Notas |
- La casa de mis abuelos maternos en la calle Uruguay, mi abuela María Josefa Cigorraga, "Pepa", como la llamábamos mi hermana y yo,... mis tíos y tías Padilla... en fin... todo esto, ha significado tanto para mí,... tanto... Este fue realmente, el ambiente en que viví mi infancia, y que me marcó profundamente.
Mi Abuela "Pepa", era el "alma mater" de la casa, era una señora extremadamente bonita, famosa por su porte, su "allure" y "maintien". La veo en su sillón hamaca, toda vestida de negro, tejiendo crochet, mirando de reojo por la ventana que daba sobre el balcón a la calle, y comentando... "allí va fulanito con su familia" y pasaba el señor, su mujer y sus diez hijos...
La veo hablando por teléfono o solucionando mil pequeños problemas de sus hijos o atendiendo las necesidades de la Cooperadora Salesiana de la cual ella era Vicepresidenta. Luego venía el trabajo que le daba la casa a la que nos referíamos como "Uruguay"... Esta era un "Petit Hotel" como tantos de Buenos Aires (mi abuelo había mandado a hacer la casa cuando se casó con mi abuela). Tenía 3 pisos. Estaba el sótano con la enorme cocina y dormitorios de servicio; luego la planta baja con el alegre comedor, el hall, el escritorio y la sala. Presidiendo el primer piso estaba el enorme cuarto de mi Abuela con los dos balcones que tenía sobre la calle Uruguay; había una pequeña salita al lado de éste, donde recibía a la familia, a sus amigas más íntimas; el cuarto de vestir donde varias veces mi hermana y yo hemos dormido siendo chicas; del otro lado de ese piso estaba el cuarto de mi bisabuela (murió cuando yo tenía 5 años) luego convertido en oratorio. En este cuarto se veneraba una enorme imagen de Nuestra Señora del Carmen. Allí había una ventana con barrotes de madera que daba sobre el hall de la planta baja y desde la que se divisaba la puerta de entrada, así que uno podía ver fácilmente llegar y salir a las diferentes visitas.
El tercer piso, con tres cuartos enormes y una terraza, había sido destinado a los varones (pues estos fueron 6 y 3 mujeres) y luego cuando estos se fueron casando, vivía el joven matrimonio de turno.
¡Cuántas veces de chica he mirado por aquella ventana que dominaba la entrada de la casa! Algunas veces acompañada por mi hermana o mis primos. Era nuestro "mirador" desde donde observábamos el ir y venir de "los grandes". Este era incesante, y ¡tan entretenido! ¡Nos divertíamos tanto con mi hermana y mis primos en nuestro pequeño mundo! A veces me parecía que realmente los que estaban abajo eran los actores y que nuestra posición de espectadores ¡era tanto más cómoda y amena!
Mi Abuela era la mayor de sus hermanas (seis mujeres) así que no solamente, venían los hijos con sus nueras, sino también sobrinas y sobrinos políticos, cuñados, etc. Luego también, estaba la familia de mi abuelo que llegaba de visita de Tucumán a pasar días. ¡Eran muy vivaces! Y era muy divertido oírlos conversar con el característico acento tucumano. "Uruguay" era el centro de la familia y fue el centro de mi infancia...
¡Uruguay!... ¡Cuántos desvelos para mi Abuela "Pepa"!... A la seis de la mañana se levantaba, hacía su "toilette", que le llevaba bastante tiempo, pues era extremadamente coqueta; luego, se preparaba para ir a Misa de ocho, a San Nicolás de Bari, su parroquia; vestía siempre de negro con su sombrero, guantes y misal en la mano: la cuadra y medialtasta la Iglesia la hacía saludando sonriente a las matutinas personas del barrio y conocía a todos los porteros que a esa hora lavaban las veredas. ¡Uruguay! ¡Cuánto trajín era mantener la casa en orden y limpia! La veo conversando con la cocinera a través del monta platos que del "office" bajaba a la cocina. Por ahí le daba las órdenes para los "menús". No me acuerdo de haberla visto nunca bajar hasta la cocina. Siempre se veía trabajando a alguien de una diversidad de personas a las que a ella le gustaba llamarlos de "maestro," y que eran la sucesión de electricistas, lustradores, carpinteros y demás obreros que continuamente estaban arreglando algo en la casa, que siempre estaba perfecta.
Pepa sufrió mucho en los últimos tiempos de Perón. Sus hijos presos, Mamá, mi hermana y yo viviendo en diferentes casas de la familia, porque buscaban a nuestro padre prófugo y nuestra casa estaba ocupada por la Policía. Su querida Iglesia San Nicolás quemada... Fue demasiado para ella... El 27 de Junio de 1955, diez días después de la Revolución, luego de dos días de enfermedad, Dios se la llevó. ¡Qué muerte ejemplar! No olvidaré el momento en que le dieron la Extremaunción. Estaba acostada en su gran cama, perfectamente consciente, contestando en latín las oraciones que el padre decía. Alrededor de la cama estábamos parados todos sus hijos, hijas, nietos, yernos y nueras. ¡Fue muy conmovedor! María Auxiliadora, como le decía, se apiadó seguramente de esa alma tan devota de Ella; Don Bosco, Santo Domingo Savio, María Mazarello, todos estos Santos eran para mi abuela como personas de la familia. En su cuarto tenía una linda cómoda y arriba de ella, la reliquia de cada uno de los santos y para cualquier enfermedad, cualquier contrariedad que había entre los suyos acudía con la reliquia del Santo Salesiano y todo se arreglaba... "Pepa"... tuvo una gran influencia sobre mí. Me causaba admiración su distinción, su ternura, su sentido del "deber, su abnegación para con todos nosotros. Nunca me perdonaba un mal modo, una risa exagerada. En fin, realmente fue una segunda madre para mí y mi hermana María Ester; ambas éramos, las nietas mayores, hijas de su querida Pepita. Un pedazo de mi infancia murió, cuando murió ella....
Y así termina Uruguay. Terminó su magnífica sala tapizada de una misma clase de seda, en las paredes y los sillones, una seda con dibujos de japonesas, y motivos orientales (generalmente estaba a oscuras y era prohibido sentarse allí). Para mis ojos de niña esa sala era ¡tan bonita!, he pasado muchas horas sola en la penumbra admirándola... hasta quedarme dormida... Solamente la vi en todo su esplendor cuando ésta estuvo llena, por las visitas de pésame por la muerte de mi Abuelo, por la de mi Abuela y el aluvión de gente conocida y desconocida que vino de visita cuando mi padre fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores el 25 de Septiembre de 1955.
por María Josefina Amadeo Padilla de Beccar Varela
Fuente: Memorare, Bs. As. 1998
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