyrredón. En seguimiento de esto -- no obstante haberle negado Adams el exequátur a su compatriota David de Forest, como cónsul general de las Provincias Unidas en el país del Norte --, por iniciativa de la Casa Blanca se despachó para Buenos Aires una comisión de informantes confidenciales, integrada por Cesar Augusto Rodney, John Graham y Teodorico Bland, que llevaron de secretario a Henry Marie Brackenrigde, redactor, a su turno, de un Voyage to South América, suficientemente conocido. Dichos husmeadores oficiosos zarparon a bordo de la fragata "Congress" y tomaron tierra en la sede "directorial" porteña el 28-II-1818. Tras de corta estadia en este medio, ellos recogieron datos históricos y recientes noticias políticas, mercantiles y demográficas de las provincias rioplatenses, que, sacados a luz, en informes personales amplios y pintorescos, debieron, en buena medida, contribuir como elementos favorables al reconocimiento de nuestra independencia.

    Levan anclas las fragatas y llegan a Buenos Aires con Aguirre

    Cumplido un año y dos meses de permanencia en los dominios del Tio Sam, por septiembre de 1818, cual contrabandista escurridizo, don Manuel Hermenegildo, desde el puerto de Nueva York, a bordo de la "Horacio" al mando del capitán Skinner, pudo hacerse a la mar para Buenos Aires. Simultáneamente soltó cordajes la "Curiacio" a órdenes del capitán Pedro Delano (antiguo deudo de Franklin Delano Roosevelt?); y ambas mellizas náuticas -- con el benevolente disimulo de las autoridades portuarias neoyorquinas, sin duda -- desplegando sus velas al viento enfilaron sus proas rumbo al sur.
    Iban las fragatas desarmadas, con falaz apariencia de mercantes, completas sus dotaciones y avios bajo el amparo -- supongo -- del pabellón neutral de los Estados Unidos. Y el 3 de noviembre, frente al cabo San Antonio, extremo de la ensenada de Samborombón en la costa del Tuyú (hoy partido de Lavalle), Aguirre, embarcado en la "Horacio", envió por medio de un acompañante suyo, el General colombiano Pedro de Labatut, un mensaje al Ministro de Guerra y Comandante de Marina, Matias de Irigoyen de la Quintana (su tío 2º), informándole "la feliz llegada de la fragata ?Horacio? procedente de New York ... y me parece prudente -- advertia -- recelar que en la entrada del Rio podrían tal vez cruzar buques enemigos de nuestro gobierno, haciéndose necesario, en este caso, prevenir medidas adecuadas de cautela. He encargado muy especialmente a aquel General, me buelba con ésta información lo más brebe que le sea posible; y al mismo tiempo suplique a S.E., el Superior Director, se digne dirigir sus órdenes a fin de que dos de los mejores prácticos del Rio pasen a borde de ésta fragata para conducirla a ese puerto con seguridad, pués siendo su calado algo profundo, corre riesgo de encallar en caso de mala dirección. La fragata ?Curiacio?, de la misma descripción y procedente del mismo destino, si aún no se halla en ese puerto, es muy probable que dentro de pocos dias estará en este Rio, y yo sería de opinión que el buque conductor de los prácticos para la ?Horacio?, cruzare ocho o quince dias entre los cabos de Santa María y San Antonio, para dirigir aquella fragata a ese destino".
    Días después, el Director Pueyrredón le escribia a San Martín lo siguiente: "Don Manuel Aguirre llegó anteanoche en la fragata ?Horacio? que dejó enfrente de la Ensenada esperando práctico para entrar; de un momento a otro llegará también la ?Curiacio?, que salió de Norte América a un mismo tiempo. Ambas son de 36 cañones y en extremo veleras, pero su artillería viene en dos buques mercantes porque no se le permitió salir de otro modo. Me ha hecho ayer (Aguirre) una larga exposición de los contratiempos que ha sufrido y de las dificultades que ha debido vencer para llegar al término de su comisión. Escribe por este correo a O'Higgins, y sólo espera poner aquí listos los buques para trasladarse a Chile a dar cuenta personalmente de su encargo a ese Gobierno". (Archivo de San Martín, tomo IV, página 601).

    Correspondencia del agente chileno Zañartu con su gobierno y ulterior destino de las fragatas

    El representante diplomático de Chile en Buenos Aires, Miguel Zañartu, le hacia saber al Director O'Higgins y a su Ministro Joaquín de Echeverría Larrain, en sucesivas comunicaciones, estos pormenores -- pormayores dijérase mejor -- acerca de las embarcaciones traidas por Aguirre.
    * (11-XI-1818) "Se halla ya en la Ensenada el buque en que viene el comisionado de Norte América. Extraordinariamente he sabido que la artillería correspondiente a las fragatas viene atrás en un buque mercante fletado al efecto. Hasta ahora ignoro si traerá más piezas de las necesarias a la dotación de otros buques, según se le ha encargado".
    * (1-XII-1818) "Fondeó el buque fletado para transportar la artillería de las fragatas en esta rada (el 25 p.p.). Desde esa fecha he sido incesante en pedir a este gobierno, por cuenta del Estado, ya por notas oficiales ya verbalmente, el dinero necesario para pagar lo que ha devengado la tripulación, cuya cantidad ascendia a 10.000 pesos hasta el citado 25. Pero la escasez de fondos públicos no ha ayudado los deseos de S.E., y asi es que hasta la fecha insulta la gente, la más insubordinada del mundo y menos capaz de acomodarse a nuestra situación. Combinando los resultados sensibles de esta falta de auxilio, he empeñado el crédito de mi gobierno y del Señor General (O'Higgins?) con algunos amigos que me han ofrecido proporcionarme la cantidad necesaria para pagar el flete de la artillería, lo devengado por la tripulación y su nuevo enganche. No dudo de su desempeño y, en consecuencia, me atrevo a asegurar a V.E. (el Ministro Echeverría) que puede anunciar a S.E. (O'Higgins) saldrán las fragatas dentro de pocos dias, a pesar de estar aún hipotecadas al pago de cantidades crecidas que viene debiendo el Comisionado" (Aguirre).
    * (18-XII-1818) "Los comerciantes encargados de la suscripción que fueron Dn. Manuel Pinto, Anchorena (Juan José?), Arana (Felipe?), Aguirre (Juan Pedro?), Linch (Patricio?)", hicieron a Zañartu la propuesta de facilitar dinero, siempre que el gobierno chileno les otorgara privilegio exclusivo de introducir yerba en Chile, libre de derechos, obligándose ellos a no venderla a más de 10 pesos. En caso de concederse la ganga, los comerciantes favorecidos comprometianse a entregar en Buenos Aires, para el gobierno trasandino, la cantidad de 40.000 pesos en efectivo y 80.000 en letras sobre Chile, a 15 y 45 dias vista. "No he querido resolver sin consultar a V.E. -- informaba Zañartu --, espero la decisión por un extraordinario ... Yo suplico a V.E. que se comparen las entradas de la Aduana, para este ramo, con los 120.000 pesos que donan los proponentes, y me persuado que después de esta confrontación, el ofrecimiento no aparecerá desventajoso como se presenta a primera vista. Aún me restan los extranjeros (mercaderes ingleses, sin duda) a quienes pienso mover en el último caso con la amenaza de que se concederán privilegios exclusivos a los hijos del país, para hacer recaer las ventajas en los que hacen sacrificios".
    Pese a las empeñosas recomendaciones de Zañartu, nada de aquello pudo concretarse; como tampoco "el juego propuesto por Dn. Pedro de Lezica, consentido y conocido en Europa baxo el título de Roleta. Es una especie de Loteria, pero su mecanismo más análogo al juego de Banca (lo ilustraba Zañartu a O'Higgins) ... Se ha establecido por el proponente (en Buenos Aires) con la pensión de dar mil pesos mensuales a la Policia, pero con la amplitud de poner quantas cosas guste. En mis extremos apuros por mandar la fragata le propuse (a aquel "roletero" de campanillas: don Pedro Casto de Lezica y de la Torre Tagle) el allanamiento de V.E. para que se estableciese en la capital de ese Estado (Santiago), siempre que se me anticipase, en numerario, igual cantidad de la que aquí (en la porteña sede) exhivia por temporadas. Pero sólo se avanza a dar diez mil pesos por el permiso, haciendo entrar en sus cuentas los gastos de biaje, la incertidumbre de que alli tenga sectarios la invención y otros mil riesgos que entrevea. Como los goviernos nada pierden en estos permisos, pués ya que no pueden evitar los juegos deben regularlos y dirigirlos para moralizar, en cierto modo, a las gentes de esta profesión, yo habria admitido la propuesta ... sin embargo tres días más solo espero el resultado de otras diligencias pendientes sobre dinero, y, si no lo hallo, me tomo la libertad de aceptarla como último recurso para despachar esta maldita fragata, detenida solamente por falta de marineros". ( )
    Y bien, "esta maldita fragata" era la "Horacio", cuyos tripulantes impagos habían demandado al gobierno chileno a causa de "los manejos ocultos, fraudes y vicios que embuelbe la contrata" -- según opinaba Zañartu. "Pendemos -- añadia -- de la entrega que debe hacer Aguirre de las cuentas para terminar este pesado negocio. V.E. (O'Higgins) bien advertirá que aún cuando no sea pagable toda la demanda, siempre será preciso satisfacer al contado, sino toda la deuda liquida, al menos una buena parte. Yo no sé de donde sacar este dinero. Este govierno no lo tiene, ni aquí hay quien preste un centavo. Si V.E. resolviera sobre la proposición de la yerba, ya podríamos aplicar a este objeto parte de su producido...".
    Así las cosas, el gobierno argentino recibe la noticia del próximo arribo de un ejército de 21.000 soldados españoles, los cuales, bajo la jefatura del General O'Donnell, Conde de La Bisbal, se estaban concentrando en Andalucia, para ser transportados en 4 navios, 6 fragatas, 12 bergantines, otras tantas goletas y 26 cañoneras, surtas en la bahia de Cádiz. Tales poderosos efectivos se destinaban a la toma de Buenos Aires, foco principal de la revolución emancipadora en estas latitudes. (Posteriormente dichos efectivos fueron amotinados por Riego, el 1-I-1820, en "Cabezas de San Juan", con el propósito de restaurar en España la Constitución de 1812).
    Comoquiera, aquella noticia, comunicada por fuente segura a las autoridades argentinas, resultaba tremenda. Entonces nuestro gobierno pidió a O'Higgins le cediera la "Horacio" y la "Curiacio", a fin de integrar con ellas una escuadrilla que obstaculizase el posible jaque mate; mas como al poco tiempo se supo que la expedición enemiga cambiaba de rumbo, y que al Perú vendria un refuerzo de buques con tropas, los gobernantes chilenos reclamaron, otra vez, la pronta salida de aquellas dos naves que trajo mi antepasado Aguirre a Buenos Aires desde Nueva York.
    "Boy a proporcionarme medios para enganchar la marineria, que es lo único que falta a la fragata que se me ha entregado" -- le escribia Zañartu a O'Higgins el 3-III-1819. "Este gobierno no tiene (caudal); los particulares lo ocultan o lo niegan ... de manera que todas mis combinaciones han hallado un obstáculo inbencible. Espero que V.E. no extrañará que hallándome situado de este modo, tome el expediente de solicitar dinero por cualquier partido menos bentajoso". Zañartu, a renglón seguido, advertia el peligro de "que los Portugueses, resentidos de la prisión que sufre su agente de este pays, intenten una azonada sobre las fragatas, sin respeto a la bandera que las distingue. Esta sospecha está apoyada en denuncias que he tenido ... Por estos principios he mandado doblar la vigilancia a bordo; he aumentado la fuerza y no pongo pie en tierra buscando los recursos para hacerlas salir prontamente".
    Y los recelos del representante chileno sobre una "azonada" cobraron realidad en la "Horacio", cuyos oficiales y marineros impagos, al mando del capitán Skinner, cierta noche se sublevaron a fines del mes de junio. Esa fragata -- o corbeta --, que aún no habia recibido su armamento, levó anclas sorpresivamente, escapando de su fondeadero rio afuera. Más tarde se supo estaba en "el Janeiro", y que el capitán Skinner habia hecho entrega del buque al cónsul norteamericano acreditado en la capital carioca, para retornar él a los Estados Unidos. El cónsul, a su vez, ofreció de motu proprio el barco en venta; y el gobierno portugués, haciendo caso omiso de la reclamación diplomática entablada por Chile -- que apoyó también el Director Supremo argentino Rondeau, sucesor de Pueyrredón --, sin tomar en cuenta tampoco la carencia de títulos de propiedad y falta de personeria del vendedor, compró a la "Horacio" en 75.000 pesos (de los cuales 65.000 se aplicaron en pagar una hipoteca debida a Mateo L. Davies, según escritura otorgada en Nueva York en 1818). De esta suerte se agregó la nave a la armada "fidelísima" con el nombre de "Maria da Gloria", en homenaje a una hija del Principe heredero don Pedro -- futuro 1º Emperador del Brasil --, nacida tres meses antes. (En 1826, durante la guerra del Imperio brasilero con la República Argentina, la "Maria da Gloria" -- ex "Horacio" -- hostigó con sus andanadas a la flota del Almirante Brown, en los combates de Los Pozos y Quilmes).
    En cuanto a la "Curiacio", de 830 toneladas y artillada con 28 cañones -- cuyo envio urgían las autoridades chilenas para sumarla a su marina en el océano Pacifico --, zarpó el 13 de mayo (1819) de la rada porteña al mando del capitán Pedro Delano, y "dió la vela para el puerto de Valparaiso". "LIeva 213 hombres incluso tropa. La gente escogida y la fragata va bella" -- el piropo lo estampó Zañartu en uno de sus habituales informes a los gobernantes de su país. La corbeta -- ya nunca más la titularían fragata -- llegó a destino el 22 de junio siguiente, y trocado el nombre de "Curiacio" por el de "Independencia", fué incorporada a la escuadra de Cochrane, como lo hizo saber por oficio a su gobierno el representante argentino en Chile Tomás Guido. Después participó la nave en las operaciones del Ejército Libertador del Perú; y el 8-1X-1820, en el puerto de Pisco, tras temerarios abordajes, el guerreante velero apresó a dos bergantines y a un guanero enemigos -- hazañas que quizás no llegaran a conocimiento de su olvidado padrino tutelar: Manuel Hermenegildo de Aguirre.


    Trámites y trajines de Aguirre para cobrar su deuda. Enojo con Pueyrredón

    Estractaré ahora, en la forma más comprimida posible, el largo proceso emprendido por mi tatarabuelo para obtener lo que le quedó debiendo el gobierno de Chile -- o en su caso el de las Provincias del Rio de la Plata -- por la construcción, armamento, equipo, seguros, fletes y demás gastos desembolsados allá en Norteamérica, para aparejar aquellas dos naves que sabemos, hasta ponerlas, con sus tripulaciones completas, en la rada bonaerense.
    La cuenta de referencia totalizaba la suma de 318.989 pesos con 61 centavos, de los cuales Aguirre habia recibido 266.891 con 43 centavos, en giros y letras que hizo efectivos en los Estados Unidos, incluyendo aquellos 100.000 pesos que le anticipara San Martín al embarcarse don Manuel para Baltimore. Por tanto, la diferencia de 52.098 pesos con 18 centavos a favor del Comisionado -- sin contar gastos personales y la gratificación prometida -- era lo que éste reclamaba al Estado chileno. Así consta en la factura que el acreedor presentó, a su arribo de Nueva York, al representante del gobierno trasandino en Buenos Aires, Miguel Zañartu, el 18-XI-1818.
    Pero transcurrieron cerca de tres años, y las diversas gestiones y reclamos hechos por don Manuel, directa o indirectamente, ante las autoridades de aquende y allende los Andes, para lograr el abono de su deuda, fracasaron del todo. Entonces, el 12-VII-1821, Aguirre presentó un escrito al Gobernador porteño Martín Rodríguez, en el cual decía: Que por convenir al honor y crédito de la Provincia, y al suyo particular, solicitaba que el Director que fué del Estado el año 1817, declare o informe ... si se halló autorizado por el Soberano Congreso para conferir, en los términos en que confirió, la comisión a Norte América en el Infrascripto ciudadano"; el cual aprovechaba "la eventualidad de la permanencia del citado ex Director en el Pays", para con la declaración de éste, "deducir mis acciones donde corresponda". El Gobernador Rodríguez, en concesuencia, proveyó mediante decreto que Don Juan Martín de Pueyrredón "informe sobre los particulares que expresa el interesado".
    La presentación de Aguirre y el decreto de Martín Rodríguez fastidiaron a Pueyrredón, quien contestó al Gobernador 'Yo estaré siempre tan pronto como gustoso a prestar a V.E., particularmente, cuantos conocimientos y noticias me haga V.E. el honor de suponerme y puedan conducir al mejor desempeño de V.E. en los negocios públicos, pero no me es dado satisfacer de oficio a intereses particulares en materias que tocan directamente mi manejo como Director del Estado. La Autoridad Soberana que me colocó en el mando Supremo, me dió Leyes para mi conducta ... El ex comisionado se halló en esta Capital en el tiempo hábil de mi residencia ... debió entonces exigirme legalmente las noticias que hoy reclama su honor y su crédito particular ... No lo hizo, y expiró exesibamente el término de la Ley que me sujeta a semejantes contestaciones ... La solicitud del ex comisionado a N. América es extemporánea y viciosa, y yo no puedo contestar a ella sin violar las prerrogativas de la Autoridad Suprema que exercí". "No quiero detenerme -- concluia don Juan Martín -- en la poca civilidad con que se expresa el ex comisionado en su pedimento, cuando dice que hace ahora esta solicitud por la eventualidad de la permanencia del ex Director en el País, por que este concepto es un desaire personal que no conduce al intento, y al que quiero dar el mérito que en si tiene: pero no puedo pasar en silencio la extrañeza con que veo que dos Ministros Letrados (el asesor Alejo Villegas y el fiscal Juan Francisco Acosta) han aconsejado a V.E. ... el decreto citado".
    Sin más tardar (17 de julio) Aguirre insistió ante el Jefe de la Provincia a fin de que, conforme a los dictámenes del Fiscal de la Cámara y del Asesor gubernativo, el ex Director Pueyrredón evacuara el informe de referencia. Observaba el interesado que ese asunto no atañía sólo a intereses particulares, sino a públicos entre el Estado, un ex Director y un ex comisionado a Norteamérica; "no obstante -- estampaba con acrimonia -- es de extrañarse cómo el ciudadano Pueyrredón haya olvidado tan pronto la historia de nuestro país, en la que aspirando él a ocupar la primera página, quiere vendar los ojos a sus ciudadanos sobre su conducta política: Nosotros lo hemos visto en repetidas ocasiones atropellar en otros esas mismas Prerrogativas Supremas que quiere hacerlas tan altas y venerables en su persona; y hemos visto que este Pueblo, justamente irritado, ha encorvado tiranos, y se ha avanzado a pedir razón de su conducta a los Jefes que lo han governado, por Supremos que ellos se creyesen, y por más alta que fuera la Soberania de donde arrancan ellos su poder". Aguirre sostenia que el ex Director cometia gran injusticia al negarse a declarar en una acción pública relativa a las obligaciones de la Nación con sus servidores. "Si los particulares que hayan sido sacrificados por una Administración arbitraria no tienen el amparo de un gobierno que sostenga sus derechos -- continuaba el reclamante --, valdria más el triste desengaño que convenciese y persuadiese la necesidad de mirar cada uno para su propia defensa y seguridad, o la de una absoluta expatriación de un país donde el gobierno no pudiese proteger con la Ley al ciudadano". "El Ex Comisionado -- puntualizaba éste -- no habria aceptado la comisión a N. América a saver que el Director se hallaba escudado con una Ley discrecionaria que disminuia, sino lo dispensaba, de toda responsabilidad que era anexa a su enorme poder". Aludia después Aguirre al juicio de residencia que se le hizo a Pueyrredón al ser separado del mando, en cuyo trámite se "podia con livertad formar al ex Director cargos justos o injustos contra su administración, en un tiempo en que en la obscuridad de la noche se suspendia la seguridad individual, y se remitían barcadas de ciudadanos a Martín García: a unos se ponían en prisión por meras sospechas, y a otros se perseguia de un modo sordo y baxo cuerda, hasta ponerlos en estado de perecer de miseria con sus mujeres y sus tiernos hijos". Y terminaba don Manuel Hermenegildo suplicando al Gobierno no hiciera lugar a la excepción opuesta por don Juan Martín, y se sirviera mandarle evacuar el informe solicitado. Este enérgico reclamo no prosperaria, mas las relaciones entre el sobrino y su tío político quedaron cortadas.
    Al mes siguiente (27-VIII-1821) nuestro "ex comisionado" presentó otro escrito al Gobernador de Buenos Aires, manifestando resultar "injusta y enormemente onerosa la privación de sus bienes y propiedad por tanto tiempo, por cuyo motivo se halla empeñado su honor y su crédito, no sólo en esta ciudad, sino en los paises extranjeros, donde debió ejecutarse aquella comisión". En términos estrictos, mi antepasado pedia que reconocida que sea la cuenta presentada, se agregue a la deuda pública del Estado; y que a proporción de los recursos y entradas del erario, se la vaya satisfaciendo lo que resulta a su favor, de modo "que sea posible y conciliable a las urgencias y apuros del gobierno".
    Y no le faltaba razón ni derecho a don Manuel Hermenegildo en dirimir el asunto ante el Poder Ejecutivo bonaerense, puesto que el gobierno argentino -- por medio de su Director Supremo -- habiase comprometido a garantizar el convenio que ajustara con el recurrente, facultándolo "para empeñar el crédito del Estado de mi dependencia (según dijo Pueyrredón) sobre el religioso cumplimiento de lo que de mi orden ha sido garantido por el Capitán General don José de San Martín ... empeñando al efecto los respectos y dignidades de la suprema autoridad nacional". Aval, éste, subsidiario a las garantias que el gobierno de O'Higgins habia otorgado a Aguirre para que en Norteamérica, a nombre de Chile, llevara a cabo sus contrataciones navales.
    El Gobernador Rodríguez, ante dicha presentación escrita, dió vista de la misma al Fiscal sustituto de la Cámara de Justicia José Francisco Acosta, quien expuso: Que las obligaciones contraidas por nuestro gobierno no eran directas, sino subsidiarias, y para el caso que el Estado de Chile no cubriese el haber del ciudadano suplicante, el cual debia efectuar primero sus reclamos ante el gobierno trasandino.
    El gobierno porteño (7-X-1821 ) tras este dictámen, por resolución del Ministro de Hacienda Manuel José García (que 4 años más tarde casaria con una hermana de Aguirre), se consideró libre de la garantia de marras. García opinó que la naturaleza de tal fianza no tuvo "legalmente otro objeto que el de asegurar a los gobiernos, o a los particulares extranjeros, para el caso en que subyugada por enemigos la república de Chile fuera imposible alli el pago de las cantidades que se hubiesen anticipado a su agente en los Estados Unidos, las que deberían ser satisfechas entonces por el tesoro de las Provincias Unidas". Pero al encontrarse en la fecha más asegurada que nunca la independencia de Chile, la provincia argentina se hallaba fuera del caso de la garantia en cuestión. Ello no significaba negarse ese gobierno, "por la protección debida a sus súbditos, de recomendar al gobierno aliado de Chile, si necesario fuese, la preferencia posible en el pago de aquellas cantidades liquidas a favor del ciudadano Aguirre".
    La respuesta del interesado contra las razones que aducia este decreto se produjo inmediatamente, y en nota al Ministro de Relaciones Exteriores Bernardino Rivadavia, mi tatarabuelo argumentó de la siguiente manera: "Supóngase, por un momento, que la república de Chile, sin ser subyugada, no pueda o no quiera cumplir sus empeños, ¿seria justo que el agente no pudiera reclamar entonces al garante por el religioso cumplimiento de sus promesas, con tanto mayor motivo cuando éste (agente) se halla en el caso de haber contribuido con sus propios intereses y compromisos de su crédito particular para el logro del objeto de su comisión? ¿Con qué medios coercitivos podria él mismo requerir del gobierno de Chile la justicia que reclama, en casos de resistencia? ¿Cómo seria justo que no sólo se viese obligado a ausentarse de su país y familia, sinó que a expensas suyas se mantuviera en un país extraño, entretenido a la discreción de aquel gobierno?". Y don Manuel terminaba considerando a la interpretación dada a su problema por el Ministerio de Hacienda, "tan ilegal como contraria al tenor de los documentos de referencia": o sean las garantias que en 1817 estipularon el Director Supremo Pueyrredón y el General San Martín.
    Formulada esa "apelación a Poncio Pilatos" -- redivivo en Martín Rodríguez, Manuel José García y Bernardino Rivadavia -- vióse don Manuel Hermenegildo "obligado a ausentarse de su país y familia", presentó la renuncia de vocal presidente de la Junta Protectora de la Libertad de Imprenta, que ejercia a la sazón, y, "a expensas suyas", viajó a Chile a fin de hacer valer su derecho frente al gobierno de O'Higgins.

    Los reclamos se extienden al otro lado do los Andes

    El 14-III-1822, Aguirre reanuda en Santiago la instancia interrumpida ante las autoridades de Buenos Aires, presentándole al Ministro de Relaciones Exteriores transcordillerano Joaquin de Echeverría, una amplia exposición escrita con su demanda. Manifestaba en ella que desde su retorno de los Estados Unidos habia reclamado el pago del saldo a su favor por los gastos efectuados en el país del norte, y que no podia atribuir el poco miramiento del gobierno hacia su causa, sinó a las premuras que exigia la guerra de la independencia; pero que cesado ya tan poderoso motivo, juzgaba muy del caso fuese atendida su solicitud. "Observará V.S. también -- recalcaba Aguirre en su escrito -- que el rigor con que se me ha exigido acreditar las cuentas con documentos fehacientes, no sólo excede los términos de las instrucciones (de San Martín), en que nada de esto se previene, sino que invade el honor y buena fé que supone por base y fundamento dicha comisión y la naturaleza de la misma". "En vista de lo perjudicial que me es la permanencia por más tiempo en esta capital, por el abandono en que he dejado mis negocios privados y mi familia en Buenos Aires", proponiale don Manuel Hermenegildo a O'Higgins -- por intermedio del Ministro Echeverría -- renunciar al premio extraordinario de 100.000 pesos, a que se habia comprometido pagarle el gobierno chileno en el caso de tomarse Lima, a cambio de "que se me satisfaga en letras o billetes sobre la aduana, el saldo que resulta a mi favor de 52.098 pesos y 18 centavos, que se halla en la cuenta presentada del expediente indicado.
    El gobierno chileno dió vista de esta presentación al Tribunal de Cuentas, adjuntándole, por separado, las notas que sobre ese objeto recibiera de Zañartu, su agente diplomático en Buenos Aires. Dicho organismo, a su vez, aconsejó a O'Higgins la conveniencia de una transacción con Aguirre, y a propósito de los comprobantes que acreditaban la cuenta de éste, estimó "que eran quasi bastantes, atendida la clase de Comisión, y que sólo había comprobado sus guarismos, por estar en idioma inglés, pués si se hubieran de traducir seria interminable el juicio de la cuenta y siempre vendríamos, en gran parte, a descansar en la buena fé del Comisionado".
    Acto seguido, el gobierno designó una junta integrada por el Ministro de Hacienda José Antonio Rodríguez, por el Decano del Tribunal de Cuentas Rafael Correa de Saa y por el Contador de la Casa de Moneda Anselmo de la Cruz, quienes, a continuación, delegaron en el citado de la Cruz y en el Alcalde de la Aduana Francisco del Rio, la tarea de examinar las facturas relativas a la compra de buques en Norteamérica presentadas por Aguirre. Y yendo y viniendo en esto, ambos funcionarios observaron que "aunque dichas cuentas no estaban documentadas bastantemente, tanto por no ser originales los documentos a que se refieren, como por hallarse en otro idioma", ese débito podía aceptarse en principio como válido; mas al no haber arribado la fragata "Horacio" a puerto chileno, había que descontar su precio de los 264.567 pesos que figuraban como el costo que, en Nueva York, pagó Aguirre por esa nave y su melliza la "Curiacio". De tal forma, cabía reconocer sólo la mitad de esa suma. Tampoco -- a juicio de los contadores susodichos -- correspondía que Aguirre cobrase la comisión del 5% sobre las partidas recibidas, ya que se le abonaban todos los gastos y un premio de 12.000 pesos. En consecuencia, eliminados los pesos (9.751) tocantes a la comisión, junto con la rebaja íntegra del valor de la fragata "Horacio" (132.333), resultaba un saldo contra Manuel Aguirre, y a favor del Estado de Chile, de 89.937 pesos con 4 reales.
    A argucias de semejante calibre, amañadas con burocrática impavidez, contestó el reclamante que los documentos originales eran de sobra conocidos por O'Higgins y sus colaboradores inmediatos. Que lo mismo les constaba la llegada de la "Horacio" a Buenos Aires junto con la "Curiacio", de cuyos navíos se habia hecho cargo, a los pocos dias de anclar en balizas, el delegado chileno Miguel de Zañartu. Recordaba Aguirre que estando hipotecada la "Horacio" por valor de letras de cambio y por el monto de los sueldos de oficiales y marineros, no fué posible nacionalizar a dicha fragata antes de cumplirse, por el gobierno comitente o su garante, las deudas que, a nombre de ambos Estados, habia él contraido como agente de ellos en Norteamérica. Además, el nombramiento de Lord Cochrane para Almirante de la escuadra, efectuado por el gobierno chileno, estaba en oposición con el que hizo Aguirre en carácter oficial, dándole el grado de Comodoro al capitán Skinner de la "Horacio", "de acuerdo con la prevención que le tenia hecha el General San Martín". Esto, y la falta de pago al personal navegante, provocaron el motín desertor de la "Horacio": caso fortuito cuyo riesgo corría a cargo del gobierno de Chile, como lo consignaba el articulo 8º del contrato que celebró Aguirre con San Martín. Por último, la comisión del 5% sobre las partidas recibidas que requería el peticionario, era enteramente conforme a lo prevenido en el articulo 6º del contrato de referencia, y de uso común en el comercio. En cuanto a los 12.000 pesos asignados a Aguirre no tenían carácter de comisión, sino de indemnización, como claramente se expresó en el mismo contrato.
    Chicana va, chicana vuelve -- que no estaba completa ni debía figurar en autos la correspondencia reservada de Zañartu acerca del alzamiento y fuga de la "Horacio"; que Cochrane debía calcular el valor aproximado de la "Independencia", ex "Curiacio", y hacer inventario y avalúo del armamento recibido --, los personeros aquellos, nombrados por la directorial voluntad del jefe supremo de Chile, transferían la solución del caso Aguirre para las calendas griegas.
    Harto de aquel expedienteo interminable, don Manuel Hermenegildo, en virtud de que su convenio equivalía a un tratado público, propuso a las autoridades chilenas una amistosa transacción, que no prosperó de manera alguna. Así las cosas, desesperanzado del éxito de su reclamo, mi tatarabuelo pidió testimonios de las principales actuaciones y documentos obrantes en autos y, a fines de octubre de aquel año 22, con las copias de esos papeles autenticadas por el Escribano mayor de Gobierno Gerónimo Araoz, se vino para Buenos Aires; defraudado por O'Higgins, que otrora lo abrumó con elogios llamándole "Libertador", mientras prometía "cumplir inviolable y religiosamente todos los empeños y comprometimientos que Ud. emprenda en aquella Nación" (de América del Norte).

    Reanuda Aguirre sus gestiones en Buenos Aires

    Una vez en su patria, el 3-V-1823, don Manuel Hermenegildo se dirigió por nota al Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores Bernardino Rivadavia, planteándole de nuevo su caso. De ese documento transcribo los párrafos sustanciales: "Después del periodo de cerca de tres años del oneroso entorpecimiento que certifica el expediente que eleva a V.E. el que suscribe; después de la injusta privación de sus bienes y propiedad por igual tiempo; después de sentir empeñado su nombre y crédito en el destino adonde le condujo la agencia del gobierno de Chile y el de su dependencia, ha tenido el desconsuelo de ver interpretados, como nunca esperaba", el despacho de su nombramiento y garantías dadas por Pueyrredón y O'Higgins, y el convenio celebrado con San Martín. "Partió, pués, el que suscribe, al Estado de Chile; hizo allí cuantos esfuerzos pudo para que se le reconociera el crédito a su favor y se le satisfaciese; sufrió cuanto es decible, y los resultados fueron hostilidades encubiertas y manifiestas para eludir el pago, para desesperarlo y aburrirlo ... Al fin pidió sus pasaportes y se ha retirado entre grandes gastos en su ida, en su permanencia en la capital de Chile, en su regreso y entre no menores perjuicios por la separación en que ha estado de su familia, y por el abandono de sus negocios privados". Sostenía Aguirre, con verdad, que la alianza de las Provincias Unidas con Chile "nadie la ha contradicho, y la que enlazó la agencia que se le confió (a él en Norteamérica) está descubierta por un conjunto de circunstancias que la evidencian ... que hacen efectiva la garantía del gobierno de quien él (Aguirre) dependía; y son muy luminosas las cláusulas del convenio, de modo que el oscurecerlo es querer inferir restricciones que no son permitidas contra lo que entendieron las partes al tiempo de su celebración y aceptación ... El gobierno de las Provincias Unidas halló razones para ligarse con el de Chile en sus promesas ... y su razón (la de Aguirre) para aceptar la agencia fué bajo terminante garantía del gobierno de las Provincias Unidas, y en igual diploma que el gobierno de Chile" (Lo cual era una verdad de a puño: mi tatarabuelo no lo conocía a O'Higgins ni de vista, y éste extendió el nombramiento para un agente en yanquilandia en blanco, llenado después en Buenos Aires con el nombre de Aguirre por San Martín y Pueyrredón, quienes le pidieron encarecidamente aceptara ese sacrificio con la garantía material y moral del gobierno argentino). "Resta pués que V.E. conozca la injusticia del Estado de Chile -- proseguía la nota a Rivadavia --, y es ya de estrechante necesidad que V.E. salve el honor de su aliado: ello es muy duro, pero aún lo es más y seria una injusticia pretender que por ser el que suscribe un particular, lleve sobre sus hombros el peso de la injusticia de aquel aliado". Por tanto, el reclamante pedía a Rivadavia que, sin que sea su ánimo desistir de una transacción sobre el monto de su deuda, "se le satisfaga en proporción a los recursos y fondos del gobierno".
    Rivadavia dió vista al Fiscal Francisco Pico del escrito antedicho, y éste reiteró: "Si el Estado de Chile, como se queja el agente, le paraliza el cobro, este gobierno por ahora no debe mezclarse en la justicia o injusticia de tal proceder, dejando al Estado contratante y al agente en libertad de esclarecer y allanar sus gestiones, sin tocar más resortes que recomendar lo que ya ha prometido hacer, si necesario fuese". Así el Poder Ejecutivo porteño -- Pico y Rivadavia mediantes -- resolvía una vez más eludir el planteamiento de Aguirre.
    Pasan cuatro años y el Gobierno decide que en Chile Félix de Alzaga liquidara sus cuentas con dicho país. Entonces acá, el 4-VI-1825, los diputados José de Ugarteche, José Saturnino Hernando y el clérigo Miguel García, proponen en la Junta de Representantes tomar en consideración la causa justa de Manuel H. de Aguirre, "ciudadano recomendable por los distinguidos servicios que rindió, a costa de grandes quebrantos de su fortuna particular, y que el Gobierno autorizara a la misión confiada a Alzaga, mandar hacerle pago (a Aguirre) de los alcances que resultan a su favor, y cuya importancia se agregaría en la cuenta general que tenía con el Estado de Chile". Empero al debatirse esa propuesta fué desechada, alegando la mayoría de los legisladores que el crédito de Aguirre no estaba comprendido por no haber sido presentado a tiempo.
    Con posterioridad la casa Taitet y Cia. de Londres exigióle a Aguirre el pago del seguro procedente de los 100.000 pesos conducidos a Norteamérica; seguro que se contrató bajo fé del convenio celebrado en nombre de Chile y de las Provincias Unidas, cuyo cargo ascendía a la suma de 3.531 libras esterlinas y 7 chelines. Don Manuel, en razón de ello, efectuó otro reclamo al gobierno chileno por intermedio de Sebastián Lezica, apoderado suyo en Santiago, a quien se le contestó que allí habían extraviado el expediente original. Por tanto -- otra vez de Herodes a Pilatos -- Aguirre tuvo que ocurrir al gobierno porteño el 5-IV-1827, a fin de que encarara aquella -- diré -- endiablada negociación.
    Dada vista al Fiscal Acosta y al Asesor Pedro Somellera, ambos aconsejaron que debía exonerarse al peticionante de la responsabilidad del pago de tales deudas. Que respecto a aquella de los aseguradores Taitet y Cia., le era preciso al gobierno interesarse con el de Chile para lograr su pago, previniendo también la inconveniencia de retardarlo por el aumento de los intereses. Y el gobierno, que presidía Dorrego (Aguirre integraba entonces la Junta de Representantes) obró conforme al dictamen de sus letrados. Eximió a don Manuel Hermenegildo de la responsabilidad en las consabidas deudas, librando orden de pago a favor de Taitet y Cia. por el valor del seguro e intereses vencidos; mientras su Ministro de Relaciones Exteriores, Tomás Guido, daba curso a una correspondencia oficial con su colega trasandino, sobre reconocimiento y pago de las cantidades adeudadas a los acreedores de Chile, en perjuicio del erario de la Provincia de Buenos Aires.
    A todo esto los funcionarios chilenos, con una mala fé que asombra, seguían desde una década atrás haciéndole gambetas a aquella deuda flotante; concerniente -- valga el retruécano -- a las flotantes barcas que sabemos. En un memorial dirigido por don Manuel Hermenegildo al Ministro Guido, el 12-XI-1828, aquel decía que el colega de Chile alegaba "que mi cuenta no es más que un documento confidencial, y que no tiene otro apoyo que mi solo dicho; como si la vista y presencia de dos corbetas de guerra de 861 toneladas, 250 hombres, 36 piezas de artillería, cada una bien municionada de pertrechos navales de guerra y de boca, dejase de ser un hecho presenciado por todo un pueblo, y el documento más fehaciente y evidente de la cuenta presentada".

    Prosiguen las gestiones durante el gobierno rosista

    Durante la primera administración de Rosas, el Fiscal Pedro José Agrelo dictaminó se cancelara la cuenta de referencia, por "los graves males que se siguen con su demora al benemérito ciudadano don Manuel H. Aguirre". Tal resolución le fué comunicada al gobierno chileno por el Ministro Guido el 3-II-1830, exponiendo que el pago de dicha deuda "era reclamado por el honor de ambas repúblicas, y por la necesidad de reparar los perjuicios a un ciudadano que se ha distinguido y ha padecido por el servicio de ellas". Comoquiera el poder público trasandino en manera alguna se ocupó del caso Aguirre, a raíz, sin duda, de las turbulencias que siguieron a la abdicación de O'Higgins, entre "pipiolos" (liberales) y "pelucones" (conservadores). Sin embargo, al restablecerse la calma debida a la acción de Portales, era de presumir que habia llegado la hora de considerar aquella deuda pendiente que jamás se pagaría.
    Entretanto, en nuestro país, el gobierno del "Restaurador de las Leyes" dispuso que una comisión especial integrada por Mariano Sarratea, Miguel de Riglos y Félix de Alzaga, examinara las cuentas de Aguirre. Dichos caballeros aconsejaron al Poder Ejecutivo transar con don Manuel Hermenegildo, y reconocerle una cuarta parte de sus reclamos originales, sin interés. Ello conformó al interesado, no obstante reservarse el derecho de repetir contra el Estado de Chile por el resto de la deuda.
    De consiguiente el 15-X-1831 los Ministros de Rosas -- a cargo del gobierno, pués don Juan Manuel andava todavía en campaña contra las fuerzas unitarias de Córdoba, en apoyo de Estanislao López -- emitieron el siguiente decreto: "Visto este expediente por lo alegado por el ciudadano don Manuel H. de Aguirre, comisionado por el gobierno de la República de Chile y por el de las Provincias Unidas del Rio de la Plata para la construcción, armamento y equipo, en los Estados Unidos de América, de dos corbetas de guerra que se consideraban absolutamente necesarias para dominar el Pacífico y proseguir con ventaja la guerra contra la corte de España, hasta asegurar la independencia de Chile, del Perú y la de estas mismas provincias del Rio de la Plata; pesados igualmente los fundamentos asentados por el ministerio fiscal, y atendiendo: Primero: que después de haber el señor De Aguirre cumplido bien y a satisfacción de este gobierno su comisión, armando, equipando y conduciendo hasta este puerto de Buenos Aires las dos corbetas de guerra, ha consumido doce años en dispendiosas e inútiles reclamaciones ante el gobierno de Chile, para que sus cuentas fuesen reconocidas y pagados sus sueldos. Segundo: Que las varias recomendaciones e interpelaciones de este gobierno de las Provincias Unidas al de Chile, para que hiciese pronta y cumplida justicia al ciudadano De Aguirre no han podido surtir su efecto. Tercero: Que después de llenar este gobierno con lo que parecía exijir la consideración y el respeto debido a la dignidad y el honor del gobierno de Chile, ha resultado la ruina del ciudadano De Aguirre, agotada en gastos de pleitos y recursos interminables, con abandono completo de sus negocios y de su carrera mercantil, reducido a cesar en toda gestión ulterior por la imposibilidad de proseguirla en Chile; es llegado el caso de dispensar la protección que el gobierno debe a sus súbditos y que llenan la obligación de honor que ya le resulta con respecto al ciudadano De Aguirre, por la garantía que le prestó formalmente del exacto cumplimiento de las promesas y obligaciones contraídas con su aliado el gobierno de Chile; y porque seria deshonroso e impropio de la lealtad y buena fé de este gobierno, que habiendo el ciudadano De Aguirre confiado en su garantía se le dejase víctima de esa confianza, cuando se han pagado constante y cumplidamente las deudas y servicios hechos durante la guerra de la independencia, no sólo a extranjeros y naturales, sino hasta a los enemigos sin excepción. Por todo ello es que habiendo resuelto, a petición del ciudadano De Aguirre, conocer del negocio y nombrar una comisión compuesta de tres ciudadanos que arbitrasen sobre él, por cuya operación resulta un saldo liquido de 27.368 pesos y 3 1/2 reales moneda metálica de oro o plata a favor del mencionado don Manuel H. de Aguirre, con lo que se ha conformado éste; el gobierno, de conformidad con lo informado por la contaduría general, pedido por el ministerio fiscal y dictaminado por su asesor general, acuerda: Que considerando, como considera la justicia, le paguen por la tesorería general de la provincia al ciudadano don Manuel H. de Aguirre los 27.368 pesos ... que resulta alcanzar en las cuentas generales de la comisión a los Estados Unidos de América, con lo que, y salvas las reservas que hace (de repetir contra Chile), debe quedar chancelada y fenecida toda obligación por parte de este gobierno, y agregarse dicha suma a su cuenta pendiente con el de Chile, a quien se dará aviso por turno. Se pase original este expediente a la Honorable Sala de Representantes a fin de obtener la debida autorización para el pago". Firman: "Anchorena" (Tomás Manuel, Ministro de Gobierno y de Relaciones Exteriores), "Balcarce" (Marcos, Ministro interino de Guerra y Marina), y "García" (Manuel José, Ministro de Hacienda). Y el 31-VIII-1832, la Junta de Representantes aprobó lo resuelto por el Poder Ejecutivo.
    Tres años más tarde (21 -X1-1835) Manuel Hermenegildo de Aguirre envió a los gobernantes de Chile un largo memorial con el repetido informe de su misión en los Estados Unidos en el cual apuntaba, además, la ulterior serie de trámites realizados para lograr el finiquito de sus cuentas. Pedía ahí, por enésima vez, a los mandatarios de la nación vecina -- el Presidente Joaquín Prieto y su célebre Ministro Diego Portales -- "una declaratoria sobre el modo de apreciar su comportación, que salvase su honra y dejase una buena memoria para sus inocentes hijos". Y en diciembre del mismo año, Portales le contestó no ser posible deferir su solicitud, por hallarse la gestión promovida pendiente para su resolución ante el Consejo de Estado.
    Otro escrito despachó enseguida mi tatarabuelo requiriendo a aquellas autoridades recomendasen al Consejo estatal pronto despacho de ese asunto, pués "hacía 17 años que habia tenido el honor de desempeñar la comisión conferida, no habiendo recibido la satisfacción de obtener de ese gobierno la declaración tan justa que expresamente solicita ahora, y es ver si como comisionado de ese gobierno en Norte América he cumplido bien o nó, y a satisfacción del mismo, la expresada comisión. V.E. no puede ignorar que el silencio, en este caso, envuelve un ataque bien manifiesto a mi honor, estimación y crédito, por las sospechas que en sí encierra, y que ha servido de instrumento y arma para lastimar mi reputación". Aguirre señalaba que los fines de su comisión, admitidos "como contrabando de guerra" por el mismo Estado chileno, requería "se guardase la consideración debida en las formalidades que se exigían para justificar las cuentas". Que bueno era tener presente que el enganche de 500 hombres en los Estados Unidos, era calificado de "robo de hombres", por lo cual no pudo Aguirre exigir allá "documentos justificativos de lo que se llama crimen". Que siempre consideró para liquidar aquella deuda, que lo más honorable para todos seria una transacción, en cuya virtud pudiera el gobierno de Chile, "si no podía satisfacer una suma de consideración de pronto, lo realizara en pequeñas porciones y en distintos y remotos periodos que, como no llevan intereses, debe quedar chancelada y concluida (dicha deuda) en tiempo dado".
    La administración chilena, empero, nada resolvió hasta 1840, en que propuso a Aguirre someter sus diferencias al juicio de árbitros, lo cual mi antepasado aceptó; nombrando, por su parte, árbitro suyo al Encargado de Negocios estadounidense en Santiago, Ricardo Pollard, o a quien éste nombrase, y por su apoderado especial a Santiago Ingran.
    Tres años después moría don Manuel Hermenegildo, y su larga demanda ante el gobierno trasandino quedó suspendida. En su testamento (8-XII-1843) manifestó solemnemente el causante: "Se me abonaron por el superior Gobierno 283.520 pesos moneda corriente (¿incluidos a aquellos 27.368 en metálico?), por cuenta de lo que se me debía por mi viaje y comisión acerca del gobierno de los Estados Unidos. Del mismo modo declaro que el gobierno del Estado de Chile" me adeuda 100.000 pesos plata, que prometió pagar por dicha comisión, y aunque considero éste crédito de difícil cobro, encargo muy particularmente a mis Albaceas y a mis hijos, practiquen las diligencias que deben hacer y crean necesarias para hacerlo efectivo".
    Tras el extenso relato de la misión de Aguirre en los Estados Unidos, con la secuela de un cuarto de siglo corrido en fracasadas reclamaciones sobre los gastos por él adelantados de su bolsillo para proporcionarle dos naves de guerra a Chile, que Chile nunca pagó; vuelvo a la biografía de mi tatarabuelo, interrumpida a principios de noviembre de 1818, cuando el regreso de éste a bordo de la "Horacio" al puerto de Buenos Aires desde Nueva York.

    Casamiento do Aguirre y crisis del año 20

    Don Manuel Hermenegildo, antes de partir hacia el país de los yanquis, estaba comprometido para casarse con Victoria Ituarte Pueyrredón, sobrina carnal del Director Supremo. (Ver los linajes de Ituarte y de Pueyrredón). Conforme a ello, al mes de llegar el novio de Norteamérica, formalizó en la Curia porteña su contrato matrimonial con dicha niña, y ambos contrayentes recibieron en seguida la condigna bendición, según lo expresa el documento que original se guardaba en el incendiado archivo del Arzobispado metropolitano (legajo 129, año 1818, nº 107), cuyo testimonio, hoy en mi poder, dice textualmente así:
    "En Buenos Aires a nueve de Diciembre de mil ochocientos diez y ocho; Don Manuel Hermenegildo Aguirre, natural de esta Ciudad, de estado soltero, de edad de veinte y ocho años, aparroquiado en la Parroquia de la Catedral, hijo legitimo de Don Agustín Casimiro Aguirre y de Doña María Josefa Lajarrota; y Doña Victoria Ituarte, igualmente natural de esta Ciudad, también de estado soltero, de edad de diez y ocho años, feligresa de la antedicha Parroquia, hija legítima de Don Juan Bautista Ituarte y de Doña Magdalena Puirredón, que está presente y le da su consentimiento y licencia; por ante mí el notario de diligencias, habiendo procedido al juramento de estilo dijeron: Que para mejor servir a Dios Nuestro Señor, quieren de su libre voluntad contraer matrimonio, según órden de la Iglesia, mediante a que no tienen impedimento alguno canónico de cuanto se le ha explicado en el acto de esta diligencia, que firman de que doy fé. Manuel H. de Aguirre -- Victoria Ituarte -- Justo José Viera, Notario de diligencias.
    "Buenos Aires nueve de Diciembre de mil ochocientos diez y ocho. Mediante lo que resulta de la anterior diligencia practicada de nuestro mandado, y en atención a que por justas causas que se nos han manifestado, hemos dispensado las tres conciliares proclamas; procédase a la autorización del matrimonio que trata este expediente: Doctor Fonseca -- ante mí: Silverio Antonio Martínez, Notario Mayor Eclesiástico." "Nota: Que hoy nueve de Diciembre de mil ochocientos diez y ocho, el Señor Provisor Gobernador de Obispado, autorizó el matrimonio de Don Manuel Hermenegildo de Aguirre con Doña Victoria Ituarte, siendo testigos Don Antonio de las Cagigas y doña Magdalena Puirredón, y de mandato verbal del Señor Provisor, lo anoto en este lugar para que conste. Los derechos del Cura no ha pagado." Firma: "Martínez".
    Corren trece meses, y el 1-II-1820 a consecuencia del desbarate militar infligido en la cañada de Cepeda al Director Rondeau, por los caudillos federales de Santa Fé y Entre Rios, Estanislao López y Pancho Ramírez, tanto el régimen directorial como el "Soberano Congreso Nacional" son barridos definitivamente de la escena.
    El Ayuntamiento bonaerense, única institución que quedaba en pie, se hace cargo entonces de la Provincia con el nombre de "Cabildo Gobernador", y convoca a votar por electores, los cuales se encargarían de elegir a los futuros mandatarios provinciales. Ramírez y López por una parte, y por la otra el General de las tropas veteranas y de los cívicos locales, Miguel Estanislao Soler -- que había firmado un armisticio con dichos caudillos -- rechazan la autoridad del "Cabildo Gobernador" y exigen la formación de un nuevo gobierno elegido sin el influjo "de la administración depuesta".
    El Ayuntamiento, entretanto, reúne en Cabildo Abierto a 182 ciudadanos -- "gente sana del pueblo" -- citados por los Alcaldes de Barrio; y tales "vecinos honorables", presididos por aquel organismo municipal, eligen, el 16 de febrero, por pluralidad de votos (cada asistente votaba por dos nombres) a estos miembros de la Junta de Representantes, flamante institución depositaria de la soberanía provincial: Vicente Anastasio de Echeverría (que obtuvo 50 votos), Juan Pedro Aguirre (43), Victorio García de Zúñiga (35), Tomás Manuel de Anchorena (31), Juan José de Anchorena (30), Antonio José de Escalada (24), Sebastián Lezica, Vicente López y Manuel de Sarratea (14, cada cual), Manuel Luis de Oliden (11), Juan José Passo (10) y Manuel Obligado (9). Tales representantes, a su vez, eligieron veinticuatro horas más tarde, Gobernador de la Provincia a Manuel de Sarratea.
    Como partícipe de aquella cabildada a toda prisa, Manuel Hermenegildo de Aguirre votó por Victorio García de Zúñiga y por Vicente Anastasio de Echeverría; en tanto que por él sufragaron únicamente Domingo Belgrano y Francisco Mansilla. De suerte que en el aludido referendum, mientras mis tatarabuelos Juan José de Anchorena y Antonio José de Escalada alcanzaron 30 y 24 sufragios, uno y otro, el tatarabuelo Aguirre apenas sumó 2.
    A partir del 28 de febrero, se irán desencadenando en Buenos Aires golpes militares y maniobras políticas, durante cuya anárquica progresión ocuparán alternativamente la silla del gobierno: Manuel de Sarratea (4 días), Hilarión de la Quintana (interinamente una semana), otra vez Sarratea (6 días), Juan Ramón Balcarce (6 días), de vuelta Sarratea (1 mes y 21 días), hasta que, huérfano de apoyo, al discutido personaje lo hicieron renunciar los Representantes el 2 de mayo; mientras Tomas Manuel de Anchorena lo fulminaba con la acusación de intrigante internacional ligado al Conde de Cabarrús.
    Dos meses atrás, la Junta de Representantes se encontró reducida a cuatro miembros: Sarratea, como Gobernador presidía el Poder Ejecutivo; Echeverría, Paso y Juan Pedro Aguirre habían sido vetados por los caudillos federales triunfantes; Oliden aceptó el cargo de Ministro de Hacienda; y los Anchorena y Vicente López, por último, presentaron sus renuncias. Entonces la Junta decidió renovar sus integrantes y llamar a elecciones a los vecinos de la ciudad y la campaña, quienes designarían por mayoría de sufragios 12 y 11 Diputados, votando cada vecino por 3 candidatos. Y el 27 de abril realizóse el escrutinio de los Representantes urbanos, quedando consagrados miembros de esa segunda Legislatura: Tomás Manuel de Anchorena (con 212 votos), Ildefonso Ramos Mejia (con 180), Manuel Obligado (con 153), Juan José de Anchorena (con 136), Victorio García de Zúñiga (con 127), Juan Pedro Aguirre (con 119), Vicente López y Planes (con 105), Antonio José de Escalada (con 95), Francisco Antonio de Escalada (con 89), Miguel de Riglos (con 79), Juan José Paso (con 71) y Juan Alagón (con 70) . Inmediatamente en pos de Alagón venia Manuel Hermenegildo de Aguirre con 68 votos, sin alcanzar a ser electo. También muy alejado de éste, en la larga nómina de candidatos votados, aparece mi tatarabuelo Patricio Lynch, con sólo 10 sufragios.
    A todo esto, el Gobernador Sarratea tacha de directoriales, pueyrredonistas y monarquisantes aliados de Portugal, a Tomás Manuel de Anchorena, a Vicente López, a Juan José Paso y a Juan Pedro Aguirre, y pretende procesarlos por "alta traición". Pero el Cabildo desconoce tal veto, pués considera a la Junta único juez de sus Diputados. No obstante ello, Sarratea hace arrestar a Paso, a López y a Juan Pedro Aguirre, los cuales un día antes de la caida del arrestador recobran su libertad.
    Desplazado Sarratea, la Junta reunida el 2 de mayo, cubre la vacante de Gobernador, eligiendo jefe interino de la Provincia a Ildefonso Ramos Mejia. Y a los tres dias de ello, el cuerpo legislativo dispone que Manuel Hermenegildo de Aguirre, Manuel Pinto, Nicolás de Anchorena y Joaquín Belgrano o sea los candidatos más votados tras de los titulares -- reemplacen a los cuatro colegas enjuiciados.
    Empero, cinco dias más tarde, don Manuel Hermenegildo se excusaba por nota de incorporarse a la Junta, "por haber sido -- decía -- enbiado el año diez y siete por el gobierno directorial cerca de los Estados Unidos de Norte América, cuyo hecho supone ignoró el Pueblo quando sufragó a su favor" . Los señores de la Junta estimaron fuera de lugar los escrúpulos del presentante, quien fué llamado en seguida a la Sala, donde "se le recibió el competente juramento". Acto continuo, a propósito del veto impuesto por Sarratea a los legisladores que sabemos, la Junta acordo nombrar una comisión compuesta por Manuel Pinto y "Man. Hermenegildo Lajarrota" (sic), los cuales debían abocarse a estractar aquel famoso proceso e informar sobre su verdadero mérito a la Honorable Junta.
    En la sesión del 12 de mayo, la Junta recibió una "representación suplicatoria" de los miembros del disuelto Congreso Nacional, destinada a que se hiciese publicar por la prensa "ciertas piezas que señalan de su archivo secreto, desglozadas por el ex Governador Sarratea, quando publicó varias de sus actas" -- referentes, sin duda, a las tramitaciones para establecer acá una monarquía. Después de "encendidas muchas y opuestas consideraciones" -- según reza el acta del acuerdo respectivo --, Manuel Hermenegildo de Aguirre hizo moción "para que se suspendiese la decisión de este delicado y grave negocio, quando menos por un par de dias"; moción que resultó apoyada "cuasi uniformemente".
    Días más adelante (27 de mayo), el diputado Juan José de Anchorena propone a la Junta que siendo necesario tomar "medidas activas capaces de oponer vigorosa resistencia a los insultos y amenazas en que se ve provocada esta Provincia ... se nombre un Governador por ocho meses, con todas las facultades civiles y militares" y que se "nombre igualmente un Consejo cerca de este Xefe, compuesto de cinco individuos, suspendiendo esta Corporación las sesiones por quatro meses". Tal propuesta dio lugar a "muchos debates y discursos encontrados", aunque en definitiva los diputados, "quasi por unanimidad", resolvieron que continuara Ildefonso Ramos Mejia al frente de la Provincia. Solo el representante Aguirre Lajarrota no estuvo de acuerdo con esa decisión, y dió su voto a favor de su colega Juan José de Anchorena.
    En la inmediata sesión del 29 de mayo, el mismo diputado Anchorena dijo "que no debe considerarse distante de ser atacada esta Provincia" (por las montoneras de Estanislao López, de José Miguel Carrera y de su aliado Alvear), así resultaba preciso "se le franquearan restricciones que fuesen como trabas a la arvitrariedad y despotismo". A este propósito opinó Aguirre Lajarrota "que juzgaba necesario facultar ampliamente al Sr. Governador, con las restricciones de que no pudiera tener ingerencia en asuntos de justicia civil ni criminal, ni tampoco poder cargar impuestos ni contribuciones sin acuerdo de la H.J., a no ser que sea en los momentos de conflicto o alarma, en que sólo podrá hacerlo a consulta de su Consejo".
    Planteadas de esa manera las cosas, el 6 de junio, los Representantes designaron Gobernador Titular de la Provincia a Ildefonso Ramos Mejia por ocho meses, y, al propio tiempo, para asesorarlo a éste, establecieron un "Consejo Consultivo" integrado por Juan José Paso, Tomás Manuel de Anchorena y Mariano Andrade, y dos suplentes: Manuel Hermenegildo de Aguirre Lajarrota y el Brigadier Miguel de Azcuénaga.
    Un par de semanas después (20 de junio), el General Soler se pronuncia contra el gobierno, al frente de sus tropas acantonadas en Luján, y el Cabildo lujanero lo proclama Gobernador de la Provincia. Ramos Mejia renuncia entonces ante la Junta de Representantes; cuyo organismo se declara también disuelto por unanimidad. En seguida el Ayuntamiento de Buenos Aires asume el mando a través de su Alcalde de 1º voto Juan José Dolz. Pero Soler exige ser legalizado gobernante por el Cabildo, y esta corporación -- a la que se suman como simples particulares los ex representantes de la disuelta Junta: Manuel Hermenegildo de Aguirre, Juan José de Anchorena, Manuel Obligado, Juan Alagón, Francisco de Escalada y Victorio García de Zúñiga -- velando por "el bien y tranquilidad de sus Ciudadanos", acuerda dirigirse al General Soler para que concurra "a prestar el juramento de ley en esta Sala Capitular". El caótico proceso referido llegó a su punto más álgido aquel 20 de junio, llamado "día de los tres Gobernadores": Ramos Mejía (que hasta el momento habia gobernado 1 mes y 18 dias); el Alcalde Dolz (depositario del poder por unas horas); y el General Soler (que a partir de esa fecha gobernaría 10 dias, hasta su derrota por las huestes santafesinas de Estanislao López).

    Otros desempeños públicos y particulares do Aguirre

    En orden a distintas actividades al margen de la política, agrego que en aquel año 20 don Manuel Hermenegildo, con otras 50 personas, fué nombrado por el Cabildo, el 17 de enero, elector de los 9 individuos que debían componer la Junta Protectora de la Libertad de Imprenta; y que entre aquellos ciudadanos electores figuraban también mis tatarabuelos Patricio Lynch y Juan José de Anchorena.
    Posteriormente, el 17 de abril, el Cabildo aprobó la diligencia del remate de concesión anual para abastecer de carne a la población urbana, adquirida en 37.200 pesos por Aguirre, con la fianza de su cuñado Antonio de las Cagigas. Sin embargo, corridos dos meses, don Manuel renunció a seguir con ese importante suministro, que no le resultaba negocio, a causa de la "decadencia enorme que sufre su derecho por las escandalosas matanzas en los saladeros de esta ciudad y suburbios con destino al abasto público en corrales particulares, y a las dificultades que oponen algunos abastecedores en los corrales públicos, substrayendo los infractores el derecho establecido". De yapa, nuestro concesionario habíase atrasado en pagar su deuda al municipio, que, el 16 de diciembre, le canceló el privilegio carnicero, dándole "el plazo de seis meses para el pago de las cantidades en que resultó alcanzado, debiendo cubrirlas por terceras partes cada dos meses".
    El l9-VIII-1821 Rivadavia, Ministro del Gobernador Martín Rodríguez, se dirige al Consulado señalando los beneficios que reportaría al comercio bonaerense la instalación de una "Bolsa Mercantil", que "ha sido en todos los paises cultos uno de los medios que han dado más impulso y rapidez a los negocios". El Consulado puso buena voluntad en concretar la iniciativa de don Bernardino, y al efecto nombró dos comisiones: una integrada por Miguel de Riglos, Mariano de Sarratea y José María Milá de la Roca, que debía proyectar las bases de la nueva institución; y otra compuesta por José María Rojas y Patrón y Manuel Hermenegildo de Aguirre, encargada de redactar la ordenanza de corredores. La "Bolsa Mercantil" instalose el 1º de febrero siguiente en la misma casa que ocupaba el Tribunal Consular. Fueron sus 4 primeros corredores: Juan Manuel de Alzaga Cabrera, Camilo Velarde, Miguel del Cerro y Santiago Spenser Wilde. Empero la guerra contra el Brasil y nuestras luchas civiles paralizaron el funcionamiento de aquel ente comercial rivadaviano, que epilogó su sino en la inoperancia y el olvido.
    Asimismo Rodríguez y su Ministro Rivadavia habían nombrado (9-VIII-1821) una Junta de 12 ciudadanos (6 comerciantes y 6 hacendados) para que asesorara al gobierno en los asuntos de la agricultura, comercio e industria. Los expertos comerciales fueron Juan José de Anchorena, José María Rojas y Patrón, Julián Panelo, Manuel H. de Aguirre, Juan Alsina y Patricio Lynch; y los estancieros Juan Miguens, Joaquín Suárez, Lorenzo López, Agustín Lastra, José Domínguez y Mauricio Pizarro.
    En enero de 1822 -- muy poco antes que Manuel Hermenegildo partiera para Chile a fin de intentar el cobro de lo que el gobierno chileno le debía por la compra y equipamiento, en los Estados Unidos, de aquellas fragatas que sabemos -- falleció su madre María Josefa Lajarrota, en el viejo solar de sus mayores. Y cuando mi tatarabuelo estuvo de vuelta del país trasandino, compareció ante el Escribano José Cabral, el 21-I-1823, y en su carácter de Albacea de la finada expuso: Que daba en alquiler toda la casa mortuoria de ésta, "situada en la Plaza Mayor, calle de la Universidad" (hoy Bolívar), a don Félix Castro y Cia." por el precio de 180 pesos mensuales, "incluido el cuarto que ahora se halla de zapatería y la parte del almacén del Sr Pericena", "pués las más de las piezas se hallan vacias". Puntualizó la escritura que por el término de 10 años los propietarios del inmueble se comprometían a no desalojar a los inquilinos, aunque estos podrían dejar la casa al vencimiento de los 6 años del contrato, y no antes. La firma "Félix Castro y Cia." constituíanla Castro y Manuel Hermenegildo de Aguirre, como socios capitalistas, para explotar "la casa de café" intitulada "de la Victoria". Así, en la tradicional morada de mis antepasados maternos (ver el Apéndice del capítulo referente a Riglos), frente a la Plaza llamada entonces "de la Victoria", funcionó dicho clásico "Café", que con el de "Mallco" y el de "Los Catalanes" resultaron, en su tiempo, los sitios públicos porteños más famosos donde se bebía la aromática infusión brasilera.
    Tres años después (9-VI-1826), ante José Cabral, don Manuel Hermenegildo declaró libre al pardo Timoteo, comprado en 250 pesos a Juan Antonio Chaparro, por la "Sociedad de la Casa Café de la Victoria". Y el 24-IX-1827 -- ahora ante Manuel Cabral -- Aguirre hizo cesión, por 6.000 pesos, a León Monguillot, de la parte que le tocaba como accionista de la "casa café" de referencia; ello por liquidación final "de todo cuanto corresponderle pueda por el capital que puso". Tras de esa venta, mi tatarabuelo quedó separado de la sociedad con Félix Castro. Monguillot llevó adelante el negocio, transformándolo en acreditada confitería.

    El Banco Nacional

    En vísperas de "la aventura presidencial del señor Rivadavia" -- calificativo histórico que pertenece a don Vicente F. López -- el Congreso unitario creó, el 28-I-1826, el Banco Nacional. Su primer directorio, nombrado 5 días después por el Gobernador Las Heras, lo formaron: Juan Pedro Aguirre, como presidente, y Manuel Hermenegildo de Aguirre, Miguel de Riglos, José Maria Rojas y Patrón, Manuel Arroyo, Félix de Alzaga, Pedro Capdevila, Sebastián Lezica, Diego Brittain, Juan Zimmermann, Johsua Thwaites, Juan Molina, Manuel Haedo, Mariano Fragueiro, Braulio Costa, Mariano Sarratea y Francisco del Sar, como vocales.
    Esa institución se fundó por el término de 10 años, con un capital de 10 millones de pesos fuertes, que en realidad nunca pasaron de los 3 millones incobrables, arrastre de las renovaciones del empréstito Baring Bros. de 1824, aportados por el gobierno -- al decir del historiador Juan Pablo Oliver. El Banco Nacional -- del que mi tatarabuelo se retiró del directorio, al poco tiempo -- había tomado a su cargo el activo y pasivo y las acciones del Banco de Descuentos, establecido en 1822, bajo el auspicio de los Ministros del Gobernador Martín Rodríguez, Rivadavia y Manuel José García.
    Tal Banco de Descuentos, estuvo constituido por empresarios particulares, los cuales en sus tres cuartas partes fueron extranjeros, como su propulsor más efectivo, el británico William Castwright. Habíaselo autorizado para funcionar durante 20 años, con monopolio emisor de billetes, amén de gozar privilegios judiciales y exenciones impositivas. De hecho y de derecho esa sociedad -- indica Juan Pablo Oliver -- era la reguladora del crédito y economía de la Provincia. Estaba al borde de la bancarrota, cuando se la reemplazó por el Banco Nacional; cuyo destino fué también aciago: cayó en descrédito, paralelamente con la administración rivadaviana, de la que en realidad provenía; sus billetes no merecieron la confianza del público; y una vez que asumió el poder el "Restaurador de las Leyes", éste, haciendo honor a su apodo, respetó aquel plazo legal de 10 años para el funcionamiento de dicho organismo financiero. Cumplido su término en 1836, el mentado Banco particular -- Nacional de sobrenombre -- entró en liquidación, creando Rosas en lugar suyo un Banco de Estado, el Banco de la Provincia de Buenos Aires; mientras tomaba el gobierno a su cargo, a través de la Caja de Moneda, la facultad de emitir pecunia, que, como vimos, corría anteriormente por cuenta de agiotistas y comerciantes acaudalados metidos a banqueros.

    La "capitalidad" de Buenos Aires y el intento de dividir la Provincia en dos

    El 13-II-1826 Rivadavia, flamante "Presidente de las Provincias Unidas del Rio de la Plata", envia al Congreso, con su firma y la del Ministro Julián Segundo de Agüero, el proyecto llamado "de capitalidad"; el cual, tras apasionados debates, fué ley el 4 de marzo siguiente. La sanción parlamentaria -- sin modificar en nada dicha iniciativa del Poder Ejecutivo -- designaba a la ciudad y parte de la campaña de Buenos Aires capital de la República y sede de gobernantes nacionales; nacionalizando también todos los establecimientos bonaerenses, y las acciones, deberes y empeños contraidos por la Provincia, así como sus fuerzas militares.
    La periferia que quedaba "capitalizada" en torno al recinto propiamente urbano, era la comprendida, de Norte a Sur, entre el puerto de Las Conchas (Tigre) y la Ensenada de Barragán (hogaño rio Santiago), y de Este a Oeste, entre el Rio de la Plata y el de Las Conchas hasta el puente Márquez (que une al actual partido de Morón con el de Moreno), debiendo el resto del territorio bonaerense organizarse como Provincia bajo la dirección de sus autoridades. De esta suerte, aquellos políticos y congresistas unitarios le arrebataban a la histórica Buenos Aires su ciudad y su inalienable soberanía, con el propósito de convertir a las Provincias en simples entidades administrativas subordinadas al poder central.
    Mas no pararon ahí los estrafalarios designios reformistas de don Bernardino, y seis meses después (12 de setiembre), el Presidente eleva al Congreso otro plan encaminado a partir en dos a la Provincia de Buenos Aires, a fin de improvisar dos nuevas provincias: una al Norte, que se denominaría "Provincia del Paraná", con capital de San Nicolás de los Arroyos; y otra al Sud, nombrada "Provincia del Salado", con capital en el pueblo de Chascomús.
    Este intento peregrino ("salado" y que no serviría "para ná") conmueve a la opinión pública porteña. Los hombres del partido oficial movilizan a un grupo de vecinos de Chascomús y a otros habitantes de la campaña, quienes en sendos memoriales, con 420 firmas presentadas al gobierno, adhieren al plan divisionista rivadaviano. Frente a esa colección de nombres sin relieve mayor (fuera de Joaquín Campana, Manuel Ruiz Moreno, Juan Ignacio San Martín y alguno más), Nicolás de Anchorena se encarga de hacer firmar listas de protesta dirigidas al Congreso. Una, fechada el 2 de diciembre, con pedido de gran parte de los principales propietarios de La Matanza, Durazno (hoy Las Heras), Lobos y Navarro, "para que no se sancione el proyecto de división del territorio de Buenos Aires en dos provincias". Y diez días más tarde, don Nicolás remite cinco legajos al Congreso, con súplicas análogas firmadas por "un crecido número de propietarios residentes en la campaña", cuyas solicitudes, añadidas a la primera presentación, totalizaban 650 firmas, aproximadamente; entre las cuales hallamos la de Manuel Hermenegildo de Aguirre, quien dejó constancia que "suscribe por la individualidad de la Provincia tal qual ella era antes de la Ley de Capitalización".


    La enfiteusis rivadaviana

    Un documento existente en el Archivo General de la Nación, titulado Relación de los terrenos concedidos en enfiteusis desde el 27 de septiembre 1824 hasta el 1º de mayo de 1827, registra como enfiteuta en el "Partido de Monsalvo" a "M. Aguirre, Rojas y Cia.". Tal concesión fué puramente nominal; su realidad quedó solo ahí, en ese apunte oficinesco. También en 1826 obtuvo Manuel Hermenegildo 9 leguas cuadradas en enfiteusis en el actual partido de Azul; cuyo derecho transfirió a Felipe Arana en 1828, el cual lo cedió en 1837 a Juan José Lahitte y a Francisco Piñeyro Fernández; quienes adquirieron ese campo en propiedad en 1839.
    Mi tatarabuelo, por lo demás, nunca llegó a poseer efectivamente ni a trabajar en persona campo alguno de pastoreo, y del referido derecho al uso y disfrute de aquella tierra fiscal en Monsalvo -- 100 leguas cuadradas -- que compartía con Roxas y Patrón y otras personas, jamás se tuvo noticia en su familia; ni semejante negocio consta formalizado en ningún documento notarial ni en cartas íntimas. Por esos años sus actividades pecuarias consistían en la explotación de un saladero con Miguel de Riglos y Prudencio Rosas; como antes hiciera grandes acopios de cueros de novillo para exportarlos a Inglaterra y Francia; y, en 1820, él adquirió "en remate" -- por licitación, diré mejor -- aquel pasajero derecho a abastecer de carne a la ciudad.
    Cabe indicar que la imprevisión y el desorden caracterizaron a la ley de tierras públicas -- como lo demostró Emilio A. Coni en su irrefutable estudio La verdad sobre la enfiteusis de Rivadavia. A raíz de esa ley de enfiteusis, inmovilizaronse las tierras fiscales que habían quedado hipotecadas en garantía del empréstito inglés: un millón de libras (cinco millones de pesos fuertes).
    Tal empréstito formalizóse en Londres por intermedio de los banqueros Baring Brothers y Cia. "Para decir estrictamente la verdad -- puntualiza Roberto de Laferrere en su notable monografía El nacionalismo de Rosas --, del impréstito inglés lo que realmente entró al país, si algo entró de Inglaterra, fué una suma irrisoria, como que la operación real consistió principalmente en emitir documentos de crédito sobre los comerciantes ingleses de la plaza: ingleses de nacionalidad, pero con capitales formados o acrecidos en el país. Los ingleses, pués, nos prestaron lo nuestro y después nos lo cobraron con intereses como si fuera de ellos".

    Aguirre queda viudo. Es elegido Representante luego de la caída de Rivadavia y vota por Dorrego para Gobernador

    El 5-V-l827 se apagó la vida de Victoria Ituarte, después de dar a luz a su hijita Victoria, que habría de morir párvula. Dos meses más tarde caía Rivadavia del sillón presidencial, a consecuencia de la componenda de paz con el Brasil, que firmó su agente Manuel José García en Rio de Janeiro; pacto lamentable que cedía la Banda Oriental al Imperio enemigo.
    Aceptada la dimisión de Rivadavia (7 de julio), Vicente López y Planes es nombrado Presidente provisorio de la República. A los dos dias de ello, se convoca a elecciones para Representantes a la Legislatura; y cumplidos apenas cinco semanas del alejamiento de don Bernardino. el Congreso Nacional queda disuelto.
    Quince días después, Manuel Hermenegildo de Aguirre resultó electo Representante legislativo junto con Manuel Vicente Maza, Nicolás de Anchorena, Félix de Alzaga, Justo García Valdés, Felipe Arana, Pedro Medrano, Bernabé Escalada, Juan N. Terrero, Angel Pacheco, Victorio García de Zúñiga, Braulio Costa y Felipe Senillosa, entre otros; y estos y demás colegas -- en número de 31 -- eligen, el 13 de agosto, Gobernador de la Provincia y encargado de las relaciones exteriores nacionales, de paz y guerra, al Coronel Manuel Dorrego.
    He aquí el voto del Diputado Aguirre, de excelente factura y noble sentimiento: "Señor Presidente (del cuerpo legislativo, Felipe Arana): El individuo por quien estoy determinado a votar para el gobierno de mi país y que nombraré después, es un militar probado que ha hecho servicios distinguidos a la patria; es un ciudadano honrado, que ha defendido los derechos e intereses de la provincia con celo, energía y dignidad que le es debida, y con el suceso que hemos visto; es un padre de familia que llena sus deberes de acuerdo con los principios de moralidad que deben gobernar a toda sociedad bien arreglada. Pero, todo eso no sería bastante para preferir a ese ciudadano a otros de igual mérito que existen en el país. Lo que me impulsa a decidirme por él, es la experiencia que he adquirido de que es imposible gobernar bien a los hombres sin haber cursado antes la escuela de la adversidad y el infortunio; que el que no ha conocido sino la prosperidad -- por más ilustración que se le reconozca -- es insolente, inaccesible y duro con los desgraciados, e incapaz de buen gobierno. En ella (en la adversidad) lo he conocido y clasificado de hombre fuerte que sabe sobreponerse a la condición de un hombre desgraciado, abandonado a la piedad y a la compasión de unos extranjeros que lo apreciaron cuando conocieron su mérito. En ella ha aprendido él la verdadera sabiduría, que consiste en saber sufrir y abstenerse, en la moderación y prudencia con que él ha visto gobernar a los hombres en el lugar de su asilo (los Estados Unidos), y el modo práctico de hacerlos felices. Por todos estos motivos doy mi voto por el ciudadano don Manuel Dorrego".

    Aguirre es designado Ministro de Hacienda y no acepta el cargo

    Aquel mismo día el Gobernador asume el mando, cesa en sus funciones el Presidente provisorio Vicente López, y con él la institución presidencial como suprema jefatura del Estado. Poco después Dorrego forma su primer gabinete con los siguientes Ministros: de Gobierno, Manuel Moreno; de Guerra y Marina, Juan Ramón Balcarce; y de Hacienda, Manuel Hermenegildo de Aguirre.
    La designación de mi tatarabuelo estaba redactada en estos términos: "Buenos Ays. Agosto 17 de 1827. El Gobernador y Capn. Gral. de la Prova. ha acordado y decreta. Art. 1º: Queda nombrado el Sor. D. Manuel Hermenegildo Aguirre en clase de Ministro Secretario del Departamento de Hacienda. 2º: Estiéndase el correspondiente despacho, comuníquese a quienes corresponde y publíquese: Dorrego: Manuel Moreno". Y Moreno al remitirle copia del decreto al interesado (en oficio con el encabezamiento de "Viva la Confederación Argentina. Mueran los salvajes unitarios") le agregaba que el Gobernador espera "querrá admitir un cargo a que lo llaman los intereses del País, y cuyo exacto desempeño es garantía bastantemente por las notorias aptitudes y patriotismo que le acompañan".
    Empero diez días más tarde, Aguirre no aceptó el Ministerio ofrecido, "fundado en el mal estado de las finanzas, para las cuales se necesitaba un hombre bien preparado", como dijo en su renuncia. Y ese "hombre bien preparado" resultó el hacendista José María Roxas y Patrón; prefiriendo el dimitente mantenerse como legislador, antes que poner manos en el embrollo financiero que dejara la administración rivadaviana.

    Aguirre en la Legislatura

    El legislador Aguirre fue siempre responsable, enérgico y patrióticamente inspirado. En la sesión del 12 de agosto, junto con Felipe Arana y Vicente Anastasio Echeverría, se le nombró para redactar la minuta de comunicación que debía dirigirse a las demás Provincias, avisando el restablecimiento en Buenos Aires de la Junta de Representantes. Y el 17 del mismo mes, mi tatarabuelo fundamenta un proyecto de remoción de los Diputados porteños que integraron el Congreso Nacional. Creía don Manuel Hermenegildo que esos Diputados merecían castigo por haber contribuido a la capitalización de la histórica sede de su Provincia. Su proyecto establecía que: "los que promovieron y cooperaron a la infracción de la ley fundamental; los que acordaron y decretaron la disolución, partición y división de la Provincia, quedarán privados de los votos activo y pasivo hasta tanto justificaran que habían obrado de acuerdo con la voluntad y derechos de la Provincia que representaban". Y con énfasis porteñista mi antepasado "protestaba, ante los señores Representantes, que el día que viera a su lado en esta Honorable Representación a cualquiera de los que abiertamente se habían declarado en contra de los derechos e intereses de la Provincia, sin haberse purificado y justificado ante ella misma, abandonaría este puesto que creo ahora ocupar con honor, porque me consideraría impropiamente confundido, alternando con los que, en mi opinión, no son acreedores de la confianza pública". Tal proyecto de inhabilitar políticamente a los ex legisladores comprovincianos del ex Congreso Nacional, fué aprobado por la Honorable Sala.
    También sus colegas designaron el 1º de septiembre a don Manuel presidente del Crédito Público, en pareja con Bernabé Escalada como vicepresidente. Dicho organismo financiero del Estado equivaldría, en cierta manera, al actual Banco Central.
    No era por cierto don Manuel Hermenegildo un espíritu dado a la contemplación de abstracciones espirituales, ascéticas o místicas; su filosofía -- si podemos llamarla de esa manera -- era la del siglo de las luces: racionalista, cientificista, con ingenua fé en la libertad, en el progreso, en la filantropía, en la moral práctica; ideales todos ellos encerrados en preceptos para una religión sin misterios, que él vió florecer pujante -- y admiró quizás -- en los Estados Unidos de Norteamérica. Es así que, al discutirse en la Cámara de Representantes, el 2 y 5 de noviembre, un pedido de autorización para aumentar el número de monjas Catalinas en la ciudad, mi tatarabuelo -- fiel a aquella ideología acerca del mundo y de la vida -- se opuso a esa demanda. "No es el número --dijo -- de 10, 20 o 30 el que yo creo han tenido presente los señores Diputados para oponerse al aumento, sinó los principios; y sobre esto no se ha dicho nada. El primer principio que creo está atacado aquí, es el de la libertad. Yo entiendo por libertad el derecho de poder hacer lo que no ofenda el derecho del hombre. El otro principio es el que los conventos no son la Religión; puede haber Religión Católica, Apostólica Romana en el país, sin que haya conventos. Y el otro, que en un país despoblado como es éste, en que hay para un habitante una legua cuadrada, todo establecimiento que proteja el celibato es antipolítico. Estos son los tres principios que yo he tenido en vista y he aducido en la sesión anterior para oponerme al aumento del número de monjas. Por lo que respecta a la comparación que acaba de hacerse del matrimonio con la profesión de las monjas, yo diré que hay más libertad y más medios de poder remediar cualquier mal que haya en el matrimonio, que no en el monasterio; porque en el monasterio no hay más remedio ni más arbitrio que sufrir o morir o volverse loco. Pero lo principal es la capacidad de esas niñas para hacer esos votos, porque son menores de edad, y no saben lo que hacen; por lo que ni la ley civil les permite votos en los juicios. A la verdad, es lo más horroroso que pueda permitirse en un país civilizado, el que una niña de esa edad entre a hacer unos votos que no sabe si podrá cumplirlos o no. Por tanto, mi parecer es que el número de monjas sea el de antes, y no se haga novedad".
    En la sesión secreta del 4 de diciembre, a propósito de la Convención Nacional que se había reunido en Santa Fé, con dos diputados por cada provincia, a fin de nombrar al Presidente definitivo de la República, que se organizaría bajo el sistema federal (cuyos móviles frustraron acontecimientos políticos posteriores), don Manuel Hermenegildo observó que en las instrucciones dadas a los diputados de Buenos Aires -- Vicente Anastasio Echeverría y Domingo Victorio Achega -- nada se les decía acerca de las bases que, en dicha Convención, ellos debían establecer "para que el Poder Executivo pudiese aceptar o negociar la paz con el Emperador del Brasil, y que éste era un punto esencial que no debía omitirse en las instrucciones". Indicación de Aguirre que no prosperó, por estar -- dijo el Presidente de la Sala, Victorio García de Zúñiga -- "concluído este asunto".
    A lo largo de esos años 1827-28, el legislador Aguirre había intervenido -- cual lo apunta Alberto Palomeque en su obra citada -- en debates relacionados con la fiscalización del estado del Banco, la enfiteusis de tierras públicas, la reglamentación de las panaderías y las multas a aplicarse a los panaderos, la elección de miembros del Crédito Público, el empréstito de dos millones y la libertad de imprenta. Y al clausurarse la 6a Legislatura, nuestro hombre integró la comisión permanente del cuerpo, junto con Tomás Manuel de Anchorena y Juan José Viamonte.
    En otra sesión del 18 de septiembre del 28, en la cual el diputado Nicolás de Anchorena propuso un voto de reconocimiento al Gobernador Dorrego -- encargado de las relaciones exteriores de la Nación -- por los tratados de paz firmados, en nombre de la República, con el Imperio del Brasil; el diputado Aguirre -- según se lee en el acta respectiva -- "manifestó estar en oposición a que se obrase en el sentido propuesto". "Dijo que la ratificación de los tratados era un acto Nacional, y no correspondía a la Sala de esta Provincia. Que si ella había prestado todos los auxilios para la guerra, esto no la autorizaba, ni le daba el derecho de conocer en lo que era esencialmente de la Nación. Que el mismo Emperador no podría ser indiferente a tal conducta; y que sobre todo, vendría el tiempo y la oportunidad de que la Sala tubiese conocimiento de este asunto, y por lo tanto no había necesidad de obrar con anticipación". La Sala no tomó en cuenta las atinadas observaciones de Aguirre, y apoyó la propuesta de Anchorena.
    Ese año 1828, Manuel Hermenegildo forma parte, junto con Tomás Manuel de Anchorena y Mariano Sarratea, de la comisión nombrada (4 de noviembre) por Dorrego y su Ministro de Relaciones Exteriores, Tomás Guido, a efectos de conocer los reclamos y liquidar las cuentas que se presentaran contra los armadores de corsarios, por actos ilegales cometidos durante sus cruceros. Y el 12 de dicho mes y año, se le nombra también a Aguirre, en unión de Tomás Manuel de Anchorena, Marcos Riglos y Victorio García de Zúñiga, para examinar el estado del Banco Nacional, y aconsejar al gobierno sus reformas.

    El motín de Lavalle

    En la madrugada del 1-XII-1828, las tropas que acababan de llegar a Buenos Aires de la Banda Oriental, concluida la guerra contra el Brasil, son sublevadas por su jefe el General Lavalle, y se posesionan de la Plaza Mayor a fin de deponer al Gobernador Dorrego. Este, sin elementos suficientes para resistir, fuga a Cañuelas resuelto a reconquistar el poder desde la campaña; pero es batido el 9 de diciembre en Navarro; cae prisionero el 11; y lo fusilan el 13: "por mi orden y en el término de una hora" -- según mandato imperativo de Lavalle.
    La facción unitaria triunfante dispuesta al exterminio, arremete contra sus adversarios políticos que se han levantado en el interior de la provincia. En el combate de "Las Palmitas", cerca de la laguna del Potroso (hoy partido de Junín), es capturado el Mayor Mesa, a quien luego se degrada y fusila espectacularmente en la Plaza de la Victoria. A Manuel Hermenegildo de Aguirre, por federal y dorreguista, lo sacan de su casa para embarcarlo preso en el bergantín "Rondeau". Allí se hallan asimismo detenidos otros conspicuos federales, civiles y militares: Juan Ramón Balcarce, Juan José de Anchorena y su hermano Tomás Manuel, Enrique Martínez, Felipe Arana, Manuel Vicente Maza, Victorio García de Zúñiga, Tomás de Iriarte, Juan Antonio Martínez Fonte, Francisco Antonio Wright, Epitacio del Campo, José Bares. El barco zarpa de la rada el 28 de febrero, a órdenes del comandante Juan Antonio Toll, con su selecta carga de proscriptos. Al día siguiente atraca en la Colonia de Sacramento, donde Toll hace desembarcar a Aguirre, junto con Balcarce, Iriarte y Enrique Martínez. Después el barco se dirige a Bahia Blanca con los demás prisioneros a bordo. Ahí se confina a varios de ellos, y, con el resto, torna el "Rondeau" a Buenos Aires, para fondear en las balizas exteriores del puerto.
    En cuanto a Manuel Hermenegildo y sus tres compañeros de ostracismo, a los pocos días dejan el pueblo de Colonia y se embarcan para Montevideo, adonde arriban el 8 de marzo.

