Notas |
- Vida de matices sobresalientes fue la del Brigadier Miguel Estanislao Soler, distinguido militar argentino templado en todos los combates imaginables, desde su adolescencia a su vejez; valiente luchador empedernido que supo hacer la guerra de frente, cuerpo a cuerpo y con la espada en la mano como uno de los guerreros mas temidos y respetados, mostrándose en todos los encuentros armados como un bravo y corajudo militar con evidente perfil de héroe.
Fue el Brigadier Miguel Estanislao Soler ilustre vecino de nuestra región, la región del "monte grande", a partir del 21 de junio de 1822, fecha en que le adquiere al místico predicador de Kakel-huincul, don Francisco Hermógenes Ramos Mejía, la fracción, precisamente llamada "Monte Grande", que éste a su vez había adquirido para ampliar, tras el río de la Matanza, su estancia "Los Tapiales", en 1810.
Antes de proseguir con el relato biográfico de éste guerrero insigne, debemos advertir al lector que, por razones de espacio, desarrollaremos el presente tema de manera sintetizada. Somos concientes que su figura bien merece un volumen o dos, porque hemos conocido y rescatado abundante material donde se cuentan sus méritos y proezas, al punto de reconocerlo como uno de los militares más esclarecidos de la historia de la patria.
Explicado esto que ahora nos permite abreviar su trajinada vida, digamos que Miguel Estanislao Soler nació en Buenos Aires, el 7 de mayo de 1783. Fue su padre don Manuel Soler, militar español que se destacó por sus servicios tanto en España como en América.
Con respecto a la madre de Soler mencionemos que se llamaba Manuela Otalora y Rivero, y también fue hija de progenitor militar de activo desempeño en la organización de las defensas de Buenos Aires, ideadas para afrontar por un lado las eventuales envestidas de los malones, y por el otro los posibles desembarcos de los atrevidos piratas, quienes más de una vez navegaron merodeando las aguas del río de la Plata. Ambos asuntos siempre concitaron la preocupación de las autoridades, y lógicamente la de todos los pobladores de aquel lejano tiempo.
Soler cursó sus estudios elementales en el colegio de San Carlos, fundado en 1773 por el progresista virrey don Juan José de Vértiz y Salcedo, abandonando la preparación educativa que recibía, a raíz del fallecimiento de su padre.
La familia ahora integrada por su madre y siete hermanos, quedó sumida en la más dramática pobreza soportando grandes padecimientos y privaciones.
Miguel Estanislao fue el mayor de los hijos, viéndose obligado, siendo aún un niño. A los doce años de edad, a ingresar en un batallón de infantería, abrazando de esta manera la carrera de las armas, que por herencia ya le bullía en la sangre, y en la cual se distinguió de manera más que calificada.
No obstante se sabe que en un primer momento se mostró "indomable y soberbio". Su carácter un tanto caprichoso, propio de un hijo desobediente y malcriado, lo relegó al punto de demorarlo más de lo razonable en beneficio de los ascensos. Por este temperamento negativo y su conducta indócil perdió la oportunidad de ser promovido, logrando el grado siguiente, diez años después de haber ingresado al cuartel.
Al recibir el nuevo rango lo favoreció, pues hizo que se esmerara mejorando el servicio; realizando prácticas; subordinándose al mandato de sus educadores castrenses y formándose en el manejo de las armas de su tiempo, como así también en el aprendizaje de recursos guerreros y estrategias.
Al agredirnos el invasor inglés en 1806, lucha con denuedo en las estrechas calles de la vieja Buenos Aires. Por su valor y coraje al enfrentar al enemigo logra merecidamente el nombramiento de teniente, cuando fue reconquistada la plaza.
Aproximadamente por este tiempo contrae enlace con Josefa de Olazábal, con la cual tuvo una hija a la que llamaron Micaela.
Cuando aborta la Revolución de Mayo se inclina fervientemente por la causa patriota, y dos son los factores fundamentales que inciden para que esto ocurra; el no compartir o congeniar con los españoles y el ser sobrino del Coronel Cornelio Saavedra, presidente del Primer Gobierno Patrio.
Después de este acontecimiento histórico, Soler es ascendido al grado de sargento mayor, pasando a revestir como segundo jefe del Batallón Nº 6 de Pardos y Morenos.
Dona en principio parte de su sueldo con el deseo de colaborar con la Junta Provisional, gesto que fue muy valorado, dado a que se requerían fondos para adquirir material de guerra para organizar una expedición al interior y el control de la llamada Banda Oriental.
