Notas |
- De la castellanísima ciudad de Burgos era oriundo Juan Rodríguez Quintero, el cual, a principios del siglo XVII o fines del XVI, llegó a estas lejanas playas del Río de la Plata, impulsado por sus actividades mercantiles. En el puerto de Buenos Aires habría de casarse con una hija del país, por lo que quedó avecindado en dicha ciudad hasta el fin de su vida. En 1615 su nombre figura incluído en la lista de "permisiones", entre los vecinos calificados como "últimos pobladores". Fue Regidor del Cabildo en 1617, Alcalde de Hermandad en 1618, y encomendero, en primera vida, con una reducción de indios "chanás" situada "en el Baradero". Sus negocios privados le proporcionaron buena fortuna, amasada principalmente en el comercio de importación y exportación, que realizaba en varios navíos de su propiedad, uno de los cuales se llamaba "San Antonio".
Mi antepasado Juan Rodríguez Quintero no debe ser confundido con su homónimo contemporáneo; Juan Quintero - "último poblador" -, acaso pariente suyo, casado con Catalina Blas de Bullones, a quien en la noche del domingo 8-IV-1607, unos corsarios "rocheleses", mediante audaz golpe de mano, le robaron del puerto de Buenos Aires un navío cargado de mercaderías procedente del Brasil.
Juan Rodríguez Quintero contrajo matrimonio aquí el 3-VI-1613 con la porteña María de Naharro Humanés nac. el 30-VII-1602; hija de Cristóbal Naharro y de Isabel de Humanés Molina. (Ver estos apellidos en el capítulo dedicado al de López Tarifa). La novia fue dotada por sus padres con ropas, alhajas, esclavos y efectos caseros que equivalían a unos 3.500 pesos; así lo declaró posteriormente la interesada en su testamento, otorgado el 21-V-1652; agregando que recibió, además, 2.000 pesos en arras de su marido; y que ambos contrayentes hubieron luego muchos gananciales en la sociedad conyugal. Asimismo en esas disposiciones de última voluntad, María de Naharro dejó constancia que su consorte murió ab-intestato; y al ordenar ella las mandas y legados a cumplirse después de su muerte, dijo que toda su ropa blanca debía repartirse entre sus nietas.
Como antes señalé, Rodríguez Quintero se hizo rico en el corretaje y el tráfico marítimo. Fuera de aquella encomienda de indios en "el Baradero", poseyó varias estancias, solares y cuadras en la ciudad. Una de esas propiedades suburbanas consistía en el terreno de chacra situado al norte de la población, extendido en la cresta de la barranca frente al río, en el punto preciso donde se encontraba la "Ermita de San Sebastián" - es decir, en la actual intersección de las calles Maipú y Arenales, en el solar que fuera en parte de doña Matilde de Anchorena, al costado de la Plaza San Martín.
Esa chacra, de 350 varas sobre la altiplanicie costera, en el reparto inicial efectuado por Garay en 1580, correspondió a Pedro Alvarez Gaytán; y mas tarde a Juan de Castro, Regidor en 1605, quien se la vendió a Sebastián Sánchez, apodado "Cataplasma". (Quizás a este Sebastián de emoliente sobrenombre debióse la fundación de aquella Ermita que honraba a su tocayo, el mártir de los flechazos en el segundo siglo de nuestra era). Después, cuando la muerte fríamente le separó el alma del cuerpo a "Cataplasma", su chacra salió a remate el 20-IX-1610, adquiriéndola Antonio Fernández, de oficio zapatero. Este remendón trocó entonces los cueros, el martillo y las tachuelas por la azada del cultivador; y en su predio plantó 5.000 cepas de viña. Con tales mejoras compró la tierra mi 9º abuelo Rodríguez Quintero, el cual no supo hacer honor a su segundo apellido, pues transfirió la quinta, el 18-XII-1617, a Antonio Bernalte de Linares. Posteriormente la propiedad - con otras fracciones linderas - formó la llamada "cahacara de Linares", adquirida en 1704, por Miguel de Riblos, a fin de ampliar su posesión campestre de "El Retiro".
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