    Aguirre en las "Memorias de Iriarte"

    Tomás de Iriarte relata aquella andanza forzosa en sus muy entretenidas Memorias. A lo largo de 22.000 páginas impresas para la posteridad, el autor exalta constantemente su actuación pública de tercera fila; y atribuye las propias frustraciones de su trayectoria militar y política, a la maldad, la estupidez o la ignorancia de los demás. En medio de un conjunto de canallas e imbéciles, él aparece como espejo de rectitud, sabiduría y bravura; lanza reflexiones y advertencias inspiradas, y ningún superior jerárquico las recoge; insulta y provoca a medio mundo, y todos eluden batirse con él. Fuera de Belgrano y el chileno José Miguel Carrera, a gatas se salvan de sus diatribas Dorrego y, en el extremo opuesto Bernardino Rivadavia; el resto de los próceres es fulminado por sus anatemas y sarcasmos resentidos. De Alvear, su protector, lo que menos dice es que era "un depravado e inmoral ... se creía un Federico, un Napoleón, un semidios, y su petulancia era extremada"; y lo más grave que afirma es que "cuando Alvear regresó de Bolivia estaba exhausto de medios pecuniarios ... y no necesitó más de tres meses de ministerio para comprar poco después una casa de treinta mil pesos fuertes, en la que dejó a su familia, cuando marchó al ejército". San Martín era "hombre de hábitos y tendencias absolutistas". Pueyrredón "de origen oscuro ... fué ascendido a General, y aunque no hizo la guerra con habilidad, la tuvo para volver la espalda a los españoles, salvando los caudales de las cajas de Potosí, y convirtiendo una carga de oro en plata, al tiempo de hacer la entrega ... él hizo fusilar a un comerciante español ... y después tuvo la avilantez, inmoralidad o como se quiera llamarse, de casarse con su hija, jóven rica de catorce años. Este hecho sólo bastaría para hacer conocer a Pueyrredón, si su vida no fuese un tejido de iniquidades y concusiones". Güemes, "jefe ambicioso y anarquista ... se hacía adorar, como que era un verdadero tirano ... Si hubiera tenido coraje y puéstose a la cabeza de aquellas partidas ... habría encontrado su sepulcro en Salta; pero jamás expuso su pecho a las balas, y así cada comandante obraba con entera independencia".
    Cobardes, pérfidos, ineptos, ambiciosos, soberbios o brutales, en mayor o menor grado, resultan Soler, Mansilla, Rondeau, Las Heras, Viamonte, Chilabert, Manuel José García, Cavia, Chiclana, Manuel Moreno, el Almirante Brown, Arana, los Anchorena, Juan Cruz Varela, Lavalle, Guido, los caudillos federales de las provincias de arriba, del medio y de abajo ... y sigue y sigue el desfile de vilipendiados personajes; aunque ninguno de ellos alcance a recibir los atroces epítetos y calumniosas imputaciones que, a mansalva, descarga el incansable artillero contra Rosas en su lucubración solitaria; contra Rosas que lo había ascendido a Coronel Mayor, después que el deslenguado participara en un avance anodino de las tropas porteñas contra Paz.
    También Manuel Hermenegildo Aguirre cae en la volteada. Iriarte en una anécdota picaresca y divertida -- maligna a más no poder -- caricaturiza a su compañero de exilio montevideano; y -- bravucón post mortem -- explaya su grafomanía, destinada a futuras generaciones de lectores, dándose aires de superioridad, mientras pinta a mi tatarabuelo como mamarracho presuntuoso y chupista empedernido.
    "Aguirre -- escribe Iriarte -- era un hombre exéntrico y pedante ... Tenía el hábito abominable de la bebida, pero era para nosotros un misterio la hora y el lugar en que se hacía sus libaciones. Se sentaba a la mesa con la cabeza fresca y en buen estado, no se excedia en la bebida, y sin embargo, a los postres mi hombre estaba completamente ebrio con la razón ofuscada. Una noche descubrí el secreto: era ya tarde y yo estaba despierto; mi compañero de habitación se incorporó de su cama, con gran cautela aplicó el oido en dirección de la mía, como para cerciorarse de mi sueño, yo fingí que dormía, a favor de falsos ronquidos. Aguirre se levantó -- dormía sin camisa --, era preciso haberlo conocido, era la estampa de una anguila, o con más propiedad de lo que en el país llamamos mamboretá: largo, delgado como un esqueleto, brazos y piernas longitudinales y descarnadas, y desde los pies a la cabeza una serie de eses, corbaturas y ondulaciones -- un don Quijote desnudo como vino al mundo. Se levantó en gran silencio, y tomando las mayores precauciones para no hacer ruido y despertarme: abrió su baúl, lanzó una mirada investigadora hacia el lecho en que yo yacía, sacó del baúl una botella de coñac y le dió un prolongado beso; volvió a guardarla. Tuve la paciencia de espiarlo una buena parte de la noche, hasta que el sueño me rindió, y conté cinco o seis libaciones consecutivas. Descubrí, pués, el secreto: recordé que durante los postres Aguirre Lajarrota acostumbraba levantarse con frecuencia de la mesa: era para visitar la querida botella que encerraba su baúl. Mucho celebramos con Balcarce y Martínez mi descubrimiento. Este hombre, una tarde que estábamos de sobremesa, se atrevió, bajo el influjo del vino, a faltarme el respeto con expresiones insolentes e insultantes que no tuve sangre fria para soportar, bien que él fuese el blanco de nuestras bromas y sarcasmos. Cuando nos levantamos fui a buscarlo, y lo amenacé con palabras descomedidas, precursoras de una explosión de hecho. Aguirre calló, el miedo lo contuvo a pesar de su caracteristica petulancia y altanería; en seguida le ofrecí una satisfacción a guisa de caballeros: no la admitió, y lo volví a amonestar para lo sucesivo; guardó silencio como un cordero. Todo habia pasado, y ya no me acordaba de cosa de tan poco momento. Cuando por la noche, mientras yo tomaba el fresco en un balcón de la fonda que caía a la calle, se me presentó Aguirre con un par de pistolas cargadas y amartilladas, asestándomelas sobre el pecho al mismo tiempo que me abrumaba de improperios. Yo me creí perdido cuando me vi a la merced de un borracho armado y sediento de venganza, con todas las apariencias de la ira más reconcentrada. Sin embargo, traté, aunque en vano, de imponerle silencio para evitar el escándalo de los que pasaban por la calle, que le daría una satisfacción: él continuaba en sus denuestos los más descomunales, mis observaciones no lo aplacaban, no cesaba de asestarme sus pistolas. Me levanté, fui a mi cuarto para vestirme, él me siguió: yo tomé las botas, y en aquel momento poniéndome las pistolas en la cabeza me dijo que me iba a matar; me creí muerto, el hombre estaba furioso, pero con una bota en cada mano se las descargué en la cara hirléndolo con los tacos con una rapidez uniformemente acelerada, de modo que lo trastorné y se le cayeron las pistolas de las manos. Aguirre se retiró quejándose: entró en un cuarto de la fonda que no le pertenecía y cerró por dentro. Poco después se oyó el fracaso de platos y botellas: era un aparador que se habia desplomado al impulso de los descompasados y vacilantes pasos del héroe de las pistolas. Por la mañana se mudó de domicilio, haciendo primero cargar en una carretilla todo su bagaje. Le dirigí una carta insultante y amenazante por medio del carretillero; lo provocaba a un duelo; pero esta carta no fué contestada. Aguirre conservó en su rostro por muchos dias el sello impreso por los tacos de mis botas. No habia tenido valor para tirar del gatillo, sinó me habría muerto. Pués bien, este Aguirre habia sido candidato para el Directorio supremo de las Provincias Unidas. Era un fatuo que se pavoneaba hablando sin cesar de su árbol genealógico; se decía pariente de los Borbones, y más de una vez nos costeó la diversión con sus sandeces aristocráticas. Quedamos libres de su presencia insoportable".
    Este hazmerreir grotesco que pintó Iriarte habia sido, en la realidad de su vida, precursor revolucionario cabildante de Mayo; Regidor, Alférez Real y Alcalde de ambos votos; diplomático en los Estados Unidos para negociar con el Presidente Monroe; interlocutor de los Secretarios de Estado John Quincy Adams y Richard Rush; agente en el país del Norte de San Martín y O'Higgins a fin de reforzar con dos fragatas la escuadra del Pacífico; Representante, en sucesivos periodos, a la Legislatura porteña; Ministro de Hacienda de Dorrego y, a poco andar, lo seria de Juan Ramón Balcarce -- de Balcarce, tan luego!, el compañero de destierro y presunto testigo de las temulencias del futuro conductor económico de su gobierno...!

    Derrota de Lavalle. Pactos de Cañuelas y Barracas y sus consecuencias

    A todo esto, el 26 de abril las tropas que manda Lavalle son derrotadas en los campos de Alvarez (ahora en el partido de Moreno) aledaños al Puente de Márquez, por los milicianos acaudillados por el Gobernador santafesino Estanislao López y el Comandante General de Campaña bonaerense Juan Manuel de Rosas. Consecuencia de tal hecho de armas resultó el pacto de Cañuelas (24 de junio), que estipularon Rosas y Lavalle a fin de lograr la conciliación entre los porteños. (Estanislao López habíase retirado a Santa Fé, temeroso de que el General Paz llevara la guerra a su provincia).
    En dicho pacto de Cañuelas (celebrado por los antagonistas en terreno neutral: la estancia "Nueva Caledonia" del escocés John Miller -- introductor de "Tarquino", el primer toro puro de raza cuernicorta --, se convino públicamente dar por terminadas las hostilidades y que se convocaría a elecciones con arreglo a las leyes. Rosas encargábase de mantener el orden en la campaña, y tanto éste como Lavalle acatarían a quien resultara electo Gobernador; y ningún ciudadano seria molestado por sus opiniones políticas.
    Junto a ese tratado manifiesto, Rosas y Lavalle acordaron otro secreto, por el cual habría de votarse para Gobernador a Félix de Alzaga, designarse Ministros de Gobierno a Vicente López y de Hacienda a Manuel José García, y elegirse Representantes a los candidatos incluidos en una sola lista, que cada uno de los negociadores haría sufragar por su partido, "siendo ello base fundamental y condición precisa para que tenga efecto lo pactado en el convenio público".
    En la aludida lista de Representantes seleccionados de antemano, figuraban, entre otros, los nombres de Manuel Hermenegildo de Aguirre, Tomás Manuel y Nicolás de Anchorena, León Rosas, Felipe Arana, Juan Ramón y Marcos Balcarce, Manuel Vicente Maza, Juan N. Terrero, Diego Estanislao Zavaleta, Juan José Passo, Marcelo Gamboa, Justo García Valdes, Matias de Irigoyen, Victorio García de Zúñiga, Juan José Viamonte, Gregorio Tagle, Pedro Medrano, José María de Escalada, Juan Bautista Peña, Faustino Lezica, Miguel Marín, Braulio Costa y Lorenzo López.
    Pero he aquí que los empeños de Lavalle por cumplir con lo pactado en Cañuelas viéronse frustrados, debido a la oposición tenaz de sus correligionarios, quienes amañaron una elección en la ciudad con lista propia, que el fusilador de Dorrego, exasperado, acabó por anular. Ello dió motivo a una nueva reunión entre Lavalle y sus principales colaboradores, y Rosas y sus amigos en el saladero de Francisco Piñeiro, en Barracas. Ahí se concretó otro pacto (24 de agosto), adicional al de Cañuelas, por el que se nombraba Gobernador provisorio de Buenos Aires, al General Juan José Viamonte, con las "facultades extraordinarias que se consideren necesarias para la conservación de la tranquilidad pública"; organizándose también un Senado Consultivo, integrado por 24 personalidades, siendo miembros natos de dicha corporación, el Presidente de la Cámara de Justicia (Manuel Antonio Castro), el General más antiguo (Miguel de Azcuénaga), el Presidente del Senado Eclesiástico (Diego Estanislao Zavaleta), el Gobernador del Obispado (José León Banegas) y el Prior del Consulado (Faustino de Lezica), escogiéndose los restantes 19 Senadores entre "ciudadanos notables": militares, eclesiásticos, hacendados y comerciantes. Fueron estos: Manuel Hermenegildo de Aguirre, Juan José Passo, Manuel y Mariano Sarratea, Vicente López, Victorio García de Zúñiga, Pedro Medrano, Mariano Andrade. Miguel Estanislao Soler, Francisco de la Cruz, Juan Ramón Balcarce, Matías de Irigoyen, Roque Illescas, Tomás Manuel de Anchorena, Miguel Marín, Félix de Alzaga, Felipe Arana, Francisco Piñeiro y Joaquín Belgrano.
    Las atribuciones del Senado eran: Aconsejar al Gobierno en los negocios sometidos a su examen en todos los ramos de la administración interna y política exterior. Proponer al Gobierno todo lo que considera útil para ocurrir a las necesidades ingentes del erario y del crédito de la Provincia, y a la más pronta remoción de los obstáculos que retardaban el establecimiento del orden legal o impidieran la buena ejecución de las leyes.
    El 16 de setiembre se inauguró el Senado Consultivo. Asistieron el Gobernador Viamonte y sus tres Ministros: Tomás Guido, Manuel José García y Manuel de Escalada. El jefe de la Provincia fué quien tomó juramento a los 13 miembros presentes, de los 24 nombrados, en estos términos: "¿Jurais por Dios y prometeis a la Patria desempeñar fielmente los deberes de vuestro cargo y auxiliar con celo al Gobierno para restituir cuanto antes a la Provincia su régimen Representantivo?". En seguida, tras un discurso del Primer Magistrado, se procedió a elegir autoridades, designándose Presidente del organismo a Manuel Hermenegildo de Aguirre, y Vice a Miguel de Azcuénaga, ocupando este último la Presidencia por ausencia del primero, que se encontraba enfermo.
    Si bien el Senado Consultivo se abocó al estudio de importantes asuntos que le fueron cursados por el Gobierno, un grave problema político vino a plantearse y a debilitar su eficacia, así como la autoridad del Gobernador Viamonte: la amenaza de que el partido federal se dividiera en desmedro del prestigio de Rosas, fautor, con Lavalle, de los acuerdos de Cañuelas y de Barracas, de los cuales el Senado y Viamonte, como gobernante, procedian. En efecto: el grupo dirigente dorreguista y los "federales de categoría" rechazaban esos pactos en los que se convino llamar a elecciones para establecer una nueva Legislatura, integrada con candidatos mixtos -- unitarios y federales -- a votarse en una sola lista. Aquellos conspicuos partidarios de Dorrego, negábanse a colaborar con los autores materiales y morales del asesinato del Gobernador legal. Casi todos ellos habían sufrido cárcel, vejaciones y destierro, por parte de los unitarios decembristas encaramados en el poder tras el motín de Lavalle. Así Juan Ramón Balcarce, Pedro Medrano, Victorio García de Zúñiga, su yerno Tomás Manuel de Anchorena y Félix de Alzaga, fueron presentando sus renuncias al Senado Consultivo, hechura del pacto de Barracas. Anchorena estampó en su renuncia que le parecía imposible "organizar el país con asesinos y parricidas, que desde el 1º de diciembre se arrojaron a cometer toda clase de crímenes, y con honrados ciudadanos que han sabido defender a todo trance la autoridad de las leyes".
    En consecuencia, la suerte del Senado Consultivo estaba echada, lo mismo que la de las elecciones legislativas que acordaron Lavalle y Rosas. Este hizo todo lo posible por cumplir aquellos compromisos apaciguadores, mas no pudo torcer la oposición mayoritaria de su partido que se consideraba vencedor, ni quiso provocar un cisma entre sus amigos. Se plegó entonces a la realidad; como tuvo que plegarse el Gobierno provisorio de Viamonte: no se llevaron a cabo las nuevas elecciones de Representantes capituladas en Cañuelas y Barracas, y la Legislatura derrocada con Dorrego el 1º de diciembre, la legitima, quedó restablecida por decreto.
    Como derivación de ello, el 23-XI-l829 el Senado Consultivo efectuó su última junta, con asistencia del Gobernador y sus Ministros. En esa oportunidad, Viamonte manifestó que dicho organismo asesor terminaba su misión; que la Provincia recobraba sus instituciones; y que los Senadores habían expedido sus consejos con dignidad, acierto y patriotismo. El Presidente del cuerpo Manuel Hermenegildo de Aguirre, a su vez, contestó al Gobernador con palabras sobrias y juiciosas. Dijo que el Senado prestó su colaboración a las autoridades provisorias, porque no pudo resistir "al clamor de V.E., cuando pidió el auxilio de todos los buenos ciudadanos, en circunstancias que nuestro desgraciado país se hallaba al borde de la ruina".

    Reinstalación de la Legislatura. Las facultades extraordinarias. Rosas Gobernador

    El 1-XII-1829 -- aniversario del motín de Lavalle -- Viamonte convoca y reinstala a la Legislatura disuelta tras la caida de Dorrego, entre cuyos Representantes está Manuel Hermenegildo de Aguirre. Reunido el cuerpo, el día 5 -- bajo la Presidencia de Felipe Arana -- el diputado Tomás Manuel de Anchorena, en nombre de la comisión respectiva, pide se le concedan al Gobernador legal a elegirse, las mismas "facultades extraordinarias" de que estaba investido Viamonte, por la "necesidad de prevenir los ataques que intentan los anarquistas y afianzar el orden y tranquilidad pública, hasta la reunión de la próxima Legislatura, a la que dara cuenta (el futuro Gobernador) del uso que haga de esta especial autorización" (pués el periodo que completaban los Representantes en ejercicio, caducaba el venidero mes de abril). Estamos -- decía Anchorena -- frente "a un partido oculto y secreto que no pelea con armas, pero que mueve todos los elementos que están a su alcance".
    El diputado Aguirre tomó entonces la palabra, y en forma dubitativa dijo a propósito del asunto de referencia: "No obstante que observo que la situación del país es bastante peligrosa, y que la Sala se ve obligada a crear un gobernante fuerte y vigoroso, desearía que alguno de los Señores de la comisión me salvase una contradicción que yo encuentro. Entre los tópicos que han producido la guerra civil y estas facultades extraordinarias que se tratan de dar al Gobierno, hay dos principales: el uno, derrocando las instituciones y las leyes (como lo hizo el partido unitario), y el otro sosteniendo el restablecimiento de ellas (a cargo de los federales), y no puedo yo convenir cómo habiendo prevalecido aquella parte que había sostenido el restablecimiento de las leyes y de las instituciones, se intenta ahora crear un gobernante sobre toda ley y, por consiguiente, no marchando de acuerdo con las leyes e instituciones de nuestro país; quisiera que se me deshiciera esta contradicción por alguno de los Señores para poder yo arreglar mi juicio".
    Al otro día Anchorena insistió: "Estamos en un estado de hostilidad, sin más diferencia que el que antes estábamos frente a un ejército, y ahora estamos frente a un partido oculto y secreto"; las facultades extraordinarias eran "un mal necesario, por cuanto no hay otro medio de evitar la conspiración que amenaza al país, y que producirá el mayor de todos los males, a saber: la pérdida de la patria". Por su parte el diputado canónigo Pedro Pablo Vidal, aludiendo a Aguirre manifestó. "un Señor diputado, sin hacer oposición al proyecto ... con una recomendable conformidad de principios" debería advertir que los unitarios no habían renunciado a reconquistar el poder desde Córdoba con el general Paz, y no creía Vidal que los plenos poderes convirtieran al futuro Gobernador en Nerón o Calígula.
    Pese a aquel reparo doctrinario de don Manuel Hermenegildo, cuando ese 6 de diciembre le llegó el momento de votar la ley que concedía poderes extraordinarios al inminente Gobernador, mi antepasado votó a favor de los mismos, y, acto seguido, la Sala -- con el voto de Aguirre entre 33 favorables -- eligió Gobernador a Juan Manuel de Rosas, que tuvo sólo un sufragio en contra: el de su fraternal amigo y socio Juan Nepomuceno Terrero, que se pronunció por Viamonte.

    Actuación del legislador Aguirre

    En la sesión del 18 de diciembre se presentaron a la Sala tres proyectos: Uno que declaraba "libelos infamatorios y ofensivos de la moral y decencia pública" a todos los papeles impresos que a partir del cuartelazo de Lavalle, hasta el pacto de Barracas, tuvieran expresiones de menoscabo a la memoria de Dorrego, a la personalidad de Rosas y "de los beneméritos patriotas que han servido en la causa del orden". El otro proyecto confería a Rosas el grado de Brigadier y se le donaba un sable de oro y una medalla de lo mismo con brillantes y esta leyenda en el anverso: "Buenos Aires al Restaurador de las Leyes"; y en el reverso la imagen de Cincinato con la frase "Cultivó su campo y defendió la patria". Y el tercer proyecto recomendaba al Poder Ejecutivo provincial una pronta comunicación con la Santa Sede.
    Aguirre impugnó el primer proyecto, con el argumento de que violaba las estipulaciones apaciguadoras de las convenciones de Cañuelas y Barracas; alegación suya que no fué tomada en cuenta por la mayoría. Respecto a la ley de homenajes a Rosas, el propio don Juan Manuel la rechazó, fundado en que "la liberalidad de los Representantes es un paso peligroso a la libertad del pueblo, y un motivo quizás de justa zozobra a los que no descienden a la conciencia del infrascripto, porque no es la primera vez en la historia que la prodigalidad de los honores ha empujado a los hombres públicos hasta el asiento de los tiranos".
    La Sala entonces postergó la consideración de aquellas honras; y al debatirse posteriormente el asunto, no pasó lo del ascenso, lo del sable y la medalla de oro, objetados por Aguirre -- y por Justo García Valdés y Matías de Irigoyen, con parecidas razones a las que adujo Rosas --, aunque quedó firme la declaración de que "el ciudadano D. Juan Manuel de Rosas ha sido Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia".
    Aguirre, al discutir dicha iniciativa, rindió homenaje a Rosas, señalando que de los gastos particulares hechos por este durante la guerra civil, nadie había hablado a lo largo del debate ... "porque con honor y dignidad se puede pedir limosna, y con honor y dignidad, solamente, no se come; yo sé que el Señor Comandante Militar ha hecho sacrificios en menoscabo de su fortuna; yo no hablo de compensación, sinó de restitución de lo que ha empleado en objetos de utilidad pública".
    En cuanto al pedido de pronta comunicación del Gobierno porteño con la Silla Apostólica de Roma, la opinión de don Manuel Hermenegildo fué la siguiente, que revela sus hondas convicciones federalistas y su auténtico sentimiento nacional: "La religión católica es de todo el Estado, y parecería muy monstruoso que Buenos Aires sóla se pusiera en comunicación con el Sumo Pontífice y que lo hiciera también así cada una de las provincias de la República. Por lo tanto yo sería de opinión que antes de dar este paso el gobierno se pusiera de acuerdo con las demás provincias, como han hecho para reconocer la constitución de la Banda Oriental ... Yo desearía que explicase el señor miembro informante de la Comisión, qué clase de representación tiene la Sala de Representantes de la provincia de Buenos Aires, y hasta donde alcanza su soberanía, porque yo entiendo que es por la correspondiente a esta provincia, y nada más. Yo veo que trata de abrir comunicaciones con la corte de Roma, pero he dicho antes que no encuentro, para eso, concentrada la opinión de las demás provincias en ésta (de Buenos Aires) ni le tienen dado su consentimiento a este respecto; y veo que se va a usurpar la soberanía de esas provincias, que tienen tanta soberanía como nosotros tenemos la nuestra. ¿No tienen estas provincias el carácter de soberanas? ... Pués ¿cómo se va a ejercer este acto, que comprende a todas, sin haberles consultado su voluntad? Yo encuentro una monstruosidad en querer ejercer un acto de soberanía, en mi opinión usurpada. Nosotros podremos ejercerlo como Representantes con respecto a ésta provincia, pero no por lo correspondiente a las demás. Así quiero yo que se haga, pero previo acuerdo y consulta con las demás".
    La mayoría aprobó el proyecto tal como lo había presentado la Comisión: vale decir que el Gobierno bonaerense estableciera directamente comunicaciones con el Vaticano.
    Por sendos decretos del 16 de diciembre, el gobierno de Rosas dispuso se levantaran dos monumentos: uno a la memoria del Brigadier General Cornelio Saavedra, y otro a la del Doctor Feliciano Antonio Chiclana. Y cuando en la Cámara de Representantes se dió curso a una solicitud de la viuda de Chiclana, doña Micaela Juana Alcaráz, pidiendo una pensión por hallarse indigente, don Manuel Hermenegildo usó de la palabra y trajo este recuerdo: "testigo de Mayo le he visto (a Chiclana) correr el riesgo, en medio de la Plaza, de pagar con su vida para lograr esta Independencia que no podemos dudar que es un bien: lo he visto también a éste hombre atravesado con dos barras de grillos en Martín García, llevado a un destierro, y luego en Norte América, sufriendo las mayores miserias, después de haber hecho servicios los más eminentes al país ... démosle esos mil pesos (a su viuda), siquiera por una especie de expiación".

    Otra vez las facultades extraordinarias

    En el mensaje de 3 de mayo a la Junta de Representantes, el Gobernador Rosas manifestó que ese día expiraba el plazo para la duración de las facultades extraordinarias que le fueron conferidas, y que sus Ministros concurrirían a la Sala a dar cuenta del uso que ha hecho de tan "odioso poder". Y esa prometida información de Rosas a través de sus ministros, tuvo lugar, once días más tarde, en sesión secreta.
    Poco después, cierto foliculario español llamado José Maria Jardón, colaborador del periódico La Aurora que aparecía en Córdoba -- feudo militar del unitario General Paz --, fué encarcelado por el Gobierno. Jardón, entonces, se dirigió en queja a la Legislatura, tachando su arresto de ilegal. El Gobierno a raíz de esto, por intermedio del Ministro Anchorena, mandó un informe que calificaba de grave la ingerencia de una porción de españoles y franceses que cooperaban en "la espantosa división entre federales y unitarios", y en apoyo del "furor e insaciable sed de sangre que devora a los que se dicen partidarios de la unidad". Tales extranjeros como Jardón -- decía Anchorena -- "advenedizos con el distintivo de liberales, que tienen más influjo en nuestra sociedad que los mismos hijos del país", eran agentes de un plan revolucionario organizado por las sociedades secretas, "de funestos efectos que no hay gobierno que no las tema cuando no está establecido por ellas". Y refiriéndose a las garantias individuales el Ministro de Rosas manifestaba: "Si a esas garantías hubiésemos de librar nuestra seguridad, sería bien lamentable la suerte de un verdadero federal. Esas garantías que tanto se decantan no son sino el escudo del crimen, y la espada de los malvados contra el hombre de bien". Al par de esta conjura unitaria, Anchorena denunciaba la amenaza de una recolonización europea en Sudamérica: "La causa de nuestra independencia es causa de casi todas las naciones de Europa, todas tienen interés en ella, y tal vez no habrá una que no procure sacar partido de nuestra debilidad. El gobierno ha recibido avisos oficiales que confirman estos asertos".
    Abocada la Legislatura al caso Jardón, nombró una comisión compuesta por los diputados Vega, Figueredo, Obligado, Ugarteche y Cavia, cuyo dictamen fué que la Sala debía autorizar al Gobierno para que con "la plenitud de las facultades extraordinarias" adoptara todas las medidas que creyera conducentes a salvar la Provincia de los peligros que amagan su existencia política y libertad civil; que la Sala continuara contrayéndose a los negocios constitucionales, y que fuera compatible su deliberación con el poder discrecional que se otorgaba al Gobierno; que el uso de las facultades extraordinarias cesaría después que el P.E. anunciara a la Sala haber pasado la crisis peligrosa, o desde que, con conocimientos exactos y previo informe del Gobierno, declarara ser ya innecesaria la continuación de ellas".
    Al plantearse este asunto en la sesión del 30 de julio, el diputado Aguirre manifestó que "después de oir el dictámen de la Comisión y los fundamentos en que se apoya, es fuera de toda duda que es preciso conferir al Gobierno el terrible poder discrecional de las facultades extraordinarias. Pero, al dar mi voto a favor del proyecto, limitándolo sólo a la suspención de la libertad individual por seis meses, y suspendiéndose entre tanto las sesiones de la Sala, me permitirán los Señores Representantes que observe las razones que tengo para esto y los fines que me propongo. Señor: o el Gobierno es acreedor a la fé pública y a la de los Señores Representantes, o no lo es. Si lo primero, es fuera de duda que se deben conferirle las facultades extraordinarias que se han indicado; si lo segundo, es necesario cambiar la presente administración gubernativa; porque ni al país ni al Gobierno es honorable que continúe, cuando sus miembros no son acreedores a la confianza pública. Señores: no son las facultades que se dan a una República por las vías ordinarias las temibles, sino las que se toman contra las leyes; y si a esto se agrega la usurpación de este poder, entonces sí que se puede asegurar que la República se pierde".
    Tras de este introito principista, Aguirre vino al terreno concreto, y para que nadie dudara ni se le atribuyera haberse negado a conferir poderes extraordinarios al Gobierno de Rosas, expresó: "Le pido (al P.E.) que al hacer uso de las facultades extraordinarias, tenga muy presente la necesidad de reparar y echar a un lado todo elemento heterogéneo y externo que de intento se haya introducido en nuestros negocios, porque Señores Representantes, a nosotros solos, los de ésta Provincia, nos es dado disputar, discurrir y resolver. Dios solo es nuestro Juez, porque por querer hacer de nuestra patria la patria de todos, confiar nuestros negocios a personas de origen extraño, y que no tienen el interés que nosotros, es porque el país se halla en estas circunstancias. Y últimamente le pido (al Gobierno de Rosas) con el mayor ardor, en honor del pueblo mismo, que haga uso de este terrible poder extraordinario que se le confía, y de la fuerza misma, hasta el rigor, si es preciso, para que restablezca cuanto antes la concordia entre los miembros de esta Provincia despedazada por rencores y opiniones que han debido moderarse; porque no debe haber duda que hay entre nosotros una minoría que, si ha podido errar y ser extraviada sosteniendo con las armas el errado principio de la intolerancia civil, también tienen derechos y servicios que merecen respetarse y considerarse".
    Así, en dicha oportunidad, don Manuel Hermenegildo justificó los poderes extraordinarios otorgados al Gobierno de don Juan Manuel, contra las licencias disolventes de la prensa, manejada por "elementos heterogeneos". "Cuando he hablado de elementos heterogéneos y extraños (había dicho Aguirre en una sesión anterior, al tratarse un proyecto de petición que se reservaba sólo para los nacidos o avecindados en su Provincia) "es en el sentido que veo preparada la tormenta en este país; por que veo una reunión de habitantes de las provincias contra ésta" (la Liga Unitaria comandada por el General Paz), "que nos llama vulgarmente porteños; y como veo que ha de haber necesidad de reunir a los porteños en defensa de la Provincia, es que he hablado en este sentido".
    Las pasiones que la política había desatado entre unitarios y federales, entre porteños y provincianos, no se dirimían sólo en la escena pública y en los campos de batalla: llegaba también a producir choques y roces en la intimidad de las familias, en el seno mismo de los hogares. Ello se trasluce a través de las siguientes líneas que don Manuel Hermenegildo dirigió a su cuñada Juana Ituarte de Saenz Valiente. Dicen textualmente: "Mi querida Juanita: devuelvo a U. la carta que me entregó ayer: creo que hará U. muy bien de quemar la mía y la adjunta, porque para nada y para nadie sirven. Siento mucho haber incomodado a su amiga, según lo manifiesta su carta; no ha sido esta mi intención: creo que no me ha comprendido bien, y si esto es cierto, habrá penetrado que yo no puedo ni quiero alistarme baxo su bandera; porque su mote es Intervención, Dominio, Sumisión: la mía es Independencia, Amor, Concordia; no estando pués de acuerdo en estos tópicos tan esenciales, aquí quedó concluído este asunto: así también lo manda su amiga de U. y mía. Pero hágame U. el fabor de asegurarle que acepte la verdadera amistad que le promete para en adelante: Su amigo de U. y de ella. Man. H. de Aguirre".
    Ese año 1830, a don Manuel Hermenegildo se le volvió a nombrar (11 de mayo) Presidente de la administración del Crédito Público, con Francisco Piñeiro como Vicepresidente. Y el 1º de septiembre, nuestro viudo contraía segundas nupcias con su prima segunda, Mercedes Ibañez Marín (hija del Coronel Pedro Nolasco Ibañez Rospigliosi y de Rosa Marín de la Quintana Riglos), bautizada el 9-IX-1805, diecinueve años menor que el contrayente cuarentón.

    El Pacto Federal

    El 4-I-1831 se firmó en la ciudad de Santa Fé, entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fé y Entre Rios, representadas por José Maria Roxas y Patrón, Domingo Cullen y Antonio Crespo, respectivamente, el tratado conocido por "Pacto Federal" o "Liga del Litoral", el más importante de los "Pactos preexistentes" aludidos en el preámbulo de nuestra vigente Constitución de 1853. Por dicho tratado se creaba una "Comisión Representativa" de los Gobiernos de las provincias litorales, uno de cuyos atributos (artículo 16, inciso 5º) era el de invitar a todas las demás provincias a reunirse en federación con las firmantes, para que "por medio de un Congreso General Federativo, se arregle la administración general del país bajo el sistema federal". (Con posterioridad, fueron adhiriendo al Pacto: Mendoza, Corrientes, Córdoba y Santiago del Estero, el 9, 19, 20 y 20 de agosto de 1831; y San Juan, Tucumán, San Luis, Catamarca y La Rioja, el 25 de febrero, 8 y 12 de julio y 12 de octubre de 1832).
    De acuerdo a la ley, el 13 de enero de aquel año 31, el gobierno de Rosas dió cuenta del famoso Pacto de alianza ofensiva y defensiva, a la Junta de Representantes, cuya Comisión legislativa aconsejó a la Sala la ratificación del mismo, con algunas modificaciones de redacción en los artículos 6º, 7º, 8º, 9º, 10º y 16º, de los 17, más otro reservado que se adicionaba. Y al discutirse en sesión secreta el documento, el 25 de enero, el diputado Manuel Hermenegildo de Aguirre se opuso a las modificaciones aconsejadas por la Comisión, y pidió se desecharan, pues se había omitido una muy principal, a saber, "que después de ajustados los artículos de un tratado por los Diputados comisionados, con entera sujeción a las instrucciones que se les habían dado, no habia facultad en los Gobiernos comitentes para hacer en aquellos alteración alguna".
    Al cabo de 7 sesiones y de largos debates en los que tomó también parte el Ministro de Gobierno Tomás Manuel de Anchorena el célebre "Pacto del Litoral" fué aprobado por los Representantes tal como se redactó y firmó en Santa Fé, o sea "sin alteración alguna", conforme a los fundamentos terminantes del diputado Aguirre.

    Una vez más las facultades extraordinarias

    En las postrimerías del año 1831, ocurridas la captura a tiro de bolas del General Paz y las victorias de Quiroga en las provincias del interior, mientras que Rosas y Estanislao López hallábanse firmemente asentados en Buenos Aires y Santa Fé, el partido unitario aparecía vencido. Habida cuenta de ello, en la sesión del 17 de octubre, el parlamentario Aguirre obstinado legalista inicia la disconformidad del grupo federal doctrinario a conceder al P.E. derechos ilimitados. Propone, en consecuencia, que "la comisión de negocios constitucionales quedara encargada de informar a la Sala si el Gobierno debía o nó continuar el ejercicio de las facultades extraordinarias".
    Fundamentó su iniciativa diciendo que "después que los periódicos nos han ilustrado sobre esta materia, poco puedo yo instruir sobre ella; sólo si, diré, que es una duda en que se ha puesto al publico sobre si el Gobierno debe o no continuar con las facultades extraordinarias. Los Señores Representantes cuando dieron la ley, confiaron al Gobierno el tiempo en que debían cesar, a su juicio, y también se reservaron su propio juicio, y en este estado creo que es preciso satisfacer al público. Para mí es una duda. Yo no sé realmente si el Gobierno tiene motivo para continuar con estas facultades extraordinarias; y cuando él continúa, me parece que realmente tendrá algún motivo. Por tanto, creo necesario, por mi propia conciencia como Representante, salvar este escrúpulo: y no puedo menos que invitar a los individuos de la comisión de negocios constitucionales a que investiguen al señor Ministro de Gobierno el estado de los negocios públicos, y, en cuanto pueda, informe a la Sala, en sesión pública, si conviene o nó continuar esta facultad extraordinaria. Si esta moción merece el apoyo de los Señores Representantes, yo tendré el honor en haberla presentado".
    La comisión denegó el pedido de Aguirre. El miembro informante diputado Olavarrieta estimó que ese pedido implicaba una injuria al Gobernador Rosas, y duramente zahirió la actitud parlamentaria de don Manuel Hermenegildo, cuya moción fué rechazada por gran mayoría de votos.
    Al mes siguiente (9 de noviembre) el diputado Pedro Feliciano Cavia pide informes al Gobierno acerca de las facultades extraordinarias, y al discutirse su propuesta, Aguirre la apoya con estas palabras: "Declaro que el motivo que me indujo a votar así (en 1830, a favor de las medidas de excepción) fué el estado peligroso en que se encontraba esta Provincia, amenazada de una invasión exterior por las fuerzas del General Paz, combinadas con los emigrados de la Banda Oriental, y ambas esforzadas por la explosión de una mina interior; y no se negará que contaban con elementos bastantes para sus operaciones". Empero, esta vez la situación no era la misma: "posteriormente del resultado de la expedición del General Quiroga pregunto yo: ¿existe ahora aquel estado de peligros que precedió al expediente de dar facultades extraordinarias?". Esta pregunta advertía el orador se la hace el pueblo, y la duda en que se halla el país merece ser satisfecha. "Por eso me he arrojado a presentar la moción que se discute, proponiendo que en lugar del proyecto de la comisión, se sustituyera el otro de: informe el Gobierno".
    A esa altura del debate el diputado Aguirre fué molestado con gritos y agresiones verbales que lo obligaron a exigir al Presidente, Felipe Arana, garantías para poder seguir hablando. "Si esto continúa así -- recalcó el ofendido -- seria más prudente no expresar opinión, sino por la afirmativa o negativa o de ningún modo, si es que no existen las garantías y el respeto que debe haber hacia las personas". Finalmente la Sala, tras acaloradas discusiones, rechazó el pedido de informes de Cavia, que asimismo habia apoyado Aguirre.
    El 7-V-1832 el legislador Aguirre es nombrado Presidente de la Junta de Representantes, y Manuel Insiarte Vicepresidente de dicha corporación. Ese mismo día, Rosas devolvió las facultades extraordinarias a la Legislatura, cediendo a la opinión de los "federales distinguidos" cuyo intérprete parlamentario más señalado era sin duda Aguirre -- los cuales consideraban que terminada la guerra y vencidos los unitarios, los poderes discrecionales de emergencia otorgados al Gobernador no tenían ya razón de ser mantenidos.
    Rosas, al devolver las facultades extraordinarias decía que: "ha llegado a convencerse de que la parte que tiene el concepto de más ilustrada, y que sin embargo de ser poco numerosa es la mas influyente en la marcha de los negocios públicos, está por la devolución. Pero el Gobernador, respetando, como respeta, el buen juicio de tan distinguidos ciudadanos, teme que, reducido el Poder Ejecutivo a los estrechos límites que le estaban señalados antes del motín del 1º de Diciembre, se desaten sordamente las pasiones, recobren su fruto el imperio de la inmoralidad, y se preparen de un modo progresivo nuevos elementos de combustión que hagan repetir aquella terrible escena. Si juzga necesaria la devolución, es tan sólo por respeto a la opinión de las personas que sostienen debe hacerse".
    "Las opiniones en el partido federal, ante esta cuestión tan delicada y tan largamente discutida, se dividieron escribe -- Carlos Ibarguren en su libro Juan Manuel de Rosas. "Un grupo selecto y reducido de federales doctrinarios y principistas, que Rosas llamaba irónicamente ?los hombres de las luces y de los principios?, ?los botarates?, devotos de las normas liberales, constituyeron una minoría frente a la gran masa que seguía ciegamente las miras y los deseos de su jefe".
    Llevada aquella cuestión a la Legislatura, el diputado Aguirre pidió la asistencia de los Ministros a la Sala. Y cuando el 22 de octubre tuvo lugar el apasionado debate acerca de la devolución de las facultades extraordinarias (oponiéndose a su vigencia los diputados Olavarrieta, Lozano, Senillosa, Martínez, Argerich, Vidal y Cernadas, y abogando por su perdurabilidad Baldomero García, Manuel Obligado, Roque Saenz Peña, Bernardo Pereda y Paulino Gari), cuyo resultado final concretó el rechazo de dichas facultades por 19 votos contra 7; el diputado Aguirre que fuera el contradictor más definido de tan "terrible poder", como él lo calificara, no estuvo presente en la sesión decisiva.
    Ocho sesiones ocupó el debate de referencia, desde el 22 de octubre al 15 de noviembre, y Aguirre sólo concurrió a la del 29 de octubre, sin usar de la palabra. Yo lo supongo enfermo, o que estuviera enferma su mujer, doña Mercedes, la cual siete dias antes (15 de octubre) había dado a luz a su hija primeriza Mercedes, luego de un parto seguramente complicado. Rechazo la idea de que mi tatarabuelo, el más tenaz y notorio campeón impugnador de las facultades extraordinarias, no hubiera concurrido a votar como lo presume con demasiada suspicacia Palomeque porque, un año antes, el Gobierno de Rosas le reconociera la deuda resultante de su misión a los Estados Unidos. Ello no se compadece con la realidad de los hechos. En efecto: aquella deuda se la reconocieron a don Manuel Hermenegildo el 15-X-1831 y, dos días después, en la sesión del 17, "el parlamentario Aguirre -- cual lo destaqué en la página anterior -- inicia (en la Cámara) la disconformidad del grupo federal doctrinario a conceder al P.E. derechos ilimitados", con los fundamentos que, a renglón seguido se transcriben. Por lo demás, el voto de mi antepasado no era necesario para vencer en la jornada del 15-XI-1832.

    Rosas se niega a continuar en el gobierno. Balcarce es elegido Gobernador

    El 5 de diciembre, en que según la ley debía designar la Legislatura nuevo Gobernador sin facultades extraordinarias, pues Rosas terminaba su mandato, el diputado Aguirre votó por la reelección de Rosas que obtuvo 29 sufragios y 7 otros candidatos. Pero el reelecto, invocando motivos de salud, no quiso admitir el cargo, que la Junta de Representantes -- sin conceder poderes excepcionales -- insistió por tres veces que aceptara. Ante esa actitud irreductible, la Sala, el 12 de diciembre, eligió Primer Magistrado de la Provincia al Brigadier General Juan Ramón Balcarce, hombre de confianza y Ministro de Guerra de Rosas.
    Llamado a colaborar Aguirre por Balcarce en el Ministerio de Hacienda de su segundo gabinete, el Ministro renuncia al poco tiempo su cartera, en razón de la profunda crisis política que divide al partido federal; y cae con sus amigos luego de la revolución "restauradora", donde triunfaron, en toda la línea, los correligionarios del bando "apostólico" que tenían a Rosas por caudillo indiscutido; mientras los federales "doctrinarios" -- vale decir antipersonalistas --, calificados por sus rivales de "cismáticos" y "lomos negros", se ven condenados al ostracismo.



    Expatriación voluntaria de Aguirre. Su carta a Manuel Vicente Maza

    El 19-I-1835 llega Manuel Hermenegildo a Mercedes, en el departamento de Soriano de la República Oriental del Uruguay, "después de haber ocurrido con bastante peligro un terrible temporal" en el rio. A partir de entonces finaliza su actuación política. No tuvo, sin duda, mi tatarabuelo, mucha amistad ni menos ciega benevolencia para con su pariente (primo 3º) Juan Manuel de Rosas -- siete años menor que él -- de temperamento y modos de acción tan diferentes a los suyos. Mas a pesar de ello, a pesar de su definitivo fracaso partidario, correlativo al apogeo del otro como caudillo, Aguirre nunca dejó de considerarse federal. En consecuencia, rechazó indignado los calificativos de "cismático" y de "traidor" con que pretendieron infamarlo los corifeos de la situación triunfante.
    He aquí una carta de don Manuel Hermenegildo, escrita en mayo de 1835, y dirigida desde la localidad uruguaya de "Higueritas" a Manuel Vicente Maza, Presidente de la Junta de Representantes, que acababa de ejercer el gobierno de la Provincia con carácter interino, para entregarlo a Rosas que lo asumía con la suma del poder público. Esa carta a Maza (cuyo original obraba entre los papeles de mi tío Hortensio Aguirre) puede considerarse como el testamento político del remitente; por eso, a continuación, la transcribo del principio al fin. Dice así:
    "Mi respetable compatriota y amigo:"
    "Hallándose de vuelta a mis pagos mi familia, la que como Ud. sabe se transportó a este destino a mediados de Enero pasado con el solo intento de que restableciese su salud mi Esposa, entonces con síntomas de una indisposición crónica y de graves consecuencias, según la opinión de los facultativos de ésa; he sabido tanto por relaciones verbales cuanto por los periódicos de esa Capital, todas las variaciones políticas que han tenido lugar en mi Patria, desde aquel período; muy especialmente después de las funestas ocurrencias de Salta y del aleve asesinato del Benemérito Gral. Quiroga y sus compañeros, de cuyas resultas apercibida la Sala y el Pueblo por el Gobierno, a cuya cabeza se encontraba (Maza), habían creído que en tan críticas circunstancias el único arbitrio para salvar el país de la completa ruina era el de conferir, como confirieron, a mi Benemérito compatriota D. Juan Manuel de Rozas, el pesado cargo de Gobernador de esta Provincia, con toda la suma del poder público de que estaba en posesión la Sala de Buenos Aires".
    "Hasta aquí, yo me hallaba muy conforme con lo que el Gobierno, la Sala y el Pueblo habían acordado a ese respecto, que si en tiempo tranquilo las leyes y las formas Constitucionales debían ser el fanal por donde se guiasen esos Gobiernos, no lo es menos que en tiempos turbulentos y en que se consideraba comprometida la seguridad pública, mi voto fué siempre por un poder fuerte y único que salvase el País de igual conflicto".
    "Pero lo que me ha sorprendido después de la aceptación del mando por el Sr. Rozas, en varios de sus decretos destituyendo de sus empleos a diversos conciudadanos nuestros, es el motivo porque los destituye; es a saber: a unos clasifica de unitarios y a otros de traidores a la causa de la Federación".
    "En cuanto a los primeros, nada más justo y razonable. y lo que es de sentirse que desde el año 29 no se hubiese ejecutado eso, según se practica en otros paises civilizados como N. América e Inglaterra, con la diferencia en este último, de que los empleados renuncian de si mismos sus destinos, porque tienen a menos servir bajo un Partido a que no pertenecen. Mi opinión a este respecto, desde el año 29, la saben muy bien el Sr. Rozas, Anchorena Don Tomás y Arana, y que a no haber sido la resistencia de Don J. J. Anchorena, entonces miembro de la Administración del Crédito público, yo la habría realizado el primero en aquel Establecimiento. Por lo que respecta a los segundos, es decir por traidores a la causa de la Federación, yo creo que esa calificación corresponde a los que sirvieron en tiempo de la Administración del Sr. Balcarce, y es aquí que entra la duda que me ha sorprendido e inquietado hasta ahora, y la que yo espero con confianza de su amistad me hará el bien de resolverla".
    "Tres son las combinaciones de la Administración del Gobierno del Sr. Balcarce: La 1a se componía del Sr. V. García Zúñiga, del Sr. Roxas o Lagos y el Sr. Martínez. La 2a el Dr. Tagle, Ugarteche, Martínez y yo. Y la 3a el Sr. Ugarteche y Martínez solamente. De la 1a y 3a nada puedo decir a Ud. que no lo sepa".
    "De la 2a puedo decirle los principios que nos propusimos el Ministerio de Gobierno y yo, como prevaleciendo en aquella composición de Administración, y en los que estuvo de conformidad el Sr. Balcarce a lo menos mientras hablaba delante de nosotros; ellos eran en aquellas circunstancias: 1º Evitar el desorden y división del Partido Federal. 2º En caso de no poder conseguirlo, detener la revolución que amenazaba a aquella Administración, haciendo descender al Sr. Balcarce y sus ministros, antes que despedazarse ambas fracciones del mismo Partido, y cuya división siempre la califiqué de suicidio político. Se dirá, tal vez, que esto era un error, o si se quiere una presunción de mi propia opinión o prestigio: la experiencia lo acreditó yá; pero que tales principios nos traigan la infame nota de traidores a la causa de la Federación, es lo que yo no puedo concebir y me confunde. ¿Qué diferencia hay entonces entre los que se unieron con los unitarios para hacer la guerra a Federales de su Partido, desacreditando las reputaciones más bien cimentadas y las más precisas y necesarias para la conservación del Partido? Que estos sufran la pena de su temeridad después de haber probado con las armas y con todos los medios en su poder su debilidad, falta de medios y opinión, creo está en el orden ordinario y común de las guerras civiles, pero que los que se ponen de por medio de dos amigos en actitud de hacerse pedazos, para impedir que se asesinen, porque es preciso confesar, hasta cierto período, a don J. R. Balcarce y otros miembros del Partido Federal, sean clasificados con la denigrante nota de traidores, y esto en circunstancias que fué como imposible descubrir la opinión del Jefe del Partido a la distancia en que se hallaba, es lo que yo no puedo sobrellevar ni soportar, y en este caso, preferiría la resolución de abandonar el país, que vivir en él con tal infamia".
    "Si el Sr. Rozas, pués, se halla dispuesto a marcarme así con tanta ignominia, permítaseme desterrarme voluntariamente de mi Patria sin poder jamás considerarlo mi enemigo político, porque un ciudadano que desde el principio de la revolución ha sostenido la causa por la que se le infama, no debe desertar de ella por el error o injusticia de un Funcionario de su propio partido".
    "Sufriré el tiempo de su mando, y el tiempo también que dure el feroz y asesino partido Unitario, si por desgracia nuestra y de la Patria llega a entronizarse sobre las ruinas de los Federales. Si por el contrario el Sr. Rozas me considera aunque no amigo de su confianza, porque hasta ahora no ha querido exijirme prueba de ello, pero como ciudadano comprometido hace mucho tiempo por el sistema Federal y que debe correr su suerte desgraciada cuando ello sucediere, y que Dios no permita, entonces conocerá mi disposición voluntaria, dando ejemplo cuantas veces se me presente ocasión de obediencia al primer Magistrado de nuestra Patria, elevado a ese destino con tanto acierto y justicia por el voto del Pueblo y de los Representantes".
    "Se dijo en tiempo que me hallaba en el Ministerio de Hacienda, que me habia vendido a la Administración de entonces, con alusión a que el Sr. Balcarce había mandado pagar la deuda del Gobierno resultante de la comisión a Norte América. Esta calumnia deshonrosa se halla desvanecida en el expediente de la materia. Allí se vé que el Sr. Dorrego 1º, después el Sr. Rozas y con especialidad el Sr. Don Tomás Anchorena, fueron los que pusieron este negocio en estado de que se pagase por el Gobierno, y por lo tanto es natural que se me considere fuertemente reconocido a estos Señores. No hay duda que como particular yo le debo al Sr. Balcarce el servicio de haber mandado satisfacer aquel crédito por la Aduana, en letras de la misma a 3 y 6 meses de plazo y sin interés alguno, pero me conoció mal aquel calumniante (Gregorio Gómez Orcajo, que lo acompañara a Aguirre como Secretario a Estados Unidos) cuando creyó, como lo vió al contrario poco después, que sacrificaba mi opinión y Partido a mi interés personal; y desafío a que se me marque un solo hecho en que se me haya visto en contradicción a este respecto, o que no pueda explicarlo satisfactoriamente. Confieso y confesaré siempre que he errado algunas veces, y que mis opiniones no han sido las más acertadas, pero no puedo persuadirme que esto deba atraerme una nota infame, cuando más, me servirá en adelante para no guiarme solo por mi propio consejo".
    "Finalmente, mi amigo, le pido encarecidamente me aclare la duda sobre si puedo o no entrar en mi país en calidad de amigo o enemigo del Sr. Rozas y demás Federales; su falta de contestación será lo bastante para que yo me persuada de esto último; y en el caso de que Ud. tenga la bondad de contestarla, mi esposa queda encargada por mi de recogerla y remitirmela a este destino".
    "Hágame el gusto de dar mis sinceras expresiones a su señora y demás señoritas, quedando de Ud. como siempre su invariable amigo y affmo. SS.: Manuel H. de Aguirre".

    Ultimos años. Testamento, muerte y funerales de Aguirre

    Relegado a la vida doméstica, mi tatarabuelo le arrendó un campo en "el Arroyo de Azul" a Prudencio Rosas, por 130 pesos mensuales. Allí, hacia el mes de mayo de 1843, vendió sus vacas, ovejas y caballos "y todo lo que haya de mi marca", al "Sr. Mackinlay". Siete meses después, en su casa de la calle Chacabuco, el viernes 22-XII-1843, fallecía don Manuel Hermenegildo a los 57 años cumplidos, y sus restos se inhumaron en el cementerio de la Recoleta. Catorce días antes, el hombre enfermo y a punto de morir, otorgó sus disposiciones de última voluntad ante el Escribano Marcos Leonardo Agrelo.
    Tras el encabezamiento de fé católica, habitual en dichas solemnes escrituras precedido, en esa época, por la leyenda política "Viva la Confederación Argentina; Mueran los salvajes unitarios", el causante declaróse "hijo legítimo de Don Agustín Casimiro de Aguirre y Doña Josefa Lajarrota, hoy finados". Dijo haber sido casado en primeras nupcias con "Doña Victoria Ituarte, que falleció intestada dejándome cinco hijos, todos menores de edad". "Por muerte de esta Señora no practiqué inventario ni división de bienes por no haber gananciales; y por muerte de mi suegra, madre de ella, la Señora Doña Magdalena Pueyrredón, recibí 4.400 pesos moneda corriente ... Reconozco también 1.000 pesos plata que la mencionada Señora Doña Magdalena, viviendo, entregó a su hija y mi esposa, por razón de herencia paterna ... Pasé a segundas nupcias con la Señora Mercedes Ibáñez, de cuyo matrimonio tengo cinco hijos menores de edad ... He recibido 3.000 pesos moneda corriente que le han correspondido a mi citada esposa actual por herencia paterna ...; al contraer matrimonio yo tenia 15.000 pesos plata de mi herencia paterna, y a la muerte de mi Señora Madre recibí 107.657 pesos 4 reales moneda corriente; y posteriormente, después de casado con mi segunda esposa, se me abonaron por el Superior Gobierno 283.520 pesos moneda corriente, por cuenta de lo que se me debía por mi viaje y comisión acerca del gobierno de los Estados Unidos. Del mismo modo declaro que el gobierno del Estado de Chile me adeuda 100.000 pesos plata, que prometió pagar por dicha comisión, y aunque considero este crédito de difícil cobro, encargo muy particularmente a mis Albaceas y a mis hijos practiquen todas las diligencias que deben hacer y crean necesarias para hacerlo efectivo. Mis demás bienes aparecerán del Inventario que encargo a mis Albaceas formalicen, con sujeción a mis libros, documentos y papeles ... Lego el remanente del quinto de mis bienes a mi Esposa Doña Mercedes Ibáñez. Es mi voluntad que separando de mis bienes el tercio, se haga de él dos mitades de las que una se adjudique a mis dos hijas mujeres, Doña Mercedes y Doña Josefa Catalina, y la otra mitad vuelva a la masa común para ser dividida entre todos mis herederos ... Ordeno y mando a mis Albaceas, que separen de mis bienes 2.000 pesos plata, con lo que llenaran, a mi nombre, cumpliendo con las disposiciones de mi Señora Madre, todos los objetos de beneficencia que les he comunicado ... Nombro por mis Albaceas, en primer lugar a mi Esposa Doña Mercedes Ibáñez, mancomunada con mis hijos don Manuel Alexandro y don Agustín Casimiro; en segundo a mi Madre Política, mancomunada con mis otros hijos Don Emiliano Camilo y Don Hortensio Aurelio, la Señora Rosa Marín; y en tercero al Señor Don Manuel José García y su Esposa mi legítima hermana Doña Manuela de Aguirre ... Nombro por mis únicos y universales herederos a mis hijos legítimos...", de ambos matrimonios, cuyos nombres consignó prolijamente el testador; que así lo otorgó y firmó por ante el Escribano Agrelo y los testigos Pablo Gómez, Pablo Gómez hijo y Mauricio Cruz, en esta ciudad de Buenos Aires a 8 días del mes de Diciembre de 1843, "año 34 de la Libertad, 28 de la Independencia y 14 de la Confederación Argentina".
    Veinte días después, La Gaceta Mercantil publicó la siguiente comunicación: "La viuda e hijos de don Manuel H. de Aguirre (q.e.p.d.) suplican a los señores que por algún accidente no hayan recibido esquelas, se sirvan acompañarlos en los funerales de dicho finado, que han de celebrarse en el templo de Nrt. P. San Francisco, el sábado 30 del corriente a las 9 y media de la mañana, favor que les serán muy reconocidos".
    La testamentaria del causante tramitóse en el Juzgado de Primera Instancia Civil del Dr. Manuel Mansilla. Los bienes inventariados en autos fueron: La casa de la calle Chacabuco Nº 59; otra casa en la calle Arenales, sin Nº, esquina al "Hueco de Cabecitas" (ahora Plaza Vicente López); la casa quinta en el mismo "Hueco", que el finado compró a su suegra Rosa Marín de Ibáñez, el 17-XII-1833, con los edificios contenidos en ella, compuesta de una manzana de terreno, limitada por las calles Santa Fé, al Sud, Arenales al Norte, Uruguay al Este y Paraná al Oeste; asimismo parte de la quinta; heredada de su madre Josefa Lajarrota, en las calles Cangallo y Cuyo; y los muebles, alhajas, libros, loza, batería de cocina, acciones y dinero, que consignan las hijuelas respectivas.


    Bautismo:
    Lº 16 Año 1786 Fº 96. Padrinos: don Felipe de Elizalde y doña Josefa de la Quintana y Riglos, su abuela paterna. Adm. el sacramento el padre Miguel de Riglos.

    Manuel se casó con María Victoria Ituarte Pueyrredon, (*) el 9 Dic 1818 (Canónico) en Buenos Aires, Argentina. María (hija de Juan Bautista de Ituarte Aguirre y María Magdalena Pueyrredon Dogan) nació el 17 Nov 1799 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 18 Nov 1799 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 5 May 1827 en Buenos Aires, Argentina. [Hoja del Grupo] [Family Chart]


  2. 5.  María Victoria Ituarte Pueyrredon, (*)María Victoria Ituarte Pueyrredon, (*) nació el 17 Nov 1799 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 18 Nov 1799 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hija de Juan Bautista de Ituarte Aguirre y María Magdalena Pueyrredon Dogan); falleció el 5 May 1827 en Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    MARIA VICTORIA DE ITUARTE PUEYRREDON - mi tatarabuela - nació en Buenos Aires el 17-XI-1799 y al día siguiente la bautizó, en la Catedral, el Canónigo Francisco Tubau y Sales, llevada a la pila por sus padrinos; Andrés del Rincón y María Isabel Dogan, sus tíos.
    Sobrina carnal del Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, la niña, dieciocho años más tarde, fue protagonista de un episodio sentimental en el que intervinieron varios políticos importantes. Cuenta el Coronel Manuel Pueyrredón en sus Memorias, que Tomás Godoy Cruz - diputado mendocino al Congreso de Tucumán, agente de San Martín ante la autoridad directorial y futuro Gobernador de Mendoza, oportunamente casado con María de la Luz Sosa - "anduvo por casarse con una prima mía Victoria Ituarte Pueyrredón, y creía que yo era su rival y obstáculo a sus amores. Si aquella señorita no lo quiso fue porque estaba ya prometida con don Manuel Aguirre, a quien el Director Supremo mandó en comisión a Norteamérica para alejarlo de Buenos Aires porque protegía las pretensiones de Godoy. Diré que es cierto que yo estaba enamorada de mi prima, pero enamorado como un loco. Aquél fue mi primer amor, y el recuerdo de esa mujer ejerció sobre mi espíritu un poder tan grande que ha fijado la suerte de mi vida durante mis primeros y mejores años. Pero nunca pasó de un puro platonismo. Godoy me odiaba, tanto como yo lo detestaba. Varias veces dije a ella; no tengo celos del otro (Aguirre) pero más quisiera verte muerta que casada con éste (Godoy)". Por su parte el General Pueyrredón en carta a San Martín se refiere a Godoy Cruz en estos términos; "Debe Ud. saber que este joven, de mi amigo íntimo se ha convertido en enemigo mío. Solicitó casarse con una sobrina mía; le introduje en la casa, me interesé en su enlace, hice los oficios de un hermano, pero la niña comprometida anteriormente con Aguirre se resistió a toda persuasión y consejo. Desde que él vió destruida su esperanza se retiró de golpe de la casa y empezó a dejarme ver un semblante de desagrado".
    Victoria Ituarte - fiel a su prometido - se casó en la Catedral porteña el 9-XII-1818 con Manuel Hermenegildo de Aguirre y La Jarrota, al mes de que éste regresara de su misión diplomática en los Estados Unidos. La sucesión de ambos cónyuges se consigna en el linaje de Aguirre, con la correspondiente biografía de Manuel Hermenegildo y la antecedencia de su prosapia navarra.
    Falleció doña Victoria el 5-V-1827, y su marido levantó un monumento funerario en el cementerio de la Recoleta; "Su inconsolable esposo", reza, para el público, la lápida sepulcral de aquella tumba abandonada y cubierta de verdín. Frente a tan lastimera añoranza, a nadie se le ocurre imaginar que el atribulado viudo se casaría tres años después con Mercedes Ibáñez Marín.
    Una agria controversia judicial, no sus segundas nupcias, cortó las cordiales relaciones de Manuel Hermenegildo con su suegra Magdalena Pueyrredón y con su concuñado Braulio Costa. En junio de 1831, Aguirre, "viudo de Victoria Ituarte y Pueyrredón y padre de los legítimos hijos procreados en dicho matrimonio", se presentó ante el Juez demandando a los Albaceas de su padre político Juan Bautista Ituarte; la viuda de éste, Magdalena Pueyrredón y su yerno Braulio Costa. Pedía Aguirre judicialmente la división de los bienes de su suegro, pues ninguna intervención en ello se le había dado, no obstante ser el representante legal de su primera esposa. Notificados Braulio Costa y Magdalena Pueyrredón de la demanda, aquel - estampó Aguirre - "ha contestado con desprecio que nada tiene que ver conmigo", y no quiso firmar la notificación, y doña Magdalena "se dice unas veces enferma y otras estar en el campo".
    Acentuada, cada vez más, la aspereza del litigio, don Manuel Hermenegildo alegó que dichos Albaceas no cumplieron "con el mandato que tenían hasta el día de hoy" (13-VIII-1831), y como doña Magdalena y don Braulio eludían presentar el inventario de los bienes dejados por Ituarte, el demandante pidió el embargo de las propiedades de Costa y de la única finca de doña Magdalena; "la casa chacra de San Isidro" (2).
    Braulio Costa, por si y su suegra, manifestó entonces desconocer "que es lo que se propone Aguirre Lajarrota, si mortificar a mi madre o cobrar algo que haya creído que le debe".
    Al escrito de Costa replicó Aguirre expresando haber reclamado con empeño, ya desde 1823, la división de la testamentaría, y que a esto no se quiso acceder. Que después de más de doce años corridos hasta la fecha, se le remitió hace pocos meses una liquidación privada, que verificó Pascual Cernadas, sin autorización judicial, ni intervención y conocimiento del reclamante. Por lo demás no recuerda haber recibido de dichos Albaceas cantidad alguna por cuenta de la hijuela que debía corresponder a su finada esposa, como tampoco haber firmado ningún documento a este respecto.
    El pleito siguió su curso, y finalmente el tardío inventario y tasación de los bienes de Juan Bautista Ituarte arrojó el saldo de 35.788 pesos con 4 y tres cuartos reales, junto con el distanciamiento definitivo de Manuel Hermenegildo de Aguirre respecto de su suegra Magdalena Pueyrredón y de su concuñado Braulio Costa.
    El 18-V-1834 exhaló su postrer suspiro mi 4ª abuela Magdalena Pueyrredón de Ituarte. Tres meses después (12 de agosto) ante el juzgado de Francisco Planes, Secretaría de Miguel Mogrovejo, se hizo presente Manuel Hermenegildo de Aguirre, en representación de los hijos de su primer matrimonio con Victoria Ituarte, y dijo; Que la testamentaría de doña Magdalena "está paralizada en perjuicio de sus hijos". Por lo que solicitaba al Juez el nombramiento de "un Albacea dativo, de fuera de la familia, que se haga cargo de todos los bienes y liquide la testamentaría". Su Señoría, en consecuencia, nombró Albacea a Prudencio Rosas, el hermano de don Juan Manuel.
    por Carlos F. Ibargure Aguirre

    Hijos:
    1. 2. Manuel Alejandro Santiago Aguirre Ituarte, (*) nació el 14 Sep 1819 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 2 Oct 1819 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 12 Ene 1911 en Buenos Aires, Argentina.
    2. Agustín Casimiro Aguirre Ituarte fue bautizado el 21 Oct 1820 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 19 Nov 1901 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    3. Emiliano Camilo Esteban de Aguirre Ituarte nació el 26 Dic 1821 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 3 Ene 1822 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 9 Jun 1886 en Buenos Aires, Argentina.
    4. Aurelio Hortensio Aguirre Ituarte nació el 18 Sep 1823 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 26 Sep 1823 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    5. Hortensio Aurelio Aguirre Ituarte nació el 28 Dic 1824 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 11 Ene 1825 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció en 1850; fue sepultado en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    6. Victoria Romana Aguirre Ituarte nació el 8 Abr 1827 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 8 May 1827 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.

  3. 6.  Juan José Cristóbal de Anchorena López de Anaya, (*) nació el 26 Jun 1780 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 30 Jun 1780 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hijo de Juan Esteban de Anchorena Zandueta, (*) y Romana Josefa López de Anaya Ruiz Gamiz); falleció el 20 Dic 1831 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado el 20 Dic 1831 en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    JUAN JOSE CRISTOBAL DE ANCHORENA Y LOPEZ ANAYA surgió a la vida el 26-VI-1780, en la casa paterna que sabemos, situada frente a la Iglesia de La Merced. Cuatro días más tarde, recibió las aguas bautismales apadrinado por el tío político Cristóbal de Aguirre (debido a lo cual llevó su tercer nombre) y por su abuela materna Juana Josefa Ruiz y Gamiz. (Archivo parroquial de La Merced, libro de Bautismos nº 16). Corridos un par de lustros, el niño - como la mayoría de los niños del vecindario principal - terminó sus estudios elementales en la Escuela pública, para iniciar luego los secundarios en el Colegio de San Carlos; donde el año 1792 cursó Gramática hasta 1794; Filosofía durante los años 1795, 96 y 97; y Teología en 1798. Según certificado de la Secretaría de los Reales Estudios de Buenos Aires, el Joven Juan José aprobó Lógica el 7-XII-1795; el segundo bachillerato de Filosofía el 6-XII-1796, y un último examen de esta materia el 7-XII-1797. En tales pruebas anuales examinaron al muchacho los doctores - todos sacerdotes - Carlos José Montero, Matías Camacho, Melchor Fernández y Diego Estanislao Zavaleta.
    Como se dijo anteriormente, en 1798 el padre envió a Juan José al Alto Perú, a fin de que atendiera allá los negocios comerciales de su casa, tomando contacto directo con los representantes y clientes de la firma familiar, para lo cual el mozo estableció su centro de operaciones en la villa de Potosí.
    La nutrida. periódica e inédita correspondencia del viejo Anchorena con su hijo distante, ha sido extractada más atrás en el presente trabajo, pero las cartas que el hijo envió a su progenitor desde las provincias arribeñas a partir de 1798 hasta 1802, año en que aquel regresó a Buenos Aires, no se encuentran entre los papeles que conservamos sus descendientes Ibarguren. Casi todo ese epistolario trataba de asuntos mercantiles, y mi padre lo donó, con otros testimonios equivalentes, al Archivo General de la Nación. Alguna carta de aquellas, sin embargo, quedó entre los documentos de nuestro repositorio particular: como ésta, de fecha 26-XI-1801, en la que Juan José da cuenta a "Mi muy estimado Padre", de la muerte de uno de sus corresponsales, Juan Vicente Zavala, "que nos hace bastante falta para el cuidado de la casa, pues por su avanzada edad no salía de ella jamás; murió cuando menos lo creía, amaneciendo duro como un pedernal..." Después, el jóven Anchorena pasa a referirse a la situación económica de Manuel Salvador Fernández, mercader de Salta; "Fernández esta fundidísimo - advierte en cuatro líneas -, y tiene una mujer que es capaz de gastar en un año todo el oro que hasta ahora se ha sacado del Tipuano (aurífero rio del Alto Perú). Este hombre no tiene ni quien le asegure ni quien le haga favor, y todo es pobreza".

    Viaje a España

    Al cabo de un año de haber llegado Juan José Cristóbal de las provincias del norte a Buenos Aires, emprendió viaje a España para ampliar los negocios de su casa, ajustar cuentas y cobranzas, cerrar contratos con acreditadas firmas comerciales metropolitanas, y establecer nuevos agentes quienes, allá, debían comprar mercaderías destinadas a revenderse en estas regiones ultramarinas del centro y el sur, y, a su vez, recibir y colocar ventajosamente los productos americanos en la madre patria.
    Así, pués, mi tatarabuelo Anchorena partió a mediados de octubre de 1803 de la rada bonaerense en una balandra que lo transportó a la vecina orilla, arribando a Montevideo el 21 de aquel mes, para embarcarse el 7 de noviembre en la fragata "Espik" - a cargo del maestre Miguel Pascual -, cuya nave desplegó velas tres días más tarde, y después de surcar los procelosos dominios de Neptuno, fondeó en Cádiz el 15-II-1804. El derrotero, desde Buenos Aires, había durado más de 110 días.
    Juan José pisó tierra gaditana el 17 de febrero "a las cinco de la tarde" (según las puntuales manecillas de su "relox Eardley Norton de London", consultado a cada momento); descargó el equipaje a la mañana siguiente "a las diez"; y a las oraciones del mismo día fué a alojarse en casa de Antonio Arribillaga, representante y socio de su padre, donde estuvo viviendo hasta el tres de marzo, fecha en que salió a rodar para Madrid en calesa, "a las ocho de la mañana".
    En tal itinerario por polvorientos caminos, el joven indiano hizo escalas para almorzar, comer o dormir, en estas villas y localidades que él apuntó en su libreta viajera: Puerto de Santa María, Jerez de la Frontera, Cuervo, Utrera, Alcalá de Guadaira, Carmona, La Luisiana, Ecija, La Carlota, Córdoba, El Carpio, Aldea del Río, Andujar, Bailén, La Carolina; y atravesada la Sierra Morena descansó en la venta de Cárdenas, para proseguir a Santa Cruz, Valdepeñas, Manzanares, Villalta, Madrilejos, Tembleque, Ocaña, Aranjuez, Valdemoro y hacer su entrada en la Real Villa del Oso y el Madroño el 19 de marzo - tras 16 jornadas de intenso traqueteo - alojándose en una fonda llamada "La Fontana de Oro", en la "Plazuela de Santo Domingo".
    Estuvo el recién venido un par de meses en la "alegre y confiada " capital del Reino. Ahí - sus cartas lo dicen - no dejó de asistir reloj en mano, "a la comedia", como también "a los toros" y "a la casa de las fieras". El 18 de junio, "a las cinco de la mañana", mi tatarabuelo partió hacia Valencia, a donde llegó el 24, "a las seis de la tarde", hospedándose en casa de Mariano Espinosa, uno de los factores comerciales de su padre. El 12 de octubre en horas matinales, Anchorena abandonó Valencia rumbo a Barcelona, en la doble compañía de "don Pedro Sierra y de Bosch". (Francisco Bosch Alvareda, hermano de Gerardo, quien era marido en Buenos Aires de Juana Josefa Aguirre López Anaya, prima hermana de nuestro viajero). A la Ciudad Condal arribó el 17 de octubre "a las cinco de la tarde", e hizo alto en una posada de nombre - como la madrileña - " La Fontana de Oro", en la calle "de los Escudilleros" (Escudellers). En ese albergue permaneció desde su llegada hasta el 4-I-1805, en que, "a las ocho de la mañana" se transladó a la calle "Del Perrito", hasta el día 24, en que mudose "a lo de Camiot"; hostal ubicado en la esquina "a la calle de la Trinidad". Y en Barcelona, el escrupuloso muchacho se abocó a la tarea de regentear los lucrativos intereses paternos, cuya actividad fué interrumpida por la invasión de los franceses, en febrero de 1806. Todo lo cual surge de sus cartas y prolijísimos apuntes.

    Repercusión en Europa de los triunfos de Buenos Aires sobre los ingleses. Juan José se militariza en Cataluña

    "Mi muy estimado Padre" (escribía desde Barcelona, el 21-II-1807, mi tatarabuelo, con referencia a la primera invasión de Beresford y Popham a Buenos Aires": "No puedo significar a Vmd. cuanta ha sido mi aflicción de espíritu que he tenido desde el 2 de Octubre, al saber la toma de esa plaza por los ingleses: la capitulación; los refuerzos que se mandaron; el plan de combate que se arregló, y, después, la reconquista, siendo la acción general en esa calle de La Merced. En toda hora estaba mi imaginación ocupada en considerar a Vmds. en el estado de mayor aflicción, con el sentimiento de no poderlos acompañar, ni aliviar en tantos trabajos como han padecido. La imposibilidad de tener noticias algunas por haberse perdido toda la correspondencia, a pesar de inquirirlas por todos medios, me ha sido una grandísima pena hasta ayer, que recibí, en contestación, una de don Manuel Ruiz de Gaona en que me expresa que ni Vmd. ni su familia, como ni tampoco Aguirre, Elorriaga y Pombo, habían tenido novedad mayor en la salud; y sigue que le consta ningún menoscabo han experimentado en sus interese y reputación, antes sí grande honor por estas noticias, que me han sido de extraordinaria complacencia. Considero la falta que les habrá hecho Tomás, y creo lo tengan ya a su lado, al mismo tiempo que habrán pensado en poner sus personas en el sitio más libre de todo insulto. Espero con mucha ansia la hora en que reciba carta de Vmd. para saber el estado de su salud, y si les falta alguna cosa para disponer el remedio". Después de hablar de libranzas, recibos y negocios, añade, incorregible, el mercader: "en caso de sacar intereses de Buenos Aires, que sea a la Plata o Tucumán, por que los parajes inmediatos a la mar, como Chile, Lima, etc., corren mucho riesgo, por que los Ingleses tienen ahora ociosos sus navíos y sus soldados, y todo lo emplean en expediciones de 4 a 6 mil hombres".
    En otra carta barcelonesa del mes de marzo de ese año, dirigida a su hermano Tomás Manuel, mi tatarabuelo relata que ha sido movilizado para la guerra, y en los comentarios acerca de su improvisada iniciación marcial, mezcla, alegremente - pañero experto como era -, los casimires de los uniformes con los quehaceres y disciplinas del recluta. "Se acercó la tormenta - dice - y mucho ha habido que sufrir. Por lo que a mí toca, me han obsequiado con un fusil que tengo que limpiar una o dos veces al día, por que, sobre ser el aire salaroso, se les ha antojado que se le quite el empavonado. Hasta ahora todo eran comodidades, pero llega el momento en que llueve y es preciso hacer las horas de centinela; es preciso presentarse a las horas que ordenan; es preciso presentar ejercicios y evoluciones, aunque se quejen los pies, los huesos, las manos; aunque la ropa se seque en el cuerpo, etc. etc.. En cuarteles y cuerpos de guardia, al instante debe uno estar más limpio que tienda de buen mercader; pero a todo se hace uno. Yo creía que jamás saldría de la levita azul, y ahora me hallo con una casaca de cien colores en que hay paño a dos costados, casimir idem, troplo, sarga de seda, chamelón, etc., con visos y forros. La espada que me parecía enemiga de toda filosofía, ahora me exige algunos ratos para que la limpie y la haga aparecer bien. Correajes relumbrantes, negros y que no manchen la casimira blanca, la color de ante, el troplo verde, el color grana y el café. El pantalón de casimira blanca un día, otro de percala, otro de mahón y otro de paño café; valiéndose solamente en el invierno de cotín negro bajo, y alto en los días de gala, y poncho de paño café con cuello color de ante, cuando llueve, demuestran que ya muchas gaditanas se quejan del trabajo que les dan los vestidos de sus maridos. todos huyen de España y nos quedamos solos unos pocos, para que el malhumor nos acabe y consuma. La fortuna es que a pesar que los solteros tienen que ser soldados, muy raro es se arrepientan de serlo, por que en estas ocurrencias se ha conocido cuanto vale la libertad de un soltero...".
    A su madre Juan José le pone el 8 de agosto al enterarse de la expedición de Whitelocke al Rio de la Plata: "Señora ... Duró poco el contento de la Reconquista, y a los dos días se supo de los que habían ido a Maldonado, y, sucesivamente, la desgracia de Montevideo. Dios nos quiere purificar en esta vida por los trabajos y desgracias; espero nos asista por la resignación...".
    Cinco meses después (9 de enero) el primogénito se dirige alborozado a su padre con estas noticias: "... En grande sentimiento consideraba la fatalidad que causaría en esa un ejército tan numeroso como el que reunían los ingleses para el ataque, cuyo resultado supe en 30 de Setiembre había sido tan favorable a todo español y de tanta gloria a los habitantes de esa capital. La Gaceta extraordinaria de Madrid de dicho día, copió el oficio del general Witelok a su gobierno, el que por su mejor estilo refiere del modo brillante la defensa de esa capital, acción que ha sido la admiración de toda Europa, y que ha merecido que el hermano de la Emperatriz de Francia (el Marqués Francisco de Beauharnais, cuñado de Josefina y embajador de Madrid), el 14 de Octubre en El Escorial, participáse a S.M. lo mucho que ha celebrado su Soberano (Napoleón) los buenos sucesos de Buenos Aires y la gloria que han adquirido los españoles en América. El 17 de Noviembre llegó a Cádiz en el bergantín portugués "La Felicidad", procedente en 10 dias de la Madera, don León Altolaguirre, en compañía de un hijo de Sarratea () y otro de Perichón (), los que conducían pliegos y oficios de ese general Liniers, cuya copia publicó la Gaceta extraordinaria de Madrid del 26 del mismo mes...".

    Napoleón invade España

    Hay en nuestro archivo familiar, entre los papeles de Anchorena, una carta muy informativa, de tono diría casi periodístico, enviada desde Barcelona por un señor "Joseph de Anaya", "afectísimo hermano" - según él expresa - de "Josefa de Anaya" vecina de Buenos Aires, a quien va dirigida tal misiva.
    Esta señora, indudablemente, no puede ser sino Romana Josefa López Anaya de Anchorena, aunque en ninguna forma haya podido yo ubicar al susodicho "hermano" Joseph, que vivía en España. En el testamento de Juana Josefa Ruiz y Gamiz - madre de Romana -, otorgado el 29-VI-1782, ante el escribano porteño Pedro Núñez, la causante sólo declaró por sus hijos a estos tres: Lucas Francisco Javier López Anaya y Ruiz, fraile mercedario; María Manuela López Anaya y Ruiz, desposada con Cristóbal de Aguirre y Hordeñana; y Romana Josefa, mujer de Juan Esteban de Anchorena. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que nuestro desconocido "Joseph de Anaya" proporcionó entonces a su parienta americana, una vívida crónica de la ocupación barcelonesa por las tropas napoleónicas. Hela aquí en su parte sustancial:
    "Sra. doña Josefa de Anaya", Barcelona 5-III-1808. "Mui señora Mía: En enero escribí dos y en febrero otras dos, y esta (última) misiva decía que el 13 de febrero entraron en ésta tropas de la Francia, las más de napolitanos, italianos y suizos; y en 10 mil hombres sólo 500 franceses. Dificultades al entrar, por que no había orden para recibirlos, pero la prudencia de Espeleta (José de Ezpeleta y Veire de Galdeano, Capitán General de Cataluña, a la sazón) lo venció todo: entraron, se alojaron y todo aprobó la Corte. Entretanto algunas puñaladas, y el Domingo 21 hasta pistolas. Por fin volvió la tranquilidad. El lunes de carnaval, 22 de febrero a la 1 1/ 4 del día, a tiempo que iban a hacer la revista, se entraron en la ciudadela e intiman que toman posesión en nombre de S.M.I. y R. Al mismo tiempo marchaban muchos y (traspasaban) las murallas; otros entraban por la puerta del mar; otros por la puerta nueva; otros corrían por los paseos en patrullas y piquetes. Los guardias dobles, que ellos tenían, no permitían salir a nadie. Todo era tambor y clarín. Momento terrible. Al mismo tiempo después de tomada dicha ciudadela, mandaron tropas al Castillo de Montjuit; su Gobernador no quiso entregarlo. En estas 10 horas el pueblo estaba en conmoción, pero todo era susto. Conociendo la prudencia de nuestros jefes, en ese instante fijaron edictos para la tranquilidad. Patrulla por todos puntos la caballería francesa. En un día quedaron dueños de todas las baterías y fortalezas... En Pamplona entraron el 9 de febrero... El 26 ha llegado a Bayona el duque de Berg (Murat) ... Estamos en la mayor aflicción de aflicciones, sin saber qué sera de nosotros ... Portugal en todo a disposición de Francia ... En Castilla hay 9 mil hombres franceses repartidos entre Logroño, Valladolid, Burgos, etc.; y con arrimos de Madrid a 3 y 6 leguas. Pienso hacer que mi hijo mayor, que nació el 26 de junio de 1780, esté listo para marchar de ésta para otro punto, por que los franceses, en donde entran, levantan tropas para retirar aquellas fuerzas, y con ellas hacer nuevas conquistas... Procuren conservarse Vmd. buena y rogar a Dios me asista con su misericordia en tantas congojas que se padecen, y mande Vmd. a su afectísimo hermano: Joseph de Anaya".

    Tribulaciones de Juan José

    Por su parte Juan José Cristóbal de Anchorena, en su correspondencia, relata a sus padres cómo fué ocupada Barcelona por las fuerzas de Napoleón, entre ellas un contingente napolitano, "que es la peor canalla", sin que se pudiera impedir el que "saqueen, maten, deshonren, desfloren, asesinen y roben sin excepción los vasos sagrados, quemen templos y casas, pisen formas consagradas, rompan y destruyan imágenes". "No era prudente permanecer más tiempo en Barcelona con tanto riesgo de mi vida, expuesta a cada instante en las calles, expuesta a una falsa delación de los espías, y no pudiendo sufrir por más tiempo la opresión con que aflijen aquella ciudad, no permitiendo con un calor de 25 y 26 grados se abran los balcones y ventanas; registrando conventos y parroquias y casa particulares y cobrando contribuciones". Por eso Juan José huyó el 24 de julio a Sitges, en un bote, pués era imposible viajar por tierra, ya que "los paisanos armados mataban y asaltaban a los que presumían no ser de los suyos". Además era riesgoso "el tener que estar a 8 leguas de Barcelona, errante, sin determinarme a pasar a adelante, por que cada provincia y cada partido tiene su Junta Suprema, que dicta disposiciones como le agrada, por lo que es absolutamente imposible viajar por tierra".
    En trance tal, el fugitivo encontró en Sitges un barco de pescadores, "en el que me embarqué para Cádiz, después de tener que pasar el día y la noche sobre cubierta, mal sentado, mojado de los golpes de mar y remojado de tres días de lluvia, siendo ésta menos incómoda, a pesar de falta de ropa aparente,que la fortaleza del sol que me ha hecho mudar de pieles causando bastante ardentía e incomodidad". Así, la lancha pesquera arribó a cierta ensenada donde a punto estuvo de caer cautiva de una escuadrilla de veleros moros, que apresaban las embarcaciones españolas carentes de "contraseña" para navegar. Seguidamente, a duras penas, el forzado argonauta alcanzó los puertos de Motril y Málaga. Aquí, después de esperar cinco días "por tiempos contrarios, me embarqué con otro pescador que tenía contraseña y venía cargado de almejas"; pero el día 16 de agosto a las tres de la mañana, el barquito varó hasta las cinco, y "haciendo esfuerzos tres hombres y un muchacho safamos de un banco a que la obscuridad nos había conducido".
    "Esto escribo a Vmd. - decíale Juan José a su madre en carta del 26-IX-1808, fechada en Cádiz - "por que no diga que no le escribo ocurrencia alguna. De lo que he visto y sucedido en la Cataluña, conviene que no tenga Vmd. noticia, pués algunos sucesos que medio he referido a hombres que tienen motivo para ser algo insensibles, les han hecho saltar las lagrimas, por que las historias de los Moros no cuentan cosa igual... Si Bosch (Gerardo) no tuviera noticias de su hermano - seguía Juan José - , puede Vmd. decirle que por un sujeto que le conoce he sabido existía hasta el 20 de Agosto; que cuando la tragedia de Mataró huyó a la montaña en compañía de don José Vilardebó (éste nativo de Montevideo). (A Mataró llegaron los invasores y, ante la resistencia de los mataroneses, saquearon la villa, degollando a muchos vecinos y violando a sus mujeres).
    En medio de tantos horrores - continúa el relato de mi antepasado - "hasta el presente no tengo nada perdido, aunque casi todo sin poder hacer uso, que pocos contaron igual suerte. Pero anoche me ha quitado el sueño la precisión en que me hallo de ser soldado, por ser soltero y no poder salir de España. Ningún Rey ha tenido soldados más ricos, pues los hay de más de 300 y 400 mil pesos: don Francisco Lisaur, es soldado; Ugarte id.; Genesy id.; los hijos de Veramurguía id.; el de Arribillaga id.. Los casados sin hijos y todo soltero deben marchar, sin que haiga remedio, para lo que tocare, y ¡cuidado el Médico que se descuide con certificaciones!". Aconseja luego el corresponsal a sus hermanos "que no piensen salir de América; que se acuerden de mis cálculos y proyectos antiguos, aunque parecían rancios y melancólicos; y por fin escarmienten en cabeza ajena; que a los de Buenos Aires que no han muerto de peste o hipocondría, después de cuatro años de días negros, unos por falta de dinero y otros por demasiado, después de haber sufrido mil iniquidades, majaderías y hablillas, ahora les coronará la fiesta un fusil, una fatiga diaria y tener que gastar lo que no se gana. No puedo escribir más porque en todo tiempo hay que callar ... Desde Mayo en que se interceptó la correspondencia con Navarra, no tengo noticia alguna de los parientes, lo que me es bastante terrible, porque si no han padecido lo que en Cataluña, sé lo malo que son los huéspedes...".
    El 26 de setiembre Juan José, sin saber que su padre había muerto el 5 de marzo anterior en Buenos Aires, le comenta como salió de Barcelona para Sitges, y, de allí, embarcado para Cádiz; y cómo a pesar del caos y de tantos trastornos "tengo como especial favor de Dios no haber sufrido hasta ahora pérdida en los intereses, aunque mi salud ha decaído". Y refiere en la forma que resguardó dichos intereses: Partidas de "gros de seda" y "tercios de medias y gorros de algodón", depositados, indistintamente, en las casas de Arribillaga e Hijo y de la viuda de Mariano Granja, en Cádiz; como en Valencia en lo de Mariano Espinosa e Hijos. En Barcelona, nuestro mozo, dejó en poder de Bruno Llobet, "un cofre de suela negro con secreto", que "contiene unas docenas de medias de algodón, ropa de mi uso, y todos los papeles y cartas de correspondencia interesante: libros de caja, copiador de carta, etc., con más una carta reservada para el Padre Baltasar, del Oratorio de San Felipe Neri"; que Llobet debía entregar al religioso "en caso de mi fallecimiento, para que dicho Padre dirija copias de su contenido". También le dejó a Llobet "800 pesos fuertes en confianza, que quedaron sepultados con intervención de su socio y apoderado Sebastián Mareca". Enumera luego Anchorena unos documentos y efectos que dejó en manos de Juan de Alsina y Ambroa, y otros que custodiaban Olivero y Mantells. Y finalmente agrega el hijo errante, que al llegar a Cádiz, "me he alojado en una posada a pesar de las instancias de don Antonio Arribillaga, que se haya impedido de aire perlático, quien se empeñó fuera a vivir a su casa".
    El 19 de octubre, desde Cádiz, se lamenta Juan José con su madre del fallecimiento de su padre, y dice que por no abandonar "los intereses" quedó en España y se hizo soldado, revistando en la 4ª compañía del 1º batallón del Regimiento de Voluntarios Distinguidos, donde se alistaron también Juan Alsina y Ambroa y, después, "el hijo de Alzaga" (). Dicho regimiento no salía de la ciudad y estaba formado por comerciantes solteros y casados. Su Coronel era el Gobernador de Cádiz, "y mi Capitán el Conde de Rio Molinos, el hombre más amable de todos". La unidad se componía de 2.000 milicianos que guarnecían la plaza, y , salvo los días de guardia, pernoctaban en sus domicilios, conservando sus armas y el equipo, que "es fino y a costa propia".

    Un brulote patriótico contra Murat; y siguen las cartas de Juan José

    Junto con sus noticias personales y minuciosas apuntaciones sobre los negocios de la común empresa mercantil, mi tatarabuelo Anchorena solía remitir de España a su familia, papeles sueltos y documentos copiados de su propia mano, como el siguiente histórico y pintoresco desafío titulado Carta escrita por los Murcianos a Murat, que dice así: "Murat: La leal y valerosa nación española armada en masa, no tumultuariamente y si bien organizada, que tiene prontos 300.000 hombres combatientes listos y preparados a cebarse en tí y en tus ejércitos, te intima respetes las vidas de sus conciudadanos, así en la corte como en los demás puestos que con alevosía ocupas. Esta moderación es la que puede salvarte. Como leones defenderemos nuestro Soberano y hogares. Te has engañado en creernos bárbaros, sólo lo seremos en la venganza que pensamos tomar de tí, si cometes la alevosía de derramar sangre de los que sin causa se han dejado desarmar. Nuestras victorias de San Quintín y Pavia tenlas presentes: los mismos somos que eramos entonces; la posteridad hará honrosa conmemoración de nuestros esfuerzos. Recuperaremos nuestro antiguo esplendor. La nación española romperá las indignas cadenas que le tienes preparadas. Diez y seis millones de almas no se conquistan con proclamas: a la victoria corremos. Hespaña llá está libre" ()
    Siempre desde Cádiz (23-I-1809) Juan José le expone a su madre que la casa y los negocios de la familia deben continuar a pesar de la muerte del padre y bajo el rubro de "Sra. Viuda de Anchorena e Hijos". Y cinco días más tarde, toma de nuevo la pluma para contarle a doña Romana que "el 25 hemos estado de formación por las exequias al Presidente de la Junta Central, Florida Blanca, que murió el mes pasado en Sevilla. Hoy voy de guardia al Castillo de Santa Catalina - agrega -, en donde están (prisioneros) los comandantes franceses y genoveses".
    Al mes siguiente (12 de febrero) insiste el mayor de los Anchorena con su madre sobre un tema que le preocupa: "por mis anteriores habrá Vmd. conocido mi modo de pensar ... Mi opinión es que siga la casa unida y que los bienes se mantengan indivisos; me parece que a todos nos conviene, por que a la separación de bienes suele generalmente seguirse el que uno u otro de los hijos, ya por falta de inteligencia, ya por otros acasos, se arruina". Y a un pedido que le hiciera anteriormente misia Romana, contesta; "Ahora no se puede comprar ni el brocato, ni el galón, por que no lo hay a ningún precio, ni de donde venga, pero cuente Vmd. que, como Juan José viva, N.S. de Mercedes no se quedará sin el vestido". (El culto y devoción a la Virgen de la Merced - cual lo tengo dicho en el capítulo que dedico a los López Anaya - era tradicional y se mantenía y prolongaba, a través de las generaciones, en las familias de Gamiz, Ruiz, López Anaya, Anchorena y demás linajes entroncados con ellos).
    Leamos esta otra carta gaditana (20 de abril) de Juan José a "Mis hermanos Tomás y Nicolás": "Aquí - les dice - nos ha resultado la conveniencia de aumentarse la fatiga y guardar el Parque de Artillería ... se nos ha dado a Fernando 7º por Coronel (honorífico), fuero militar castrense y unos galones por distintivo, a lo que hay alguna oposición por nuestra parte, por oponerse al sistema fundacional del cuerpo y a la libertad, que es preciso defender, de no considerar a los jefes sino cuando se está de servicio ... Las noticias venidas por una fragata mercante inglesa que salió de Montevideo en diciembre, han sido poco satisfactorias, lo que agrava nuestros malos ratos. Os encargo como hermano que os mantengais separados de toda ocurrencia, que no os mezcléis ni de palabra, ni con la firma, en ninguna novedad. Cuando el gobierno legítimo os ocupe, procurad cumplir con vuestro deber, huyendo de hacer papel visible. La experiencia está cada día demostrando lo arriesgado que es un empleo u ocupación visible. Cuidado con dejarse seducir del empleo y de la amistad; mirad que los que os conducen al precipicio son los primeros en abandonaros y publicar vuestra caída. Oir, ver, callar y escusarse en todo, debe ser el sistema. En la fragata 'Proserpina' va el Virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros. Es hombre de poco lujo y muy llano. Todos me han dado buenos informes de su proceder, y se espera que él arreglará ese gobierno. Aquí ha pedido a todo el mundo cartas de recomendación para esa, y las lleva a centenares, para toda clase de personas. Yo me he hecho el sordo por que no quiero mezclaros en nada, ni menos en relaciones que no son con comerciantes. Si tubiereis necesidad, o lo juzgais conveniente, podéis apersonaros con él, pretextando mi insinuación". Cisneros - según Juan José - "es sujeto de buenos sentimientos, y de los que han presenciado que los hombres más grandes son los que tienen mayor necesidad de los más pequeños". Cádiz - reseña mi antepasado - "se ha vuelto el refugio de los grandes que han venido huyendo de la quema . En Madrid ocupaban palacios y aquí en un piso se colocan tres, para que conozcan que su cuerpo no es mayor que el de los demás. A mi batallón se han agregado algunos hijos de Marqueses y Condes para aprender lo que es ser soldado y pasar malos ratos. Bonaparte, el facineroso, nos dijo que venía a regenerar la España, y efectivamente por él han conocido muchos lo que ellos eran y la necesidad les obliga a mudar de conducta; otros han conocido la falsedad de los hombres; otros la vanidad de las riquezas; otros la de los empleos. Entretanto, para frustrar los proyectos de los inicuos, a permitido S.M. Divina la guerra de la Austria, con lo que este verano van a morir cuantos se nos han acercado, y me parece que antes de 50 años se ha de ver la Francia desolada".

