Notas |
- De familia unitaria, sufrió el exilio durante la tiranía de Rosas. Pasó su infancia, junto al resto de su familia, dentro de las murallas de la Montevideo sitiada. Su padre formaba en la Legión Argentina (prestando servicios en la 4ª Compañía comandada por el capitán Sayós) y su madre amasaba "pan de munición", que el hijo mayor, Domingo, repartía a "lomo" a la soldadesca, a buen precio.
Tras la caída de Rosas la familia Urien regresó a Buenos Aires.
Isidro ingresó al ejército nacional durante la guerra del estado de Buenos Aires contra la Confederación, prestando servicios en las campañas de Cepeda (1859) y Pavón (1861).
En diciembre de 1865, declarada la guerra del Paraguay, se incorporó como teniente 1ro al 1° batallón de la 3ra brigada de la 2da División de Buenos Aires, y pasó luego a servir como ayudante de órdenes del coronel Pedro José Agüero.
En 1866 pasó al 2° batallón de la 1ra brigada de la 1ra División de Buenos Aires, mandando la compañía de granaderos. Se encontró en el combate de Paso de la Patria (31 de enero de 1866); en la sorpresa de Estero Bellaco (2 de mayo de 1866); en la batalla de Boquerón del Sauce (16, 17 y 18 de julio de 1866); en la batalla de Tuyutí (24 de abril de 1866); y en el asalto de Curupaytí (22 de septiembre de 1866).
En octubre de 1866 fue herido y posteriormente licenciado, regresando a la capital. Además, el 20 de ese mismo mes fue ascendido a capitán.
Regresó al frente en marzo de 1867, a la zona de operaciones de Tuyutí, pero recibió la baja por enfermedad el 23 de ese mismo mes y año.
Terminada la guerra, el gobierno le confirió los cordones de Tuyutí como premio por haberse encontrado en tan memorable acción de guerra. Recibió además las medallas de plata conferidas por la Nación , la estrella del mismo metal otorgada por la provincia de Buenos Aires y las cruces de bronce y hierro que concedieron el Imperio del Brasil y la República Oriental del Uruguay.
En 1868 fue nombrado auxiliar de comisaría de una de las secciones policiales, cargo que desempeñó durante cuatro años, y más tarde, por otros nueve, varios puestos municipales.
En el diario "La Discusión" del 19 de mayo de 1870 se leía:
"Ayer noche ha sido gravemente herido de un balazo en el cuello el oficial Don Isidro Urien.
Esto ocurrió en un baile público en la Boca, donde estaba de servicio el Sr. Urien.
Hoy se levantó entre sus colegas una suscripción cuyo producto le fue entregado.
El criminal no fue capturado".
Al día siguiente el mismo periódico publicaba:
"No vas a decir o dar cuenta de la herida del joven Isidoro Urien, oficial auxiliar de la comisaría de la Boca.
No!
Nuestro objeto es considerar simplemente la causa que la motivó.
Urien se encontraba en una baile en la Boca, como agente de Policía, para guardar el orden.
A los pocos momentos de estar ahí, se pronunció una pelea motivada por unos italianos, Urien acudió en el instante a evitarlo; pero acto continuo uno de los italianos le deserrajó un tiro de revólveres, hiriéndolo gravemente en la garganta.
El asesino escapó.
Los italianos en crecido número amenazaron a la autoridad policial.
Estos escándalos, como se ve, ya extralimitan la paciencia de la autoridad y de los hijos de esta tierra, que tendrán en lo sucesivo que hacer uso para con ellos de la ley Lynch."
Y en el número del día 19 se decía:
"Días pasados un amigo nos transmitió el suceso acaecido al apreciable joven Urien, empleado de Policía; como testigo ocular no hizo más que decir la verdad, y nos pidió lo diéramos en la prensa para exacto conocimiento del público.
Al día siguiente, hace tres días, apareció en la 'Discusión', que si bien tengo a mi cargo la sección variedades de este diario, no puedo eximirme, y con placer lo hago, de cooperar en otras secciones en obsequio de amigos que aprecio, como lo son el Sr. D. Francisco López Torres y el Sr. Massot encargado de las noticias, ese relato, decimos, apareció demostrando la manera criminal y alevosa, con que dicho empleado había sido atacado por unos italianos en la Boca del Riachuelo; no solamente ha sido un inicuo atentado en la persona del joven Urien, sino también un desconocimiento completo de la autoridad policial, sino de las leyes que rigen al país, donde abusan de la hospitalidad que reciben de una nación extranjera, como es la nuestra para esos criminales quedan puesto en peligro la vida del joven Urien, recibiendo de esos italianos que huyeron una grave herida en la garganta.
A esos italianos que no respetan la autoridad del país, cometiendo actos criminales como los que han efectuado en la persona del Sr. Urien y otros que se relacionan con él, a esos italianos decimos hemos hecho alusión exclusivamente.
El suceso de la Boca ha herido la susceptibilidad de algunos italianos, creyendo encontrar en la relación del hecho criminal acontecido al joven Urien, una causa de ofensa a la Nación Italiana.
Esto es una errónea y deplorable interpretación, la que padecen los que tales cosas crean.
Sería preciso que el uso de la razón faltara para que tal disparate se dijera.
En Italia, como aquí, como en todas partes del mundo existen buenos y malos.
Tal es pues, la organización humana, y de manera que por defectos extraños, nadie debe creerse en el deber siendo bueno, de venir a responderlos, y de aquí se deducirá que habría solidaridad por parte de éste, en los malos actos de aquellos.
Haciendo culto constante a la verdad, que es la religión de nuestra vida, y en uso de la franqueza que me es característica, no puedo tolerar que se juzgue de un acto criminal perpetrado en un baile en la Boca, en la persona de una agente caracterizado de policía, por unos italianos, queriendo hacer extensivo en anatema a la población en masa de los italianos.
La condenación de ese crimen, fue para los que asaltaron al joven Urien, hiriéndolo, desconociendo su autoridad y rebelándose contra lo que él mandaba.
¿Es esto atacar a la nación italiana?
¡No!, por cierto.
Tenemos numerosos amigos italianos y todos ellos están indignados, como nosotros de esos espectáculos vergonzosos...".
Formó en la Legión Ciudadana de la Parroquia de la Concepción, al mando de su pariente Fermín Rodríguez, durante la Revolución del Parque, en 1890.
A principios de 1892 el mayor Urien fue incorporado al cuerpo de inválidos del ejército, falleciendo el 22 de febrero de ese mismo año. [1]
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