Notas |
- En la "Verde Erín" nació por 1689 Dionisio Dogan, patriarca de la presente genealogía; hijo legítimo de Juan Dogan u O'Dogan y de Ana Magra. En abril de 1717 ,con un contingente militar de 180 hombres de infantería, embarcados en Cádiz, vino Dionisio a Buenos Aires en calidad de soldado raso. Aquí se casó en la Catedral, el 22-V-1718, con Tomasa Marín y Viveros, hija del gallego Juan Marín y de la criolla María de Viveros. Bendijo la boda el presbítero Francisco de Izarra, ante los testigos Bartolomé Rubio, Andrés Cavezuelos y Pedro Joseph Arias.
Después que el Gobernador Bruno Mauricio de Zabala, en 1724, con las tropas de su mando desalojó del territorio de la Banda Oriental a las fuerzas portuguesas de Manuel Freitas da Fonseca, quien pretendía instalarse en el paraje ya conocido por Montevideo, dispuso erigir allí un Fuerte, como necesario anticipo de la fundación y población del estratégico lugar. Al efecto dejó una guarnición de 110 hombres de guerra en dicho punto, uno de los cuales era el irlandés Dionisio Dogan.
Dos años mas tarde, la ciudad propiamente de Montevideo quedó establecida en definitiva; aunque su fundación jurídica - diré - fue protocolizada en el acta posterior del 20-XII-1729. A partir de entonces se avecindan en ese reducto las ahora legendarias 6 familias procedentes de Buenos Aires; Burgues, Artigas, Carrasco, González de Melo, Gaytán y Caillos; junto a otras 16 de la primera colonización canaria, traídas desde Tenerife por el navío "Nuestra Señora de la Encina", de los armadores Alzaybar y Urquijo; para luego acrecentarse el número de pobladores con la incorporación de inmigrantes porteños de la orilla vecina, del Tucumán, de Santa Fé, de Corrientes y de la Asunción del Paraguay.
Así también Dionisio Dogan - el soldado de la guarnición originaria - hizo viajar desde Buenos Aires a su familia a fin de instalarla en el flamante rancherío fortificado. En uno de los padrones que confeccionó el Capitán Pedro Millán, delegado del Gobernador Zabala, consta que el 20-XII-1728 hallábanse radicados en el asiento montevideano; "Dionisio de Ogan, natural de Irlanda, hijo de Juan De Ogan y de Ana Magra, soldado de la compañía del Capitán Francisco Antonio Lemos", de 45 años; su mujer "Tomasa Marín, hija de Juan Marín y de María Riberos (sic)", de 30 años; y sus hijos, María de 8 años, Juan Javier de 6 y Felipe de 4. Por lo demás, el 12-III-1727 se le había repartido a "De Ogan" una chacra en Montevideo frente al arroyo Miguelete, extendida hacía el Este (hoy hacia Canelones) en las nacientes del arroyo Toledo. También dentro del primitivo caserío mi antepasado recibió un "quarto de quadra", que se localiza actualmente en la esquina de las calles 25 de Mayo y Bartolomé Mitre de la vecina capital. El distinguido historiador uruguayo Luis Enrique Azarola Gil, en Los Orígenes de Montevideo, dice; "En abril de 1727 el vecindario ascendía a poco más de ciento cincuenta hombres de tropa regular; y había un centenar de indios ocupados en las obras de fortificaciones".
La vida en Montevideo fue al principio dura y sacrificada para aquellos animosos fundadores. A los inconvenientes de toda instalación en la llanura salvaje, se agregaban los continuos malones de los indios minuanes, empeñados en abatir aquel precario reducto civilizado y ahuyentar de sus dominios a los blancos intrusos. Azarola Gil evoca con verdad y belleza literaria a ese embrión social de valientes pobladores, en el que se hallaban incluído mi antepasado - y bisabuelo del General Pueyrredón - con su mujer e hijos pequeños. "Nada más humilde - escribe - que aquel núcleo fundador de la ciudad y progenitor de la sociedad en gestación. Sus elementos carecían de instrucción y de cultura; muchos de ellos no sabían leer ni firmar; y es inútil inquirir una manifestación de su modo de sentir y de pensar, fuera de los testamentos y las actas capitulares. Eran labriegos rudos, ignorantes y virtuosos; su misión consistía en alzar la casa, procrear hijos, sembrar granos,apacentar ganados y alejar a los indios. La etapa era simple y difícil a la vez; toda cooperación mental era ociosa en la función puramente material y física de aquellos hombres trasplantados a una tierra bárbara, que al hundir el arado preparaban al mismo tiempo el lecho de la semilla y el asiento de toda una raigambre social". Y termina Azarola su cuadro evocativo con este párrafo certero; "De aquella sociedad embrionaria, ignorante y virtuosa, solo queda un elemento; el idioma. Sus instituciones cayeron bajo la acción revolucionaria del siglo siguiente. Las viviendas, los trajes y los hábitos se han transformado por la influencia de una civilización industrial y mecánica; las inmigraciones han cambiado la vieja savia y suprimido el abolengo; y una mentalidad nueva ha substituído de tal modo a la perdida, que si la historia y el idioma no estuvieran allí como elementos probatorios, se podría afirmar que el pueblo que hoy ocupa el territorio del Uruguay nada tiene que ver con sus propios orígenes. Pertenecen éstos a un pasado muerto que solo puede ser comprendido por los herederos de su antigua sensibilidad".