    Reflexiones acerca de esta carta de Juan José

    Tal carta de mi tatarabuelo no tiene desperdicio y me lleva a exponer algunas reflexiones marginales. Por lo pronto el acento familiar, espontáneo de su correspondencia, descubre a las claras los impulsos íntimos del remitente, y pone de manifiesto - diré así - su genio y figura: firme temperamento conservador, amante de las instituciones sociales permanentes, cimentadas en la religión, la propiedad, el ordenamiento jerárquico y la disciplina. Odiaba y temía, en consecuencia, las revoluciones y trastornos políticos, cuyas malandanzas, en carne propia, estaba padeciendo en la madre patria desde el motín de Aranjuez. El caótico y sangriento espectáculo que ofrecía España, y los riesgos que corrió para salvar su vida, escarmentaron definitivamente a Juan José en punto a turbulencias y luchas civiles, que si derivan en guerras, suelen ocasionar la intervención armada del extranjero. Por tanto, las noticias que trajo a Cádiz aquella fragata inglesa salida de Montevideo, en diciembre de 1808, debieron producirle honda preocupación.
    En efecto: el Virrey Liniers, por nativo de Francia y haber recibido al Marqués de Sassenay, emisario de Napoleón - no obstante su posterior jura de lealtad a Fernando VII, ya despojado del cetro - había sido desconocido por Elío, Gobernador de Montevideo, provocando la primera fractura del Virreinato, que se contagiaba del mismo desbarajuste que Anchorena veía con sus propios ojos extenderse en la península.
    Asimismo el arribo de Goyeneche a Buenos Aires, enviado por la Junta de Sevilla, "a instalar en América - a su decir - juntas de gobierno semejantes a las creadas en la metrópoli"; y por otra parte las intrigas, más o menos secretas, de la Infanta Carlota Joaquina de Borbón - hermana de Fernando VII y consorte del Príncipe regente portugués -, la cual desde Río de Janeiro postulaba su candidatura para coronarse en el Plata como Reina, alegando derechos eventuales al trono español, complicaban sobremanera el panorama.
    A ese juego tan ambicioso como confuso de Carlota - alentado por el Almirante Sidney Smith y otros agentes de Inglaterra a través de su zaguero Saturnino Rodríguez Peña y de algunos correveidiles de la Princesa - se habían prestado muchas figuras que luego ocuparían el primer plano de la revolución argentina: Belgrano, Castelli, el deán Funes, Saavedra, Passo, Chiclana, Azcuénaga, Vieytes y varios más, a quienes se sumarán después Pueyrredón y Sarratea.
    Frente a tal conjura "carlotista", Liniers permanecía vacilante, mientras el Alcalde Alzaga y sus amigos del Cabildo maquinaban un golpe de mano, de total acuerdo con Elío, para derrocar al Virrey francés.
    Juan José Anchorena, entonces, desorientado en Cádiz por las noticias contradictorias que le llegaban del Río de la Plata, aconsejó a sus hermanos Tomás y Nicolás mantenerse "separados de toda ocurrencia", no mezclarse "ni de palabra, ni con la firma, en ninguna novedad". "Cuando el gobierno legítimo os ocupe - agregaba - procurad cumplir con vuestro deber, huyendo de hacer papel visible ... Oir, ver, callar y escusarse de todo debe ser el sistema". En aquellas circunstancias inciertas lo sensato, sin duda, era dar un paso al costado, "desensillar hasta que aclare": despejado el horizonte llegaría más adelante, para los Anchorena - enemigos de las reformas violentas, apegados a las leyes destinadas a mantener el orden social - el momento de actuar.
    Los conceptos de esa carta revelan tino, juicio, cordura - instinto político, diría. De haberlos conocido Sebrelli los hubiera aprovechado para reforzar el argumento capital, que repite como estribillo en su libelo: "A los Anchorena no les interesa la publicidad, no les conviene que se recuerde el origen poco prestigioso de su dinero, y tampoco les interesa que las demás clases los vean como los verdaderos responsables del poder político y social del país. Siempre han ejercido un poder oculto e ilimitado que les permite pasar inadvertidamente ante la opinión pública, quien distraídamente ejerce su crítica en otros poderes o en otros personajes más aparentes y superficiales". "La necesidad de secreto de sus negocios particulares, llevó a los Anchorena a desinteresarse de los puestos preponderantes ... ellos prefirieron siempre permanecer en las sombras, de una actividad silenciosa y secreta que no dejara huellas". "La actividad política fué para los Anchorena solo un medio para asegurar sus privilegios económicos".
    También Carretero estampó en su publicación: "Los Anchorena fueron comerciantes y financistas, no interesados en la política de manera directa, sino como medio para favorecer el acrecentamiento de su fortuna. No tuvieron política sino economía y la utilizaron para defensa y fomento de sus actividades, pero nunca para provocar actos jurídicos que redundaran en beneficio general".
    Cierto que los Anchorena fueron comerciantes y financistas, pero es falsa, temeraria y maligna, la afirmación - hecha sin concretar ni el vestigio de una prueba - que aquellos solo incursionaron en la política para acrecentar su fortuna. Es de igual modo pura mistificación facciosa afirmar que ellos siempre ejercieron "un poder oculto e ilimitado" que les permitió "pasar inadvertidamente ante la opinión pública", "en las sombras", "sin ocupar puestos preponderantes", y que - según conjetura la lógica viperina de Sebrelli - "probablemente quemaron los papeles secretos para no dejar huellas", de sus negocios, usuras, coimas y chanchullos.
    Muy otra cosa, en verdad, ocurrió con los Anchorena, los cuales nunca pasaron inadvertidos en su tiempo ante la gente, y siempre destacaron su relieve en los cargos que les tocó desempeñar, dando en todo momento la cara para defender - a veces contra predominantes mayorías - sus ideas y convicciones políticas y económicas : en el Consulado y en el Cabildo, en el Congreso de Tucumán, en la Junta de Observación, en la Legislatura y en el Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores durante la administración de Rosas. Y si Tomás y Nicolás no aceptaron ser Gobernadores de Buenos Aires en 1832, después de la revuelta que tumbó a Balcarce, fue porque ambos estimaban - con razón - que sólo su primo Juan Manuel era el caudillo capaz de "restaurar las leyes" en circunstancias tan críticas. Opositores de Rivadavia y fundadores del partido federal, los Anchorena sufrieron apresamiento y destierro, precisamente por no haber actuado "en las sombras, en una actividad silenciosa y secreta". En cuanto a la calumnia verbal - que nadie se atrevió a poner en letras de molde - que los Anchorena adquirieron dolosamente sus estancias al amparo de los gobiernos de Rosas, se destruye con las respectivas escrituras de dominio sobre aquellas grandes fracciones territoriales, cual se consignará más adelante: el campo en la Matanza se compró en 1821; "El Tala" o "Las dos Islas", en el Tuyú, en 1822; los campos de las lagunas "del Sermón" e "Hinojales", en Pila, en 1825; en 1826 "La Dulce", en la banda exterior del Salado, hoy partido de Lobos; "Arroyo Grande" y "Carralauquén" en 1827: como asimismo la estancia santafesina de "San Lorenzo", en el "Rincón de Gorondona". Como es sabido, Rosas asumió el Poder, por primera vez, el 8-XII-1829. Con posterioridad en 1837 acogidos los Anchorena a la ley del 10-V-1836, mediante la cual la Junta de Representantes autorizó al Gobierno de la Provincia a vender 1.500 leguas cuadradas de las tierras ocupadas por los enfiteutas desde el tiempo de Rivadavia, don Nicolás y los herederos de su finado hermano Juan José, en calidad de tales, adquirieron, al precio de 5.000 pesos la legua 23 1/2 leguas cuadradas, que comprendían los campos "Lafquelufú", "Lafquenpulquí", "Espadaña Grande", "Espadaña Chica", "Laguna del Hinojal" y "Toldos Viejos", todos en Pila.
    Respecto a la publicidad, que según sus novísimos detractores aterraba a los Anchorena en su carácter de "eminencias grises", ellos en cierto sentido, fueron populares, ya que nunca los ignoró la opinión pública; y menos sus opositores unitarios, que los zaherían en sus pasquines con chistes y sangrientas caricaturas, y con los motes, que aún se recuerdan, de "Plata Blanca" (a Nicolás), "Macuquino", "Torquemada" y "Mahmud Foedoris" (a Tomás Manuel).
    El autor de estas monografías histórico-genealógicas no tiene predilección especial por los hombres de cifras, devotos de Mercurio que, habitualmente, se rascan para adentro. Quien esto escribe admira a los seres que sueñan con ideales desinteresados, y a los que bien despiertos, jugándose la vida o el prestigio emprenden aventuras que culminan, a veces, en hazañas estupendas. Por eso, antes de conocerlos a fondo, no le atraían demasiado sus ascendientes Anchorena, repletos de pesos fuertes. Con alguna suspicacia - a qué negarlo - el autor de este trabajo resolvió cierto día examinar los documentos públicos y la correspondencia particular y mercantil - inédita - de dichos personajes, depositada en un arcón familiar. Confrontó más tarde escrituras en antiguos protocolos, acuerdos capitulares y actas de sesiones legislativas. A la pesca de mayores sugerencias hizo repaso de biografías, releyó el ensayó de Julio Irazusta sobre don Tomás Manuel, y, tras todo eso, se puso a apostillar el descolorido libro de Carretero y la desfachatada alegación marxistoide de Sebrelli. Puestos así en orden los elementos que conforman la presente historia, pudo el autor darse a la tarea de humanizar a los Anchorena, bajándolos del pedestal laudatorio erigido por panegiristas complacientes, y de la picota en que los colocó el odium plebis de dos escribidores resentidos. Y cerrado este largo paréntesis digresivo, corresponde retroceder al año 1809.

    Ultimos meses de Juan José en Europa

    Desde de su refugio gaditano, el 26 de agosto, mi tatarabuelo Anchorena le escribió a "Mi mui amada Madre", lo siguiente: "Por la de Tomás he sabido que Vmd. había pasado a San Nicolás a tomar las aguas del Paraná, lo que he celebrado, como el que haga Vmd. algún ejercicio que me parece le convendrá mucho, y sobre todo el cuidarse y algunas veces salir al campo. Sigo practicando diligencias para el recojo de los interese, en lo que se experimentarán algunas demoras, por lo cual, y hallándome cerca de los 30 años de edad, y bastante disgustado con las dificultades que sufre todo transeunte, he resuelto tomar estado con una jóven de buen nacimiento y educación. Para esto pido a Vmd. su licencia y bendición, y el que me remita la fé de bautismo y una información de limpieza de sangre en la que se exprese que soy soltero. Cuando se verifique (la proyectad boda) una de las condiciones será que (la desposada) me deberá seguir a donde me convenga". Y el 17 de octubre, Juan José les decía a su madre y hermanos: "... En una guardia de la semana pasada estube mojado y me resultó una cerrazón de pecho que me tiene incomodado por no haber tenido lugar para estar recogido".
    La aludida niña con quien Juan José pensó en casarse era tarraconense y hermana de su socio catalán Juan Alsina y Ambroa. Este desde Tarragona el 13-XII-1809, en una carta le hablaba a aquel - que permanecía en Cádiz - de negocios, de paños, balletas, gorros y algodones, y agregaba a continuación: "Los asuntos políticos van bien. Ya se han recogido los 2 millones de duros en la Provincia y se van levantando 72 mil hombres de Somatén (a toque de rebato) que se arreglan para legiones. A cada corregimiento le han tocado 6 mil hombres. El día que yo me hallé en Sitges se sortearon los 158 de su contingente. Los del corregimiento de Figueras y Gerona ya están en sus puestos señalados: qué heroismo! esta ciudad que está escasa de víveres con el sitio, pero no tardará en ser socorrida y libre. Una amigo que hace 14 días salió de allí herido, me ha dicho que las gallinas valen a 12 duros, un gallo 26 reales, y en fin de este tenor lo demás. Hay muchos amigos nuestros que por Navidad quieren comer el gallo en Barcelona, y puede ser muy bien, mediante que hay inteligencia con muchos de sus buenos habitantes que aún conservan armas y municiones. Hace dos días pasaron continuamente - y en este mismo instante por la rambla frente a nuestra casa - somatenes armados. Te repito que esto tiene buen semblante, y me parece que tendré el gusto de ver Barcelona antes de partir para esa, que será a últimas de Febrero. Una visita en casa Indart, y dispón del afecto de tu futuro Hermano: Alsina".
    La última carta de Juan José a su madre está fechada en Cádiz a 19-XII-1809. Doña Romana se hallaba en San Nicolás, y el hijo le dice que "desde el 17 de Octubre he prevenido no me remitan intereses algunos". "Puede ser que por las futuras ocurrencias convenga permanezca Vmd. en San Nicolás de los Arroyos, y que Mariano Nicolás le acompañe a fin de que disfrute Vmd. la mejor comodidad".
    Cuatro meses más tarde, Anchorena solicitó y obtuvo la certificación que literalmente transcribo: "Don Antonio de Artecona, Marqués de Casa Ravago, Caballero del orden de Santiago, Coronel de Infantería, Sargento Mayor, tercer Jefe del Cuerpo de voluntarios Distinguidos de Cádiz, del que es Coronel el Rey N.S. Don Fernando Séptimo Q.D.G. - Certifico: que Dn. Juan José Cristoval de Anchorena se alistó en este Cuerpo el 2 de Julio del año próximo pasado de 1808, y fue destinado a la 4ª Compañía del primer Batallón de Linea, de voluntario Distinguido de ella, en la que ha servido las fatigas que le han correspondido con la mayor actividad y Celo, portándose con una Conducta irreprensible; y a su pedimento, para los efectos que le convengan, le doy la presente en Cádiz a onze de Abril de mil ochocientos diez" - Firma: "El Marqs. de Casa Ravago", con rúbrica característica.
    Al promediar ese lluvioso abril andaluz, mi tatarabuelo Juan José - según licencia de embarque - zarpó de Cádiz para el Rio de la Plata, a bordo de la fragata "Vigarreña". Después de navegar aproximadamente 70 días, el velero ancló en Montevideo, el 21-VI-1810. Casi en seguida, un lanchón de cabotaje depositó al peregrino en Buenos Aires, justo al mes de producidos en la ciudad los memorables sucesos de Mayo. (Olvidaba indicar que la novia catalana no acompañó al viajero a sus distantes lares. Es probable que la niña le diera calabazas en vísperas de partir).

    Juan Jose se inicia en la vida pública de su patria

    De aquellos sucesos "mayos" me ocupé con amplitud en el trabajo dedicado al linaje de Aguirre, donde trato la actuación de mi tatarabuelo Manuel Hermenegildo; como más adelante he de seguir con tales acontecimientos en la biografía de Tomás Manuel de Anchorena. En cuanto a la primera actividad cívica de Juan José en el patrio foro - por decirlo así -, ella se produjo el 19-IX-1811, cuando la Junta Provisional Gubernativa - contra la opinión del Cabildo que propugnaba voto secreto - citó por "cartel fixado en los parajes públicos" a "todos los vecinos Americanos" a la plaza mayor, a fin de que, desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde, mediante voto personal responsable, eligieran diputados para un futuro Congreso general; como asimismo a "sujetos de conocida providad y talentos que deverían ser nombrados por el Pueblo para consultar con el govierno los medios de asegurar nuestra común felicidad".
    Juan José Anchorena, en consecuencia, allegóse a la plaza de la Victoria, y votó para diputados a Feliciano Antonio Chiclana y a Juan José Paso, "por sólo un año"; quienes finalmente resultaron electos, al cosechar la mayoría de los sufragios: 783 el primero, y el otro 743. Nuestro Anchorena, a su vez, quedó elegido miembro consultor de aquella Junta de "Apoderados particulares del Pueblo", asesora del Gobierno, cuyos integrantes fueron los siguientes vecinos más votados: Manuel de Sarratea (610 votos), el cura Marcos Salcedo (546), fray Ignacio Grela (545), José Francisco Ugarteche (538), Martín de Arandía (536), Juan José de Anchorena (532), Esteban Romero (513), fray Francisco Castañeda (463), Tomás de Rocamora (432), el presbítero José León Planchón (383), Bernardino Rivadavia (360), Victorino Lafuente (306), fray Nicolás Herrera (225), el clérigo Antonio Sáenz (209), el cura Joaquín Ruiz (163) y Vicente López y Planes (161).
    A tres días de este procedimiento comicial, la Junta Grande - achicada y en minoría - acordó instalar un Triunvirato ejecutivo de gobierno compuesto por los diputados recientemente electos - Paso y Chiclana - y por el miembro de la comisión consultiva con mayor número de votos, es decir Sarratea . Esos triunviros estaban acompañados por tres secretarios sin voto: José Julián Pérez, de Gobierno; Bernardino Rivadavia, de Guerra; y Vicente López de Hacienda. A par de dicho organismo creóse una "Junta Conservadora" de los derechos de Fernando VII, formada por los diputados de las provincias y dos de la capital. Mas esta Junta apenas se conservaría dos meses en el candelero: un efímero "Reglamento Orgánico" redactado por ella, desagradó al Triunvirato, el cual el 7-XI-1811 de un plumazo disolvió el flamante engendro.

    La "Junta Protectora de la Libertad de Imprenta" y el "Estatuto Provisional"

    El 26 de octubre, decretó el Triunvirato la libre publicación de ideas por la prensa sin censura previa, agregando que el abuso de esa libertad era un crimen si ofendía derechos particulares o atentaba contra la religión católica, la tranquilidad pública y la constitución del Estado; en cuyo caso las autoridades impondrían el castigo según las leyes. A fin de evitar abusos a este respecto, se estableció la "Junta Protectora de la Libertad de Imprenta", compuesta por 9 miembros a elegirse por el Gobierno dentro de una lista confeccionada por el Cabildo de 50 "ciudadanos honrados", que no fueran empleados públicos. Dentro de ese medio centenar de vecinos espectables, el Ayuntamiento incluyó a Juan José de Anchorena, como también a mis antepasados Antonio José de Escalada, y con posteridad, a Patricio Lynch.
    Igualmente el Triunvirato dictó, el 22 de mayo, el Estatuto Provisional del Gobierno de las Provincias Unidas del Rio de la Plata a nombre del Sr. D. Fernando VII (sic). El organismo de marras - que había sido amañado entre el Triunvirato, la Junta Grande en minoría y el Cabildo, dejando de lado el parecer de las provincias - quedaba como depositario de la soberanía hasta que se convocara una "Asamblea General", formada por el Ayuntamiento local, por los representantes del interior que nombrasen sus respectivos Cabildos, y por un considerable número de ciudadanos bonaerenses y algunos provincianos residentes en Buenos Aires, elegidos por el vecindario porteño. El Estatuto disponía la renovación alternativa de los Triunviros cada seis meses, empezando por el más antiguo, y la elección se haría por la antedicha "Asamblea General", no pudiendo el Triunvirato resolver las grandes cuestiones del Estado sin acuerdo de la Asamblea.
    El Estatuto se juró el 1º de diciembre bajo los arcos del Cabildo, donde - narra Juan Manuel Beruti en su Diario - "se puso un dosel con el real busto del Soberano", y la formula del juramento fué: "Jura el Superior Gobierno Provisional de las Provincias del Rio de la Plata, a nombre del Sr. Fernando VII, de esta Capital y demás Pueblos Unidos por Dios Nuestro Señor y sobre estos Santos Evangelios, observar y hacer cumplir involablemente el Estatuto y Decreto que le entregan y acaba de leerse". Y juraron solemnemente así, con sus manos derechas puestas sobre los Sagrados Libros, Paso, Chiclana y Sarratea! Nuestros historiadores liberales, sin embargo, insisten en aquello de la "máscara de Fernando VII". Tal interpretación falaz, carnavalesca de la realidad pretérita argentina, sirve de base a toda una escuela ideológica enquistada en la enseñanza oficial, en los grandes órganos periodísticos, y en los medios masivos de propaganda radial y televisiva.

    Regidor del Cabildo

    El 1-I-1812 Juan José Cristóbal de Anchorena fué elegido Regidor quinto del Cabildo. Votaron por él los cabildantes salientes: Domingo de Igarzabal, Martín Grandoli, Manuel Mansilla, Manuel Hermenegildo de Aguirre, Ildefonso Paso, Eugenio José Balbastro, Pedro Capdevila y Juan Francisco Seguí; 8 sufragios sobre 9: Unico voto en contra el de Francisco Ramos Mejía, que votó por Agustín de la Lastra. Así pués, en aquel año 12 el Cabildo quedó integrado de esta manera: Alcaldes de 1º y 2º voto, Francisco Xavier de Riglos y José Pereyra Lucena: Regidores: Manuel de Lezica, Manuel José García, Mariano Sarratea, Fermín de Tocornal, Juan José de Anchorena (que se recibió del cargo el 4 de enero), José María Yevenes, Carlos José Gómez, Antonio Alvarez Jonte y Manuel de Andrés de Pinedo y Arroyo; y como Síndico Procurador, Gervasio Antonio Posadas.
    Durante ese agitado año 12, La Gaceta registra en las listas de donaciones de los vecinos patriotas la modesta contribución de don Juan José con una docena de pesos fuertes, destinados a la compra de caballos para el ejército. Y en el campo político institucional, recordaré que para aquella "Asamblea General", proyectada a fin de renovar alternativamente a los triunviros y prestar acuerdo a las resoluciones del Poder Ejecutivo, quedó establecido un reglamento encaminado a verificar la elección de sus componentes: hombres de Buenos Aires y provincianos de paso por la capital. El Cabildo en unión con 8 electores votados por el vecindario, formaría una nómina de 100 ciudadanos, de los cuales sortearíanse 33 para integrar la Asamblea. Conforme a ello, producida esa votación, el Ayuntamiento designó a los Regidores Juan José de Anchorena, Francisco Tocornal, Manuel Arroyo y Manuel José García, para recolectar los sufragios. Y los días 31 de marzo y 2 y 3 de abril, se congregaron en la sala capitular los miembros titulares del cuerpo - entre ellos el Regidor Anchorena - y procedieron al escrutinio de las cédulas con los nombres para electores de asambleístas cuyos 8 candidatos más votados fueron: Juan Nepomuceno Solá, Alejo Castex, Marcos Salcedo, José Joaquín Ruiz, José Miguel Díaz Vélez y Vicente López. Estos electores y el Cabildo sortearon luego a los 33 miembros bonaerenses de la Asamblea, y, por su parte, las provincias quedaron representadas por 12 ciudadanos del interior estantes en el municipio porteño.
    El 4 de abril la "Asamblea General" fué convocada por primera vez a fin de llenar la vacante que dejaba el Triunviro Paso. El organismo deliberante, presidido por el Alcalde de 1º voto Francisco Xavier de Riglos, eligió, en lugar de Paso, a Juan Martín de Pueyrredón, y en ausencia de éste, como suplente, al Dr. José Miguel Díaz Vélez. Tal designación resultó observada por el Triunvirato, que desconoció a Díaz Vélez y , en vez, designó a su Secretario Rivadavia hasta la llegada de Pueyrredón. Luego del encontronazo, la Asamblea declaróse "Suprema" de todas las demás autoridades de las Provincias Unidas. Esto provocó un fulminante decreto del Triunvirato disolviendo la Asamblea, por entender que su declaración de Suprema era nula, ilegal y atentatoria contra los derechos soberanos de los pueblos, la autoridad del Gobierno y del Estatuto Provisional.

    Fiestas Mayas

    Juan José de Anchorena y sus colegas de capítulo procedieron a organizar "la solemnización del veinte y cinco de Mayo" en su segundo aniversario, y, en verdad, los festejos adquirieron espectacular relevancia y patriótico fervor. A ese objeto se dispuso la suma de 9.000 pesos a distribuirse de la siguiente manera: 1.000 pesos destinados a la "función de Iglesia, música e iluminación de cera en las Casas Consistoriales, Recoba y Pirámide", durante las noches del 24, 25 y 26; 3.000 pesos se aplicaron para dotar a seis "niñas honradas, pobres y decentes"; 1.000 "para socorro de viudas, madres y hermanas infelices de los que han muerto en la defensa de nuestra Santa Libertad"; 1.600, en diez "suertes" de 100 pesos, "para socorro de familias notoriamente honradas e indigentes" (en esta categoría entraron y fueron beneficiadas por la suerte dos remotas "tías" solteronas mías: Máxima y Catalina Lynch Galain, cuñadas de Juan José Castelli - ya atacado por el cáncer en la lengua que lo llevó a la muerte cinco meses después - ; 1.200 pesos en cuatro "suertes" de 300, a fin de libertar cuatro esclavos, dos de cada sexo; y 1.200 pesos, en "suertes" de 100, "para socorro de doce soldados que hayan perdido algún miembro o quedado inútiles de resultas de alguna acción en defensa de la Patria".
    Estos sorteos lleváronse a la práctica los días 24 y 25 en la Plaza Mayor, cerca de las Casas Consistoriales. Allí se levantó un magnífico tablado, sobre el cual tomaron asiento los representantes de las instituciones públicas: el Gobierno (Triunvirato), el Cabildo (mi tatarabuelo Anchorena y sus pares), la Cámara de Apelaciones, el Consulado, los Jefes militares y el Cabildo Eclesiástico. Desde esa tarima, el Regidor Antonio Alvarez Jonte lanzó un discurso exaltando el "augusto aniversario", cuyos "honorables y dulces recuerdos harán las delicias de las generaciones siguientes; y la posteridad tocada de la más intima impulsión de gratitud y respeto, leerá con asombro y entusiasmo la serie de estos hechos que fixarán el Reynado de los principios liverales".
    Tras la edulcorada perorata, hubo en la Fortaleza un "primoroso refresco general", con dulces de verdad que hicieron las delicias de los asistentes; entre ellos Anchorena, quien luego encaminóse con sus colegas a la sala capitular donde se ejecutaron "varias clases de danzas que representaban al vivo el traje, baile y carácter de los naturales Americanos"; mientras afuera, en la plaza estallaban triquitraques y fuegos de artificio. Horas más tarde, culminó la fiesta con una velada de gala en la Casa de Teatro, frente a la Iglesia de la Merced - en la misma vereda de la mansión de los Anchorena -, y en dicho coliseo rudimentario se estrenó el "Melo-drama" titulado "el beinte y cinco de Mayo", "compuesto por el Cómico Morantes".
    Dicho magno 25 tuvieron lugar, al aire libre, los consabidos sorteos para socorro de viudas, inválidos y familias indigentes. No se saco a relucir el Real Estandarte, pués el gobierno consideró su paseo "una ceremonia humillante introducida por la tiranía", y tal protocolo quedó suspendido hasta que las autoridades decidieran "una demostración más digna y análoga con nuestra regeneración civil". En cambio la noche del 26, al pie de la pequeña pirámide, tres niños: Gervasio Arzac, José Antonio y José María Rodríguez de Vida, entonaron la "Canción patriótica", cuya música compuso Blas Parera, para unos versos de Saturnino de la Rosa.

    Revolución del 8 de octubre del año 12

    Al clarear la madrugada de ese día primaveral, la Plaza de la Victoria fue ocupada por el regimiento de Granaderos a Caballo, al mando de su jefe Coronel José de San Martín y de su segundo el Sargento Mayor Carlos de Alvear; por el cuerpo de Artillería a órdenes de su Comandante Manuel Guillermo Pinto, y por los batallones del 2 de Infantería con su Coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo; toda esta fuerza acompañada por un nutrido grupo de civiles: los muchachos de la "Sociedad Patriótica", acaudillados por Bernardo Monteagudo y Julián Alvarez, y también algunos partidarios de Juan José Paso. ¿Que motivaba el bélico despliegue? En síntesis lo siguiente: Tres días atrás debió cubrirse el cargo de Triunviro en reemplazo de Sarratea, y resultó elegido Pedro Medrano, hechura entonces de Rivadavia, frente a Monteagudo, candidato de la "Logia Lautaro" y caudillo de la "Sociedad Patriótica". Estas dos organizaciones - una pública la otra secreta - consideraron fraudulenta la elección de Medrano, y debido a ello - aunque ciertamente gravitaron causas políticas más profundas - salieron las tropas a la calle, en apoyo de una petición popular dirigida al Cabildo - firmada por Monteagudo con 400 firmas detrás - que exigía la destitución del Triunvirato y que el Cabildo reasumiera la autoridad a fin de establecer otro gobierno "que mereciera la confianza del pueblo" y, en seguida convocara una nueva "Asamblea Constituyente".
    Impúsose de tal suerte - contra Rivadavia y su círculo - el golpe urdido por la logia militar y el club de antiguos prosélitos morenistas. Pero he aquí que pasaban las horas y las discusiones entre el cotarro civil y los señores del Cabildo, llevaban miras de nunca acabar, hasta que los militares, drásticamente, suprimieron el charloteo populista, conminando al Ayuntamiento a que eligiese un Segundo Triunvirato formado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Alvarez Jonte; trio que, en definitiva, consagró la mayoría de los sufragios capitulares. El Regidor Juan José Cristóbal de Anchorena, en la agitada emergencia, dió su voto por Juan José Paso, José de San Martín y Antonio Alvarez Jonte.

    Tribunal de Concordia

    Una semana después, el Regidor Anchorena y su colega José María Yevenes fueron nombrados conjueces del Tribunal de Concordia. Esta institución original había sido creada por el Reglamento de Administración de Justicia el 23 de enero anterior, y estaba compuesta por el Síndico Procurador del Cabildo - a la sazón Vicente López - y dos Regidores. El tribunal de referencia trataba de llegar siempre a un acuerdo que evitase el litigio judicial entre las partes, y de no conseguir un avenimiento entre ellas, decidía acerca del mérito de la cuestión para ir o no a pleito; instancia que ningún Juez admitía sin el previo visto bueno del Tribunal de Concordia. Tal magistratura perduró hasta 1815, en que fue suprimida por el Estatuto Provisional.

    Casamiento de Juan José

    El 5-VII-1813 Juan José Cristóbal de Anchorena se casó con Bonifacia de Lezica y Vera. Bendijo la boda el presbítero José León Planchón y fueron testigos de la misma Nicolás de Anchorena, hermano del contrayente, y Petrona de Vera, madre de la novia. Esta había sido bautizada en Buenos Aires el 16-X-1792 y era hija de Juan José de Lezica y Alquiza, nativo de Coropata, Sica Sica, Alto Perú, y de su 2ª esposa la santafesina Petrona Antonia de Vera y Muxica; nieta paterna de Juan José de Lezica y Torrezuri, natural de Lezica, en la Merindad vizcaína de Busturia, y de Elena de Alquiza y Peñaranda, oriunda de la Paz, Alto Perú; nieta materna de Francisco Antonio de Vera y Muxica y Torres, nacido en Santa Fé, donde fué Teniente de Gobernador, y de la santafesina Juana Ventura López Pintado Marcos de Mendoza. La linajuda doña Bonifacia murió en 1818 sin darle posteridad a su marido, después de testar el 2 de septiembre ante Narciso Iranzuaga. Luego de muerta la Señora, su viudo - el 16 de septiembre - abonó una factura de 32 pesos y 4 reales al "Café de Marco" por servicio de ambigú - durante "los días de entierro y honrras" - consistente en el suministro de "12 limetas de licores, 8 libras de biscotelas, 8 de viscochos, 8 de plantillas, 4 de panales y 4 de amargos".

    En el Consulado

    El año 1814 Juan José de Anchorena se desempeñó como consiliario en el Consulado porteño. En tal carácter presentó el 30 de septiembre un notable memorial acerca de la situación del país, abogando por un régimen aduanero proteccionista que gravara la importación de productos extranjeros a fin de favorecer la agricultura y la industria vernácula. Mi antepasado - según apunta Vicente Sierra en su Historia de la Argentina - se refirió a la ruina del comercio nacional como consecuencia de las introducciones británicas, diciendo que por ellas holgaban los mercaderes y artesanos del país, pués los comerciantes británicos manejaban hasta la moneda y el crédito. Destacó Anchorena cómo el proteccionismo era practicado por la Gran Bretaña y por los Estados Unidos, y constituía un régimen cuya implantación señaló como imprescindible en el Rio de la Plata. Si se trata de la prosperidad del Estado - expuso don Juan José -, es necesario proteger la industria y comercio del país, no despreciar los clamores de nuestros comerciantes y artesanos como se ha hecho hasta ahora; no dejarse llevar por apariencias y superficialidades ... y proscribir para siempre las ideas de esos políticos que encantados con las voces Libertad e Igualdad no se detienen en reducirlas en la práctica".
    Sucedía que una junta de mercaderes ingleses habíase dirigido al jefe de la escuadrilla de su nación, comodoro Bowles, para que procurara fueran liberados de abonar un impuesto sobre el comercio bonaerense; impuesto del que, al principio, estuvieron excluídos los extranjeros, pero que en 1814 se les comenzó a exigir el pago. Esto lo consideró Bowles, tras de sus cañones, "un atentado violento", "opuesto a las naciones cultas". El gobierno respondió al oficio del comodoro que si dicho gravamen se aplicara únicamente a los comerciantes del país, estos no podrían competir con los extranjeros en el mercado; que si los ingleses menudeaban en las tiendas y almacenes y emprendían negociaciones en la provincias interiores, era debido a una gracia reciente del gobierno, por lo cual era justo que pagaran las contribuciones impuestas al comercio interior. Pero los marchantes de la rubia Albión no cejaron en demandar privilegios, y el 19-XII-1815 consiguieron que el comandante de la fragata de guerra "Orfeo", Mantagu Fabián, suscribiera una solicitud al gobierno para que sus compatriotas fueran exonerados de cierta contribución mensual que se había impuesto al comercio con las provincias arribeñas, pués - en opinión del comandante - ello implicaba "poner restricciones al comercio de Europa en favor de la capital y a expensas de los pueblos y habitantes del interior". "Quiere decir - comenta el historiador Sierra - que se trataba al interior vendiéndole más barato la mercadería importada, arruinando con esto sus posibilidades de producirla".
    Anchorena, que vivía del comercio de importación y exportación, al haberse cortado por la guerra el intercambio con España, bien pudo acomodarse - como tantos aprovechados colegas suyos - con los ingleses. Sin embargo, atenido a un indudable patriotismo, abogó en favor de los intereses del país, convirtiéndose en paladín de las industrias artesanales de nuestras provincias interiores. Ello, desde luego no será óbice para que el corrosivo Sebrelli estampe impunemente que "la actividad política fué para los Anchorena solo un medio para asegurar sus privilegios económicos"; y para que el archivista Carretero afirme con olímpica prosopopeya: "los Anchorena fueron comerciantes y financistas, no interesados en la política de manera directa, sino como medio para favorecer el acrecentamiento de su fortuna. No tuvieron política sino economía y la utilizaron para defensa y fomento de sus actividades, pero nunca para provocar actos jurídicos que redundaran en beneficio general".


    Caída de Alvear. Comisión de Secuestro y Junta de Observación

    El 3-IV-1815 se subleva en Fontezuelas la tropa que, al mando del Coronel Ignacio Alvarez Thomas, había destinado el Director Supremo Alvear para combatir a Artigas. Seguidamente Alvear, trasládase a Olivos, dispuesto a movilizar las fuerzas acampadas allí y enfrentar a los rebeldes, pero sus soldados se desbandan; en la capital se produce un alzamiento popular acaudillado por Soler y, ante esa situación, el Director renuncia el 16 de abril, toma un barco en el amarradero de las Conchas y fuga a Rio de Janeiro, en una fragata inglesa.
    Caído el Directorio el Cabildo asume el mando. La revolución triunfante encarcela y procesa a los alvearistas. Para ello establece tres comisiones; una de Justicia militar, otra civil y la tercera "de Secuestros", encargada de "la indagación y hallazgos de los bienes e intereses de todos los que resulten reos". Como integrantes de esta "Comisión de Secuestros" fueron nombrados Felipe Arana y mis tatarabuelos Juan José Cristóbal de Anchorena y Manuel Hermenegildo Aguirre. voca el 18 de abril a elecciones al vecindario porteño, por serle "imposible consultar en el momento el sufragio universal de las Provincias", y no poder "sostener el Estado acéfalo y sin aquel centro de unidad que conserbe relaciones exteriores, facilite los recursos de nuestra fuerza contra los enemigos de la causa Americana, cautele la entera disolución de ese nudo precioso que infelizmente había afloxado la tiranía entre unos Pueblos que , sin ley constitucional, facilmente correrían al caos de una nulidad política en medio de disensiones domésticas y exclusivas; siendo por último, absolutamente necesario, presentarles el remedio provisorio al lado de la crisis terrible de que acabamos de salvarnos por los esfuerzos de la Capital y de sus hermanos del Benemérito Exército Libertador". Lenguaje, éste, aplicable a todos los tiempos, cuando se produce una intervención militar contra la arbitrariedad de un mandón o de la demagogia populista.
    A fin de proceder a la antedicha votación, el Cabildo dividió a la ciudad en cuatro departamentos, y al siguiente día, a cada uno de esos sectores concurrió un Regidor acompañado de Escribano, para recoger los sufragios. Realizado el escrutinio la noche de aquel día 19, fueron designados Electores del Gobierno Provisional, junto con el Cabildo -- que delegó su representación en el Regidor Manuel de Oliden -- los once individuos mas votados en la referida jornada, a saber: Ramón Anchoriz, Diego Estanislao Zavaleta, Mariano Serrano, Nicolás Laguna, Pedro Medrano, Esteban Gascón, Marcos Salcedo, Manuel Obligado, Tomás Manuel de Anchorena, Juan José de Anchorena y Juan Martín de Pueyrredón.
    Veinticuatro horas más tarde, los hermanos Anchorena pidieron audiencia al Cabildo, y siendo recibidos en la Sala de acuerdos expusieron: "Que habiéndosele hecho saber que a pluralidad de votos habían sido nombrados por el Pueblo para Electores de Govierno, debían hacer presente al Exmo. Ayuntamiento que, aunque el parentesco no se considera un impedimento legal en las elecciones generales, en unas circunstancias era necesario no solo obrar con la mayor pureza, sino también alejar de la vista de los Pueblos toda sombra que pudiese en algún modo induzirlos a desconfianza y recelo, o que pudiese dar así (motivo) a los facciosos para desfigurar la buena fé con que se procede, creían de necesidad, el que uno de los hermanos al menos fuese excluído". El Ayuntamiento, sin demora, contestó a los Anchorena "que habiendo sido hecha la elección de los hermanos por el Pueblo, no estaba en sus facultades el revocarla ni variarla; que el público estaba muy satisfecho de la pureza conque se havía procedido en dicha elección, y que con esto debía aquietar a los exponentes, pues dexaba bien cubierta su delicadeza". Enseguida, entraron los 12 electores a la Sala, y tras unos párrafos de Oliden contra el "desenfrenado Tirano abatido", y que "la Patria no debe ser presa de ningún partido pués es heredad de todos", y "cuidado con poner el puñal en las manos de los resentidos", exortó a los presentes a elegir "un govierno firme y permanente, cuyos funcionarios se mudaran magestuosamente y plácidamente, como los astros por leyes inmutables se cambian en el firmamento al imperio de las Estaciones". Organizada tras esto la asamblea electoral, quedó nombrado Director Supremo del Estado el General José Rondeau, Jefe del Ejército del Norte, y en ausencia de éste, como suplente suyo, al Coronel Alvarez Thomas. Después, los electores establecieron una "Junta de Observación", compuesta de 5 miembros: Estaban Gastón, Pedro Medrano, Antonio Sáenz, Mariano Serrano y Tomás Manuel de Anchorena, a cuyo organismo se le encargó dictar una constitución provisoria: el Estatuto Provisional, que más adelante sería rechazado por las Provincias, salvo un punto aceptado por todas -- menos por el recalcitrante Artigas -- que trataba la convocatoria de un Congreso a reunirse en Tucumán. Posteriormente la "Junta de Observación" renovó sus titulares, quedando integrada por mis antepasados Juan José Cristóbal de Anchorena y Antonio José de Escalada y por José Miguel Díaz Vélez, Pedro Fabián Pérez, Ramón Eduardo Anchoríz y José Joaquín Ruiz.

    Elección de Diputados Bonaerenses al Congreso de Tucumán

    El 16-VIII-1815, el Cabildo verificó el recuento "de los sufragios prestados por los Ciudadanos para electores de los siete Diputados que debe nombrar ésta Provincia en el Congreso General con arreglo al Bando publicado el doce del corriente". Por mayoría de votos resultaron electos los siguientes 12 electores por la ciudad: Diego Estanislao Zavaleta (177 votos), José Darregueira (117), el Cabildo (88 votos -- que sería representado por el Alcalde Francisco Belgrano), Ramón Eduardo Anchoríz (80), Pedro Medrano (79), Felipe Arana (74), Luis José Chorroarín (71), Esteban Agustín Gascón (67), Mariano Tagle (64), Juan José de Anchorena (63), Luciano Montes de Oca (62), y empataron (con 59 votos) Juan Cossio, Domingo Achega, Luis Dorrego y Antonio Sáenz, quedando finalmente éste último elegido por sorteo como elector.
    Y el siguiente día 22, reunidos aquellos electores con los de la campaña para designar los 7 representantes de Buenos Aires al Congreso de Tucumán, mi tatarabuelo Anchorena votó por Luis Chorroarín, Esteban Gascón, Diego Estanislao Zavaleta, Pedro Medrano, Antonio Sáenz, Juan José Paso y Alejo Castex. Hecho luego el escrutinio, resultaron electos los siguientes Diputados: Pedro Medrano (17 votos), Juan José Paso (17), Antonio Sáenz (11), Fray Cayetano Rodríguez (11), José Darregueira (11), Tomás M. de Anchorena (10) y Esteban Agustín Gascón (10).
    A fin de ese año, el Gobierno dió cuenta de la "recaudación de un préstamo voluntario" realizado entre un grupo de vecinos para alivio de sus finanzas: en la lista respectiva, que publicó La Gaceta, figuran Juan José de Anchorena con el aporte de 500 pesos fuertes.

    Don Juan José preside la Junta de Observación

    En tanto realizábase en Tucumán el Congreso memorable que declaró la Independencia, en Buenos Aires el Director interino Alvarez Thomas mantenía continuos choques con la Junta de Observación, celosa de sus prerrogativas, que presidía Juan José de Anchorena. Por lo demás, la gestión administrativa y política de Alvarez Thomas le fue restando prestigio -- muchos le apodaban "Capón", por el tono aflautado de su voz. La Junta de Observación y el Cabildo, de consuno, procuraban en vano que el mandatario abandonase el poder, mas sólo cuando las tropas que él enviara a Santa Fé se le dieron vuelta, conducidas por Eustoquio Díaz Vélez, el hombre renunció a su cargo, tras ejercerlo durante 11 meses y 25 días. El Cabildo y la Junta de Observación, entonces, nombraron Director interino al Brigadier Antonio González Balcarce.
    Así las cosas, al elegir el Congreso de Tucumán Director Supremo efectivo a Juan Martín de Pueyrredón, presentó Balcarce su renuncia como interino ante el Cabildo y la Junta de Observación, pero ambos organismos adujeron no tener facultades para considerarla. Ello en medio de una gran agitación popular, que se originó al presentarse a las autoridades locales dos petitorios firmados por 207 personas que planteaban la conveniencia de que Buenos Aires se trocara en provincia -- como las demás del interior -- y dejara de ser capital: asiento de los poderes nacionales y del Congreso, donde la diputación porteña era minoría para contrarrestar a los representantes arribeños.
    Este delicado asunto -- ruidosa manifestación de localismo -- enfrentó a Balcarce con el Cabildo y la Junta de Observación. Aquel pretendía convocar al vecindario en cabildo abierto, para decidir acerca de la antedicha federalización; en cambio el Ayuntamiento y la Junta, con Juan José de Anchorena a la cabeza, querían que se consultara a la opinión pública por medio de representantes tranquilamente elegidos. Balcarce impulsado por Soler -- caudillo de los "cívicos" -- por Dorrego, Pinto y otros camaradas, convocó "al pueblo soberano" en la Iglesia de San Ignacio -- sin la concurrencia del Ayuntamiento ni de la Junta Observadora -, y el acto resultó tumultuoso. Balcarce y sus parciales localistas, con todo, fueron derrotados, ya que 1.020 individuos votaron en favor de que el pueblo fuera oído a través de sus representantes, contra 86 en favor de resolver la cuestión mediante una cabildada demagógica.
    Pocos días más adelante, llegó a Buenos Aires la noticia de que los portugueses habían invadido la Banda Oriental. El Ayuntamiento y la Junta de Observación, ante la gravedad del trance, acusaron a Balcarce de pasividad, de "introducir la desunión" al "promover un provincialismo extemporáneo", y lo declararon cesante -- tras gobernar 2 meses y 26 días -, nombrando en su reemplazo una "Comisión Gubernativa Provisoria", integrada por un miembro del Cabildo y otro de la Junta: Francisco Antonio de Escalada y Manuel de Irigoyen, respectivamente.

    Relación de don Juan José con el General Arenales

    El 6-X-1815, desde Jujuy, Tomás Manuel de Anchorena le escribía a su hermano Juan José; "Te acompaño en copia la recomendación que me ha dirigido don Juan Antonio Alvarez de Arenales en favor de sus dos hijos don Valentín (sic, por Florentín) y don José dadores de ésta; pués no pudiendo satisfacer yo personalmente a ella por mi ausencia en esta ciudad, y deseando servir a dicho Señor por ser un sujeto apreciable de todas circunstancias, y digno de la mayor consideración, es necesario que tu, sin embargo de tus muchas ocupaciones, lo hagas en mi nombre, bien sea solicitándoles acomodo con algún comerciante, para que se instruyan debidamente en esta carrera, o bien dirigiéndolos en cuanto puedas para el empleo que intenten hacer con destino a estas plazas o las del Perú. Hasta el logro de uno u otro objeto, desearé que los hospedes en casa, y si hubiese una vivienda desocupada y cómoda en donde puedas recibirlos, y sinó, les procurarás un cuarto de alquiles en que se acomoden a su satisfacción. Mi madre tendrá ésta por suya, quedando a su cargo el cuidado y obsequio de estos dos jovenes, para quienes me asiste un interés muy especial; con lo que he dicho lo necesario, y omito todo otro encarecimiento. Tu affmo. hermano Thomás".
    La carta que Arenales había dirigido desde Cochabamba, el 30 del pasado junio de aquel año 15, al "Sr. Doctor Don Tomás Ml. de Anchorena", decía lo siguiente: "Amado amigo y muy Señor mío: Ha llegado el caso de tener que disponer sobre la carrera o destino que hayan de emprender, sin perder más tiempo, mis hijos Florentín y José, criados de Vmd. Con este único designio se separan de mi lado y emprenden la marcha para esa capital. Ellos, si llegan a merecer el honor de saludar a Vmd., le significarán las consideraciones sobre que hemos meditado para esa determinación, y manifestándole las dificultades o imposibilidades para seguir los estudios; ambos, o el uno y el otro le dirán a qué se inclinan; y no habiendo arbitrios para otras miras que las de instruirse y ensayarse en el comercio, ocurren por mi dirección al favor que, en otra ocasión, ofreciéndose hablar de esto, indique a Vmd. Llevarán algunos reales de casa, con el fin de emplearlos, pero aún para esto son totalmente bisoños, sin conocimiento ni experiencia, por lo que ruego a Vmd. muy encarecidamente, tome parte en su interés y los dirija bien, sea para hacer algún negocio ayudándoles con lo que tenga a bien fiarles, por sí o por otro, con la responsabilidad de mis bienes; o bien para que ambos, o el uno, se pongan en casa y a cargo de un comerciante que los emplee en la versación del giro, y sepa conducirlos por la aplicación, hombría de bien y buena conducta. En fin Vmd., como que tiene a la vista las cosas y su talento y conocimientos son sin comparación muy aventajados a los míos, hágame el gran favor de determinar en el asunto como cosa propia; advirtiendo, para su gobierno, que si al José se le pudiese proporcionar como seguir con sus estudios, es más aparente para este designio, y él mismo manifestará a Vmd. su inclinación, quedando siempre la mía ansiosísima de corresponderle estos favores, y emplear en su obsequio la verdadera buena voluntad y reconocimiento de su invariable amantísimo atento amigo. Q.S.M.B. Jn. Anto. Alvarez de Arenales".
    Poco después de recibir, en propia mano de los jóvenes Arenales -- Florentín Antonio de 18 años y José Ildefonso de 17 -- las misivas transcriptas, a Juan José de Anchorena le llegó otra carta jujeña de Tomás, donde entre distintas noticias y comentarios, expresaba: "... Con fecha de 6 del corriente te he dirigido una recomendación a favor de don Valentín (sic, por Florentín) y don José Arenales, acompañándote copia de la que me remitió su Padre el Gobernador de Cochabamba. En ella te digo que los hospedes en casa, si hubiera una vivienda desocupada y cómoda donde puedas recibirlos, y sinó les procurarás un cuarto de alquiler en que se acomoden a su satisfacción, pero tu harás lo que te parezca mejor, pués aunque me aseguran que son buenos muchachos, te los he recomendado por que no he podido prescindir de hacerlo; ya ves las circustancias de las cosas, y al menos proporcionarles el que vayan a comer cuando gusten o todos los días, hasta que logren el objeto de su viaje...".
    Aconteció entonces que don Juan José tuvo a los hijos del General Arenales alojados en su casa, y por cierto que el hospitalario anfitrión les dispensó a los muchachos un trato afectuoso y paternal. Ello se comprueba por el texto de esta carta agradecida del heroico guerrero a mi tatarabuelo Anchorena, despachada en Jujuy el 16-VI-1816, cuyos párrafos más significativos transcribo. "Señor mío y de todo mi aprecio: Su estimable de Mayo último acaba de ratificarme el concepto en que estube de serle deudor de fabores que yo no seré capaz de corresponder muy a pesar de los positivos deseos que tengo de ello. Estoy demasiado satisfecho del hospedaje que Vmd. se ha servido dispensar a esos sus criados, mis hijos ... Yo no debo dar consejo en materia de comercio, por que me son ya desconocidos, pero por una razón natural reflexionaba y había escrito a Florentín ... que en todo y para todo se sujete al dictámen y dirección de Vmd. ... que si pudiera lograr que ese niño se acomode en una casa de comercio, semejantemente que lo ha hecho José, sería lo más seguro...Por fin repito que se sujete en todo a su consejo y dirección, en que reciviré la maior satisfacción y muchos fabores del honor que Vmd. me dispensa.-
    "Reservado.- Hace cinco días que por disposición del nuebo Sr. Director Pueirredón se celebró una Junta de Guerra de los Jefes de este Exército, presidida del mismo Superior, en que después de haverse discurrido varios puntos sobre medidas y planes de seguridad, unión y enlaze de las Provincias, y adelantamiento para intentar algún progreso, se acordó deverse retirar estas tropas veteranas al Tucumán o sus inmediaciones, hasta poder ponerlas en estado de abrir nueva campaña, quedando inter el Marqués de Yabi con su Batallón como avanzada a la inmediación de los enemigos que se hallan en la maior parte de sus fuerzas desde Santiago (de Cotagaita) a Suipacha y puntos paralelos inmediatos, y el Gobernador Güemes, con la contraporción de veteranos que tiene y la gauchada, está a la mira y sobre estos parajes como de banguardia. En consecuencia se empieza a mober este exército en retirada, que acabará de salir en toda esta semana entrante. Dios quiera que produzca buenos efectos esta determinación, como me sería fácil presumir si el Exército tuviese a su cabeza otro jefe de las cualidades que son necesarísimas, y sin las quales es imposible progresar. Mucho pudiera expresar acerca de un punto tan interesante como éste, pero creo no es cordura darlo a la pluma quando las comunicaciones padecen lo que nos hace ver la experiencia..." Firma: "Juan Ant. Alvz. de Arenales".
    Tres años más tarde, el 8-VI-1819, el General Arenales le escribía desde Córdoba a Juan José de Anchorena: "Señor mío de todo aprecio: Justamente había notado Vmd. mi falta, y justo será por lo mismo que yo le satisfaga. Cuando Florentín me remitió las charreteras que había encargado a la bondad de Vmd., no me avisó su precio, ni hasta hoy lo sé. Como a la sazón obtuvo el pase para el Exército de los Andes, creí que viniese muy pronto y me dijese el valor de aquellas para despachar a Vmd. el dinero sin dilación; mas obstáculos impensados para mi, que han entorpecido la salida de ese muchacho, muy a pesar mío, me han hecho incurrir en la indicada falta. En este concepto suplico a Vmd. sírvase dispensarme y tomarse la molestia de advertirme dicho importe para remitirlo en la brevedad posible...La demora de Florentín me tiene ya desazonado, y más por las bochornosas circunstancias que la han motivado". (Arenales alude, sin duda, a la guerra civil en que participaba Florentín como Capitán de las tropas porteñas contra las montoneras santafesinas de Estanislao López, guerra que dificultaba las comunicaciones normales entre Buenos Aires y Córdoba).

    Más sobre la actividad mercantil de los Anchorena

    A partir de la muerte de su padre, los hermanos Anchorena acrecieron y diversificaron los negocios de su Casa en el país y en el extranjero. A este respecto el libro de Carretero proporciona abundantes informes sacados de documentos existentes en el Archivo General de la Nación: cartas comerciales intercambiadas entre aquellos -- en especial Juan José Cristóbal, dinámico conductor de la empresa -- con algunos socios o agentes suyos acreditados en distintos lugares o plazas donde realizaban sus transacciones: cuyos párrafos -- a veces no exentos de referencias políticas de interés -- fragmenta y transcribe, desordenadamente, dicho publicista a lo largo de su trabajo.
    Los Anchorena mantenían un activo comercio, por vía fluvial, con toda la zona litoraleña argentina y con el Paraguay. Los rubros más importantes que ellos colocaban ahí eran paños, lienzos, sombreros de pelo de lana, cotonías, ferretería surtida, efectos de hojalata, y hasta remesas de cerveza embotellada. A cambio de esto, personeros de los Anchorena adquirían en aquellas regiones y mandaban a Buenos Aires, fuertes partidas de yerba mate -- que se vendía luego en Mendoza y Chile --, cueros vacunos y caballares -- para exportar a Europa --, y sebo, maní, tabaco, tiranterías de madera, entre otros cargamentos.
    En Santa Fe y su vasta área de influencia -- extendida a Entre Ríos, Corrientes y al ámbito paraguayo -- trabajan asociados con los Anchorena, cada uno por su cuenta, Francisco Alzogaray y Francisco Antonio de la Torre. Aquel -- a quien frecuentemente veremos figurar en la correspondencia de mi antepasado Juan José -- estaba casado con la santafesina Mercedes Echagüe y Andía ( ), la cual, entre otros hijos dió vida a Alvaro José de Alzogaray, "digno de renombre de intrépido y sereno guerrero", según lo expresó el parte de combate de la Vuelta de Obligado, donde él se destacó al mando de la batería "Restaurador".
    Por su parte Francisco Antonio de la Torre resultaba sobrino de la mujer de Juan José de Anchorena, Bonifacia de Lezica y Vera Muxica, pues era nieto de una tía carnal de ella: Teodora de Vera y Muxica, consorte de Francisco Javier de la Torre.
    Un cuñado de don Juan José: Sebastián de Lezica y Vera, establecido de momento en Rio de Janeiro, fue agente suyo en la capital carioca. Lezica adquiría azúcar, tabaco, aguardiente y café en el Brasil, y conectaba a los Anchorena con mercaderes europeos, compradores de cueros, lanas, sebo y quesos. A propósito de quesos, la suspicacia malevolente de Carretero hacia los capitalistas argentinos en su libro, salta de pronto, presentándolos -- sin prueba ninguna -- como llevando a cabo una subrepticia fuga de capitales, poco menos que en perjuicio del interés nacional: ello a raíz de ocho renglones sacados de una carta de don Juan José, enviada en 1814, al fuerte comerciante gaditano José Genesy: "Están por salir con destino al norte dos cargamentos de quesos -- escribe Anchorena --, estimaría a Ud. remita en letras a Londres a los señores Hullet y Cía. todo el efectivo que le sea posible. Este negocio (de exportar quesos) he emprendido (para) resarcir las muchas pérdidas que por distintos modos he experimentado en ésta época, que tan ventajosa a sido a los pícaros" (ingleses). Tras reproducir estos párrafos claros, de sentido intergiversable, Carretero afirma muy suelto de cuerpo "que los quesos de referencia eran envolturas de dinero en metálico que se enviaban afuera del país (?), y que la técnica de hacerlo envuelto en sebo se había cambiado por la del queso. También la misma carta expresa que Juan José Cristóbal mandaba sus dineros a Londres, consignados a Hullet Hnos..., tal vez porque estimaba que estos ingleses eran más honestos que los que operaban en Buenos Aires".
    Linda manera de escribir historia la del archivero de marras! Porque a él se le ocurre, hace aparecer a mi tatarabuelo dándoselas con queso a los capitanes de navíos mercantes británicos a fin de eludir el pago de fletes sobre unos supuestos lingotes, que, en la neblinosa ciudad del Támesis, los hermanos Hullet extraerían de entre aquellas pastas cuajadas, saladas y consistentes, de rudimental elaboración en las chacras de los alrededores de Buenos Aires!
    Grandes partidas de cuero colocaba don Juan José en Londres, por intermedio de sus representantes Vicente Casares y Juan Nowell, relacionados con la firma Hullet Brothers, Brown Watson, Hill Huildhin, entre otras; y tales remesas de corambre -- aseguradas en la compañía Stervast Mac Gall -- transportábase invariablemente en naves inglesas que se llamaban: "George Canning", "Warpe", "Bellona", "Friad", "Lovely Anne", "Wellington", "Lusitania", para no nombrar sinó unas cuantas. Asimismo frutos del país remitidos por Anchorena se desembarcaban en distintos puertos del viejo mundo, como Hamburgo, Amberes (consignados a la Casa de Norberto Luis José de Weil, por intermedio de Eduardo Verschaesen), el Havre y Burdeos (dirigidos a Changeirny y Cia.). En Chile atendían los negocios de los hermanos Anchorena: Felipe del Solar y Juan de Santiago Barros. En la Habana trocaban los empresarios Anchorena cantidad de pellejos curtidos por azúcar de caña dulce; y hasta llegaron a vender cueros en Calcuta, de donde a su vez trajeron para el Rio de la Plata géneros bengalíes, rasos, "madrases" y gasas blancas y azules.


    Don Juan José visto por un biógrafo empeñado en sacarle el cuero

    Aparentando objetividad, Carretero lo pinta así a don Juan José Cristóbal: "Hombre firme, de conceptos claros, conciso en las palabras, concreto en los negocios, detallista hasta la fatiga, de una memoria asombrosa sobre los hechos y sobre los hombres ... Pulcro en la conducción de los negocios, aceptó como medio la realización de operaciones al margen de la ley, pero siempre se mostró remiso a utilizarla, cuando quedara en evidencia ante la consideración de sus contemporáneos, pues siempre se impuso como limpio y respetuosos de las leyes (?). Ferviente católico, se negó siempre a admitir que la fuerza de los hombres pudiera cambiar el destino señalado por Dios, y siempre reiteró su creencia en el triunfo de la justicia divina sobre los devaneos y desmanes humanos. Su formación política lo inclinó hacia los gobiernos fuertes, centralistas, pero ampliamente liberales en materia económica ... Se negó a intervenir en algunos negocios no claros, previendo que ello lo colocaba a la misma altura de quienes detestaba, pero no tuvo inconveniente en hacerlo, y con largueza, cuando tenía la certeza de la impunidad...".
    Las inferencias antojadizas de Carretero presentan a mi antepasado como un personaje contradictorio, frio, ávido por ganar dinero, mezcla de Tartufo y católico ardoroso; urdidor, en secreta impunidad, de operaciones al margen de la ley para lograr su propio ascenso; inclinado en política hacia los gobiernos fuertes, centralistas. Por cierto que en aquel tiempo, como hoy -- y lo mismo mañana --, todo gobierno débil -- acá y en cualquier parte del mundo -- está condenado a ser barrido de la escena. Mas el biógrafo, en su afán de restarle simpatías al primogénito de los Anchorena, omite, en su libro, consignar que don Juan José votó favorablemente, en la Legislatura, el tratado del Pilar -- pacto interprovincial preexistente a la Constitución nacional --, y que, con posterioridad, el hombre fue uno de los fundadores del partido federal, opositor acérrimo del centralismo unitario.
    Veamos ahora las únicas pruebas que aporta Carretero para sostener, en su libro, que don Juan José Cristóbal se reveló "fríamente concentrado a la marcha de los negocios ... sin desdeñar en ningún momento los caminos al margen de la ley, si con ellos obtenía beneficios financieros": El 1-VI-1816, Francisco Antonio de la Torre, que había huído de Santa Fé a causa de la guerra civil, le escribe a Anchorena desde Córdoba: "... No dudo sabrá Ud. el completo saqueo que sufrió nuestra casa en Santa Fé; sin embargo de lo cual puedo asegurar el principal que a Ud le adeudo; si no es que hay ya otra revoltija, y den con el contrabando, tengo hecha la resolución de esperar en ésta (Córdoba) a que calmen un poco las desavenencias para regresar (a Santa Fé), y entre tanto cobraré aquí algunos reales que me deben...".
    "Esta carta -- sentencia Carretero -- sirve para demostrar que en las negociaciones de Juan José Cristóbal de Anchorena el contrabando era una manera de comerciar, confirmando lo que se aseguró antes, sobre su compleja personalidad".
    Y bien, las cosas ocurrieron así; En Santa Fé, el 1-III-1816 el Teniente Estanislao López, con una compañía de Dragones y gente de la campaña, se subleva en Añapiré a favor de Artigas, contra el gobierno de Juan Francisco de Tarragona, considerado títere de Buenos Aires. López obra en combinación con Mariano Vera, jefe de un numeroso grupo de vecinos y alma de la insurrección. Ambos caudillos se disponen a expulsar del territorio santafesino a las tropas porteñas que, a órdenes de Viamonte, ocupan la ciudad. En Santo Tomé (8 de marzo) y Estanzuela (20 de marzo) los contingentes federales lugareños inflingen reveses a las fuerzas de Viamonte; quien finalmente (31 de marzo) se ve obligado a capitular en la ciudad, quedando prisionero de Vera. Allá, entretanto, la casa de negocios de Anchorena es saqueada por las turbas o la soldadesca, pero el corresponsal suyo de la Torre logra sacar "el principal" -- o sea el dinero contante y sonante que de la Torre adeudaba a Anchorena --, y llevarlo de "contrabando" a Córdoba, desde donde (1 de abril) le comunica a don Juan José, que puede asegurar ese "principal", sino se produce, en la docta ciudad, "otra revoltija". La torcida interpretación de la carta antedicha revela, mas que mala fé, el razonamiento insipiente del acusador de Anchorena.
    Segunda prueba tremenda de Carretero para tachar a don Juan José Cristóbal de contrabandista. El 19-II-1817, desde Buenos Aires, Anchorena le manda una carta a su asociado Francisco Alzogaray que estaba en Santa Fé, y , entre otros asuntos relativos a sus negocios, le dice: "... Estoy por embarcar en la goleta de aquel francés Mervó, 39 piezas de lienzo portuguesas y 3 fardos con 90 piezas de paño de la Estrella: si se verifica irán con el despacho por puertos extranjeros y usted, tratará de desembarcarlos en Santa Fé o Paraná, en donde más convenga, si sobre el puerto del Rosario hubiera dificultad...".
    El francés Mervó -- nos ilustra Carretero -- fué un viejo contrabandista que tuvo varios procesos, pero siempre pudo evitar los castigos por las amistades que tenía en los tratos comerciales. La indicación de puertos extranjeros constituye una argucia para poder introducir mercaderías sin pagar derechos aduaneros en los puertos de destino, pués ya habían sido pagados al ser introducidos en Buenos Aires. De allí la recomendación de allanar las dificultades que se pudiesen presentar".
    Y bien; todo el litoral argentino estaba revuelto entonces por la guerra civil. Cinco meses atrás de aquella carta de Anchorena a Alzogaray, la escuadrilla porteña al mando de Brown varó en el Paso de Santo Tomé, y Estanislao López, con las milicias santafesinas, se había apoderado de ella; mientras, por tierra, marchaba contra Santa Fé un ejército bonaerense comandado por Eustoquio Díaz Vélez, quien tomó la ciudad, derrotando a López y a su montonera. Por cierto que el puerto de Buenos Aires manteníase cerrado para "los pueblos libres" que acaudillaba Artigas y, a la recíproca, los embarcaderos de esas provincias artiguistas no admitían efectos originarios de Buenos Aires, aunque sí, despachados por puertos extranjeros. En consecuencia, la única alternativa que le quedaba a Anchorena para sostener su intercambio comercial con el litoral argentino, era facturar el envío de mercaderías como procedentes de "puertos extranjeros", y así introducirlos en el Rosario, en Santa Fé o en Paraná, interdictos a causa de la guerra civil. Tal la razón de aquel falso despacho: recurso empleado no para burlar el impuesto aduanero, ni para introducir géneros prohibidos en aquellas zonas del país convertidas en campo de Agramante, sino con el fin de mantener un tráfico mercantil momentáneamente trastornado por situaciones políticas de hecho. Atento a ello, la actitud de Anchorena en esa emergencia nadie, de buena fé, podría calificarla como delito económico.
    Por lo demás, uno de los transportistas de las mercancías de Anchorena a lo largo de nuestros ríos interiores en sus embarcaciones de cabotaje, era José Pons, alias "Pepe de Mahonés" (tatarabuelo de Estela mi mujer -- ver la biografía de Pons en el Apéndice del capítulo que dedico al apellido Roo). Sobre el particular, el 20-VII-1818, Juan José Cristóbal le comunicaba a su socio santafesino Francisco Alzogaray: "... El Mahonés tubo aventura; el barco se vino a la plaia y fué preciso descargar 690 cueros en lo de Soler" (la barraca de Soler). Y el 29-VIII-1821, Juan José lo instruía por carta a su hermano Nicolás que estaba en Montevideo: "... En esa se halla un barco del Mahonés que pasa a Santa Fé, y deben salir correos; embarca, como te dije, yerva y algunos rollos de tabaco...".

    Juan José y su hermano Tomás Manuel vistos por anónimo informante realista

    Por el año 1817, un documento anónimo de procedencia realista, titulado "Idea de Yndibiduos que figuran o tienen influencia en el estado actual de Buenos Aires", así define a mi antepasado: "Don Juan José Anchorena: Comerciante de gran crédito e influjo público, con facilidad hace una revolución: ha figurado en ellas pero siempre con miras pacíficas, destruyendo los embates e intentonas fraccionarias y sugiriendo la concordia. Quiere bien a los Españoles Europeos: ha desempeñado empleos de consecuencia y despreciado otros muchos. Hombre de juicio e integridad y se le considera capaz de un acomodamiento con España". Debajo de su nombre va escrito: "Confirmado".
    A renglón seguido el documento prosigue con: "Doctor Don Tomás Anchorena: Diputado en el último Congreso y hermano del anterior: no de tanto crédito pero sí de ideas semejantes". Debajo del nombre también se escribe: "Confirmado". (Documento publicado por Ricardo R. Caillet Bois en el Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras. Tomo XXIII. Buenos Aires 1939).

    Don Juan José a lo largo de la administración de Pueyrredón

    En 1817 Juan José Cristóbal de Anchorena, Felipe Arana y Pedro Fabián Pérez renunciaron a la Junta de Observación, cuyo organismo dejó de existir, en adelante, al ejercer el Poder Legislativo el Congreso reunido en Tucumán con carácter nacional. Al año siguiente a mi antepasado lo designó el gobierno miembro de la Junta para el establecimiento de la Caja de Descuentos, entidad que tenía por objeto cambiar los vales del Estado por numerario, mediante el descuento de un determinado porcentaje -- creo que el 6%.
    A fines de 1819 el Director Pueyrredón encargó oficialmente a don Juan José Cristóbal y a Vicente Anastasio Echevarría para que, juntos con Juan Manuel de Rosas, organizaran el establecimiento de fortines en la campaña, a fin de transladar a estos centros de resistencia el gobierno y alguna población urbana, en caso de que la ciudad fuera atacada por aquella expedición española de 21.000 hombres que tenía reunida en Andalucía, con destino al Rio de la Plata, el General O'Donnell, Conde de la Bisbal. (Ejército expedicionario que amotinó Riego, en 1-I-1820, con el propósito de restaurar en España la Constitución de 1812).
    Con ese motivo Rosas, a la sazón muchacho de 26 años, elevó al gobierno su primer documento público: una Memoria notable, que más allá de un plan de emergencia proponía la colonización militar, pacífica y definitiva, de la pampa salvaje: "La paz -- escribió convencido el futuro "Héroe del Desierto" -- es la que conviene a la Provincia. Unos tratados que la afianzasen, traerían la civilización, la población y el comercio; serían el bálsamo que curase las heridas a la vida, honor y propiedades de los habitantes de la campaña y a centenares de familias. Los indios hasta llegarían a suplir la presente escazes de brazos ... En mis estancias "Los Cerrillos" y " San Martín" tengo algunos peones indios pampas que me son fieles y son de los mejores: lo que he conseguido de ellos, podrían conseguir otros hacendados, poniendo los medios. Los tiempos actuales no son los de quietud y de tranquilidad que precedieron al 25 de mayo. Entonces se hacían entradas a los indios por que eran éstos los únicos enemigos de las provincias; por que la subordinación estaba bien puesta; por que las guardias protegían la línea; por que sobraban recursos; por que el fuego devorador de las guerras civiles no nos abrasaba; por que había unión ... Poner por lo tanto las fronteras en un pie brillante de defensiva, es hoy lo que nesecita la campaña. Una gran población o ciudad cuartel en el centro, en Kaquel Huincul, la laguna del Sermón o la de Hinojales, u otro lugar apropiado, sería la plaza fuerte ... Luego, los fortines menores desde Lobos a Viboratá o Cabo Corrientes, que se convertirían en otros tantos pueblos, a una distancia de veinte leguas de la sierra...". Un impuesto indirecto, de cuya cobranza y administración se encargaría una "Sociedad de labradores y hacendados", nombrada por el gobierno, costearía los gastos del referido plan de fomento y defensa de la campaña. "Algo quiso hacerse entonces -- estampó Rosas mucho después, superando con su iniciativa a sus compañeros Anchorena y Echevarría --, pero al fin nada se hizo".

    Actuación pública de don Juan José durante el caótico año 20

    Después de gobernar 7 meses y 11 días (del 10 de junio de 1819 al 31 de enero de 1820) el Director Supremo Rondeau delegó el mando en el Alcalde de 1º voto Juan Pedro Aguirre -- primo hermano de los Anchorena --, y al frente de las tropas porteñas salió a campaña para concluir derrotado al día siguiente, en la Cañada de Cepeda, por las fuerzas montoneras federales de los caudillos de Santa Fé y Entre Ríos, Estanislao López y Francisco Ramírez -- ambos prosélitos aún de Artigas, máximo "Protector de los Pueblos Libres".
    Tras ese descalabro militar, cayó para siempre el régimen directorial, centralista y monarquizante instalado en Buenos Aires, asumiendo, en lo sucesivo, cada provincia su propia autonomía.
    He aquí la versión de Juan José de Anchorena sobre el encuentro de Cepeda y sus derivaciones, contenida en una carta del 14 de febrero a su socio Francisco Alzogaray, que en el Brasil adquiría grandes partidas de yerba mate, que luego embarcaba para Montevideo y Buenos Aires, de donde poníanlas en camino hasta Mendoza y traspasaban la cordillera con destino a Chile: "... El 1º de éste fue atacado Rondeau en las inmediaciones de Pergamino por 800 hombres que mandaba Ramírez. Las fuerzas nuestras eran 500 hombres de infantería y 280 de caballería y negros montados. La caballería corrió y envolvió a la infantería (atacante), pero finalmente siguió aquella hasta esta ciudad; y la infantería con toda la artillería (porteña) siguió a San Nicolás, en donde se halla. Nuestra pérdida sería como de 30 a 40 hombres, entre ellos 5 oficiales: Castellanos, Beláustegui, Hurtado y otros dos. Los cobardes vinieron diciendo que todos los demás habían sido acuchillados, que había en el campo de batalla 700 hombres, pero después todo ha salido falso. El 7 se recibieron oficios de Artigas y Ramírez convidándonos con la paz, de cuyas resultas se aumentaron las jaranas. Ha cesado el Congreso y Rondeau entregó el mando al Cabildo, y para el despacho de lo militar ha puesto a Soler, y de lo político a Miguel Irigoyen. Entretanto se negocia con los santafesinos, se convoca a elecciones de Gobernador provincial, quedando esta provincia dispuesta a la federación. Estas novedades debe Ud. considerarlas de mucha consecuencia, porque el partido que prepondere podrá continuar la amistad con ese Gobierno (portugués) o declararle la guerra, que siempre será nominal. Hasta el día carecemos de toda correspondencia del interior. Las comunicaciones entre Santa Fé y Córdoba se han franqueado. No hay noticia que se haya franqueado con Mendoza, y en caso de verificarse me parece que podrá internarse tanta yerba que pase a Chile en esta cordillera ... A consecuencia de la paz con Santa Fé vendrán algunas partidas que están en Goya, Corrientes y el Paraná...".
    El Cabildo bonaerense, a todo ésto, había quedado en pie como única institución legal, y con el nombre de "Cabildo Gobernador" reasumió el gobierno de la ciudad y su campaña. Apremiado por las circunstancias, convoca entonces a votar a la parte "sana y principal " del vecindario por electores, los cuales, a su vez, debían elegir a los futuros Representantes del nuevo Estado federativo. Ramírez y López, junto al general Miguel Estanislao Soler -- jefe del ejército veterano y de las milicias cívicas, que acababa de firmar un armisticio con esos caudillos --, rechazan la personería del "Cabildo Gobernador"; cuyo organismo, no obstante ello, reúne el 16 de febrero a 182 "honorables vecinos" que, en "cabildo abierto", consagran por pluralidad de sufragios (cada asistente votaba por dos nombres) a los siguientes doce miembros de la Junta de Representantes, flamante entidad depositaria de la soberanía provincial; Vicente Anastasio de Echevarría (que obtuvo 50 votos), Juan Pedro Aguirre (43), Victorio García de Zúñiga (35), Tomás Manuel de Anchorena (31), Juan José de Anchorena (30), Antonio José de Escalada (24), Sebastián Lezica (15), Vicente López y Manuel de Sarratea (14, cada cual,) Manuel Luis de Oliden (11), Juan José Passo (10) y Manuel Obligado (9).
    Veinticuatro horas más tarde, dichos Representantes designaron Gobernador de la Provincia a Manuel de Sarratea. Y una semana después (24 de febrero) los referidos legisladores -- entre ellos Tomás Manuel y Juan José de Anchorena y mi quinto abuelo Antonio José de Escalada -- aprobaron y ratificaron el tratado del Pilar, firmado el día anterior por Sarratea, Ramírez y López ( ).
    El 20 de febrero Juan José Anchorena despachó para su socio Alzogaray, que aún permanecía en tierras tropicales, estas noticias frescas: "Han sobrevenido grandes convulsiones en medio de las cuales se firmó el 17 un armisiticio en Luxan. Se ha formado una Junta de Representantes en que estamos Tomás y yo; las muchas ocupaciones no han dado lugar a conversar los tratados, pero están indicadas las bases y creo se verificará la paz en breve. Hoy se ha podido prorrogar el armisticio por el Gobernador de esta Provincia Sarratea. En esta inteligencia suspenda Ud. las compras y espere mi segundo aviso, pués yo creo se hará la paz". Y el 4 de marzo otra carta de Anchorena le expresa a Alzogaray: "Por el adjunto impreso verá Ud. la paz que se firmó el 24 de dicho febrero. Los generales Ramírez y López han estado en esta ciudad paseando, y varias divisiones se han retirado, pero con la llegada de Balcarce de San Nicolás y de Alvear de Montevideo, hay agitaciones y no sabemos si la paz durará. Por todo esto suspenda Ud. la compra y solamente siendo muy barata continúe comprando y remita a Chile".
    Mientras tanto, la ciudad porteña convertida en pandemonium se debatía en el caos. Una seguidilla de sublevaciones militares, de estrepitosas asambleas demagógicas y de intrigas políticas confusas, amañadas por Sarratea, Soler, Balcarce, Alvear y el chileno José Miguel Carrera -- para mentar sólo a los actores de mayor fuste -- levanta y voltea personajes y trastorna situaciones de un día para el otro. De todo esto Alzogaray se va enterando por don Juan José quien (20 de marzo) le escribe: "El 6 fué nombrado popularmente Balcarce por Gobernador y Capitán General de la Provincia; Soler y Sarratea, que no pudieron oponerse a este golpe militar, salieron al campo y reuniendo gente, asociados del General Ramírez, se situaron en Caseros. El vecindario y tropas que conocieron el engaño que habían padecido con Balcarce, empezaron a salir y reunirse con Soler; los primeros los cívicos, después los veteranos. Entretanto se declaró la guerra, con repiques de campanas y salvas de artillería por haber sido declaraciones populares por aclamaciones. Todos los días había Cabildos abiertos y reuniones populares, pero se iban quedando solos. Cada hora una proclama, bandos, decretos, penas, etc. etc.; todo el pueblo creía que Balcarce y sus secuaces -- entre los que estaba el Dr. Chabarría y el Dr. Medrano, quien arengando por la guerra hizo llorar al auditorio -- estaban locos. Ultimamente, el 11 a la noche, los aguerridos, los argentinos y los cívicos pasados, que se hallaban concentrados en la Fortaleza, se abrieron camino a balazos; hubo algunas averías y muerto el Mayor Francisco Bausá; fugaron Balcarce, Viamonte, Rolón, los dos Irigoyen, Ambrosio Lezica y otros muchos, quedando la Fortaleza por más de dos horas sin centinela...". Y (24 de marzo) prosigue el mismo remitente: "Huídos Balcarce y sus secuaces, Viamonte, Díaz Vélez, J. Alvarez, Baldovinos, Galup, Ambrosio Lezica, Dr. Medrano, Dr. Chabarría, los dos Irigoyen, Rolón y otros fogosos, entró Sarratea, con lo que queda subsistente el tratado de paz del 24 de febrero. Esperamos que se franqueará el comercio con el Paraguay; ya han salido los buques que había en San Nicolás. La yerba está aquí a 19 pesos. En Chile a 20. En Santa Fé no hay sino unos pocos tercios. En cuya virtud repito mi opinión de que toda la yerba que haya comprado la remita a Chile, en el modo que he prevenido en mis anotaciones. Los chilenos han tomado todos los puertos de Bolivia. Sabemos la revolución de España por la Constitución. El Gobernador Ramírez, en su estada en esta, ha dado patentes de corso contra los Portugueses...".

    El desquicio persiste y se complica

    En Buenos Aires el desbarajuste político era mayúsculo. El 25 de febrero, los porteños tuvieron que soportar la humillación de ver recorridas sus calles desguarnecidas por Ramírez, López y el chileno Carrera, a la cabeza de sus "vándalos anarquistas", que ocuparon la Plaza de la Victoria atando los caballos en las cadenas y postes de la pirámide de Mayo.
    Recordemos que solo 10 días estuvo Sarratea encima del sillón gubernativo, cuando su situación se complicó con aquel arribo de Juan Ramón Balcarce desde San Nicolás, al frente de la infantería que saliera intacta del combate de Cepeda. Alterada entonces la escena política, Sarratea en apuros tomó las de Villadiego -- las de la villa de Pilar, mejor dicho --, donde se asila en el campamento de los caudillos federales.
    Imputábanle a Sarratea haber entregado a los montoneros gran cantidad de fusiles, sables, tercerolas, municiones y hasta artillería, sin anuencia del pueblo y de la Junta de Representantes; y también se le atribuía haberlo hecho venir a Alvear de Montevideo, en complicidad con José Miguel Carrera. Acéfalo el gobierno, Balcarce asumió el mando, tras una cabildada reunida a pedido de 165 ciudadanos. De ahí a poco, Soler perpetra su cuartelazo y se lleva la tropa a dos leguas de la ciudad, a Caseros, donde se pronuncia contra Balcarce; quien huérfano de apoyo militar hace mutis por el foro. Aparece después Alvear y con apoyo de algunos oficiales pretende birlarle el mando a Soler; pero una pueblada enfurecida -- adicta sin duda a este jefe -- casi lincha al recién venido, el cual termina preso en la cárcel del Cabildo "bien estropeado".
    Reinstalado Sarratea en la silla ejecutiva por Ramírez y López, decreta en seguida la liberación de los presos para beneficiar a Alvear; más como el Cabildo tenía las llaves del calabozo, el Gobernador tuvo que negociar con los cabildantes la entrega del detenido, que fué soltado a condición de embarcarlo inmediatamente para Montevideo. El diplomático chileno Miguel Zañartu le refirió a O'Higgins que resuelto el embarque de Alvear, "lo llevaron un Regidor y un oficial al muelle, hasta cuyo punto los persiguió un hombre desconocido con resolución de matarlo, y tan enfurecido que quería seguirlo aún al barco". Y Zañartu cerraba su misiva con esta reflexión: "Mientras el heroico pueblo de Chile y su digno gobierno sostiene el crédito de la revolución del Sud, evita la ruina total de estas Provincias y se prepara sus últimos laureles dando un golpe decisivo sobre el Perú (San Martín mediante, desde luego), Buenos Aires, en contradicción con sus intereses y la más beneficiada en aquellos sacrificios dispone en su mismo seno una expedición (la de Carrera fomentada por Sarratea) que llebe el exterminio y la desolación a ese Estado virtuoso" (Chile).
    Zañartu, en definitiva, resultó declarado persona non grata por el gobierno porteño, y obligado a alejarse de la ciudad. Así que, desde Montevideo, el 21 de Abril, envió a Santiago el detallado informe que transcribo a renglón seguido:
    "Exmo. Sor. Supremo Director del Estado de Chile: La desgraciada provincia de Buenos Ayres, cuya sociedad y administración embuelve todos los elementos del desorden, recoge ya los tristes frutos de su desorganización. Los sugetos respetables del país, todos los individuos capaces de poner un dique a la anarquía, desesperando del remedio, se han trasladado a este pueblo. Y se apresuran también a separar sus familias de un suelo que no ofrece al ciudadano ni al habitante la protección de ningún derecho. Tal es el resultado horrible de una federación que sólo servía de pretexto a unos aspirantes viciosos, que jamas podían figurar baxo otro orden. Ellos profanando aquel santo nombre, creyeron llegar a ser bastante fuertes para darse recíproco auxilio contra los mismo pueblos que oprimían. Pero ha sucedido lo que era inevitable en el órden de la sociedades. La hez de ellas, enseñada en la escuela de aquellos integrantes inmorales, vende su protección al que sabe negociarla, y amenaza tomar pronto las redes del Gobierno, con ruina absoluta de todas las fortunas y con sacrificio de los ciudadanos virtuosos. En estos días se ha sofocado afortunadamente una explosión que preparaban los argentinos cuerpos compuestos en su mayor parte de negros y mulatos. El Gobierno actual, que no subsiste por el voto de los hombres de bien, tendrá que disimular los crímenes de los que lo apoyan. Esto es por lo respectivo a Buenos Ayres. El Entrerios está igualmente presa de la anarquía. Un tal Correa, llamado el cojo, se ha apoderado de los principales puntos de la Provincia, formándose partido con la concesión del saqueo y del robo. Ramírez ha tenido que volver a su socorro; pero todos opinan que llega tarde, porque su competidor es ya más fuerte. Santa Fé sufre igual desgracia. Los indios capitaneados por un Aldao tienen muy apurado a López el menos malo acaso de los coaligados. De manera que la federación sólo está en los tres individuos que la promovieron, y en Carrera que se afana también en buscar medios para llevarla a ese país" (Chile).
    A todo esto Alvear, lejos de haber partido para la vecina orilla, permaneció oculto, en medio del río, en la goleta "Heroina". Sorpresivamente baja a tierra; y la noche del 26 de marzo trama un audaz golpe en el cuartel de "Aguerridos", a fin de suplantar a Soler en el mando general de las armas.
    Sobre ello Juan José de Anchorena, en carta fechada el 20 de abril, le pone a Alzogaray que estaba en Paranaguá: "... El 26 de marzo, de acuerdo con los militares, se apoderó Alvear del mando militar, habiendo preso a varios y extendido su órden a nosotros, que con disputas evitamos el golpe. A la tarde ocupó el Retiro con todas las tropas. En la noche se reunieron los cívicos, sus vecinos, y se vió obligado el 27 a retirarse a la Chacarita, en donde lo abandonaron los soldados y algunos oficiales. Ramírez y Carrera pidieron su amnistía, que no se le concedió, y ultimamente quedó sólo con 18 oficiales en lo de don Tiburcio Venegas ".
    En efecto: Aquella madrugada del 26, eufórico el incoercible revoltoso, creyéndose triunfante, le escribió a José Miguel Carrera: "Mi amigo: El Exército me ha proclamado General; todo está concluído sin desorden y con dignidad. Soler, French y Beruti han sido embarcados; Manuel y José María Escalada han fugado al campo; Vedia y Rojas escondidos; se va a arrestar a los Anchorena. Pagola está con nosotros. Ud. puede tener cuidado por lo que pueda suceder". Empero, horas después, al no conseguir respaldo popular y desertársele la tropa, Alvear huye a buscar protección en el campamento de Carrera -- otro que tal! -- establecido en la Chacarita, desde donde ambos se encaminan a sumarse a los caudillos enemigos de Buenos Aires, acampados en las márgenes del Arroyo del Medio.
    "El Indio (Ramírez) -- proseguía la carta de Anchorena a Alzogaray -- aspiraba 1º a la Comandancía de esta campaña, y, después de destronarlo Alvear, al gobierno de Santa Fé, por que el Entre Rios esta invadido por Correa y los portugueses ... Entre tanto siguen los pueblos en confusión. En Córdoba fusilaron el Sábado Santo 17 cabos y soldados por una conspiración descubierta el jueves. Tucumán se ha declarado república. En Santiago los del campo atacaron y destrozaron al partido sostenido por tropas de Tucumán. En la Rioja (atacaron) los del campo a los del pueblo, y hubo 60 muertos. En San Luis y Mendoza siguen las jaranas. En San Juan mandan dos sargentos y han impuesto al vecindario 12 mil pesos por impuesto mensuales, para gastos de los mil hombres que mandan. Lo más tranquilo es Santa Fé, mi Señora doña Mercedes (Echagüe y Andía, esposa de Alzogaray) tuvo sus sustos el 26 y 27 por la jarana de los cívicos que andaban en esas calle a balazos. Toda su familia está sin novedad".