Soler lucha en el encuentro de villa de Santo Domingo Soriano en contra de los realistas que desde Montevideo marcharon para atacar éste poblado el 5 de abril de 1811, al mando del Capitán Juan Ángel Michelena. Derrota a las fuerzas hispanas con un sencillo plan estratégico y combate sable en mano y cuerpo a cuerpo, tomando la guarnición del caserío de Colla con el apoyo del oriental Veneciano Benavides, el 14 de abril siguiente, rindiéndose el poblado de San José, nueve días después.
Nuestro ilustre militar estuvo presente en el primer sitio de Montevideo a las órdenes del Gral. José Rondeau. A fines de noviembre de 1811 el batallón de Pardos y Morenos regresó a Buenos Aires, movilizándose para cumplimentar por orden superior un nuevo sitio a la citada ciudad de Montevideo, luchándose en el Cerrito con gran pericia y valentía hasta la victoria que se dio el 18 de enero de 1813.
Soler por su destacada actuación en éstos encuentros de armas, fue promovido al grado de coronel, el 21 de abril siguiente.
El 25 de agosto de 1814 el gobierno de Buenos Aires le confiere a Soler el nombramiento para sustituir a Nicolás Rodríguez en el cargo de Gobernador de la Banda Oriental, y le otorga igualmente el rango de Intendente y General en jefe de las fuerzas destacadas en el lugar. Durante esta etapa se ve en la obligación de "provocar los gravísimos males que prepara a la Patria la obstinación del desnaturalizado don José Artigas". (1) y finalmente, dada la precariedad de las fuerzas patriotas y la derrota del Coronel Manuel Dorrego que debía apoyarlo, se malogró el mantenimiento de la plaza y se debió recurrir a la firma de un pacto con el líder oriental, oportunidad en que el Gral. Carlos María de Alvear puntualizó "las Provincias Unidas no tienen interés de ningún género en traer a su seno a la Banda Oriental", consintiendo que la región quedara lebrada a su propia suerte?
El Cabildo de Buenos Aires con fecha 16 de abril de 1815 expidió un bando dadas las críticas horas que se vivían, retomando "la autoridad soberana del Pueblo", otorgando la Comandancia de las Fuerzas de la ciudad, al Coronel Mayor Miguel Estanislao Soler.
Algún tiempo atrás, el 9 de marzo de 1812, había fondeado en el río frente a la costa de Buenos Aires, la fragata inglesa "George Canning", desembarcando de ella el Teniente Coronel de caballería don José de San Martín, más otros oficiales impulsados por el deseo de ponerse al servicio de la causa revolucionaria.
La llegada del grupo de militares de carrera fue considerada oportuna, pues se requerían oficiales con experiencia y capacitados para organizar cuerpos de combatientes hábiles para enfrentar a las aguerridas fuerzas realistas que entorpecían la conquista de la ansiada independencia.
Sabemos que San Martín comenzó sus tareas castrenses creando el Regimiento de Granaderos a Caballo, cuyo bautismo de guerra se produjo el 3 de febrero de 1813 al librarse el combate de San Lorenzo.
San Martín expuso sus ideas los días 15 y 16 de junio de 1816 para desalojar a los realistas de su reducto principal en la ciudad de Lima, en el Perú. El plan consistía en cruzar el macizo andino; pasar a Chile e independizarlo; organizar un ejército argentino-chileno; armar una flota para atacar por mar los puertos peruanos, etc.
Para encarar este asombroso proyecto San Martín se trasladó a Mendoza donde preparó, dada su experiencia, un ejército libertador, pero todo esto requería la presencia y la colaboración de un alto jefe militar, fogueando en la acción guerrera y de gran capacidad de mando.
Observando la nómina de los oficiales más destacados en actividad, sobresalió el nombre y la personalidad de Miguel Estanislao Soler, al decir de Mitre: "altivo en la obediencia y duro en el mando'.
Se comenta que San Martín solicitó su colaboración y que Pueyrredón estuvo a cargo de interesarlo para que aceptara la conducción como Jefe del Estado Mayor del Ejército de los Andes. Algunos autores han opinado sobre este aspecto y sostienen que Soler se ofreció directamente para formar parte de las fuerzas libertadoras, y esto es así, pues dejó constancia de su puño y letra donde afirma: "yo mismo solicité ponerme a las ordenes de aquel General, aunque menos graduado que yo".