Los Dogan no alcanzaron a permanecer diez años en Montevideo; en 1738 estaban de nuevo avecindados en Buenos Aires. El censo municipal porteño de aquella fecha, registra que en la esquina correspondiente a las actuales calles Defensa e Independencia, poseía su casa Manuel Sánchez, cuyo edificio "tiene tienda en esquina y tres quartos de Alquiler", en uno de ellos estaba alojado un tal Dionisio León con su hija; en otro vivía "un zapatero andalús nombrado Miguel", con su prole; "y el terzero lo ocupaba Dionisio Oban" (sic), soldado, con su mujer y cinco hijos". Como se vé, nuestro inquilino no podía ser más pobre. Un modestísimo cuarto, una habitación única, albergaba a las 7 personas de su familia que, entre 1728 y 1738, habíase acrecentado con dos niñas. Cabe agregar este detalle sugestivo; la hija mayor, Ana María Dogan, frisaba entonces en los 18 años, vale decir que era ya señorita casadera.
Un lustro más tarde, en una "Razón de los soldados, mujeres, hijos y esclavos que tienen las Compañías de Infantería, Artilleros y Inválidos de Buenos Aires", datada en 1744, aparece nuestro veterano con domicilio distinto. En efecto; en la calle "de San Juan" (hoy Piedras) residía a la sazón; "Dionisio Hogan" (sic), "casado con Thomasa Marín, tienen dos hijos y una hija; los barones tienen el uno 20 as. el otro 15".
El 1-VI-1749, el modesto irlandés envejecido en los regimientos, el anónimo fundador de Montevideo, se encontraba gravemente enfermo tumbado en la cama. Sobre él pesaban 66 años bien sufridos, aunque recientemente minados por incurable mal. En consecuencia, el valetudinario consideró oportuno darle forma legal a su postrera voluntad. Hizo llamar entonces al Escribano Francisco Javier Ferrera, quien acudió a la calle de San Juan, y ahí, al pie del lecho, extendió la escritura correspondiente. En ella Dionisio Dogan dió poder para testar en su nombre a Tomasa Marín, su consorte y a su hijo Juan Javier. Tenía el otorgante más deudas que bienes; acaso por ello, en vísperas de dejar el mundo, su mayor preocupación fue que sus herederos enterraran su cadáver en la iglesia de Santo Domingo, amortajado con el hábito de los predicadores mendicantes. Como no sabía firmar, lo hizo a su ruego Bonifacio Aramburu, junto con los testigos Miguel de Soria y Bartolo Sierra, todos por ante el notario Ferrera, cuya rúbrica estilizada dió validez al documento.
En lo que respecta a Tomasa Marín, diré que falleció tres años después que su marido, a los 54 de edad. Esto surge del testamento suyo otorgado el 2-VI-1752, ante el Escribano José Gorordo; en cuya escritura la señora "enferma en cama" manifestó estar a punto de morir. En tan solemne trance, luego de encomendarse a Dios y a la corte celestial, la testadora mandó a sus herederos sepultar sus despojos en la iglesia de Santo Domingo junto a los de su cónyuge. A renglón seguido dijo haber sido casada con Dionisio Dogan, "soldado de este presidio", de cuyas nupcias le nacieron los 5 hijos que a continuación enumeró. Dejó constancia de que al contraer matrimonio su referido esposo trajo a la sociedad conyugal 150 pesos, y que ella aportó 200; sumas ambas que más tarde "se consumieron en mantener a nos e a nuestros hijos". Declaró, además, que "en la enfermedad de mi marido y funeral y entierro y luto, se gastaron trescientos pesos", abonados "del caudal de mi hijo Juan Jabier". Reconoció por sus bienes a "todos los trastos de casa que mi hijo Juan Jabier nos ha dado", los que constarán en el inventario que los Albaceas hagan oportunamente. Advirtió, asimismo, "que la ropa que hay en el baúl grande es de mi hija Ana María, que también así el baúl como la ropa se la ha dado, a dicha mi hija, mi hijo Juan Xabier". Por otra parte no se olvidó de consignar que a su hija Josefa, en oportunidad de su casamiento con Silvestre Torres, se le había anticipado la herencia que le pertenecía; y que al fallecer su hermana Teodora Marín, ésta, por manda testamentaria, "me dejó cuatrocientos pesos", parte de cuyo monto le fue entregado mediante la propiedad de una negra llamada María Josefa, que su hijo Juan Xabier, albacea de la sucesión de Teodora, le compró en 215 pesos a Ventura Chavarría. Por último, la causante hizo resaltar, explícitamente, que Juan Xabier Dogan, su hijo, "desde diez y doce años atrás nos ha mantenido y socorrido, así a su padre como a mi y a mis hijos, pagándonos casa y lo demás que ha sido preciso, y me socorre hasta ahora como buen hijo". Y como el abnegado Juan Xavier se hallaba presente en el acta notarial, manifestó, a su vez, que cedía "graciosamente" lo que pudiera corresponderle de la herencia materna en beneficio de sus hermanas y hermano. [3]
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