    Cada vez se revuelve más el avispero político

    Por otra parte los caudillos federales victoriosos habían impugnado a los Representantes Echevarría, Paso y Juan Pedro Aguirre, tachados de directoriales. Y como Sarratea ocupaba la gobernación secundado por Oliden en calidad de ministro, y los Anchorena y Vicente López resolvieron dimitir a su representación legislativa, la Junta quedó desintegrada, reducida a 5 miembros. Entonces, el 22 de marzo, ambos Anchorena, Victorio García de Zúñiga, Vicente López, Sebastián Lezica y Antonio José de Escalada, sin investidura pública, como simples ciudadanos, elevaron un oficio al Gobernador Sarratea, instándole a que llame a elecciones al vecindario de la ciudad y campaña, a efectos de recomponer la Junta.
    De tal modo, electores urbanos y rurales designarían, por mayoría de sufragios (votando cada vecino por 3 candidatos) a 12 y 11 diputados en sus respectivos distritos. Realizados los comicios, el escrutinio consagró, el 27 de abril, a estos Representantes capitalinos para dicha segunda Legislatura: Tomás Manuel de Anchorena (con 212 votos), Ildefonso Ramos Mejía (con 180), Manuel Obligado (con 153), Juan José de Anchorena (con 136), Victorio García de Zúñiga (con 127), Juan Pedro Aguirre (con 119), Vicente López (con 105), Antonio José de Escalada (con 95), Francisco Antonio de Escalada (con 89), Miguel de Riglos (con 79), Juan José Paso (con 71) y Juan Alagón (con 70).
    Mas ocurrió que el Gobernador Sarratea impuso un veto acusando de directoriales y monarquistas a Tomás Manuel de Anchorena, a Vicente López, a Paso y a Juan Pedro Aguirre, y los procesa, además, como traidores aliados a Portugal. El Cabildo, sin embargo, desconoce ese veto, y sostiene que sólo a la Junta de Representantes corresponde juzgar a sus miembros. Sarratea, con todo, hace arrestar a Paso, a López y a Aguirre. Mientras la Junta, el 2 de mayo, resuelve dejar cesante a Sarratea del cargo de Gobernador, ordenándole, bajo palabra de caballero, que debía guardar arresto en su domicilio. Y aquel mismo día es elegido Ildefonso Ramos Mejía Gobernador Interino de la Provincia.
    Dos semanas más adelante, el cuerpo encomienda a Juan José de Anchorena y a Victorio García de Zúñiga, la redacción de un proyecto de instrucciones para Matías Patrón, a quien se pensaba enviar al Congreso de San Lorenzo en carácter de delegado de la Provincia, conforme a lo prescrito en el tratado del Pilar. Ello infunde optimismo a don Juan José, por lo que toma la pluma y escribe a su socio Alzogaray: "Aquí se van poco a poco aquietando los ánimos, y después de mi última del 20 ppdo. no ha ocurrido novedad. En Santa Fé algunas intenciones contra López, pero se ha situado con 400 hombres en lo de Larrechea, y con esta medida será lo bastante para imponerse". Y con fecha 23 de mayo amplía Anchorena estas noticias que, ansioso, debe haber devorado Alzogaray allá en los yerbatales brasileños: "Artigas se halla en hostilidades contra Ramírez, que está unido a Correa. Aquel ocupa la provincia de Corrientes, y estos defienden el Entre Ríos. No habiendo querido Ereñú unirse a Ramírez, lo prendió Correa y destinó la gente. Los buques bajan del Paraguay permaneciendo en Goya y no sabemos que hayan pasado. Por esto conviene permanesca Ud. en donde se halle, hasta ver qué semblante toman estas jaranas, por si conviene continuar la negociación de yerba ... Artigas detiene hoy buques del Paraguay. Siempre se vende en Chile la yerba con estiamción, y ya está prevenido Solar". (Felipe Santiago del Solar, factor comercial trasandino de Anchorena).
    Respecto de la caída en desgracia de Sarratea, el chileno Zañartu, temporariamente en Montevideo, le comentaba a su Ministro Joaquín de Echegaray: "El puerto de Buenos Ayres se ha mantenido cerrado en éste intervalo con el fin de aprehender al malvado Sarratea, que ha fugado de la reclusión que guardaba en su casa bajo su palabra de honor. Tarde han conocido aquellos ciudadanos que el vínculo de la palabra no liga a los malvados, y que en este rol debía considerarse al que traicionó su país desde los primeros momentos que ocupó indignamente la silla del gobierno. Sus primeros pasos fueron disolver los cuerpos veteranos, armar abundantemente a los enemigos del orden, cooperar con el infame Carrera en la destrucción de Chile, llamar a Alvear para apoyarse en su partido, libertar todos los prisioneros, y embolver al país en la anarquía. Seguramente no hace honor a Buenos Ayres el silencio vergonzoso que guardaba a la presencia de estos males, ni haber creído estúpidamente que era posible comprar la paz de los anarquistas en estas condiciones humillantes. El desengaño lo reciben cuando las salas de armas se hallan ya vacías, cuando los anarquistas han extraído del pueblo toda clase de auxilios, y cuando han descontentado a los pocos militares virtuosos que pudieron salvar al país ... La ruta de Sarratea es, según opinión general, a unirse con Alvear y Carrera que se hallan en Santa Fé negociando la cooperación con López y esperando a Ramírez que fué a pacificar Entrerios. Aquel triunvirato prepara un nuevo ataque a Buenos Ayres, y entretanto el pueblo se halla en el sueño de la muerte, y no se atreve ni aún a disponer los ánimos a una justa defensa. Carrera, Alvear, Sarratea y Ramírez, son unos malvados, unos traidores en la boca de todos cuando hablan en las cocinas de sus casas, pero cuando es preciso tomar una medida pública y enérgica, todos se encogen de hombros...".
    Pero mi antepasado don Juan José ante ningún reto insolente se encogería de hombros ni menos achicaría su ánimo: El 27 de mayo hizo presente a sus pares de la Junta que, por noticias recibidas de Santa Fé y Entre Ríos, consideraba urgente "tomar medidas activas capaces de oponer vigoroza resistencia a los insultos y amenazas en que se ve provocada esta Provincia". Propuso, en consecuencia, "se nombre un Gobernador por ocho meses, con todas las facultades civiles y militares que les piden las ocurrencias", y que "se nombre igualmente un Consejo cerca de éste Xefe, compuesto de cinco individuos, suspendiendo las sesiones esta Corporación por quatro meses".
    Tal moción dió lugar a "muchos debates y discursos encontrados", mas al fin los Representantes "quasi por unanimidad", resolvieron que Ildefonso Ramos Mejía continuara al frente de la Provincia. Sólo el diputado Manuel Hermenegildo Aguirre (como lo consigno en el estudio dedicado a ese tatarabuelo mío) no estuvo de acuerdo con la antedicha resolución, y dió su voto a favor de su colega Juan José de Anchorena.
    En la sesión posterior del 29 de mayo, otra vez don Juan José alertó a los Representantes acerca de "que no debe considerarse distante de ser atacada esta Provincia", y ante ese cuadro de cosas estimaba preciso "se le franquearan al Sr. Governador omnímodas y absolutas facultades, con algunas restricciones que fuesen como trabas a la arvitrariedad y despotismo". Sin tardanza pués, el 6 de junio, la Junta designó Gobernador titular y Capitán General de la Provincia, por ocho meses, a Ramos Mejía, al cual debía asesorar un "Consejo Consultivo" integrado por tres vocales titulares y dos suplentes.
    A poco andar (16 de junio), Estanislao López -- aliado con Carrera y Alvear -- declara la guerra e invade territorio bonaerense, a pretexto de que los porteños no habían cumplido los tratados de paz. Cuatro días después (20 de junio) el General Soler, al frente de sus milicias acantonadas en Luján se pronuncia contra el gobierno. Ramos Mejía, "hombre de orden pero pusilánime" -- al decir de Zañartu --, presenta su renuncia a la Junta de Representantes; cuya corporación la acepta y, acto seguido se declara disuelta por unanimidad. Tras esto, don Ildefonso encamínase acompañado por los ex representantes Juan José de Anchorena y Pedro Sebastiani, al Ayuntamiento local, donde deposita el bastón de mando en manos del Alcalde de 1º voto Juan Norberto Dolz. Entretanto en Luján, Soler exige que el Ayuntamiento capitalino legalice su status faccioso; y dicho organismo comunal -- al que se suman como meros ciudadanos los miembros de la disuelta Junta: Juan José de Anchorena, Manuel Obligado, Manuel Hermenegildo de Aguirre, Juan Alagón, Francisco de Escalada y Victorio García de Zúñiga --, en razón de que sus componentes "jamás habían tenido otro objeto delante de los ojos que el bien y la tranquilidad de sus Conciudadanos, a cuyo fin se habían dispuesto a hacer toda clase de sacrificios, acuerdan oficiar a Soler para que acuda a prestar el juramento de ley en esta Sala Capitular". El anárquico proceso de referencia había llegado a su culminación aquel 20 de junio, llamado "día de los tres Gobernadores"; Ramos Mejía (que hasta esa fecha gobernó por espacio de 1 mes y 18 días), el Alcalde Dolz (depositario del bastón por unas pocas horas), y el General Soler (que gobernaría 10 días -- 5 de facto y 5 de jure, por así decir --, hasta su derrota en la Cañada de la Cruz por los montoneros de Estanislao López).


    Recrudece la guerra civil

    Soler antes de ponerse en marcha para rechazar la invasión de la montonera de López -- reforzada con indios del Chaco, parciales de Alvear y chilenos de Carrera --, deja como Gobernador interino al Coronel Manuel Dorrego; pero tras su descalabro en la Cañada de la Cruz, cerca de Morón (28 de junio), concluye abandonando la jefatura de la Provincia y retirándose a la Colonia, en la vecina orilla. El 7 de julio Juan José de Anchorena, "calamo currente", le informa a Alzogaray, que se hallaba en el Janeiro, acerca de los conflictos que aquejaban al país: "Habiendo sido dispersada la gente que mandaba Soler y embarcándose éste, nos hallamos desde el 29 último sobre las armas. López, Carrera y Alvear están en Santos Lugares, y desde allí hacen correrias hasta el Miserere (hoy Plaza Once) y Cueli (terrenos actualmente comprendidos entre las avenidas Santa Fé y Las Heras lindantes con el Jardín Botánico), pués no se animan a atacar a los cívicos que están con mucho calor en medio de unas heladas de las que no hay ejemplo...". Y en la siguiente carta (19 de julio), después de hablarle como siempre de negocios a su corresponsal, don Juan José lo entera de estos acontecimientos. "...Continúan las incursiones, robos, saqueos, etc, por Alvear, Carrera y López: están en San Isidro en breve habrá acción ... Sabemos que han llegado al Paraná 4 buques con yerba, y Ramírez continúa deteniéndolos ... Créase Ud. feliz en estar en esa (el Janeiro). Nicolás (Anchorena) en 22 días, solamente 3 días se ha desnudado por que manda el 1º tercio Cívico. Juan Pedro (Aguirre, su primo) manda el 2º y trabajan mucho, como que les vá el cuello. Creo que a la larga hemos de vencer a los ladrones. Tomás (Anchorena) tuvo que huir a Montevideo, por que Soler lo quería entregar por precio de los tratados (que exigían procesar a los directoriales), y habiendo corrido éste, a los 5 días tuvo que ir a Montevideo a ver los que él había hecho huir, que son muchos. Ahora es Gobernador político y militar don Manuel Dorrego...".
    Ocurrió que Dorrego se había dirigido a los pagos del sur, a fin de oponer resistencia, con las milicias campesinas, a los montoneros intrusos. El Cabildo, seguidamente, eliminado Soler, reasume el mando como "Gobernador Provisorio", y sin anuencia de Dorrego nombra comandante de los cuerpos cívicos urbanos a Marcos Balcarce. Pero he aquí que de improviso el Coronel Pagola, con alguna tropa salvada de la derrota, ha penetrado en la ciudad, y, por cuenta propia se adueña de la Fortaleza; mientras Alvear, en Luján, con el visto bueno de López, consigue hacerse pregonar Gobernador por unos diputados adictos, reunidos por él a todo galope en los "pueblos libres de la campaña". Pagola, por su lado, no transa con el "Cabildo Gobernador", cuya corporación de un día para el otro logra convocar una Junta Electoral (doce vecinos, entre ellos Nicolás Anchorena) destinada a elegir un gobernante que preserve al pueblo de la anarquía. Empero Pagola se niega a reconocer tal organismo, irrumpe en la sala de las deliberaciones, y la Junta electoral suspende su cometido por falta de garantías.
    Dorrego, entre tanto, ha reunido a las milicias sureras, y con los blandengues subordinados a Martín Rodríguez -- al cual secundan Lamadrid y el comandante Juan Manuel de Rosas, jefe de los escuadrones colorados -- entra en la ciudad amenazada, resuelto a defenderla a cualquier costa. Debido a este vuelco de situación, Pagola queda fuera de la escena; al propio tiempo que los ediles y electores de la Junta vuelven a sesionar y eligen Gobernador a Martín Rodríguez, quien no acepta su nominación. López, Alvear y Carrera, en el interín, se alejan hacia el norte, sin atreverse a atacar la capital de los porteños. Entonces el Ayuntamiento y la Junta, por unanimidad, proclaman Gobernador interino a Dorrego, salvador momentáneo de Buenos Aires; quedando Marcos Balcarce como Gobernador sustituto, ya que "por lo crítico de las circunstancias", la presencia del primer mandatario podría ser indispensable en "algunos puntos donde debe hacerse la defensa de la Ciudad".
    Sin demora, pués, Dorrego sale a campaña en persecución de los invasores, y en San Nicolás (2 de agosto) sorprende el campamento de Alvear y Carrera, derrotando a su gente tras feroz carnicería. Tanto el chileno como su inescrupuloso aparcero no cayeron en la volteada por hallarse fuera del pueblo -- "único sentimiento que tenemos de habérsenos escapado estas cabezas, que tantos males han originado a la Patria", anotó, con pesadumbre, el porteñísimo Juan Manuel Beruti, en sus Memorias Curiosas.
    Diez días más tarde -- luego de fracasada una tentativa de paz entre los beligerantes ("Dorrego ha firmado un armisticio que no sé que resultados tenga", le escribió Juan José a su hermano Tomás) --, las fuerzas que acaudilla López sufren un nuevo revés en las márgenes del arroyo Pavón.
    Sobre esos episodios lo entera don Juan José a su socio Alzogaray que aún permanecía en el Brasil: (26 de agosto) "...Habiendo marchado cívicos y campestres contra los federales, los obligan a salir de esas inmediaciones; los persiguen; en San Nicolás el 2 de éste atacaron a los chilenos y milicia: 600 hombres muertos y prisioneros toda la criollada, 3 mil caballos, más de 50 oficiales, incluídos los proscriptos, y todos los diputados (que proclamaron Gobernador a Alvear). El 6 se hizo un armisticio, y el 11 cuando estaba todo convenido, al ratificarlo salió Cosme Maciel (secretario de López) pidiendo disparates; entre otros la indemnización de todos los perjuicios durante la guerra; otro fue dar lugar a hacerse de gente a los de Santa Fé. El 12 atacó López con 700 hombres; en el Arroyo de Pavón fue derrotado y perseguido 42 leguas; muertos 120 hombres y 50 prisioneros; se le disparó la gente hacia Córdoba; él pasó el Carcarañal con 60 hombres; se le propuso la paz; no la quiere hasta volver por su honor. Dorrego se halla en lo de Andino el 18 del corriente, y temo le dé la locura de entrar en Santa Fé, si no quitan a López. Se dice que éste a fusilado a Alvear por no haber cumplido sus órdenes, pero no lo creo. Entretanto Ramírez es dueño de Entre Ríos y se ha convenido con Correa, etc., de Corrientes, pero es de temer lo ataquen los paraguayos ...Toda su familia (de Alzogaray) está sin novedad, excepto Martincito que está bastante agravado de llagas en la garganta...".
    Tenía razón Juan José Anchorena en temer que le diera la locura de internarse en Santa Fé a Dorrego. Este, en verdad, procuró entenderse con López para poner fin a la guerra. Mas el santafesino dilata su respuesta. Impaciente Dorrego ordena a sus soldados avanzar sobre Santa Fé, convencido de batir a su astuto rival. Rosas y Martín Rodríguez -- que buscaban la paz -- al discrepar con aquella determinación de reanudar pelea, obtienen a su solicitud, licenciamiento por parte de Dorrego; quien el 2 de septiembre, con su hueste mermada, resultó completamente vencido en el Gamonal.
    Ese desastre ya lo había supuesto mi tatarabuelo Anchorena, cuando el 26 de agosto le participaba a su hermano Tomás, de momento en Montevideo: "No ocurre novedad sino el tejido de intrigas que gobiernan: ha llegado Quintana (Hilarión) y Martín Rodríguez. Dorrego iba sobre el Carcarañal. Se le han venido los más, y le quedan solamente 600 hombres...".
    Respecto del mismo infausto lance guerrero, el agente de Chile en Buenos Aires, Miguel Zañartu, le daba cuenta (8 de septiembre) a su gobierno: "Han obtenido ventajas muy considerables sobre el General Dorrego, López y Carrera en calidad de segundo. Después de la jornada de Pavón el jefe de Buenos Aires despreciando más de lo que debiera al enemigo, licenció la mayor parte de sus tropas, y quedó solamente con número de 500 a 600 soldados, que no tenían ni aún la dotación completa de oficiales. El enemigo noticioso de la confianza indiscreta del jefe de esta provincia ... logró juntar en su campaña como 700 hombres, que le dieron la victoria por una fuga inesperada que hizo nuestra ala izquierda sin haber entrado en acción, en circunstancias de estar ya arrollada la derecha del enemigo ... El señor Dorrego ha conseguido replegar a unos 300 hombres que iban a reemplazar la fuerza licenciada, con lo cual ha formado ya una división capaz de reparar el quebranto sufrido. Nuestra campaña también se ha movido en masa, y con estas disposiciones para oponerse a los invasores nada debe temerse de ellos".

    Se elige nueva Junta de Representantes

    Mientras suceden los referidos enfrentamientos campales, en Buenos Aires el Cabildo convoca a elecciones a los ciudadanos con "arraigo y vecindad", para restablecer la Junta de Representantes -- la tercera en seis meses --, cuyo escrutinio, efectuado el 31 de agosto, consagró diputados a los 12 individuos con mayor cantidad de sufragios, a saber: Vicente López (con 109 votos), Juan Pedro Aguirre (104), Manuel Pinto (103), Félix Alzaga (93), Ildefonso Ramos Mejía (75), Nicolás de Anchorena (74), Juan José Cristóbal de Anchorena (73), Juan José Passo (69), Esteban Gascón y Victorio García de Zúñiga (ambos 65), Joaquín Suárez (50) y Francisco Escalada (48).
    Veinticuatro horas después de su nominación, don Juan José le escribía a su hermano Tomás que se hallaba en Montevideo: "...No ocurre novedad sino que ha desembarcado Soler y otros, lo que causará agitaciones. Son representantes por la ciudad (nombra junto con él a los 12 diputados antedichos) ... Dudo resucitar (a la Junta), porque yo no he de ser y otros no han de servir, porque el infiernillo sigue...". Efectivamente, mi antepasado Anchorena si bien prestó juramento, dejó de concurrir a las sesiones de la Junta. Y dieciocho días más tarde, el renuente diputado -- entre los sempiternos temas mercantiles --, vuelve a proporcionarle noticias políticas a Tomás: "... Hoy marchan las divisiones para Dorrego ? Los xefes, excepto Pico, van descontentos porque Rodríguez y sus amigos pretenden el gobierno en propiedad, pero este y los representantes están en continuar de interinos. Dorrego porque es peleador, y con las circunstancias se recibirá. Habrás sabido que fué derrotado en Pabón (sic., por Gamonal) el dos de ésta, por haber atacado con mermadas fuerzas sin oficiales, y flaquearon los veteranos, conque los cívicos y la milicia fué envuelta. Me hicieron concurrir el 8 con engaño (a la Junta), y por evitar escándalos presté juramento con protesta, etc., y no he asistido ni asistiré. Entretanto la Junta se ha quejado de haber admitido a Soler, y no se acuerda que es de necesidad hacerlo salir. Yo soy de oposición...".
    El 26 de septiembre, llena la Junta el requisito de elegir Gobernador y Capitán General interino de la Provincia: y a dicha alta función resulta promovido el Brigadier Martín Rodríguez, quien alcanzó la suma de 11 votos: Dorrego, con su prestigio disminuido tras la derrota de Gamonal, sólo obtuvo 4 sufragios; Francisco Fernández de la Cruz 3, y Marcos Balcarce y Manuel Obligado 1 cada cual.
    Por Fernández de la Cruz votaron Juan Pedro Aguirre, Victorio García de Zúñiga y Juan José de Anchorena. Este último, como había dejado de concurrir a las reuniones de la Junta -- con el anticipo de su renuncia --, mandó por escrito el voto en los siguientes términos: "Habiéndome indispuesto para asistir a las Sesiones de esa Honorable Junta, y previniéndome en este momento el Sr. Presidente (Francisco Antonio de Escalada), por medio del Edecán, mande mi voto por escrito para Governador de la Provincia. Hago presente a Vuestra Honorabilidad que tengo hecha mi renuncia del cargo de Diputado por esta Ciudad, pero para no ser responsable de los males que ocurriría la demora, nombro para Governador y Capitán General de la Provincia al Sr. Dn. Francisco de la Cruz Fernández, Mayor General que fué del Exército del Sr. Belgrano, y para desempeñar este cargo durante su ausencia al Sr. Brigadier D. Martín Rodríguez; y si éste Señor después de posesionado del mando tubiese que salir a Campaña, para sustituto al Sr. Coronel mayor D. Marcos Balcarce, para que mientras permanesca en Campaña el Sr. Rodríguez, desempeñe el cargo del Governador en lo relativo al Govierno, Hacienda y Marina, quedando los asuntos del Departamento de la guerra a la resolución del Sr. Rodríguez".
    Don Juan José decepcionado de la política, se alejaba así momentáneamente de ese "infiernillo" al que nadie era capaz de ponerle fin. El crédito de Dorrego había disminuido, sin duda, luego de su acometida contra Santa Fé desbaratada en el Gamonal. Anchorena -- como Rosas, su primo y amigo -- temió, con razón, que al emprender Dorrego aquella ofensiva tras el Arroyo del Medio, el tiro le saliera por la culata. A partir de ese momento, los hechos van a convertirlo a don Juan José -- políticamente hablando -- en un federal porteño que reclama orden y paz para su patria chica, mediante un gobierno fuerte, celoso defensor de la autonomía lugareña, aunque dispuesto a establecer honorables y sólidos vínculos de convivencia con los caudillos de las provincias hermanas. Esta tendencia pragmática de enérgico federalismo discordaba, por cierto, con la opinión de la mayoría de sus colegas de la Junta, simpatizantes con las anteriores administraciones directoriales centralistas, de cuya misma raigambre ideológica brotaría, a poco andar, el partido unitario impulsado por Rivadavia, Ministro y mentor de Martín Rodríguez en su gestión gubernamental.

    El manifiesto de Fernando VII con la carta del Conde de Casa Florez. Sus antecedentes y posterior derivación aquí

    Una semana atrás de la exaltación de Martín Rodríguez al poder por la Junta de Representantes, en la sesión del 20 de septiembre, los señores legisladores abrieron un pliego enviado por sus colegas ausentes Nicolás y Juan José de Anchorena, fechado el día anterior, en cuyo papel ambos hermanos avisaban "que la noche antes un hombre desconocido había entregado al negro Portero de su casa la carta que adjuntan del Conde de Casa Florez, acompañando al manifiesto de Fernando 7º que ya ha sido impreso en esta Ciudad, lo que participaban a esta Honorable Junta para que tomando en consideración los males que trahe a nuestra libertad e Independencia el descaro conque la atacan sus enemigos de toda especie, prevalidos de la impunidad, se digne dictar medidas que contengan y escarmienten su audacia, y garantizen a los buenos Ciudadanos de ser insultados por sugestiones ridículas".
    El Representante Ramos Mejía manifestó luego que otra carta igual "se había dejado en su casa del mismo modo a una criada por persona desconocida"; y otra idéntica remitió, a la Junta, el Secretario de Gobierno Manuel Obligado.
    "Tomada en consideración esta materia -- prosigue el acta parlamentaria que me ocupa -- y hechas al efecto, por algunos Representantes, las reflexiones convenientes sobre el rastrero e indecente manejo del Conde de Casa Florez, insultando por este modo insidioso y sugestivo la libertad, dignidad y decoro de este Paiz, y de sus buenos honrados Ciudadanos", los Diputados resolvieron pasar "dichos comunicados al Sr. Governador sustituto (Marcos Balcarce), para que reunidos a otros de igual clase, "que según noticias se habían esparcido en la propia forma", las enviara "inmediatamente al Ministerio fiscal (a cargo de Matías Patrón), a fin de que continúe la instancia que sobre el mismo manifiesto de Fernando 7º, tenía entablada y pendiente". Y se le encarecía a Marcos Balcarce, "actividad, zelo y patriotismo en este importante negocio, en que se considera insultada la dignidad y libertad de esta Provincia, comprometiendo la tranquilidad y buen orden público, no deviendo el Govierno sostituto omitir la averiguación del conducto y manos por donde se hayan difundido las cartas de dicho Conde".
    Por los demás, el Vicepresidente del cuerpo Juan José Passo, sugirió la conveniencia de "hacer un manifiesto con la energía y razones que exige y presenta esta ocurrencia, para manifestar y poner en ridículo el indecente e insultante manejo del enviado de España en la Corte del Brazil, incapaz de producir en esta Provincia, libre y patriota hasta el sumo grado, la corrupción que se proponía"; moción de Passo que "aunque fué apoyada por algunos Señores," no pasó.
    Mas a santo de que circulaban en Buenos Aires esos papeles que alborotaron a "nuestros gigantes padres?": Producida el anterior 1º de enero la sublevación masónica-liberal de las tropas españolas, que en la villa andaluza de Cabezas de San Juan encabezó el Comandante Rafael Riego -- tropas destinadas a la reconquista de los dominios hispanoamericanos para el trono de Fernando VII --, y triunfante luego aquella insurrección en toda la Península, sus ejecutores obligaron al Monarca a restablecer la Constitución que se promulgara en 1812 en Cádiz, el 19 de marzo día de San José. (Que por eso fué llamada "la Pepa"; y de ahí viene el "Viva la Pepa!", mote trasparente con que los liberales vitoreaban a esa Carta Magna cuando, en 1814, el absolutismo borbónico la derogó).
    Y bien: restablecida allá "la Pepa", el nuevo gobierno liberal de España impone a Fernando VII la firma de un "Manifiesto a los habitantes de Ultramar", en cuyo texto el Rey, después de anunciar a sus díscolos vasallos americanos que había jurado -- de nuevo -- la Constitución de 1812, "por la cual suspirabais", les exhortaba a deponer su rebeldía mediante el envío a la Metrópoli de delegados, a fin de tratar en las Cortes sus problemas con la vuelta de los hijos pródigos al viejo redil, ahora liberalizado. "Pero -- advertía el tornadizo Monarca -- si desoís los sanos consejos que salen de lo íntimo de mi corazón, y si no cogéis y estrecháis la fiel amiga mano que la cariñosa Patria os presenta ... temed todos los males que producen los furores de una guerra civil ... y los terribles efectos de la indignación nacional al ver ofendido su Gobierno, este Gobierno ya fuerte y poderoso por que se apoya en el pueblo, que dirige y vá acorde con sus principios".
    Seguidamente Fernando designó comisionados con destino a la Guayra y Puerto Cabello (Venezuela), a Nueva Granada (Colombia), a Lima y Buenos Aires. Para entablar negociaciones en la antigua capital del virreinato rioplatense, fueron despachados el Coronel Manuel Herrera, Tomás Comyn y el Capitán de Fragata Manuel Martín de Matheu. Estos regios emisarios, a bordo del bergantín "Aquiles" llegaron a Rio de Janeiro el 16 de septiembre, donde los recibió el ministro español ante la Corte de los Braganza, José Florez Pereyra, Conde de Casa Florez; el cual se encargó de remitir a Buenos Aires, anexo a una carta suya, aquel "Manifiesto" de Fernando VII, que, entre otra gente de pró, recibieron clandestinamente Juan José de Anchorena y su hermano Nicolás, quienes -- como se dijo -- pusieron tales documentos a la consideración de la Junta de Representantes.
    Entre tanto los antedichos comisionados realistas parten del Brasil y reanudan su navegación en el "Aquiles" rumbo a Buenos Aires. Las autoridades bonaerenses, que en principio habían resuelto recibir a los viajeros y alojarlos en el Fuerte, previa aceptación de sus credenciales para negociar con ellos una paz decorosa, cambian de idea y no los dejan desembarcar. A este respecto Juan Manuel Beruti anotó, puntual, en sus Memorias Curiosas: "4 de diciembre de 1820. Fondeó en estas balizas un buque de guerra español con bandera parlamentaria, y a su bordo varios sujetos de rango mandados por el rey Fernando VII de diputados a nuestro gobierno; y como de sus credenciales no se veía traer condiciones amplias para poder reconocer nuestra independencia, no quiso la Junta de Representantes permitirlos bajar a tierra (lo que solicitaron) por lo que el 7 del mismo izaron velas y se fueron sin haber tratado cosa alguna, ni decir qué asunto traían, ni contestado el oficio de la referida Junta; por lo que se cree que su misión sería el que jurásemos la constitución española".

    El cuartelazo de octubre y la restauración del orden por Rosas

    La "jarana" -- como diría Juan José de Anchorena -- culminó el 1º de octubre de aquel año 20, a la madrugada, cuando algunos oficiales y el Coronel Pagola provocaron la sublevación del 2º tercio de cívicos -- dependiente del Cabildo -- y del regimiento fijo de infantería veterana, alojado en el cuartel del Retiro. El desmán iba contra el Gobernador Martín Rodríguez, que apenas cumplía cuatro días al frente de la Provincia. Tomando como bandera el nombre de Dorrego, encabezaban la revuelta los siempre desapacibles Manuel Pagola e Hilarión de la Quintana (dorreguista aquel y conmilitón de Soler el otro), unidos al Capitán "solerista" Epitasio del Campo, al Comandante "alvearista" Genaro González Salomón, y al no menos díscolo doctor Pedro José Agrelo (en la cárcel por amigo de Sarratea, que sería liberado después); en tanto en el Cabildo eran cómplices del levantamiento el Alcalde Juan Norberto Dolz y los Regidores Ventura Ignacio Zavaleta, José Tomás Isasi, Zenón Videla y Ramón Villanueva (todos partidarios de Dorrego, aunque los cuatro últimos, después, trataron de lavarse las manos).
    En la Plaza Mayor se produce un vivo tiroteo entre los insurrectos y alguna poca tropa de cazadores que manda el Coronel Celestino Vidal; más los cazadores no resultan presa difícil para Pagola y los suyos que, tras breve lucha se apoderan de la Fortaleza.
    Martín Rodríguez de antemano había abandonado la ciudad y dirigídose rápidamente, por la costa del río, a Barracas. Allí se le incorporan algunos oficiales adictos con un pequeño resto de cazadores fugitivos. Desde allí también el Gobernador requiere el concurso de Rosas, que con sus milicianos del sud hallábase acampado en Santa Catalina (ahora Lomas de Zamora) a una legua del río Matanzas y a dos de Barracas
    Los jefes rebeldes, mientras tanto, adueñados del Fuerte y del Cabildo, han puesto en libertad a sus amigos políticos detenidos: "antes que a otros a Agrelo -- le informaba el agente chileno Zañartu a su ministro trasandino --, que inmediatamente comenzó a trabajar para sacar partido del tumulto y colocar a Sarratea en el Gobierno. Pero afortunadamente estaba tan desacreditado este caudillo, aún entre los malvados, que la proposición fué desatendida, resolviendo citar al pueblo para el día siguiente para la elección de gobernante".
    "En efecto -- prosigue Zañartu -- luego que amaneció hicieron señal de convocación: es decir, tocaron la campana del Cabildo y tiraron en el Fuerte tres cañonazos, pero el pueblo no concurría. Repitieron la señal ese día, el siguiente y subsiguiente siempre sin suceso. Los tumultuarios empezaron a temer ... llaman en su auxilio al Gral. (sic) Dorrego, que estaba en las fronteras de la Provincia defendiéndola de los montoneros".
    El Cabildo a su vez, se reune en acuerdo extraordinario bajo la presidencia del Alcalde Dolz y con los Regidores Videla, Zavaleta, Isasi y Villanueva; únicos cuatro que acudieron a la cita. En eso -- expresa el acta capitular respectiva -- "se presentaron el la sala una porción de hombres" que impugnaban la elección de Gobernador realizada por la Junta en la persona de Martín Rodríguez, "por ser de la facción destruída del Congreso y Directorio, enemiga de la libertad de los Pueblos y de los Patriotas, contra quienes había desplegado, desde su ingreso al mando la misma sanguinaria persecución que ha marcado los pasos de aquella". Pedían esos intrusos "que el Cavildo reasumiera provisoriamente el mando, y se procediese a la creación de un nuevo Govierno". Y los cinco munícipes presentes, ni lerdos ni perezosos, revocan entonces el nombramiento de Rodríguez, declaran nulos los poderes de la Junta de Representantes, y asumen el mando como "Cabildo Gobernador", hasta las resultas de una asamblea popular a realizarse en la Iglesia de San Ignacio, al día siguiente; y para mantener el orden -- el desorden dijérase mejor -- nombran Comandante de Armas y Jefe de los cazadores a Hilarión de la Quintana, y Coronel de la brigada cívica a Manuel Pagola; de todo lo cual se dá aviso a Dorrego, quien en su campamento de San Antonio de Areco -- previo acuerdo con sus oficiales -- acata la autoridad del Cabildo. (Dorrego, disconforme con la elección de Rodríguez como Gobernador -- despechado acaso por ello -- había remitido dos días antes su renuncia de jefe del ejército provincial, renuncia que se cruzó con la nota de su destitución y la orden, firmada por Rodríguez, de entregar sus efectivos al Coronel Blas José Pico).
    Por otra parte Rosas, en su vivac, recibe instrucciones del Cabildo de subordinarse a Dorrego; más don Juan Manuel -- tras escuchar la opinión de sus cinco jefes de escuadrón en junta de guerra -- decide restablecer a la autoridad legal derrocada, y marcha con sus "colorados" hacía Barracas en apoyo de Rodríguez.
    A todo esto (3 de octubre) los amotinados creyéndose triunfantes convocan al vecindario a cabildo abierto en la Iglesia de San Ignacio, a fin de nombrar Gobernador. Pedro Agrelo, en fogosa perorata, indica el nombre de Dorrego. Nicolás de Anchorena le replica, solicita el concurso de los hombres de orden y en medio de infernal griterío saca un par de pistolas para hacerse respetar y defender su integridad física.
    La asamblea -- copio a Manuel Beruti -- "resultó una gangolina, insultos y bullicio, que al fin se fué el día y no se resolvió cosa alguna" -- salvo que el Ayuntamiento ejerciera la autoridad suprema de la Provincia hasta la elección de nuevo Gobernador. "Desgraciado pueblo -- estampa Beruti en sus Memorias -- que no hay gobierno que se ponga que los malvados no traten de quitarlo porque no es de su facción, de manera que no hay orden, subordinación ni respeto a las autoridades, cada uno hace lo que quiere, los delitos quedan impunes y la patria se ve en una verdadera anarquía, llena de partidos y expuesta a ser víctima de la ínfima plebe, que se halla armada, insolente y deseosa de abatir la gente decente, arruinarlos e igualarlos a su calidad y miseria". Todos los jefes del estado mayor fugaron para reunirse con Rodríguez, que se hallaba algunas leguas distantes de la ciudad. "El 4 de octubre -- sigue Beruti -- amaneció la plaza sola, por que la noche antes se fueron los cívicos aburridos de su propio desorden, y ya pesarosos de lo que habían hecho, como otros temerosos de ver que el plan se iba deshaciendo, pués no tenían fuerza que los sostuviera, a no ser la poca del fijo".
    A la mañana siguiente (5 de octubre) Martín Rodríguez penetra con sus efectivos en la ciudad. Rosas marcha a la vanguardia seguido de los "Colorados del Monte" -- cerca de 1.000 paisanos reclutados tanto en su estancia "Los Cerrillos", ubicada en Monte, como en los pagos de Cañuelas, Ranchos, San Vicente, Quilmes, Lobos, Chascomús y campos de Pila, del otro lado del Salado --, todos armados, montados, instruidos para la guerra y mantenidos a costa de don Juan Manuel. Sin embargo Rodríguez, antes de ordenar el ataque, deseoso de evitar derramamientos de sangre, hace reunir a la Junta de Representantes en el convento de las monjas capuchinas (anexo al templo de San Juan a cuatro cuadras de la plaza mayor, hoy en la manzana comprendida entre las calles Alsina, Piedras, Moreno y Tacuarí); y aquellos Representantes, al amparo de los "Colorados" de Rosas, reeligen Gobernador a don Martín. Este, entonces, intima rendición a los sublevados, con apercibimiento de romper el fuego en caso contrario.
    He aquí la crónica del combate y triunfo de los restauradores del orden, que despachó Zañartu para su ministro en Chile, Joaquín de Echeverría: "...El Coronel Quintana, hecho jefe de los bandidos por aquella inconsecuencia de su carácter que siempre lo arrastra a la parte que más lisonjea su amor propio, despreció la intimación y en consecuencia se empeñó el ataque más vigoroso que jamás he visto. A las cuatro horas de un fuego vivísimo, en que los cívicos del primer y tercer tercio habían ganado a fuerza de sangre los puntos más dominantes, y la caballería de Rosas, con un denuedo sin ejemplo, había reducido a los enemigos al estrecho recinto de la plaza; ponen éstos bandera de parlamento, encargando de la capitulación al coronel Lamadrid, a quien tenían prisionero en su poder. La negociación no pudo sellarse porque los revolucionarios exigían condiciones que no correspondían a su situación. Salió también Quintana en calidad de parlamentario, y se le ofreció perdón como desarmase a los sediciosos. Volvió a la plaza con este encargo, pero no pudo llenarlo; así fué preciso tocar a la carga que desempeñaron los sitiadores de un modo que haría honor a las tropas de Napoleón. Ví entonces con asombre tomar una plaza fuerte con caballería que jamás había oído el zumbido de las balas. Los colorados (ésta denominación tiene el cuerpo de Rosas) se avanzan sobre la artillería despreciando la muerte que por todas partes le presentaban los fuegos de las azoteas, se apoderaron de la plaza, hechan pie a tierra sable en mano, desalojan sitiados de sus puntos fuerte, y todo se concluye. Los resultados de esta grande acción son más felices -- prosigue Zañartu --, y ya puedo lisonjearme de anunciar a V.S. el restablecimiento del orden. El 2º tercio cívico que siempre lo turbaba queda desarmado. Las cabezas de la anarquía presas o prófugas, y sentado sobre firmes bases un gobernante del cual debe esperarse todo. Antes de ayer nos había puesto en nuevos cuidados el Gral. Dorrego que venía en auxilio de los tumultuosos. Pero se le esperaba con firmeza, y él sabía lo que debía temer de un pueblo decidido en masa por la causa del orden; así es que se detuvo en sus marchas, asegurando que venía con la mejor fé y llamado por el Cabildo. Efectivamente, el Alcalde de primer voto Dolz ha resultado cómplise y queda incomunicado con un par de grillos, y se ha abierto también causa a 5 más de los cabildantes que parecen haber contribuído a la sedición. Dorrego perderá sin duda el mando del ejército, porque su comportamiento en este negocio no ha sido muy satisfactorio al Pueblo. Quintana ha obtenido pasaporte para Montevideo en desempeño del indulto que el Sr. Gobernador le ofreció. Todo se viene presentando a nosotros favorable para el establecimiento del antiguo régimen -- estima el diplomático chileno --, claman por él las provincias interiores cansadas ya de anarquía. Este Pueblo lo desea: el ejemplo de Chile lo estimula y lo hacen necesario dos comisiones que están en el Janeiro, según noticias ayer de Montevideo: una con diputados de España y otra con la embajada de Norte América ( ). Tendré el honor de expresar a V.S., en primer oportunidad, los objetos y resultados de ambas".
    Rosas, el 7 de octubre ascendido a Coronel, proclamó así a sus milicias campesinas: "Los insubordinados, los seductores, los diseminados del funesto gérmen de la rivalidad, alucinando a unos pocos, imprimiendo en los mismos el furor del encono que, os juro, no hubo en nosotros, mandaron a las armas el éxito que se decidió por la autoridad constituída. La división del sud, así como fue brava para sostenerla, la habeis visto humilde, subordinada y ejemplar después de vencedora. Vino a protejer, no ha ofender. La representación de la Provincia queda ya en el libre ejercicio de sus funciones: el gobierno legítimo reconocido y sostenido ... Ojalá que la sangre vertida sirva para restituirnos el bien que nos han arrebatado las pasiones ... Sed precavidos, mis compatriotas, pero más que todo sedlo con los innovadores tumultuarios y enemigos de la autoridad ... Odio eterno a los tumultos! Amor al orden! Obediencia a las autoridades constituídas!"
    Juan José de Anchorena, durante esas cinco jornadas sangrientas; viudo aún y solitario acompañante de su madre en el caserón familiar, a dos cuadras de la Plaza Mayor; bloqueado en ocasiones a causa de la lucha callejera; ensordecido a cada rato por el retumbo insistente de las armas, sin saber como ni cuando ni a favor de quien se inclinaría la suerte del combate; debió de recordar seguramente aquellas escenas de horror que viviera en Barcelona, invadida por las tropas de Napoleón. Entonces él le escribió a su madre: "de lo que he visto y sucedido en Cataluña conviene no tenga Vmd. noticia, pués algunos sucesos que medio he referido a hombres que tienen motivo para ser insensibles, les han hecho saltar las lágrimas". Y con el ánimo extenuado después de la tensa incertidumbre, al recibir la información de que su primo Juan Manuel de Rosas había puesto término al zafarrancho político fratricida y a los desbordes demagógicos que siempre detestó, alguna lágrima se desprendería sin duda de sus ojos, velados por la emoción.

    Don Juan José pasa a segundas nupcias

    El acta respectiva dice que el 4 de noviembre de 1820 el presbítero Doctor Manuel Villegas "casó privadamente, según forma de nuestra Santa Madre Iglesia, a don Juan José Cristoval de Anchorena -- hijo legítimo de don Juan Esteban de Anchorena y de Romana Josefa López de Anaya --, viudo de doñ Bonifacia Lezica, con doña Andrea Ibáñez, hija legítima del Coronel Pedro Ibáñez y de doña Rosa Marín. Testigos: don Sebastián Lezica (hermano de la primera esposa del contrayente) y doña Rosa Marín y Quintana (madre de la novia)". (Libro 7 de Matrimonios de la Catedral, folio 210).
    La desposada, en vísperas de cumplir el día 29 sus 17 "noviembres", era 23 años menor que su consorte cuarentón; nieta paterna del Brigadier y ex Sargento Mayor de la Plaza Pascual Ibáñez García de la Roca y de Francisca de Rospigliosi y Ramírez de Sagüez, y nieta materna del Coronel de los Reales Ejércitos Juan Antonio Marín Cáceres Salgado y de Rosa Estefania Jacoba de la Quintana y Riglos -- de cuyas respectivas personalidades me ocupo en las monografías correspondientes a sus apellidos.
    El 21 de noviembre, Juan José de Anchorena, en plena luna de miel, le escribió a su hermano Nicolás, quien para acompañar al otro hermano Tomás momentáneamente enfermo, habíase trasladado a Montevideo; y entre el habitual cúmulo de referencias y directivas mercantiles, le puso estas noticias: "En los asuntos políticos de ésta, aunque los logistas tienen influjo, no resuelven absolutamente. En la Junta campea Rivadavia (Don Santiago, padre del Ministro Bernardino). En breve debe resolverse la causa de Dolz, que ha estado 28 días incomunicado sufriendo insultos ... El 4, a la noche, verifiqué mi casamiento, siendo testigo Sebastián (de Lezica, su cuñado). Reciban expresiones de la nueva hermana...".

    El tratado de Benegas y sucedidos posteriores en los comentarios de Anchorena

    Vencida la cuartelada de Pagola y Quintana y repuesto con firmeza Martín Rodríguez en el mando, era llegado el momento de poner término a la guerra entre Buenos Aires y Santa Fé que llevaba más de un año de duración. El Gobernador de Córdoba, Juan Bautista Bustos se adelantó a ofrecer sus buenos oficios para ello. A tal fin destacó ante las autoridades de las provincias beligerantes, en carácter de amigables componedores, al presbítero José Saturnino de Allende y a Lorenzo Villegas. Enseguida Estanislao López invita a Rodríguez a negociar la paz, y éste, sin hacerse de rogar, acepta la invitación. Por tanto (11 de noviembre) ambos gobernantes se entrevistan cerca de San Nicolás, en la estancia de Insaurralde, "sobre los pellones en el verde" -- como lo propusiera epistolarmente el jefe porteño --; y allí, "de paisano a paisano", don Martín y don Estanislao se estrechan en un abrazo. Poco después los dos mandatarios, con los delegados santafesinos Pedro Tomás de Larrechea y Juan Francisco Seguí, y bonaerenses Matías Patrón y Mariano Andrade, vuélvense a reunir en la estancia del finado Tiburcio Benegas, en las márgenes fronterizas del Arroyo del Medio, donde, el 24 de noviembre -- en presencia de los mediadores cordobeses -- ajustan el tratado de "paz, armonía y buena correspondencia" entre Santa Fé y Buenos Aires; tratado de 7 artículos, el 2º de los cuales obligaba a los firmantes a promover, en el término de dos meses, la convocatoria de un Congreso general de todas las provincias a realizarse en Córdoba, con el propósito de organizar la Nación bajo el sistema federal, como meses atrás lo estableciera el incumplido tratado del Pilar, sin llevarse a cabo en San Lorenzo. Por el artículo 4º, las partes contratantes acordaron poner en libertad, recíprocamente, a todos los prisioneros existentes en sus respectivos territorios.
    Al comienzo de estas gestiones pacificadoras, surgió un escollo que a punto estuvo de malograrlas: la exigencia de Estanislao López de recibir una indemnización por los daños y perjuicios que -- según él -- habían causado las tropas porteñas en sus últimas invasiones a los dominios santafesinos. La Junta de Representantes bonaerense se negaba a pagar tal tributo, y Martín Rodríguez no quería que dicha deuda de guerra figurara en el tratado de paz. Y fué Rosas quien salvó la dificultad, obligándose, "por mí y prestando voz por todos los ciudadanos y hacendados amantes de la paz", a ofrecer a Santa Fé un donativo de 25.000 cabezas de ganado vacuno -- "de todas edades de un año para arriba" -- puestas en el Arroyo del Medio en el plazo de tres meses. Este documento -- que garantizaron además los mediadores cordobeses -- lo firmó don Juan Manuel en San Nicolás de los Arroyos la mañana del 24 de noviembre, como complemento del acuerdo de Benegas, concluído esa misma tarde; manteniéndose el compromiso fuera del texto oficial para no afectar el amor propio del gobierno porteño, que consideraba humillante dicho pago obligatorio.
    Acababa de celebrar Buenos Aires la paz con Santa Fé, cuando recibió con espanto la tremenda noticia de haber sido saqueado el Salto por la caterva insurgente que acaudillaba José Miguel Carrera. "El perverso Carrera -- le enteraba Miguel Zañartu a su gobierno trasandino -- persuadido de no poder hallar cooperadores entre los hombres que discurren, se ha mezclado con las tribus salvajes de los indios como último recurso reservado a su zaña". En su travesía hacia la provincia chilena de Concepción, "se ha detenido en el Salto, donde con 40 indios y unos 100 chilenos, que aún lo acompañan, ha hecho atrocidades que las fieras mismas no executan. Después del robo, su pasión favorita, siguió la degollación, el rapto de mujeres y toda especie de exesos cometidos en personas inermes e indefensas. Las furias infernales deberían ser en fin retratadas tomando como modelo a Carrera ... No dudo que con semejante conducta los pueblos del tránsito se alarmen y cruzen los designios de aquel Nerón abominable". Y el jefe del Fortín de Areco comunicaba a sus superiores de Buenos Aires que los indios bárbaros impulsados por Carrera "han llevado trescientas personas, entre mujeres, criaturas, etc, sacándolas de la iglesia, robando todos los vasos sagrados, sin respetar el copón con las formas consagradas, ni dejar como pitar un cigarro en todo el pueblo, incendiando muchas casas".
    Martín Rodríguez sale al punto (4 de diciembre) a batir a la indiada y a Carrera, y para ello requiere la colaboración de Rosas; el cual -- apunta Carlos Ibarguren en su libro sobre don Juan Manuel -- "sentíase incómodo y molesto con el Gobernador Rodríguez por la reserva que este guardaba respecto del plan de campaña. En todo momento Rosas había manifestado su enérgica oposición a que se atacaran a los indios pampas ... y había solicitado reiteradamente al gobierno, sin éxito, que se pusieran en práctica los proyectos que para el arreglo de la campaña había presentado, tiempo atrás, al Ministerio. La indiferencia de las autoridades a ese respecto lo tenía mortificado".
    Del epistolario de mi tatarabuelo Anchorena con su hermano Nicolás, que aún permanecía en Montevideo (21 y 29 de noviembre), extraigo las siguientes ocurrencias políticas que salpican el asiduo tema comercial: "... Ya están en libertad todos los oficiales y soldados (de Carrera y Alvear) tomados en San Nicolás, se ignoran los motivos políticos ... Rosas se disgustó (con el Gobernador Rodríguez) pero lo hemos compuesto y sigue hasta cumplir esta campaña ... Rosas intervino en la paz y es de opinión que durará, porque van de acuerdo en separar a Carrera. Este ha fugado a los indios con 120 chilenos, y se dice que López marchó a Melincué a deshacerlo. Si permanece en esta Provincia a robar causará males, pero temo que robando algunos pueblos o carretas se vaya a Concepción a revolver a Chile. De Ramírez se dice que va al Paraguay; todo esto alarmará a Francia (el autócrata paraguayo) ... He recogido 50 tercerolas, escopetas las más, 2 ponchos, 10 monturas y un sable, como tuyas, del cuartel (de los cívicos) ... En el Cabildo no pagan ... todo está parado ... Tratado secreto es darle 25 mil cabezas de ganado (a Santa Fé) que creo Rosas trata de proporcionarlas de los Hacendados. Piensa si en lugar de estar en esa (Montevideo) te sería mejor dar un paseo a Chile y estar allí hasta el 25 de Marzo ... que si estás aquí en Enero te han de poner en Cabildo, que no tienen a quien nombrar. Yo me he de sostener en no ser nada. A Rosas, era hora, le nombraron Coronel Graduado de Caballería en atención a sus servicios. Este ha marchado a defender su pago de los Indios, muy desengañado de lo que sucede...". El 19 de diciembre Juan José le escribe a Nicolás: "...Sigue la farsa, Rodríguez, después de mil ofertas, no ha querido verse con Rosas y se ha ido al Sud, y esto lleva mal semblante...". Y en otra carta de Anchorena le pone a Juan Santiago Barros, uno de sus apoderados en Chile ; "...Nicolás se halla en Montevideo acompañando a Tomás que ha estado en agonías ... Las calamidades continúan. Los Indios han robado las estancias del Sud y hecho bastante mortandad".
    Por su parte el 21-II-1821, Martín Rodríguez remitió a la Junta de Representantes un mensaje encomiástico acerca de la gestión del "Coronel Don Juan Manuel de Rozas": "Nada más digno -- indicaba el Gobernador -- ni más propio de las primeras autoridades de esta Provincia, que el proteger y auxiliar eficazmente a éste benemérito ciudadano en este compromiso a que solo lo condujo aquel interés sagrado que solo ha desplegado por el bien y prosperidad de toda ella; y aún cuando es verdad que el gobierno no tomó una parte oficial en él, que pueda obligarlo en manera alguna a su cumplimiento, no obstante no debe ni puede ser indiferente a la ruina de un ciudadano tan recomendable, mucho menos a las fatalidades que puedan sobrevenir sobre este territorio en el desgraciado caso de no llenarse un compromiso tan sagrado ... Considere V.H. la influencia que ha tenido el rasgo del Coronel Rozas, y la que puede tener para la consolidación de la paz, el cumplimiento de sus empeños ... porque aquellos habitantes (de Santa Fé) ... formaran con nosotros, en vez de un cuadro de llantos y ruinas, una cadena hermosa de deliciosas y recíprocas satisfacciones. Todo esto tuvo presente, sin duda, el benemérito Coronel Rozas cuando suscribió el compromiso. El creyó fundadamente que sería fácil llenarlo, más hay acasos que en el orden humano no pueden preverse ni pueden evitarse. El creyó, lisonjeado, que ocurrida la paz todos los habitantes de la campaña secundarían sus miras en donar a Santa Fé las 25.000 cabezas de ganado sin reparar en sacrificios ... pero las terribles irrupciones de los salvajes del Sud, los estragos y pérdidas que han sufrido en sus propiedades los hacendados, y los trastornos que el mismo Coronel Rozas ha experimentado en su fortuna, dificultan esa medida. Por ello es que ocurre este gobierno pidiendo se arbitre un medio que a él lo ponga a cubierto y también a la provincia. No dudo que V.H. mirara con el mayor interés este asunto ... y apurara sus esfuerzos a fin de que produzca resultados lisonjeros al jefe comprometido, al país y a vuestra misma Honorabilidad".
    Los honorables Representantes, a su vez, calificaron en sus deliberaciones al "Coronel Juan Manuel de Rozas,como iris de la tormenta", y resolvieron no solo prestarle auxilios para hacer efectiva la promesa de completar aquellas 25.000 reses para Santa Fé, sino también dirigir una circular a fin de que todos los ganaderos "se empeñen en suscribirse al propio intento", y facultaron al Gobernador Rodríguez a prestar a Rosas hasta la suma de 20 ó 25 mil pesos para los gastos de arreo de la tropas vacunas hasta el Arroyo del Medio.
    De tal suerte Rosas llegó a entregar a Estanislao López 30.146 animales, o sean los 25.000 prometidos más una yapa de 5.146. Y como de propina las autoridades porteñas habían quedado con un remanente de mil novillos en su poder, pusieron ese saldo en venta, a fin de resarcirse de aquellos auxilios prestados a Rosas para conducción y transporte de las reses convenidas hasta la frontera santafesina.
    A propósito de ese saldo vacuno que el gobierno tenía resuelto enagenar, Juan José de Anchorena, el 13-XII-1821, "invitado por el departamento de Hacienda", le propuso oficialmente al Ministro Manuel José García, la compra de 949 novillos, "donados por los hacendados del norte", al precio de 26 pesos por cabeza, pagaderos dos mil pesos de contado y el resto a los 90 días", corridos desde la fecha de su entrega "a mi socio don Juan Manuel de Rosas".
    Y una semana después (20 de diciembre) el Ministro resolvió: "Admítase la propuesta que hace el sujeto por la compra del ganado que expresa, girándose las órdenes correspondientes en los términos acordados, por lo que deberá hacerse entero de la cantidad que se ofrece al contado". Firma : "García".
    Agregaré que los novillos de referencia los adquirió Anchorena, en sociedad con Rosas, para pastorearlos en su campo en Matanzas. Así se lo había anticipado Juan José, el 13 de Junio anterior a Nicolás: "...Esta surtiéndose la Estancia de la Matanza, y en breve tendrá 4 mil cabezas. Benito (Sosa, el capataz) asiste allí, y Rosas la protege (la administra), vendiendo (las reses) en (la estancia) que compró a Pino, adonde ha concentrado todo lo de los Cerrillos...". (Ese campo llamado "El Pino" o "San Martín" acababa de comprarlo la razón social "Rosas y Terrero" a José María del Pino, hijo del ex Virrey don Joaquín. En cuanto a la "Estancia de La Matanza", habíala adquirido Anchorena, el 17-VII-1821, del Coronel Manuel de Escalada, como se vera más adelante).

    Otros acontecimientos y alusiones políticas en las cartas privadas de don Juan José

    Mientras Estanislao López arreglaba su querella con Buenos Aires, el entrerriano Pancho Ramírez había roto con Artigas, el cual le reprochó haber firmado el pacto del Pilar a espaldas suyas, sin exigir que los porteños declararan la guerra a los portugueses, invasores de la Banda Oriental. Tras de varios combates en Entre Rios y Corrientes, el ex Protector de los Pueblos Libres, derrotado por Ramírez, huye al Paraguay a buscar la protección del tirano Francia, quien lo interna lejos de la Asunción, en Curuguatí, donde la cabo de 30 años de cautiverio, la vida del caudillo uruguayo se apagó, octogenaria, en la indigencia y el olvido.
    Ramírez, vencedor de Artigas, funda como "Jefe Supremo", el 29-IX-1820, la "República Federal Entrerriana" (con Entre Ríos, Corrientes y Misiones) y proyecta medir armas con el Paraguay, e incorporar esa provincia recalcitrante a su federación litoraleña, como también aspira a la liberación de la Banda Oriental, arrojando de su territorio a los portugueses.
    El 1-II-1821 mi tatarabuelo Anchorena le escribió a Nicolás, su hermano, aún en la vecina orilla al cuidado del convaleciente Tomás: "... En casa me dicen que para pujos de sangre es eficasísimo remedio la cascara de granada hervida en leche y tomarla ésta. No dejes a Tomás enfermo: es preciso sacrificarlo todo para consolarlo con tu presencia y acompañarlo hasta que sea tiempo que venga, que creo se podra verificar a principios de Marzo, allanadas las cuentas de Ramírez ... Hace días que tengo no sé que aprensión de que hemos de tener guerra con el Paraguay, sea por medio de Ramírez y Cía., sea por el Congreso futuro, sea porque confiados en los cuentos de insurrecciones en el Brasil, victorias en Lima, lo consideren más conveniente. Al fin ésta es una aprensión de aquellas que suelo padecer y temo porque suelen salir. Por el contrario no temo a Ramírez, veo sus preparativos etc.: para mi fuero íntimo no se conforma. Sé que si viene a de atar el caballo en la plaza. Todo lo que Vmd. me dice es cierto, excepto el no poderme embarcar en cualquiera hora antes de que él entre. Pero cómo abandono yo la casa prematuramente! Si la hubiera dejado en octubre (cuando el motín de Pagola) Qué perjuicios? Parece que no hago nada, pero lo cierto es que yo no he podido ir a pasar un día en la chacara (en Olivos), y si no lo creen vengan a verlo".
    Corrida una semana (8 de febrero) don Juan José le vuelve a escribir a Nicolás: "Ya considero lo de Ramírez en nada. Este amainó luego que las demás Provincias no se prestaban. Y en la siguiente carta (17 de febrero) Juan José le pone a su hermano: "... Las muestras de papel irán mañana por certificado si sale el correo que han anunciado, pués no salen correos para Salta de Corrientes, y estos van hacia Córdoba por ahora, que están dos mil santiagueños en campaña con Araoz del Tucumán, éste en alianza con Catamarca, y aquellos con Güemes. Del Paraguay vienen 4 buques con yerva, y Juan Pedro (Aguirre, su primo) reservadamente me ha asegurado que venderán en el Paraná la mayor parte, y podra ir a Chile por tierra ... Por carta propuse que viniera Tomás por dos o tres meses, así lo quiere Madre, y así lo aconseja Capdevila" (José Alberto, el terapeuta).


    Fracaso del Congreso General en Córdoba y varios apuntes epistolares de Anchorena

    Cambiando el tema diré que la Junta de Representantes porteña, "después de maduras reflexiones", resolvió nombrar cuatro Diputados para aquel Congreso general a reunirse en Córdoba, prescrito en el tratado de Benegas, a fin de que las provincias sellaran la unidad nacional. Esos Diputados fueron el cura Julián Segundo de Agüero, Matías Patrón, Mariano Andrade y Tomás Manuel de Anchorena; pero los cuatro, sin demora, se excusaron de aceptar el cargo. Admitió la Junta las renuncias de Anchorena y Andrade, reemplazando a estos por Pedro Medrano y Manuel Vicente Maza, ninguno de los cuales quiso agarrar viaje, por lo que los Representantes creyeron solucionar el caso nombrando Diputados a dos residentes en Córdoba: el canónigo Gregorio Gómez y Teodore Sánchez de Bustamante, a quienes se unirían, desde Buenos Aires, Juan Cruz Varela y el fraile dominico Valentín de San Martín. Mas este cuarteto tampoco aceptó el cometido. Entonces, el 20 de febrero, los señores de la Junta apelaron a la suerte. A presencia del público que asistía a la barra, se pusieron cedulillas "en una xarra" con los nombres de los renuentes candidatos, y "un niño de la escuela de pilotaje" sacó dos papelitos que correspondían a Justo García Valdés y a Matías Patrón; y ambos, junto con Juan Cruz Varela, fueron despachados a Córdoba a principios de marzo.
    "Dile a Tomás -- escribía el 21 de febrero, entre otras cosas, Juan José de Anchorena a su hermano Nicolás -- que le escribí y le mandé unos remedios, que no sé si recibió de unas mujeres ... Acaban de decirme que no han encontrado quienes vayan al Congreso, han puesto en un cántaro a los anteriormente nombrados y les ha tocado a Patrón y Justo García...".
    Ese Congreso cordobés estaba destinado a fracasar. El alzamiento de Ramírez y la guerra que envolvía a Santiago del Estero y Salta contra Tucumán y Catamarca, convencieron al Ministro Rivadavia de que el país no se hallaba en condiciones de organizarse, por lo que el gobierno bonaerense retiró sus Diputados. Las provincias -- en opinión de Rivadavia -- necesitaban primero desenvolverse por sí mismas, unirse de hecho, antes que pretender imponerles una Constitución Nacional. Tal criterio realista -- contrariado poco después por el mismo Rivadavia -- fue el que Rosas llevó a la práctica más tarde, durante su larga dictadura, para dominar ante todo la anarquía, imponer el orden y dar unidad perdurable a la Confederación Argentina.
    El 19 de mayo Juan José le expresaba a Nicolás: "... Estos días los he perdido con Rosas y Maza, y no me han dejado desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche. El gobierno quiere que tome el mando (Rosas, de Comandante de Campaña), yo se lo aconsejo, pero él se resiste, y concurre el que se le han acercado algunos como Pedro Capdevila y Luis Dorrego". Y como Nicolás le pedía que se fuera a Montevideo, porque en Buenos Aires acaso pudiera correr peligro su vida ante una invasión montonera, el hermano mayor respondía: "Con respecto a mi vida, créeme que me iré, pero ahora no es posible; hay diferencia en irse Vmd. quedando yo; y al irme yo quién queda? ¿Que perjuicios no tendrías en un mes que estuviera yo ausente? Sabes que todo corre por mi mano ... No tengas cuidado, López ha dado pruebas de su buena fé. En la ciudad no han de entrar (Alvear y Carrera, compinches de Ramírez). Estos están vigilados. El gobierno tiene algunos fugados de espías...".
    A su hermano Tomás -- después de interesarse por la enfermedad que lo aqueja, y de hablar de los achaques de su madre doña Romana -- Juan José le hace el siguiente comentario: (28 de julio) "... Las provincias las considero en tan mal estado que calculo muchos Güemes, muchos Ramírez, y me parece que salen como hormigas. Antes era uno en cada provincia, ahora calcula tantos cuantos jefes han aparecido. No quiero nada de Luján en adelante. Han reventado esos hormigueros y todo han devorado; los bárbaros han de ser los amos; los que hasta ahora usaban corbata han de tener que huir. Para mi nunca, nunca han estado las Provincias como ahora. Todo eso de Diputados es una farsa, ¿los obedecerán? Sí, en lo que decreten contra las cajas de Buenos Aires y los ricos; y Buenos Aires, ¿obedecerá al Congreso?; lo quiero ver...". Y el 9 de agosto Juan José le agrega a Tomás, anticipándole el fracaso de la asamblea cordobesa: "Por los impresos verás el estado de las Provincias, y que aquí no se espera en el Congreso...".
    Entretanto, el 9-VIII-1821, el gobierno nombra una comisión de 12 ciudadanos (6 comerciantes y 6 hacendados) a fin de que asesore al poder público en los asuntos de la agricultura, comercio e industria. El Ministro Rivadavia designó como expertos en temas económicos a los negociantes Juan José de Anchorena, José María Roxas y Patrón, Julián Panelo, Manuel H. de Aguirre, Juan Alsina y Patricio Lynch, y como peritos en prácticas rurales, a los estancieros Juan Miguens, Joaquín Suárez, Lorenzo López, Agustín Lastra, José Domínguez y Mauricio Pizarro. Demás esta decir que, cual tantas otras, esa iniciativa rivadaviana sólo entintó el pliego del decreto respectivo.

    Don Juan José integra una vez más la Junta de Representantes

    Pese a aquella afirmación suya: "Yo me he de sostener en no ser nada", mi tatarabuelo Anchorena aceptó integrarse a la Junta de Representantes el 29-VIII-1821 -- junto con Diego Estanislao Zavaleta, José Joaquín Ruiz y Manuel de Luca -- y fué nombrado presidente de la comisión de Presupuesto. Tras ello, en la sesión del 31 de agosto, presentó por escrito una moción del siguiente tenor: "Que atendiendo a los males que han experimentado los habitantes de las Provincias hermanas, tanto en repeler a los ejércitos realistas como en las últimas guerras civiles, se sancione : I) Que todo individuo de dichas Provincias que desde la fecha hasta el fin de 1823 se haya ocupado en labores de campo, sea exento por cinco años de ser alistado en los cuerpos veteranos y en los regimientos de milicias de campaña. II) Que esta gracia sea extensiva a los que hayan sido desertores de los Ejércitos Nacionales, pues por este motivo, ni por sus opiniones políticas, jamás podrán ser de modo alguno incomodados. III) Que todos los que vengan con sus familias a establecerse en esta Provincia, sean atendidos por las poblaciones que se formen sobre las nuevas fronteras". "Y habiendo sido esta moción suficientemente apoyada -- expresa el acta respectiva -- se reservó tratar de ella en oportunidad".
    Al leer dicha proposición de mi tatarabuelo, no puedo menos que señalar la pertinaz maledicencia del publicista Carretero, cuando rotundamente afirma en su libro que los Anchorena "utilizaron la política para defensa y fomento de sus actividades, pero nunca para provocar actos jurídicos que redundaran en beneficio general".
    Con fecha 1 de noviembre, Juan José recibió, desde Montevideo, un pedido de su hermano menor interesado en que no se opusiera con su voto al retorno de Alvear, refugiado allá tras las malandanzas políticas suyas conocidas: "Hace tiempo -- escribía Nicolás -- que Alvear anda o nos anda moliendo a mí y a Tomás con que puede suceder que su restitución al país se ponga a votación de esa Junta y que, para este caso, cuenta no solo con que no te opongas a ella sino que la apoyes, y al efecto hace mil protestas de arrepentimiento y de que lo compadezcan; que seis años de padecimientos son bastantes para juzgar cuanto mal hizo; que su última jornada fué obra de su desesperación y a esfuerzo de los llamamientos que le hicieron de ésa: que a mi me consta que fue invitado a las últimas empresas del año y uno, y que lejos de entrar, él retrajo a muchos, finalmente, que vuelven otros más criminales que él, y que nunca han hecho servicio alguno al país; de lo que tiene razón, y que porqué no se le ha permitido a él? Yo por mi parte te digo que, supuesto que vaya el asunto a votación, ya ha de ser acordada en el consejo de los barbudos, y que tu voto nada influirá; que en un país de puros pícaros, poco importa uno más; que él para nosotros no es de los peores, porque siempre nos respetará a los casacas; y finalmente que la experiencia nos ha enseñado que el partido que hay que sacar de la revolución es no hacerse de enemigos; mientras no se comprometa el honor de uno, no te opongas. Después tengo entendido que en la Administración hay empeño en absolverlo...".

    El caso del Padre Castañeda

    El 19 de septiembre, don Juan José le había manifestado en una de sus cartas al hermano Nicolás: "... Estamos trabajando mucho en asuntos políticos, mientras Vmds. pasean ... El Padre Castañeda ha sido juzgado y sancionado por la Sala por haber atacado sus fundamentos. Sale a Chascomús...".
    ¿Que ocurría con dicho franciscano?: El valiente fraile, transformado en feroz panfletario, no cesaba de arremeter contra el liberalismo extranjerizante que sustentaban, en el gobierno y la Junta, el Ministro Rivadavia y sus acólitos intelectuales señalando, por ejemplo, sin pelos en la lengua, en su Despertador Gauchi- Político, el desarraigo de todos ellos: "Nos hemos ido alejando -- decía -- de la verdadera virtud castellana que era nuestra virtud nacional y formaba nuestro apreciable y saludable carácter ... Pero los demagogos, los aventureros, los sicofantes, los tinterillos, los Zoilos ( ) indecentes, impregnándose en las máximas revolucionarias de tantos libros jacobinos, cuantos abortó en el pasado y presente siglo la falsa filosofía, empezando a revestir un carácter absolutamente antiespañol; ya vistiéndose de indios para no ser ni indios ni españoles, ya aprendiendo el francés, para ser parisienses de la noche a la mañana; o inglés, para ser místeres recién desembarcados de Plymouth. Estos despreciables entes avanzaban al teatro para, desde las tablas, propinar al pueblo, ya el espíritu británico, ya el espíritu gálico, ya el espíritu británico-gálico; pero lo que resultó fué lo que no podía menos de resultar, esto es una tercera entidad: el espíritu triple gauchi-británico-gálico, pero nunca el espíritu castellano o el hispano-americano e ibero-colombiano, que es todo nuestro honor, y forma nuestro carácter, pués por Castilla somos gente".
    Y bien; estos tremendos ataques y mil más del furibundo fraile, le valieron un proceso iniciado por el Agente Fiscal, quien consultó a la Junta y al gobierno sobre si a Castañeda, el Provincial de los franciscanos, Fray Lorenzo Santos, "podría prohibirle, con arreglo a las leyes de la orden, el que escriba sin previa licencia y visto bueno", ya que el tal prelado aseguró "no haber concedido licencia al Padre Castañeda, por escrito ni de palabra, para que pudiese escribir". A su vez, la Junta Protectora de la libertad de Imprenta había determinado que era "indispensable detener en sus marchas espantosas a algunos escritores públicos, ordenándoles suspendan absolutamente la exhibición de sus escritos hasta tanto se provee lo conveniente sobre los abusos de la libertad de escribir y censurar".
    Así las cosas, en la sesión del 3-III-1821 -- aún no integraba Anchorena la Junta de Representantes -- el Presidente del cuerpo Manuel Pinto expuso: "Que eran ya demasiado públicos los insultos que le hacía y acababa de hacerle recientemente en el último periódico de los que escribe el Padre Francisco Castañeda ... que insolentado el escritor, con impunidad repetía cada día sus golpes que lastimaban altamente su honor y buenos servicios al país"; que debido a ello "venía a esta Honorable Junta, como autoridad suprema de la Provincia, a implorar el remedio de aquel mal y su desagravio por una competente providencia, para no verse en el triste caso de usar de sus derechos naturales en defensa de su honor y persona ultrajada".
    Los Representantes entonces empezaron a discutir sobre "los escándalos y abusos conque se ha conducido la libertad de la prensa, especialmente en los papeles y periódicos del Padre Castañeda, ofendiendo la decencia pública, violando los más sagrados respetos, burlando las autoridades, presentando en ridículo la conducta de Magistrados del país, y atropellando de modo nunca visto a las personas de carácter y opinión bien establecida, con imputaciones indecentes, groseras y calumniosas, hasta el extremos de penetrar en los secretos recónditos de la vida privada de los ciudadanos". Por tanto, el cuerpo votó se le acordaran facultades al Gobernador interino, Marcos Balcarce, para que reprimiera los abusos de ese libertinaje periodístico, y en especial al Padre Castañeda por sus panfletos.
    Sin embargo el gobierno -- mejor dicho el Ministro Rivadavia -- sugirió que en el asunto de reprimir las demasías de la prensa, fuera la Junta de Representantes quien le sacase del fuego esas castañas: del ardiente Castañeda precisamente: el cual, por lo demás, seguía publicando, bajo su firma, artículos y versos atroces -- verdaderos castañazos -- contra las autoridades de la Provincia. Los Representantes, en consecuencia, resolvieron encargar que el "edecán de la Sala" citase al seráfico energúmeno al recinto de las deliberaciones, a fin de entablarle un juicio público.
    A todo esto, el foliculario de marras no comparecía ante sus juzgadores, a pretexto de "que la fatalidad de hallarse con una llaga en un pié le impide el asistir a la barra como se le había prevenido", y, para colmo de complicaciones, el insumiso recoleto resultó elegido Diputado por la ciudad, nombramiento que, desde luego, anularon los colegas de la Junta, alegando vicios de procedimiento en la elección respectiva. Y en la nota que Castañeda pasó a esos Representantes, puntualizaba "que nada tenía que contestar a la Honorable Junta (sobre su elección de Diputado), y decir al pueblo que no reconocía su soberanía, es para que se abstenga de votar por él, y le deje de Padre, que es el dictamen único que apetece; y que en esta virtud dispusiese la Honorable Junta de aquel Padre que desea servir a la Patria según el todo de sus limitadísimas facultades".
    Como no se podía esperar otra cosa, en la sesión del 15 de septiembre, los miembros de la Junta debatieron acerca de si el "escrito que aparece suscripto por el Padre Castañeda ataca la primera prerrogativa de la representación Provincial, su base y fundamento". Y "habiéndose determinado que la votación se hiciese nominal, se practicó así, resultando por mayoría absoluta sancionada la afirmativa de dicha proposición" -- con el voto de Juan José de Anchorena inclusive. Después, el Representante Pinto hizo moción, "suficientemente apoyada", de que "se tomase en consideración la indicación del Señor Ministro de Govierno -- Rivadavia -- para que desde luego se mandase en reclusión la persona del Padre Castañeda". A lo que la Junta, por 18 sufragios contra 11 (supongo que entre los votos negativos se contaría el de don Juan José), resolvió aplicarle al fraile la siguiente pena: "que se le prohiva escribir por quatro años, y se recomiende al Govierno para que aperciviéndole, seria y formalmente, le separe de esta ciudad a alguna distancia, por el tiempo que el mismo Govierno considere conveniente, con prevención de que no haya de ser su viaje por mar, ni para fuera de la Provincia". De acuerdo a ello, el Gobierno inspirado por Rivadavia -- el "Sapo del Diluvio", como le apodaría más tarde el irreverente Castañeda -- confinó ipso facto a nuestro fraile en el Fortín de Kaquel-Huincul, más allá de Chascomús, en tierra de indios al sur del rio Salado, dentro de los campos que poblaba Francisco Ramos Mexía (hoy, en el casco de la estancia de la tataranieta de éste: doña Estela Landívar Elía de Velar Irigoyen, en el partido de Maipú).

    Supresión del Cabildo

    Dentro de las finalidades del Ministro Rivadavia dirigidas a establecer "una economía comercial de tipo liberal, apoyada en instituciones del mismo carácter, respondiendo a una concepción de los valores espirituales de raiz iluminista y orientación utilitaria -- para decirlo con palabras del historiador Vicente Sierra --, era de fundamental importancia barrer con cuanto respondiera al pasado o tuviera tinte tradicionalista, y en tal sentido una institución condenada a morir era el Cabildo secular". Para llevar adelante tal proyecto, el Ministro movilizó a algunos vecinos de la villa de Luján, quienes el 19-XI-1821, le presentaron un petitorio a efectos de que suprimiese el Cabildo local, con el argumento de que "las rencillas, enemistades y pleitos no los causaban los díscolos acostumbrados a vivir de la discordia y enredos", sino "un Cabildo tan innecesario como gravoso y perjudicial al vecindario".
    El asunto lo giró Rivadavia a la Junta de Representantes, y el 5 de diciembre el Ministro, en un discurso sostenedor del decreto que suprimía aquel Ayuntamiento lujanero -- antecedente del que en seguida eliminaría al de la ciudad capital -- "puso en consideración de la Sala la historia de los Cavildos ... fixándola en el nacimiento y funestos progresos del Govierno feudal". Don Bernardino peroró que en los reinados absolutos de España necesarios fueron "los Cavildos en aquel orden, como innecesarios al presente", donde, "este establecimiento era incompatible con un Govierno Representativo, en que esa autoridad suprema ha retrovertido a la sociedad y se exerse con toda plenitud de un sistema liberal, por medio de autoridades que tienen la viva representación de los Pueblos, con funciones reales que les ha circunscripto la naturaleza del Govierno actual y los pactos sociales. Que en este estado aparecen los Cavildos sin una atribución real y útil al Público", pués "la administración de justicia en 1ª instancia, que han tenido hasta ahora, no puede ser más viciosa", por cuya razón "ya tenía el Govierno un modo de ocurrir a su mejora por medio de un Reglamento provisorio de administración de Justicia y por otro de la Policía".
    En la sesión del 6 de diciembre, el Diputado Juan José de Anchorena pidió la palabra y - según el acta respectiva -dijo: "que sin oponerse a la extinción de los Cavildos de la Provincia fue de opinión se exceptuase el de esta Capital, por los recomendables servicios que particularmente tenía prestados al Público, antes y después de nuestra gloriosa revolución, tanto en la guerra exterior de la independencia quanto en las oscilaciones políticas de las que desgraciadamente había sido teatro este Pueblo, siendo en todas ellas su Municipalidad el iris de Paz y conciliación. También dedujo las ventajas que proporcionaba al Público la administración de Justicia y Policía en el orden actual, que era desempeñada por sujetos de fortuna que devían ser relevados cada año, y concluyó pidiendo la conservación del Cavildo de esta Ciudad, sin perjuicio de qualquiera resolución que se tomase con respecto a los demás".
    A ello el Ministro Rivadavia "repuso sosteniendo la necesidad de la supresión de los Cavildos baxo de la amplitud que antes se había considerado de incluir aún el de la Capital ... funestos fragmentos del Govierno Peninsular"; y terminó abogando por la supresión de esos cuerpos municipales. El 28 de diciembre don Juan José le comentaba a su hermano Nicolás esta resolución que prohijó Rivadavia y votaron sus epígonos de la Junta detrás del clérigo Julián Segundo de Agüero: "Es el disgusto general por la supresión del Cabildo, esto no es de corregirse, lo que resultara es que el Gobierno no tendrá en sus deliberaciones tanto apoyo como antes...". Y en otra carta, mi antepasado le ponía a su hermano Tomás: "Por Nicolás avisé que el 20 expiró el Cabildo a manos del tuerto Agüero y otros 12 bobines del ministerio. Yo no podía asistir por estar pendiente mi renuncia de Representante y de Administrador de las Amortizaciones. La noche fué tempestuosa y faltaron 5 ó 6 votos de oposición".
    En efecto: el 15 de diciembre don Juan José había sido nombrado Presidente de la Caja de Amortización, que acababa de establecer la Junta, pero he aquí que, 48 horas después, el hombre renunciaba al cargo, como asimismo a "la Representación que exercía por esta Ciudad". Tal actitud se la insinuó el 1º de diciembre Juan José a Tomás en una frase de su correspondencia: "Son tantas las ocupaciones que no tengo cinco horas para dormir, pero esto a de durar poco...".
    A fines de ese año 21, mi tatarabuelo Manuel Hermenegildo de Aguirre se aprestaba a trasladarse a Chile, con intención de cobrar lo que las autoridades chilenas le debían por haber pagado, armado y equipado, de su bolsillo, dos fragatas de guerra en los Estados Unidos a cuenta del gobierno trasandino, el cual ni un céntimo le reembolsaría jamas por tamaño servicio. (Ver el capítulo acerca del linaje de Aguirre, donde me ocupo detalladamente de ese asunto). Consigno aquí que el 22 de noviembre, mi tatarabuelo Anchorena le escribió a su agente comercial en Santiago, Felipe Santiago del Solar, a propósito del antedicho viaje: "En esta fecha he dado una carta de introducción a don Manuel H. Aguirre, enviado que fué de ese gobierno cerca del de Norteamérica, y pasa a esa a asuntos de su comisión. Puede necesitar de Ud., para conseguirle algunos intereses o personas que le faciliten relaciones entre esos Señores, a fin de que sea bien despachado, pues la tal empresa lo ha perjudicado sobremanera. Compadecido de que tenga que abandonar su familia para ir a cobrar de los que gobiernan, suplico a Ud. lo atienda en lo que sea posible". Y el 1º de diciembre don Juan José le reiteraba a del Solar: "El 22 de noviembre escribí por Don Manuel Aguirre, y habiendo quedado este enfermo, llevó las cartas Mr. Watson...".

    Trágicos finales de Ramírez y Carrera

    En tanto se habían ido desarrollando gran parte de los acontecimientos referidos en el ámbito bonaerense, la figura de Ramírez alzábase amenazante en el litoral argentino. "Las noticias contextes del Entrerrios, la Bajada y Santa Fé -- le transmitía el 3 de marzo de 1821 Zañartu al gobierno chileno -- no dejan ya una duda de que Ramírez emprende contra Buenos Aires, sugerido y halagado por las magníficas promesas que le han hecho Sarratea, Agrelo y otros anarquistas refugiados en aquel territorio. Se cree que Carrera, a quien se supone entre los indios obrando en connivencia con aquellos, aparezca al mismo tiempo, hostilizando por el Sud con los infieles. El Gobernador Rodríguez ha desplegado en estas circunstancias una energía extraordinaria, y hace preparativos que deben alejar todo recelo, aun cuando fueren los enemigos más poderosos. La escuadrilla compuesta por tres fuertes bergantines y otros tantos buques menores, saldrá dentro de 15 días a situarse en San Nicolás, para estar en observación y guardar toda la costa, impidiendo que Ramírez desembarque en ella y para obligarle a que lo haga por la parte de Santa Fé, en donde lo espera el Gobernador López que está, según parece indudable, de buena fé con Buenos Aires. La necesidad y el odio casi general contra Sarratea, que se considera el corifeo de esta malvada empresa, hace reunir todos los partidos a formar una causa común. Sin embargo el Gobierno se vera en la necesidad de asegurar a muchos individuos, cuya sola aspiración es la anarquía, curzando con este fin todas las medidas dictadas para afirmar el orden".
    Con todo, el "Supremo Entrerriano", cual se titulaba Ramírez, resuelve hollar los dominios de su antiguo aliado Estanislao López para abrirse paso y rendir finalmente a Buenos Aires. Con ese propósito desembarca su hueste montonera en Coronda. Tres ejércitos se oponen al invasor: el santafesino de López, el porteño al mando de La Madrid, y el cordobés que obedece a Bustos. Luego de dos combates favorables sobre La Madrid, sufre Ramírez un serio descalabro en las proximidades de Coronda. El 10 de mayo Juan José de Anchorena le había escrito a su hermano Nicolás: "Yo veo como necesario que permanezcas en esa (Montevideo). Es preciso sacar fondos de ésta porque a La Madrid lo ha corrido Ramírez. Aquí todo es pavor. Si (Ramírez) trastornase o desbancase a López, borrasca tenemos". Pero ocurrió lo contrario, Ramírez con la pequeña fuerza que le resta, escapa al territorio cordobés, y logra juntarse con Carrera; pero Bustos, el 13 de junio, da al traste con ambos en Cruz Alta. Entonces el chileno y el entrerriano se separan: aquel toma el rumbo de Cuyo con ánimo de pasar a Chile; éste emprende el camino de regreso a su provincia por el Chaco. El destino, no obstante, frustra las intenciones de cada cual: Pancho Ramírez alcanza una muerte romancesca, el 10 de julio en el Rio Seco, al encarar casi solo una partida de López que le había capturado su barragana, la "China Delfina"; y José Miguel Carrera, vencido en Punta del Médano, termina pasado por las armas, el 4 de septiembre, en la Plaza Mayor de Mendoza, donde, tres años atrás, un pelotón de fusilamiento dió cuenta de sus hermanos Juan José y Luis.
    El 12-VII-1821, desde Córdoba, Francisco de la Torre le escribió a su empresario y deudo lejano Juan José de Anchorena esta posdata en una carta comercial: "A las 8.30 hs de este día ha venido un chasque con noticias de que Ramírez es muerto por la banguardia de López a 5 leguas del Rio Seco, y destrozada su gente que piensa organizar el Padre Monterroso, su segundo -- y creo no tendrá efecto -- para hacer nueba tentativa".

    La ley del olvido

    Dejemos, de momento, las luchas sangrientas para volver al recinto de las leyes, donde nuestro antepasado Anchorena ocupaba en 1822, a justo título, su banca -- no precisamente para la tramitación de cobros, giros, cambios, recibir depósitos en cuentas corrientes y otorgar préstamos en dinero, como podría confundirnos la homonimia del escaño.
    Así pues, el 27 de septiembre del año anterior, el Ministro Rivadavia, en nombre del Poder Ejecutivo, presentó a la Junta de Representantes un proyecto de ley de amnistía política, como homenaje "a la noticia plausible de los faustos sucesos de las armas de la Patria sobre Lima", que el 9 de julio pasado cayera en poder de las fuerzas de San Martín.
    Dicha ley llamada "del Olvido", establecía que las causas suscitadas por opiniones políticas anteriores a la fecha de su promulgación no embarazaran a ningún individuo en el pleno goce de la seguridad que la ley concede en la Provincia de Buenos Aires a las personas y a la propiedad.
    Debatido en varias sesiones el asunto, el cuerpo legislativo resolvió: 1º) Que tal ley de Olvido sería considerada más adelante, dentro de 4 meses a partir del 6 de octubre de aquel año 21. 2º) Que, entretanto, debían restituirse al país las personas que fueron detenidas sin forma de causa por orden del Gobierno. 3º) Que podían volver a la Provincia los que voluntariamente se ausentaron de ella para ponerse a cubierto de los riesgos de las agitaciones particulares. Y 4º) Que lo dispuesto en los artículos precedentes no favorecerá a quienes durante su ausencia hayan adoptado medidas o formado proyectos de conspiración contra el Gobierno y tranquilidad de la Provincia, o a los oficiales que hayan desertado de sus banderas.
    Dentro de esos lineamientos, la ley del Olvido fué traída de nuevo al debate el 3-V-1822, y tres días más tarde el diputado Juan José Anchorena expuso que la Honorable Junta carecía de conocimiento de los sujetos aludidos en dicho proyecto, como también cuales resultaban sus delitos, y si alguno de aquellos sujetos delinquió contra la Provincia durante su expatriación. Que durante el debate se había propuesto que la amnistía fuera resuelta mediante juicio: "en cuyo caso, de nombrarse un Consejo de Guerra, no habían Jueces, testigos ni acusadores; y en caso de haberlos, saldrían complicados una porción de hombres que al fin, por sus relaciones, harían sancionar el indulto o la ley del olvido". Opinaba Anchorena que atendiendo al interés que manifestaba el Gobierno por dicha ley, ésta se sancionase "facultando al Gobierno para que suspenda sus efectos respecto de aquellas personas cuya restitución a esta Provincia no convenga a la tranquilidad pública, con la obligación de dar cuenta a la Sala, a los dos meses, de los sujetos respecto de los cuales haya suspendido los efectos de la ley y las causales, para que tomando todo en consideración resuelva la Sala".
    Estas atinadas observaciones se perdieron en el aire, y la "Ley del Olvido" se sancionó -- con el voto favorable de Anchorena -- tal como breve y genéricamente la redactara el Gobierno: "Las causas suscitadas por opiniones anteriores a este día, no embarazan el pleno goce de la seguridad que la ley concede en la Provincia de Buenos Aires a las personas y a la propiedad".
    A raíz de tan generosa decisión, doce días más tarde (15 de mayo) se sometió al criterio de la Sala una solicitud del presbítero Antonio Romero "tío del Padre Castañeda", pidiendo declarara la Honorable Junta si su sobrino se hallaba o no comprendido en la "Ley del Olvido". El diputado Valentín Gómez estimó inválida la personería del tío para promover la mencionada solicitud, por no tener poder expreso del interesado. Apoyó el argumento de Gómez el Ministro Rivadavia, agregando que "no habiéndose comprehendido en el beneficio de la ley de olvido a los juzgados y sentenciados, por ningún motibo debía serlo el Pa. Castañeda", pues su sentencia derivó de autoridad soberana por el "alto crimen" de haber atacado la propia existencia de esa autoridad; que en este caso no correspondía la indulgencia del Gobierno, y "no debía hacerse lugar a la presente solicitud sino repelerla, como arto merecía". El representante Somellera, en cambio, consideró valida jurídicamente la personería del tío carnal del fraile penalizado y, en definitiva la Sala, luego de dos días de amplio y movido debate entre varios legisladores, por 16 votos contra 15 -- supongo que Anchorena votó con los primeros --, resolvió que "habiéndose promulgado la ley de olvido sin limitación alguna no parecía motivo que se excluyese al Pa. Castañeda".

    Ley de reclutamiento de las fuerzas armadas

    En la sesión del 10 de mayo el Ministro de Guerra, General Francisco Fernández de la Cruz, abogó por el alistamiento voluntario en el ejército, y, en caso de insuficiencia, por la conscripción mediante sorteo. Planteó, ademas, la necesidad de contar con una fuerza de 1.222 hombres de caballería, incluso cabos y sargentos; y tres batallones de infantería: uno con 320 artilleros; otro de 500 plaza de fusileros de raza blanca; y otro de medio millar de "cazadores", integrado por "castas" (negros y mulatos); recalcando "que la Caballería era la arma principal de nuestra situación topográfica, y de las aptitudes personales para hacerla ventajosa".
    El diputado Juan José de Anchorena, tras la palabra del Ministro, pidió al Gobierno informara acerca del número de oficiales necesarios para el ejército y para las milicias urbanas y de la campaña. Después, distintos colegas suyos debatieron sobre la conveniencia o desventaja de la conscripción militar por sorteo; o si el cumplimiento de dicho servicio debía efectuarse por medio de alistamiento voluntario o por el de "contingentes". (El contingente era el cupo o número de mozos aptos que cada zona, pueblo o provincia podía aportar anualmente como soldados al ejércitos).
    Mi antepasado Anchorena -- antaño "voluntario distinguido" en la 4ª compañía del 1º batallón de línea de Cádiz, organizado para oponerse a la invasión napoleónica -- se opuso al proyecto de conscripción por sorteo, aduciendo "que el exemplo de los funestos efectos que habían experimentado los Reynos de España, donde se habían admitido las quintas, que corresponden al sorteo propuesto; al paso que habían prosperado los que en su lugar subrogaron el contingente"; y el acta respectiva consigna que Anchorena fué de opinión que en lugar de sorteo se sustituyese el contingente, bajo las mismas formas y modos que se trataba de reglamentar el sorteo para evitar arbitrariedades".
    Usaron después de la palabra el Ministro Rivadavia y los diputados Pascual Rivas, Pedro Somellera, Alejo Castex y Juan José Paso; éste último sugirió que se agregara al proyecto que el Gobierno destinara también al servicio de las armas "a los vagos, ociosos y aún delicuentes que no tengan la nota de infamia"; pero tal sugerencia de Paso no pasó.
    Puesto a votación el proyecto quedó sancionado en el sentido propuesto por Anchorena: "el ejército sera reclutado por alistamientos voluntarios, y, en caso de insuficiencia, por contingentes. Queda a disposición del Gobierno admitir o no a los individuos que no sean oriundos de América. Por ningún título podra recibirse en el ejército individuo alguno que haya cometido un crimen que castiga la ley con pena infamante".
    Al mes siguiente (7 de junio), al tratarse en particular los artículos de la referida de reclutamiento, Anchorena "pidió se tomara en consideración la misión que tenía hecha (el 31-VIII-1821) para que se exceptuaran del Servicio Militar por el término de cinco años a los individuos de las provincias que vengan a ocuparse en las labores del campo", siendo la principal razón, el proveer de brazos a nuestra decadente agricultura, que se hallaba en lamentable estado, en el que se ve por haberse ausentado varios forasteros sobre quienes principalmente había recaído el reclutamiento por levas, y que sancionado el artículo como proponía, se conseguiría su vuelta por las proporciones que ofrecía la Provincia a los trabajos de utilidad". Votada esta moción de Anchorena resultó rechazada.

    Distintas intervenciones parlamentarias de don Juan José en ese año 22

    El 13 de septiembre la Legislatura discutió un proyecto de decreto concebido por los diputados Diego Estanislao Zavaleta, Valentín Gómez y Julián Segundo de Agüero, que "contenía una medida provisoria para precaver los abusos de la libertad de prensa que al presente se notaban en los periódicos, entre tanto se sancione la ley sobre el particular". Al respecto Anchorena intervino en el debate pidiendo se suspendiera la sanción de dicho proyecto, el cual antes debía imprimirse y repartir sus ejemplares a cada uno de los miembros de la Sala "para que estuvieran en actitud mejor sobre esta grave materia"; agregando que, por lo pronto, rechazaba que una Comisión de Censura fuera nombrada por el Gobierno, como proponía dicho proyecto, pues era presumible que el Gobierno "no permitiese publicar alguno que no fuese conforme a las ideas de éste". El 15 de octubre, durante las discuciones acerca de la Reforma Eclesiástica, el diputado Anchorena presentó una moción "para que los individuos del Clero Secular fueran adscriptos a las Parroquias para el mejor desempeño de su Ministerio". El 4 de noviembre Anchorena sometió a consideración del cuerpo un proyecto de decreto para que las tahonas de panaderías giradas por mula o caballo pudieran continuar y restablecerse dentro del recinto de la ciudad. El asunto se trato el 20 de diciembre siguiente, y luego de confrontarse opuestas opiniones, la moción de Anchorena quedó sin resolverse. Finalmente el 22 de noviembre, nuestro legislador, en nombre de la Comisión de Hacienda, presentó a la Sala, una minuta de ley que declaraba libre de todos los derechos de puerto, e incluso de patente, a los buques nacionales que naveguen por la costa patagónica. Tras breve análisis de sus colegas, la ley quedó sancionada en los términos propuestos por Anchorena.

    El Banco de Descuentos

    Conforme a una ley aprobada el 20-VI-1822 por la Honorable Junta de Representantes, esa institución financiera -- promovida por el Ministro de Hacienda Manuel José García -- nació con el monopolio, por espacio de 20 años, de emitir billetes al portador y con facultad hipotecaria sobre sus acreedores. El Banco de Descuentos se abrió al público con un capital nominal de un millón de pesos fuertes, que sería aportado por sus accionistas particulares, ingleses y argentinos; los cuales, después de preparar su reglamento interno, formalizaron el directorio con las siguientes personas: William Cartwright, Juan José de Anchorena, James Brittain, Félix Castro, Robert Montgomery, Sebastián de Lezica, Rafael Riglos y Juan Pedro Aguirre, quien actuó como presidente.
    Menos de dos años figuraría mi tatarabuelo Anchorena como director del Banco de Descuentos, que cayó luego en descrédito, y su activo y pasivo tomaría a cargo, en 1826, el denominado Banco Nacional, establecido para sucederle durante la administración del Gobernador Las Heras. En 1836, Rosas transformó dicha entidad en Banco del Estado, con el nombre que actualmente lleva de Banco de la Provincia de Buenos Aires.