La traba según se dice requirió el renunciamiento de Soler, pues con un grado superior obtenido sin altos estudios logrados en academia militar, y luego de haber combatido en todos los encuentros de armas de su tiempo, y a brazo partido y con lo puesto, se puso a las ordenes del Libertador, siendo nombrado para la gran empresa por Pueyrredón, el 5 de septiembre de 1816, y recibido en el campamento del Ejército de los Andes con afecto y señorío, y de inmediato destinado al Estado Mayor.
Es ponderable el renunciamiento de nuestro vecino de la región del Monte Grande, porque entre militares esto no es muy común ni muy aceptado. Tener un rango alto y ponerse al servicio de un jefe con grado menor nunca fue fácil ni muy frecuente en la historia de los mandos y las guerras.
Debemos obviar los preparativos y la organización de las fuerzas que superaban los 3.700 hombres (3) bajo la autoridad de catorce jefes de jerarquía y ciento noventa y cinco suboficiales, por extensos y por entender que en general son conocidos por el lector.
El 9 de enero de 1817 se puso en marcha el Ejército Libertador. El 22 del mismo mes partieron del vivac o campamento de "El Plumerillo", además del batallón Nº 8 comandado por el Teniente Coronel Ambrosio Cramer, los cien relucientes granaderos que al mando del Comandante Mariano Necochea iban a servir de escolta al General en Jefe.
Soler recibe la orden para que el Estado Mayor a su cargo, a marcha forzada se hiciera cargo de la vanguardia que marchó en pos de las estribaciones estratégicas de Chacabuco.
Cúpoles a San Martín y a Soler el éxito de la memorable batalla que se produjo en el lugar el 12 de febrero de 1817, y a éste último superar la encrucijada en que había caído el Brigadier Bernardo de O´Higgins a raíz de un error táctico y una imprudente arremetida "animado por pasiones tumultuosas".
Soler no perdonó jamás a O´Higgins la falta de pericia cometida por alterar el plan de lucha acordado previamente y por tomar determinaciones personales arrebatadas. Esto al parecer, motivó el distanciamiento de ambos jefes.
Posiblemente la manera un tanto rígida de nuestro curtido militar y su temperamento un tanto celoso con los hombres de armas "extranjeros", haya incidido para fomentar diferencias. Soler ya había conocido amargas experiencias con el oriental Artigas, asunto que a no dudar desanimó su espíritu.
Dice el historiador Gregorio F. Rodríguez que, ?la conducta del General Soler, fue en esa época y aún después muy comentada y discutida?. Al parecer se mostró intransigente y no inclinado a tolerar errores, más aún cuando se había debatido y convenido un plan de guerra para superar a los realistas en Chacabuco.
Soler, a no dudar muy disgustado, regresó a Buenos Aires y expuso las razones de su alejamiento de la gran empresa sanmartiniana, y sin duda convenció, pues de inmediato se lo nombró General en Jefe del Ejército Exterior. Lucha y pierde la batalla del 28 de junio de 1820 en el sitio denominado ?Cañada de la Cruz?. Esta derrota sumada al disgusto que le causó el encuentro de Chacabuco, le produjeron desazón y tristeza, refugiándose en la población de Colonia del Sacramento, completamente abatido.
Regresa a Buenos Aires cuando se dicta en mayo de 1822 la Ley del Olvido, y es por este tiempo que desea distraerse y cambiar, colgar un tanto las armas y olvidarse de las luchas constantes y sin tregua.
El 21 de junio de 1822, tal como ya lo hemos comentado al principio de este tema, adquiere tierras en la fértil planicie del ?monte grande?. Lo impulsa la búsqueda de paz y tranquilidad, el dejar de lado el fragor de los encuentros, los asaltos y los choques con el enemigo, siempre sable en mano, esquivando las cargas de la caballería y las balas de los cañones y la fusilería.
Rivadavia, tan cuestionado por muchos, tuvo por aquel tiempo la inquietud de promocionar la crianza de ganado ovino, algo que suponía redituable y de gran porvenir para el país. La lana como materia prima estaba en el candelero, pues el desarrollo industrial en lo referente a lo textil, acometido por algunos países europeos y particularmente por Gran Bretaña, requería de dicha fibra animal en cantidades sorprendentes, y nuestro país presentaba óptimas condiciones para encarar la producción pertinente para exportarla al mundo.