    Un debate económico memorable

    Bajo el título del epígrafe, el analista Carlos Alberto Pintos publicó, en 1972, un artículo en el tomo XIII de Investigaciones y Ensayos de la Academia Nacional de la Historia. Se trataba de una glosa del debate que tuvo lugar el 20-X-1823, al considerarse la ley de aduana para 1825, cuyos conspicuos protagonistas fueron los diputados Julián Segundo de Agüero y Juan José Cristóbal de Anchorena, quien seguía ocupando su escaño en la Sala de Representantes.
    Ya don Juan José hubo manifestado antaño por escrito -- en 1814, cuando era Conciliario en el Consulado -- sus puntos de vista antiliberales y proteccionistas en materia económica. En dicha oportunidad afirmó que las naciones más importantes protegían a sus ciudadanos, concediéndoles franquicias comerciales exclusivas, como lo demostraban las ordenanzas de Inglaterra, Holanda y los Estados Unidos, "realizando -- acota Pintos -- un estudio de legislación comparada de una información sorprendente".
    En 1823, Anchorena da comienzo al debate legislativo de referencia. Advierte que la ley de aduana, proyectada por el Poder Ejecutivo, permitía introducir calzado y ropa hecha con el recargo del 25%; manifiesta interés en conocer qué medidas había tomado el gobierno para evitar el contrabando de dichas mercaderías, "por que en este caso sería de desear que se prohibiese absolutamente su introducción" y concluye preguntando si las autoridades estaban dispuestas a fomentar la artesanía del país sobre la extranjera.
    A ese discurso replicó el clérigo Agüero, y trajo a colación un pedido de los carpinteros, "cuyo objeto -- dijo -- era que se recargase los muebles extranjeros", lo cual equivalía a conceder un monopolio a esos artesanos de la madera, "obligando a los consumidores de sus obras a comprarlas, bien o mal hechas, por el precio que impusiera. ¿Sera justo que unos cuantos hombres sean exclusivamente vendedores de un artículo y tengan los consumidores que comprarlo a ellos precisamente?", preguntaba el orador; para quien nuestra mano de obra era cara, debido a la escasez de población y a los pocos trabajadores con oficio. En cuanto los zapateros criollos -- que Anchorena acababa de defender -- el fantástico optimismo del replicante vislumbraba para estos un panorama promisorio con el correr de los años, siempre que se multiplicara ese gremio, y así podría tener la posibilidad de surtir de calzado "a la misma Europa" nada menos! Para alcanzar tales bellezas futuras, Agüero aconsejaba "que nuestros artesanos se hagan buenos artistas, y entonces las manufacturas extranjeras perderían nuestro mercado. Respecto del contrabando, entendía que la política prohibicionista lo fomentaba, ante la imposibilidad de vigilar "una costa tan dilatada y extensa".
    Anchorena retoma entonces la palabra. Precisa que no sólo había abogado por dar protección con impuestos aduaneros a los trabajadores lugareños de la ropa y el calzado, sino también a los fabricantes de toda clase de muebles. Agrega después que confía en la eliminación del contrabando en el término de dos años; y sostiene que con un número suficiente de artesanos en el país, el monopolio se desdibujaría, haciendo presente que en ciertos ramos de la industria así sucedía; y reclama se le informe qué medidas había tomado el gobierno para satisfacer estas necesidades y "poner al país en independencia del estranjero, al menos en el calzado y ropas hechas".
    Seguidamente Agüero vuelve a la carga: "en un país tan abierto como el nuestro -- dice -- no se podía responder si habría o dejaría de haber contrabando", y declara que su improbable eliminación no favorecería sino a los monopolistas: que los artesanos nativos debían realizar obras "tan buenas y tan baratas" como las que venían de afuera, y eso, de momento, no ocurría. Exaltando el libre cambismo, criticó lo dicho por Anchorena, acerca de que la llegada de extranjeros con oficio desplazaría a la mano de obra local. "¿Se ha de impedir que vengan buenos artesanos que hagan muebles y casacas?", clamaba como desde un púlpito el preste legislador. Según él, si algún daño temporal causasen esos extranjeros a sus rivales criollos, eso se compensaría, a la larga, con la calificada mano de obra de aquellos, que "servirá de dechado a la del país para perfeccionarse".
    Tal argumentación fué rechazada por Anchorena, quien -- como lo señala Pintos -- descartó la idea de monopolio formulando esta pregunta: "¿Será establecer monopolio el que en Inglaterra se prohiba en su mercado interior la concurrencia de la industria extranjera con la nacional?"; y aplaudiendo la política que en su propio país aplicaban los ingleses, consideró que su adopción en el nuestro sería por cierto beneficiosa. A esto contestó Agüero que si Inglaterra era proteccionista, debíase a la suficiencia de su mano de obra, y a que la industria suya estaba en un grado de perfección que no le dejaba lugar a apetecer como necesaria "ninguna obra extraña", mientras que en nuestra tierra no sucedía ni lo uno ni lo otro, ni podía asegurarse que para el año 1825 estuviese ni cerca de conseguirlo.
    De tal suerte se clausuró la discusión, y la mayoría de los representantes votaron a favor de la ley aduanera proyectada por el Poder Ejecutivo.
    "Nadie habrá de negar -- comenta Pintos al finalizar su artículo -- que el tema tratado en esta ocasión por los diputados Anchorena y Agüero tiene tras si un largo y quizá no terminado debate, sobre el cual el juicio de la historiografía debe apoyarse necesariamente en las lecciones de la ciencia económica. Aún hoy, dentro de un marco de mayores proporciones, podría sostenerse, con algunas variantes, uno u otro punto de vista, discurriéndose como aquellos legisladores". Y cerrando los ojos a la guerra de la independencia que continuaba indecisa en las fronteras de Salta y Jujuy; a la Banda Oriental que acaba de ser anexada como provincia Cisplatina al Imperio del Brasil; a la cruenta revolución que encabezó Tagle contra la reforma eclesiástica rivadaviana; a los malones indios que arrasaban pueblos y estancias en la campaña; a los violentos sucesos políticos de la Rioja y Tucumán; todo ello ocurrido aquel año 1823, el publicista Pintos nos sorprende, al final de su opúsculo, con estas líneas idílicas y laudatorias dedicadas al régimen porteño que, de espaldas a la convulsa realidad del país, impulsaba el Ministro Rivadavia: "el valor más alto de este debate reside en que deja traslucir que ya en 1823, el juicioso cambio de ideas entre los hombres públicos y un sistema representativo atendiendo a las distintas orientaciones políticas, eran virtudes cívicas muy arraigadas en la floreciente república del Plata".
    Aquella preocupación por lograr la independencia económica de su patria, la mantuvo Juan José de Anchorena hasta el fin de su vida. En 1824 el cónsul Inglés Woodbine Parish exploró ante el Ministro de Hacienda Manuel José García la posibilidad de solicitar "para los súbditos británicos que podían establecerse en Buenos Aires, el goce de ciertos privilegios; tanto como ciertas inmunidades con respecto a la religión; que serían ... necesarios para los súbditos de un Estado amigo que vivían en los territorios de otro". Esa gestión del funcionario inglés concretaríase más tarde en un tratado comercial anglo-argentino. Entretanto, en carta del 25-XI-1824, el cónsul norteamericano John Murray Forbes, sabedor de que se estaba negociando dicho convenio, le adelantó al Secretario de Estado John Quincy Adams lo siguiente: "Hace dos semanas tuve noticias de que ese tratado sería condición previa, sine qua non, para el reconocimiento de la Independencia. A consecuencia de esta noticia, el señor Anchorena (Juan José Cristóbal) presentó a la Junta un proyecto de resolución prohibiendo al Gobierno negociar un tratado de comercio con potencia alguna extranjera, hasta que se halla concertado un sistema general de comercio entre todos los Estados independientes que fueron antes miembros de la América española. La resolución fué adoptada y la restricción existe, por lo menos en lo que respecta a la provincia de Buenos Aires".

    Negocios camperos; correspondencia de Juan José con Rosas; contribución de ambos para la hazaña de los 33 Orientales

    Juan José de Anchorena y su hermano Nicolás habían emprendido negocios de campo en sociedad con su pariente Juan Manuel de Rosas, quien personalmente quedó encargado de administrar esas explotaciones rurales, de las que participaba en una cuarta parte de las utilidades, sin soportar las pérdidas. Rosas -- apunta Carlos Ibarguren en su libro sobre dicho personaje -- aprovechó todas las circunstancias para negociar eficazmente, especulando en rebaños y tierras cuyo valor sufría considerables alternativas y bajas por la amenaza de las incursiones de los indios. "Creo -- escribía Rosas a don Juan José -- que habrá en la campaña mucho miedo de indios; por tanto Ud. vea si algunos tímidos dan ganados baratos y compre tres o cuatro mil cabezas para nuestras estancias. Quien no arriesga no gana, y ya ve, ¿si podemos hacernos de ganados baratos, porqué no hemos de arriesgar?".
    El Gobernador Martín Rodríguez, al propio tiempo, procuraba atraer a Rosas y le había ofrecido el cargo de inspector de campaña que éste no quiso aceptar. Según apunta Ibarguren, las reflecciones, la perspicacia y el criterio sanchopancesco de don Juan José de Anchorena, decidido opositor de la política de Rivadavia en el gobierno de Rodríguez, coincidian en absoluto con la opinión de su socio y primo Rosas. "He sabido -- decíale Anchorena a Juan Manuel -- que se preparan a darle a Ud. la comisión de visitar y conocer los terrenos de la campaña. No tengo más noticia que ésta, salida del gobierno; calculo que el objeto no será para arreglar la policía, sino para que Ud., después de mucho trabajo y bastantes disgustos, les suministre conocimiento de los terrenos baldíos que hay, de los que conviene declararlos tales, y de la buena calidad de los campos. De esta comisión me resultarían ventajas y, si consultase mi bolsillo, le diría que la aceptara; pero no, mi amigo, le digo que no la admita. No se todos los efectos que ella comprende, pues los resultados deben ser, aunque en el Gobernador y el Ministro haya la mejor intención, mucho trabajo para Ud., gastos, abandono de sus estancias, hacerse de muchos enemigos, por que la justicia desagrada, y de pocos amigos que suelen durar como la fortuna; serán amigos mientras se hagan de tierras. El fruto de sus fatigas será para que los militares, empleados y gente del círculo se haga de las mejores e incomoden a Ud. un sinnúmero de infelices desalojados. Después de todo, tendrá Ud. que estar cuatro o seis años ocupado en dar informes sobre cuanto enredo se suscite. Se hallará Ud. día y noche ocupado en papeles, que es lo que Ud. debe alejar de sí para vivir sano, tener ánimo tranquilo y no experimentar los males que padecen los literatos y papelistas. No se vaya a alucinar con esperanzas del bien que puede hacer, por que lo que Ud. proponga para bien, lo han de emplear otros para mal, y para que no aparezca lo que Ud. proponga, se ha de desfigurar de tal modo que aparezca obra de los que quieren ser genios creadores y soles". Don Juan José aquí, ciertamente, alude al Ministro Rivadavia.
    En 1823 -- como consigna Ibarguren -- Rosas se va a Santa Fé por negocios ganaderos, a revisar campos para los Anchorena y a seguir cultivando la amistad con Estanislao López. Ahí recibe, en el mes de marzo, estas noticias de Buenos Aires que le trasmite su primo, confidente y socio don Juan José: "Las cosas no mejoran después de tantos discursos en la Junta. Ha mandado (Rivadavia) que los dominicos y franciscanos dentro de ocho días salgan o se secularicen. ¿Para qué leyes? ¿Para qué discuciones? ¿Para qué Junta?. El Ministro de Hacienda (Manuel José García) del modo más indecente se ha portado conmigo, por proponerle, como comisionado del Banco, que el gobierno no emita papel moneda, por que éste va hacer huir de la provincia a la moneda que circula y nos vamos a ver con solo papel, perdiendo aquella riqueza real. Nada se ha conseguido! Es preciso que admitamos el papel y seamos acreedores del gobierno y dependamos de él y de su suerte". Y concluía don Juan José con este consejo a Rosas: "Para que quede Ud. bien con López, es preciso que ni se explique contra el gobierno (porteño) ni a favor de él, por que no sabemos el rumbo que seguirán estas tropelías. Las consecuencias de tanto mal que cálculo, me tienen enfermo".
    A las veces mi tatarabuelo lo ponía al tanto, a su primo y amigo, de una colecta reservadísima que se estaba realizando en Buenos Aires, destinada a reunir fondos para Lavalleja y sus bravos compañeros, que preparaban el audaz desembarco en la Banda Oriental, a fin de liberarla de la dominación brasilera: "La suscrición es secreta -- le advertía don Juan José a Rosas -- y para auxiliarlo (a Lavalleja) en el compromiso en que se halla; mañana lo suscribire con 300 pesos. En general se han suscrito con 200 pesos. Los comisionados son Trapani, Costa y Platero". Además de estos comisionados, ayudaron a juntar o dieron dinero para la causa de Lavalleja, varios señores porteños; los Anchorena, Miguel José de Riglos, Ramón Larrea, Pedro de Lezica, los Terrero y Rosas.
    Otro emparentado y socio de Anchorena, Francisco Antonio de la Torre, desarrollaba, a la sazón, actividades campestres en Santa Fé, desde donde, el 12-II-1823, le ponía en una carta a don Juan José: "Estos días pasados se me han entregado las Estancias, pero en tan deplorable estado que, en una, ni casa he encontrado: apenas rastros de que la hubo; la otra, en tal deterioro, que solo han quedado las paredes y el enmaderado: hacienda, nada otra cosa que 5 caballos, una yegua, y como unas mil mulas,que a la vista de ojos computo existan huyendo en el campo, de más de dos mil que dejé; pero aún a éstas le ha tocado el turno, por que con la escacez de ganados, no se detienen (los paisanos) a matar las que pueden para comerlas. Esto me ha motivado a resolverme el caminar con ellas a los Portugueses o Pueblos de Misiones, en solicitud de venderlas, pero toco la dificultad de la falta de dinero para su conducción. Si Ud. me permite que el que tengo de su pertenencia lo emplee en los gastos que son precisos para el arreo, se lo agradeceré como es debido. Yo procuraré cuanto antes reponerlo, y para el efecto remito a Eira, una criada que conduce don Francisco Vivas, compañero de don Pepe el Mahonés, ( ) para su venta, cuyo dinero se lo entregara a Ud. así que se verifique...".
    Un mes después (20 de marzo), el santafesino de la Torre expresabale a Anchorena: "Su primo Don Juan Manuel de Rosas sale para San Xavier con el Gobernador (López) el mismo día que sera el 22 del corriente. Nuebamente me le ofrecí ayer en su nombre, y no ha querido ocuparme, supongo no me necesitó. He tenido la complacencia de tratar a este señor, y ciertamente me ha parecido que esta revestido de un alma grande y distinta de la que poseen otros de su edad; nos ha dejado generalmente muy prendados. Sirva a Ud. esto de satisfacción...".
    A fines de ese año 23 los malones feroces de la indiada asolaron los campos sureros de los Anchorena y de Rosas. Este marchó al frente de sus fieles "colorados" en ayuda de la división del Coronel Arévalo, que se encontraba peligrosamente hostigada por los salvajes; y el 1º de noviembre, esos bárbaros fueron derrotados en el combate de Pila. "No se nos ocultan los riesgos a que Ud. se expuso -- escribíale a Rosas, el 13 de noviembre, Juan José de Anchorena -- y vemos que siempre iba Ud. a vanguardia. El objeto de esta es rogarle se retire Ud. sobre "Los Cerrillos", saque de allí sus ganados y los repliegue adentro, por que la campaña es perdida; es preciso no alucinarse con esperanzas; ella podrá salvarse y los bárbaros ser escarmentados, pero el gobierno va errado, el gobierno no depone la desconfianza, los pasos que se dan son en falso, nada se ha de hacer sino sacrificar algunos hombres: nos interesamos en que Ud. no sea de estos, no hay que condescender, puede Ud. ser sacrificado tristemente como pudo serlo en el combate del día 1º ... Donde no hay plan, ni combinación, ni ejecución con consulta, nada hay sino aventuras". Y refiriéndose a las estancias de la sociedad de ellos, don Juan José le agregaba: "No se detenga Ud., ni por un momento, por lo que respecta a El Tala y Los Camarones, déjelas Ud. que se pierdan, en el supuesto que siempre se han de perder, y que si el tiempo mejorase se volverán a fomentar".
    Rosas -- transcribo a Ibarguren -- respondía que la internación de las haciendas era imposible y, en lo que se relacionaba a su persona, no admitía, ni le cuadraba la fuga y el retiro a lugar seguro; que era menester desafiar con honor todos los riesgos para defender la campaña; a lo que el prudente don Juan José le replicaba que su objeto, al darle sus consejos y expresarle sus reflexiones, había "sido persuadirle a Ud. que no veo plan, ni sistema, ni combinación, y que faltando todo esto es preciso no exponerse a ser víctima de la ocasión de tener que prestarse, por honor, a tomar las armas; por que, primo, yo no desapruebo lo que hizo Ud. el día 1º: Ud. se hallaba en los Camarones y el honor exigía que auxiliase con gente, consejos, etc. a Arévalo y, efectivamente hizo Ud. más de lo que él y la Provincia podían exigir y esperar; pero deseo que Ud. se conserve para prestar servicios cuando haya plan, y no se exponga tristemente...".


    Durante la presidencia de Rivadavia

    Un año, 4 meses y 29 días duró la llamada por el historiador Vicente López, "aventura presidencial de Rivadavia". El 8-II-1826 asume don Bernardino la presidencia unitaria de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, exaltado a esa magistratura el día anterior por el Congreso General, y designa los siguientes ministros: de Gobierno, Julián Segundo de Agüero; de Negocios Extranjeros, Manuel José García; de Guerra y Marina, Carlos de Alvear; y de Hacienda Salvador María del Carril. Antes de corrido un mes, el 4 de marzo, el Congreso sanciona la capitalización de Buenos Aires y, dos días después, tras la protesta del Gobernador legal Juan Gregorio de Las Heras, éste es destituido por decreto, al mismo tiempo que se declara caduca a la Legislatura bonaerense. Contra esa absorvente política rivadaviana se unen entonces los caudillos federales del interior, mientras que en la ciudad y campaña porteñas nace el partido federal, como opositor de Rivadavia y su círculo, encabezado por el fogoso Coronel Manuel Dorrego, y con Rosas, los Anchorena, Manuel Hermenegildo de Aguirre, Felipe Arana, Manuel Vicente Maza, Juan N. Terrero, Victorio García de Zúñiga, Juan Ramón Balcarce, Sebastián de Lezica, José María de Ezcurra, Manuel de Escalada, Andrés Arguibel, Pedro Medrano, Manuel Alejandro Obligado, y otros dirigentes de pro.
    Dicha ley de "capitalidad" para Buenos Aires -- que obtuvo sanción parlamentaria luego de apasionados debates -- había sido elaborada por el Poder Ejecutivo y remitida al Congreso con las firmas de Rivadavia y su ministro Agüero. Mediante sus disposiciones, la ciudad y parte de su campaña convertíanse en capital de la República y sede de las autoridades nacionales, quedando también nacionalizados todos los establecimientos provinciales, sus fuerzas militares y las obligaciones, deudas y empeños contraídos por la Provincia.
    De tal suerte, junto al recinto propiamente urbano, se "capitalizaba" la zona comprendida, de Norte a Sur, entre el puerto de las Conchas (el Tigre) y la ensenada de Barragan (hoy Rio Santiago), y de Este a Oeste, desde la costa del Río de la Plata y del río las Conchas, hasta el puente de Márquez (que une ahora el partido de Morón con el de Moreno); debiendo el resto del territorio bonaerense organizarse como Provincia. Así, aquellos políticos y congresistas unitarios -- como lo digo en la biografía de mi tatarabuelo Aguirre -- le arrebataban a la histórica Buenos Aires su ciudad y su inalienable soberanía, con el propósito de convertir a las Provincias en simples entidades administrativas subordinadas al poder central.
    Pero no pararon ahí los estrafalarios designios reformistas de don Bernardino, quien seis meses después (12 de septiembre) elevó al Congreso un plan encaminado a partir en dos el territorio bonaerense, e improvisar un par de nuevas juridicciones: una al Norte, que se denominaría "Provincia del Paraná", con capital en San Nicolás de los Arroyos; y otra al Sud, nombrada "Provincia del Salado", con capital en el pueblo de Chascomús.
    Este intento peregrino ("salado" y que no serviría "para na") conmueve a la opinión pública porteña. "Ayer -- escribíale Juan José de Anchorena a Rosas -- ha sido tal el discurso de Paso pintando la ingratitud del Congreso con Buenos Aires, que a hecho esto para todas las provincias, y después de haberla capitalizado, postrándola a sus pies y dejándola sin ser político, y todavía no contentos quieren meterle el puñal y descuartizarla ... Cuatro de los asistentes (a la sesión del Congreso) entraron en casa llorando, entre ellos Capdevila, quejándose del engaño en que lo habían precipitado Rivadavia, Agüero y Valentín (Gómez)".
    El gobierno moviliza enseguida a grupos de vecinos de la campaña, quienes en sendos memoriales, con 420 firmas, adhieren al extravagante intento divisionista oficial. Frente a esa colección de nombres sin relieve mayor (fuera de Joaquín Campana, Manuel Ruiz Moreno, Juan Ignacio San Martín y algunos mas), Nicolás de Anchorena se encarga de hacer firmar listas de protesta dirigidas al Congreso: Una con el pedido de los más calificados terratenientes del partido de la Matanza, del "Durazno" (hoy Las Heras), de Lobos y Navarro, "para que no se sancione el proyecto de división del territorio de Buenos Aires en dos provincias". Y poco después remite don Nicolás al Congreso otra súplica de "un crecido número de propietarios residentes en la campaña"; todo en 5 legajos que, sumados a la primera presentación, contenían un total de 650 firmas, aproximadamente. (Sobre esto ver más detalles en la biografía de mi tatarabuelo Aguirre).
    Por su parte Rosas también se mueve contra la política unitaria presidencial. Recorre todo el sur recogiendo firmas para aquel memorial que se presentaría al Congreso, y organiza en Chascomús una pueblada tumultuosa, que le vale ser detenido; más el pueblo le aclama pidiendo su libertad, la que es decretada directamente por Rivadavia. "Hoy -- le escribe el 1º de diciembre Juan José de Anchorena a Rosas -- ha llegado la representación de Chascomús con ciento y tantas firmas, en las que hay algunas de portugueses. Lo que conviene es que Ud. continúe recogiendo muchas firmas, muchas, por donde quiera que sea, y para que el día 14 sin falta estén aquí todas las representaciones".
    Meses atrás (8 de junio), "se procedió al escrutinio general de los sufragios prestados para el nombramiento de siete Representantes, por esta capital, al Soberano Congreso Nacional Constituyente". Entre 70 ciudadanos votados, resultaron electos: José María Roxas y Patrón (con 3.163 votos), Miguel José de Riglos (con 3.138), Ildefonso Ramos Mexía (con 3.137), Cornelio Zelaya (con 3.132), Valentín San Martín (3.121), Juan Alagón (con 3.117) y Joaquín Belgrano (con 3.064). En esa elección, dos de mis tatarabuelos obtuvieron: Juan José Cristóbal de Anchorena, 222 votos y Manuel Hermenegildo de Aguirre, apenas 3; adelante de Cornelio de Saavedra y de Juan Manuel de Rosas que solo cosecharon un voto por barba, aunque pulcramente anduvieran siempre afeitados los dos.

    La decantada -- y desencantada -- enfiteusis, y la nacionalización de las minas

    Una experiencia jurídica -- asimismo peregrina -- que estructuró Rivadavia durante su presidencia, fué la enfiteusis, o sea la cesión por largo tiempo de la tierra pública, mediante un canon anual que pagarían los cesionarios al Estado, titular del dominio sobre esas tierras fiscales inmovilizadas desde 1821 debido a la ley de consolidación de la deuda provincial, y que en 1824 se hipotecaron en garantía del empréstito inglés de un millón de libras esterlinas. Así, en abril de 1826 el Presidente Rivadavia envió al Congreso un proyecto actualizador de la ley de enfiteusis, que -- "sin discusión doctrinaria de ninguna especie", al decir de Emilio Coni -- resultó sancionado el 18 de mayo siguiente, prolongando el anterior plazo de dar terrenos realengos a particulares en vez de por 10 años, por 20. Cabe indicar que la imprevisión y el desorden caracterizaron a la traída y llevada ley de tierras públicas -- como lo demostró Emilio A. Coni en su irrefutable estudio La verdad sobre la enfiteusis de Rivadavia.
    Un documento existente en el Archivo General de la Nación, titulado "Relación de los terrenos concedidos en enfiteusis desde el 27 de septiembre de 1824 hasta el 1º de mayo 1827", registra como enfiteutas a los "Señores Anchorena", con un conjunto de 37 leguas cuadradas y fracciones, en el "Partido de Monsalvo" -- vale decir al sur del río Salado, en la nueva línea de frontera. (Son los campos en el actual partido de Pila, que especificaré más adelante). Y en otra nómina archivada bajo el rubro: "Extractos de expedientes de tierras en enfiteusis", se lee: "Junio 26 de 1826. -- N. (Nicolás) y J.J.A. (Juan José Anchorena) solicitan en enfiteusis las estancias "Las Averías" y "Las Achiras" sobre el río Salado, en Monsalvo". (Una en Chascomús y otra en Pila, como se vera luego). Y: "Noviembre 24 de 1826. -- Se concede a J.J.A. (Juan José Anchorena) un terreno en Cañada de las Saladas, partido de Navarro, que estaba ocupado por J.L." (?).
    Posteriormente, en la época de Rosas, por ley del 10-V-1836, la Legislatura autorizó al Gobierno a vender muchísimas leguas de tierras dadas en enfiteusis, otorgando a los enfiteutas ocupantes la preferencia en la compra de sus respectivos campos. Acogidos a esa ley, adquirieron los Anchorena varias de sus estancias en Pila, cual lo veremos en su oportunidad.
    Tocante a las actividades financieras de mi tatarabuelo Anchorena, cabe indicar que años atrás participó como accionista en un infortunado consorcio minero. Fué en la llamada originariamente "Sociedad de Comercio de Buenos Aires", cuyo directorio integraban sus promotores Braulio Costa, Ventura Vázquez y William Parish Robertson, en representación de los siguientes accionistas fundadores: Juan José Cristóbal y Nicolás de Anchorena, Ruperto Albarellos, Juan Fernández Molina, Juan Pedro Aguirre, José María Roxas, Marcelino Carranza, Juan Pablo Sáenz Valiente, Sebastián Lezica y Hnos., Ramón Larrea, Mariano Fragueiro, Juan José Larramendi, Mariano Sarratea, Manuel Arroyo y Pinedo, Félix de Alzaga, Miguel José de Riglos, Pedro Capdevila, Manuel Ambrosio Gutiérrez, Julián Panelo, Juan Martín de Pueyrredón, Lucas González, Pedro Trapani, Félix Urioste, Pedro Berro, Juan Nowell, Manuel Pomar, Pedro Lázaro Beruti, Pascual Costa y Alejandro Molina.
    Este grupo de comerciantes y estancieros porteños, que encabezaban Braulio Costa y Parish Robertson, había firmado el 13-X-1824, por intermedio de Ventura Vázquez, con el gobierno de La Rioja -- hechura de Facundo Quiroga -- un contrato para explotar en beneficio propio todas las riquezas minerales -- oro y plata -- de Famatina, menos 100 socavones que se le reservaban al distrito minero de la provincia. Lograda dicha concesión, establecióse la empresa con un capital nominal de 250.000 libras, con el nombre de "Famatina Minning Co.", y comenzó a vender sus acciones en Londres, bajo el patrocinio financiero de la Casa Baring Brothers.
    Pero entretanto Rivadavia, entonces ministro plenipotenciario en Inglaterra y Francia, impulsó a los reputados banqueros londinenses Hullet Brothers ( ) a constituir una sociedad minera semejante a la de Costa, Robertson, Anchorena y demás concesionarios de los filones riojanos. Tal entidad rotulóse "River Plate Minning Asociation", y también se lanzó a vender en la City sus acciones: pese a que su funcionamiento en nuestro país sería solo posible si las provincias argentinas se organizaran bajo un régimen unitario, lo que en efecto sucedió poco después. En esa circunstancia, en noviembre de 1825, el Congreso General Constituyente votó la ley que establecía como propiedad de la Nación, las tierras que hasta entonces eran de dominio provincial. Ello implicó la anulación del privilegio otorgado por el gobierno de La Rioja a la "Sociedad de Comercio de Buenos Aires", que giraba en Inglaterra como "Famatina Minning Co.". Y así Braulio Costa, Parish Robertson y demás socios "famatinos" -- que en vano procuraron llegar a un acuerdo con Hullet Brothers y su personero Rivadavia, elevado luego a Presidente de la República - quedaron despojados del derecho sobre aquellas míticas vetas auríferas.
    Firme en sus malignas intenciones el bragadense Carretero, al ocuparse del asunto minero empleando siempre perifrasis y medios términos, se empeña en presentar a los Anchorena cual inescrupulosos traficantes, agiotistas de guante blanco afanados en lucrar constantemente a costillas del país, tras una máscara de honorabilidad personal. Y cuando el citado autor menciona a los grupos que pugnaban para explotar las presuntas abundancias miríficas de nuestras provincias norteñas, se muestra benevolente con el grupo de Rivadavia, en tanto no escatima equívocas insinuaciones contra el grupo de Braulio Costa, donde figuran los Anchorena, obseso por despertar la antipatía del lector hacia la clase social adinerada a que estos pertenecían
    "El llamado grupo Rivadavia -- transcribo al susodicho publicista -- contaba con el peso y apoyo oficial, pues en sus manos estaban todos los recursos de la Provincia". Los componentes de la aludida unión -- según Carretero -- "tomados individual y personalmente, carecían de grandes fortunas, casi ninguno de ellos era propietario de campos ni de vacas, no intervenían en el comercio exterior con notoriedad. Eran los ilustrados de la clase media, con muchas grandes ideas, pero desprovistos de fortunas importantes ... Este grupo alentaba la esperanza de que los capitales ingleses fueran suficientemente poderosos como para poder realizar una buena operación al estilo de la que había realizado Bolívar en las minas del Perú, o la que concretó Sucre con las de Bolivia". De lo que acabamos de leer se desprende que los responsables, con don Bernardino, de aquel negociado metalífero, serían los cofrades ideológicos allegados a él, cuyos nombres conocidos Carretero prefirió omitir. Y bastante significativo resulta que el bragado publicista de marras, aparte de no identificar a esa pléyade (sic) "de ilustrados de la clase media", sin fortuna, estancias ni vacas, deja en el tintero a los banqueros Hullet, al ingeniero Francis Bond Head -- llegado a nuestras playas con los técnicos mineros Evans, Williams, Charon, Toots, Bunster, Fregoning y Nichols -- y a la masa de pequeños ahorristas que, allá en Londres, adquirían las acciones de la "River Plate Minning Association", aludidos, al pasar, como "capitales ingleses".
    Y prosigue el plumista recargando ahora la tinta: "El grupo Costa estaba dispuesto a apoderarse de la mayor cantidad posible de distritos mineros conocidos, realizando una operación muy parecida a la que realizaron posteriormente con la propiedad inmobiliaria de la Provincia de Buenos Aires, al amparo de la ley de enfiteusis; es decir, comprar u obtener privilegios sobre las minas conocidas y en condiciones de ser trabajadas sin discriminación de calidades, obsesionados por la cantidad, como lo prueban numerosos documentos. Sus miembros eran comerciantes de Buenos Aires, que controlaban practicamente todo el comercio exterior; también se caracterizaban por ser ganaderos de muchas leguas y poseedores de cuantiosas fortunas personales. Además estaban interconexionados económicamente...".
    Respecto de Juan José de Anchorena, Carretero deduce que aquel no fué integrante real de la sociedad de Braulio Costa, pues solo "accedió a dar su nombre y estampar su firma en calidad de personero de Faustino Lezica". Ello parece probable a través de una carta que el hurgador de marras pescó en el Archivo (en uno de los legajos donados por Carlos Ibarguren, mi padre, hecho que silencía Carretero). En esa misiva don Juan José decíale a su cuñado -- por su 1ª mujer -- Faustino del Corazón de Jesús de Lezica y Vera: "... De la conferencia en que nos dejaste con Braulio Costa y Vázquez resulta que pretenden que yo firme el acta que Uds. han celebrado -- la que no sé qué contendrá -- porque así conviene para La Rioja; quiere decir que conviene a los empresarios mi apellido. Tu me dirás 1º si estas conforme con lo acordado; 2º en que yo firme por tu conveniencia; 3º si tu, como quedas obligado a las resultas de lo que yo firme, estas dispuesto a cumplir con todo. Soy tu affmo. hermano Juan José Cristóbal de Anchorena". Y en el mismo papel corre la respuesta pertinente: "Octubre 20 de 1824. Por contestación a la carta de Ud. que precede, debo prevenirle que me conformo a que Ud. suscriba por mí lo acordado en la Junta de hoy con relación a las minas de Famatina, y que por consiguiente quedo yo obligado a lo que Ud, suscriba. De Ud. affmo. Faustino Lezica".
    A todo lo expuesto comenta Carretero sin probar nunca sus afirmaciones malignas: "La presencia del nombre de Anchorena en la lista de accionistas respondió, posiblemente, a la amistad y al parentesco existente, pero indudablemente representó otra maniobra de Lezica (?), pues en esos momentos era el representante en Buenos Aires de los capitales alemanes que intervenían en el comercio y las finanzas".
    Ya vimos el tiro de gracia dado por el gobierno rivadaviano a la Compañía minera de Famatina. Dos años más tarde, al propagarse por casi todo el país la guerra civil, la "River Plate Minning Association" arruinose también, y los liquidadores de su quiebra demandaron al gobierno bonaerense por la suma de 52.520 libras esterlinas, en concepto de los daños y perjuicios sufridos. A su vez, la "aventura presidencial" rivadaviana cerró su trayectoria a consecuencia de un desdichado intento de paz con el Brasil. Buenos Aires, dueña nuevamente de su soberanía, eligió entonces Gobernador al jefe del partido federal porteño, Coronel Manuel Dorrego, irreductible enemigo político de Rivadavia y del grupo dirigente unitario que había colaborado con éste.

    El golpe de Lavalle

    En la extensa biografía dedicada a mi tatarabuelo Aguirre, reseño brevemente el motín de Lavalle, y a ese somero comentario me remito. Aquí solo he de añadir unas expresivas cuartetas anónimas del cancionero popular que, en aquel tiempo, entonaban los payadores en las pulperías suburbanas de Buenos Aires:

    "- Dígame señor Lavalle,
    le pregunta un forastero
    ¿Cuales fueron los motivos
    que lo fusiló a Dorrego?.

    - Yo lo fusilé por mi orden,
    a mi nadie me gobierna,
    yo soy dueño de las vidas.
    y también de las haciendas".

    El 15-XII-1828 Juan Cruz Varela, cuando supo la ejecución de Dorrego, le escribió a Lavalle: "Aquí corre que Rosas está en Rosario, donde llegó con dos hombres, habiendo despedido a los que los acompañaron hasta Luján en la derrota del 9 (sufrida en Navarro por Dorrego), pero diciéndoles que pronto volvería con fuerzas, y que estuvieran prevenidos para la primero citación. Otros dicen que está en nuestra campaña, donde indudablemente hay en diversos puntos algunas reuniones pequeñas de sus parciales ... Me parece ridículo que Rosas pueda ya nada, después de la lección terrible que ha recibido en la cabeza de Dorrego. Es preciso que Ud. sepa, sin embargo, que la muerte del último no ha destruído las esperanzas y combinaciones de los Anchorena, resortes únicos que mueven a aquel autómata: hay aquí quienes aseguran que éstos tenían el proyecto de derrocar ellos mismos a Dorrego, para colocar en su lugar a aquel cacique feroz, y la insistencia de éste quita a esta idea aquel viso que tiene de pueril...".
    "Juan Cruz Varela -- comenta el historiador Vicente Sierra -- se refiere a una acción revolucionaria dirigida por los Anchorena para sustituir a Dorrego por Rosas. Muchos autores se han hecho eco de ella, y hasta se cita una carta atribuída a Rosas, y dirigida a Lavalleja, que lo confirmaría. El carácter y las ideas de Rosas no permiten admitir la veracidad de tal carta, cuyo original se desconoce. Cierto es que no consideró a Dorrego el hombre que las circunstancias exigían, pero también lo es que la legitimidad de sus poderes era título suficiente para que los atacara, a pesar de que, cuando fué elegido Dorrego, la lógica señalaba a Rosas como el federal de más prestigio. En carta de noviembre de 1823, el cónsul Forbes decía: "El ídolo de la gente de campo es el coronel Manuel Rosas ... Se decía hace tres días que se estaban recogiendo firmas para levantar la candidatura de Rosas a la Gobernación."
    Por lo demás, el vituperante Iriarte en sus famosas Memorias expresa: "Desde que Dorrego subió al gobierno, Rosas y su círculo, al que pertenecían los hermanos Anchorena -- don Juan José, Tomás y Nicolás -- manifestaron sin rebozo sus pretensiones de dirigir la marcha de los negocios públicos; pero Dorrego no era hombre para soportar semejante dependencia: invitó a don Tomás de Anchorena para que aceptase el ministerio de gobierno, pero Anchorena lo rehusó, por que la pretensión de éste hombre, de ideas rancias y antisociales, era mandar desde su casa, sin revestir carácter público, para evitar toda responsabilidad. Dorrego se condujo con dignidad señalando a los Anchorena el lugar que les correspondía: el de no tomar parte directa en la marcha de la administración; de modo que esto produjo, como era consiguiente, una división en el partido federal, que no hizo su exploción entonces por el interés común a las dos fracciones de luchar contra la oposición del partido unitario".
    Sea de ello lo que fuere, lo concreto es que Rosas pasó a Santa Fé, a fin de movilizar con Estanislao López los efectivos necesarios para una reconquista por las armas del gobierno de su provincia usurpado por Lavalle; determinación ésta que implicaba ponerse a la cabeza del partido federal porteño, acéfalo tras la muerte de Dorrego.
    Al conocerse en Buenos Aires el viaje de Rosas, Juan José de Anchorena se lo comunicó a uno de sus capataces, José Vera, en estos términos: "... nuestro Juan Manuel, según noticias, ha tirado para Santa Fé, a quien pienso escribir mañana, no debiendo volver en mucho tiempo a la Provincia". Es que los Anchorena en ese instante dramático, imbuídos de pesimismo, barruntando negras perspectivas, aconsejaron a su primo, amigo y socio, abandonara la lucha partidaria, se fuera momentaneamente al extranjero. Don Nicolás por su exclusiva cuenta, hizo gestiones ante el Ministro José Miguel Díaz Vélez, en el sentido de que el gobierno le garantizase la vida a a Rosas a cambio de renunciar éste, públicamente a toda actividad política. A tal respecto, el 25-VII-1869, el desterrado de Southampton le escribió a su vieja amiga Pepita Gómez: "No son ciertas las cartas que dice (Manuel Bilbao en su Historia de Rosas) que dirigió Rosas a Buenos Aires para que sus parientes consiguieran del gobierno su regreso a la Provincia, prometiendo no tomar parte en la política, y en último caso se le permitiera retirarse al Brasil por el tiempo que se creyera necesario. Por el contrario mi primo el Sr. Don Nicolás Anchorena, ofreciéndome recursos para que fuera al Brasil, agregaba: ?Considere primo el largo y escabroso camino que se propone seguir, y los ningunos y efímeros recursos que cuenta?. A continuación de esta carta y firma -- sigue don Juan Manuel --, había una nota de la letra y también firma el Señor Dn. Juan José, que decía: -- Primo, reproduzco lo que dice Nicolás...".
    Con relación a ese asunto, la pluma venenosa de Iriarte apunta en sus Memorias tardías: "El gaucho Rosas se había refugiado en Santa Fé, y desde allí esperaba el momento favorable para lanzarse sobre su apetecida presa: la provincia de Buenos Aires, cuyo dominio codiciaba desde mucho tiempo. Pero era cobarde, sin corazón de hombre, temía los lances de guerra y estuvo a punto de emigrar a la República Oriental: lo habría hecho; al mismo he oído decir que estuvo decidido, que se lo aconsejó así don Juan José de Anchorena, cuyos consejos eran para Rosas de gran peso; pero lo disuadieron algunos amigos interesados en rechazar la inicua agresión unitaria, que veían en el hombre de la Pampa el único caudillo, el más indicado, al menos, para insurreccionar la campaña contra Lavalle...".
    Entretanto el gobierno unitario acomete a sus adversarios políticos que se han levantado en la campaña. El 2-II-1829, el Coronel Isidoro Suárez, en el combate de "Las Palmitas" -- cerca la laguna del Potroso y del fuerte Federación (actual partido de Junín) -- desbarata y captura al jefe federal Mayor Manuel Mesa, quien, 14 días más tarde, es degradado y fusilado en la Plaza de la Victoria. Antes de morir, Mesa escribió a Nicolás de Anchorena y a Faustino Lezica: "Para los que se han propuesto nuestra regeneración bañando al país en sangre, vale muy poco el hombre de bien y de mérito. No es extraño que nada haya seguro y que no se respete la propiedad cuando no se respetan las vidas, ni aún los sentimientos más sagrados de la humanidad. En fin, Dios quiera poner término a tantos males, que yo por mi parte perdono a sus autores". A su vez el propio Iriarte reconoce en sus Memorias: "Después de la ejecución de Dorrego, Lavalle asolaba la campaña. Del terror se valieron muchos subalternos. Se violaba el derecho de propiedad. No era posible que los gauchos soportaran tal yugo por largo tiempo ... ". Y más adelante añade: "... como bestias feroces trataban a los desgraciados que caían en sus manos".
    En la ciudad, el 18 de febrero, son sacados de sus casas, puestos bajo arresto y finalmente conducidos al bergantín "Rondeau", prestigiosos ciudadanos, civiles y militares, simpatizantes del partido federal: Juan José de Anchorena y su hermano Tomás Manuel, Manuel Hermenegildo de Aguirre, Juan Ramón Balcarce, Enrique Martínez, Tomás de Iriarte, Felipe Arana, Manuel Vicente Maza, Juan Antonio Martínez Fontes, Victorio García de Zúñiga, Francisco Agustín Wright y Epitacio del Campo.
    En circunstancias en que el "Rondeau" echó el ancla en la rada exterior, lejos de Buenos Aires, Iriarte afirma que él, con Balcarce y Enrique Martínez, idearon apoderarse del barco, operación relativamente fácil, por ser su tripulación muy reducida, casi toda norteamericana y proclive al soborno. "Era indispensable -- escribe en sus divertidas Memorias el perdonavidas post mortem de referencia -- "comunicar nuestro proyecto a todos los deportados para que concurriesen y nos ayudasen en el momento de la exploción. Empezamos por los hermanos Anchorena, que por su carácter dominante y posición social tenían gran ascendiente sobre sus otros compañeros de destierro; pero encontramos la más fuerte resistencia; no quisieron adherir a la empresa, y hasta sospechamos que eran capaces de denunciarnos al Comandante Toll, tal era la vehemencia de su fanatismo por el triunfo de su opinión, que aquellos hombres altivos y esencialmente intolerantes, creían la más acertada. La vanidad, por la importancia que les daba su riqueza, hacía su carácter insoportable. Tuvimos pués que desistir de nuestras miras por falta de cooperación, porque tampoco teníamos un verdadero interés en llevarlas a cabo, desde que sabíamos que una vez desembarcados en la República Oriental, gozaríamos una completa libertad y la más positiva garantía. No nos había estimulado otro interés que el de los desgraciados -- de cuyo número eran los Anchorena -- que ignoraban el lugar y término de su destierro".
    El 28 de febrero el "Rondeau", a órdenes del comandante Juan Antonio Toll, zarpa de la rada con su carga de selectos proscriptos, y al día siguiente atraca en el puerto de Colonia, donde Toll hace desembarcar a Aguirre junto con Balcarce, Iriarte y Enrique Martínez. Seguidamente, con los otros prisioneros abordo, vira el barco y se dirige a Patagones. Ahí descarga a algunos confinados y, con el resto de los cautivos -- incluídos los Anchorena -- torna el bergantín a Buenos Aires y fondea en las balizas exteriores del puerto.
    El Ministro Del Carril, mentor de Lavalle, al comentarle el 8 de mayo -- "a Mi querido General" -- un plan de transacción con Estanislao López, intercala esta referencia y un consejo típico de los suyos: "... De los Anchorena no dispuso Ud. finalmente nada: tómese la molestia de decirme qué haré de ellos ... es conveniente apartarlos de la vista del Pueblo y no dejarle motivo a la compasión en favor de ellos ... ".

    La agresión de Venancourt

    El 1º de abril de ese año 29, el gobierno de Lavalle decretó la forzosa convocatoria de los extranjeros con dos años de residencia, para que defendieran militarmente a la ciudad, conforme a la ley del 10-IV-1821, dictada por la administración de Martín Rodríguez. A tal fin se creó el batallón "Amigos del Orden", donde -- seguramente de pésima gana -- quedaron enrolados muchos franceses, algunos ingleses y varios norteamericanos. Tras sendas reclamaciones de los cónsules de Estados Unidos, Inglaterra y Francia: Forbes, Parish y Mendeville; éste último (marido de Mariquita Sánchez) en términos airados, sin atribuciones diplomáticas para formular demandas de esa naturaleza, opuso un veto al enganche militar de sus connacionales; recurso improcedente que el ministro Díaz Vélez rechazó, por contener protestas "contrarias a los respetos de la autoridad", ya que, por lo demás, "los súbditos de Su Magestad Cristianísima (Carlos X) gozan de la protección de las leyes del país, y están sujetos, sin reserva, a las obligaciones que aquellas imponen, mientras residan en el territorio de la provincia".
    Así las cosas, el comandante de la Estación Naval Francesa en el Plata, capitán de navío vizconde Cornette de Venancourt, en apoyo de las exigencias de Mendeville y de supuestos agravios a dicho cónsul y al pabellón gálico, que el marino achacaba al ministro Díaz Vélez, ordenó a los jefes de las corbetas guerreras de su mando, "Isis", "Iris", "Magicienne", apoderarse a viva fuerza de las naves argentinas "Rio Bamba", "Rondeau", "Cacique", "Once de Junio", "La Argentina" y "General Belgrano", surtas en la rada porteña, con el fin de liberar a más de 200 prisioneros franceses que, por renuentes a prestar el servicio de armas, se encontraban hacinados en el bergantín "Rondeau" y el pontón "Cacique", junto a los hermanos Anchorena y demás correligionarios federales, opositores del partido gobernante. En consecuencia, el 21 de mayo a medianoche, la flotilla del impetuoso vizconde atacó, abordó y capturó a aquellas naves de nuestra bandera, cuyas tripulaciones dormían desprevenidas. De esta suerte, los prisioneros políticos de Lavalle fueron liberados, al día siguiente, por Venancourt.
    Por su parte Rosas -- que tras el revés inflingido al jefe unitario en el combate de Puente de Márquez, asediaba a la ciudad --, escribió a Venancourt, en su carácter de delegado del gobierno soberano, una extensa nota en la que expresaba, "en su nombre y en el de todos los ciudadanos de la Nación Argentina, el más sincero y justo homenaje por los sucesos que han tenido lugar los últimos días, con respecto a la escuadra nacional, que había caído, como consecuencia de la insubordinación del 1º de diciembre, en poder de dichos insurrectos"; liberando los franceses a "los prisioneros a bordo, y otros hechos que muestran claramente que los agentes públicos de la Nación Francesa han sabido reconocer al gobierno legítimo de la República Argentina, y tomar en conformidad las relaciones de estrecha amistad que la República Argentina conservaba hasta el 1º de diciembre con la Nación Francesa". Por tanto, encontrándose Rosas "suficientemente autorizado por el poder soberano de la Nación", requería de Venancourt, "que la escuadra nacional tomada a los insurrectos no sea devuelta, pero sí guardada cerca y en seguridad; que se tomen los buques nacionales que se encuentren en el Paraná, y se permita al infrascripto una entrevista que podra tener lugar en la Ensenada ... en donde el infrascripto pondrá a disposición del comandante francés la carne fresca que necesite diariamente para los barcos y navíos que quisiere proveer, o pudiera desear el susodicho comandante".
    A propósito de este caso, Roberto de Laférrere comenta en su luminoso estudio acerca de El Nacionalismo de Rosas: "Es evidente que en 1829 el comodoro Venancourt, conforme a su pensamiento de que los desórdenes americanos debían ser resueltos algún día por los europeos, aprovecha la oportunidad brillante que le brinda la anarquía unitaria para iniciar una política que satisfaga las ambiciones francesas en el Río de la Plata. Su propósito es claro en el conflicto. Busca la alianza de una de las facciones contra la otra, como la buscara más tarde Leblanc con éxito no discutible. Se trata de las mismas aspiraciones imperialistas ... Ese apoyo lo busca en Rosas. Lo busca y no lo encuentra. Rosas no es un caudillo de ambiciones vulgares que pacte alianzas desdorosas con el extranjero para resolver pleitos partidarios". El documento de Rosas a Venancourt "no solo no abre una negociación de carácter político, sino que también la hace absolutamente imposible, reduciéndolo al comodoro a la situación de un auxiliar de las autoridades nacionales que han sido desconocidas por una montonera militar sublevada. Es un deber dirigirse al almirante como delegado de la autoridad nacional, y lo hace conforme a su carácter de tal. Hubiera sido inadmisible que permaneciera silencioso. Rosas habla en su nota en nombre de la ?Nación Argentina?, no como jefe de una facción. Es, en efecto, el Comandante General de la Campaña que ha sido delegado por Estanislao López al frente del ejército nacional para restablecer el órden y la autoridad provinciales ... delegado de esta autoridad, Rosas se dirige oficialmente al comodoro Venancourt, y en tono de gobernante, pero bajo las formas más amables y corteses del estilo protocolar, le reclama la entrega de los barcos argentinos, dilatando el momento en que esta entrega habrá de realizarse, porque naturalmente carece de los medios materiales para hacerse cargo de los barcos ... Le da instrucciones en suma (a Venancourt), y le agradece en nombre de la Nación que representa su cooperación en el restablecimiento de la autoridad, cosa que interpreta como prueba de que la Nación Francesa ha sabido reconocer al gobierno legítimo que la República Argentina conservaba hasta el 1º de diciembre con la Nación Francesa". Por su parte el comodoro francés "comprendió que con el Comandante de Campaña no había posibilidad alguna de acuerdo ... Prefirió, pués, presionar más enérgicamente sobre el titulado gobierno de Lavalle, como lo hizo, hasta imponerle la humillación contenida en la convención firmada por Juan Andrés Gelly, como delegado de los sediciosos".
    Tal convención establecía que los navíos serían entregados por Venancourt al gobierno de Lavalle en el estado que se hallaban; que los franceses que se negaran a enrolarse no serían perseguidos; y que se daba como hecho cumplido la liberación de los prisioneros de dicho país encontrados en el "Rondeau" y el "Cacique", con el grupo de políticos argentinos que incluía a los hermanos Anchorena, los cuales pidieron ser trasladados al buque inglés "Cadmus", a lo que se había accedido.
    Cabe destacar -- así lo subraya Levene -- "la actitud patriótica de los hermanos Anchorena, que libres de resentimientos rehusaron la libertad que les ofreció el vizconde Venancourt, a pedido de Rosas, y se trasladaron a un buque inglés, pero siempre a disposición del gobierno".
    "La actitud de los grandes hacendados Juan José y Tomás Anchorena, en esta delicada emergencia -- recuerda también Levene --, fue destacada en términos honrosos por Lavalle. Desde el cuartel general en los Tapiales, el 26 de mayo, le escríbe al Gobernador Delegado (Martín Rodríguez) afirmando: que la conducta de los Anchorena, en el apresamiento de nuestros buques, es digna de unos Argentinos distinguidos. Ellos desprecian la libertad que les ofreción el que a la sazón hacía insulto atroz al pabellón de la República, contestando que querían quedar en dependencia de su gobierno". En consecuancia, Martín Rodríguez ordenó que los Anchorena -- cuando ya estaban libres en el barco inglés -- "fueran puestos en libertad y restituídos al goce de sus derechos". Tal amnistía revelaba, sin duda, que la paz entre Lavalle y Rosas estaba a punto de concretarse.
    Entretanto Juan José y Tomás Manuel habían sido llevados a la Colonia por el navío británico "Cadmus". Antes de arribar a ese puerto, ambos hermanos le enviaron al cónsul inglés Woodbine Parish estas líneas: "Los infrascriptos debiendo pasar mañana para la Colonia del Sacramento, nos consideramos en el deber de manifestar nuestra gratitud y reconocimiento al Honorable Sr. W. Parish, encargado de negocios de S.M.B. en Buenos Aires, por el decidido interés con que ha propendido a nuestra libertad y seguridad; y aunque inútiles para corresponder a los muy importantes favores que nos ha dispensado, le ofrecemos nuestros más sinceros deseos, saludándole con toda consideración y respeto".
    Seguidamente ambos hermanos, despachan el 26 de mayo esta carta que transcribo en su integridad: "Nuestro muy estimado primo don Juan Manuel de Rosas: Hallándonos instruídos de que la Provincia ha querido favorecerlo en la muy justa y noble empresa en que se halla comprometido, y que dentro de poco las tropas de su mando entrarán a ocupar la ciudad; sin embargo de estar bien persuadidos de que Ud. no es capaz de permitir el menor desorden, creemos que es un deber nuestro recomendarle con especialidad que procure tomar cuantas medidas de precaución crea convenientes en favor de las casas de los Ingleses, y muy particularmente la del Sr. D. Tomás Armstrong, concuñado de Riglos, por el decidido interés que todos los de esta nación han tomado por el buen éxito de su campaña, y por los servicios con que dicho Señor nos ha prestado antes y después que nos hemos librado de los tiranos y opresores del país, por ese inesperado acontecimiento de que tendrá Ud. noticias". (Aquí aluden los Anchorena a la actitud de Venancourt). "También recomendamos a Ud. la casa de los Lezica, cuñados de Juan José, que está de Santo Domingo media cuadra al Poniente, con frente al Norte, y es conocida por la casa que fué de Romero. Deseamos a Ud. (roto) y felicidad, y que mande cuanto guste a sus affmos. parientes y amigos".
    Y dos días más tarde (28 de mayo), desde la Colonia, Tomás Manuel se comunicaba en estos términos con su cuñada doña Estanislada Arana, que estaba en Buenos Aires pués su marido don Nicolás habíase refugiado en Montevideo: "Mi muy estimada hermana. En su apreciable fechada el 26 del corriente, nos dice Vmd. que el Señor ... (?) se empeñaba a fin de que no saliéramos de aquí o al menos esperásemos tres días. Ya debimos haber salido, y no lo hemos hecho por los vientos contrarios, pero mediante esta prevención de Vmd. esperaremos quando menos hasta el domingo próximo. A don F.A. (Felipe Arana) que habló con nosotros el sábado p.pdp. y después visitó a Vmd., se servirá decirle que si estuviese próximo a salir dentro de pocos días algún paquete inglés, proceda con previo aviso del Señor ... (?) a ajustarnos viaje hasta Montevideo, pués acercándonos aquí, facilmente nos trasbordaremos en bote con nuestro criado y equipajes; y, entretanto, no deje Vmd. de enviarnos con tiempo lo que resulta (roto) diligencia. Por lo demás, suplicamos a Vmd. que no nos escriba sino quando sea necesario, y quando reciba cartas nuestras lo reserve, avisando en nuestras casas del estado de nuestra salud, y dándonos igual aviso de ellas quando nos escriba, ya que no conviene que se sepa en el pueblo de nuestra correspondencia. Juan José, a cuyo nombre escribo ésta, saluda a Vmd. y a toda su familia, del mismo modo que yo, su affmo.hermano Q.S.P.B.".


    Algunas propiedades urbanas y rurales de los Anchorena

    En primer término señalo la casa particular de mi tatarabuelo en la calle "del Perú" número 68, entre las de Victoria y Potosí. Ese caserón fue la primitiva Casa de Correos perteneciente a la Provincia, que don Juan José adquirió, el 29-X-1821, en pública almoneda, por la suma de 17.000 pesos, firmando el recibo del importe Juan Manuel de Luca, secretario interino de Hacienda. El gobierno de Martín Rodríguez escrituró el inmueble a favor de Anchorena el 4 de diciembre siguiente, por ante el Escribano de la gobernación Joseph Ramón de Basavilbaso. Dicha Casa de Correos había sido cedida al Estado en 1794 por Justa Rufina de Basavilbaso de Azcuénaga, hija de don Manuel de Basavilbaso y Urtubía, Director de Correos y Postas del Virreinato y Caballero de Carlos III, de conformidad con los otros herederos de la finca; situada en la calle "que llaman del empedrado", y edificada en un terreno de 18 varas de frente al Oeste por 46 varas de fondo al Este, formando dos martillos. La casa era enorme y con tres patios.
    Otra casa compró don Juan José a Benito Lynch Galayn, el 16-IV-1816, ante Antonio Llames, la cual formaba esquina al Norte y Oeste, y medía 39 varas al Norte y 33 y 1/2 de fondo. Años después, Anchorena vendió esa casa al sobrino de su 1ª esposa Juan Bautista Peña Lezica, por el precio de 9.000 pesos, en escritura que autorizó Narziso Iranzuaga el 17-VI-1828, cuando la finca lindaba al Norte, calle de Venezuela en medio, con Antonio Cornet y Pratt; al Oeste, calle de las Piedras en medio, con José Chanteiro; al Este con Juana Castañón; y al Sud, o fondo, con Manuela Illescas.
    Un terreno el gobierno de Martín Rodríguez les vendió, por 8.950 pesos, a Juan José y Nicolás Anchorena, el 6-VI-1822, ante el Escribano Joseph Ramón Basavilbaso; terreno contiguo al Colegio de la Unión del Sud, compuesto de dos frentes que correspondían a las calles de dicho Colegio (ahora Bolívar) y a la de la Biblioteca (al presente Moreno), con una superficie total de 1.847 y 1/2 varas.
    Dos casas mas: una hacía esquina a las calles Maipú y la Plata (hoy Rivadavia); y la otra en la calle de Potosí (hogaño Alsina) que compró Juan Nepomuceno Terrero para don Juan José con dinero que éste le había dado al efecto; cuyo solar lindaba por su costado Este con la morada de dicho Terrero.
    Seis casas chicas y dos grandes, situadas "en el barrio del Hospital General de Hombres", cuyo conjunto formaba esquina con 27 varas de frente a la calle Balcarce y 70 de fondo sobre la calle Brasil. Este cuerpo de edificios lo compró Juan José de Anchorena, por el precio de 51.000 pesos moneda corriente, a William Parish Robertson (el de las Letters on Paraguay, con su hermano John), al cual representó en la escritura su apoderado Enrique Höker, comerciante de esta plaza, por ante el Escribano Manuel Cabral el 22-II-1827. Robertson hubo dichas casas por compra a Tomás Fair, el 19 de ese mismo mes y año.
    Los hermanos Juan José y Nicolás Anchorena poseyeron, en condominio, un solar "situado en los suburbios de esta ciudad, en el hueco llamado de los Sauces". (hoy en día la Plaza Garay, en el barrio de Constitución, cuya plaza actualmente delimita con las calles Garay, Luis Sáenz Peña, Solís y Pavón).
    En cuanto a las primeras posesiones campestres de los Anchorena, ellas abarcaron como 60 leguas cuadradas en el actual partido bonaerense de Pila. Esos grandes espacios fiscales desiertos -- convertidos luego en estancias por Rosas para sus primos -- pertenecen hogaño, en su mayoría, a los descendientes de don Juan José y don Nicolás. En el Archivo de Geodesia y Catastro de la provincia de Buenos Aires, en La Plata, figuran las correspondientes mediciones que el agrimensor Francisco Mesura practicó sobre tales terrenos, concedidos originariamente en enfiteusis, cuyos dominios se adquirieron, casi dos décadas más tarde, conforme a las leyes vigentes: a saber:
    20-XII-1818: Varios campos baldíos en la otra margen del rio Salado, llamados como sus lagunas: "del Sermón", "Carancho Blanco", "Tortuga", "El Sartén", "Pila" y "Las Chilcas", que fueron cedidos primero al enfiteuta Venceslao Ramírez, y luego pasaron a poder de los Anchorena.
    20-XII-1818: Campos contiguos a los de la sociedad "Rosas y Terrero", en la otra banda del Salado, cedidos a José Miguel Drago, y posteriormente explotados por los hermanos Anchorena. Contenían dichos campos estas cinco lagunas: "Hinojal Grande", "Hinojal Chico", "Sartén", "La Espadaña" y "La Espadaña Chica".
    23-XII-1818: Campo también en la otra margen del Salado, paraje denominado "Camarones Chicos", concedido en enfiteusis a Laureano Alemán y después poseído por los Anchorena. Figuran dentro de su perímetro cinco lagunas: "Camarones Chicos", "La Salada del Cardal", "Los Toldos", "El Cardal" y "La Pila".
    Linderos a este último campo se mensuraron, de nuevo, el 15-I-1819, los terrenos de "La Laguna del Carancho Blanco", "de la Pila" y "del Sermón", "situados al sur de la Guardia de Chascomús", que se otorgaron a la sociedad "Rosas y Terrero", y después pasarían a los Anchorena .Su area encuadrábase en un rectángulo cuyos costados N.O. y S.E. medían 24.000 varas, y los del N.E. y S.O. 36.000.
    El 17-VII-1821 Juan José de Anchorena compró al "Coronel de los Ejércitos de la Patria" Manuel Escalada (cuñado de San Martín), por el precio de 3.700 pesos, ante el Escribano Mariano García Echaburu, una estancia llamada "de la Amistad" ( ) -- de 3.200 varas de frente y una legua y media de fondo -- ubicada en el partido de Matanzas, que se vendió con "las caballadas y yeguadas, marcas, caserío, monte, corrales y los esclavos Mariano y Pablo que se encontraban en ella". Manuel Escalada, a su vez, hubo dicha estancia de Francisco Ramírez y Pedro Miguel Lomés, según escritura del 1-XII-1819, ante el mismo García Echaburu, dentro de los siguientes linderos: al frente el arroyo de la Paja y terrenos de Vicente Francisco de los Pinos; al fondo con tierras del Estado, (antes de las Temporalidades, otrora de los jesuitas); en su costado Sur los terrenos del finado Villamayor; y al Norte el arroyo Pantanoso y terrenos de "Berois" (Verois, mejor dicho). Por su parte Ramírez y Lomés hubieron el predio mediante compra a Juan Miguens y José Ignacio González, el 26-III-1819, y estos últimos habían adquirido el campo también por compra, efectuada a Bonifacio Zapiola, ante García Echaburu.
    Otra "suerte de estancia" denominada "Cañada de los Pozos", en el mismo partido de Matanzas, adquirió don Juan José de Pedro Salguero y Juan Ahumada; quienes la hubieron de Francisco Ramírez y Pedro Miguel Lomés; los cuales se la habían comprado el 26-III-1819, a Juan Banegas y Felipe González. Dicha "suerte" ( 5.086 y 1/2 varas de frente y dos leguas de fondo) lindaba por el N.E. con más campo de Anchorena; al N.O. con "los Salomones"; al S.E. con el Estado (antes de las Temporalidades); y al S.O. con la "suerte de los Pinos" y el arroyo Morales. El 21-IV-1828, Juan José de Anchorena vendió la "Cañada de los Pozos" a Dionisio Zamudio, por ante el Escribano Narciso Iranzuaga.
    El 8-VII-1822, los hermanos Juan José y Nicolás compraron a Lorenzo López el campo denominado "Las dos Islas" -- luego "El Tala" --, cuya referencia detallada hago más adelante, por derivar de dicha considerable extensión primitiva, la vasta estancia "El Chajá", subdividida, a su vez, en los actuales establecimientos ganaderos de varios descendientes de Juan José de Anchorena, en el partido de General Madariaga.
    El 7-XII-1825, el gobierno de Las Heras vendió, ante el Escribano Basabilbaso, a Juan José y Nicolás de Anchorena, un campo que ellos ocupaban denominado "de Drago" o "del Sermón", con una superficie de dos leguas (en el actual partido de Pila), donde se halla la laguna de "Hinojales" y (sic) "un puesto de don Juan Manuel de Rosas", administrador de aquellos sus primos, que estaban en posesión del campo.
    En 1826, Juan José y su hermano Nicolás explotaban las estancias: "Achiras", con el nombre de su laguna -- que fuera de Antonio Obligado --, ubicada en un recodo del rio Salado, actual partido de Pila; y "Averías", sita en el partido de Chascomús, cuya denominación recordaba a una partida de blandengues "averiada" en cierto entrevero con los indios, a orillas de la laguna respectiva.
    El 5-II-1826, ambos hermanos Anchorena compraron a Andrés Noriega, por ante el Escribano Manuel Llanes, un campo denominado "La Dulce" o "San José de la Dulce", situado en la banda exterior del rio Salado (partido que fue de Navarro, después Mulitas, después 25 de Mayo), cuya fracción medía dos leguas de frente sobre el Salado y dos de fondo "campo afuera", "donde desagua la laguna del Pescado en el Salado". En esta estancia tenía una tercera parte -- ademas de las cuatro leguas compradas a Noriega -- el capataz de los Anchorena, Juan Benito Sosa, a quien aquellos permitieron que hiciera una demanda, como enfiteuta, al gobierno, sobre tres leguas linderas, que después obtuvieron en propiedad particular los Anchorena para Sosa, anticipándole el importe del campo. Es así como la explotación de la referida posesión rural se realizó sobre una superficie de siete leguas cuadradas.
    El 3-XI-1827, ante el Escribano Miguel Mogrovejo, Félix Castro vendió a Juan José Cristóbal de Anchorena, por la suma de 8.500 pesos de plata sellada, una estancia sita en la provincia de Santa Fé, comunmente llamada "San Lorenzo" o "Rincón de Gorondona", que lindaba al Este con el rio Paraná, al Oeste con el Carcaraña, formando al Norte "un rincón" entre estos dos rios, y limitando al sur con el campo de los herederos de Andino. A aquella estancia, que adquiría Anchorena, la atravesaba el arroyo San Lorenzo, a inmediaciones de la antigua aldea de este nombre y del convento franciscano, frente al cual San Martín libró su primer combate en tierra americana. Le correspondió la estancia a Félix Castro por haberla comprado en sociedad con William Parish Robertson, al gobierno de Santa Fé, el 17-IX-1825, en escritura que les otorgó Domingo Cullen -- secretario del Gobernador López --, como representante de dicha provincia, ante el Escribano José Gregorio Bracamonte. Posteriormente Robertson cedió a Castro la parte que tenía en esos terrenos por liquidación de cuentas, haciéndose representar por su apoderado Henrique Höker.
    Fallecido don Juan José, "el Rincón de Gorondona" o "San Lorenzo" -- que estuvo arrendado a José Freyre -- pasó a los hijos herederos del causante: Pedro de Anchorena, Mercedes A. de Aguirre y Rosa A. de Ibáñez; a quienes, en enero de 1862, mi bisabuelo Manuel Alejandro Aguirre, marido de Mercedes Anchorena, pidió acuerdo, como condómino, para vender a José María Cullen aquel campo "por el mismo precio que costó". (José María Cullen era el hijo mayor del canario Domingo Cullen Ferráz -- Ministro y Gobernador de Santa Fé, fusilado por Rosas el 22-VI-1839 en Arroyo del Medio -- y de la santafesina Joaquina Rodríguez del Fresno).
    El origen del campo "Arroyo Grande", en el actual partido de Coronel Vidal (Mar Chiquita, antes "Arbolito"), es como sigue: Nicolás y Juan José de Anchorena eran acreedores hipotecarios de Pascual Costa (hermano de don Braulio y marido de María Trapani Castellanos), quien, el 3-X-1827, según escritura que pasó ante el Escribano Juan Francisco Castellote, recibió de aquellos 2.941 onzas de oro sellado, en garantía de cuya suma hipotecó 18 leguas de tierra de la estancia "Arroyo Grande", y todo lo que a dicho campo pertenecía. Un año después -- 1828 -- Costa recibió de los Anchorena otro préstamo de 19.850 pesos y 7 y 1/2 reales, que el deudor garantizó también con hipoteca sobre su "Estancia de Cañuelas", compuesta de una legua y media de frente y otro tanto de fondo. Así las cosas, el 9-VI-1832, ante el Escribano Luis López, Nicolás de Anchorena y los herederos de su finado hermano Juan José, celebraron con Pascual Costa un convenio mediante el cual, "por consideraciones que no es del caso referir", Costa otorgaba una nueva hipoteca sobre la estancia de Cañuelas, y transfería en propiedad a los Anchorena las 18 leguas cuadradas del "Arroyo Grande". Este campo limitaba con otras dos vastas extensiones de Anchorena: "Carralauquén" ("Laguna Verde", en araucano) -- 5 leguas de frente y seis de fondo --, y los campos del "Arroyo Chico" -- 48 leguas cuadradas, "cerca de la Guardia de Kaquel" (hoy en torno del pueblo de General Pirán, a 6 leguas en línea recta del antiguo fortín) -- comprados por Juan José y Nicolás a Pablo José Ezeyza en 1824, en 8.000 pesos, ante Juan Francisco Castellote.
    El 23-X-1837, la Provincia de Buenos Aires por intermedio de su Gobernador Juan Manuel de Rosas, ante el Notario gubernamental Joseph Ramón Basabilbaso, de acuerdo con las facultades que le concedía la ley del 10-V-1836 (dictada por la Legislatura estableciendo los trámites para la venta de 1.500 leguas cuadradas de tierra que se habían dado en enfiteusis) transfirió en propiedad a Nicolás de Anchorena y a los herederos de su finado hermano Juan José, el terreno ubicado en la "Sección Independencia" (dependiente del fuerte de Tandil, hoy partido de Pila), que se concedió en enfiteusis a Juan Barrenechea, con una superficie de 15 leguas cuadradas, más 577 milésimos de otra legua, por el precio de 62.300 pesos, pagaderos al contado en billetes de Tesorería. Se trataba de los campos denominados "Espadaña Grande", "Lafquenpulquín" y "Lafquenlufú"; linderos con otros campos de los Anchorena: "La Estancia de los Toldos Viejos", "Camarones" y "Laguna de Corbalán".
    El 15-XII-1837, asimismo la Provincia, Gobernador Rosas mediante, en el registro del Escribano Basabilbaso, conforme a la ley del 10-V-1836, vendió a Nicolás de Anchorena y a los herederos de su hermano Juan José, dos campos que ocupaban ellos como enfiteutas, en la "Sección Independencia" (ahora Pila): uno llamado "Laguna del Hinojal", y el otro "Los Toldos Viejos", medidos en 1818 por José Miguel Drago, cuya superficie era de 8 y 1/3 leguas cuadradas. El precio de la venta fué de 33.339 pesos

    Origen de "El Tala" o "Las dos islas"

    El antecedente más lejano que encontré sobre ese campo -- del que deriva la estancia "El Chajá" de mi abuelo materno Manuel Juan José Aguirre Anchorena -- es una vieja mensura existente en el Archivo de la Dirección de Geodesia y Catastro de la Provincia de Buenos Aires, en La Plata. Dicha medición fue practicada el 30-X-1815, por el Agrimensor José de la Villa, "en un terreno nombrado Las dos Islas (de talas: la "Isla Larga", y la "Isla Redonda"), situado al otro lado del rio Salado y partido de Chascomús, dado de merced a don Lorenzo López, por decreto de 27 de julio de 1819".
    En efecto: en 1813 Lorenzo López había resuelto poblar más allá de fronteras, en la banda opuesta del Salado, en tierra de indios. Así, a 40 leguas de distancia de la Guardia de Chascomús, con rumbo sur, en un paraje contiguo a los "Montes Grandes" (de talas) y a la costa oceánica, López hizo amojonar, por el referido perito, la llanura abierta de la cual había tomado posesión dos años antes, no sin convenir -- supongo -- algún trato pampa con algunos caciques (Pichiloncoy, Negro, Iretrúa, Pichimán, Ancafilú?) que mantenían sus toldos establecidos en distintos puntos de la zona que vá de Vivoratá hasta las actuales sierras de Balcarce, Volcán y Tandil.
    El Agrimensor de la Villa realizó entonces la mensura y amojonamiento de referencia, que luego trasladaría a un plano, donde el terreno de López aparece dibujado como un rectángulo, compuesto de 3 y 1/4 leguas de frente y seis de fondo; cuyos lados Norte y Sur medían 36.000 varas, y los del Este y Oeste 19.500. Limitaba su costado Norte con tierras de Francisco Piñeyro y de su yerno Pedro Blas Escribano -- marido de Bibiana Piñeyro Fernández; el costado Este corría aledaño a las tierras de Joaquín Suárez prolongadas hasta el mar; el flanco Sur confinaba con terrenos del Estado (hogaño "Macedo" y "La Argentina") y con los "Cerros de Bacaloncoy", fiscales en aquella época; y tras el extremo Oeste dilatábase un ancho espacio de pampa vacía, tierra pública, repartida más tarde, y, actualmente, "La Merced", "La Fé", "El Retoño", "La Loma de Elso", "La Constancia","Santa Marta", "San Enrique" y "El Espartillar", que en 1815 las áreas de estas tres últimas estancias -- derivadas de "Marí Huincul" --, no aparecen aún bajo el dominio de Ramos Mexía sino del Gobierno.

    Referencias acerca de los vecinos fronterizos del campo "Las Dos Islas", de Lorenzo López

    El vasto espacio aledaño por el Norte con dicho campo, incluye hoy día a "San Simón", parte de "El Yeruá", "El Chamico", "La Loma Verde", "La Porteña", "La Esperanza" con otras fracciones, y al ángulo noreste el pueblo de General Madariaga. El 21-XII-1814, el Agrimensor de la Villa mensuró "La Laguna de los Inojales" (ahora en el "Yeruá"), terreno que le vendió el Estado a Francisco Piñeyro el 3-IV-1814. En el plano levantado por dicho Agrimensor, figura ese terreno como un rectángulo, cuyos lados Norte y Sur miden 18.000 varas, y los del Este y Oeste, 12.000. Y lindaba, por el Este con Pedro Blas Escribano (hijo del Capitán Nicolás Escribano, fundador de Chascomús); y por los rumbos Sud, Norte y Oeste, con tierras del Estado (más tarde de Lorenzo López y de Francisco Ramos Mexía, respectivamente).
    Francisco Piñeyro y Cerqueira (tatarabuelo de los Alzaga Piñeyro y 7º abuelo de mis nietos Ibarguren Estrada Achaval y Gallardo Pirovano Ibarguren) nació en Galicia y casó en Bs. As. en 1778 con Manuela Josefa Fernández Echeverría; hija del gallego Januario Fernández do Eijo López de Neyra, n. en Santiago de Foz, Obispado de Mondoñedo, en 1720, que casó en Bs. As. en 1746 con María Ignacia de Echeverría Rodríguez de Figueroa; hija del Capitán Nicolás de Echeverría Galardi, nativo de Hernani, Guipúzcoa, y de la porteña, Ignacia Rodríguez de Figueroa; n.p. de los guipuzcoanos Domingo de Echeverría Arrillaga Izaguirre e Irigoyen, y de Antonia Galardi; n.m. de Diego Rodríguez de Figueroa y de Petronila de Cervantes López Camelo; bisn. m.m. de Diego Arias Velasco y de Andrea Núñez Leal Escobar; chozna del portugués Diego López Camelo y de María de Soria Cervantes y Barragán. A su vez Diego López Camelo era hijo de Sebastián López y de María de las Nieves Camelo. En cuanto a María de Soria Cervantes, fueron sus padres Juan Barragán e Isabel de Soria Cervantes; sus abuelos paternos, Bernardo Sánchez, alias "el Hermano Pecador", y Catalina Pérez; y sus maternos abuelos Rodrigo de Soria Cervantes y Beatriz de Alarcón.
    Intermedias entre el campo de López y el mar, encontrábanse las tierras de Joaquín Suárez, nacido en la ciudad de Bs. As. en 1775 (hijo de José Suárez Guzmán y de Ana de Araujo). Casóse el 23-XII-1802 con María Gregoria Lastra baut. en 1784 (hija de Juan Agustín Lastra Solla y de Clara Muñoz García). Era Joaquín hacendado y patriota de la primera hora. En 1810 obló 10 pesos fuertes con destino a costear la expedición militar a las provincias arribeñas, y ponía su persona a disposición de la Junta. En 1819 resultó electo alcalde de Hermandad del pago de la Magdalena, pero el nombramiento lo dejó sin efecto el Cabildo "a causa de la distancia en que reside", que pasaba las 50 leguas de aquel destino, al Sur del rio Salado, donde el hombre ya poblaba extensas superficies. En 1822, él integró la Legislatura, y en 1825 solicitó en enfiteusis el campo de 20 y 1/2 leguas cuadradas denominado "Laguna de Juancho". Un lustro más tarde -- 1830 -- los hijos herederos de Suárez, Martín Diego y Jorge Pascual Suárez Lastra, vendieron la concesión enfitéutica paterna a Martín de Alzaga; y éste, en 1836, le compró al estado dicho vasto territorio. En 1872, los hermanos de la viuda de Alzaga, Felicitas Guerrero -- que murió asesinada -- heredaron aquel amplísimo contorno hoy subdividido en un montón de estancias: "Juancho Viejo", "La Providencia", "San Cayetano," "Charles", "Dos Montes", "Las Lomas", "El Rosario", "La Invernada", "La Selva", etc. etc. que encierran a las lagunas de "Juancho", "Los Horcones", "El Rosario", "La Colorada", "Ponce", "El Durazno", "La Barrancosa", "Martín García" y "Las Sepulturas", y originaron los balnearios de "Ostende", "Villa Valeria", "Pinamar" y "Cariló".
    Y por su extremo Sur, el campo de Lorenzo López, en aquellos tiempos iniciales, colindaba con despobladas tierras fiscales, donde más tarde asentaríanse "Macedo" y "La Argentina", y también "Loncoy" o "Bacaloncoy", cuyo nombre viene de "Lonco", "cabeza" en araucano. ("Bacaloncoy", por tanto, significa "Cabeza de Vaca"). Con fecha 7-VIII-1834, el gobierno del General Viamonte dió en enfiteusis a los herederos de Juan Bautista Segismundo un terreno, mensurado por Felipe Senillosa el 3-XI-1826, que ocupaba dicho Segismundo, el cual había disputado su posesión con Pablo José Ezeyza. Se trataba de 8 leguas de frente y 12 de fondo, conocidas por "Loncoy", que formaban parte del campo "Marí Huincul" ("Diez Lomas": "Mari" diez, "Huincul" lomas). Ezeyza alegó que tal terreno se lo dió, en 1815, el Cabildo Gobernador por "vía de terminación", y que él lo pobló "para sí, su socio e hijos varones, todos hombres de campo". El terreno -- según Ezeyza -- no tanto le correspondía por titulo de gracia, sino por rigurosa justicia, de acuerdo a la declaración del 18-II-1819, publicado en La Gazeta. Por lo demás, los indios le robaron toda la hacienda vacuna y caballar y destruyeron la estancia el año 1818. Ezeyza, con posterioridad, llegó a un acuerdo con Segismundo sobre los derechos a ese campo, que mensurado abarcaba 3 leguas de frente, desde "la Laguna del Maestro Eusevio", por 4 leguas de fondo; encerrando su deslinde las lagunas de "Bacaloncoy" y otra "inmediata a la población del Paraguay Basilio". El terreno irregular, de hexagonal conformación, limitaba por su primer costado al Oeste con aquel puesto del paraguayo Basilio y "la esquina de Macedo"; el segundo costado confinaba al S.O. con Hidalgo (hoy Trelles) y con la mitad de la laguna "Dulce", para rematar en la de "Los Talitas"; el tercer costado, también al S.O tenía contiguas las tierras de Ezeyza (próximas actualmente al pueblo de General Pirán); su cuarto costado al N.O bordeaba el territorio de Pita (después "La Merced"); tangente al quinto costado hallábase el campo de Lorenzo López (con posterioridad "El Tala" de los Anchorena, y ahora "El Lucero" y "La Verde"); y el sexto costado hacía un martillo en torno al mismo campo (hogaño "La Florida" y "Las Mostazas"). La antigua superficie de "Loncoy" -- según posterior mensura -- era de 11 leguas cuadradas y 996 milésimos de legua. El 29-V-1836, el Gobernador Rosas, ante el Escribano Basabilvaso, les transfirió su dominio, conforme a la ley del 10-V-1836, a los herederos de Juan Bautista Segismundo. Fue éste personaje "Maestro de Obras" en la ciudad, y bajo su superintendencia quedó concluído en 1803 el gran arco central de la Recova en la Plaza Mayor. También hizo Segismundo importantes mejoras en el Teatro de Comedias y refaccionó la vieja cárcel del Cabildo. En 1807 tuvo a su cargo las obras realizadas en los cuarteles de la Ranchería y de Patricios, como asimismo en 1817 se solicitó su dictámen para la construcción de galerías y recovas en torno a la Plaza de Mayo. Era don Juan Bautista hijo de Santiago Segismundo y de Rosa de Arévalo; n.p. de "Juan Guillermo Segismundo, natural de la isla de Sirbon (?) en la Gran Bretaña", que casó el 27-VI-1759, en la iglesia de San Nicolás, con la porteña Juana María Mansilla (hija de Pablo Mansilla "albañil" y de María Antonia López); bisn. p.p. de "Guillermo Segismundo" (Williams Sigmund?) y de "Catalina Guillermo" (Catherin Williams?). Juan Bautista Segismundo Arévalo testó el 12-X-1822, "enfermo en cama" y otorgó un codicilo el 29-VIII-1823, ante el Escribano Luis M. Castañaga. En dichos documentos de última voluntad, el causante declaró ser casado con Victoria Luengo, quien le había dado tres hijos: María Felipa, Victoria y José Gregorio. Crió, además, a un niño "llamado José María Pinedo", y nombró albaceas a su yerno Manuel Laprida y a su esposa Victoria Luengo. Cuarenta años después de la muerte del testador, el 6-XI-1863, su hija Felipa -- viuda de Manuel Laprida -- vendió "Loncoy" a José Cruz Herrera, alguno de cuyos descendientes conservan todavía partes del campo originario, pero el casco de la vieja estancia, con 5.965 hectáreas circundantes, pertenece en los días en que escribo estas líneas, a los hermanos Carlos y Héctor Martínez de Hoz.

    Lorenzo López

    ¿Quien era Lorenzo López? Había nacido en octubre de 1773, en el entonces pago de Pilar, a 8 leguas de Buenos Aires; era hijo de Ventura López Camelo n. en 1742, y de Cayetana Ramírez; nieto paterno del Capitán Joseph López Camelo n. en 1684, y de Gracia Díaz Paredes n. en 1694; bisnieto --supongo -- de Ambrosio López Camelo, baut. el 21-IX-1655, y de su 1ª consorte Agustina Cardoso Pardo, casados el 14-IX-1682; tataranieto del portugués Diego López Camelo, baut. el 10-II-1585 en Azurara, Villa do Conde, Oporto, quien llego a nuestras playas en 1611 de arribada forzosa, y de su 3ª mujer, la porteña María de Cervantes Barragán; chozno de los lusitanos Sebastián López y María de las Nieves Camelo, y de Juan Barragán n. en Río Bamba en 1603, y de Isabel de Cervantes Alarcón n. en Esteco, Salta del Tucumán. Juan Barragán, a su vez, era hijo del enigmático personaje Bernardo Sánchez, alias "el Hermano Pecador", n. en 1546 en Trujillo, Extremadura, y de Catalina Pérez, casados en 1590. Por su parte Isabel de Cervantes Alarcón vino al mundo de estos padres: el Capitán Rodrigo de Soria Cervantes e Isabel de Alarcón.
    Desde su edad temprana Lorenzo López estuvo dedicado a las faenas rurales en la estancia de su padre allá en Pilar. Cuando en 1806 los ingleses invadieron a Buenos Aires, nuestro hombre con el contingente de paisanos que reclutara Pueyrredón, tomó parte en el combate de Pedriel, donde realizó la hazaña de salvar a su jefe, al que le habían muerto el caballo, y en momentos en que iba a caer prisionero del enemigo, apareció Lorenzo López, quien montando a Pueyrredón en ancas de su pingo logró sacarlo del peligroso apuro. Más tarde Lorenzo se desempeño como administrador de los corrales del abasto de Santo Domingo. En 1810 obló una onza de oro para costear la expedición a las Provincias del interior; en 1813 donó 50 caballos de su propiedad al regimiento de Granaderos creado por San Martín; en 1815 hizo al gobierno un donativo de 20 pesos fuertes y 100 cabezas de ganado, y en 1819 otras 50 reses y 16 caballos para el ejército que operaba sobre Santa Fé; hechos que revelan su generoso patriotismo. También en 1819 fué designado en comisión "para recibirse de las existencias de Kaquel huincul, y recaudar fondos destinados a la realización del proyecto de hacendados", sobre defensa de fronteras. Elegido Regidor en 1821, renunció a su cargo el 16 de mayo de ese año, por habersele encargado integrar una comisión, junto con Joaquín Suárez, Pedro Blas Escribano y otros estancieros del sud, para organizar y costar un escuadrón de "Blandengues Veteranos". Con posterioridad, López se opuso a los proyectos de capitalización y división de la provincia ideados por Rivadavia, y en 1832, incorporado como Representante de la ciudad en la Legislatura, también se opuso a concederle facultades extraordinarias a Rosas. Heredó la estancia paterna en Pilar, donde transcurrieron los últimos años de su vida, la cual se apagó, octogenaria, el 25-X-1853. Había realizado un fecundo matrimonio con Ubalda Rodríguez, a la que hizo madre de 14 vástagos.

    Sigo con el origen de "El Tala" o "Las Dos Islas"

    El 13-V-1817 el Director Supremo Pueyrredón se dirigió al Congreso pidiendo facultades para hacer donación de tierras a fin "de extender la línea de nuestras fronteras", que "en la actualidad se encuentra en disposición de ser llevada a su término". "Uno de los medios de realizarla -- decía don Juan Martín -- debe ser interesar a los Pobladores de la nueba demarcación, adjudicándoles la propiedad de los terrenos en que se sitúen; pero careciendo de facultades para tales comisiones, ocurro a Vuestra Soberanía para que, si lo tiene a bien, se sirva a autorizarme al efecto". El pedido de Pueyrredón fué satisfecho en tres días por el Congreso. Y al año siguiente, el 18-XII-1818, el Ministro de Gobierno Gregorio Tagle, en nombre del Director, cursó al Soberano Poder Legislativo una nota concebida en estos términos interesantes: "Por orden augusta del 16 de mayo del año próximo pasado, autorizó Vuestra Soberanía a este Director para que adjudicase tierras en propiedad a los que quisieran establecerse en la nueva línea de nuestra frontera. La sierra del Tandil estaba entonces indicada para que se estendiese hasta ella la nueva demarcación; pero mejores conocimientos hicieron ver que no podía avanzarse más allá de la laguna de Kaquel-huincul. De su resulta se designó este lugar para construir en él el fuerte de San Martín, que debe de garantir la seguridad de dicha línea. Más allá de esta laguna, están avanzados algunos pobladores con establecimientos ya formados. Por fruto de las relaciones que han savido cultivar con los infieles, han recogido el de no ser incomodados por éstos. Semejantes establecimientos constituyen, en rigor, la verdadera línea, ya por inmediación en que se hallan al lugar del fuerte, y ya por la proporsión y necesidad en que están sus dueños en proteger a éste y ser protegidos por él. Por estas consideraciones, y por otras de igual conveniencia pública, que omito analizar aquí por ser demasiado ovias, considero que estos pobladores tienen igual título a la generosidad que desplegó Vuestra Soberanía en obsequio de los que nuevamente tratasen de establecerse en aquella demarcación. En resultas de ello, consulto a Vuestra Soberanía si la adjudicación de tierras en propiedad declarada a favor de estos últimos, debe igualmente ser extensiba a los que la soliciten entre los primeros.Dios guarde a Vuestra Soberanía muchos años".
    Dos meses más tarde, el 12-II-1819, el Congrese contestó al Director Pueyrredón que examinada la consulta "hecha por el Supremo Poder sobre si la adjudicación de tierras declarada en propiedad a favor de los individuos que se estableciesen dentro de la nueva línea de demarcación de las fronteras, en virtud de la resolución Soberana del trece de Mayo, debía ser extensiva a los que se han abanzado más allá de la indicada línea, y a los que en adelante fixen en este punto sus establecimientos; considerando la Comisión (parlamentaria) que el Estado nada les ha dado a los que antes de ahora se han establecido afuera de la línea de demarcación de nuestras fronteras, y nada les ofrece a los que al presente quieren hacer otro tanto; que como el Supremo Director supone en su expresada nota, a costa de mil sacrificios y peligros y haciendo expensas quantiosas para tener gratos a los Indios, han sostenido los unos, y tendrán que sostener los otros, su establecimientos, cuyas ventajas para el país exceden todo cálculo; por motivos de tanto peso y gravedad, declaró unánimemente (el Congreso) que a unos y otros pobladores, no tanto por título de gracia quanto de rigurosa justicia,les corresponden el de propietarios de unos terrenos que han sabido adquirir y tendrán que conservar sin participar de la protección y salvaguardia que dispensa el Estado a las demás propiedades que están comprehendidas dentro de la línea de demarcación de las fronteras; siendo por lo mismo muy dignos también de la beneficencia del Exmo. Supremo Director; además de franquearle los títulos de los terrenos que así adquieran o hayan adquirido antes de ahora; manifestarle también sus gratitud por las ventajas que en el país refluyen de sus trabajos y fatigas; sin que por eso deban considerarse del mismo modo beneméritos los que de nuevo vayan a poblarse dentre los limites de las fronteras establecidas y, por consiguiente, baxo los auspicios y salvaguardia que no han disfrutado ni disfrutaran los otros; aunque por otra parte está en las facultades del Supremo Poder repartirles los terrenos valdíos conforme el decreto de trece de Mayo de mil ochocientos dies y siete". Firman dicha nota los miembros de la Comisión creada para el despacho de los asuntos del Congreso: Dr. Antonio Sáenz, Dr. José Miguel Díaz Vélez, Dr. Domingo Guzmán y el secretario Ignacio Núñez.
    El 27 de julio siguiente, en virtud de la "soberana declaración" legislativa expuesta, el Gobierno del nuevo Director Rondeau, otorgó de merced a Lorenzo López la propiedad del campo que había éste poblado en 1813, "más allá de la Laguna de Kaquel-huincul". Y un par de años después de legalizada su pertenencia, la estancia "Las Dos Islas" fué transferida por López a los hermanos Anchorena. Veamos como:
    La operación consta en tres documentos.Dos recibos firmados por Lorenzo López, donde éste reconoce haber recibido la totalidad del precio de venta, y, posteriormente la respectiva escritura traslativa del dominio.Dice el primer recibo: "He recibido del Sr. D. Juan José Anchorena la cantidad de quinientas onzas de oro (que equivalían a 8.500 pesos) por cuenta de su estancia dos Islas, que tengo vendida, y le doi este recivo provicional hasta que se estienda la escritura de propiedad a favor de dicho Señor; y para que conste lo firmo en Buenos Ayres a 9 de Junio de 1821 - Lorenzo López". El segundo recibo expresaba: "He resevido del Sr. Juan José Anchorena tres mil quinientos pesos, último resto de doce mil, en cuya contidad le tengo vendida mi estancia de Las dos Islas, que ya tengo entregada, restando solamente extender la Escritura de venta, que se hará en el momento que dicho Señor lo exija. Y para su resguardo, mientras se verifica ésta, le doy el presente en Buenos Ayres a 30 de Julio de 1821 -Lorenzo López".
    Un poco antes (13 de junio) don Juan José le había escrito a Nicolás que estaba en Montevideo: "... Piensa a cuyo nombre pondré las Dos Islas ... Piensa si las Dos Islas las pondré a nombre de Madre ... ". No fué así, a fin de cuentas, y el 8-VII-1822 se protocolizó la compraventa en el Registro No 2 del Escribano José Cabral. Dicha escritura deja constancia que "Lorenzo López vende a los hermanos Juan José y Nicolás Anchorena, la estancia de su propiedad conocida con el nombre de Las Dos Islas, sita a cien leguas al Sud de esta ciudad, con tres y cuarta leguas de frente al Este y seis leguas de fondo al Oeste; que lindaba al Norte tres leguas con tierras de don Francisco Piñeiro y otras tres con las de Pedro Escribano; por el Este tres y cuarta leguas con tierras de Joaquín Suárez; siendo los demás linderos devisorios con terrenos propios del Estado, al tiempo de su mensura ... y el área de superficie igual a diecinueve leguas cuadradas, y un quebranto de media legua ... cuyo valor es el de la mitad de una legua cuadrada; incluyendo en dicha venta, además de la estancia, también una lonja de tierra de un cuarto de legua de frente y seis leguas de fondo, lindera por el costado Sur con la división de dos terrenos de José Lastra ...; todo lo que corresponde y pertenece en virtud de denuncia que hizo Lorenzo López ante el Sr. Intendente de esta Provincia, Brigadier General Miguel de Azcuénaga, que fué decretada el 13-III-1813, y de que seguidos y formalizados todos los trámites legales ... la merced de dicha estancia y lonja ante el Exmo. Señor Director Supremo del Estado, se la otorgaron por auto del 27-VII-1819, como consta en los títulos librados a favor de López".


    La Frontera del Sur

    ¿Como se resguardaba esa vasta frontera de la costa del Salado?: Desde fines del siglo XVIII con el cuerpo de Blandengues, establecido en la Guardia de Chascomús, cuya línea defensiva se prolongaba hacía el Oeste Noroeste de la Provincia, pasando por los puntos fortificados de Monte, Lobos, Navarro, Luján, Areco, Salto, Rojas, Mercedes y Melincué (ya tras la raya de Santa Fé). Entre 1804 y 1816 vanse poblando estancias más allá del Salado. Así, para no citar sinó algunas: "Dos Talas" de Julián Martínez de Carmona;los terrenos vecinos de Miguel González Salomón y "Las Víboras" de Marcos Miguens (hoy contiguas a la ciudad de Dolores); "Miraflores" y "Kaquel" de Francisco Ramos Mexía; "Las Dos Islas" de Lorenzo López; los campos de Lastra y de Joaquín Suárez, de Francisco Piñeyro y de Pablo José Ezeyza; todos entonces en la región imprecisa del Tuyú, al sur de los montes del Tordillo, a poca distancia del mar.
    El 21-VIII-1817 se firma el acta de fundación del pueblo de Dolores, y se levantan luego las viviendas alrededor de la capilla inicial, en paraje próximo a "Las Bruscas", donde poco antes habíase instalado un campo de concentración de prisioneros españoles. Pero cabe destacar que diez leguas más abajo ya existía, como fortín, el puesto de "Kaquel-huincul", establecido a principio de 1815, junto a la laguna de su nombre, (al presente en el partido de Maipú). Kaquel, en lengua puelche, significa "cortado", "aislado", "solitario" y Huincul es "colina", "cerro", "loma"; por lo que "Kaquel-huincul" puede traducirse como Loma Solitaria".
    Aquel año 1815, el Brigadier Francisco Javier de Viana, Ministro de Guerra del Director Alvear, mandó instalar en "Kaquel" un destacamento armado. Al año siguiente (13 de julio), Juan Ramón Balcarce, Comandante de las milicias de campaña, tuvo intención de emplazar allí un parque de artillería bajo la denominación de "Fuerte San Martín" (en homenaje sin duda, al Santo de Tours, patrono de Buenos Aires). Mas no serían artilleros sino 53 blandengues de caballería, a órdenes del Capitán Ramón Lara, quienes ocuparon dicho fortín -- avanzada que aconsejó erigir el Coronel Pedro Andrés García en el año de referencia.
    Tal modesto enclave militar tenía bajo su responsabilidad una amplia zona a defender, que abarcaba el rancherío de "Las Bruscas" (núcleo asentado en las cercanías del futuro pueblo de Dolores), los montes del Tordillo (en la actualidad Ajó, Conesa y Lavalle), Monsalvo y los Montes Grandes (hoy en día Maipú, General Madariaga y Coronel Vidal).
    En 1818 --lo documentó Pablo José de Ezeyza en cierto escrito administrativo -- un crecido tropel de indios le robó toda su hacienda vacuna y caballar, arrasando luego las instalaciones que había levantado en la loma de "Vacaloncoy". Ese malón incursionó también por "Las Dos Islas" de Lorenzo López, y por las vecinas tierras de "Marí Huincul". El caso fué que la indiada en su ataque, no sólo se apropió del ganado de aquellos sufridos pobladores -- cuyas reses venderían más tarde los salvajes, a vil precio, en las provincias del sur de Chile -- sinó que, como de costumbre, tras de matar algunos hombres blancos, se llevaron en cautividad a las mujeres y los niños de sus víctimas, que no habían podido huir o encontrar escondite seguro. Así, los esforzados fundadores de nuestras estancias sureñas conservaron indeleble, en su memoria, aquellas dramáticas circunstancias que Hilario Ascasubi, en coplas gauchescas, evocaría a través del payador Santos Vega:

    "Siempre al ponerse en camino
    a dar un malón la indiada
    se junta de madrugada
    al redor de su adivino;
    Quien el más feliz destino
    a todos les asigura,
    y los anima y apura
    a que marchen persuadidos
    de que no serán vencidos
    y harán la buena ventura.
    Pero al invadir la indiada
    se siente, porque a la fija
    del campo la sabandija
    juye adelante asustada,
    .......................
    Vienen perros cimarrones,
    zorros, avestruces, liones,
    gamas, liebres y venaus,
    y cruzan atribulaos
    por entre las poblaciones.
    ...........................
    Y tambien revolotean
    gritando los teruterus,
    pero, eso sí, los primeros
    que anuncian la novedá,
    con toda seguridad,
    cuando los indios avanzan,
    son los chajases que lanzan
    volando: chajá! chajá!.
    Y atrás de esas madrigueras
    que los salvajes espantan,
    campo ajuera se levantan,
    como nubes, polvaredas,
    preñadas todas enteras
    de pampas desmenelaos,
    que al trote largo apuraos,
    sobre sus potros tendidos,
    cargan pegando alaridos
    y en media luna formaos.
    .........................

    La guerra inevitable entre la civilización y la barbarie

    Aquel malón lo habíalo encabezado el cacique Negro, quien luego de pillajes impunes a las estancias antedichas, se retiraba "de la Mar Chiquita" hacía el Oeste, arreando gran cantidad de hacienda. Entonces el Capitán Lara, al enterarse de tales latrocionios, se pone en marcha desde el fuerte de "Kaquel" en persecución de los asaltantes, con 50 blandengues y 200 milicianos a sus órdenes; y, le da alcance a la horda en las faldas de la Sierra de la Tinta (en Tandil: "Piedra que se mueve", en puelche). Sin embargo lo derrotan los indios en el entrevero, y herido de lanza en el brazo izquierdo, consigue salvar su pellejo, "a uña de buen caballo pangaré que corrió como guanaco en campo llano, con dos pares de boleadoras que llevaba atadas en las patas" -- según lo recuerda en sus Memorias el Sargento Mayor Juan Cornell.
    De cualquier modo, a esas sangrientas tropelías había que intentar ponerles término. Y así fué cómo, el 7-III-1820, don Pancho Ramos Mexía en su estancia "Miraflores", y los caciques Ancafilú, Tucumán y Trirnín, estos por sí y trayendo la representación de 13 jefes con tolderías sobre el Arroyo Chapaleufú ("Río Pantanoso"): Curranaquel, Anquepán, Suán, Trintiloncó, Albuné, Lincón, Uletrú, Chañaá, Calfuiyán, Tretuc, Pichiloncoy, Cachul y Luiay, celebraron un convenio de recíproca seguridad con el General Martín Rodríguez, comandante entonces de las milicias del sur, quién representó al gobierno provincial. Tal convenio, a través de 10 artículos, pretendía acabar con las desavenencias surgidas y establecer bases de fraternidad para el porvenir, fijando la línea divisoria de las respectivas jurisdicciones, y reconociendo la propiedad territorial de cada parte contratante. El acuerdo de paz, solemnemente leído y traducido a los caciques, lo firmaron Martín Rodríguez, por la Provincia, Francisco Ramos Mexía, por los indios, y Juan Ramón Ezeyza por los estancieros, y a ruego, como testigos, José Manuel Vidal y Domingo Lastra.
    Las paces, no obstante, resultaron precarias y se rompieron antes de los 10 meses, al ser soliviantadas las tribus por las incitaciones políticas de José Miguel Carrera -- chileno como los infieles a quienes azuzó al saqueo de los establecimientos y poblaciones rurales bonaerense. De ahí que Martín Rodríguez -- ahora Gobernador -- se pusiera en campaña, el 4-XII-1820, contra los bárbaros maloqueadores del sur. Y al pasar por las tolderías cercanas a la estancia "Miraflores", a la cual su propietario había convertido en algo así como una reducción de indios pampas, Rodríguez ordenó la detención de Ramos Mexía, y dispuso el confinamiento del filantrópico poblador heterodoxo en otra de sus estancias: "Los Tapiales", a las puertas de Buenos Aires (hoy en el partido de Matanza). Y en "Los Tapiales" permanecería recluído, don Pancho, hasta su muerte.
    He aquí la comunicación que a ese respecto envió el 23-I-1821, a su sustituto Marcos Balcarce el Gobernador Rodríguez desde su campamento en Kakel: "un número no muy corto de indios establecidos con sus tolderías y familias en la hacienda de Don Francisco Ramos Mejía, origina males indecibles en la campaña. De allí reciben los demás indios las noticias que les favorecen a sus asaltos repentinos; por ellos saben cuando se les va a perseguir, y en fin en ésta estancia es donde se proyectan los planes de hostilidad contra nuestra provincia. Por esto destaqué una partida que conduzca al cuartel general, a mi disposición, cuantos indios y familias suyas existan en aquel establecimiento, no sólo en castigo de la conducta que han observado contra nosotros, sino para privar a los demás ese apoyo de sus maldades. Del mismo modo he intimado a Ramos que con toda su familia baje a esa Capital, en el perentorio término de seis días, y a su llegada se presente a V.S. El ha dado pruebas de una amistad tan estrecha con los salvajes, que prefiere a la de sus propios conciudadanos, contra quienes en ésta vez a procedido escandalosamente, al paso que trabaja con tezón en hacer desaparecer de éste distrito la religión, y lo ha conseguido entre la mayor parte de sus habitantes. Dios guarde a V.S.mc. as. Martín Rodríguez".
    No carecía de fundamento la enérgica medida del Gobernador Rodríguez, como prontamente se vió: José Luis Molina, el capataz de "Miraflores", a raiz de la detención de su patrón, corrióse a las tolderías de Ancafilú, Pichimán, Antonio Grande y Anepán, y unido a estos caciques, al frente de 1.500 lanzas, con furia vengativa embistió en la oscuridad de la noche al fuerte de "Kaquel", mientras la guarnición desprevenida dormía. Del fuerte quedaron sólo escombros; y, liberados los prisioneros pampas que allí concentrara Rodríguez, el malón enderezó hacía Dolores, cuyo incipiente poblacho, en la madrugada del 30 de abril de aquel año 21, fué tomado por asalto y reducido a cenizas, sin que se salvase ni la capilla. Al cabo de varios días de saqueos y borracheras, los salvajes se llevaron un arreo de 150.000 cabezas de ganado y, de yapa, a algunas familias cristianas, entre ellas la de Lara, en número de 17 personas, incluso una pobre ciega y la esposa de dicho Capitán, María Navarro. Estos cautivos, a Dios gracias, serían rescatados meses más tarde.
    A propósito de las anteriores expediciones punitivas de Martín Rodríguez contra los indios pampas, Rosas las había desaprobado, advirtiendo al Gobernador: "He hecho seguir muy lejos el rastro de los indios, y por los rumbos que conozco me afirmo que no son Pampas y sí Ranqueles los que han invadido y robado estas fronteras". Por lo demás, aquellas puniciones lejos de amedrentar a la indiada, la enardeció, incitándola a cometer nuevas depredaciones en Navarro, Luján, Salto, Areco y Arrecifes. Ello a pesar de haberse establecido el fuerte "Independencia", el 4-IV-1823, en la falda de la Sierra sobre el arroyo Tandil: asiento que después originó a la ciudad homónima.
    Entretanto, el gobierno tuvo noticias ciertas desde Patagones que 4.000 indios chilenos se habían incorporado a los ranqueles y marchaban en dirección de las fronteras de la provincia de Buenos Aires. El Comandante de dicha localidad sureña informaba también que era mucho el comercio de cueros y carne con extranjeros de Valdivia, en Chile, y de otros lugares de la costa del Pacífico, y que además de los habituales compradores trasandinos, estaba esperando a los indios: "Un tal señor Cotapos, hombre blanco con muchas onzas de oro, que llevaba adquirida la mayor parte de la hacienda que ellos habían arrebatado en la última invasión".
    A la espera de un malón inminente, los blandengues de Chascomús, a órdenes del Coronel Domingo Soriano de Arévalo, y el cuerpo de húsares acantonado en Luján, con su jefe el Comandante Antonio Saubidet, se hallaban sobreaviso. Y sucedió que al llegar la primavera, 5.000 indios invadieron simultáneamente en tres grandes columnas: una por el Norte, sobre el Arroyo del Medio, que fué desbaratada por el Gobernador de Santa Fé Estanislao López; otra por el Centro, rumbo a Luján, donde el Comandante Saubidet, el 26-X-1823, sufrió un rudo contraste, al resultar envuelta la unidad que mandaba, dispersándosele la tropa. "Nuestra pérdida ha sido bastante sensible -- dijo en su parte el Comandante --, pués fueron muertos en la carga el mayor Castañer y el Capitán Navarro, y heridos el Capitán Rauch y el Alférez Gala, a más de 28 soldados y milicianos muertos y 18 heridos. La cobardía de la tropa, inesperada por su engreimiento y valor ya conocido, ha puesto en ridículo el crédito del regimiento y de sus oficiales, el que tratamos de cubrir a toda costa". Así lo hizo Saubidet: reorganizó a los húsares, y marchando luego con éstos tras de la indiada, le quitó 6.000 vacunos y yeguarizos que arreaba hacia sus toldos ( ).
    La tercera columna salvaje -- tras un vano intento de rendir el fuerte "Independencia" de Tandil -- enfiló en dirección a Chascomús. De allí púsose en marcha al encuentro de los indios el Coronel Arévalo con el cuerpo de blandengues; y a él se unió Juan Manuel de Rosas, el cuál, al frente de sus "colorados", persiguió a los bárbaros hasta alcanzarlos y derrotarlos, el 1-XI-1832, en el laguna "Arazá" (en el actual partido de Castelli, a 5 leguas escasas de las lagunas "Pila" y "Camarones"). "En la laguna del Arazá -- precisa Dionisio Schoo Lastra en su excelente libro El Indio del Desierto -- el Coronel Rozas, cargando y escopeteando bizarramente a los invasores, hasta muy entrada la noche, tuvo una actuación principal en el rescate de 150.000 cabezas vacunas que llevaban los tehuelches ... Eran de distintas marcas, notándose cantidades de don Juan Miguens, de don León Rozas, de don Lorenzo López (aunque ya "El Tala" pertenecía a los Anchorena con marca propia) y de la Estancia "Las Mulas".
    Con motivo de dicho combate, transcribí más atrás los párrafos que Juan José de Anchorena le escribió a Juan Manuel de Rosas : "No se nos ocultan los riesgos a que Ud. se expuso -- expresábale aquel a su primo, amigo y socio -- y vemos que siempre iba Ud. a la vanguardia. El objeto de ésta es rogarle se retire Ud. sobre ?Los Cerrillos?, saque de allí los ganados y los repliegue adentro, porque la campaña es perdida ... No se detenga Ud. ni por un momento por lo que respecta a "El Tala" y "Los Camarones", déjalas Ud que se pierdan, en el supuesto que siempre se volverán a fomentar ... Yo no desapruebo lo que Ud. hizo el día 1º: Ud. se hallaba en ?Los Camarones? y el honor exigía que auxiliase con su gente, consejos, etc., a Arévalo y , efectivamente, hizo Ud, más de lo que él y la Provincia podían exigir y esperar; pero deseo que Ud se conserve para prestar servicios cuando haya plan, y no se exponga tristemente... ".
    Por cierto que las estancias de Anchorena en Pila, como también "El Tala" y sus campos aledaños en los Montes Grandes del Tuyú, quedaron desvastados tras el malón. A este respecto Juan Manuel Beruti, en sus Memorias Curiosas, apuntó (transcribo con ortografía correcta): "El 28 de octubre llegó a esta ciudad la noticia de haber los indios infieles hecho en nuestra campaña, por varios puntos, una entrada general en la que saquearon, robaron, mataron y se llevaron una porción de hombres y mujeres cautivas, sin poder remediarlo ni las tropas de la frontera, ni los vecinos de la campaña, aunque hicieron lo que pudieron y estuvo de su parte, pues siempre libraron algunos cautivos que llevaban, el ganado que robaron y los contuvieron en su irrupción ... En uno de los puntos de la campaña -- sigue Beruti --, en el rastro de la indiada que marchaba en retirada se encontró un papel escrito en un paraje que se llama San Simón (lindero con el puesto que 40 años después se transformaría en casco de "El Chajá"), más hacia el campo de la guardia Kaquél, el que se escribió por uno de los cautivos llamado don José de la Quintana, mandado hacer por los caciques que se nombran; cuyo original mandado al gobierno -- del que saqué copia que me franqueó su padre don Bruno de la Quintana -- es el siguiente:" (Y aquí van los 3 mensajes de los caciques y la nota del cautivo Quintana):
    1) "Señor Gobernador: En nombre de los caciques que abajo firmamos le decimos a usted que porqué ha poblado la guardia del Tandil sin licencia nuestra, y ha hecho usted otras tantas de las que sabe hacer; por eso lo desafiamos a pelear cuando quiera. Nosotros tenemos ocho naciones juntas y con bastante fuerza para hacer lo que se nos antoje, sin que usted con toda su tropa lo pueda estorbar. -- Cacique Iretruá. -- Cacique Negro".
    2) "Yo hasta ahora, Martín, he sido tu hermano, y me has engañado cuanto has querido con las paces; ya estamos aburridos de adularte; si en el término de un mes no mandas chasquis a sacar los cautivos y a tratar las paces, hemos de venir a degollar a grandes y chicos, ninguno tiene la culpa de que padezcan. -- Cayupulqui".
    3) "Hacendados y toda la campaña: vino Rodríguez, conque así, degüellenlo. -- Capitán Acunaban. -- Señor Alcalde Juan Baton Cornel: cualquiera que encuentre este papel llévelo a la guardia".
    4) "Amigo don Juan (le escribió el susodicho cautivo al Alcalde Cornell): Mándale decir a mi padre que Pancho está vivo, y yo, el capataz y Polonia ; si llega a sus manos este panfleto se lo lea y mande decir que en toda esta luna que viene pueden mandar chasquis para que nos cambien. A mí me tiene el cacique Iretruá. Su amigo bien jo. y ao y ago. (jodido, aojado y agotado?). José de la Quintana".
    Otras cautivas del referido malón fueron Justa Márquez, Polonia Ibarra (aludida por Quintana en su aviso a Cornell) y Flora Gatica, las cuales fugaron después -- según lo consigna Guillermo Gallardo en su interesante trabajo Aspectos del cautiverio entre los infieles. Justa Márquez huyó de los toldos de Ancafilú, cerca de la Sierra de la Ventana. Aprovechando un baile orgiástico de los indios, cuando la temulencia de éstos alcanzó su punto culminante, amparadas por la oscuridad de la noche, Justa y una compañera se apoderaron de un caballo y un freno "sin poder sacar provisión alguna de bastimento para el camino". Tras ambular llenas de sobresalto, pués veíanse a lo lejos las columnas de humo con que los salvajes avisaban su fuga a las demás tolderías, las valerosas prófugas recorrieron noche y día leguas y leguas durante varias semanas, hasta avistar los médanos y la costa del mar, donde unos cristianos cazadores estaban acampados, en procura de pieles de lobos marinos. Allí permanecieron las mujeres tres días, para emprender de nuevo la marcha, y al cabo de otras tres jornadas, llegar a la estancia "Bacaloncoy", de Juan Bautista Segismundo, según lo declaró Justa Márquez ante el Juez de Paz de Monsalvo, Esteban Faramiñán

    Gestiones de paz, nuevo trazado fronterizo y ulterior continuación de la guerra

    En 1825 el Gobernador Las Heras, y su Ministro Manuel José García, encargaron a Rosas ajustar la paz con los indios, en momentos en que se temía que un ataque brasileño a Patagones pudiera incitar a las tribus a una rebelión general, con los consiguientes asaltos y saqueamientos a estancias y poblaciones del sur de Buenos Aires. Rosas, diligente siempre, parte a las tolderías; consigue reunir a los caciques y capitanejos pampas, ranqueles y puelches en Tandil, y, al término de largos parlamentos, logra concertar un pacto de amistad con ellos, ofreciéndose como garante. Regresa entonces el mediador a la capital, a dar cuenta del éxito alcanzado a las autoridades; pero, enseguida, torna al desierto a demarcar la nueva línea de frontera, ahora como miembro de una comisión designada al efecto por el gobierno, junto con el Ingeniero Felipe Senillosa y el Coronel de coraceros Juan Lavalle.
    La mayoría de esta comisión salió a cumplir su cometido en octubre de aquel año 25, escoltada por dos escuadrones de coraceros. Rosas se demoró poco tiempo más en la ciudad, a fin de activar los aprestos finales relativos al transporte del personal conchabado, impedimenta y víveres necesarios para el recorrido previsto. Y, a principios de noviembre, partió para Monsalvo y los Montes Grandes del Tuyú, en compañía de un cirujano con su botiquín, y 85 personas -- entre ayudantes de confianza, peones, un baqueano y su capataz --, dos carretas, 800 caballos (200 de la marca suya), 80 vacas y 36 bueyes.
    El Diario de Felipe Senillosa registra, meticuloso, que el 28 de noviembre dicho ingeniero y el topógrafo Juan Saubidet (hermano del Comandante Antonio) "se hallaron en la estancia de los Anchorena llamada del Tala", a inmediaciones de los Montes Grandes, donde practicaron algunas mensuras que servirían de punto de arranque para la fijación correcta de la nueva línea fronteriza. Acota Senillosa que el Coronel Lavalle vino ese mismo día desde "Kaquel", y mantuvo una conferencia acerca del desplazamiento de sus soldados. Que el día 30 retornó Lavalle a "Kaquel", y poco después llegó "al Tala el señor Coronel Don Juan Manuel de Rosas". Que el 1º de diciembre se dispuso que la tropa habría de situarse en "Vacaloncoy", mientras las carretas y los peones destinados a emplearse en la mensura se dirigirían a "Los Talitas", antigua población de Ezeyza. Que el 4 salieron los escuadrones de "Kaquel" y pasaron a "Vacaloncoy"; y el 9 arribaron Rosas y Senillosa con sus acompañantes, carretas y peonada, a la estancia "El Durazno", "de los Ezeyza", donde encontraron a Lavalle, salido de "Vacaloncoy" para reunirse con ellos. Quedó, en consecuencia, integrada toda la comitiva, la cual dividióse luego en varias partidas, a fin de hacer prolijo reconocimiento del terreno. Y desde el 11 de diciembre hasta el 16 de enero siguiente, esas partidas recorrieron e inspeccionaron -- determinando matemáticamente niveles, rumbos y distancias, con instrumentos topográficos y planimétricos -- las lagunas de "Nahuel Rucá" y "de la Mar Chiquita", pasado el "Arroyo Grande" (hoy Coronel Vidal), para marchar -- salvados los arroyos "Vivoratá" y "Los Cueros"-- por el borde de la costa atlántica -- "la muy galana costa", que dijera Garay en 1582 --, explorando "la punta de los Lobos" (ahora Punta Mogotes en Mar del Plata) y el "cabo Corrientes". Después, en dirección noroeste, los expedicionarios alcanzaron la zona de las lagunas "de los Padres" y "Brava", del "Arroyo Dulce" y las "Sierras del Volcán" (Balcarce), para entrar en la región de Tandil; donde Rosas, tras parlamentar de nuevo con los indios, continuó la gira hasta "Tapalqué"; regresando la expedición a Buenos Aires por el arroyo de "Las Flores", el río "Salado" y "la Guardia del Monte". Concluído el viaje, quedaron planeadas dos líneas de fortines: una desde el "Volcán al Cabo Corrientes", con puestos intermedios en las lagunas "Brava", de "Los Padres" y el "Arroyo Grande o Negro"; y la otra desde "Tandil" a "Tapalqué", prolongada después hasta "El Potroso" (Junín), con puntos de apoyo escalonados en los arroyos "Chapaleofú", "Los Huesos" y "Dulce".
    Mas adelante, al fijar el Presidente Rivadavia un nuevo confín divisorio con tres fuertes principales a situarse en las lagunas del "Potroso", "Cruz de Guerra" y "Curalauquén", "arrebatando al indio más tierras que con la línea defensiva proyectada por Rosas, Lavalle y Senillosa -- cual lo señala el historiador Marfany -- , algunas partidas de pampas, confederadas con los ranqueles y araucanos, se prepararon para atacar la provincia por el sur y el norte. Rosas -- sigue Marfany -- tuvo noticias de la destructora invasión que se planeaba, y así lo denunció al gobierno. Rivadavia prefirió dejar que los bárbaros asolaran el territorio, antes que seguir las indicaciones de un enemigo político. El feroz malón que entró por el sur puso en dispersión las escasas fuerzas que le hicieron frente, se llevó muchos cautivos y miles de cabezas de ganado, después de haber muerto a numerosos campesinos. Tres ricos establecimientos de los que Rosas administraba (campos de los Anchorena), quedaron asolados".
    Efectivamente: el 9-IX-1826 un tropel como de 300 indios, reforzados por desertores chilenos, cuya cabecilla era "un tenientes del Rey que se apellida Morón, de la gente de Pincheira" -- vanguardia de otros invasores que maloneaban más al sur --, irrumpe, arrasa y saquea la estancia "El Sauce" de Manuel Arroyo, a cinco leguas al oeste del pueblo de Dolores. Al conocerse el pillaje, dos escuadrones de coraceros salen del fuerte de Kaquel tras el rastro de los asaltantes, que, arreando gran cantidad de hacienda robada, se retiraban hacia los campos de Anchorena, en el actual partido de Pila, para juntarse con el grueso de la horda.
    Por su parte los coraceros y milicianos -- según el relato de uno de estos últimos, Silveiro Vidal -- , después de atravesar "más de diez u once leguas de campos inundados en agua y guadales, que no había caballos que nos bastasen para seguir más adelante", alcanzaron a la indiada como a legua y media de la estancia de Anchorena "Los Toldos Viejos"; y trabado el combate contra 200 y tantos bárbaros que se tenían a la vista, aparecieron de pronto 500 más que, al cabo de arrolladoras cargas, diezmaron y dispersaron a chuzazos a los cristianos, que sólo salvaron de la carnicería 46 soldados y su Comandante Andrés Morel; único oficial que quedó en pié -- según se desprende del parte elevado por el jefe de la Guardia del Tordillo, Juan Cornell, a la superioridad. Superfluo es agregar que tres estancias de los Anchorena quedaron asoladas: "Toldos Viejos", "El Sermón" y "Camarones".
    A raíz de tal desastre, el gobierno ordenó al Coronel Federico Rauch emprender una gran batida contra los salvajes. El 25 de octubre, dicho aguerrido militar teutón, rompe la marcha al frente de 740 hombres -- dos tercios de línea y el resto de milicias --, precisamente desde aquella estancia de Anchorena en que resultaron aniquilados los coraceros de Kaquel. Dirígese Rauch a la Sierra de la Ventana, donde ataca a las tribus de los caciques Malato, Petey, Maicá, Llanquinel, Canhuihuir y Columacúm, haciendo tremenda matanza; y luego regresa al Tandil con numeroso cautivos rescatados y muchísima cantidad de ganado. Y después vuelve a las Sierras, para destruir completamente a las parcialidades de Lincón, Cayupilqué, Nahuel-huequé y varias más.
    Poseo una esquela dirigida, el 12-II-1827 desde los Montes del Tordillo, por el Capitán Juan Cornell al "Sr. Comandante General de Milicia Don Juan Manuel de Rosas", que expresa: "Muy Señor mío y mi paisano: Don Manuel Sánchez tiene en Kaquel, como ochenta cavesas de ganado bacuno de la marca de Ud.. Estas según él dice, fueron compradas a un tal Acosta residente en Tandil, quien las obtuvo del Coronel Raucho a la vuelta de la expedición. Creo que con este aviso Ud. se impondrá más inmediatamente. El sargento Julián me entregó verbal el contesto de Ud. y sobre esto se repite agradeciéndole doblemente sus atenciones. Su seguro servidor y amigo, Q.B.S.M. Juan Cornel".

    Correspondencia de los mayordomos de Anchorena

    Desde 1818 Rosas se dió a la tarea de poblar, fomentar y administrar los campos de sus primos Anchorena, hasta el 8-XII-1829 en que asumió el gobierno de la Provincia de Buenos Aires.
    La gran experiencia de don Juan Manuel acerca del manejo práctico, ordenado e integral que entonces requerían las explotaciones pastoriles en la pampa, se halla condensada en sus notables Instrucciones para ayudantes recorredores de las estancias. A lo largo de ese "Reglamento", escrito en 1825 con sencillez y precisión a fin de que fuera entendido por la gente de campo, se destaca el carácter ejecutivo, la innata aptitud de mando del futuro Restaurador de las Leyes
    Tales órdenes, enseñanzas y consejos de Rosas, destinados a sus inmediatos colaboradores en "Los Cerrillos", "San Martín", "San Genaro" y "Chacabuco", propiedades que explotaba con su socio Juan Nepomuceno Terrero, iban asimismo dirigidos a los mayordomos y capataces de los establecimientos rurales de Anchorena. Conservo la correspondencia mantenida por éstos "ayudantes" con mi tatarabuelo don Juan José Cristóbal, durante los años 1828, 29, 30 y 31. Dichas cartas traducen, con rústica y espontánea llaneza, el cotidiano vivir, las habituales o inopinadas ocurrencias que debían afrontar y resolver aquellos criollos civilizadores del desierto en los lejanos feudos ganaderos del sur, expuestos al malón de los salvajes.
    Sentado lo que antecede, he de glosar o transcribir algunas de esas cartas, corrigiendo, en parte sus revesadas ortografías. Así el 29-XII-1828 el mayordomo de "El Tala" José Manuel Saavedra, le comunicaba a su patrón las distintas tropas de novillos entregadas a los reseros de Juan Cuestas, con el cual Anchorena había celebrado un contrato de venta hasta el número de 3.000 animales para arriba, a sacar de los rodeos de "El Tala", "Dos Islas", "Achiras", "Averías", "Villanueva", "Chapalafquen", "Camarones" e "Hinojales". "He tenido mucho gusto -- finalizaba esa carta de Saavedra -- por la notycia que me dá del Sr. don Juan Manuel; le deseo toda felisidad y dios quiera que desconosca a algunos unitarios para que lo dejen descansar". (Rosas, a la sazón, estaba en Santa Fé reuniendo fuerzas para batir a Lavalle, que había fusilado a Dorrego y detentaba el gobierno porteño; y a Anchorena, los unitarios no lo dejarían "descansar"; pués, como sabemos, dos meses más tarde estos lo metieron preso en el bergantín "Rondeau"). Por lo demás, de noviembre de 1828 a diciembre de 1829, solamente de los rodeos de "El Tala" y "Las Dos Islas" se entregaron, para Cuestas, 2.194 novillos, incluídos 222 animales de los "ayudantes" y capataces de don Juan José; de quienes él, de tanto en tanto, recibía minutas con los "frutos" que se le enviaban en carretas, de sus establecimientos camperos, para que fueran vendidos en Buenos Aires: cueros vacunos y de potro, aspas, barricas llena de sebo, "cuarterolas", bolsas con grasa y "pelotas de cerda".
    El 20-II-1829 el "ayudante José Antonio Bera" (Vera), desde la estancia "Camarones", pone en conocimiento de don Juan José que allí "ha estado el Coronel Estomba con su división; que ha tomado algunas cosas de las que habían en la casa, con moderación, y ha dejado apunte de todo lo que ha tomado; y en seguida vinieron peones de la casa y sacaron cuanto había". (El Coronel Ramón Estomba, a quien Lavalle nombrara Comandante de la Frontera Sud, habíase dedicado a practicar correrías punitivas en las estancias de los partidarios de Rosas). Vera, según le informaba a su patrón hizo denuncia de tales atropellos: "pero no han tomado medida alguna para que se castiguen ... Yo soy de parecer que este hecho no debe quedar impune porque, de nó, se nos falta el respeto ... En los puestos, afuera andan algunos gauchos que no se van a procesar, y estos causan algunos males. Ud. me dirá lo que se debe hacer sobre esto".
    El 29 de marzo siguiente, el mismo Vera,desde Buenos Aires, escribíales a José Astorga, mayordomo de los Anchorena en el campo "Averías": "... Nos debíamos ver en Chascomús el día 1º que entra, y no pudiendo verificarlo por hallarme enfermo se servirá decirle a don Juan Arista (mayordomo de "Achiras") que en el momento mande a su hermano Pedro, y en caso de no estar el dicho, mandará a cualquier otro que considere capaz, a las Víboras, a ver el estado de aquella estancia, que según dicen al Mayordomo Tomás Segura lo han fusilado ...".
    Entretanto Rosas al frente de las tropas federales había vencido a Lavalle en el Puente de Márquez, y al negociarse la paz entre ambos antagonistas, quedó designado el General Juan José Viamonte Gobernador provisorio de la Provincia, con el respaldo armado de las fuerzas triunfantes. Se hizo preciso entonces atender al diario sustento de esos hombres movilizados; y Rosas, como Comandante de ellos, solucionó dicho abastecimiento recurriendo a las estancias de sus partidarios ganaderos. Así, el 26-VIII-1829, Juan Arista, mayordomo del campo "Achiras" de los hermanos Anchorena recibió una orden del Juez de Paz de Ranchos, Luis Andrés Recalde, concebida en estos términos: "... Vista la presente, franqueará los rodeos de ganados que están a su cargo al Sargento Isidoro Montes, conductor de ésta, para que en clase de auxilio aparte las reses que encuentre, según las ordenes que lleva, para el consumo del Exército al mando del Sr. Gral. en Jefe Don Juan Manuel de Rosas, sirviéndose ud. mandar a una persona de su confianza para extenderle los recibos competentes, tanto de lo que se sacase, cuanto de lo que de antemano se ha suministrado de las haciendas a su cargo".
    Posteriormente, Juan José Anchorena se dirigió a la "Comisión Clasificadora y Liquidadora de las Acciones contra el Estado", expresando que su estancia "Chapalafquén" desde el 18 de abril de 1828 hasta el 16 de enero de 1829, había proporcionado para el consumo del ejército restaurador de las leyes, 52 novillos, 161 vacas, la carne de 15 novillos y 83 yeguas. Y al presentar los respectivos comprobantes a los miembros de esa Comisión, Anchorena añadía de "Chapalafquén" y de sus establecimientos "conocidos por los nombres de Averías, Achiras, Villanueva, Camarones e Inojales ... se han sacado mayores y más repetidas partidas de ganado vacuno y caballar, muchos con recibos y algunos sin ellos, que no ha podido obtener hasta ahora el exponente, acaso por el trastorno que es consiguiente de habérsele alzado el mayordomo don José Vera, y conspirado contra él sirviendo a las inmediatas órdenes de don Juan Lavalle, y a la ausencia y separación de algunos capataces".
    He aquí diversos fragmentos de una carta noticiosa sobre las actividades y problemas concernientes a la explotación de "El Tala", despachada por su mayordomo el 22-X-1829, para don Juan José Cristóbal: "Mi estimado señor. -- Voy a hacerle presente lo que ocurre para que Ud. determine, como dueño, lo que le parezca en razón al dinero que le digo me mande con Videla, que es el portador que va con carretas ... Le pedí mil pesos. Me parece no alcanza para hacer la yerra ? Hay que pagarle a la gente más de un año y la yerra, que se han tratado los peones a cuatro pesos, que es como se está pagando a todo el que se conchaba por día. En esto me dirá lo que le parece; y también le advierto, si le parece, que me haga cargo de Las Víboras, y se me dén sólo a mí las órdenes, por que cuando una obra tiene muchos maestros no se sabe quien la echa a perder ... Puede a ordenarle a Morillo (mayordomo de "Camarones") que mande al Tala dos carretas a buscar los frutos ... Acá no hay ninguno a quien mandar por ninguna paga ... yo de acá no me puedo alejar, porque de repente se forman disparadas de indios, de modo que no estando se abandona todo, por que en disparada todos se van. Este año pensaba poblar dos puestos más acá, más no se encuentra a quien poner en ellos ... es campo lindo y capaz de admitir bastante hacienda ... Hay gente, pero el papel (moneda) tiene poco valor, y a los haraganes no los persiguen ni los arreglan; es la causa de no haber peones. Cuando sienten que los persiguen, al instante se conchaban. Señor, le encargo tenga la bondad de hacerme comprar un par de pistolas que cargan balas de onza, con pistolera para correr el campo y para los continuos viajes que se ofrecen, con una canana de diez cartuchos. Esto está malo, es necesario andar en guardia, se ha viciado mucho la gente a no respetar propiedades ... Señor, acá estamos aislados. Al patrón se le pedía lo que hacía falta; ahora es imprudente decirle nada, viéndolo, como se halla, que no tiene descanso". (Clara alusión a Rosas, que administraba la estancia y estaba a punto de asumir el gobierno de la Provincia".
    Transcribo párrafos de otra larga carta del mayordomo de "El Tala" Jose Manuel Saavedra con interesantes informaciones --incluso históricas -- para Juan José de Anchorena, fechada el 27-I-1830: "Estimado Señor ... En la razón que me dice le mandara noticia de los recibos del ganado que se ha dado de auxilio, y caballos, le diré lo siguiente: El primer auxilio que se dió, lo pidió el Sr. Don Juan Manuel (Rosas), que fué en los meses de septiembre o noviembre. Fueron dos tropas de 204 o 5 (novillos) cada una, que yo mismo conducí y las entregue a dicho Señor ... Desde diciembre, hasta el 24 de junio del presente, sacó 77 caballos la gente de Lavalle, que los tomaron ellos por su órden del modo siguiente: Del puesto de Sanestevan (ahora "El Chajá"), junto a San Simón, sacaron 21 caballos y 2 reses; 11 caballos de la hacienda y 10 del capataz de dicho puesto. En mi puesto, junto a la hacienda de Vacaloncoy (hogaño la laguna de Saavedra, en "Cerrillos"), sacaron 11 caballos de mi propiedad; y del Tala sacaron 66. Del mismo modo ellos los recogieron y los tomaron; mandando recoger al capataz, y de temor no volvió. Los de la hacienda son 77, y míos y del capataz 21, y 2 vacas; que son por todo 98 caballos y 2 vacas. Estos caballos los sacó el Capitán Correa, un mendocino que vive por las Monjas (barrio de las Catalinas), tirando al Retiro, que andaba haciendo de Comandante de partida por orden el Comandante Anacleto Medina. Acá no han dado recibo, por lo contrario huyó. El portador de ésta es don Manuel Videla: él conoce al Capitán Correa, sabe donde vive. Y con 5 caballos que yo le dí a Vicente Rojas, vecino de ésta, para que se reuniera en las reuniones de los federales, y 4 sables y 2 tercerolas, es lo que se ha dado de auxilio en este tiempo. Lo que se ha entregado para el consumo del ejército del mando del General Juan Manuel Rosas, cuyo recibo vá incluso dentro de ésta, es la cantidad de 250 cabezas, todos novillos. En lo que me dice que no repare en lo alto de los jornales, en eso esté seguro que yo le he de mirar sus intereses ... Yo le pedí criados: fué porque conozco que si acá no los hay se sufre un desparramo bastante gravoso ... Sino se repunta la hacienda es lo mismo que si no se apartara ... Las haciendas vecinas se mesturan por todos costados, y cuando pasa esto se para rodeo, unas veces se hallan y otras no ... La hacienda tiene cuatro frentes que guardar, de modo que son los repuntes cada cuatro días ... Los que me acompañan son dos criados y un peón, que le pago 60 pesos por mes, y no está contento siquiera para recoger las mansas y hacer algunos mandados. De peones por mes no tengo esperanza ni me diga más de ver. Gente hoy no se conchaba por mes, ¿como se han de conchabar?, ¿solo que sean locos, viendo que por día les pagan 5 o 6 pesos?. Esta es la causa. Sólo de un modo pudiera que alguno se conchabara: si un Comisionado viera de qué viven por acá los haraganes. Los más andan con papeletas del General (Rosas?), que nadie se mete con ellos. Pero hay muchos que no la tienen ... Estos que andan trabajando por día no tienen más oficio que robar caballos, de modo que no nos podemos descuidar ... Con esta escases de peones, lo que más siento es que el capataz de Dos Islas (Asencio Jaime) se me va a salir de aburrido. Hace un año y meses que está sólo, de modo que se pasa quince días o más sin carne, con bichos del campo. Ya ha venido en cuatro ocasiones a salirse ... Si vuelve no tendré más que pagarle y que se vaya. Veo que demasiado a aguantado solo. Es el que más me ayuda de los puesteros, y está en el punto de más mestura ... Ha llegado día de írsele el caballo y venir al Tala a pie, a que le auxilie. Esto no lo hacen muchos por servir, y si no le doy peón se va, que lo siento más que si fueran dos de los otros puesteros ... Apartes no hago hasta el 15 de febrero, por que no puedo, por que los demás no dan rodeos, por que no tengo gente, y está el campo muy seco para pastorear, y no tengo más que un peón. Los por día no pastorean por que hace mucho sol. Los peones del día son de comodidad ... Pienso poner dos puestos este año en dos lugares de este campo, que es campo sólo, y que lo están logrando (aprovechando) otros con hacienda. El uno es en los Talas de Gabino (al fondo de "Las Mostazas", lindando con "La Argentina" que fuera de Barreto), que allí tiene un puesto don Joaquín Suárez, que ese ganado (de Suárez) pasta dentro de ese campo, y sólo poblando yo lo sacará, y lo he de poblar con terneras de esta yerra ... El otro punto (puesto) es por Vacaloncoy (ahora se ubicaría en el costado sur de "El Lucero") ... Es lo que puedo decirle ... De Ud. José Manuel Saavedra".
    Tres días más tarde Saavedra le comunica a don Juan José: "... El portador de ésta es Juan Cisneros que está tratado para entrar de capataz de un puesto que pienso poblar. Conduce la noticia de la yerra de este año 29 ( ) ... También le mando noticias de Las Víboras ... que deben al Tala 100 pesos que se le dieron a Liberato Pinto para que fuera capataz de dicha hacienda, y estuvo como dos meses y días allí durmiendo. El servicio que hizo fué entregar a la gente de Lavalle toda la caballada, teniendo orden de Segura (el pobre mayordomo despedazado por el cañón de Estomba) para ocultarla ... Pinto ... tenía una manada y no le llevaron ninguno, porque quedó de amigo con el Comisionado, y de acuerdo de hacerse cargo de dicha hacienda, de cuenta del Estado unitario. Lo que supe esto lo eché. Es un mulato muy pícaro; sé que está en la estancia de Videla (Don Zenón). Hágale presente al Gobernador ... Pinto ha de estar con Videla, cuando más no sea para enredar ... ".
    Y siguen las cartas de el mayordomo de "El Tala" (1º de marzo de 1830); "... Necesito dinero para la marcación de hacienda y pago de peones. He conchabado 16 peones por día ... el trabajo de hierra y apartes debe durar 40 y tantos días ... Lo que me hace mucha falta es quien persiga a los haraganes. Las partidas de santiagueños todos se han metido a nutrieros, de modo, como no hay quien les diga nada, son dueños del campo. Ellos nutrean nutrias y lo que hallan: vacas y caballos. Acá no me dan alivio, porque de repente se entran a escondidas y andan maliciando ..." (8 de marzo): "... Hay novedad de indios. Cuando Ud. sepa algo que allá se sabe primero, avíseme por las estancias, para guardar siquiera la caballada y las vidas de los que acá viven ... ".
    A propósito de indios, el 6 de Junio de ese año 30, Manuel Morillo mayordomo de "Camarones", le escribía don Juan José: "... Los indios pegan sus petardos de yeguas (extorsionan pidiendo yeguas), y me es doloroso el darles de unos animales entablados y aquerenciados ... Me faltan dos manadas de yeguas que se cree, con algún fundamento, que se las han llevado los indios ... Pudiera escribir Ud. a don José Díaz, para que él que tiene intervención con los indios, les hiciese decir algo para que tengan más miramiento ... ".
    Desde "El Tala" y por medio del mayordomo Saavedra, los hermanos Anchorena poblaron los campos "Arroyo Grande" y "Carralauqén", (al presente en jurisdicción de Coronel Vidal). Los preparativos y disposiciones para dicha empresa, se pueden seguir através de las cartas de Saavedra a don Juan José.
    Noviembre 2 de aquel año 30: "... A los dos capataces que van afuera, uno para Carralauquén con el ganado de apartes, y el otro para los Arbolitos, a la costa del Arroyo Grande, con terneraje que se marque este año, los he tratado. El uno gana 60 pesos mensuales y 50 terneros al año, y el otro gana 60 pesos mensuales y una manada de yeguas, con 30 piezas que le voy a dar a su entrada. Sólo por este interés han hecho partido ambos ... Hacía un año que andaba buscando, y los pude conseguir con mucha voluntad. A Carralauquén le debo poblar este mes ... ".
    Diciembre 12: "... Yo ya tengo la madera en Carralauquén ... Ya debía haber marchado con la hacienda ... Mañana pienso caminar ... Lo que pueble avisaré lo que ocurre ...". "Posdata: Los impresos que se tomen en casa después de que allí los repasen, mándemelos, que les gusta mucho a los gauchos y les sirve de más entusiasmo. Se alegran mucho de oír cosas del Estado.
    Enero 12 de 1831: "... Aviso a Ud. que el 20 de diciembre he poblado Carralauquén con 3.112 cabezas de ganado vacuno bajo marca. Debo llevar 900 cabezas más, hasta completar 4.000 bajo marca, y las debo herrar dentro de un mes ... La población se ha hecho en la costa de la laguna Carralauquén, hacia el naciente, con dos ranchos, uno armado de 12 varas y uno quinchado de 6 varas, y un corral como para encerrar 300 o 400 cabezas de hacienda, y un buen palenque para atar potros ... Se han mesturado las haciendas (de "El Tala") en dos lluvias oscuras de noche como 1.000 cabezas las arreó el agua ... El negro Antonio que me mandó llegó muy enfermo, con un gómito (sic) de sangre. Hace más de un mes que lo mandé a Dolores, encargado al Comandante don Francisco Sosa, para que lo mandara a Buenos Aires; mas no sé si ha muerto. Estaba muy enfermo, no ha servido para nada, de diario estaba con el gómito de sangre que no lo dejaba, y en mucha cantidad. Estoy haciendo acarrear la madera para la laguna de los Arbolitos ( ), en el Arroyo Grande, para poblarla con las terneras que se marquen este año, que debo dar principio en marzo".
    El 18 de enero de ese año 31, mi tatarabuelo Anchorena recibe de su mayordomo Saavedra una suerte de crónica policial: "... El conductor de esta es Asensio Jaime, capataz de Las Dos Islas, va en seguimiento de una tropa de caballos que le han robado de dicha Dos Islas. Le doy ésta (información) para que Ud. le haga presente al Sr. don Juan Manuel de Larosa (sic). Dicen que en San José (estancia a media legua de Loncoy) los han quitado y han preso a los que le han robado". Este episodio -- creía Saavedra -- se debía avisar a Rosas, para que nombrara un Comisionado a fin de que "se le entreguen los caballos y haga que castiguen a los ladrones, por el escándalo que han hecho y están haciendo por acá. Estos (ladrones) han hecho un corral adentro de Las Dos Islas, y se llevaron todos los caballos que había en una manada, y se sacaron un cencerro de otra para llevar los caballos. Esto interesa para bien de la casa y de la campaña, porque si no ven ejemplar no podremos tener nada". También sugería Saavedra que le informara al "patrón" (Rosas), que iban a enrolarse en la milicia dos fascinerosos, "para con este resguardo pasearse por donde les parece". "Uno de los que decía, no lo conocen por su nombre (sinó) por Cocorita. Es muy ladino, todo este vecindario le teme. Cuando no roba les dá a otros que roben. Hace dos años que mató a un peón de ésta ("El Tala"). En tiempos pasados le robó a un pobre, que paraba en casa de don Leonardo Piedrabuena, unos caballos, y se los fué a cobrar (el pobre) y lo hizo pedazos a puñaladas, que de eso murió. Del ejército llebó unos caballos, y los cobró su dueño, y a su vista los degolló. Creo que tiene un papel de resguardo. A alguno habrá engañado que no lo conoce. No merece andar vivo el resertor (sic). Y el otro, Mariano ñato, es resertor; pára en el Durazno, (estancia de Ezeyza), donde estará ... ".
    Un mes después, el 12 de febrero, Saavedra le expresaba a don Juan José: "... Me dirá si los capataces de ésta ("El Tala") son comprendidos en el enrolamiento ... Es de necesidad que vea de mandar dos o tres criados para esta. Con peones no podemos contar; por día hay cuantos quiera, pero por mes no quieren trabajar, y ahora van menos con el motivo de enrolarlos. Los que andaban matreros se alistan, y están seguros. No ha quedado vago ni ladrón que no se ha alistado en compañía entre los vecinos".
    Pasada una semana (20 de febrero) Saavedra vuelve a escribir: "... Dentro de ocho días me voy con la hacienda que tengo en pastoreo para Carralauquén, después daré cuenta de la hacienda que en dicha población quede bajo marca, y paso a la laguna Los Arbolitos, en el Arroyo Grande, a hacer el rancho y el corral, y así que vuelva dar principio a la marcación de ésta ("El Tala") y empezar a llevar todas las terneras que se marquen este año, con los toros que se necesitan para padres. La seca va con fuerza, todavía estamos bien, las lagunas se adelgazan, pero hay suficiente agua hasta hoy. Los campos bastante secos, pero hay pasto ..." Y el 9 de mayo entre otros informes, el encargado de "El Tala" transmitíale a Anchorena: "Estoy en la marcación de la hacienda, me faltan como cinco días de yerra, y de aquí a cinco días camino con lo que se ha herrado a colocarlo al Arroyo Grande, que ya está la población hecha ... ".
    Por su parte el mayordomo de "Camarones", Manuel Morillo, le informaba el 4 de agosto a don Juan José que había efectuado apartes en los campos vecinos, y que las haciendas de la estancia "no hace más que andar a los vientos ... Necesito un puesto en el Albardón de los Huesos, porque el ganado sale por el claro que hay en el puesto del Carancho y Chapalafquén. Se va afuera, recibiendo daños por los camperos y los indios, que continuamente caminan. En Chapalafquén se está mudando la población, adonde debía de estar, como a tres cuartos de legua al sudeste, que el Sr. don Juan Manuel (Rosas), cuando estuvo el año pasado, me dijo que podía mudarlo ... Chapalafquén es un punto tan importante, no sólo por las haciendas, sino porque es el descanso de todas las partidas de indios que bajan a comerciar ...".
    Y veinticinco días más adelante, Morillo continuaba proporcionando informes a mi tatarabuelo, acerca de la tremenda seca en aquellos campos de Pila: "... Dentro de cuatro días, si no llueve, sacamos el ganado de Chapalafquén, a la Laguna de la Quinita. No hay remedio, no hay más cerca agua que la que dá enfrente de la Laguna Corvalán. En los Toldos se acabó la poca agua que estaba manteniendo a aquel ganado después de la lluvia, y para que beba este ganado es preciso recomponer las bebidas, hacerle una estacada a todo el cajón, bastante retirado, y para ello se está cortando alguna madera del monte de Camarones. Este ganado no se puede traer al Sermón, está muy parido y queda mucha guachada, y ésta laguna ya no puede recibir ganado ... Acaba de llegar un peón que fué llevando yeguas a Villanueva, y me dice que el rodeo chico no tienen donde beber, que es preciso llevarlo a San José, (laguna cercana a Villanueva)... Señor: Juan Décima ("ayudante" en aquellas estancias de Pila) me dice diga a Ud. que necesita un sombrero de la fábrica de Barangot, de la clase de los que valían 40, que están a 25 pesos ... el importe tendrá la bondad de avisarle al Sr. Don Juan Terrero, para que le abone por cuenta particular de éste ...".

    Ultimas actuaciones públicas de Juan José Cristóbal de Anchorena

    A continuación de las anteriores noticias campesinas -- largas y un tanto marginales, desde el punto de vista estrictamente biográfico -- vengamos a la ciudad, donde nuestro antepasado ocupaba una banca en la Cámara de Representantes, cuya corporación le nombró, el 25-I-1830, para que en compañía de Francisco Piñeyro y Manuel Luzuriaga, redactara el Reglamento de Policía de Campaña. Cuatro meses después el 6 de mayo, se trata en sala el mensaje remitido -- tres días atrás --por el Poder Ejecutivo, rindiendo cuenta de la marcha general administrativa, y señalando la necesidad de ratificar las facultades extraordinarias, otorgadas al Gobernador, aún antes de ser elegido Rosas. El diputado Juan José Anchorena entonces, presenta una minuta tendiente a que se llamara a los ministros a fin de que dieran las explicaciones respecto del empleo de dichas facultades excepcionales. Suscítase, trás ello, un vivo debate, y los representantes se preguntan si deben acudir a informar los ministros (Rosas hallábase en San Nicolás, conferenciando con los Gobernadores de Santa Fé y Corrientes, López y Ferré) y si la sesión debía ser pública o secreta. Ocho días más tarde concurren los ministros (Tomás Manuel de Anchorena, de Gobierno y Relaciones Exteriores, Juan Ramón Balcarce, de Guerra y Marina, y Manuel José García, de Hacienda) a informar, en sesión secreta acerca de las respectivas tareas gubernamentales y del "uso odioso de las facultades extraordinarias", con que el Poder Ejecutivo fuera investido por ley. El 7 de junio resuelve la Legislatura hacer público lo tratado a puertas cerradas y conferir al gobierno el ejercicio de aquel mandato extraordinario,"estimando justas sus razones"; mandato que acepta el Poder Ejecutivo el 11 de agosto, ya que por ahora es "sobre manera necesaria al país una autoridad vigorosa que, con mano fuerte, sepa sostener el orden social que tanto tiempo ha vacilado". (En la monografía que dedico a mi tatarabuelo Manuel Hermenegildo de Aguirre, estudio con amplitud los debates relativos a las facultades extraordinarias otorgadas a Rosas, durante los años 30, 31 y 32).
    Por último, en 1831 Juan José Cristóbal Anchorena volvió a ser elegido diputado a la Legislatura, junto con Miguel de Azcuénaga, Manuel Hermenegildo Aguirre, Juan José Viamonte, Felipe Arana, Félix de Alzaga, Santiago Figueredo, Vicente Maza, Manuel Insiarte, Carlos Casal, Celestino Vidal, Felipe E. Palacios, Paulino Gari, Mariano Lozano, José Fuentes, Luciano Montes de Oca, Fabián Cascallares, Tomás Isasi, Manuel Rivero, Vicente Martínez y José María González Pérez.

    Testamento y muerte de mi tatarabuelo Anchorena

    El 14-XII-1831, "Don Juan José Cristóbal de Anchorena, natural y vecino de esta ciudad (Buenos Aires) e hijo legítimo de los finados Don Juan Estevan de Anchorena y de Doña Romana Josefa López de Anaya, hallándome enfermo pero por la infinita misericordia de Dios en mis cinco sentidos y potencias cumplidas, temeroso de la muerte natural y precisa a toda criatura humana", otorgó su testamento ante el Escribano Marcos Leonardo Agrelo. Después de las solemnes invocaciones religiosas de rigor, el causante dispuso que su cadáver fuera sepultado "en el Cementerio del Norte de esta Ciudad" (La Recoleta) y que sus funerales "se hagan en la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, dejando a disposición de mis Albaceas la mortaja, modo y forma de dicho funeral". Declaró el testador más adelante, que en julio del año 1813 había contraído matrimonio con "la Señora Bonifacia Lezica" que murió en 1818 sin dejar sucesión, "nombrándome su único Albacea, bajo cuyo carácter cumplí todas sus disposiciones, y trancé con la Señora, su madre, Doña Petrona Vera, por escritura pública, todo lo relativo a las ganancias y pérdidas que hubieron durante nuestro matrimonio". Luego declaró don Juan José que en 1820 se casó, en segundas nupcias, "con mi actual esposa la Señora Doña Andrea Ibáñez, de cuyo matrimonio tenemos cuatro hijos llamados Don Juan José, Don Pedro, Doña Mercedes y Doña Rosa de Anchorena e Ibáñez, los que reconozco por tales mis hijos". Declaró también "que cuando contrajo este segundo matrimonio, no pudiendo entonces determinar mi capital, así por el estado político en que se hallaba el país como por la disposición en que estaban mis intereses en varios puntos de Europa y América, celebré un convenio, que se encontrará entre mis papeles, con mi Señora Suegra, para fijarlo a cierto tiempo, pero no habiendo podido tener efecto por iguales causas que las expresadas, calculé después que mi capital, cuando contraje este segundo matrimonio, era de doscientos diez mil pesos moneda de plata, única que corría en aquel entonces en esta Ciudad". Se enumeran posteriormente los bienes urbanos de mi antepasado y las estancias propias suyas y en sociedad, por mitades, con su hermano Nicolás; sus respectivas enfiteusis, ganados, poblaciones, esclavos, útiles de servicios y demás que en ellas se encontrasen (bienes todos que especifiqué en páginas anteriores de esta monografía); así como, a la vez, se puntualizaron los diferentes negocios particulares realizados desde 1810 con sus hermanos y otras personas. Más adelante, el compareciente recomendaba "a mi hermano Señor Don Nicolás, que continúe con mis herederos por espacio de diez años, si fuese posible, la sociedad que tiene conmigo, en todas las Estancias", concediéndole las más amplias facultades para la administración y la venta, enagenación y permuta de cualesquiera terrenos, ganados y esclavos, sin que, para estas cosas, necesite de la intervención Judicial ni del Defensor General de Menores, pues quiero que con respecto a dichas Estancias, se conduzca con la misma libertad y confianza con que cada uno de los dos nos hemos conducido hasta ahora, disponiendo con respecto a ellas, tan libremente como su fuesen exclusivamente suyas". Se refiere luego el testador a sus créditos -- documentados o nó -- y a las deudas que figuran en sus papeles. Dá libertad a Joaquín y Evaristo, dos negros esclavos suyos; y manda a sus Albaceas "que del quinto de mis bienes dispongan de una suma a aplicarse al objeto que les tengo comunicado". Estos Albaceas que nombra son sus dos hermanos Tomás Manuel y Nicolás, quienes, mancomunadamente, intervendrán en la testamentaría y harán cumplir la voluntad del difunto. Y en caso que para ello dichos Albaceas tuvieran cualquier duda o discordancia en sus opiniones, deberán llamar, en primer término, a don Juan Nepomuceno Terrero, y, en defecto de éste, a Don Faustino Lezica, los cuales habrán de suceder como Albaceas, si los primeros falleciesen. Declara, a renglón seguido, don Juan José, por únicos y universales herederos a su esposa e hijos referidos, "y en atención de que estos últimos se hallan en la menor edad", nombra tutores y curadores de ellos "a mis Señores hermanos", o, en su defecto, a Terrero y a Lezica. "Es mi voluntad -- agrega el otorgante -- que mis dos niñas se conserven y eduquen al lado de su Señora Madre, o de su Señora Abuela" (Rosa Marín de la Quintana Ibáñez), y les recomienda a los Albaceas que "procuren adjudicar o situar en fincas urbanas la parte que corresponda a mi Esposa, y favorecerla con su administración, atendiendo a la debilidad de su salud y ninguna versación en el manejo de intereses". Asimismo añadió el causante que todo lo que heredaran de él sus hijas en moneda corriente o metálica, se invirtiese en fincas urbanas, que "no podrán sus dichas hijas enajenarlas durante los días de su vida, aún cuando se casen; y si lo hacen por si solas estando solteras, o sus respectivos maridos hallándose casadas, en todo o en parte, contraviniendo esta disposición, perderán la tercera parte del valor de lo a enajenado, a beneficio de los dos coherederos varones y también de la otra coheredera, si no hubiese enajenado ella, ni su marido, finca alguna de las expresadas". Finalmente declaró el testador que su actual esposa Andrea Ibáñez, "introdujo al matrimonio, por legítima paterna, dos solares; un sitio en el bañado de Palermo y otro junto al Hueco de Cavesitas, habiendo otorgado, el señor otorgante, a su señora suegra -- Rosa Marín --, en moneda corriente, la diferencia de exceso de su valor al de la legítima paterna de su Esposa". Así, don Juan José Cristóbal de Anchorena otorgó y firmó esa escritura de postrera voluntad, junto con los testigos Manuel de Escuti, José Juan de Larramendi y Francisco de Alzogaray, por ante Marcos Leonardo Agrelo, Escribano público y de número.
    Transcurridos seis días de esta última disposición, el 20-XII-1831, mi tatarabuelo Anchorena moría tranquilamente en su cama, en el domicilio de la calle Perú 68. Había vivido, exactamente, 51 años, 5 meses y 11 días. Para despedir sus restos, en la Recoleta, el amigo de las musas doctor Vicente López y Planes -- autor del Himno Nacional, entonces Vocal de la Cámara de Justicia -- compuso un elogioso discurso que, "por accidente", no pudo leer en el cementerio, pero su texto fué publicado en dos periódicos: El Clasificador y La Gaceta Mercantil, el 5 y 7 de enero de 1832, respectivamente.
    Andrea Mercedes Cármen Ibáñez Marín sobrevivió más de tres décadas a su marido, llegándole el término fatal el 11-VII-1862, a los 59 años de edad. Las referencias acerca de algunas circunstancias de su vida, así como los antecedentes biográficos y genealógicos de los padres, abuelos y bisabuelos suyos, los trato en los respectivos linajes de Ibáñez, Marín, Rospigliosi, De la Quintana y Riglos, a cuyas monografías me remito.


    Bautismo:
    Lº Año 1780 Fº 50vta. Bautizado por "gran necesidad" por la partera Petrona Miranda. Luego por el padre Josè Antonio Acosta. Sus padrinos fueron, don Cristóbal de Aguirre y doña Juana Josefa Ruiz y Gámiz.

    Juan se casó con Andrea Mercedes Carmen Ibáñez Marín el 4 Nov 1820 en Buenos Aires, Argentina. Andrea (hija de Pedro Nolasco Tiburcio Ibáñez Rospigliosi, (*) y Rosa Antonia Josefa Marín de la Quintana) nació el 29 Nov 1803 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 30 Nov 1803 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 11 Jul 1862 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultada en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina. [Hoja del Grupo] [Family Chart]


  4. 7.  Andrea Mercedes Carmen Ibáñez MarínAndrea Mercedes Carmen Ibáñez Marín nació el 29 Nov 1803 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 30 Nov 1803 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hija de Pedro Nolasco Tiburcio Ibáñez Rospigliosi, (*) y Rosa Antonia Josefa Marín de la Quintana); falleció el 11 Jul 1862 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultada en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    ANDREA MERCEDES CARMEN IBAÑEZ MARIN, fue bautizada en la Catedral porteña el 30-XI-1803 (de un día), por el presbítero Juan Marcelo Ximénez, bajo el padrinazgo de sus abuelos Pascual Ibáñez y Francisca Rospigliosi. Cumplidos sus 17 años se casó, privadamente, el 4-XI-1820, con Juan José Cristóbal de Anchorena y López de Anaya (ver el apellido Anchorena), hombre maduro de 40 años y viudo de Bonifacia de Lezica. El cura Manuel Villegas bendijo la boda, de la que fueron testigos Sebastián de Lezica y Vera (hermano de la primera mujer del contrayente) y Rosa Marín (madre de la novia).
    La vida marital de mi tatarabuela Ibáñez duraría algo mas de una década; el 20-XII-1831, en plena juventud, quedó viuda y dueña de considerable fortuna. Con todo, Andrea puso freno a la posibilidad de hallar nuevo marido. El cuidado de sus hijos absorvió su destino, y - según tradición doméstica - el transcurrir del tiempo cargó de rarezas y manifestaciones originales su carácter, aislándola de sus semejantes. Había adquirido una vieja quinta sobre la barranca, cerca de "El Retiro"; y en esa propiedad suburbana retrajo su existencia, ligada entrañablemente a su nieto Manuel Aguirre Anchorena (mi abuelo), a quien mimaba sobre manera. Su hogar entre las plantas con vista al río, ubicábase en la esquina que hoy forman las calles Esmeralda y Juncal; ahí donde hoy se levantan varios bloques de departamentos del Sr. Estrugamou.
    Se cuenta que la noche del 2-I-1853, durante el sitio de Buenos Aires por la fuerzas de Hilario Lagos, el jefe de los porteños Coronel Bartolomé Mitre y dos de sus ayudantes, el Mayor del Campo y el Teniente Hernández, regresaban vestidos de civil del bajo de "El Retiro", después de un audaz reconocimiento a las líneas enemigas. En eso, algún sitiador descubrió a los incursionistas, quienes fueron perseguidos rápidamente con encarnizamiento. Llegados los fugitivos al tapial de la añosa quinta de la calle Esmeralda, Mitre logró saltarlo con el Mayor del Campo; no así el Teniente Hernández, al que, por no haber corrido tan ligero, lo mataron a lanzazos sus perseguidores. De tal suerte, gracias a la protección del muro de aquella finca, pudo don Bartolo salvar la vida y cumplir su esclarecido destino.
    Treinta años más tarde, allá por 1880, el joven Manuel Aguirre a poco de haberse casado con Enriqueta Lynch, se instaló en la referida quinta que perteneciera a su abuela materna. En dicha característica vivienda, un 10-VI-1882, vino al mundo mi madre; Maruja Aguirre.
    En los lejanos días de mi juventud, solía yo contemplar, desde afuera, a esa casona amarilla de altos con azotea y corredores de tejas, cuyo edificio, junto a una airosa palmera, soportaba los ultrajes del tiempo entre los yuyos invasores de un marchito y melancólico jardín: agreste trozo de barranca, sustraído del progreso circundante por los mohosos ladrillos de su vetusto paredón.
    Andrea Ibáñez de Anchorena murió el 11-VII-1862 a los 59 años de edad, en su casa de la calle del parque nº 16 (ahora Lavalle). Tramitó su expediente sucesorio ante el Juzgado Civil del doctor Martín Bustos, Secretaría de Manuel Lacasa, el abogado Dr. Ignacio Gómez, marido de una de las nietas de la causante: Susana Aguirre Anchorena. Entre los bienes inmuebles de doña Andrea, que se repartieron a sus herederos figuran: una finca en la calle Rivadavia, esquina a la de Maipú. Otra casa en la calle Belgrano, esquina a la de Perú. Otra en la barranca de la calle Esmeralda, que llevaba el nº 705, a la que me referí más atrás. Un terreno inmediato a la Recoleta. Otro terreno en la calle Perú, esquina a la de Alsina. Otro baldío en la calle Juncal, esquina a la de Suipacha. Un campo de 14 leguas cuadradas, denominado "Arroyo Grande"o "Carralauquén" (hoy en el Partido de Mar Chiquita - Coronel Vidal), el cual se dividió entre sus hijos por terceras partes; como asimismo otra fracción rural en Matanzas, de 3.000 varas de frente por 3.200 de fondo.

    Bautismo:
    Lº Fº 131. Bautizada por el padre Juan Manuel Ximénez. Padrinos: don Pascual Ibáñez y doña Francisca Julio Rospigliosi.

    Hijos:
    1. Juan José Sebastián Martiniano del Corazón de Jesús de Anchorena Ibáñez nació el 16 Oct 1821 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 26 Oct 1821 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 29 Sep 1832 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado el 29 Sep 1832 en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    2. Pedro Tomás Estanislao de Anchorena Ibáñez nació el 17 Dic 1822 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 11 Ene 1823 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 28 Jul 1908 en Buenos Aires, Argentina.
    3. 3. María de las Mercedes Anchorena Ibáñez nació el 23 Ene 1826 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 3 Feb 1826 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 16 Oct 1866 en Buenos Aires, Argentina.
    4. Rosa de Anchorena Ibánez nació el 23 Ene 1827 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 23 Ene 1827 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 5 May 1893 en Buenos Aires, Argentina.


Generación: 4

  1. 8.  Agustín Casimiro de Aguirre Micheo, (*) fue bautizado el 8 Sep 1744 en Donamaría, Navarra, España (hijo de Francisco Casimiro de Aguirre Bengoechea y María Micaela de Micheo Uztáriz); falleció el 14 Mar 1790 en Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    AGUSTIN CASIMIRO DE AGUIRRE MICHEO BENGOECHEA Y UZTARIA dió sus vagidos en Donamaría, y en su Iglesia parroquial de la Asunción de Nuestra Señora fue llevado a la pila, como consta en la siguiente partida: "En ocho de Septiembre del año de mil setecientos cuarenta y cuatro, bautizó con licencia de mí el infrascripto Rector, Dn. Tomás de Micheo (tío abuelo del neófito) Rector de Gaztelú, a Agustín Casimiro de Aguirre, hijo legítimo de Francisco de Aguirre y María Micaela de Micheo. Abuelos paternos Francisco de Aguirre y María Josefa de Bengochea. Maternos Fernando de Micheo y María Catalina de Uztáriz, siendo padrinos Dn. Juan Agustín de Uztáriz (tío abuelo del párvulo) y María Catalina de Uztáriz (la abuela materna); les advertí el parentesco espiritual. Y firmé: Dn. Juan Martín de Ibero - Hay una rúbrica".
    El primer documento que registra la actividad de Agustín Casimiro de Aguirre en el Rio de la Plata, se remonta al año 1768. Es un comprobante donde figura mi antepasado como "sobre cargo" del navío "Oriflame", y en tal carácter, desde Montevideo, pedía permiso para desembarcar en Buenos Aires 14 de los 30 pasajeros que venían de España en dicho velero. Acaso fuera el "Oriflame", de la Compañía Uztáriz, el barco que trajo a mi 4º abuelo - de Cádiz, seguramente - a estas playas argentinas, en función de "sobrecargo": vale decir, mandatario o factor de los Uztáriz - sus parientes -, al cuidado de los intereses comerciales de esos navieros, y, a nombre de ellos, con capacidad jurídica para concertar toda clase de diligencias y contratos, siempre que los mismos recayeran sobre negocios relativos al tráfico de la empresa.
    Ese tráfico marítimo practicábase en navíos que cruzaban el Atlántico hasta Montevideo, y en este puerto de aguas profundas se transbordaba la carga en barcos de menor calado para llegar a Buenos Aires con las mercaderías y los pasajeros.
    Aquí, el 17-IV-1769, Agustín Casimiro de Aguirre y Juan Pedro de Aguirre Uztáriz, como apoderados de la empresa Uztáriz, ante el Notario José Zenzano dijeron en escritura pública: Que Jerónimo Matorras (futuro Gobernador del Tucumán, casado con Manuela Francisca de Larrazabal Avellaneda - ver el apellido Avellaneda), había otorgado en Cádiz, el 30-X-1767, ante el Escribano Antonio de Inarejos Moreno, un documento por el cual se obligaba a pagar al Caballero de Santiago Juan Felipe de Uztáriz y a su Compañía, titulada "Uztáriz Hermanos y Cia.", la cantidad de 4.487 pesos y 4 reales; y como ambos comparecientes acababan de recibir en Buenos Aires íntegra aquella suma, cancelaban, en nombre de Uztáriz, dicha obligación, confiriendo la condigna carta de pago.

    Litigios y constancias notariales

    En mis pesquisas por los archivos de los Tribunales y General de la Nación encontré muchas escrituras y documentos relativos al quehacer comercial de mi antepasado Aguirre, algunas de cuyas referencias compendio a renglón seguido.
    El 20-X-1769, ante el Escribano porteño Eufrasio José Boyso, Tomás de Indá "natural de esta ciudad y tratante a la de Salta", se obligó a pagar en efectivo y sin pleito alguno a "Juan Pedro de Aguirre y a Agustín Casimiro de Aguirre y Compañía, registrantes en ésta, la suma de 4.646 pesos, 3 reales y 3 cuartillos plata corriente, que por hacerme amistad y buena obra me han suplido y prestado en dinero contado". Tal suma debía de abonarse "en la misma especie de plata acuñada o en doblones", parte a los 18 meses de la escritura, y el resto se pagaría en Salta, en el mes de enero de 1770, por mano de Miguel Vicente Solá (sobrino carnal de Indá) a la persona que los acreedores dispusieran.
    El deudor no cumplió con esa obligación, y tres años más tarde, el 23-X11-1772, don Agustín Casimiro se hizo presente ante el Alcalde de 1º voto Felipe Santiago del Poso solicitando la detención del empleado de Indá, Pedro Montesa, y el embargo de los bienes que tuviera en su poder, por ser éste cómplice y habilitado de aquel que había huido de Buenos Aires "sin haber entregado los caudales que trajo de diferentes sujetos".
    El Alcalde del Poso trasládase entonces a la casa de Montesa, embarga los efectos que allí encuentra, dejando como depositario de ellos a Ignacio Bermúdez, y lleva presos a Montesa y a Manuel Caballero - ambos dependientes de Indá - quienes son entregados en la Real Fortaleza al oficial de guardia.Seguidamente, Aguirre pide se interrogue a los detenidos. Montesa declara ser empleado de Indá, con el cual efectuó dos viajes a Jujuy (donde Indá vivía con su esposa María del Carmen Cobos de la Corte y Rozas); confiesa que su patrón fugó para eludir a sus acreedores, y que tal escabullida se produjo desde una casa "junto a Santa Lucia", en Barracas. (¿La histórica quinta "La Noria" de Martín de Alzaga, futuro sobrino político de Indá, por casamiento en 1780 con Maria Magdalena de la Carrera Indá?). A su vez el sirviente Caballero expuso que a su amo le prestó el recado de montar, y que éste, con un peón, salió una mañana a caballo hacia la Recoleta, y de ahí para la Capilla del Rosario, ignorando el declarante su posterior paradero.
    Sigue su curso el proceso ante el Alcalde Luis de Gardeazabal. Con el acuerdo de Aguirre recobra Montero la libertad bajo fianza; y tanto él como Bermúdez - depositario de los bienes que dijimos - ponen a disposición de Adrián de Aramburu Zabala, apoderado de los demandantes, 2.513 pesos y 5 reales, a fin de que se distribuyera esa suma entre Aguirre y los demás trampeados acreedores de Indá, quien se había hecho perdis.
    Agrego que el 15-1-1773, ante García Echaburu, Agustín Casimiro de Aguirre y Domingo Belgrano Peri (padre del futuro General creador de nuestra bandera) otorgaron poder a José Zamalloa, vecino de Jujuy, para que cobrara, recibiera o demandara a Tomás de Indá, por las cantidades que debía a los poderdantes.
    Vinculado a Francisco Llano San Ginés, "próximo a hacer un viaje a los reinos de España", don Agustín Casimiro recibió de aquel, mancomunadamente con Sancho de Larrea y Ramón de Anchorís, un poder general de administración, otorgado el 18V111-1770, ante el Escribano porteño Martín de Rocha. Era Francisco Llano San Ginés (Conde de Torre Alegre desde 1779) socio del Marqués de Echandía, cuya firma, en el comercio de Cádiz, titulábase "Juan Agustín de Uztáriz, San Ginés y Compañía".

    Tratos y contratos de la Casa Uztáriz

    El 19-X-1770, desde San Lorenzo del Escorial, el Teniente General Julián de Arriaga, Ministro de Marina e Indias, le comunicaba al Gobernador de Buenos Aires Juan José de Vertiz y Salcedo, que los navíos "El Prusiano" y "La Concepción", de la compañía de Uztáriz, navegaban hacia el Río de la Plata transportando las siguientes fuerzas militares: A bordo del "Prusiano", la mitad del batallón de voluntarios de infantería de Cataluña, al mando de un teniente, con dos sargentos y 40 soldados de artillería, y una carga de 50 quintales de pólvora; en tanto "La Concepción" cargaba el resto del batallón - 3 oficiales, 68 soldados y clases - y 150 quintales de pólvora "para lanchas corsarias". Corría por cuenta de la Casa Uztáriz "la subministración de mesa y víveres" para dicho belicoso conjunto, que llegaba a reforzar la vigilancia de la provincia rioplatense en los parajes que Vertiz considerase más amenazados, pues recelábase un rompimiento con la corte de Londres. El Ministro Arriaga ponía también en autos al Gobernador, que la Casa Uztáriz, por gracia del Rey, gozaba de la franquicia de hacer regresar sus naves a España cargadas de cueros libres de derechos.
    A raiz de ese permiso exportador de corambre a la madre patria, el 15-III-1771, los representantes de la Compañía Uztáriz en Montevideo y Buenos Aires, Juan Pedro y Agustín Casimiro de Aguirre, elevaron una nota al Gobernador Vertiz donde expresaban: Que tienen entendido hay orden general para no dejar salir de estos puertos barco ninguno, a excepción de los Avisos, y como esa orden comprendía a "El Prusiano" y a "La Concepción" que están a nuestro cargo y son pertenecientes a dicha Casa y Compañía", y navegaron al servicio del Rey conduciendo tropas -, ambos consignatarios navales solicitaban el cumplimiento de la promesa real de dejar zarpar dichos navíos con cueros libres de derechos hacia la metrópoli. Acerca de la situación guerrera con la Inglaterra, los factores Aguirre anunciaban que la Casa Uztáriz se comprometía a correr con los riesgos en caso de que esos veleros fueran capturados por los ingleses.
    Puesto el asunto a dictamen del Auditor de Guerra Juan Manuel de Labardén, éste con los "Profesores" (asesores) José Pablo Conti y José Luis Cabral, llamados a consulta, dictaminaron que como dichos navíos corrían por su exclusiva cuenta con los riesgos de guerra, "y cargan frutos de la tierra sin llevar caudales en dinero, y no ofrecen al enemigo fomento para continuar la guerra por su corto valor, son de parecer que V.S. Ies conceda el permiso que solicitan"; permiso que Vertiz concedió el 2 de mayo siguiente. En consecuencia, "El Prusiano" zarpó para España, sin registro, con 503 "quintales" de cueros y 20 libras de hierro, por vía de lastre.
    A propósito de los empresarios navieros que representaba mi antepasado - y primo de ellos - diré que el Rey concedió, el 22-II-1781, a Juan Agustín de Uztáriz y Micheo, Marqués de Echandía, la gracia de extraer un millón de pesos fuertes en plata y oro y 80.000 cueros de las provincias del Virreinato y conducirlos a España por vía de Portugal. Posteriormente murió el Marqués de Echandía, pero la voluntad del Monarca fué que su empresa marinera disfrutara del mencionado premio, como indemnización por los daños y pérdidas sufridas en la guerra contra Gran Bretaña. Así, el expresado privilegio recayó en Juan Bautista de Uztáriz y Gaztelú, Conde de Reparaz - primo del Marqués de Echandía y de mi 4º abuelo Aguirre. La Casa Uztáriz había soportado pérdidas considerables por el apresamiento del navío "El Buen Consejo"; por la detención de sus buques y caudales en las dos Américas; y, ultimamente, por el naufragio en el Río de la Plata de su fragata "La Victoria", cargada con 64.000 cueros. Esta sucesión de desastres hubieran ocasionado la ruina de los nombrados traficantes, si Su Majestad, protector de sus leales vasallos, no les franqueara auxilios capaces de restablecer de algún modo su giro. Por tanto autorizó al Marqués de Echandía a sacar ese millón de pesos fuertes en plata y oro y pasarlo al Brasil, para ser conducido luego a España. En virtud de ello, en adelante, el Conde de Reparaz despachaba desde Montevideo a la metrópoli, por vía de Portugal, partidas de cacao o quina de Lima; y grandes cantidades de cueros que, a nombre de testaferros lusitanos, en naves con la bandera rojiverde de estos, había fletado previamente en Lisboa.

    Jugosas informaciones de un corresponsal privado

    Datada del 14 al 17 de septiembre de 1773, Miguel de Learte envió desde Buenos Aires a sus hermanos Gerónimo y Martín - el primero radicado en Sanguesa, Navarra, y el otro jesuita expulso, residente en Bolonia, que entonces pertenecía a los Estados papales - una carta pintoresca muy interesante, con juicios personalísimos acerca del momento social y religioso de las provincias rioplatenses, en cuya misiva, de paso se nombra a Agustín Casimiro de Aguirre. Era Miguel de Laerte sagaz prosélito de Mercurio, y actuaba en nuestro medio desde 1750. Nativo de Sanguesa, embarcóse para América ya cincuentón cumplido. Acá trajinó por el país, de Buenos Aires hasta Potosí, avecindándose por fin en Córdoba, en cuya ciudad fué Ayudante del Procurador del Colegio Máximo y Universidad de los Jesuitas; y mediante tal ayudantía se hizo rico ayudándose a sí mismo. En 1767 contaba con apreciable fortuna, y en los doctos círculos cordobeses se le tenía por individuo hábil en asuntos económicos. Expulsada la Compañía de Jesús de los dominios españoles, tanto Fernando Fabro, Lugarteniente de Bucarelli en Córdoba, como el Gobernador del Tucumán Juan Manuel Fernández Campero, ávidos de posesionarse de los bienes jesuíticos, persiguieron sañudamente a Learte, creídos que ocultaba fuertes sumas de dinero. (Ver Las Aventuras de Learte, publicadas por el P. Grenón S.J., en sus Documentos Históricos, Córdoba 1927). La interesante carta aludida, cuyos párrafos más jugosos transcribo a renglón seguido, la publicó la revista Archivum, Bs. As., 1945-59; encontrándose el documento original en el Archivo de Loyola. en Azpeitía, Guipuzcoa.
    Escribe Learte: "Van triunfando Bucareli, Berlanga, Campero, Fabro y sus allegados. En la expulsión de los jesuitas y ocupación de sus temporalidades entraron a saco como en campo enemigo; hubo libertad de despojos, porque todos iban a quien más robaba, y por consiguiente a quién más perseguía. Cada colegio y sus estancias era para ellos como una ciudad ganada por asalto. Dos fines han conseguido con estos hurtos y persecución: con el uno enriquecerse, y con el otro no tener quién deponga … sólo Fabro tiene recusados 76 sujetos de Córdoba sacados de la nómina, dejando únicamente a los Allendes, Arrascaetas, Uriartes y Jigenas, sus parciales ... Son de ver cómo han dejado los Colegios y sus templos en establos. Al de Córdoba el Obispo dejó lo que no pudo llevar por no poderlo sacar, pues hasta el cancel pasó a su Catedral. El púlpito, retablo y leones del pretil de Santa Catalina y el Lignum Crucis los destrozaron; y no ha sido malo que la Sábana Santa no la hayan partido. La sacristía en cuerpo y alma (la saquearon), porque primero le sacaron el corazón, tripas, ojos, etc.; colgaduras, cornucopias, acheros, alfombras, frontales, láminas, imágenes ... El Colegio, cuartel de soldados; los aposentos, vinos, cocina, otros de despensa, y los más de muladar; la huerta y patio, sin parras, convertido en bosque de maleza. El Noviciado sirve de tribunal y cárcel; por la antecapilla - cuyo retablo está en San Francisco - han abierto puerta a la calle, y ahora se pretende sirva de Administración de tabacos, dedicando la Iglesia por almacén ... Calamuchita compró Ortiz - alias cordonero - en 36 mil pesos ... Santa Catalina D. Francisco Díaz en 50 y tantos mil; Alta Gracia D. José Rodríguez en 40 mil pesos; Jesús María, no ha habido quien la compre y está arrendada en 600 pesos al año ... en 30 Santa Ana, y la Candelaria se va vendiendo por puestos ... El Bañado (en Salta) se arrendó en 400 pesos. Figueroa lo compró en 8 mil. ¡Qué destrozos y qué esparramo de esclavos; y con qué inhumanidad dividían los hijos e hijas de sus padres; porque la que escogía el comprador, esa daban! Rara pieza pasó de 200 pesos, pocas llegaron, y los más bajaron de 150, y casi todos llevaron al Perú, quedando en Calamuchita 36, en Altagracia 70, en Santa Catalina 19 y en Jesús María 40 ... Esta Iglesia de aquí (San Ignacio de Buenos Aires) es la única que está abierta y como estaba antes de la expulsión, a excepción de la plata labrada. Van diariamente muchos clérigos a decir misa y a confesar, enseñando primeras letras, latinidad, retórica y filosofía. Dicen que el año que viene enseñarán teología. Lo hacen los directores Montero, Rodríguez de Vida y otros dos de oficio. La Universidad de Córdoba tiene los franciscanos, que desengañados de sus métodos se han visto precisados a seguir el jesuítico... Las Misiones del Uruguay y Paraná, y por consiguiente las reducciones, están poco menos que disipadas ... Después de la ida de Bucareli entró Vertiz en este gobierno. Es hombre bueno, y tanto que para nada es bueno, porque para nada tiene resolución, y sólo se hace lo que sus allegados mandan ... Más daño ha hecho éste (Vertiz) con su bondad e inacción que Bucareli con su robar y atropellar ... Con más espotiquéz (?) reinan ahora los Bucarelistas que cuando reinaba éste, porque ahora tienen más la mano que tenían antes ... De dicho Caballero Vertiz se figuró la Anatomía siguiente (prosigue Learte inspirado en el famoso óleo de Rembrandt), que la expongo por lo mucho que significa. Lo figuran tendido en una mesa: Don Agustín Casimiro Aguirre - que es su pariente y de los Uztáriz de Cádiz consignatario, apoderado de Sanginés que con dichos Uztáriz tiene Compañía - le abre el pecho; D. José Albizuri - actual Secretario - le registra el corazón; D. Manuel Labardén el brazo derecho, porque providencia que éste pone a ciegas firma; Aldao, cuñado de este fiscal de temporalidades, la cabeza; Manuelito Basabilbaso, el brazo izquierdo; y los pies Altolaguirre y Salas, porque estos son de la Junta (de Temporalidades) los que mandan, los que destrozan y a nosotros nos aniquilan. Cómo irá la danza con tales panderos. Estos fueron colegas de Bucareli y ahora Jueces. Cómo han de salir bien … así todo se va arruinando...".

    El solar del ex Asiento Negrero Inglés fué durante tres años de los Aguirre

    El 9-V-1775, ante José Zenzano, los primos y socios Juan Pedro y Agustín Casimiro de Aguirre, "residentes en esta ciudad de Buenos Aires y del comercio de la Universidad de Cádiz", vendieron a Vicente de Azcuénaga, en 8.000 pesos corrientes, "el sitio y casas que fueron del Real Asiento de Inglaterra", que los Aguirre habían comprado en pública almoneda a la Real Hacienda el 20-V1-1772. Se trataba de un terreno de 75 y 1/2 varas de frente y 98 de fondo, con varios edificios y una huerta; lindante por el Norte, que era su frente, calle en medio, con la casa de Lorenza Acasuso; por el Este, camino del bajo adyacente al rio; por el Sur con la ranchería de Santo Domingo; y por Oeste, calle en medio, con la "cerca" del convento dominicano; cuyo sitio y casas estaban libres de hipoteca, empeño, censo y todo gravamen. En 1740 dicha propiedad había sido confiscada a la "Real Compañía de la Gran Bretaña de la Trata de Negros", por la autoridad bonaerense, cuando se tomó esa medida general contra los enemigos ingleses. Tal caserón - con frente a la antigua calle de Santo Domingo, hoy Belgrano - no es otro que el denominado "Aduana Vieja" - construido en 1705 y lamentablemente demolido después de 1860 -, el cual, antes de pertenecer a Azcuénaga - quien en 1782 levantó el airoso portalón barroco que admiramos en fotografias -, sirvió a la Real Hacienda, como a los Aguirre, de depósito de mercaderías.

    Otros negocios de mi antepasado registrados en los libros fiscales

    El 19-I-1776, los Oficiales de la Real Hacienda Pedro Medrano y Martín de Altolaguirre, anotaron en el libro de "Cajas Reales" la partida enterada por Juan Manuel de Lamas, encargado de recaudar los "derechos de guerra" que adeudaban 2.744 cueros que se embarcaron con destino a España en el navío "La Victoria": 1.668 de esos cueros correspondían a Agustín Casimiro de Aguirre - "sin incluir 3.000 que se concedieron para aforros de la bodega de dicho buque libre de derechos".
    El 7-III-1776, también aquellos Oficiales Reales, con guía de la Guardia de Luján, cobraron derechos de alcábala a Josef Argumeda, venido de la ciudad de Mendoza con su tropa de 13 carretas en las que transportó, entre frutas y fardos de azúcar para distintas consignaciones, 147 barras de cobre y dos cajones de loza para Agustín Casimiro de Aguirre.
    El 21-V111-1776, Matías de Abaroa Barrena, Regidor, Alférez Real y Tesorero, comisionado por el Cabildo de recaudar, para el ramo de "Propios", los derechos de anclaje correspondientes a los navios de registro que llegaban a Buenos Aires, comunicó a la referida corporación capitular, que muchos de aquellos barcos "por pura tolerancia y conveniencia anclan en el Puerto de Montevideo, desde donde introducen sus efectos a esta Ciudad", por lo cual, el susodicho, decía haber reconvenido, entre otros "maestres" a "Don Agustín Casimiro de Aguirre", apoderado responsable de la fragata "Toscano".
    Plena confianza y gran amistad le dispensaba el Gobernador Vertiz a su sobrino Aguirre (32 años entonces éste, 57 cumplidos aquél), a quien había nombrado su mandatario particular. Y así, ese año 1776, los Oficiales de la Real Hacienda Martín José de Altolaguirre, Pedro Medrano y Alejandro Ariza, consignaron puntualmente en el libro de Tesorería de las "Cajas Reales", las distintas "datas", reintegros y pagos de sueldos vencidos, "entregados a don Agustín Casimiro de Aguirre a nombre y como apoderado del Señor Govor. y Capn. General de esta Provincia D. Juan Jossef de Vertiz".