Soler lo entendió como aceptable, metiéndose de lleno en el negocio de las majadas, la carne y principalmente la lana.
En realidad nuestro valiente guerrero está poco tiempo dedicado al quehacer campesino. Si bien extraña el olor de la pólvora, el gobierno una vez más lo requiere por su valentía, su coraje, su experiencia y su responsabilidad, cuatro virtudes no fáciles de conseguir, y que lo honraron.
Un tanto apurado por circunstancias patrióticas, Soler vendió el campo del "monte grande", de 4.000 varas de frente por 3.000 varas de fondo, que se conoció en nuestra región bajo el nombre de "El Jagüel", a don José Antonio de la Torre. La venta se efectivizó con precisión el 30 de julio de 1822.
Un saldo del campo original, más conocido por "Monte Grande", Soler lo vendió el 22 de mayo de 1824, a los señores Tomás Whittfield y Jorge Mac Farlane, en realidad dos entusiastas criadores de ovejas, que si vieron muy claro el negocio de la lana, producto que de aquí en más hizo historia y creó gran riqueza en la Argentina.
Tras esta etapa rural que a Soler le produjo distracción y sosiego, la serenidad que necesitaba, el Gobierno lo nombró Inspector General de Armas. Luego realizó gestiones diplomáticas en 1823 y posteriormente se lo nombra Inspector General en Jefe de todas las fuerzas armadas de la provincia de Buenos Aires, el 10 de febrero de 1826 y hasta tiene tiempo y deseos de combatir en la batalla de Ituzaingó en contra del Brasil (20 de febrero de 1827).
Esta batalla lo agota y lo desalienta ante un cúmulo de problemas que surgen por diversos motivos. Faltaron armas, municiones, caballos, ropa para los soldados, alimentos?.
Entendió que se guerreó en medio de un total y gran desorden, más una gran falta de organización militar y apoyo. Lamentó profundamente la abundante pérdida de vidas humanas y el sacrificio increíble que debió soportar el valeroso Coronel Federico Brandsen, arrojado en los propios brazos de la muerte por descabelladas ordenes superiores y se espanta al ver como el guachaje es usado como carne de cañón y como los soldados de la tropa huyen para ocultarse en los montes, en despavorida deserción, hartos de la guerra.
Soler determina su retiro definitivo. Pide su relevo en varias oportunidades y se lo niegan. La patria aún lo necesita.
El 10 de octubre de 1828 el Gobierno lo nombra ministro plenipotenciario con asiento en Bolivia, y así siguen los nombramientos unos tras los otros, en tiempos de Lavalle, en tiempos de Viamonte, en tiempos de Rosas?
Rosas lo nombra Brigadier General y ordena que inmediatamente le abonen los sueldos que le adeuda el Estado, pero sufre en ésta nueva etapa de su existencia un gran desconcierto por los constantes tropiezos que se observan en el medio ambiente, odios, rencores, desinteligencias, rencillas y de todo un poco para perturbar el futuro de grandeza que merece la Patria. Preocupado por el destino aún inseguro de la nación soñada y por la sangre inútil que se derramaba sobre el suelo patrio, Soler terminó refugiándose en su hogar, cansado, aburrido y enfermo.
Nuestro prócer abatido tiene rigurosa orden médica de guardar cama. Está afiebrado y débil cuando se entera del fallecimiento de su querido camarada de armas, el Coronel Francisco Crepo, y su deseo fue concurrir al sepelio.
Por este gesto de reconocimiento y de amistad sufrió una recaída que la modesta ciencia de aquel entonces no pudo controlar, falleciendo el 23 de septiembre de 1849, afectado de pulmonía, a las cuatro de la tarde y a la edad de sesenta y cuatro años.
Todo un ejemplo de vida en el historial militar de la Argentina. Un imbatible de capa y espada que guerreó desde niño y hasta su vejez, con la valentía y el coraje que sólo son dones de los héroes.
Así fue en resumen el perfil de nuestro vecino, el militar aguerrido que un día en la placidez del "monte grande", entre los tan queribles talares, entre los pastizales crecidos de la tierra fértil, quiso cambiar de vocación para dedicarse a la tranquila crianza de ovejas.
Para finalizar, apreciado lector, si un día cruzas el portal del campo santo de la Recoleta, a Soler lo verás de pie, a la derecha, con la postura de un grande de la patria.
Fuente: Sierra, Vicente D. "Historia de la Argentina, 1813/1819", Tomo VI, página 198. [7]
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