    La actividad militar de don Agustín Casimiro

    Revistaba, por esas fechas, mi 4º abuelo Aguirre, como Capitán de la 4a Compañía del Batallón de Milicias de Infantería de Buenos Aires, con 100 hombres bajo su mando inmediato; pero en septiembre de 1776, en que dicha fuerza debía pasar a la plaza de Montevideo, el Comandante y Gobernador interino Diego de Salas, reemplazó al Capitán Aguirre por el Capitán Mateo Ramón de Alzaga. Ello dió lugar a una protesta de aquel (18-IX-1776), dirigida al mencionado Salas, que no prosperó; aunque al poco tiempo mi antepasado fuera ascendido a Comandante y Teniente Coronel de aquellas milicias porteñas.

    Mi antepasado se casa, y en tierra firme prosiguen sus actividades navieras

    El 17-V-1777, en la Catedral de Buenos Aires, el Arcediano Miguel José de Riglos - tío abuelo de la novia -, "previa disposición de confesión y comunión", bendijo la boda de Agustín Casimiro de Aguirre, nacido en "la Villa de Donamaría, obispado de Pamplona", hijo de "Francisco Casimiro de Aguirre y de María Micaela de Micheo Uztáriz", con "María Josefa Xaviera Engrasia de Lajarrota y Rozas", hija de "Domingo Alonso de Lajarrota y Rozas, Cavallero del Orden y Hábito de Alcántara", y de "María Josefa de la Quintana Riglos". Actuaron como testigos los padres de la contrayente.
    La niña - con 20 abriles cumplidos - había nacido el 16-IV-1757, festividad de Santa Engrasia, y la cristianó, tres días más tarde, en nuestra Iglesia matriz, el Padre jesuita Joseph de Angulo, bajo el padrinazgo de su abuelo Nicolás de la Quintana y de su abuelastra materna Rosa Alvarado de Riglos.
    Justo al mes del casamiento suyo, don Agustín Casimiro, el 17 de junio, en nombre también de su primo Juan Pedro de Aguirre, "residente en Montevideo", encargado como él "de las expediciones de la Casa Uztáriz, Sanginés y Companía de Cádiz", se presentó ante el flamante primer Virrey del Río de la Plata Pedro de Cevallos, y dijo: Que noticiado de la venida de los navíos "Victoria", "Hércules" y "Toscano", de dicha Casa naviera, el primero de éstos debía regresar a España con efectos, en tanto los otros dos se incorporarían a la armada puesta bajo el mando de Cevallos. Así las cosas, "procedí mucho antes del arribo de V.E. a estas provincias, por mano del panadero Sebastián Rodríguez (4º abuelo de Estela, mi mujer), a la compra del trigo necesario para el indispensable viscocho de los expresados tres bajeles". El proceder de Aguirre desobedecía al Ministro de Marina Bernardo de Alcalá, quien había dispuesto no se sacaran víveres de Buenos Aires, y que los barcos españoles fueran avituallados en Montevideo. Sin embargo - explicaba mi ascendiente - "como semejante providencia, hablando con el debido respeto, es perjudicial a los dueños de los dichos navíos, así por la diferencia de calidad del viscocho, como por el precio a que tengo entendido le carga el Intendente ... pido, porque de ello no resulta ningún gravamen al real servicio, se me conceda el permiso de despachar" - en resumidas cuentas - la excelente galleta marinera de Sebastián Rodríguez. (Como apunté más atrás, el navío "La Victoria" naufragó en el Río de la Plata cargado con 64.000 cueros ... junto con los bizcochos de Rodríguez. Por tal motivo, y por haber caído varios barcos de la empresa Uztáriz en manos del enemigo inglés, el Rey les concedió, a dichos empresarios, aquella franquicia de despachar mercaderías y caudales de sus dominios americanos, directamente por vía Portugal, en buques portugueses).
    En agosto de 1777 figura Agustín Casimiro de Aguirre en la Nómina de vecinos que contribuyen para la obra del muelle, aportando 200 pesos; suma - después de la de 300 que dió Bernardo Sancho de Larrea - la más alta que abonaron; con Aguirre, otros siete contribuyentes, entre los 82 registrados en la lista de referencia.

    Nuestro personaje solicita mercedes y ascensos al Rey

    Mediante una Real Orden fechada el 2-II-1779, el Rey le prometió a Aguirre un "Corregimiento" en el distrito virreinal del Plata, para cuando hubiese alguna vacante. Sucedió que, tiempo atrás, don Agustín Casimiro habíase dirigido a la Corona a raíz de una "instancia" anterior que remitiera su suegro, Domingo Alonso de Lajarrota, "Comandante del regimiento de Milicias de Caballería de Buenos Aires", quien solicitó se le concedieran algunos Corregimientos en jurisdicción rioplatense, y un ascenso militar. Pero como el solicitante había muerto, su yerno Aguirre pedía recayera en él cualquier gracia que el Rey hubiese concedido a su difunto suegro. La antedicha vaga promesa del Monarca, de satisfacer las pretensiones de Aguirre, le fué comunicada al Virrey de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, el 6-VIII-1779, desde San Ildefonso, por José de Gálvez, secretario de Estado del Despacho Universal de Indias, Caballero de Carlos III, Superintendente de la Real Hacienda de las Américas y Filipinas, y futuro Marqués de Sonora.

    La familiar mansión ciudadana donde se instaló Aguirre

    El 8-III-1779, ante José Zenzano, Domingo Alonso de Lajarrota, pocos días antes de morir, declaró haber comprado para su yerno Aguirre la casa que fuera de su suegro Nicolás de la Quintana y, anteriormente, del suegro de éste Miguel de Riglos. (Ver el capítulo que corresponde al linaje de Riglos, en cuyo Apéndice desarrollo la referencia histórico-notarial del antiguo solar en el que se levantaba esa construcción). Tal morada - "casas principales altas y bajas" - hacía esquina a la Plaza Mayor, y lindaba, entonces, "por el Levante, que es su frente, con "casas del Secuestro de las Temporalidades", que pertenecieron a los jesuitas; por el Norte, calle real de por medio, con el edificio del Cabildo y casas de Manuel de Bustamante; al Sud, con casa del Arcediano Miguel José de Riglos; y al Oeste, "que es su fondo", con casa "de los herederos de Pedro García Posse "
    A aquella vivienda, pues, habíase mudado don Agustín Casimiro en 1778, de otra anterior, junto con su mujer María Josefa de Lajarrota, de 21 años, y con la hija primeriza de ambos: María de Aguirre, de 8 meses; y los esclavos - todos negros - Francisco de 32 años, Antonio de 32 también, Mateo de 34, Joseph de 40, Martín de 41, Agustín de 20, otro Joseph de 10, Simón de 10, y Ambrosio de 22 - según los registró el Padrón urbano de aquel año, "cometido" por el Regidor Francisco Antonio de Escalada.
    Antes de fallecer el suegro Lajarrota, dejó nombrados albaceas testamentarios, a su mujer María Josefa de la Quintana y a su yerno Agustín Casimiro Aguirre, quienes, desaparecido el causante, tuvieron que intervenir en un desagradable litigio judicial que les entabló, por alimentos, Isidora Lajarrota de Prudant, hija natural del finado don Domingo. (Ver el apellido Alonso de Lajarrota). En tales autos, los testigos Tomás Rodríguez y Alejo Caxaravilla, entre otras atestaciones, declararon que Aguirre hizo a sus expensas las mejoras en la casa de su suegro "vastamente arruinada en todas las viviendas principales". En ella refaccionó un corredor que "tenía alicaídas las tejas", y fueron renovados varios techos. Esos mismos testigos, y el Coronel Marcos José de Larrazabal, los hermanos Francisco Antonio y Antonio José de Escalada (mi antepasado), el Deán Miguel José de Riglos y el Presbítero Juan Cayetano Fernández de Aguero, reconocieron, además, que Aguirre satisfizo todas las deudas que dejó al morir su padre político.

    Diversas constancias documentales tocantes a mi 4º abuelo

    En 1779 don Agustín Casimiro, como "apoderado del Real Consulado y universidad de cargadores a Indias de Cádiz", se presentó a la autoridad porteña solicitando se le exonerase de la contribución sobre los cueros que tenia acopiados "antes de la publicación del Bando que ordenaba su satisfacción". Y en 1780, demandó permiso, al Virrey Vertiz, para retirar los caudales encerrados en varios navíos surtos en Montevideo, de la empresa Uztáriz, que no podían zarpar para España a causa de la guerra con Inglaterra.
    El 12-II-1782, desde Montevideo, el Virrey Vertiz se dirigió al Ministro Secretario del Consejo de Indias, Joseph de Gálvez, remitiéndole un petitorio en el que Agustín Casimiro de Aguirre solicitaba, al Rey, la plaza de Alguacil Mayor de la Audiencia que se erigiría próximamente en Buenos Aires.
    También "en la ciudad de San Felipe de Montevideo", el 22 de marzo de ese año 82, ante el Notario José Zenzano, compareció el Marqués Rafael de Sobremonte, "Teniente Coronel de los Reales Ejércitos, Secretario de Cámara de S.M. del Virreinato de la Provincia del Río de La Plata", y dijo: "Que por cuanto tiene contratado y ajustado contraer matrimonio con doña Juana María de Larrazabal y Quintana ... dá poder a don Agustín Casimiro de Aguirre, para que pueda percibir su dote en Buenos Aires" - que alcanzaba a la suma de 19.178 pesos corrientes de a 8 reales, en dinero, alhajas, plata labrada y otros bienes muebles. Era Juanita María de Larrazabal y Quintana prima hermana de María Josefa de Lajarrota y Quintana, la mujer de Aguirre, a quien Sobremonte designaba representante suyo para cobrar el haber conyugal prometido. El casamiento de don Rafael con Juanita tuvo efecto al mes siguiente, el 25 de abril.
    Colaborador oficioso de su pariente el Virrey Vertiz, el antepasado Aguirre elevó el 12-V11-1782, el siguiente parte a la superioridad: "Ayer tarde 11 de julio habiendo pasado a la Caballeriza del Exmo. Sr. Virrey a dar algunas providencias, entre ellas la de reconocer la pieza o cuarto donde se guarda la cebada, cuya llave tenía y ha tenido mucho tiempo el cochero Juan Quiroga, y habiéndosela quitado por algunos indicios de falta de legalidad, mandó pasar la citada llave al criado de Su Excelencia Agustín Morel. En este estado le han participado, bajo secreto, que anoche tuvo el expresado Quiroga el atrevimiento de romper el candado de dicho cuarto de cebada, y quitado alguna cantidad de ella. A fin de que no quede sin castigo semejante maldad, se lo hace presente a V.S. para que sirviéndose cometer su comisión al Ayudante Mayor Alfonso de Sotoca, y practicada la correspondiente averiguación, se proceda al castigo de los que resultaren reos".
    El 8-V-1783, Agustín Casimiro de Aguirre fletó en los navíos "El Brillante" y "Ulises", con destino a Cádiz, una partida de lana de vicuña y varios cajones de "cascarilla" del Perú (corteza de quinas y chinchona para uso medicinal), remitidas a su primo Juan Bautista de Uztáriz y Gastelú, Conde de Reparaz. Y el 21-I-1784, ante el Escribano porteño Josef García Echaburu, don Agustín Casimiro manifestó que, como apoderado del Conde de Reparaz, él y su primo Juan Pedro de Aguirre, residente este último en Montevideo, hicieron fletamento de numerosas partidas de lana de vicuña y de cascarilla en los barcos portugueses "Nuestra Señora de la Soledad", "Nuestra Señora de la Concepción", "San Francisco de Paula", "Señor de Ganaberde", "Nuestra Señora de la Esperanza", "Nuestra Señora del Carmen", "San Joseph", "Animas", "Nuestra Señora de la Piedad", "Buen Jesús de Boucar y "Santa Rita Lucitania". Que en mérito de ello, el otorgante remitía las libranzas respectivas para que, llegados a destino los cajones de chinchona y sacas de lana, el Conde de Reparaz y Juan Tomás de Micheo, a cuyos nombres iban despachadas las órdenes de pago, abonaran los derechos y gastos efectuados en ese importante negocio por sus parientes Aguirre en el Río de la Plata.
    El 12-IV-1784, ante el Escribano Manuel Joaquín de Toca, los primos Agustín Casimiro y Juan Pedro constituyeron en Montevideo una "compañía general" de comercio, que duró cuatro años. En efecto: el 31-I-1788, ante el Notario porteño José García Echaburu, el primero declaró que esa "compañía general" quedaba disuelta de común acuerdo, y que, en adelante, mi antepasado respondería a los créditos y obligaciones de su giro con sus bienes propios: "la casa que habita actualmente en esta ciudad y fue comprada a los herederos de don Nicolás de la Quintana y de doña Leocadia Riglos", así como los esclavos, muebles, efectos, dependencias y demás bienes que "posee en Lima y en España", "siendo a cargo del compareciente disponer por sí sólo cuánto debe".
    Ese año 84, cuando el Virrey Vertiz cesó en sus funciones y se alejó del país, dejó nombrado a su sobrino Agustín Casimiro apoderado suyo para el juicio de residencia, y también para que le cobrara los sueldos de Virrey que quedaban pendientes; cobros que Aguirre hizo efectivos a su debido tiempo.
    Por otra parte, don Agustín Casimiro, "representante del Real Consulado de Cádiz" en Buenos Aires, tuvo a su cargo designar "Maestres de Plata": o sea individuos encargados del despacho de barras de metal a España, en distintos bajeles, mediante el cobro de una comisión. Para la urca real "Santa Rita", nombró en 1784 a Martín de Urdaneta, a Rafael Riglos y a Pedro de Nevares; para la urca "Amelia" a las mismas personas, aunque en orden inverso; para la fragata "La Perfecta" a José de Echeverría; para la fragata "Santa Sabina", en 1786, a Baltasar de Arandía, a José María Calderón y a Francisco Castilla; para el nav-o "Nuestra Señora de la O", en 1789, a Manuel de Acevedo, a Anselmo Sáenz Valiente y a Francisco Valdéz; y para la "Santa Sabina", en 1790, a Juan Felipe de Elizalde Uztáriz, a Ramón de Anchoris y a Antonio Martínez de la Torre.
    En 1785 don Agustín Casimiro, como apoderado de Juan Pedro Aguirre, había solicitado pasaporte para despachar a España el paquebote "Santa Teresa de Jesús", perteneciente a su nombrado primo. Y dos años más tarde, el 7-II-1787, el mismo apoderado, ante García Echaburu, dijo haberle dado Juan Pedro, "vecino de San Felipe de Montevideo", un poder especial para que vendiera, "en los puertos de Lima y Chile", aquel paquebote, que Juan Pedro comprara en almoneda de la Real Hacienda con otras embarcaciones portuguesas de comiso. A tales efectos, Agustín Casimiro sustituía dicho mandato en Salvador Trucios y José Ramírez, de mancomún, vecinos de Chile, y en el Conde de Premio Real, José Antonio de Lavalle y Cortes, y en Antonio y José Matías de Elizalde, establecidos en Lima.
    En ese año 85, el personaje de quien soy chozno, junto con un grupo de fuertes mercaderes porteños (entre ellos mis antepasados Juan Esteban de Anchorena y Juan Martín de Pueyrredón Labrucherie) suscribió (el 7 de julio) un poder, ante Pablo Beruti, a favor de Manuel Rodríguez de la Vega, de Bernardo Sancho de Larrea y de Martín de Sarratea, a fin de que estos gestionaran, ante el Rey y demás funcionarios competentes, la instalación de un Consulado de Comercio en Buenos Aires; corporación mercantil que recién se estableció en la capital del Virreinato de 1794, cuatro años después de la muerte de Aguirre.

    Don Agustín Casimiro rechaza dignamente el nombramiento de Alcalde

    El 19-I-1787, nuestro hombre resultó electo Alcalde de 2º voto del Cabildo porteño, en reemplazo de Pablo Ruiz de Gaona, que se excusó "por achaques habituales que padece", certificados por los médicos Joaquín Terreros, Miguel de Roxas y Miguel O'Gomman. Don Agustín Casimiro presentose entonces al Gobernador Intendente Francisco de Paula Sanz, contradiciendo la elección hecha en su persona, porque el Cabildo - dijo - "olvidando sin dudas las notas con que me tiene sindicado, ha intentado hacerme el honor de elegirme por uno de sus Miembros en sus elecciones anuales". "El mismo Cabildo - expresaba Aguirre - se empeñó en desacreditarme, cuando su Procurador Gregorio Núñez", en 1776 mediante nota a "la Audiencia de La Plata", lo calificó "de individuo perjudicial, "que haciendo valer el inmediato parentesco con el Sr. Mariscal de Campo don Juan José de Vertiz, Gobernador de esta Provincia, me esforzaba, en todos los años, para que fuesen Cabildantes hombres míos, a fin de que no hubiese miembro que declarase contra las negociaciones en que trataba, respecto a faenas de cueros, ni quien representase la injusticia y perjuicios que con ella recibía el Público". "Estas expresiones - proseguía el agraviado - que son puntualmente las que a nombre del mismo Cabildo se estamparon en aquel tiempo, ante el recto Tribunal ... manifiestan el concepto, exageradamente falso y calumnioso, que hace a mi conducta ... y un hombre que perjudica al Público, y que sin respeto ni consideración a esta privilegiada causa prefiere, aún por medios injustos, sus particulares ingresos, no puede ser a propósito para Juez". Por tanto "pido y suplico se sirva haber por deducida mi contradicción"; pues con aquella tacha de influyente nepote del Gobernador Vertiz, "le parece - al infrascripto - no debe admitir ningún cargo de república entretanto (el Cabildo) no se justifique de esa nota y se le declare indemne de ella".
    El Ayuntamiento, en descargo suyo, le dirigió (3-II-1787) un oficio al Gobernador Intendente, para que desestimase la negativa de Aguirre a aceptar la vara de segundo voto. Alegaba esa corporación, "que en los Libros Capitulares, donde sientan todos sus Acuerdos, no hay cláusula alguna de las que se refiere dicho Don Agustín Aguirre, ni circunstancia que pueda ceder en demérito de su individuo, ni menos ha otorgado poder para que en su nombre se haya representado en la Real Audiencia de La Plata lo que en dicha representación se explica, y ésta es la razón porque se procedió a nombrarle de Alcalde de segundo voto para este año y el siguiente, porque en él concurren las circunstancias que son necesarias para el efecto. Si alguna cosa se representó sobre el particular ... sería tal vez por algunos particulares de cuyas operaciones no puede responder este Cabildo", que "en el mismo hecho de haberle elegido para Alcalde ... quedaba a salvo todo su honor y conducta, y ... finalmente, ésta que llama tacha el Don Agustín, no le sirvió de embarazo para obtener el honroso empleo de Teniente Coronel de las Milicias de esta Ciudad". Por ello, los cabildantes suplicaban al Gobernador Intendente, determinara lo que estimase justo, "preveniéndole al dicho Don Agustín que en lo sucesivo proceda en sus Informes con la mayor pureza, porque no es regular que se tolere el que se suponga, en este Muy Ilustre Cabildo, hecho alguno incierto, que no resulta de sus Acuerdos, y en que no ha tenido parte alguna". Firmaban la nota Antonio García López, Diego Mantilla de los Rios, Manuel Joaquín de Zapiola, Manuel de Arana, Miguel González de Noriega y Josef Martínez de Hoz, ante el Escribano del cuerpo Blas Zamorano.
    Francisco de Paula Sanz debió de aceptar la excusación de Aguirre, pues éste no integró el Cabildo como Alcalde de 2º voto los años 1787-88.

    Aguirre revee su actitud, y en carácter de Alférez Real proclama a Carlos IV

    Sin embargo en 1789, don Agustín Casimiro se avino a formar parte del Ayuntamiento como Regidor y Fiel Ejecutor - el último cargo por 4 meses. De consiguiente prestó el juramento acostumbrado ante el Regidor decano Gregorio Ramos Mexía; y compartió así el gobierno de la ciudad con sus colegas Miguel Sáenz de Herce, Miguel de Azcuénaga, Diego Mantilla de los Rios, Francisco Ignacio Ugarte, Cristóbal de Aguirre, Josef Ramón de Ugarteche, Diego Aguero, Francisco de Mata Bustamante, Estanislao Zamudio y Juan Antonio de Lezica.
    Ocho meses después, el 5 de agosto, el Regidor Aguirre entró de turno como Alférez Real, sucediendo al colega Juan Antonio de Lezica; y llamado por el Alcalde Miguel Sáenz de Herce para prestar "el pleito omenage", don Agustín Casimiro "se incó con ambas rodillas, y metiendo sus manos entre las del Señor Alcalde comicionado, el qual tenía las suias sobre el Real Estandarte, se leyó por mi (el Escribano Pedro Núñez) la fórmula prescripta para semejantes casos, cuio tenor es el siguiente: V.S. jura y hace pleito omenage como Alférez Real en manos del Exmo. Señor Virrey, y en su nombre en las del Señor Alcalde de primer Voto Dn. Miguel Sáenz, según fuero y costumbre una, dos y tres veses, de tener por nuestro Católico Rey y Señor el Real Estandarte de esta Ciudad, manteniendo con la fidelidad devida por S.M., hasta derramar la última gota de Sangre, y a no entregarlo sin que primero se le alze el pleito omenage y juramento que hace por quien tenga facultad para ello?; y aviendo dicho sí juro y amén, y hago pleito omenage de cumplirlo así, se le hizo entrega del referido Real Pendón".
    A los tres días de este ritual consuetudinario, cumplidos por otra parte los lutos y suntuosos funerales por la muerte del Rey Carlos III, tuvo lugar en Buenos Aires la clásica y solemne proclamación del nuevo Monarca Carlos IV.
    A ese fin, la vivienda del Alférez Real Aguirre, contigua al Cabildo y frente a la Plaza Mayor, fué iluminada profusamente durante "los tres días (noches, más bien) que duró la función". Sus balcones, en los que se colocó el Pendón Real, se engalanaron con "colgaduras vistosas y lucidas", y, como término de fiesta, dió el Alférez en su propia morada "un espléndido refresco al numeroso concurso en la tarde y noche de la Proclamación".
    Tal ceremonia, expresiva de la lealtad porteña hacia su Soberano, llevóse a efecto el 8-VIII-1789. A las tres y media de la tarde, el Virrey Marqués de Loreto salió de la Fortaleza acompañado del Obispo, del Regente y Oidores de la Audiencia y de un brillante séquito de militares y funcionarios civiles y eclesiásticos, de los profesores y alumnos del Colegio San Carlos, y de muchos vecinos distinguidos. A esa comitiva se incorporó para atravesar la plaza - ornamentada con tres arcos de triunfo - el Alférez Real Agustín Casimiro de Aguirre, "vestido con uniforme plateado de fina tela, sosteniendo con ambas manos el estandarte real". Escoltábanlo los Alcaldes empuñando los cordones del regio lábaro, adelante de los Ministros de la Real Hacienda y de los Regidores del Cabildo, ataviados de gala: "casaca y calzón de terciopelo negro, chupa y vuelta de tisú de oro y medias blancas"; tras los cuales marchaba el cortejo popular al son musical de una orquesta.
    Rodeada de tropas, alzábase una tarima junto a las casas capitulares, y hacia ella enderezó la procesión. Sobre ese tablado, el Escribano Pedro Núñez, con palabra tonante, exclamó: "Silencio, oíd, oíd, oíd". Enseguida, el Alférez Real Aguirre "haciendo una mui reverente venia a la Majestad que se representaba en un retrato, dixo: Por Nuestro Rey Católico el Señor Don Carlos quarto, ¡viva, viva, viva!"; mientras hacia tremolar el estandarte en medio del griterío fervoroso de la multitud y el tronar de los cañones del Fuerte.
    Este pleito homenaje volvió a repetirse en la plazuela de Santo Domingo y en el atrio de La Merced. Ahí se desconcentró la gente, "sirviéndose poco después - es José Torres Revello quien lo relata en su libro Crónicas de Buenos Aires Colonial - en el salón principal del Cabildo, un refresco a los acompañantes, el que fué seguido de un baile digno de recordación".
    Pues bien: se equivoca aquí el prolijo evocador, ya que ni el refresco ni el baile memorables se dieron en el Cabildo sino en los salones de la casa de Agustín Casimiro de Aguirre. En efecto: este Alférez Real solicitó y obtuvo del Cabildo, el 28 de setiembre siguiente, una certificación, la cual, con modernizada ortografía y subrayados míos, expresa: "Certificamos que don Agustín Casimiro de Aguirre, Regidor y Alférez Real en turno por falta de propietario de esta Ciudad, tuvo el alto honor de proclamar a nuestro augusto Monarca el Señor Don Carlos IV, que Dios guarde, por Rey de Castilla y de las Indias, el día ocho del mes de Agosto de este año, con toda aquella pompa y magnificencia que se acostumbra en estos actos, habiendo proporcionado, por su parte, que la función se hubiese verificado con el mayor lucimiento; para cuyo fin impendió generosamente de su peculio cuantos gastos se ofrecieron para el adorno de la Sala de acuerdos y su entrada. Iluminó con igual hormosura y generosidad las casas de su morada los tres días que duró la función; adornó de colgaduras vistosas y lucidas los balcones de dichas casas donde se había de colocar al Pendón real; fabricó de terciopelo galoneado de oro el docel donde se expusieron al público los reales bustos de Sus Majestades; el tablado que se construyó y erigió en la Plaza de la ciudad, y le adornó vistosamente para hacerse la proclamación; gratificó con abundancia a los músicos que compusieron la orquesta en los tres citados días; y en la tarde de la proclamación, en las Casas Capitulares y en los atrios de los Conventos e Iglesias de Santo Domingo y Mercedes, arrojó abundante y generosamente al público monedas de plata, en los tres actos de la Proclamación. Distribuyó del mismo modo a los Jefes, Tribunales, Cabildos y principales de la ciudad, las monedas (medallas) de oro y plata que hizo acuñar, con permiso, con el real busto de Su Majestad; socorrió con abundante limosna de pan a los pobres encarcelados, por el decurso de cinco días continuos; gratificó y dió la comida a toda la guardia que custodiaba el Real Pendón; y, en fin, dió un espléndido refresco en su casa al numeroso concurso en la tarde y noche de la proclamación; de modo que todos estos gastos, excesivos verdaderamente y propios del alto honor que mereció, son dignos de la mayor recomendación, por lo cual le manifestó el Muy Ilustre Cabildo toda su gratitud".
    Agrego que para aquella oportunidad el Cabildo dispuso reemplazar el antiguo estandarte, "ya con el uso mui ajado", por otro que "lo haga nuebo el sr. dn. Agus. Casimiro de Aguirre". Lo cierto es que la insignia mandada confeccionar por mi antepasado, y que en sus manos tremoló tan fastuosamente en loor de Carlos IV, era "de Terciopelo carmesí con las Armas Reales por un lado, y por el otro con las de la Ciudad, pintadas en un lienzo de tafetán" - "interinamente", porque no hubo tiempo para hacer bordar los escudos antes de la solemne proclamación.
    Más adelante (3 de octubre) Agustín Casimiro de Aguirre y Diego de Agüero fueron nombrados por el Cabildo "Diputados para la actual expedición a las Salinas". Ambos Regidores diéronse entonces a la tarea de convencer al Virrey lo conveniente que resultaba realizar, sin tardanza, esa expedición que el Cabildo había demorado por carecer de medios para poderla costear. Como las milicias ya se hallaban listas y sólo esperaban la orden de marcha, los Diputados urgieron el despacho de una libranza de 2.000 pesos del ramo de Guerra, a favor del Cabildo, a fin de disponer la reunión de las carretas y suministrar todos los gastos necesarios "a tan interesante objeto".

    Testamento y muerte de don Agustín Casimiro

    El 20-I-1790, ante el Escribano Joseph García Echaburu, compareció Agustín Casimiro de Aguirre y dijo: Que "hallándome gravemente enfermo, y por lo mismo prevenido de los facultativos de Medicina que me asisten de que no me ataree ni atienda a los negocios del giro de mi comercio, antes sí que abandone todo trabajo y que salga de esta ciudad a tomar ayres del campo consultando mi salud"; debido a ello daba un poder general a Andrés Cajaraville, "mi confidencial dependiente ... por las repetidas pruebas que me ha dado de fidelidad, amor y lealtad". Empero, como la salud del otorgante se agravara sin remedio, una semana más tarde, "en cama de enfermedad natural que Dios Nuestro Señor se ha servido darme", el paciente volvió a conferir, ante el mismo Escribano, otro poder, destinado a que doña María Josefa, su esposa, y el fiel Cajaraville, redactaran su testamento conforme a las instrucciones que les había indicado. Y a los dos meses de esto, el 14-III-1790, la hora del gran reposo sonó para don Agustín Casimiro, cuyos despojos mortales fueron sepultados en la Iglesia de "nuestro querúbico Santo Domingo", pues era "hermano de dicha sagrada religión"..
    No se había cumplido un mes de ese entierro, cuando los albaceas del difunto en el protocolo de García Echeburu, y ante los testigos: clérigo Juan Nepomuceno Solá, Sargento Mayor de Asamblea de Infantería Francisco Rodrigo, José Antonio Lascano y Ramón de Anchorís, en virtud del poder conferido, llevaron a escritura pública las disposiciones encomendadas por el causante.
    Tras enumerar los hijos legítimos herederos del finado: María Josefa, Martina Gertrudis, Casimira, Manuela Isidora, José Agustín y Manuel Hermenegildo, "y el póstumo que naciese de dicha mi mujer que se halla en cinta", ambos albaceas manifestaron que don Agustín Casimiro les había declarado que al tiempo de casarse no bajaba su capital de 60.000 pesos, y que se aumentó luego en el matrimonio a 110.000; de cuyos gananciales (50.000 pesos) la mitad correspondían a su esposa. Que ésta recibió de herencia a la muerte de su padre, pagadas todas las deudas, 3.999 pesos y 3 reales. Que Aguirre cuando se casó "no hizo capital por depender entonces de riesgos de mar, de remesas a España y comisiones por cobrar, tan falibles en el giro del comercio de sus bienes". Que las propiedades declaradas por el causante fueron: su casa habitación, en la esquina de la Plaza, libre de gravámenes, cuyo valor se regulaba en 35.000 pesos, "por las muchas mejoras que hizo", y los esclavos domésticos, muebles, alhajas, plata sellada y labrada, que se encontraban en dicha vivienda; exceptuando los objetos y moblaje que dejó su suegro Lajarrota. Que el testador había establecido una tienda en su propio domicilio, en el que moraba también Cajaraville con su familia, el cual era su empleado y llegó a ser socio suyo, pues partía con él la utilidad de sus negocios. Que Aguirre tenía efectos e intereses pendientes en Potosí, Cádiz y Lima, a cargo de los apoderados Clemente de Echenique Micheo, su primo hermano, Francisco de Borja Lisaur y Juan Antonio de Lavalle, Conde de Premio Real, respectivamente, en cada una de esas plazas. Hizo saber don Agustín Casimiro a sus albaceas, que habiendo fallecido su hermano Juan Francisco, el haber hereditario de éste correspondía a su padre Francisco Casimiro de Aguirre, vecino de Donamaría. Que la madre Micaela Michea Uztáriz, había muerto, sin saber Agustín Casimiro a quien ella dejó por heredero, y que no obstante haber el testador "socorrido a sus padres con más cantidad que el importe de la testamentaría", se sometía a lo que acordaran, con su progenitor, los apoderados suyos en España: Juan Thomás de Micheo y Francisco de Borja Lisaur. Dispuso Aguirre que con el quinto de sus bienes se pagara su "entierro, funeral, misas y lutos sin fausto alguno", y se efectuaran estos legados: Al primo José Francisco de Echenique 3.000 pesos, "por lo bien que le havía servido". Mil pesos debían darse a "doncellas pobres, virtuosas de esta ciudad, con obligación de que lo encomienden a Dios". A la muchacha Estefania Centurión, "que por pobre se ahijó en la casa, por sólo la pensión", y allí se alimentaba y vestía, legábale 1.000 pesos, por lo bien que ella lo había servido. Pero si Estefania hubiera salido de su casa antes de su fallecimiento, esos 1.000 pesos se entregarán "para el sustento de la casa de Niños Expósitos". A Mariquita Encarnación Moya, "que por pobre se ahijó en su casa, al lado de su suegra, se le debían entregar 500 pesos; pero si después de la muerte de Aguirre ella hubiese abandonado su servicio, dichos 500 pesos serán "para asistencia de los pobres enfermos del Hospital al cargo de los religiosos Belermitas de esta ciudad". Con el resto del 5º se darán 500 pesos "al Convento de Santo Domingo, para alumbrar al Santísimo Sacramento", y lo demás repartirse en limosnas "a viudas pobres, virtuosas, cargadas de familia, residentes en esta ciudad, no excediendo el socorro, a cada una, a más de 500 pesos, a fin de que las limosnas toquen a varias, con la obligación de que lo encomienden a Dios". Encargaba el testador a su primo Juan Pedro Aguirre Uztáriz le cobrara, en Montevideo, unas comisiones por efectos que le consignó Miguel de Goyeneche, del comercio de la Coruña, como también una factura de dos cajones de libros de Casimiro de Hosta. Era dueño, el causante, de una media acción de 5.000 pesos de la Compañía de Seguros del Conde de Reparáz, aunque no estaba integrada. Le había puesto pleito a Manuel Correa Morales, quien pretendía que Aguirre "le abonase la exorbitante comisión de 30% de todos los cueros que le entregó", pretensión que el testador consideraba injusta. Comunicó el causante a sus albaceas que "Isidora de La Jarrota, con título de hija natural de su difunto suegro", seguía pleito contra los albaceas de dicho finado, sobre pretender ella que se le diese pensión por alimentos; y expuso Aguirre que Isidora litigaba sin fundamento, y que si resultaba algo favorable a la susodicha, debía de pagarse de los bienes de Domingo Alonso de Lajarrota. Era, don Agustín Casimiro, apoderado del "Consulado de Cádiz", por lo que disponía se separaran todos los papeles de esa entidad, que él guardaba en su poder, y se entregasen a su sucesor. Era asimismo - como sabemos - consignatario factor de las compañías navieras de Cádiz en Buenos Aires: "Uztáriz Hermanos" y "Uztáriz Sanginés". Declaraba, el causante, que el "Negro Sebastián" estábale debiendo 120 y tantos pesos, que le prestó "para hacerle bien, para hacer velas de sebo", y mandó se le cobrara lo que buenamente pudiera pagar. Mandó también se remitiera, por mano de Juan Tomás Micheo y de Francisco Borja Lisaur, a su padre Francisco Casimiro de Aguirre, una obligación del difunto Francisco Gortari, que murió insolvente en Cádiz o en San Lucar, deudor de su finado hermano Juan Francisco de Aguirre, por 18.424 reales de plata. Comunicó el testador a sus albaceas, que Isidoro Lorea debíale 100 pesos "que le prestó después de la jura de Nuestro Católico Monarca Carlos IV", y que, a su vez, él era deudor de Lorea por "la compostura del tablado que trabajó para dicha jura", por encargo suyo cuando fué Alférez Real. Finalmente recomendaba Aguirre, a los encargados de darle fuerza legal a su testamento, que compensaran esas deudas.
    Entretanto el Cabildo, en su acuerdo del 9-XI-l 790, resolvió que por "haber fallecido el Regidor Alférez Real del año anterior Don Agustín Casimiro de Aguirre, en cuya casa se halla el Real Estandarte", correspondía al Alcalde de 1º voto Cecilio Sánchez de Velasco, ir en busca de dicho emblema y traerlo a la Sala capitular, para que el Regidor Juan Agustín Videla y Aguiar prestara el juramento de estilo como nuevo Alférez Real. Todo lo cual se verificó momentos más tarde.

    Sucesión de Aguirre; albaceazgo de su viuda; pensión de ésta y otras referencias

    El 2-V-1791, ante Josef García Echaburu, Pedro Antonio Herrera, que regresaba de la Asunción del Paraguay, dijo que debía a la sucesión de Agustín Casimiro de Aguirre, por varios negocios, la suma de 4.815 pesos con 4 1/2 reales corrientes; deuda que protocolizó en escritura otorgada el 23-XII-1786, a favor de Aguirre. Como pago de esta obligación, Herrera le transfería a María Josefa Lajarrota, albacea de su finado esposo, una casa y sitio en la traza de la ciudad, barrio que llaman "de la Plaza Nueba de San Nicolás", abonando l.000 pesos, además de la entrega de la casa, en compensación de aquella deuda. El edificio constaba de un cuarto a la calle con azotea, y más adentro sala y recámara, tres aposentos, cocina, los "lugares comunes", pozo de balde, horna de cocer pan y un corral. Medía el terreno 16 varas de frente al Este y 35 de fondo al Sur.
    El transmitente del inmueble, sin embargo, quedó debiendo un saldo a la testamentaría de Aguirre. En consecuencia, el 17-V-1793, ante García Echaburu, María Josefa Lajarrota, viuda y albacea del causante, dió poder al primo de su difunto marido, Juan Francisco de Aguirre Uztáriz, "Capitán de la Real Armada" - que entonces, como sabemos, residía en la Asunción del Paraguay - a fin de que cobrara allí a Pedro Antonio Herrera el resto de su deuda. Igualmente facultaba a dicho mandatario para que requiriera de Gregorio Larrea, vecino del Paraguay, el pago de 2.168 pesos y 6 octavos reales, que Larrea debía a don Agustín Casimiro, según lo reconoció en escritura del 16-1V-1790, otorgada en la Asunción, ante el Escribano Manuel Bachicao. ()
    El 12-IX-1793, el Virrey Arredondo remitió a España un expediente por el cual Josefa de la Quintana, viuda del Comandante que fué del Regimiento de Caballería de Buenos Aires, Domingo Alonso de Lajarrota, solicitaba que la pensión que le correspondía a su marido en el ejército, se hiciese extensiva a su hija María Josefa de Lajarrota, viuda del Coronel de Milicias de Infantería Agustín Casimiro de Aguirre. Y enterado el Rey de los buenos servicios de dichos Jefes, y de que sus viudas no tenían derecho al Montepío Militar, por no haber contribuido ni gozado aquellos de sueldo alguno, "ha venido S.M. a conceder a la expresada Doña Josefa de la Quintana 175 pesos de pensión anual, sobre el ramo de vacantes mayores y menores de cualquiera de los Obispados de ese Virreinato, en calidad de que a su muerte recaiga en su hija Josefa de Lajarrota, en caso de mantenerse viuda". Y esta resolución soberana le fué comunicada al Virrey Olaguer Feliú, por oficioque firmó en Madrid, el 6-VIII-1797, Eugenio Llaguno y Amírola, primer oficial de la secretaría del Estado y despacho universal.
    por Carlos F. Ibargure Aguirre

    Agustín se casó con María Josefa Xaviera Engracia Alonso de Lajarrota de la Quintana, (*) el 17 Mar 1777 (Canónico) en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina. María (hija de Domingo José Alonso de Lajarrota Ortiz de Rozas, (*) y María Josefa Cecilia de la Quintana Riglos) nació el 15 Abr 1757 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 18 Abr 1757 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 31 Ene 1822 en Buenos Aires, Argentina. [Hoja del Grupo] [Family Chart]


  2. 9.  María Josefa Xaviera Engracia Alonso de Lajarrota de la Quintana, (*)María Josefa Xaviera Engracia Alonso de Lajarrota de la Quintana, (*) nació el 15 Abr 1757 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 18 Abr 1757 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hija de Domingo José Alonso de Lajarrota Ortiz de Rozas, (*) y María Josefa Cecilia de la Quintana Riglos); falleció el 31 Ene 1822 en Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    En 1798 Josefa de Lajarrota y su hija Martina de Aguirre, figuran en una larga nómina de "Señoras que caritativamente se han hecho cargo de proveer de camas ... a las pobres enfermas del Hospital", dependiente de la "Hermandad de Caridad". Esas camas, conforme al reglamento de dicha institución benéfica, "habrán de guardar la más perfecta igualdad, y se compondrán de colchón de lienzo de algodón, como más proporcionado para lavarse, siempre que se desocupe; almohada de pontevi o bretaña común; sábanas de lienzo de algodón, y quando más de lienzo lino; y manta o fresada de Córdoba". No se permitían "lazos de cintas, encaxes, bolados, colchas, ni otro ornato que manifieste distinción, pues cuidadosamente ha de evitarse todo cuanto dé idea de luxo, o se aleje de la caritativa asistencia". "El costo que podrá tener cada cama, compuesta de las piezas que quedan expresadas, no podrá exceder de doce pesos". Para la asistencia de las pobres enfermas había tres salas en el Hospital de Mujeres, llamadas: "Nuestra Señora de los Remedios" (a la que prestaban ayuda, entre otras matronas, Tomasa de la Quintana de Escalada - madre de Remedios, la futura mujer del General San Martín - y mi antepasada Rita Dogan de Pueyrredón); sala "Santo Tomás", y sala "Del Señor San Joseph" (a la cual, con 4 damas, proveían de recursos mi 4a abuela Josefa de Lajarrota de Aguirre y su hija Martina, señora de Cajigas).
    Doce años después, el 5-VI-1810, en otra lista de muy distinto carácter, figura en la Gaceta de Buenos Ayres - órgano periodístico de la flamante Junta revolucionaria -, el nombre de "Doña María Josefa Lajarrota", que prometía hacer donativo de "una onza de oro, todos los meses, mientras dure la expedición" - a las Provincias del Norte, de las fuerzas enviadas por las autoridades porteñas para imponer allá la Revolución.
    Había heredado dona María Josefa un vasto terreno de "dos cuadras al frente Este y cuatro de fondo al Poniente", al que se llegaba entonces por "la calle recta de la Piedad, en dirección al Hospicio de los franciscanos" -que se localizaría hoy en la esquina de las calles Bartolomé Mitre y Azcuénaga. La superficie de dicha heredad abarcaba las 8 manzanas que atraviesan actualmente, de Este a Oeste, las calles Bartolomé Mitre, Cangallo y Sarmiento, y de Norte a Sur, las de Rodríguez Peña, Callao, Riobamba, Ayacucho y Junín. El terreno aquel, antaño, ubicábase en las orillas de la ciudad, y dentro de su perímetro contenía a tres quintas llamadas "Los Olivos", "Santa Lucia" y "La Pita".
    Hubo tal terreno doña María Josefa, "por vía de mejoras", de sus padres Nicolás de la Quintana y Leocadia de Riglos, el 13-II-1757, mediante escritura que autorizó el Escribano José Ferrera, con motivo de haberse casado ella, 9 meses antes (12-V-1756), con Domingo Alonso de Lajarrota Ortiz de Rozas. Esas "cuadras" pertenecieron anteriormente a Miguel de Riglos - padre de Leocadia y bisabuelo de la viuda de Aguirre - por merced y posesión "ynmemorial"; que confirmó luego el Gobernador Miguel de Salcedo, el 14-VI-1735, a favor de los esposos Quintana-Riglos.
    Más tarde, fallecida su dueña, el terreno de quintas se subdividió por completo en gran cantidad de lotes destinados a venta, cuyas escrituras fue otorgando a los respectivos adquirentes, el hijo, heredero y albacea de la causante, Manuel Hermenegildo de Aguirre Lajarrota - mi tatarabuelo - a nombre de la sucesión materna; y, durante los años de 1823 a 1831, a par del fraccionamiento aludido, abriéronse calles a su través; llamadas entonces "De la Piedad" (ahora Bartolomé Mitre), "Cangallo" (hogaño "peronizada"), "Cuyo" (actual Sarmiento), y "Garantías" (al presente Rodríguez Peña).

    Testamento y muerte de la señora. Capellanía ordenada por ella

    Muy quebrantada de salud, el 31-X11-1821, ante el Escribano Narciso Iranzuaga, mi antepasada María Josefa Lajarrota de Aguirre otorgó su testamento. Luego de enumerar a sus herederos legítimos, nombró por albaceas, en primer lugar, a sus hijos Manuel Hermenegildo y Manuela, ambos de mancomún; en segundo término a su hija Casimira, "residente en los Reinos de España"; y en tercero a Antonio de las Cajigas, viudo de su hija Martina. Dispuso la causante que su entierro fuera en la Iglesia de San Ignacio, "amortajada con el Hávito de Dolores, de quien soy Cofrade". Separó el quinto de sus bienes para ser "aplicado en beneficio de mi alma, conforme a la instrucción que dejo por separado". Y finalizó diciendo: "El testamento de mi finado Marido está cumplido en la parte que me ha correspondido como Albacea, y como he podido. Quedan algunas deudas que cobrar, como se verá en los papeles. Si acaso aparece alguna contra mí, de que no me acuerdo, no se abonará sin documento justificativo, a menos que no pase de doce pesos. De la que me acordase, cuidaré de apuntarla en la instrucción sobre la distribución de mi quinto, para descargo de mi conciencia'.
    Al mes siguiente, o un poco más adelante, fallecía doña María Josefa. En seguida, su testamentaría se inició extrajudicialmente, para quedar concluida el 29-IX-1823.
    A casi tres lustros de muerta la señora, el 26-XI-1836 - "año 27 de la libertad, 21 de la Independencia y 7 de la Confederación Argentina" -, ante el Escribano Público Manuel de Pio y los testigos Manuel Carriego, Manuel del Rio, Patricio Lajarrota y Nicolás Martínez, comparecieron Manuel Hermenegildo de Aguirre y Manuela, su hermana - ésta con venia de su esposo Manuel José García -, y en su carácter de hijos herederos y albaceas de mancomún de la finada Josefa Lajarrota de Aguirre, dijeron: Que el testamento que otorgara su madre el 31-XII-1821, ante Narciso Iranzuaga, habíase extraviado, y lo encontró el entonces Juez de Subalternos Dr. Agustín Gazcón, cuyo documento fué archivado por el Escribano José Cabral, quien certificó que en la cláusula 7a de dicha escritura la causante ordenaba "se separe todo el quinto de la herencia que le corresponde de dos hijas menores que fallecieron, y su importe se invierta en beneficio de su alma". Que cumpliendo la voluntad de la testadora, ambos albaceas instituían "una pía memoria lega de misas", con un capital de 7.000 pesos en fondos públicos al 6% de interés, para que con sus rentas se rezara una "misa solemne el día de la festividad de N.S. del Tránsito, en la Iglesia de San Ignacio". Que otra misa solemne debía de oficiarse en la Iglesia de San Francisco, "el día de la festividad de San Agustín, en memoria de nuestros finados padres Don Agustín Casimiro de Aguirre y Doña Josefa Lajarrota y de nuestros hermanos Doña Maria y Don Agustín Aguirre". Igualmente el día de San Agustín debían "distribuirse 120 pesos entre todas las viudas, las más pobres y honestas, con la obligación de asistir a la misa de nuestra familia". Que otros 100 pesos más, "se destinarán para el vino de misa, en cada año, en la parroquia de Sn. Isidro". El patrono para hacer cumplir este legado será "Don Manuel H. de Aguirre, y por su falta, su hijo mayor, y así sucesivamente". Tal Capellanía se fundaba "a beneficio de las almas dichas, y demás deudos que fueran sucediendo por perpetuidad de tiempo, sin que ninguna persona tenga derecho a revocar esta institución, decir de nulidad de ella, ni contradecirla de manera alguna; y si tal sucediere seria nulo y de ningún valor ni efecto, porque queremos sea firme y subsistente en todo, sin alteración, modificación ni revocación ninguna, para lo cual los otorgantes nos obligamos a su cumplimiento, para que se cumpla como un deber con nuestras personas y por lo que hubiese y pueda haber en forma y conforme a derecho; y a más encargamos, los patronos, a nuestra conciencia, para el debido cumplimiento de todo ello". Y firmaron, ante Escribano y testigos, Manuel H. de Aguirre, Manuela Aguirre y Manuel J. García.
    por Carlos F. Ibarguren Aguirre

    Notas:

    Casado:
    Lº 6 Fº 159. Ts.: don Domingo Alonso de Lajarrota y Ortíz de Rozas, Caballero de la Orden de Alcántara, y doña María Josefa de la Quintana y Riglos.

    Hijos:
    1. María Josefa Francisca Aguirre Lajarrota fue bautizada el 10 Jul 1778 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció en 1796.
    2. Martina Gertrudis de Aguirre Lajarrota nació el 15 Nov 1779 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 16 Nov 1779 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 23 Dic 1801 en Buenos Aires, Argentina.
    3. Casimira Francisca Xaviera de Aguirre Lajarrota nació el 4 Mar 1781 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 5 Mar 1781 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció en Badajoz, Badajoz, España.
    4. Manuela Isidora Juana Nepomucena Aguirre Lajarrota nació el 15 May 1782 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 15 May 1782 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    5. José Agustín Eusebio Casimiro Xavier Aguirre Lajarrota, (*) nació el 5 Mar 1784 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 10 Mar 1784 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 21 Jul 1814 en Buenos Aires, Argentina.
    6. 4. Manuel José Hermenegildo de Aguirre Lajarrota, (*) nació el 12 Abr 1786 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 13 Abr 1786 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 22 Dic 1843 en Buenos Aires, Argentina.
    7. Ángel Lucio José Javier Aguirre Lajarrota nació el 2 Mar 1789 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 2 Mar 1789 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina.

  3. 10.  Juan Bautista de Ituarte Aguirre nació circa 1761 en Vizcaya, España; fue bautizado el 12 Feb 1767 en Bilbao, Vizcaya, España (hijo de Juan Bautista de Ituarte Barroeta Veña y Ignacia de Aguirre Garay); falleció en 1831.

    Notas:

    JUAN BAUTISTA DE ITUARTE fue bautizado en Abando, en la parroquia de San Vicente, el 12-II-1767. A fines de ese siglo alejóse definitivamente del terruño. Dedicado al comercio vino al Río de la Plata como socio o interesado en los negocios de Anselmo Saenz Valiente, quien pronto sería su concuñado. Una de las primeras constancias de la presencia de Ituarte en América, se encuentra protocolizada a raíz de ciertas actuaciones llevadas a cabo en 1795 por un grupo de comerciantes - él entre estos - que se reunieron en Potosí a fin de establecer un reglamento para los "situadistas"; es decir, para aquellos conductores de encomiendas y caudales que, periódicamente hacían la carrera de ida y vuelta del Alto Perú a la capital del Virreinato. Años después, el 17-XII-1798, en la Catedral de Buenos Aires, el presbítero Francisco Tubau, bendecía el enlace de Juan Bautista de Ituarte con María Magdalena de Pueyrredón y Dogan, ante los testigos Anselmo Sáenz Valiente y Rita Dogan, cuñado y abuela de la novia respectivamente.

    Ante la segunda arremetida inglesa

    En 1807, don Juan Bautista fue elegido Regidor del Cabildo porteño y Defensor de Pobres. Seis meses más tarde - con sus colegas de capítulo presididos por el Alcalde Alzaga - dicho "defensor" no lo sería ya de pobres sino de todo el vecindario porteño, frente a un ejército británico que lo atacaba por segunda vez. En tan críticos momentos, la campana del Cabildo redobló llamando a "generala", y el pueblo se concentró en la Plaza; mientras Liniers salía al encuentro del enemigo que le dispersó la tropa en los corrales de Miserere. Los señores del Cabildo, entretanto, prepararon a la ciudad para resistir. Calle por calle, casa por casa, azotea por azotea, escollos fueron en el trayecto por donde las columnas invasoras se lanzaron al asalto. Pero antes del ataque los regidores Juan Bautista Ituarte y Manuel Ortiz Basualdo, junto con el Síndico Esteban Villanueva, tomaron eficaz y rápidamente medidas a fin de que no les faltaran las vituallas más indispensables a los hombres aprestados para el combate. Y en el glorioso atardecer del 5 de agosto, el General Withelocke rendía su espada y era obligado a evacuar estas regiones del Río de la Plata; y en carta al Almirante Murray, el vencido no ocultó su melancolía al estampar el siguiente párrafo; "Sudamérica jamas podrá pertenecer a los ingleses, la obstinación de todas las clases sociales de sus habitantes es increíble ...".
    Lograda la hazaña, dióse rienda suelta al regocijo, y llegaron los premios y se solicitaron los honores. Con el nombre de "Regidor Ituarte", el municipio bautizó su vieja calle de "San Isidro" (hoy Estados Unidos); como asimismo para don Juan Bautista y sus colegas capitulares, el Virrey Liniers se empeñó el 7 de agosto, por carta reservada al Príncipe de la Paz, en pedir se les otorgase a ellos la Cruz de Carlos III, "pues siendo todos como he dicho - le expresaba Liniers a Godoy - de las principales familias de esta ciudad, quedarían igualmente premiados y sin motivos de displicencias". (Por su parte Alzaga, Lezica, Sáenz Valiente y Villanueva, aspiraban a sendos títulos de Castilla).

    Ante la revolución emancipadora de los criollos

    Tres años más tarde, Juan Bautista Ituarte concurrió al histórico Cabildo abierto del 22-V-1810, a partir del cual habría de cesar para siempre en el país la dominación española. Llegado el turno que correspondía a su voto, mi 4º abuelo no se encontraba en el recinto; seguramente retirado disconforme con el giro que tomaban los acontecimientos. Con todo, al crear después la Junta revolucionaria la Biblioteca Pública, el hombre efectuó un donativo de 103 pesos y 6 reales, cual se lee en La Gazeta del 15-XI-1810, que aún redactaba Mariano Moreno. Más tarde (8-VIII-1811), Ituarte donó a la referida librería, las Cartas de Foronda sobre Economía Política, - "Foronda" era el seudónimo que usaba el economista italiano contemporáneo Juan Valentín Matías Fabbroni (1752-1822) en sus escritos polémicos favorables al libre cambio.
    Aquella revolución de los criollos, iniciada en 1810, le trajo muchos trastornos a nuestro comerciante vizcaíno. En los primeros tiempos su parentesco político con Pueyrredón le sirvió de garantía ante los gobiernos patrios. Pero cuando don Juan Martín cayó con el Primer Triunvirato, un grupo de exaltados irrumpió, la noche del 8-X-1812, en la vivienda de Ituarte a la pesca del Triunviro en desgracia (que se había refugiado en casa del cura Marcos Salcedo), y con espadas y puñales pincharon los colchones de las camas por si Pueyrredón estuviera escondido debajo de alguno de ellos. Debido a esto, mi antepasado se hizo sospechoso, fue objeto de vigilancia, y el nuevo gobierno le castigó con multa tras el arribo al puerto de Montevideo, sin permiso de las autoridades bonaerenses, de su fragata "San Anselmo", corrida por un temporal.
    Siete años más adelante - ya alejado Pueyrredón del cargo de Director - La Gazeta publicó el 8-XII-1819 una Relación de individuos que embarcaron en Montevideo bajo prisión, el 27 del mes anterior para España: militares, eclesiásticos, comerciantes, entre los cuales don Juan Bautista. Allá en la Península el hombre se estuvo un tiempo. De regreso a la tierra de sus hijos y de sus intereses, murió ahogado - cayó o se tiró al agua desde la nave en que venía como pasajero. El inventario y tasación de sus bienes sucesorios realizóse en 1831; ascendía el haber a 35.788 pesos y 4 3/4 reales, último resto de su fortuna amenguada por los vaivenes revolucionarios argentinos.

    Un tocayo imprevisto de mi antepasado Ituarte

    En tiempos en que vivía en Buenos Aires mi 4º abuelo Juan Bautista de Ituarte, nacido en 1764 - como sabemos - en la localidad de Abando, a las afueras de Bilbao, capital de Vizcaya, estaba también avecindado en la ciudad porteña otro Juan Bautista Ituarte, nativo de la villa guipuzcoana de Deva; hijo de otro Juan Bautista Ituarte y de María Angela Sigarán. Dicho Juan Bautista Ituarte se casó entre nosotros con María de los Remedios Arévalo y San Miguel, en la que hubo 3 hijos; Juan José Antonio; Francisca de Paula, mujer de Mariano González; y Faustino Ituarte Arévalo. Ello se desprende del testamento del referido Ituarte, otorgado acá el 9-IV-1804, ante el Escribano Mariano García Echaburu, en su Registro nº 3. Ese personaje no pudo ser sinó Juan Bautista Ituarte, alias "Vizcaíno" (aunque precisamente era de Guipuzcoa), "banderillero" o "rejoneador a pié" por los años de 1759 hasta 1772 en la Plaza de Toros del barrio de Montserrat, cual lo estampa Juan Antonio Pillado en su Buenos Aires Colonial. Por lo demás, el hijo primogénito del nombrado toreador debe de haberles dado bastantes "rejonazos" a los ingleses en 1807, según declaró su comandante con estas palabras; "Juan Ituarte se ha distinguido en varias acciones, como fue en la partida de observación al enemigo, en la rendición de una columna de éstos compuesta de más de doscientos hombres, y en el ataque de la Residencia". (Ver en el Archivo General de la Nación; Invasiones Inglesas: Solicitudes, Pasaportes y Nombramientos. Libro 8, informe 74). En cuanto al hijo menor del antiguo torero; Faustino Ituarte, se retiró el 20-XII-1820, inválido, como Cabo 1º del Batallón de Artillería de Buenos Aires. (Libro de Tomas de Razón de Despachos Militares).

    por Carlos F. Ibarguren Aguirre

    AGN: Expedientes relaciones con Juan Bautista Ituarte.

    Juan Bautista Ituarte: Juicio en su contra por cobro de impuestos de tabacos y naipes. Legajo 13 Expediente 298. Año 1783.

    Juan Bautista Ituarte: Y otros piden la reforma del reglamento que rige las elecciones de situadistas. 1798. Comerciales Legajo 18 Expediente 5

    Juan se casó con María Magdalena Pueyrredon Dogan el 17 Dic 1798 (Canónico) en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina. María (hija de Juan Martín Pueyrredon Labrucherie, (*) y Rita Damasia Dogan Soria) nació en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 22 Jul 1782 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 18 May 1834 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultada en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina. [Hoja del Grupo] [Family Chart]


  4. 11.  María Magdalena Pueyrredon Dogan nació en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 22 Jul 1782 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hija de Juan Martín Pueyrredon Labrucherie, (*) y Rita Damasia Dogan Soria); falleció el 18 May 1834 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultada en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    Casado:
    L° 6 F° 301vta./302. Ts.: don Anselmo Sáenz Valiente y doña Rita Dogan.

    Hijos:
    1. 5. María Victoria Ituarte Pueyrredon, (*) nació el 17 Nov 1799 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 18 Nov 1799 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 5 May 1827 en Buenos Aires, Argentina.
    2. Juan Bautista Simeón Ituarte Pueyrredon nació el 17 Feb 1801 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 18 Feb 1801 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    3. María Florentina Silvia Ituarte Pueyrredon nació el 20 Jun 1802 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 20 Jun 1802 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció en 1905 en San Isidro, Bs. As., Argentina.
    4. Apolinario José Ituarte Pueyrredon fue bautizado el 9 Ene 1805 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 30 Mar 1805 en Buenos Aires, Argentina.
    5. Martín Nolasco Ituarte Pueyrredon nació el 30 Ene 1806 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 31 Ene 1806 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 15 Mar 1806 en Buenos Aires, Argentina.
    6. María Josefa Ituarte Pueyrredon nació el 15 Dic 1806 en Buenos Aires, Argentina; falleció el 15 Dic 1806 en Buenos Aires, Argentina.
    7. Juana Magdalena Ituarte Pueyrredon nació el 27 May 1809 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 28 May 1809 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 17 Ago 1871 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultada el 18 Ago 1871 en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    8. María Damasia de la Concepción Ituarte Pueyrredon nació el 10 Dic 1810 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 11 Dic 1810 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    9. Juana Romualda Ituarte Pueyrredon nació el 7 Feb 1812 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 8 Feb 1812 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 8 Jun 1812 en Buenos Aires, Argentina.
    10. Juan Bautista Ituarte Pueyrredon fue bautizado el 15 May 1813; falleció el 5 Feb 1815 en Buenos Aires, Argentina.

  5. 12.  Juan Esteban de Anchorena Zandueta, (*) nació el 15 Feb 1734 en Pamplona, Navarra, España; fue bautizado el 15 Feb 1734 en Pamplona, Navarra, España (hijo de Domingo de Anchorena Elía y Juana Fermina Zandueta Alloqui); falleció el 6 Mar 1808 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado el 6 Mar 1808 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    JUAN ESTEBAN DE ANCHORENA Y ZANDUETA, vio la luz del mundo en Pamplona, y fue cristianado el 15-II-1734 en la iglesia de San Nicolás. En 1751 - frisando en los 17 años - el mozo llegó a Buenos Aires, y en la ciudad porteña dedicóse al comercio y no tardó en levantar considerable fortuna. La próspera carrera comercial de don Juan Esteban, podría llenar todo un volumen relativo a la vida económica rioplatense durante la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX. Desde Cádiz a Montevideo, cruzaban el Atlántico los navíos de registro repletos de efectos y manufacturas consignadas a Anchorena, y en la vecina orilla se producía el trasbordo de sus cargas a veleros de menor calado, que las desembarcaban en la rada bonaerense. También desde las costas africanas de Angola, la trata negrera recorría parecido intinerario hasta el riachuelo de Barracas; y, de ahí, los esclavos eran conducidos a las dependencias de la Real Compañía de Filipinas o a la Compañía Real Inglesa instalada en el bajo del Retiro, en cuyos galpones se clasificaban las "piezas" antes de ofrecerlas al mercado, donde Anchorena y otros traficantes locales adquirían esos negros para internarlos y revenderlos en el alto y bajo Perú y el Reino de Chile.
    Por vía fluvial, nuestro negociante recibía zurrones y tercios de yerba mate del Paraguay; y por vía terrestre el tráfico mercantil lo efectuaba en grandes caravanas de carretas, a lo largo y ancho del país; cuyos viajes por temor al asalto de los indios, requerían una escolta de gente armada para cada convoy. Al llegar las tropas con las mercaderías de Anchorena a Jujuy o a Mendoza, sus agentes en dichas plazas despachaban las cargas a lomo de mula; en el primer caso hacia Chuquisaca, Cochabamba, Potosí, Tarija, Chichas, Oruro, El Cuzco y La Paz; o, las que trajinaron la ruta mendocina desde Buenos Aires, atravesaban los Andes con destino a Santiago de Chile y demás poblaciones transcordilleranas.
    De esas alejadas regiones interiores, don Juan Esteban hacía traer de retorno los productos naturales y elaborados de las respectivas industrias lugareñas - maderas, cueros, frutas secas, panes de azúcar, petacas de tabaco, botijas de vino y vinagre, pipas de aguardiente, odres de miel, fardos de algodón en rama, ponchos, pellones, tejidos de la tierra - para venderlos en la ciudad porteña o colocarlos en el exterior.
    De tal modo, gracias a su formidable espíritu de empresa, mi cuarto abuelo Anchorena acumuló enormes ganancias en dinero y bienes de capital, que acrecentarían después, en mayúsculas proporciones, sus tres hijos, y, más tarde, recayeron por herencia en los numerosos descendietes de ellos. Alguien ha dicho que así como la historia de Alemania está íntimamente ligada a los Krupp, la de Estados Unidos a los Rockefeller y los Morgan, la de Francia e Inglaterra a los Rotschild, la historia argentina - en muchos aspectos - se liga a los Anchorena y al conjunto de viejas familias tradicionales vinculadas con éstos por matrimonio, amistad o interés. Precisamente el apellido Anchorena vino a resultar, en pasados años, para nuestro pueblo, símbolo de dinero, de poderío y prestigio social. Estanislao del Campo en su Fausto gauchesco, impreso en 1866, pone en boca del Diablo esta cuarteta destinada a tentar al personaje de Goethe, llevado a la ópera por Gounod:

    "Si quiere plata tendrá:
    mi bolsa siempre está llena,
    y más rico que Anchorena
    con decir quiero, será".

    Y casi media centuria después, en 1915, "Yacaré" (Felipe H. Fernández), vate precursor del actual lunfardo literario, expresó en una de las estrofas de su soneto Batiendo el justo:

    "Mi cuna, mi laburo y mi apellido
    baten el justo de un pasao florido
    que ni Anchorena con su vento emparda ... "

    La monografía de Carretero

    En 1970, Andrés M. Carretero publicó un libro titulado Los Anchorena; política y negocios en el siglo XIX. Para elaborar su monografía, el autor se dió a rebuscar en los legajos existentes en el Archivo General de la Nación: cartas, borradores y papeles, entre éstos - aunque lo calle el pesquisante - la copiosa correspondencia mercantil de don Juan Esteban, que donara Carlos Ibarguren, mi padre, a dicha institución estatal. De entrada, en su libro, el prejuiciado y malevolente buscón de referencia, si bien no apostrofa a lo carretero contra los miembros de la estirpe argentina de que trata, con inocultable obstinación resentida, cree haber descubierto un documento importantísimo, que atañe a la actividad comercial del fundador del linaje entre nosotros, y estampa alborozado: "Muchos biógrafos e historiadores insisten en darle prosapia de alta alcurnia, rastreando en los árboles genealógicos de viejas familias españolas, pero la verdad concreta es que este Anchorena se dedicó, en la pobrísima ciudad que era Buenos Aires en aquel entonces, a una actividad desprovista de fastos hidalgos y bien acorde con el medio circundante, pués aparece como pulpero en 1767". (Lista de Pulperías, Tiendas y Tendejones, en A.G.N. Libro de Bandos nº 3, folios 136-140, correspondiente a los años 1742-1767).
    Quien lea ese párrafo contundente, se lo imaginará al vasco Anchorena en mangas de camisa, detrás del mostrador con reja de fierro de su pulpería, despachando caña y ginebra cual el tano Sardetti en el folletón "Juan Moreira"; mientras los parroquianos, más o menos temulentos, juegan a la baraja, gritan, se enojan, blanden los facones y se cosen a puñaladas.
    La pulpería - propiamente tal - fue mirada por las autoridades, desde los tiempos coloniales, como fuente de delitos, de vicios y de embriaguez, y las ordenanzas y resoluciones gubernativas las calificaron, a menudo, de "centros de perdición", de escándalo y de inmoralidad; por eso sus locales fueron constante objeto de vigilancia. De yapa, la actividad de "Pulpero", en el concepto social, resultaba entonces menospreciada por poco digna, a diferencia de la de comerciante, tendero u otra de igual categoría, que era respetable.
    La voz "pulpería" (que según los lexicógrafos deriva de "pulque" - aguardiente -, bebida esperitosa de los araucanos hecha de frutas silvestres fermentadas) es definida así - en forma asaz equívoca - por la Real Academia Española: "Tienda en América, donde se venden diferentes géneros para el abasto, como son vinos, aguardiente o licores y géneros pertenecientes a droguería, buhonería, mercería, etc". Y bien, entre los propietarios de Pulperías, Tiendas y Tendejones" de Buenos Aires, que aparecen en la "Lista" encontrada por Carretero, figura Juan Esteban Anchorena; mas tal quehacer - en el mostrador del boliche o mercería - era cumplido por un dependiente, personero o habilitado de dicho capitalista, el cual, eso sí, adelantaba fondos y proveía mercaderías para la marcha del negocio. Precisamente, en el año 1767, que señala "la verdad concreta" descubierta por Carretero acerca del oficio de don Juan Esteban, éste se encontraba en Potosí, a 442 leguas de distancia de su "pulpería" bonaerense, ocupado allá en transacciones de mayor cuantía. En efecto, el 26-I-1767 en Buenos Aires, ante el Escribano Francisco Xavier Conget, compareció Cristóbal de Aguirre "de este comercio" (fuerte mercader y conspicuo vecino que sería, a partir de 1778, concuñado de Anchorena - ver el apellido López Anaya), quien sustituyó un poder que les tenía dado, el 15-II-1765, a Manuel Acuña Nievas y a Manuel Francisco Acevedo para pleitos y cobranzas. Ese mandato lo sustituía Aguirre en Juan Esteban de Anchorena, en primer término, en segundo en Ignacio Barañano y en tercero en Francisco Gorriti, los tres "residentes en la Villa Imperial de Potosí".

    Arremete el marxista Sebrelli

    "Apogeo y ocaso de los Anchorena" titúlase otro libro aparecido en 1972, bajo la firma de Juan José Sebrelli.
    Este deslenguado comunista, nacido por casualidad en nuestra tierra generosa, lejos de haber sido oprimido por el ambiente burgués que lo rodeaba, alcanzó, gracias a la tolerancia de nuestro liberalismo, el título de Maestro Normal - vale decir, de educador y guía ideológico de la juventud argentina. La Facultad de Filosofía y Letras le abrió, de par en par, sus puertas; y la revista Sur, de Victoria Ocampo, en 1952, le daba al joven desconocido espaldarazo literario, acogiendo en sus páginas las miasmas sociológicas desprendidas de Marx, de Sartre, de Simone de Beauvoir, de Marcuse, con las que Sebrelli - ácrata en el papel impreso y de pluma fácil - cargaba sus colaboraciones "histórico-politicas".
    Lo mismo que la de Carretero, esa publicación sobre los Anchorena repite que don Juan Esteban "comenzó desde muy abajo con una pulpería instalada en 1767"; y seguidamente, tomando como pretexto el linaje de referencia, arremete el autor contra "la familia típica de la alta burguesía argentina". "La familia - discurre Sebrelli - no es una entidad inmutable y eterna con características inscriptas en un cielo platónico, como sostiene el pensamiento de derecha; no es una célula de la sociedad humana. Más que un hecho natural, biológico, es un producto histórico y social". "La familia - insiste el subversivo didacta - es el elemento fundamental de la sociedad de clases, sobre todo porque ella es el receptáculo de la propiedad privada". "Los tatarabuelos son un lujo de la gran burguesía; el proletariado y la clase media rara vez pasan de los abuelos". "En la sociedad moderna - continua Sebrelli - la familia sigue basándose en los lazos sanguíneos, conservando leyes de tipo arcaico, lazos patriarcales, relaciones jerárquicas de subordinación y obediencia; sigue siendo el receptáculo de tabúes ancestrales. Más que por la educación conscientemente reaccionaria que los padres pueden inculcar a sus hijos, es por esa estructura seudofeudal, propia de la familia, por lo que el individuo es educado en el seno del hogar para amoldarse a la sociedad autoritaria, formándose una concepción conservadora del mundo". "Indisolublemente ligada a la sociedad de clases, la familia está destinada a desaparecer, como antes desaparecieron las tribus y los clanes, con la desaparición de las bases materiales de su existencia". "La familia sólo será superada históricamente - concluye rotundo el normalista de marras - cuando sus lazos sanguíneos e irracionales, su característica opresión de los viejos sobre los jóvenes, los padres sobre los hijos, los varones sobre las mujeres, y los amos sobre los criados, sea sustituída por una forma de camaradería igualitaria y fraternal, en una comunidad universal y racional de hombres libres y responsables de sus propios destinos".
    He aquí expuesto, en inequívocos párrafos, el meollo ideológico de ese sociólogo putativo, paradigma de algunos normalistas con vara alta en el magisterio de la nación. Por otro lado el libro de Sebrelli es ágil y divertido. El hombre tiene sentido del humor y de la caricatura, que alterna con calumnias y explosiones de bajo resentimiento. En dicha seuda monografía, los Anchorena y sus parientes o allegados con relevancia histórica: Juan Manuel de Rosas, los Uriburu, los Aguirre y demás colaterales de alguna figuración son puestos como chupa de dómine. Cita también a los Ibarguren, prodigándoles sarcasmos venenosos a mi padre - de igual modo que a Enrique Larreta - a lo largo de todo un capítulo titulado "Dos intelectuales en el clan Anchorena".
    De tal suerte, al final del libelo, uno acaba por comprobar, no sin pizca de orgullo, la importancia y el renombre que aún mantienen las familias patricias en la Argentina; y queda convencido, firmemente, que nadie escribirá jamás un volumen de 348 páginas dedicado al "Apogeo y ocaso de los Sebrelli".
    Tras de esta digresión bibliográfica, y frente al desenfreno del susodicho publicador, antes de volver a ocuparme del acaudalado cuatriabuelo Anchorena, vienen como de molde a coincidir con mi pensamiento, los siguientes conceptos de Spengler: "La riqueza no es sólo una premisa, sino, y ante todo la consecuencia y la manifestación de la superioridad, y no sólo por la manera en que fue adquirida, sino también por el talento necesario para informarla y emplearla como elemento de cultura auténtica. Hay que decirlo ya abiertamente aunque sea un bofetón para la ordinariez: Poseer no es un vicio, sino un talento del cual son capaces los menos. Es también el resultado de una larga crianza por estirpes elevadas; alguna vez resulta adquirido (aquel talento) mediante una autoeducación basada en vigorosas cualidades raciales por fundadores de familias que se elevan, y casi nunca aparece dado por genialidad original, sin la premisa de un ambiente educador y un pasado ejemplar."

    La gran empresa de Anchorena

    Juan Esteban de Anchorena organizó su vasta empresa mercantil con corresponsales residentes en las poblaciones del interior, a quienes consignaba, en gran escala - como se dijo -, toda clase de géneros y mercaderías, a fin de que cada uno de ellos, en sus cabeceras territoriales, procediera al almacenaje y venta de esos efectos, según los casos, contratos e instrucciones respectivas; en tanto, de retorno, el empresario recibía de dichos representantes suyos, un número crecido de productos regionales, que colocaba en Buenos Aires o eran destinados a la exportación.
    Ya en 1764 (o sea tres años antes "de comenzar desde muy abajo con una pulpería instalada en 1767", como afirman Carretero y Sebrelli) eran agentes de Anchorena en "la ciudad de San Felipe de Montevideo", Francisco Sáenz de Riaño y Gabriel Velazco. Y en 1765 don Juan Esteban, en carácter de apoderado de su paisano Miguel de Learte - que fuera en el Tucumán administrador de los jesuitas expulsos - prestó declaración en un pleito sobre calumnias levantadas contra éste por la venta de ciertos géneros. ()
    El viejo Anchorena (ese Don Nadie para los archivistas deletéreos que se ocuparon de él) estableció en España - transcribo textualmente a Carretero - "conexiones comerciales por medio de sus parientes, que lo relacionaron con varias firmas acreditadas, especialmente Genesy y Cia".
    Tuvo, es cierto, don Juan Esteban - y así surge de su correspondencia - negocios en la madre patria con importantes compañías y personas que nombraré más adelante. La solidez de su giro le abrió horizontes internacionales, y por vía de aquellos agentes españoles extendió su tráfico lucrativo a Francia, a los Países Bajos, a los Estados Alemanes, a Inglaterra y a las colonias hispanas de América Central. En todos estos destinos colocaba cueros vacunos, tucuyos (lienzos de algodón), partidas de lana, yerba mate, azúcar, pasas y tabaco.
    A las provincias del Río de la Plata, al Perú y al "Reino de Chile", don Juan Esteban introducía toda clase de artículos, de mercería, ropas y paños: géneros de Segovia, de San Fernando, de Guadalajara y de Murcia; sedas de Valencia; listonería de Granada y gorros sevillanos; clarines de Francia; ruanes, bretañas, pontivies, chanetones y telas de Sedán: bramantes y holanes; serafinas inglesas; brocadillos italianos y birretes de Génova; felpas, tripes, sempiternas, sargas, bayetas, estopillas, camisas, pañuelos, medias de hombre y de mujer, plumeros, forros, retobos, hilos, peinetas, cuchillos, tijeras, alfileres, botones y menudencias a granel.
    Pintoresca resulta la especificación de los múltiples colores de las piezas que, en constantes remesas, nuestro fuerte pañero derramó en los centros poblados del antiguo virreinato rioplatense, y que con prolijísimo detalle fueron asentados en borradores y libros de contabilidad. Figuran ahí largas listas de tejidos oscuros o de abigarrados tonos: negros, verdigrises, atigrados, sangre de toro, rosa seca, nácar, aurora, verde mar, esmeralda, turquí, flor de granada, guinda, cáscara de almendra, perla, lacre, verde caña, sajón subido ... y paro de contar.
    El foliculario Sebrelli escribe muy suelto de cuerpo: "Detrás del tendejón, Juan Esteban Anchorena hizo sus primeros contratos con los grandes señores que lo ayudarían en su ascensión". La verdad es que a lo largo de casi medio siglo fueron socios, representantes o mandatarios de Anchorena, muchos individuos calificados por su fortuna y rango social. Sin ir más lejos, Joseph de la Cuadra, en San Salvador de Jujuy, con quien Don Juan Esteban mantuvo el interesante y regular intercambio epistolar que en parte publiqué yo en la Revista Historia (Nro. 49/año 1967) bajo el título de La rebelión de Tupac Amarú através de las cartas de José de la Cuadra a Juan Esteban Anchorena. ()
    Tal correspondencia va nombrando a distintas personas casi todas ellas vinculadas al trámite mercantil de circunstancias: Juan Antonio Fernández, consignatario de Anchorena en Charcas, que allá recibe las arrias de mulas cargadas de mercaderías . Era Fernández nativo de Asturias; en 1816 llegó a desempeñarse como Gobernador de Charcas, y en 1825 fue Teniente de Gobernador de Jujuy. Habíase casado en Salta, el 12-5-1785, con Aurelia González de Hoyos y Torres, de cuyo consorcio deriva conocida sucesión, entre ella la familia de Fernández Anchorena. (Ver mi monografía sobre los Hoyos).
    En Salta representaban a Anchorena, José de Ormaechea y su socio Manuel Francisco Costas (aquel casado con María Agueda Torres García Varela, y este con María Ignacia Ruiz de Gauna, de cuyos matrimonios provienen conocidas familias salteñas y bolivianas). También los papeles comerciales antedichos nombran a los salteños Francisco Arias Rengel (Maestre de Campo y marido de Petrona de Escobar Castellanos, con la cual dejó numerosa posteridad); a José Velarde, Isidoro de la Peña y José Royo Carrillo. En Jujuy al Tesorero Gabriel Güemes Montero (padre del futuro paladín de la guerra gaucha); al Contador Nicolás de Villacorta y Ocaña; al Fiscal Joseph de Zamalloa (oriundo de Oñate, en Guipuzcoa, y casado con la Jujeña Catalina Clemencia de Olaso Liendo Argañaraz: tronco de muchas estirpes de Jujuy, Córdoba y Buenos Aires. Zamalloa exhaló el último suspiro en Cádiz, el 3-X-1778, de "un tabardillo de los soles que trajo del camino"). A Andrés Eguren, Teniente de Gobernador de Jujuy, consorte de Gregoria del Portal Urrutia, en cuya "chacarilla" alojábanse los negros que Anchorena remitía al Alto Perú (Eguren "murió como un apóstol en 1780; con su esposa Gregoria del Portal resulta el patriarca de los Eguren argentinos. Dos de sus hijas se casaron con los hermanos José Prudencio y José Ignacio de Guerrico,fundadores de esta tradicional familia); a José de Alvarado, con importante tienda (Regidor y Alcalde de Jujuy, donde casó con Segunda Sánchez de Bustamante y González Araujo Ortiz de Zárate, en la que hubo calificada descendencia); y al Coronel Zegada (Gregorio Zegada y Velloso, nativo de Granada, casado en Jujuy con María Mercedes Rubianes Liendo Argañaraz. (ver su sucesión en el linaje de Argañaraz y Murguía). Del vecindario de Buenos Aires se indican; al fuerte comerciante Martín de Sarratea (futuro suegro del Virrey Liniers); a Cristóbal de Aguirre (concuñado de Anchorena); a Juan Bautista Elorriaga, a Francisco Antonio Beláustegui, a Antonio de las Cagigas, tras de los cuales podría seguir un largo catálogo de empresarios porteños que, por sobre abundante, dejo en el tintero. En Potosí fueron apoderados o mantuvieron relación comercial con nuestro personaje, José Escobedo, Intendente de la Imperial Villa; José Vicente Calleja, miembro del Cabildo potosino; el Teniente Coronel, Caballero de Montesa, Indalecio Gómez de Socasa; y José de Zavala Esquivel (que fuera "dueño" del oficio de "ensayador fundidor de las Reales Cajas"). Resultan asimismo factores, corredores o auxiliares de mi antepasado, Juan Hurtado de Mendoza, en Tarija, y en Charcas el Fiscal de la Audiencia Fernando Márquez de la Plata y José Antonio Ruiz de Tagle. Y agrego, en otro plano, a Domingo Villafañe (patrón de tropa de carretas), a Tomás Fernández (llevador de negros a Potosí) y a Victoriano Romero y Juan Luis Ibirí, fleteros, "situadistas" los dos.
    Entonces y posteriormente representaron o tuvieron negocios con Anchorena y sus hijos; en Barcelona, Joseph Olivero y Mantells, Jaime Manent Vidal y Cía, y Bruno Llobet y Zeliuj, con sucursal en Málaga; en Valencia los tratantes Mariano Espinosa e hijos, Llanguer Roura y Cía, y Juan Alsina y Ambroa; y en Cádiz Francisco de Paula Ugarte, Antonio de Arribillaga, su hijo Agustín, Juan José de Garay, y la firma Genesy y Cía que vinculó a Anchorena con la casa Hullet Brothers de Londres; la cual, a su vez, conectaría al activo traficante bonaerense con banqueros, proveedores y comisionistas de Francia y otros países europeos.
    Viajante con poder de Anchorena, a fin de ajustar contratos en las distintas plazas del norte virreinal, era Juan Crisóstomo de Ezcurra; en tanto se desempeñaba como gerente contador de la casa central respectiva en Buenos Aires, Marcelino Carranza, asistido por su ayudante Marcelino Vega.
    Como agentes negociadores o socios en muchas operaciones que los Anchorena emprendían en las provincias arribeñas, figuran más tarde Manuel Salvador Fernández, Tomás de Arregúnaga y Archondo, Ramón Saravia, Andrés de Córdoba y Pedro José Ibazeta, en Salta. En Tucumán, José María Orueta y Roque Pondal; en Jujuy, Manuel de la Quintana y los cuñados de éste Francisco Gabriel y José Antonio del Portal; en Charcas, Sebastián Toribio Cabiedes; y en Potosí, entre otros, Joaquín Obregón Zevallos y Juan Mariano Ibargüen, del cual me ocupo más detenidamente en un "Apéndice" al final de mi trabajo sobre los Ibarguren.
    Andando los años, Felipe Santiago del Solar y Juan de Santiago y Barros atendían los asuntos de los hermanos Anchorena en la capital de Chile; y agrego que en 1804 traía cargamentos a Buenos Aires, consignados a mi 4º abuelo, Pedro Antonio Olañeta, después célebre Brigadier del Rey contra los ejércitos y huestes irregulares de la Patria, que luchaban por su independencia política.

    Don Juan Esteban se casa. Es nombrado Alférez. Su hogar en la calle de la Merced

    El año 1773, como era costumbre entre hidalgos acreditar limpieza de sangre al formalizar sus bodas ( y ello invalida las afirmaciones plebeyas de Carretero y Sebrelli), Juan Esteban de Anchorena y Zundueta, su hermano Juan José - residente en España - y el hijo de este Juan Domingo de Anchorena y Udri, pidieron a la Corte Mayor de Navarra traslado fehaciente de las sentencias pronunciadas en la causa que litigó, en 1734, la tía segunda de ellos Josefa de Anchorena Ezpeleta (por sí y en nombre de sus hijos los Virto Anchorena). Reclamaban, los solicitantes, que "se les diese facultad de poder usar el escudo de armas de la casa de Anchorena, en los sitios y parajes que les pareciese, y que se les guardasen todas las exenciones y prerrogativas que les correspondían como hijodalgos". Y Don Juan Esteban y sus parientes obtuvieron la condigna autorización que terminaba textualmente así; "Nos, condescendiendo con lo que se nos suplica, acordamos dar y dimos las presentes nuestras Letras Testimoniales por patente, en la forma que se nos pide y contiene la sentencia arriba inserta, firmadas por el ilustre Visorrey de este nuestro Reyno de Navarra, y de los Alcaldes de la dicha nuestra Corte, selladas con el sello mayor de nuestra Real Chancillería, y refrendadas por Don Juan Ramón de Esparza, escribano infrascripto y de la causa. Dada en nuestra ciudad de Pamplona a veinte de Diciembre de mil setecientos setenta y tres años". Firman: Por mandado de S.M., en su real nombre, su Virrey "Francisco Bucarelli y Ursúa, y los Alcaldes de su Casa y Corte Mayor, Julián Antonio de Oscariz y Arce, Juan Marino, Ramón Iñiguez de Beortegui y Joachin Josef de Nabascués; todos ante el Escribano autorizante Juan Ramón de Esparza.
    El 4-IX-1773 (según consta en el acta respectiva del libro 5 de Matrimonios archivado en la Iglesia de la Merced), Juan Esteban de Anchorena, natural de Pamplona, hijo legítimo de Domingo de Anchorena y de Juana Fermina de Zundueta, se casó por poder y representado por Cristóbal de Aguirre (pues el novio hallábase ausente en el Alto Perú), con Romana López de Anaya, natural de Buenos Aires, hija legítima de Manuel López Anaya y de Juana Ruiz de Gamiz. Fueron testigos; Manuel Prado y Juana María Gamiz, tía abuela de la contrayente. Con posterioridad, el 18-IV-1776, los referidos cónyuges celebraron velación solemne "en la Parroquia que fué de los Jesuitas" (San Ignacio), a cargo del teniente cura Jacinto Ruiz.
    Poco antes, el 12-VIII-1775, en el registro del Escribano Eufrasio Josef Boyso, la suegra de Anchorena, Juana Josefa Ruiz de Gamiz, viuda de López Anaya, y Narcisa Ruiz de Gamiz, su hermana, dieron poder a Juan Antonio Fernández y a Juan de Ayzinena (este sin duda pariente de Anchorena), residentes en Potosí, a fin de que ambos mandatarios, en esa Villa Imperial - donde 25 años atrás había fallecido López Anaya con sus bienes embargados, junto con los dotales de su mujer y algunos de su cuñada - trataran de recuperar dichas pertenencias judicialmente retenidas. Y el 28 de noviembre siguiente, también ante Boyso, Don Juan Esteban - en vísperas de emprender un breve viaje al Alto Perú - otorgó escritura de "capital y dote", aportando al matrimonio un caudal líquido de 78.098 pesos y 4 reales, ya que su esposa, doña Romana, no había traído dotación ninguna.
    Cinco meses después (25-IV-1776), el gobernador Vertiz nombró a Juan Esteban de Anchorena - "persona benemérita, de valor, conducta y aplicación" - Alférez de Caballería. Era bien maduro el insólito Alférez con sus 42 años cumplidos, la mitad de ellos fructuosamente aplicados a mercar con efectos al por mayor y recibir y descargar cargas de pañetería: nada comparables estas cargas - que duda cabe! - con aquellas de jugarse la vida, sable en mano, sobre el lomo de un noble bruto a toda furia. Por tanto - se me ocurre- que el marcial nombramiento sería puramente honorífico. Sin embargo, el 26-VI-1781, el mismo Vértiz - Virrey a la sazón - ascendió al afortunado cultor de Mercurio a "Theniente" (teniente asaz rancio con 47 otoños encima), y - créase o no - en Febrero de 1784, mi galoneado 4º abuelo - ya cincuentón neto - tuvo bajo su comando al escuadrón de Caballería de Milicias locales, por retiro del Capitán Josef Antonio Ibáñez, marido de Catalina de Narbona.
    De cualquier modo, si Anchorena como miliciano ni por asomo asistió a la más mínima batalla, como mercader le tocaría enfrentar sobradas contiendas judiciales y administrativas. En 1778, por ejemplo, la Contaduría de la Real Hacienda le promovió un "reñido expediente sobre si debía pagar el derecho de alcávala a las Cajas Reales de La Plata, por los efectos que allí introdujo".
    Carretero y Sebrelli - en sus respectivos libros - afirman de consuno que Don Juan Esteban "en 1779 compró su primera propiedad; una casa en el cuartel 3ro., manzana 42, casa en que nacieron sus hijos". Ello no es del todo exacto.
    En el "Padrón" urbano llevado a efecto por el "Rexidor" Cecilio Sánchez de Velazco, en Diciembre de 1778, figura ya con casa propia; "d. Jun. Estev. de Anchorena" de "40 años" (tenía 44), viviendo con "da. Ramona Jpha. lopz, su Mugr" de "24 años"; con la hija primeriza de ambos, María Manuela de "6 meses"; con su suegra viuda "Doña Juana de Ruiz" de "50 años"; con María Manuela López Anaya, de "25 años" (cuñada de Anchorena, que acababa de casarse, el 5-IV-1778, con el próspero comerciante Cristóbal de Aguirre); con dos mujeres solteras (domésticas quizás), Petronila Mañoso y María Josepha Moldes, de 25 y 12 años; y con estos ocho esclavos negros que habitaban bajo el mismo techo: Ignacio (de 14 años soltero), Ignacio Antonio (de 34, casado), Antonio (de 73, soltero), Rita (de 50, viuda), Dominga (de 20, soltera), Cándido (de 4 meses), Josepha (de 20 años, soltera) y Theresa (de 21, soltera). ()
    Levantábase la referida vivienda frente a la iglesia y Convento de la Merced, en la calle entonces "de San Martín" - hogaño Reconquista -, sobre la acera que mira al Este, entre la actuales calles Cangallo y Sarmiento.

    Oficiosa Gestión de mi antepasado y su posterior partida a España

    En 1780, Don Juan Esteban, en representación del altoperuano Dionisio Larrazabal (posible deudo de la familia porteña de su apellido) pidió al Virrey licencia para construir cuatro paradas de molino en las haciendas de aquel, "Quepupampa y Viro Viro", situadas en la provincia de Yamparáes, jurisdicción de Chuquisaca. Seis años después, Anchorena emprendía viaje a España, "a fin de ponerse en cura", pues estaba enfermo y, además, por negocios. El pasaporte, con el permiso para ausentarse de Buenos Aires, le fue concedido por dos años prorrogables y firmado por el Virrey Marqués de Loreto, el 29-III-1786.
    Antes de liar sus bártulos, el viajero suscribió (8-II-1786), en el registro del Escribano Boyso, un poder general a favor, primeramente, de su concuñado Cristóbal de Aguirre, señalando en segundo y tercer lugar a su esposa Romana López Anaya y a Juan de Gurruchaga. ()
    Y en la misma fecha ante el mismo Notario, el compareciente otorgó otro poder para que - si muriese - extendieran su testamento dichos tres apoderados, siendo nombrada primera albacea doña Romana, su consorte. Dispuso luego Anchorena que a su cadáver lo amortajaran "con el hábito que fuere del arbitrio de sus albaceas" y que éstos lo enterraran en el sitio que eligiesen. Y - excusado es decir - el causante declaró que, a la sazón, solo vivían sus tres hijos Juan José, Tomás Manuel y Mariano Nicolás, quienes, con la madre y tutora de ellos, resultaban únicos y universales herederos suyos.
    Con sus papeles en regla nuestro personaje atravesó el mar hasta la Coruña, y de ahí pasó a Madrid. Los médicos y cirujanos de la Villa del Oso y el Madroño lo examinaron, muy prolijamente, diagnosticando, al cabo , que padecía de una úlcera antigua en la pierna - "de 13 años a esta parte" -, que le producía una hinchazón edematosa de resultas de unas tercianas, lo cual configuraba un principio de hidropesía: "enfermedad crónica que no admite curación, en atención a que los sólidos (de la pierna) han adquirido tal flojedad y pérdida de resorte, que no es fácil vuelvan a su antiguo estado". A causa de ello, Anchorena solicitó y obtuvo del Rey la gracia de ser exeptuado de los cargos concejiles, por tres años; y el posterior pase a retiro como "Theniente" de las milicias de caballería bonaerense, debido "a su avanzada edad (52 años) y achaques". Esto le fue comunicado, por el Ministro Antonio Porlier, al Marqués de Loreto, mediante la real orden del 17-X-1787; cuya disposición dicho Virrey hizo saber al Cabildo porteño el 15 de marzo siguiente.
    Luego de prolongar un año en la madre patria su estada, don Juan Esteban se embarcó para Montevideo, el 17-X-1787, con permiso del Consejo de Indias fechado el 23 de julio anterior. Junto con él viajó como su "criado" Juan Crisóstomo de Ezcurra, y el barco que lo trajo al Río de la Plata fue la fragata "Nuestra Señora de los Dolores", de la Compañía de Filipinas.

    El Consulado

    Casi un año antes de haber efectuado ese viaje a España, Juan Esteban de Anchorena, como uno de "los individuos del Comercio de esta muy noble y leal Ciudad de la Santísima Trinidad Puerto de Sta. María de Buenos Ayres" (entre los cuales figuraban otros dos antepasados míos: el navarro Agustín Casimiro de Aguirre y el bearnés Juan Martín de Pueyrredón Labrucherie), suscribió, 7-VII-1785, ante Pablo Beruti, un poder a favor de Manuel Rodríguez de la Vega, de Bernardo Sancho de Larrea y de Martín de Sarratea, para que estos colegas gestionaran, ante el Rey y demás funcionarios competentes, la instalación de un "Consulado y Tribunal de Comercio" en la capital del Virreynato, "como le hay en estas Indias en las ciudades de Lima y México". Y fue así como, por Real Cédula de 30-I-1794, Carlos IV satisfizo ese anhelo de sus vasallos porteños quienes, desde entonces pudieron ventilar en un Consulado local, sus litigios, tratos y contratos, para "maior aumento, seguridad y arreglo de nuestros giros y negociaciones".
    El 2-VI-1794 el Consulado quedó dispuesto en Buenos Aires y celebró su primera sesión - después de haber concurrido al Cabildo, cuatro días antes, todos sus miembros a prestar juramento y tomar posesión de sus respectivos cargos. Los componentes del flamante organismo nombrados por el Rey - según real orden que refrendó el Ministro Gordoqui -, fueron estos: Prior Joseph Blas de Gainza (en reemplazo de Manuel Rodríguez de la Vega, que se excusó por sus "notorias enfermedades , avanzada edad de setenta y tres años, y falta de vista"); Primer Cónsul, Juan Esteban de Anchorena (era su Teniente Luis de Gardeazabal); Segundo Cónsul, Juan Antonio de Lezica (su Teniente, Gaspar de Santa Coloma); Consiliarios: Antonio García López, Francisco Ignacio Ugarte, Saturnino Saraza, Isidro José Balbastro, Manuel del Cerro Sáenz, Pedro Díaz de Vivar, Joaquín de Arana, Diego de Agüero y Francisco de Escalada. Síndico Cristóbal de Aguirre: Secretario Manuel Belgrano; Contador José María del Castillo; y Tesorero, Antonio de Larrazabal.
    Innumerables asuntos trató esa corporación económica durante los años de 1794 a 1798, en que integró su junta el Cónsul Anchorena. Así, por ejemplo, en la sesión del 29-X-1796, los señores consulares debatieron acerca de un oficio enviado por el Ministro Gordoqui, el 24 de julio anterior desde la real residencia de San Ildefonso, el cual comunicaba que el Secretario de aquella entidad, "Dr. Manuel Belgrano, ha hecho presente al Rey, con certificación de tres Médicos, el deplorable estado en que se halla su salud desde el año 94, y la necesidad de tomar otros ayres para recuperarla; en cuyo fin, solicita se le conceda licencia por un año, con todo el sueldo, para venir a estos Reynos"; pedido que el Monarca había despachado favorablemente, disponiendo que entretanto durara la licencia de Belgrano, sirviera en el empleo de éste Juan José Castelli.
    Puesta la real orden de Carlos IV a consideración del Consulado, la gran mayoría de sus miembros acordaron que debía de cumplirse "en la conformidad que se manda", y, en consecuencia, se colocará interinamente para servir la Secretaría a Juan José Castelli, "pero sin perjuicio de las prerrogativas y privilegios de esta Junta de representar a S.M.", en el sentido de que el servicio de Castelli "no deberá reportar premio ni extipendio alguno", atendiendo a que el primo suyo, Belgrano, "marcha disfrutando el sueldo entero".
    El Primer Cónsul Anchorena y el Consiliario Francisco Ugarte votaron en contra de sus colegas. Aquel dijo "que al presente poseía salud el señor Secretario, según su aspecto exterior"; que las certificaciones de los médicos exhibidas por éste "no están juradas" (): pese a ello no se oponía a que la Junta accediera a la solicitud de Belgrano para pasar a España. En cuanto a la real orden que mandaba nombrar como Secretario reemplazante a Castelli manifestó don Juan Esteban que "se suplique a S. M., con el debido respeto , se digne su bondad de reponerla (revocarla, cambiarla) haciéndole presente que el Lizenciado Castelli actualmente exerce el Oficio de Abogado público, con Estudio avierto en esta ciudad, cuia facultad repugna el instituto del Consulado", y que "el Oficio de Secretario es de mucha atención e intervención, no siendo (Castelli) jurado ni de responsabilidad; extra de ser pariente inmediato del Sr. Secretario y tutor de los bienes de su herencia, como apoderado general de los albaceas de su padre, Dn. Domingo Belgrano Pérez, como es constante por varios pleitos que ha defendido y actualmente defiende en el Tribunal de este Consulado". Por tanto la Junta -en opinión del Primer Cónsul - debía suspender el nombramiento de Castelli, y disponer que su puesto lo ocupe, interinamente, "Juan Roxo, que sirve de oficial de la Secretaría por 25 pesos mensuales".

    Librecambismo y Proteccionismo sobre el tapete

    El 18-XI-1797 el gobierno de Carlos IV dictó una real cédula autorizando a buques nacionales y extranjeros, salidos de puertos neutrales o españoles, a expedir mercaderías no prohibidas a América, pero, eso sí, con obligación de retornar a puertos de la metrópoli. "De hecho - destaca Vicente D. Sierra en su erudita Historia de la Argentina - importaba autorizar la intervención extranjera en el comercio de Indias, si bien la obligación de retornar a puertos españoles hacía inoperante la franquicia, ya que estos se encontraban bloqueados por las naves de guerra británicas. Entretanto en Buenos Aires, el estancamiento de los frutos del país y la carencia de géneros europeos constituía motivo de honda preocupación".
    "Ni en esta se hallan géneros de Europa, más que retazos, ni hay esperanzas de que vengan, porque a cuatro registros que con bandera neutral salieron por mayo de Cádiz en tres fragatas y un bergantín, vaciando las alacenas de aquella plaza, los apresaron los ingleses" - le escribía (24-VIII-1798) el viejo Anchorena desde Buenos Aires a su hijo Juan José, que estaba en Chuquisaca. "La guerra y enredos de las potencias de la Europa está cada día más intrincada y por consiguiente no hay preludios de paz ... Cádiz está aniquilada de abastos, y solo el respeto, celo y disposición del Sr. Mazarredo (Jefe de la escuadra española) la tiene libre de ataque".
    Acá en la capital bonaerense, frente a tal situación apremiante, el Administrador de la Aduana Angel Izquierdo, consultado por el Virrey Olaguer Feliú, opinó "que conviene abrir y ensanchar el comercio de América, para que pueda hacerse por medio de buques neutrales concurrentes, extrayendo los frutos y producciones de estas colonias para las restantes naciones o para los puertos extranjeros a donde elija el comerciante". Izquierdo, practicamente, como se echa a ver, abogaba por la total libertad de comercio.
    El Cabildo por su parte (18 y 31-VII-1798), acordó "suplicar al exmo. Sr. Virrey permita la extracción de frutos e importación de géneros para surtimiento de estas Provincias,en embarcaciones extranjeras neutrales, sin que ello se comprenda la plata y oro en pasta, ni amonedado, ni géneros ingleses".
    Así las cosas, el Virrey dió traslado de dichas apreciaciones - "pasadas en expediente" - al Consulado, a fin de conocer también el criterio de este organismo representativo de los comerciantes porteños.
    El 3 de noviembre debatiose el caso en dicha corporación mercantil, y la mayoría de sus miembros, conformes con el parecer del consiliario José González Volaños, convinieron en síntesis, "que se admita la carga de los navíos extranjeros,siempre que el saldo de sus importaciones lo dedicaran a retornar cargados de frutos del país". El conciliario Anchorena, sin embargo, opuesto a sus colegas, se singularizó por su voto, fundamentándolo así:
    Dijo: que habiéndose enterado del expediente con los pedidos que el Administrador de la Aduana y el Cabildo habían hecho llegar al Virrey "para que franquee a todo extranjero neutral introducir los efectos de comercio no prohividos de qualquiera de sus puertos, y retornar sus productos a ellos" - y no directamente a los puertos de España - consideraba "ser ese asunto de mucha gravedad". Refirióse enseguida al tratado de Utrecht, que en 1713 aniquiló el incremento natural del país "por los permisos que S.M. concedió a los ingleses y portugueses para introducir en esta ciudad y puertos sus negociaciones, que trascendieron al Perú, con las tolerancias y ocurrencias más recientes, no desconocidas en este país tan avierto al acomodo". Sostuvo luego que si el Rey obliga a los barcos neutrales extranjeros a dirigirse con sus productos a España, y no les había ampliado el permiso para dirigirse a sus puertos de origen, fue "porque S.M. no lo ha tenido por conveniente, sabedor que por los bloqueos de los enemigos está interrumpida la navegación de los puertos de España a las Américas". Que "aún los legos ... no desconocen que si se franquease a los extranjeros conducir y regresar de su cuenta mercaderías para comerciar con la América Española, y regresar a su voluntad los productos", no se arruinaría solamente el comercio de los Reinos de Castilla, "sino que reduciría estos países a la constitución más miserable y desamparada ... despojando a estas provincias de sus intereses, constiuyéndolas a la maior devilidad con la lleva de caudales y frutos, que fortificarían a los neutrales para cuando quisieran enemistarse con la Corona de España". Que no era desatino pensar que "los ingleses nuestros enemigos", fomentarán y ayudarán a esos neutrales para contribuir a "a la decadencia Española". Que en el país nada faltaba, salvo los artículos de lujo, "pues para la gente de poco caudal y servicio, no solamente no escasea la ropa de la tierra de colores (que ha baxado de precio en estos meses: lienzos razonables de algodón del Perú se han vendido y vienen muchos miles de piezas del Valle de Catamarca, Paraguay y Misiones, fuera de los que aquí se fabrican), sino que sobran para abrigar a las gentes de travajo que visten sin aparato, siendo constante la abundancia de algodón barato en rama, lana de la especie que se quiera ... al paso que los alimentos de carne, pan y verduras, se hallan abundantísimos en esta plaza, y para los que los compren a cortos valores. Por lo que siendo constante quanto llevo referido, repito por mi voto al informe de Su Exma.: soy de sentir que debe observarse puntualmente, sin interrupción, lo que S.M. ordena".
    "Tenía razón Juan Esteban de Anchorena - discurre el historiador Vicente D. Sierra - al decir que si el Rey no había ampliado los alcances de la debatida real cédula era porque no lo había creído conveniente, y no estaba equivocado al afirmar que la población no sufría miseria. Su opinión, sin embargo, no podía tener mucho eco, dado que todo el asunto era fruto de una confabulación, en la que actuaban algunos comerciantes y muchos altos funcionarios vinculados a sus negocios, los cuales lograron que Buenos Aires, por su sola cuenta, impusiera la vigencia de un régimen comercial con el extranjero y con barcos extranjeros. Cuando se supo de ello en la Corte, se dictó la cédula de 20 de Abril de 1799, retrotrayendo la situación a su estado anterior".
    En todo lo que acabo de transcribir resalta, con meridiana claridad, el decidido patriotismo del negociante Anchorena, quien en la referida emergencia, antepuso los intereses "de los Reinos de Castilla" y de "estas Provincias" a su propia actividad lucrativa - de importador de géneros y efectos de Europa y exportador de frutos vernáculos para allá -, lo cual no se ajusta al terminante "marxista dixit" de Sebrelli: "la actividad política fué para los Anchorena solo un medio para asegurar sus privilegios económicos".

    Instrucción Testamentaria

    El año (5-VII-1793), ante el Escribano Gregorio Ramón de Merlo, los cónyuges Juan Esteban de Anchorena y Romana López Anaya se dieron poder recíproco para testar, nombrándose Albaceas al que sobreviviese de los dos. Y el 8-XII-1794, "día de la Concepción de N. Sa. la Virgen María, Madre de Cristo quien (sea) salvada y ensalzada", don Juan Esteban dejó escrita de puño y letra, su "Instrucción Testamentaria".
    Luego de proclamar su fé católica y la "obediencia a cuanto manda y publica la Santa Iglesia Apostólica Romana y el Sumo Pontífice como Vicario de Jesucristo, nuestro Redentor y Salvador", el causante declaró haber nacido "en Pamplona, Reino de Navarra, hijo legítimo de D. Domingo de Anchorena y de Da. María Fermina de Zundueta"; como así también ser casado con "Doña Romana Josepha López de Anaya, hija legítima de Don Manuel López de Anaya, natural de Polán en el Ayuntamiento de Toledo, y de Doña María Josepha Ruiz y Gamiz, de esta ciudad ... de cuyo matrimonio, habiendo tenido nueve hijos que constan, además de sus fés de bautismo, en el principio de mi libro de caja, solo viven tres que son: Juan Joseph, Tomás Manuel y Mariano Nicolás". Declara más adelante su aporte dotal - que ya conocemos -, y que su mujer no trajo "dote alguno sino algunas prendas de su servicio, las que ella dirá, y se apartarán del cuerpo de bienes, con su ajuar y cama de uso, como propios". Afirma "que en el día a ninguno debo nada", y que sus bienes eran: "la casa en que vivo, muebles, esclavos, y fuera de ella consta en mi libro de cuentas y cartas originales y copiador de mi correspondencia ...". Declara "que no me ocurre nada que tenga cargo de conciencia, ni motivo de restituir a ninguno por fraude o yerro de cuenta, en todo tiempo que he comerciado durante mi vida, por haber procedido siempre con la legalidad debida ...". Consigna "que unos 800 pesos dobles que dejé mandados, cuando en mi ida a España en el año 86, se separasen de mis bienes, a fin de que si fallecía los destinase mi mujer en lo que le tenía comunicado, quedará revocada... por haberlos ya distribuido en los fines que lo eran dedicados; y lo mismo otros 345 pesos de la cobranza de una deuda, que por no conocer su lexítima pertenencia, en Cádiz los entregue al tesoro del Hospital de Pobres de aquella ciudad, a beneficio de sus alimentos". Declara "que no me acuerdo ni pensado halla quitado a ninguno honra ni fama pública ni secreta ... y si alguna vez hubiera dicho expresiones, o dado apariencias que se me tiene entendido por agraviar contra alguna persona, protesto que no ha sido mi intensión malévola de dañificar a nadie ... y siempre que en mi vida lo llegase a saber, pediré perdón público retractándome ... Es mi voluntad que mi cuerpo sea amortajado y enterrado en donde y como mi albacea dispusiese; y considerando la humildad de mi modo de tratarme en vida, le hago presente, si quiere, haga enterrarme en el campo santo del Hospital de Betlemitas de esta ciudad, si muriese en ella, contribuyendo a beneficio de los pobres enfermos de él con cien pesos; y la ceremonia de entierro y sufragios de los funerales, que le encargo sean moderados, los pueda hacer en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced ... siempre sin aparato ni vanidad, lo que le ruego no olvide ni desatienda. Mando procure no seguir el abuso que hacen en esta ciudad, de la distribución con título de limosna pública y privada en los que tratándose de pobres, se valen de este título y viven sin más atensión que siguiendo la ociosidad en este ejercicio; haciendo reflección que, en pago tan abundante de alimentos y terrenos como Buenos Aires, solo puede ser pobre el totalmente impedido y accidentado hasta su curación, por lo que le encargo que solo certificando sin ligereza, y en urgente necesidad de alguno, pueda socorrer con lo que le parezca; sobre que le repito tenga mucho cuidado, por que somos responsables de los pecados que fomentamos, siendo obligados a evitarlos ... Nombro por mi universal y única Albacea, si me sobrevive ... a mi esposa doña Romana Josepha López de Anaya ... y la nombro ... tutora y curadora de mis tres hijos expresados ... y es mi voluntad que si alguno de los dichos mis hijos, en cualquier estado que estubiesen, solicitare, por si o por otra persona a su nombre, la liquidación de su pertenencia hasta su recurso por demanda judicial; por este mismo hecho lo desheredo de la parte del tercio y quinto de todos mis bienes que le pueda tocar, y los dispenso a los otros, u otro, que se conformen con lo que su madre le señale; y si todos usaren del medio judicial referido contra su madre, los desheredo de todo lo que corresponda a mi grueso durante la viudez de su madre; la que podra retenerlo con poder para hacer uso de sus intereses, de que no será obligada a adelantarles nada; y si muriese en el estado de viuda podrá disponer de ese grueso como suyo, sin que nadie pueda prohibirle, y sólo en caso de que contraiga matrimonio les corresponderá a mis hijos como herederos míos, el principal con los demás bienes respectivamente. Declaro por universales herederos de todos mis bienes, derechos y acciones, presentes y futuras... a los referidos mis tres hijos Juan Joseph, Thomás Manuel y Mariano Nicolás ... con lo cual queda concluída, por ahora, esta disposición testamentaria, que pido y encargo a mi esposa, como Albacea, la ponga en efecto ... y le ruego me perdone si en algo la hubiere ofendido ..., y así mismo suplico a todos mis prójimos me perdonen por todo lo que les hubiere agraviado y faltado a mi obligación en ayudarles para su bien espiritual y temporal, como lo expreso para salvarme ...".

    Las noticiosas cartas del padre a su hijo Juan José Cristóbal (1798-1806)

    Ahora penetremos en la intimidad del viejo Anchorena, oigamos sus confidencias estampadas en las cartas que dirigió a sus hijos, dando rienda suelta a sus pasiones, prejuicios, antipatías y favoritismos, a sus temores y esperanzas respecto a la marcha de los intereses y negocios de su empresa mercantil. Dicho epistolario confidencial, escrito al correr de la pluma, pone de relieve su voluntad tenaz para el trabajo, sus hábitos de economía, su espíritu conservador sobremanera utilitario - no fue precisamente don Juan Esteban un Quijote, y el historiador Saldías bien lo definió al decir que era "tan rígido en sus costumbres como honorable en sus procederes e inflexible en sus resoluciones". Veamos como contempla ese cuarto abuelo mío el mundo que lo rodea; trasladémonos a su época, y leyendo sus misivas íntimas, salpicadas de noticias, de avisos, de comentarios, revivamos los acontecimientos históricos que venían sucediéndose en Europa y en el Virreinato del Río de la Plata. En tales gacetillas particulares, destinadas regularmente a sus hijos (anexas, desde luego, a las directivas y encargos que requería el desenvolvimiento de un cuantioso intercambio lucrativo con las provincias y la metrópoli distantes), el corresponsal nunca pensó escribir para la historia, pero ese montón de cartas suyas resultan, hogaño, fuente de datos inéditos que dan a conocer no solo el carácter del epistológrafo, sino también el medio ambiente dentro del cual al conspicuo personaje le tocó vivir.
    El año 1798 don Juan Esteban envió hacia el Alto Perú, como agente de negocios, al mayor de sus hijos, mi tatarabuelo. El correo para Potosí tardaba alrededor de 30 días en llegar a destino desde Buenos Aires de donde partía todos los 26 de cada mes. He aquí los párrafos resumidos de la serie de cartas, hasta 1802, dirigidas por Anchorena a su primogénito, cuyas respectivas fechas van puestas por mí entre paréntesis. Así reza el sobrescrito de la primera misiva; "a don Juan Joseph de Anchorena que guarde Dios muchos años. En camino a su llegada a San Miguel de Tucumán". En efecto, el joven Juan José emprendio la marcha a principios de abril a Potosí . En esa primera carta, del día 26 de dicho mes, el padre le requería y aconsejaba al viajero; "si tienes lugar escribirás como te ha ido por el camino de Córdoba, Santiago y esa, procurando no ser peresozo para no demorarse y sentir menos las incidencias del viaje, en el que no escuses observar, ver lo decente, oir y callar, sin disputar ni manifestar inclinación a la hojarasca y lisonja, ni a hombres vanos, sino a las buenas obras y a las que mantienen honra sin aparato...".
    (Mayo 26) "... Al ver tu carta que cerraste en Tucumán ... se me representó te preocupaba el turbillón de tu caminata, la que, enterminando espero te repongas, acordándote de ir practicando las cosas bien, aunque con espacio, sin pereza ... Considero al recibo de ésta te halles en Potosí ... La guerra sigue cada vez más enconada (entre España y Francia contra Inglaterra) ... Las noticias del día aquí son las siguientes ... el día cuatro de este asaltaron ocho ingleses y un negro de los prisioneros que estaban en la Residencia (San Telomo) a un falucho que tenía fletado Necochea (Francisco Casimiro, padre de Mariano el futuro General), que debía salir cargado de cacao al día siguiente desde las balizas (hacia Cabeiro, en la Coruña) ... y habiendo echado en el bote tres hombres que estaban a su bordo, se largaron con el falucho, y al día siguiente salió una lancha y otro falucho armado con 50 hombres y remos, y como calmó el viento, los abordaron y trajeron presos ... Llegó de la Coruña el aviso 'La Alcudia', habiendo arrojado al mar la correspondencia, al ver a dos fragatas francesas que le parecieron inglesas y le hablaron en inglés ... Se ha dicho que el Directorio francés ordenaría a su Embajador en Madrid, que los encargos tratáse solo avocándose con el Rey, y no con los Ministros ... al Conde de Cabarrús, despachado de Embajador por la Corona de España a Paris, dicen lo rechazó la Junta francesa por ser francés; y digo, no había españoles a quienes despachar?; por lo que luego fué de Embajador el Ministro de Gracia y Justicia don Gaspar Melchor de Jovellanos ... El Emperador de Alemania y el Turco han anunciado la guerra a la Viena, lo que siendo así, esto parece promovido por los franceses para que no ayuden a Inglaterra, según mi concepto. La guerra en Europa cada día está más enredada sin viso de término, y es temible que por Octubre se nos vienen los ingleses, si por allá no los atajan con algún ataque, desembarco o arbitrio ... Llegó a Montevideo "Buen Jardín" con 200 negras y negros que dicen son de la compañía de la mujer de don Manuel Cipriano Melo ... Llegó el correo de Chile que llevó el despacho del Sr. Virrey: dijo que a principio de éste (mes), al pasar la cordillera, cayó una nevada y los negros de don Vicente Murrieta y su compañía murieron 28, y con otros antes pasarían de 50...".
    (Junio 26) Se queja don Juan Esteban de los primeros frios y da cuenta que "Echuburu" (el Escribano Joseph García Echuburu) y "don Facundo" (Prieto y Pulido) y "el Oidor Caveza" (José Caveza Enríquez) murieron, "éste a lo pobre y los otros a lo grande y mundano". Lo entera a su hijo que el 23 de Julio último salió un comunicado del Príncipe de la Paz permitiendo abrir y establecer talleres y fábricas a todo "ereje americano (norteamericano), sin impedirlo ni incomodarlo por su religión, con lo que hallo dificultosa la observación del Evangelio y el Capítulo 6 de la 2ª Epístola de San Pablo a los Corintios; y si se agregan las licencias que ahora se dan a los Marroquíes y Turcos para venir con sus barcos a la América ... no sólo se nos aproximará la peste (espiritual) que dice San Pablo, sino que puede nos traigan la corporal, por que aquí no hacen cuarentena ... Las cosas andan muy trastornadas y la guerra sin término. Han divulgado que la escuadra francesa del Atlántico se incorporó con la de Mazarredo, y que el ejército francés ya caminaría a la raya de Portugal, y también el español de 20 o 25 mil hombres ... En el estado romano parece han dejado al Pontífice, como sucesor de San Pedro, con todo respeto y autoridad eclesiástica y gobierno espiritual de la Iglesia, (aunque) le separaron el temporal, reduciendo éste a gobierno republicano, cuyo sistema parece se va apoyando mucho entre las gentes, aún de otras partes. Aquí se han hecho rogativas pidiendo por las concordias, y yo espero de la Divina Misericordia nos quiera conservar justamente ... Este mes vino una zumaca portuguesa a balisas de arribada, con pretexto que hacía agua, y como el Sr Virrey nuevo (Marqués de Avilés) no viene todavía, se descargó mercaderías disimulando la desverguenza de su confiado atrevimiento ... Aquí sigo vendiendo mis efectos decentemente, solo me han quedado el renglón de lencería, bramantes floreros, algunos de los crudos de bretaña lisos, algunas muestras de tisú que ya corren, algunos ternos y pocas cintas chinescas. El asunto presente es aprovechar las ventas favorables, aunque la guerra no tiene término, pero deseo salir con tiempo. Lo único que no vendrá serán bayetas y efectos ingleses; aquí no han dejado sino algunos retazos de bayeta en las tiendas...".
    (Agosto 26) "Aquí estamos sin la llegada del nuevo Virrey, y gracias a Dios que no vienen enemigos por ahora, que quiera Dios no hacer novedad en el verano ... De aquí en adelante han de ser más penosas nuestras miserias, según corren las cosas. Mi quebranto sigue, y haciendo fuerza paso...".
    (Septiembre 26) "... Las noticias públicas son las de haberse arrimado a la República francesa, Génova Cisalpina, República de Milán, Ginebra, Roma, los Cantones Suizos y la isla de Malta, y dicen que la Irlanda también lo solicita, oponiéndose y resistiendo con las armas a Inglaterra ... La expedición de Tolón en el Mediterráneo, a las órdenes de Buenaparte, general de mar y tierra, con más de 400 barcos de transporte, se hallaría reunida en Córcega, y aunque no se expresa públicamente su destino, no tengo duda, para mi creencia, es a la costa de Turquía, con permiso del Sultán y protección para hacer el desembarco por la boca del Nilo, a la Persia, al otro lado de Egipto o Alejandría, para seguir por la costa del Mar Rojo y salir al Mar de Asia y Costa de Cantón de los Holandeses y otros Príncipes de la China que la desean, para sacudirse de los ingleses; y, de paso, es regular se apoderen de las Plazas de Goa y demás de las portuguesas; ayuden a las españolas filipinas y repongan las suyas, cuyo proyecto he visto bastante examinado desde el año 88 ... Yo te aseguro que no pienso llegue a ver la paz en estos años, y por consiguiente que no han de venir, por registro ni por contrabando, mercaderías de Europa ... Nicolás (su hijo menor) si hay examen para Octubre (en el Colegio de San Carlos) pasará a mayores, como que dicen es de los mejores...".
    (Octubre 26) "... Me hallo repuesto y mejorado de las piernas con una disposición o cura que me hizo don Joseph Cabdevila (médico militar), con lo que ayer 22 pude ir a San Francisco a las honras (funeral) de don Joseph Romero Uvillas, vecino de la esquina de Osorio ... el Virrey de esta no sabemos cuando viene... todo anda trastornado, y la hipocresía comprendo que es la capa o traje de moda entre los españoles ... Todos están en casa buenos. El tiempo corre muy favorable, y los devotos de la holgazanería se aumentan, del modo que el día del Pilar asombraron obsenamente, en el campo de la Recoleta, los trajes en talle de las Madámas y los de algunos que parecen hermafroditos en esta corte sin puerta, viviendo el bando que dicen publicó con repetición en la de Madrid, en tiempos del Sr. Príncipe de la Paz, para que usasen todas las personas del traje que quisieren. Si se te ofrece hacer alguna ropa de color, no te la escuso, pero acuérdate que aunque eres español, yo soy tu padre por destino de la Divina Providencia, y que no me acomodan las ridículas modas deshonestas. Para que te mantengas con la honra que te deseo, pido a Dios te auxilie y conserve con salud por muchos años... ".
    (Noviembre 26) "... Me hallo algo repuesto de salud corporal aunque adelantada la senectud ... Las noticias que se escriben de ésta, por lo que hacen a asuntos de comercio, no hagas caso ninguno, y solo sigue las que yo te comunico, con la certidumbre que sabes yo no uso mentir ... especialmente sobre comercio, valores y escasez de efectos de Europa y guerra interminable; como de la dificultad de venir mercaderías ; aunque aquí, a lo fatuo o para solapas, se han inventado unas solicitudes para que franquee el Virrey, vengan y traigan sin distinción los extrangeros géneros de su cuenta, para vender en ésta; cuando los ingleses y franceses apresan a todos los neutrales." (Ya vimos anteriormente como Anchorena se opuso a esa medida en el Consulado). "El 15 de éste vino de Burdeos un corsario, "El Buonaparte", con dos presas; una el correo portugués de Lisboa al Janeiro, y otra, dicen, con negros; y aunque días antes entró un danés o dinamarqués de la parte del norte con poquísimos efectos y fierro, que no pasaron de Montevideo porque allí se consumen ? También entraron dos bergantines de Málaga, neutrales, con caldos y como mil resmas de papel ... Los efectos de Europa cada día, como escasean sin esperanzas de reemplazo, están a mayores precios...".
    (Marzo 26) "... Llegó el Marqués de Avilés, Virrey de ésta, el 14, y me parece que no he equivocado mi concepto en su cristiandad íntegra, justa y desinteresada, y otras buenas calidades ... y aunque no he tenido motivo y ocasión de acercarme, solo lo he hecho por ceremonia ... Con la llegada de S. Exelencia ... se halla esta plaza en un aspecto muy diferente, y los comerciantes del bodoque ( contrabando) algo desvelados...".
    (Abril 26) "... Llegó el correo de Europa con las noticias más melancólicas que son decibles ... Hásta el fin de la expedición de Buenaparte no se podrá tratar (la paz), siendo lo peor que cada día están más enredadas las potencias de Europa, Africa y Berbería, y ya el Rey de Nápoles huyó de su corte a los franceses, y se duda si pasó a la isla de Sicilia. Los turcos, en la parte del Egipto, Mar Rojo, Cairo, etc. se inquietan algunos contra Buonaparte, (pero éste) a todos parece los ha sentado y derrotado, dominándolos. En la Italia ha sucedido lo mismo por otros generales, y al Emperador de Alemania le hablan claro: que cualquier variación de los tratados se tendrá por guerra declarada. Los ingleses tomaron al puerto Mahón, isla de Menorca de los españoles en el Mediterráneo, lo que no es extraño, por que la España está muy irregular en su gobierno, mudando Ministros continuamente...".


    * (Mayo 26) Cambia el ánimo de don Juan Esteban por completo con la llegada de mercaderías de ultramar. "... Los frutos y efectos que han llegado de las colonias y España se compendian en gasa, negros, aguardiente de caña, azúcar, diez y seis a veinte mil resmas de papel, bastantes tejidos y sedas, cintería lisa, lencería, linos, ruanes, bretañas, brocadillos, zarazas, angaripolas, pañuelos, etc. etc, poca ferretería, y mercería y otras frioleras. Habían llegado de Cádiz, esa semana, en barcos de Beláustegui (Francisco Antonio), de la Compañía de Ostende y en la polacra ?La Fama?; ésta con efectos y unas pocas bayetas y franelas azules, negras, rosas, celestes, amarillas y verdes. Otra goleta de la Coruña trajo géneros ingleses y mucha carga de ropa, linos, papel, sombreros, etc. Ya no vienen del Brasil tantos barcos con negros ... Con todo lo referido y alguna charanguita más no hagais novedad en baratear los efectos buenos, ni afligiros para salir de ellos, aunque os digan lo que quieran todos los traficantes tramoyeros, de ésta y esa, no diciéndolo yo, pués cuanto yo afirmo no es dudable de cierto". "Con las cuatro o cinco tropas que han caminado para Jujuy y esa (Potosí), han ido géneros pocos de encomienda, y sí negros, papel, yerba, paños, lanas, gasas y frioleras ... Después que te vayas desocupando, si proyectas antes de venir pasar por la La Paz, Cochabamba, etc, para formar algunas ideas del ejercicio en que te has de ocupar, me avisarás lo que se te ocurriere y meditares útil, no olvidándote de la lectura y ejercicios de tus estudios de latinidad y aritmética, que es lo que te ha de adelantar propiamente, con lo que penetrarás los pensamientos de Peruleros y demás prójimos...".
    * (Junio 26) "... Con particular sosiego y salud recibo tu carta, hallándome con la complacencia de haberme concedido la Divina Providencia la libertad de la opresión del Consulado ... Los efectos que salen de aquí, respecto de los precios de esta plaza, han de ser caros, por lo que el bodoque (contrabando) se ha atajado, aunque creo que el Sr. Virrey ha disimulado, por no arruinar a la mayor parte de este vecindario ... pero desde este mes hizo venir la zumaca de rentas armada con gente, y poniéndole comandante en ella, ha dispuesto que registre en la navegación a todo barco que entre en este río, toda lancha de Montevideo a ésta y las que salieren, despachando a la costa del sur, para su resguardo, gente armada ... Las notas de géneros de lujo, consumo de esta plaza y otras, procuro recoger para cuando vengas, pués de la variedad nacional seguiran las modas, como ahora que los masculinos o currutacos a lo hermafrodita quieren usar los trajes subilles (?) como pollera, y los femeninos con iguales subilles, gastan sombreros con plumaje y otras deshonestidades ... Aquí se han difundido, con extensión, varias falsedades:que me habían robado telegas de oro y plata, y había yo herido a los ladrones; que se había presentado un sirviente al Sr. Virrey contra mí, y otras cosas. Todo ha sido mentira; y te aviso es falsedad. Ya conceptuarás es envidia a mis intereses. Lo que te digo por si alguno lo hubiese escrito, le digas que miente, que yo digo lo expresado. Quedó hoy en cama Nicolás, parece con sarampión, no con mala pinta...".
    * (Julio 26) "... Los muchachos siguen sin novedad, aunque han pasado Tomás y Nicolás la epidemia que es cuasi general en ésta: el Sarampión ... Me dicen que un catalán ha comprado cuantos negros vosales ha podido hallar, con pocas negras, a precios algo caros, y que cargará para este lado a principios del que viene más de 200. Todo es caro menos el viento sudoeste que corre...".
    * (Septiembre 9 y 29 ) En dos cartas, tras hablar largamente acerca de la guerra y sucesos de Europa y del mundo revuelto por la Francia de "Buonaparte", don Juan Esteban lo entera a su hijo haber estado "al extremo de mi vida por haberme acometido la enfermedad de tirisia" (ictericia).
    * (Octubre 26) "... A tí no te faltará Dios, siempre que correspondas como debes al cuidado, esmero y empeño con que he mirado tu educación espiritual y temporal -- le dice el padre a su hijo primogénito --, y para su logro te he repetido mi deseo de que juntes los intereses que tengo en esa y que vengas inter yo viva, para esclarecerte en el manejo futuro, para tí, tu madre y hermanos, con que podais lícitamente girar para manteneros sin atrasos, y pueda ser con adelantamiento...".
    * (Noviembre 26) "... No estoy para fatigarme por dinero en llevar cuentas y escribir -- le comunica el viejo Anchorena a su distante vástago --, y por esto te he repetido que no excuses concluir ahí (en Potosí) las ventas y recojo de mis interese, para venirte y instruirte si hubieras de seguir la carrera de comercio de Europa y América ... Se permite aquí públicamente el contrabando, desatendido de las funestas resultas que contemplo en el próximo año ... Ahí le digo a Saravia me remiten por don Manuel Salvador Fernández de Salta, tres sacas de lana de vicuña y cuatro de guanaco para su venta...".
    * (Diciembre 26) "... Los muchachos salieron bien de su exámen filosófico y a Tomás lo aplaudieron por su desempeño, según me dijo su lector (José Valentín Gómez), y seguirá ahora un poco de aritmética, que gusta mucho a los maestros, y me han pedido le haga este singular beneficio...".

    Año 1800

    * (Enero 26) Don Juan Esteban le expresa al hijo ausente su pesadumbre por una carta que fraguó el joven Ramón Saravia (hijo de Don Ramón, amigo y socio de Anchorena en Potosí), y que el muchacho entregó al Cancelario del Colegio de San Carlos, Padre Carlos Joseph Montero: "carta anónima, fingida, compuesta de falsedades viciosas de los estudiantes, promovida por él, poniendo a Tomás de su alcahuete, todo con el designio de que lo exceptuara el Sr Cancelario de la clase". La letra era de Saravia, como la cotejó dicho Sr. (Montero); y para evitar lo castigaran públicamente, y que sobre echarlo de esta ciudad le quedase este borrón, que serviría a sus padres de un arruinable sentimiento, conseguí de dicho Sr. Cancelario que no se publicara el delito, dejándome encargado lo despachase de ésta y le diese cuentas a su padre para que lo castigase y contuviere; y para esto le digo lo preciso en este correo (a Don Ramón padre), sin explicarle todo lo ocurrido, de que tú no le dirás nada, y solo si te tocase, porque ya no estoy yo para escribir dilatadamente, ni para estos asuntos de sigilos hallo de quien valerme con seguridad... Sin novedades de España, aunque estamos bastante ligados a los franceses, ".
    * (Febrero 26) "...Después de referirte mi salud quebrantada de resultas de la maldad que Juan Ramón había hecho con entregar al Sr. Cancelario una carta anónima de mentiras y infamias, y lo que me costó para que no se publicase ni procediera sobre ella por evitar el borrón que le quedaría y la pesadumbre a su padre Saravia , lo que hasta ahora sigue sin novedad. He tenido que prestar, a su consecuencia, al dicho Cancelario, el Sr. Montero, 1.500 pesos a réditos por dos años, de que me ha pasado el documento y cartas de agradecimiento, pues parece le hagan falta para comprar una casita, con lo que se manifestó propenso...".
    * (Marzo 26) "Si tratas con algún instruído en las descomposiciones de Europa y dificultades de paz, le oirás la llegada de Buonaparte desde Egipto a Frejús el 9 de Octubre, y a París el 16, en tiempo en que estaba infestado el gobierno francés, y cuasi por esto a su ruina y trastorno la nación; y que quiso asesinarlo y lo hirió en la cara, en la sala de los Quinientos, Mr. Arena." (En verdad fué el gigantesco jacobino Destrem quien le asestó un puñetazo feroz en el hombro a Napoleón, el 18 Brumario). A raíz de ello "se han seguido trastornos y deshacer los tribunales del gobierno, habiéndose puesto de presidente de la Sala al hermano Mr. Luciano Buonaparte, y en la que era Directorio ejecutivo se ha colocado Consulado, y uno de los tres cónsules, el primero, es el general de los ejércitos y armas,dicho Buonaparte... cuyos ejércitos han derrotado a los rusos, austríacos, ingleses en Holanda, napolitanos, turcos en Egipto y sus aliados, y por esto, dicen, querrán estos países lo que sólo considero feliz: alguna suspensión de armas por armisticio, en todo este año, con los Emperadores, si estos ceden mucho, pero nunca con los ingleses...".
    * (Abril 26) "... Tu no necesitas compañía con ningún extraño, pues tu mejor negocio es recoger mis intereses, y reducidos a dinero, conducirlos a esta, o donde yo te diga conveniente". Si cierta rebelión de indios estallada en Tarija "se extendiera y fuera tomando cuerpo, tomarás tus armas, aunque no sea más que para espantajo, y bájate a Jujuy con el dinero, echándome adelante, si puedes, repetidos avisos para que yo pueda disponer quien te lo resguarde o reciba para traerlo, y puedas volver al expendio y reparo de lo que dejes pendiente, porque si consideras que pueden seguirse malas resultas por esos parajes, y si te pareciera conveniente trasladar a Jujuy o a Tucumán el dinero, puedes resolverlo después de mediados de Junio ...".
    * (Mayo 26) "... Esteban (Juan Esteban de Ezcurra) saldrá por la posta para esa los últimos de éste (mes), y con él irá Juan Ramón (Saravia), con lo que cesará lo mucho que le he sufrido y disimulado en silencio, que es increíble lo que padecí por la atención de su padre, que no se viera públicamente abochornado ... y si se ha sabido algo fuera, ha sido porque él mismo lo ha promulgado ... En fin, Dios le conceda su gracia para arrepentirse...".
    * (Junio 26) "... Ya tendrás presente que en la fecha de ésta cumples veinte años de haber nacido (Juan José nació el 26-VI-1780) y puedes refleccionar, pués ya estás en edad en que debieras manifestar despacio para en las comunicaciones, diferenciar según las circunstancias y los sujetos...".
    * (Setiembre 6) "... Siempre medito lo que dije en mis cartas hace tiempo; que pensaba duraría la guerra más que mi vida. Soy de sentir y deseo no escuses de aprovechar con estimación, sin aflicción, las ventas de los efectos que tengas, expecialmente los rezagos antiguos, para que puedas venir a verme y oirme lo que pueda decirte, y te sea comunicado para tu sucesiva utilidad, en atención a que estoy muy aniquilado, y que yo no estimo el dinero ni intereses para mi vida, y si procedo con el empeño y cuidado de no disminuirlo, es por vuestro auxilio, y para que podais manejaros con juicio, sin decadencia, que para eso estudias...".
    * (Setiembre 26) Don Juan Esteban contesta a su primogénito una carta en la que éste, ofendido por algún reto o advertencia paterna, le reprochó falta de confianza hacia él. "Nunca pensé que mi suerte en el Perú fuese tal que llegase vuestra merced a desconfiar de mi fidelidad" -- apunta con retintin el viejo Anchorena -- "... Con el monto de las últimas remisiones de efectos y pagos de libranzas de dinero, que pasarán de 50 mil pesos, dirigidos a tí solo, sin particular remesa ni restricción, basta esto para que veas que tenía confianza; lo demás queda escrito para que no te olvides la desatención con tu padre. En fin, Dios N.S. te conceda su gracia para que sufras con humildad si te he tratado mal ... Según el lúgubre aspecto de las cosas de ésta, soy de sentir que no omitas aprovechar la venta cuanto antes de nuestros efectos, con preferencia los rezagos, como te tengo dicho ... pués temo haya aquí tragedia, porque con sol claro y en tropas de carretas entra el contrabando. En día claro, en la Puerta de Sarratea, el 22, atajaron cuatro carretas cargadas; y de noche hasta los extranjeros, me dicen, descargan en sus botes ... la noche del 22 asaltaron unos disfrazados al Fuerte, para sorprender las armas de la guardia y no lo consiguieron, aunque otros dicen estaban en el foso y solo hirieron al capitán Masa. Se han doblado las guardias, patrullas y ordenes singulares; han pasado por esta calle al Fuerte municiones y pertrechos, pero no hallo orden formal. Ayer, me dijeron, cascotearon por las Monjas Catalinas a una patrulla y han herido a varios particulares, sin que se diga a quien ... Al Virrey (Avilés) no le observo se comunique con sujetos regulares del vecindario, ni militares. Ibañez, el Brigadier (Don Pascual 5º abuelo mío), está retirado en casa como yo, puede ser de pesadumbre...".
    * (Otra de Setiembre 26) "... Todas estas noches han andado por trastornarme la puerta de la tienda, y aunque yo pudiera atajarlos (a los ladrones), aún con mi vejez, lo que se apreciaría fuera hicieran alguna avería para tomar dinero, que es aquí lo que se busca más que a Dios ... Tu madre está en cama, y yo por necesidad ruedo hasta el destino de la Divina Providencia...".
    * (Octubre 26) "... Está franca la entrada del contrabando, extremadamente, y todo lo que traen los extranjeros para llevar cuanto dinero, víveres y efectos del país puedan; y aunque se han presentado aquí bastantes barcos vacíos, se les ha disimulado, y por la costa han echado sin duda su carga, la que aunque no ha sido poca, pues me dicen pasa de un millón de pesos, ha tenido mucha salida por Chile para Lima, y a unos precios superiores a los antiguos, de modo que ya no se hallan efectos buenos...".
    * (Noviembre 26) "... El contrabando está aquí franco y asqueroso que no se repara, especialmente de los extranjeros, de los que han entrado en este mes a Montevideo, a la Ensenada y a balizas, muchísimas embarcaciones". Como personajes beneficiados por esas entradas ilícitas de mercaderías foráneas, don Juan Esteban nombra en esa carta al francés Pedro Duval, al portugués Manuel Cayetano Pacheco, a Martín de Sarratea, a Esteban Romero, a José Riera, a Francisco Ignacio Ugarte, a Buenaventura Marcó del Pont, a Antonio de las Cagigas y "a otros muchísimos"... "Ayer en el entierro de Viamonte (Jaime, padre del futuro general Juan José), me dijeron que recién había llegado a la Ensenada un barco con carga para el portugués Pacheco, en el que venía su mujer del Janeiro, y que por haberse enfermado se desembarcó en una isla de aquella costa, pero el bodoque que vendrá con título de sus equipajes, no dudo halla llegado ... por que a éste (a Pacheco) la piedad lo libertará de males temporales de la Justicia al uso. Así corre aquí, y el pueblo de la Ensenada de Barragán es el refugio y amparo general" (de los contrabandistas).
    * (Otra de Noviembre 26) "... A ninguna de las noticias (sobre la guerra de Europa) que aquí corren las tengo por ciertas porque han dado en figurar mentiras para encubrir los bodoques y contrabandos, y como estos son continuos, lo mismo son las exposiciones falsas ... Corre el pampero tan frío que parece invierno ... Es tan feliz el bodoque que llega a la Ensenada con mal tiempo, y de España ni con vientos favorables a llegado ninguno lícito ni usual...".
    * (Diciembre 5) "... Llegó a ésta una chalupa con el parte al gobierno de haverse presentado, como a legua y media de Montevideo, el navío de guerra inglés Diómedes, de 54 cañones con bandera española, y echó una lancha con dos oficiales y bandera parlamentaria ... y se cree fué porque estaba varado y no lo batieran. El Comandante de las cañoneras don Santiago Liniers aprontó, aunque sin total aviso, 6 cañoneras ... Salió a encontrarlos, y ? siguieron los ingleses al Cerro, donde está la Casa de la Pólvora". Liniers entonces les disparó un cañonazo, y enseguida vino a su barco un oficial inglés diciendo que deseaba hablar con el Gobernador de la plaza. "Aquí le respondió Liniers, en su lengua francesa, que no había lugar". El britano le entregó un pliego para el Gobernador Bustamante y Guerra "quien previno a dicho Liniers que al canje de prisioneros que expresaba (ese pliego) contestase y dijese no había lugar". Liniers opinó que convenía echar a los ingleses de la costa como lo hiciera días atrás con los corsarios del "Buen Jardín", frente a la playa de Castillos (en el actual departamento uruguayo de Rocha), e intimó al emisario enemigo a que dentro de tres horas se hiciese a la vela el navío. Reconoció el inglés las contestaciones de Liniers, y le dijo le era sensible haverlo incomodado con el armamento (haberlo obligado a hacer fuego), a lo que respondió (Liniers) que aquel armamento y mucho más había ... con lo que se retiró (el parlamentario), y salió al día siguiente (el "Diómedes"), que fué el 5 al amanecer, y desapareció como a las 11 de la mañana. Esta venida del inglés a hablar con el Gobernador, con las circunstancias anteriores de entradas de muchos barcos extranjeros, se tiene por sospechoza ... el comandante de Artillería Mariscal Bervesé (Francisco Betbezé) y Liniers quisieron batirlo (al "Diómedes") y no se les permitió, y receloso el inglés cortó los cables para su marcha, por cuyo disgusto dice haverse enfermado el Sr. Bervesé, por haver impedido batirlo...".
    * (Diciembre 12) "... Dicen que a este Virrey (Avilés) le vendrá a sucederle luego el Sr. Miguel del Pino, Presidente de Chile ... se dice también que ... el Sr. Inspector Sobremonte va a Chuquisaca; y aunque publican que éste Sr. Virrey (Avilés) irá a Lima, hay en esto creencia que habría diferencias ... y el impedimento de ser casado allí (con Mercedes del Risco) y no haberse residenciado ... Ha venido una papeleta con noticias de Europa ... que al armisticio los austriacos no lo seguirán, y que Buonaparte los había derrotado con su ejército en extremo, con lo que ya se indicarían forzados a admitir la paz con los franceses. Que el general Ms. Berthier, que ha sido el de más confianza de Buonaparte cuando fué a Egipto ... había pasado a España, y que en Madrid le puso casa su Embajador y no la quiso admitir, ni en Aranjuez la dispuesta por orden del Rey, y se mantendrá en fonda, comunicando unicamente con su S.M...".


    * (Diciembre 18) "... Dicen dió orden el Sr. Virrey para que se cerrase este puerto y el de Montevideo para todo español, privando el tránsito por mar de uno a otro, y solo por la Colonia ... y el 17 se abrió pero no fué comprendido para los extranjeros, que entraron y salieron muchos sin reparo alguno. Se dice que ha representado el Cónsul administrador de la Aduana (Justo Pastor Lynch, mi antepasado), que sin embargo de que la zumaca de rentas avisa continuamente vienen cargados los barcos, nada entra en la Aduana, y corre la voz de que se ha dado orden a las patrullas apresen lo que hallen de noche, y no obstante que debe ser prohibida la descarga, entran en día claro (aquellos barcos extranjeros), cuya disposición y tolerancia no es explicable ... Así corren las cosas ... Hay muchos asuntos muy perversos que visiblemente se notan pero no se pueden escribir por vergonzosos. Se esperan en breve barcos de España, y es presumible que con la pasada del General Berthier a Madrid, que es de consideración muy singular, ocurran muchas novedades, cuyos efectos podrán ser temibles ... Avisan se había extendido en la parte de Málaga y en Cádiz una pestilencia que acababa a mucha gente, y puede ser se extienda, según el desorden corriente ... Aquí ha apuntado contagio de enfermedades algo asqueroso, con la entrada de negros sin contener el hospedarlos en el centro del pueblo y cuartos de alquiler. Se ha entablado aquí logrería y falacía con tanto aplauso, que el que no la usa debe excluirse de la comunicación que corre con el título de Política, y no con menos extensión se ha arraigado la vanidad y el lujo, cuyas circunstancias son inevitables causen epidémico progreso y ruina a ésta plaza...".

    Año 1801

    * (Marzo 26) "... En estos días se han cogido unos contrabandos considerables, los más de géneros de China y sujetos que traían pliegos de correspondencia con los ingleses, etc. y están presos ... Esto está que asombran las maldades y vicios".
    * (Abril 26) "... La guerra sigue cada día más enredada, pués con la llegada de Ochoteco, yerno de Lezica, se han esparramado muchas noticias ... Los robos y fraudes se deben pagar con penas temporales ... para salvar las espirituales. Esto parece por aquí estar desconocido, y hasta a muchos limeños los seguirá la fundición, por su clase de negocios y tramoyas, especialmente los que han ido de aquí. Dios te libre de semejantes pensamientos y obras...".
    Al mes siguiente, don Juan Esteban remite a Potosí destinado a su hijo, el movimiento marítimo del puerto de Buenos Aires, en una titulada "Relación de algunas noticias que han venido sucediendo desde la salida del Correo de Mayo 26/1801".
    En tal extensa lista, se apuntan las fechas de entradas y partidas de los navíos mercantes y de guerra; fragatas, bergantines, corbetas, goletas y urcas ultramarinas; falúas, chalupas, lanchas y pequeñas embarcaciones de cabotaje; así españolas y de comerciantes armadores locales, como francesas y un solo barco norteamericano; cuyos veleros, en su mayoría, llegaban trayendo noticias del revuelto mundo en pliegos oficiales y correspondencia particular; casi todos cargados con importantes remesas de efectos vendibles, con negros esclavos, armas y municiones, y también con presas corsarias capturadas al enemigo. Y como a la sazón España -- aliada de Francia -- encontrábase en guerra contra la Gran Bretaña y Portugal, don Juan Esteban poníalo al corriente a su hijo de que, entre distintas vicisitudes, "los portugueses han asegurado (apresado) en sus puertos los barcos de ésta, de Maciel, Ugarte, Beláustegui, Cagigas y otros, y a sus intereses los han puesto en clase de prisioneros del Brasil".
    En tanto eso ocurría en los vecinos dominios lusitanos, en la capital del Plata no se descartaba la posiblidad de una invasión por parte de Inglaterra. En consecuencia, nuestro gobierno tomaba sus precauciones; "En Buenos Aires, el 21 de Junio -- escribía Anchorena -- se pasaron revista de las milicias de Infantería y Caballería. Dicen se ha pasado orden para que todos los Blandengues de Santa Fé y de algunas milicias vengan. No se si también vendrán de Córdoba ... Las de estas fronteras parece se embarcarán para la otra banda en esta semana o la siguiente ... Asimismo parece se trata de pasar a la otra banda como 100 carretas, para movimiento de municiones y artillería. Se retiran los de la línea divisoria (con el Brasil), y a don Félix de Azara le ordenan pase a España; él que está arreglando las poblaciones de Santa Tecla, en las cercanías de Río Pardo! El comandante de los corsarios franceses ha venido a proponer al Cabildo que si se le permite vender aquí las presas que haga para los gastos ? correrá y protegerá, en lo que pueda a los españoles, desde este rio hasta la costa del Brasil. Se han cogido varios contrabandos, pero el 20 acabaron de descargar en el puerto más de 280 fardos y cajones que trajeron del lado de la Colonia, y sobre la averiguación de sus introductores se sigue y puede salir alguna tragedia...".
    * (Noviembre 26) "... Te expuse las ocurrencias de la guerra con los ingleses y te incluí los capítulos de la paz con los portugueses ... Muchos barcos con título de americanos, han entrado en Montevideo, en la Ensenada y balizas de los puertos; ingleses, portugueses, y otros extranjeros, a los que han procesado ... la mayor parte de los efectos era carga perteneciente a los enemigos de la guerra, sobre que he oído hay unos expedientes que son temibles, como que se ha de dar cuenta con ellos al Rey. Están comprendidos Romero, Beláustegui, Necochea, Ugarte y su yerno Monasterio, Riera y su yerno Sar, Viola, Dubal, Almagro y otros muchísimos que no estoy para explicarte ... todo está embargado en la Aduana, en el puerto y Temporalidades, y los barcos retenidos. De que infiero muchas tragedias, como desde muy anteriormente hice pronóstico ... Contemplo resultarán infinidad de cosas y puede ser la reacción de muchos males que ha habido en esta infeliz población del Río de la Plata, y de que por la Misericordia de Dios, estoy libre y resguardado judicialmente ... Han entrado porción de presas, que se han vendido, y están por venderse porción de negros, efectos y demás de ellas, etc. También remataron aquí, en la semana pasada, como 200 mil pesos de efectos de los contrabandos, aunque no les arrendaré la ganancia. Por varias ocurrencias, y mi quebranto, deseo que vengas para imponerte en el fundamento de la peste que está aquí extendida por la codicia, para que oigas mis discursos fundados en justicia, observes y experimentes lo benéfico y dañoso para que no te contagies, con lo que puedas precaverte de caer en la infinidad de maldades que fraguan al presente los comerciantes de la Moda, para conseguir sus insolentes y depravados negocios y rapiar cuanto puedan para obtenerlos ... Dios N.S. te conceda su gracia y te aproveche para salvarte, en el interín le suplico y ruego te sostenga y conserve por muchos años...".

    Año 1802

    * (Febrero 26) "... Lo que aquí ocurre con título de comercio con la entrada y salida de la multitud continuada de barcos extranjeros con título de americanos y portugueses consignados a españoles ... me es vergonzoso escribirlo ... Espero hagas cuantos empeños puedas para salir de esa en breve, sin más detención en el camino que la precisa, para conducir a tu presencia mis intereses, pués encargarlos a situadistas y otros es exponerlos a su desaparecimento ... El día que consideres salir de esa, de Jujuy, de Tucumán, etc., avisarás por noticia adelantada ... En Córdoba parece ha habido peste, según me dijo Joseph Javier Díaz (futuro Gobernador federalista por su provincia), que vino de retirada de la otra banda de teniente Coronel con las Tropas de Córdoba, y va a asistir a su padre don Francisco Antonio, a cuya pasada, sin ladearte le dirás B.A.V.S.M. (beso a Vuesencia su mano), sin detención ni otra explicación, salvo que te sea precisa...".
    Esta carta final de don Juan Esteban para su hijo dirigida a Potosí, se despachó por mensajería el 26-III-1802. En ella, una vez más, el padre repite su indignada queja opuesta al contrabando: "...Entran diariamente multitud de barcos extranjeros que dicen en lastre y traen lo que Dios sabe". Varias semanas después, durante el mes de Abril o principios de Mayo, Juan José Cristobal retornó a Buenos Aires, trayendo de las provincias de arriba, "los intereses" paternos. Y, a mediados de octubre del año siguiente (1803), el jóven Anchorena se embarcó para España, como lo consigno y detalló más adelante en su biografía, al transcribir la correspondencia suya con sus padres y hermanos desde la península.

    Postreras y espaciadas epístolas del viejo Anchorena a su hijo mayor

    A la metrópoli española, pués, le dirigió, el 28-IV-1804, don Juan Esteban una carta a su primogénito, en la cual, entre otros acontecimientos, lo enteraba de "la salida de tu hermano Tomás para el Perú o Chuquisaca". Le sugería también "noticiar a Pamplona a mi hermano don Joseph de Anchorena" el arribo del sobrino a la madre patria. "Las cosas de la Aduana (bonaerense) -- añadía esa carta -- no se hacen con fundamento y ahora con haber muerto el Sr. Virrey don Joaquín del Pino el 11, y haber salido para Virrey interino el Sr. Marqués de Sobremonte, que es vecino de aquí y estaba en Montevideo, no sé cómo correrán las cosas ... pero ... contemplo que si no se ataja el proceso de ratonerías y ratoneros que se ha arraigado, se arruinarán estos países, como lo reconocerás si Dios te concede vida y sentido...".
    Mas adelante, el corresponsal inserta estas fúnebres nuevas lugareñas: "Ha fallecido don Cecilio Sánchez de Velazco (progenitor de Mariquita Sánchez); la hija de Ugarte (Vicenta), esposa de don Manuel Joseph de Ocampo; la esposa de don Ramón Ugarteche (María Josefa Herrera), y también el Teniente Coronel de Milicias Uriarte ... y otros muchos". Y tras la necrológica lista, termina el informante con alivio evidente: "Mariano Nicolás sigue la Teología ... y todos en casa están con salud...".
    Y dos años más tarde, el 19-II-1806, don Juan Esteban le escribió a Juan José, que se hallaba en Barcelona, acaso su última misiva: "...He estado algo enfermo de una pierna. Yo estoy quebrantado, y poco ocupo a nadie en comunicaciones, por que está muy variado Buenos Aires de vicios ... Tomás en La Plata, y considero que vendrá este año... no estoy para decirte la corrupción por vicios protegidos en ésta (alude al eterno tema suyo de los contrabandos) y por esto estoy separado y no ocupo a ninguno, por lo que deseo vengas en mi vida, para cuidar los intereses...".
    Estas cartas íntimas de don Juan Esteban, escritas casi todas mes a mes durante un lapso de ocho años, en las cuales el remitente habla a "calzón quitado" con su hijo sobre negocios, y apunta las ocurrencias que en torno suyo se desenvuelven -- vinculadas o nó a sus intereses --, mientras, con creciente angustia, opina acerca de los grandes acontecimientos de la historia europea, bajo cuyo acelerado impulso revolucionario íbanse transformando el equilibrio político y la estructura social del mundo; esa documentación confidencial, sincera y espontánea es, por cierto, la que el ideólogo marxista Sebrelli, metido a historiador, presume como necesariamente siniestra, "que permanece oculta en archivos secretos, en gavetas familiares, en viejos arcones," y -- concluye tajante el fantasioso caradura --, "la mayor parte ha sido destruída".
    A través de las puntuales informaciones y comentarios de mi antepasado, uno descubre a Buenos Aires y Montevideo desveladas de la "siesta colonial"; sometidas a pertinaz bloqueo por las naves guerreras de Britania, que daban unicamente franquía a barcos titulados neutrales, introductores de contrabandos; visitadas por embarcaciones corsarias de Francia que traían a vender las presas cobradas en alta mar; sobresaltadas con las noticias de la metrópoli, de Europa y del universo entero, que en gacetas, correspondencias y pliegos oficiales, llegaban en fragatas españolas de combate; mientras las dos orillas rioplatenses, se planteaba la urgencia de fortificar los sitios estratégicos costeros y poner en aprestos sus milicias, a la espera de un probable desembarco enemigo.
    Coincidentemente en esas cartas, el viejo Anchorena -- sin proponérselo -- se autorretrata de cuerpo entero. Hombre de orden, de rígidos principios, honesto, discreto, previsor, metódico, lleno de buen sentido dentro de su lógica prosaica. Respetuoso de la tradición y de las leyes, abomina del contrabando y de los procederes ilícitos; del propio modo que se opone, con iracundia rigorista, a toda alteración en las costumbres, y se horroriza ante los trastornos político -- sociales de su época. Es católico a macha martillo, ciertamente, aunque como buen mercader podríasele aplicar este aforismo: "a Dios rogando y las talegas llenando". No era, sin embargo, un vulgar registrero de toma y daca, pero sí traficante empresario de tomo y lomo: vale decir de mucho peso -- y muchísimos pesos -- que gozaba de gran predicamento y consideración en el ambiente porteño.

    Años finales y respectivas muertes de los esposos Anchorena

    El 7-X-1803, don Juan Esteban ingresó como "hermano" en la cofradía de Nuestra Señora de la Merced. Después con el correr inexorable del tiempo llegaron los achaques y se agudizó su mala salud. Entonces, la dirección de los negocios pasaría poco a poco a manos de sus hijos; y el viejo pater familias resignóse a vivir los últimos años recluído en su morada, frente al templo mercedario, confiado en la protección del Cielo -- tanto más cuando, alrededor suyo, el absolutismo monárquico venerado por él, y al amparo de cuyas instituciones pudo atesorar su fortuna, empezaba a venirse abajo. (Acá, en Buenos Aires, los ingleses atacaron en dos oportunidades y fueron rechazados a sangre y fuego, y una asamblea vecinal destituyó revolucionariamente al Virrey Sobremonte, colocando a Liniers en su lugar. Allá, en la metrópoli, un motín populachero en Aranjuez, daba al traste con Carlos IV para instalar en el trono a su hijo Fernando; mientras Napoleón, amenazante, desparramaba sus tropas a lo largo de España).
    "En pleno siglo XIX y en plena ciudad plebeya, Juan Esteban Anchorena era un altivo caballero español del siglo XVI, preocupado por los preceptos de la religión y por la honorablidad de su hogar". Valga este párrafo de Sebrelli, incompatible con la idiosincracia de un advenedizo pulpero venido a más, según lo presentó el mismo Sebrelli a nuestro personaje en la primeras páginas de su malévolo "Apogeo y ocaso de los Anchorena".
    Cierto documento del Archivo General de la Nación nos entera que el 6-IV-1807, al declinar la tarde, nuestro patriarca regresaba a su casa luego de orar "la Salve a Nuestra Señora de la Merced". En eso, fingiéndose portador de una esquela, alguien, vestido de militar, fué recibido por don Juan Esteban, y al comprobar el sujeto que el dueño de casa se hallaba sólo, lo amenazó con un cuchillo; mientras irrumpían otros seis cómplices del asaltante que, precipitadamente, se robaron varias piezas de plata. En verdad, no era vana la obsesión permanente del personaje por los ladrones de cualquier calibre...
    El 29-II-1808, al borde ya de la tumba, el viejo Anchorena otorgó sus disposiciones de última voluntad ante el Escribano Mariano García Echaburu; cuyo texto resultaba similar a aquella "Instrucción Testamentaria" que él dejara escrita en 1793 para después de su muerte. Y el 8 de marzo siguiente cumplidos los 74 años, le llegó el término fatal.
    En cuanto a Doña Romana López Anaya, ella sobrevivió casi tres lustros a su marido. Producida en 1810 la Revolución de Mayo, la Gazeta de Buenos Ayres registra que; "La Señora viuda de Anchorena e hijos han oblado 400 fuertes para la defensa y conservación de estos dominios de su legítimo soberano el Sr. Don Fernando VII". Y el 8-IV-1815, ante el Escribano García Echaburu, otorgó doña Romana su testamento. Dispuso ahí la enterraran en el Convento de Nuestra Señora de las Mercedes, como tercera que soy de su venerable orden, y amortajada con el Abito de la religión". Declaró haber sido casada con "don Juan Esteban de Anchorena, difunto", y que su marido trajo al matrimonio el capital propio declarado por éste en su disposición del 29-II-1808, en tanto ella no había aportado dote alguna. Dijo no deber nada a nadie, y que sus bienes eran: "la casa en que vivo, con los cuartos a la calle que le son anexos, muebles y esclavos y alhajas", así como "otra casita y sitio inmediato al Retiro". Finalmente dejó nombrados Albaceas,sucesivamente a sus hijos Juan José, Tomás Manuel y Mariano Nicolás, únicos y universales herederos suyos.
    La existencia de la testadora, sin embargo, prolongaríase hasta Octubre de 1822. Un año antes de su muerte había quedado paralítica. Su hijo mayor Juan José le escribió el 9-VIII-1821, al hermano Tomás Manuel que estaba en Montevideo: "Madre dice que cuando te vengas mandará hacer el carrito. Ella goza de una alegría admirable, pero para subirla a la cama se necesitan dos: a la Iglesia se la lleva en silla; el invierno lo pasa en su aposento y muchos días en cama. Me dejan una bela cuando se está acabando!, y me dicen cuidado, no la apague! No tengo yo mal entripado!"
    Por fin el 30-X-1822, dieron sus deudos sepultura al cadáver de la señora en la Iglesia de la Merced, conforme a su expresa voluntad. El libro Parroquial de defunciones consigna que la extinta era de "74 años", aunque, en rigor, fueron 68 los vividos por ella. El 30-X-1826, el Albacea Juan José Cristóbal de Anchorena realizó el inventario de los bienes de la finada; los cuales, en resumen, resultaban los siguientes: La casa frente al convento de La Merced, con su moblaje y demás accesorios domésticos, un par de esclavos negros de ambos sexos; una chacra en "la Punta de los Olivos, de 400 varas de frente y 6.000 de fondo, con sus respectivos edificios; un montón de cuentas a cobrar, y dinero efectivo en plata y oro.Todo ese haber se valuó en 92.267 pesos de la moneda de entonces.

    Juan se casó con Romana Josefa López de Anaya Ruiz Gamiz el 4 Sep 1773 (Canónico) en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina. Romana (hija de Manuel López de Anaya y Juana Josefa Ruiz Gamiz) nació el 28 Feb 1749 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 6 Mar 1749 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 30 Oct 1822 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultada en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina. [Hoja del Grupo] [Family Chart]


  6. 13.  Romana Josefa López de Anaya Ruiz Gamiz nació el 28 Feb 1749 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 6 Mar 1749 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hija de Manuel López de Anaya y Juana Josefa Ruiz Gamiz); falleció el 30 Oct 1822 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultada en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    Bautismo:
    Lº 10 Año 1749 Fº 91. Padrinos: don Pedro Pérez de Guzmán, ayudante mayor de este presidio, y doña Bernarda García. Adm. el sacramento el padre fray José Eugenio Díaz.

    Fallecimiento:
    Parr. NS de la Merced, Buenos Aires Lº Año 1822 Fº 172. De 74 años, fue sepultada en la Merced. Recibió todos los santos sacramentos.

    Notas:

    Casado:
    Lº 5 Año 1773 Fº 316. Ts.: don Manuel de Prado y doña Juana María Gamiz. Fueron velados el 18 de abril de 1776.

    Hijos:
    1. Juan Fernando Cristóbal de Anchorena López de Anaya nació el 3 Jun 1776 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 14 Jun 1776 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció en 1777 en Buenos Aires, Argentina.
    2. María Manuela de Anchorena López de Anaya nació el 7 Jun 1778 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 8 Jun 1778 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    3. 6. Juan José Cristóbal de Anchorena López de Anaya, (*) nació el 26 Jun 1780 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 30 Jun 1780 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 20 Dic 1831 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado el 20 Dic 1831 en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    4. Martín Anchorena López de Anaya nació en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 27 Feb 1781 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    5. Gregorio Cristóbal de Anchorena López de Anaya nació el 24 May 1782 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 25 May 1782 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    6. Tomás Manuel de Anchorena López de Anaya, (*) nació el 29 Dic 1783 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 30 Dic 1783 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 29 Abr 1847 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado el 29 Abr 1847 en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    7. Mariano Nicolás Anchorena López de Anaya, (*) nació el 8 Ago 1785 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 10 Ago 1785 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 24 May 1856 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultado el 25 May 1856 en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    8. María Manuela de Anchorena López de Anaya nació el 7 Jun 1787 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 8 Jun 1778 en Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    9. Martín Pantaleón Anchorena López de Anaya nació el 27 Jul 1791 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 27 Jul 1791 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina.
    10. Pedro Antonio Esteban Anchorena López de Anaya nació el 19 Nov 1788 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 20 Nov 1788 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.

  7. 14.  Pedro Nolasco Tiburcio Ibáñez Rospigliosi, (*) nació el 14 Abr 1764 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 17 Abr 1764 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hijo de Brigadier Pascual Ibáñez García de Roca, (*) y María Francisca Julio Rospigliosi Ramírez de Sagües); falleció el 26 Dic 1819 en Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    PEDRO NOLASCO TIBURCIO IBAÑES ROSPIGLIOSI, nació en Buenos Aires el 14-IV-1764 y, dos días más tarde, lo bautizó en la Catedral Fray Pedro de Parras, religioso franciscano, bajo el padrinazgo del Oficial Real Pedro Medrano. Como su padre, Pedro fue militar. Cadete de Dragones en 1777, a los 11 años; Portaguión en 1787; Alférez en 1790; Ayudante de Asamblea en 1796 y de Milicias en 1802; grado, este, con el cual tomó parte en la lucha contra los indios de la costa patagónica, destacado como jefe del puerto y fuerte de San José.
    Tan eficientes debieron ser los servicios de Pedro Ibáñez que, el 29-X-1803, el Virrey del Pino le remitió al Ministro de Gracia y Justicia, Marqués José Antonio Caballero, una solicitud de ascenso a Capitán para aquel antepasado, debido al mérito que contrajo en la recluta e instrucción del cuerpo de caballería de Buenos Aires. Mas en vez de llegarle su burocrática recompensa en el escalafón, a nuestro Ayudante Mayor le llegaron unos atacantes ingleses para combatir en 1806. En consecuencia, Ibáñez fue enviado a Quilmes a la cabeza de más de 200 jinetes, a reforzar los efectivos del Subinspector Pedro de Arce, que no lograron contener el avance del enemigo desembarcado.

    Absoluta incoherencia militar ante el primer ataque inglés

    El relato minucioso de su desempeño en dicha jornada - que patentiza la tremenda desorganización de las incompetentes autoridades virreinales - lo hizo Pedro Ibáñez a los Regidores Jerónimo Merino y Manuel José Ocampo, en la investigación que mandó levantar el Cabildo inmediatamente después de la reconquista, el 14-VII-1806, por ante el Escribano Tomás Boyso. Declaró, el susodicho, que el martes 24 de junio a las 9 de la mañana, en su carácter de Ayudante Mayor de Voluntarios de Caballería, fue llamado por el Virrey Sobremonte a fin de que citase a las compañías de su Regimiento, las cuales debían encontrarse prontas al día siguiente en su cuartel, en el barrio de las Catalinas; y aunque se le demostró al Virrey la imposibilidad que había para cumplir aquella orden, por la distancia en que se hallaban los vecinos alistados, a legua o legua y media de dicho punto de reunión, y sin caballos a mano para efectuarla, el declarante dió parte de esto a su Coronel - Juan Ignacio de Elía - y enseguida pasó al cuartel, en donde mandó a 7 soldados, que tenía de imaginarias, comunicasen a oficiales, sargentos, cabos y tropa que antes del amanecer estuvieran con sus montados en el acantonamiento de referencia. El 25 de junio, entre las 8 y 9 de la mañana, se juntaron más de 200 milicianos, y se los armó con las únicas 14 carabinas que habían en el cuartel, y los restantes con espada y pistola y 10 cartuchos por cabeza. A medio día se retiró Ibáñez a su casa a dar de comer a su caballo, y, al rato, oyó tocar generala. Inmediatamente enfrenó su pingo y fue al cuartel, donde hizo repartir a la tropa 250 espadas y otras tantas pistolas; amén de los dos mil y tantos cartuchos que había en los reales almacenes. Serían las 3:30 o 4 de la tarde, cuando nuestro Ayudante, al frente de más de 200 hombres, salió rumbo al puente de Galvez. Ahí se encontraba el Virrey, el cual dispuso que dichos cabalgantes marcharan en columna a la derecha del puente, a fin de formar luego en batalla a la izquierda en la primera fila, donde echaron pie a tierra y cada uno se estuvo con las riendas de su caballo en la mano; mientras un Capitán con algunos hombres encargábase de retirar las embarcaciones que se hallaban en la costa al sur del Riachuelo. Así se pasó la noche. Como a las 7:30 u 8 de la mañana, el contingente mandado por Ibáñez marchó para los Quilmes, junto con 40 blandengues y 80 o 90 voluntarios al mando de Florencio Terrada. A escasas cuadras del pueblo quilmeño, blandengues y voluntarios, dirigidos por el Sub Inspector Pedro de Arce, probaban su mala puntería con los ingleses que seguían desembarcando. Estos, por su parte, replicaron con un fuego graneado que desbandó a sus bisoños oponentes. Volvieron los dispersos a reunirse más lejos, y fueron destinados a guarnecer las barrancas de Santo Domingo. A tal objeto repasaron el puente, y ya en la calle larga de Barracas se los hizo formar frente a la quinta de Cajigas. Aquí estas fuerzas montadas se incorporaron a una columna que detrás de Sobremonte iba a cubrir los molinos de la Residencia; pero habiendo pasado la calle que va de Santa Lucía para el Este, vino una orden de Su Excelencia disponiendo volvieran a ocupar el puesto anterior. A las 9, poco más o menos, lo mandó llamar Sobremonte a Ibáñez. El Virrey hallabase en la quinta de Dorna y le confió a mi antepasado una carta dirigida a la Virreina, que con escolta se alejaba de la ciudad por el camino del Puente de Márquez, hacia el interior del país. A dicho Puente llegó el mensajero, y ahí lo enteraron que la Señora Marquesa estaba en el Monte Castro (hoy Floresta). Alcanzó Ibáñez dicho paraje, más ya se había reunido el Virrey con su esposa, por lo que la entrega de aquella carta quedó sin efecto. En medio del desorden general, Ibáñez y otros oficiales volviéronse a sus casas, pues carecían de alimentos para seguir la marcha hacia Córdoba, detrás de Sobremonte. Sin más ropa que la puesta - que había sufrido muchos días de agua -, sin dinero para alimentos y sin cabalgadura para prolongar semejantes trotes, Ibáñez y otros camaradas en igual situación, pasaron un oficio al Sub Inspector Arce consultándole que debían hacer. La contestación fue que se allegaran a la capital con orden de presentarse a Béresford. Tal la actuación de mi antepasado en la primera invasión inglesa. Y cuando en 1807 atacaron los británicos a Buenos Aires, junto a los bravos defensores de la ciudad estuvo el Ayudante Pedro Ibáñez, el cual, a raíz de su comportamiento guerrero, por Real Cédula del 9-II-1808, quedó promovido a Capitán de Milicias de caballería de la frontera bonaerense.

    Heroico comportamiento de mi antepasado en Tacuarí

    Producida la revolución de 1810, el Capitán Ibáñez se incorpora a la expedición destinada al Paraguay que comandaba el General Belgrano. Rechazados los porteños en Paraguarí, el resto del ejército desmoralizado tuvo que soportar el ataque de los realistas, mandados por el Coronel Manuel Cabañas, junto al rio Tacuarí, donde Ibáñez se cubrió de gloria. Allí Belgrano, resuelto a romper el cerco atacante, desenvaina su espada, pónese al frente de una pequeña columna de 135 soldados; entonces "al tiempo de emprender la marcha - destaca José Milá de la Roca, Secretario del prócer en su Relación de la Expedición al Paraguay - el Capitán don Pedro Ibáñez, que por más antiguo entre los 8 oficiales que habían quedado debía considerarse el segundo del General, viendo que éste lleno de ardimiento se disponía a marchar al frente de la tropa, le representó que a él, como segundo, le correspondía aquel puesto, y cediéndoselo y pasando a retaguardia de la misma, marchamos hacia el enemigo".
    A la cabeza pues de aquellos 135 hombres, cargó el bravo Capitán contra 2,000 oponentes, "al son del paso de ataque que batía con vigor sobre el parche un tamborcillo de edad de 12 años" (el párrafo pertenece a Mitre), y mediante un vivo fuego graneado que mató a 14 contrarios e hirió a 16, se obligó a la línea paraguaya a replegarse al bosque cercano. Ibáñez ese día (9-III-1811), adelante de su escasa tropa, se batió durante siete horas seguidas en cuatro combates, y contra un enemigo diez veces superior en número. Fue el héroe concreto e histórico de Tacuarí; aunque la posteridad, olvidada de su coraje, haya preferido suplantar su persona por la del mitológico chiquilín - lazarillo del casi ciego Comandante Vidal - que dicen iba redoblando un tambor durante la jornada.

    Ascensos, fin de su carrera militar activa y otras cuestiones

    Ascendido después a Sargento Mayor y a Teniente Coronel graduado, luego de 36 años de servicios militares ininterrumpidos, el 12-VIII-1813, por "los fuertes dolores reumáticos que sufría", Ibáñez solicitó y obtuvo su retiro. No obstante su invalidez, al poco tiempo reincorporóse a las filas; así figura en 1814 de comandante del Regimiento de Guardias Nacionales de caballería. Un año más tarde firmó un manifiesto aprobatorio de la conducta de Alvear como Director Supremo; y el 22 de mayo se le otorgaron los despachos de Coronel; en cuyo carácter, y como integrante de una "Junta Extraordinaria", el 7 de diciembre siguiente, informó por escrito al Gobierno acerca de la invasión portuguesa a la Banda Oriental. Por lo demás, el 31-XII-1815, aparece en La Gazeta de Buenos Ayres el nombre del Coronel Ibáñez contribuyendo con 200 pesos en un "préstamo americano voluntario" al poder público.
    Nuevamente el 6-VIII-1816 Ibáñez presentó un oficio al Cabildo por el cual pedía se elevara al Director Supremo su solicitud de retiro; "por los achaques de que adolece adquiridos en el servicio militar, bajo protexta de presentarse a la defensa del Estado siempre que sea acometido por alguna fuerza extranjera". El Cabildo se opuso a ese retiro, por "la necesidad que hay de sus conocimientos, aptitud y desempaño tan a satisfacción de este Ayuntamiento". Y diez días después, el Director Pueyrredón expedía un decreto declarando que "los conocimientos militares, zelo y demás relevantes qualidades que en las difíciles circunstancias del día caracterizan y distinguen a este benemérito Oficial no permiten, por ahora, hacer lugar a su solicitud, y la Patria reclama la continuación de sus importantes servicios".
    Dos años más tarde, el 10-II-1818, el nombre de nuestro Coronel figura en una nómina de "ciudadanos que pueden ser elegidos para ocupar el cargo de Gobernador Intendente". Al poco tiempo, como "Elector" de Diputados al Congreso Constituyente, en representación de la ciudad, don Pedro dió su voto por Vicente Anastacio de Echevarría - el compañero de Belgrano que negoció la paz con el Paraguay. También en 1818, junto con otros camaradas suyos, el veterano que me ocupa cedió el 1% de su sueldo para la dotación de becas en el Colegio de la Unión del Sur. Y el 26 de septiembre del mismo año, el Director Supremo le nombró sustituto del Gobernador Intendente Juan Ramón Balcarce, quien había salido a campaña contra los montoneros santafecinos. Pero el grave estado de salud del Coronel Ibáñez apenas le permitió ejercer el alto cargo durante 17 días; y, a su solicitud, fue reemplazado por el General Eustoquio Díaz Vélez.
    Una información secreta y anónima de origen realista sobre muchos caracterizados participantes en la revolución argentina, expresa este juicio sintético respecto de Pedro Ibáñez; "Hombre de edad y Coronel de patriotas a caballo; loco por las ideas republicanas; ignorante y desidioso en todas las operaciones". En cambio la opinión del General Celestino Vidal que hizo la campaña al Paraguay con Belgrano, afirma de su compañero Ibáñez precisamente lo contrario; "Dió este ilustre oficial - estampó en un informe - constantes e irrefragables pruebas de su patriotismo, valor, subordinación y un caudal de conocimientos en el arte de la guerra, adquiridos teórica y prácticamente desde su juventud. Las bellas cualidades que adornaban a este benemérito Coronel le granjearon la estimación de General Belgrano y muy particularmente después de la última expedición que sostuvimos sobre el arroyo Tacuarí, en donde la conducta militar del señor Ibáñez fue verdaderamente admirable por el valor, habilidad y actividad infatigables". Y así debió ser, porque una calle de Buenos Aires - Ibáñez - señala su nombre sumido en el olvido para las generaciones actuales.

    De la vida privada de mi 4º abuelo; su casamiento, sus bienes y su muerte

    Pedro Nolasco Ibáñez Rospigliosi habíase casado, el 14-IX-1801 con Rosa Marín y de la Quintana, hija del Coronel de los Reales Ejércitos Juan Antonio Marín y Cáceres Salgado y de Rosa Estefanía Jacoba de la Quintana y Riglos (). La ceremonia tuvo lugar en la Capilla del Colegio Real de San Carlos, y bendijo a los contrayentes el Maestro Francisco Xavier Zamudio, en presencia de los padrinos "Josef de Belaysete" (Belasutegui?) y Juana García.
    A tres años de esa boda, el padre del desposado Brigadier Pascual Ibáñez - que fuera testigo de esas nupcias junto con José García de Zúñiga -, por escritura del 11-X-1804, ante Tomás José Boyso, interpretando la voluntad de su finada esposa Francisca de Rospigliosi - acabada de fallecer -, le cedió a su hijo Pedro, "para subvenir a las cargas del matrimonio y a cuenta de su lexítima", una de las casas que poseía en esta ciudad, ubicada en la calle nueva que corría por detrás de la puerta falsa de La Merced (hoy 25 de Mayo), a cuadra y media de la cancha llamada "de Sotoca", en el barrio de las Catalinas; vale decir, muy cerca del cuartel de los milicianos de caballería, donde revistaba Pedro Nolasco como Ayudante de dicho regimiento. Tal propiedad le correspondió al viejo Ibáñez por compra hecha a Martina Siniestra, mujer de Juan Pranz, albañil inglés, quien, en 1755, tuvo allí "una atahona corriente sobre la barranca del río". Su terreno medía 24 1/2 varas de frente al Oeste; y lindaba por ese rumbo, calle en medio, con "casas de Gervasio Posadas; por su fondo, al Este, prolongábase el lote hasta el río, "hasta topar con la lengua del agua"; y por el Sur con parcela del cabo Rolón. La respectiva vivienda constaba de "edificios de sala y aposento de dos tirantes y una cocina, toda de ladrillos crudos y parte cocidos, cubierta de tejas bastante maltrechas"; cuya construcción fue tasada en 1.327 pesos y 6 reales, el 15-VI-1804, por "el alarife de esta ciudad don Juan Bautista Segismundo".
    Fallecido su padre en 1805, Pedro Nolasco heredó la mitad de aquella quinta frente al "Hueco de Cabecitas" (ahora plaza Vicente López), distante 4 cuadras de los terrenos del convento de los frailes Recoletos (hoy cementerio del Norte). Y el 20-VII-1814, ante Luis Gómez Fonseca, nuestro personaje le vendía a María Josefa Quiroga, un lote de su heredad; de 17 1/2 varas de frente al Este por 52 1/2 de fondo; distante solo 3 cuadras del barrio hoy llamado de las 5 Esquinas.
    Un lustro después, nuestro Coronel de caballería, encontrábase enfermo de gravedad. Era todavía relativamente joven; sin embargo un reumatismo precoz y las rudas campañas de su vida militar concluyeron por minarle la salud a los 53 años. Postrado en cama sin remedio, mando llamar al Escribano Narciso Iranzuaga, quien acudió con su protocolo a la solariega casa del cliente, "a la espalda de la Catedral". Allí el moribundo, el 12-XII-1819, "confirmó" un poder para testar a favor de su mujer Rosa Marín. En dicho documento - después de ordenar se sepultasen sus restos en la Iglesia de La Merced y de establecer a sus legítimos herederos - el testador dejó el quinto de sus bienes a su esposa, y la nombró albacea de su última voluntad. Como el otorgante, en gravísimo estado, no pudo firmar esa escritura, lo hizo en su nombre el presbítero Saturnino Segurola (culto bibliotecario y futuro introductor de la vacuna antivariólica en el país), quien, seguramente, le administró los sacramentos al agonizante; cuyos despojos, 14 días después, recibieron cristiana sepultura en un nicho de la iglesia mercedaria.
    Casi ocho años demoraría la viuda y albacea del causante en hacer protocolizar el testamento de éste. El 5-VII-1827, con la venia del Juez Juan José Cernadas, compareció, ante el Escribano Manuel Llames, Rosa Marín y dijo: Que el retardo en acudir a darle forma legal a la última voluntad de su marido se debía a "los ulteriores padecimientos de mi casa y familia, bastante notorios". Manifestó que el cadáver de don Pedro, según su voluntad, fue sepultado en el Convento de La Merced, pero que, posteriormente, se trasladó al "cementerio general del Norte o Recoleta". Declaró que su esposo "al tiempo que nos casamos no tenía otros bienes que la decencia personal" y "un sitio en el hueco de Cavecitas", y que en vísperas de su enlace recibió como dote de ella 1.993 pesos y 7 reales; en tanto me ofreció por vía de arras 24 onzas de oro". Luego puso de relieve que don Pedro heredó de sus padres 15.000 pesos; y que tal herencia se completó con las siguientes propiedades: La casa que fue de sus mayores (los González Filiano), "situada al frente de la espalda de la Catedral, calle hoy nombrada La Piedad". Originariamente ese solar (ahora en Bartolomé Mitre entre San Martín y Reconquista) fue el que Garay repartió en 1580 a un impreciso "don Lorenzo". En la actualidad se encuentra ocupado por los edificios de "The Royal Bank of Canada" y del "Banco de Italia y Río de la Plata".
    Otra casa "en la calle 25 de Mayo sobre la barranca y barrio de las Catalinas", es decir "tras el Zanjón de Matorras". La "quinta de una cuadra sobre el hueco de Cavecitas"; con un terreno anexo a dicho hueco, "que mantuvo desde soltero, y que por su cuenta edificó durante el matrimonio", exactamente a 3 cuadras de "Las Cinco Esquinas" (). Además de un terreno de pastos, con una pieza o cuarto edificado en el bajo de Palermo, cerca de la Capilla de Cueli (). Y otra superficie que "repartió el Gobierno en las inmediaciones de los Quilmes, en el que no hizo población, ni invirtió suma alguna". El causante, al tiempo de su muerte, le debía a Manuel Hermenegildo Aguirre (mi tatarabuelo, que se casaría 20 años mas tarde, en segundas nupcias con una hija suya) 2.500 pesos que "le tenía suplidos, con más los réditos vencidos"; amén de 200 pesos que Aguirre le prestó sin réditos, "para su asistencia de la enfermedad de que falleció".

    Bautismo:
    Lº Año 1764 Fº 198. Bautizado por Fray Pedro de Parras. Padrino: don Pedro Medrano, Oficial Real de esta Plaza.

    Pedro se casó con Rosa Antonia Josefa Marín de la Quintana el 14 Sep 1801 (Canónico) en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina. Rosa (hija de Juan Antonio Marín Cáceres Salgado, (*) y Rosa Estefanía Jacoba de la Quintana Riglos) nació el 16 Jun 1782 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 17 Jun 1782 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 3 Ene 1867 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultada el 4 Ene 1867 en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina. [Hoja del Grupo] [Family Chart]


  8. 15.  Rosa Antonia Josefa Marín de la Quintana nació el 16 Jun 1782 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 17 Jun 1782 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina (hija de Juan Antonio Marín Cáceres Salgado, (*) y Rosa Estefanía Jacoba de la Quintana Riglos); falleció el 3 Ene 1867 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultada el 4 Ene 1867 en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.

    Notas:

    Bautismo:
    Lº Fº 130/130vta. Padrinos: don Marcos José de Larrazábal y doña Josefa de la Quintana y Riglos, sus tíos maternos. Bautizada por el padre Miguel José de Riglos.

    Notas:

    Casado:
    L° 6 F° 408. Ts.: don José de Calazeyte y doña Juana García.

    Hijos:
    1. Rafael Pedro Nolasco del Corazón de Jesús Mariano Ibáñez Marín fue bautizado el 25 Oct 1802 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    2. 7. Andrea Mercedes Carmen Ibáñez Marín nació el 29 Nov 1803 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizada el 30 Nov 1803 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 11 Jul 1862 en Buenos Aires, Argentina; fue sepultada en Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
    3. María Mercedes Tomasa del Corazón de Jesús Ibáñez Marín fue bautizada el 19 Sep 1805 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 2 Dic 1870 en Buenos Aires, Argentina.
    4. Gerónimo Tomás Ibáñez Marín nació el 31 Ago 1806 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 1 Oct 1806 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    5. Pedro Eusebio Manuel del Corazón de Jesús Ibáñez Marín fue bautizado el 17 Dic 1808 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    6. Manuel José del Corazón de Jesús Ibáñez Marín nació el 7 Jun 1810 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 8 Jun 1810 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 15 Feb 1888 en San Fernando, Bs. As., Argentina.
    7. Manuela Josefa Florentina del Corazón de Jesús Ibáñez Marín fue bautizada el 20 Jun 1812 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; falleció el 2 Ago 1859 en Buenos Aires, Argentina.
    8. Mariano de Jesús Ibáñez Marín nació el 17 Abr 1814 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 18 Abr 1814 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    9. Martiniano Manuel Benito del Corazón de Jesús Ibáñez Marín nació el 16 Oct 1815 en Buenos Aires, Argentina; fue bautizado el 17 Oct 1815 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina; and falleció.
    10. José María del Corazón de Jesús Ibáñez Marín fue bautizado el 9 Feb 1817 en Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, Argentina.