Notas |
- Necrología
Capitán de Fragata César A. Silveyra
El 4 de Abril de 1906
No ha mucho que acompañábamos los despojos de un brillante oficial de nuestra marina de guerra hasta su última morada; su prematuro fin llevaba el dolor y la amargura al seno de su hogar y al corazón de sus compañeros de armas, y de nuevo nos sorprende, cual si lo hubiéramos recibido á mansalva, el rudo golpe que nos asesta, implacable, ese hado misterioso é inescrutable, arrebatándonos a otro compañero de armas lleno de excelentes cualidades, apreciado y querido por todos los que le conocieron y le trataron, y respetado hasta por aquellos que solamente pudieron apreciarle por sus numerosos trabajos de índole diversa, en los cuales se revelaba su espíritu inteligente y observador.
Tanto podríamos decir para honrar la memoria del capitán de fragata César A. Silveyra, que no bastarían las páginas de que puede disponer nuestro Boletín, para despedir á los miembros del «Centro Naval», que la muerte nos lleva.
La familia de Silveyra, conocida y apreciada en ambas márgenes del Plata, debía darnos uno de sus miembros para formar parte de la marina de guerra que aquí se organizaría algún día; en las páginas de nuestro Boletín se encuentra la huella de las aficiones marineras, de la vocación, por decirlo así, de los antepasados del compañero de armas que hoy lloramos; era, pues, fatal, debía así suceder y habiendo visto la primera luz César A. Silveyra en la ciudad de Montevideo el 16 de diciembre de 1865, sus padres ya pensaron en dedicarlo á la azarosa vida del marino.
Desde su más temprana edad su afición hacia la vida de la mar, se puso en evidencia, al mismo tiempo que cultivaba su inteligencia adquiriendo la vasta y sólida instrucción que había de hacer destacar su personalidad entre los intelectuales de nuestra marina.
Ingresó en la Escuela Naval el 20 de marzo de 1881, y habiendo cursado con brillo los cinco años reglamentarios en esa época, egresó de aquel instituto con el empleo de alférez de fragata el 17 de enero de 1880, con un porvenir que se le abría risueño para la realización de sus ideales entusiastas.
Desde ese momento empieza á destacarse la figura del joven oficial, como estudioso y celoso del cumplimiento de sus deberes; sabe captarse la sincern amistad de sus iguales y el aprecio de sus superiores, y todo aquel que le llega á conocer le profesa simpatías, augurándole una serie de honrosos triunfos.
Y así parecía iba á suceder, pues le vemos ostentando los dos galones de Alférez de Navio en Agosto 25 de 1888; dos años después es ascendido á Teniente de Fragata el 16 de Agosto de 1890, y llega á la jerarquía de Teniente de Navio el 26 de Marzo de 1895; después de nueve años de antigüedad en este empleo, el 10 de Octubre alcanza por fin las presillas de Capitán de Fragata, siendo recibido este ascenso por sus compañeros de armas en general con las más sinceras y calurosas manifestaciones de satisfacción, por considerar á Silveyra acreedor con toda justicia á esa distinción.
Durante su actuación en la Armada Argentina, Silveyra prestó servicios ya como oficial, ya como segundo comandante ó ya como primer jefe en los siguientes buques y reparticiones: La Argentina, Bermejo; Acorazados Garibaldi, Pueyrredón, San Martin Almirante Brown, Libertad y Belgrano; República, 9 de Julio, Espora, Guardia Nacional y 1º de Mayo: en el Estado Mayor General de Marina, Secretario del Jefe da la 1a. División Naval, Ayudante de Ordenes del Jefe de la División de Torpedos; 2º jefe del Puerto Militar (Bahía Blanca); profesor de Táctica Naval y de Historia Naval; formó también parte del personal adscripto al Consejo Supremo de Guerra y Marina.
Entre sus trabajos más notables y de mayor aliento que haya llevado á término, se cuenta «Trafalgar», que como lo indica su nombre, as un estudio completo y lleno de observaciones propias y originales de su autor, que le merecieron juicios muy favorables, colocándolo entre aquellos escritores profesionales que más descuellan.
Había dado comienzo á otro trabajo interesante y de verdadera importancia, en el que seguramente hubiera derramado todo lo que su finísimo espíritu de observador sereno y metódico sabía encontrar y trasmitir; quiero referirme á la conferencia que Silveyra leyó á los oficiales de la Escuadra del Atlántico en 1903, titulada La Marina En La Historia, que había permanecido inédito y que había empezado á engalanar las páginas de nuestro BoletÍn; en ese trabajo, que el malogrado compañero iba á ampliar revelaba una vez más su ilustración nunca desmentida y su sólida preparación.
Fuera de los trabajos propios de la carrera, Silveyra encontraba tiempo para dedicarse á composiciones literarias, escritas con tal gracia y amenidad de estilo, que obligan al lector á leer hasta la última palabra. Las narraciones de algunos hechos de sus compañeros de armas, que varios órganos de nuestra prensa han publicado, eran siempre recibidas con agrado.
Era también el capitán Silveyra un marinista bastante distinguido, y son numerosos los trabajos que han producido su lápiz y su pincel, señalándose especialmente por la exactitud en los detalles y lo copioso de los mismos, que si bien dañaban al efecto artístico, en cambio revelaban el profundo conocimiento del asunto de que trataba, señalándose asi algo como una tendelicia legítima para instruir ó enseñar, de lo que, tal vez, el misino Silveyra no se diera exacta cuenta.
Silveyra ha sido arrebatado a los suyos, joven, lleno de energías, y cuando ya su espíritu había madurado para dar sus más opimos frutos; de ahí el general sentimiento que ha embargado el ánimo de todos los que le conocieran, protestando contra una de esas injusticias del destino ciego y fatal, que pareciera burlarse de la humanidad en ciertos momentos.
Deja una numerosa familia, á la que sus amigos y compañeros de armas no desampararán, habiéndose iniciado con el mayor éxito una suscripción para adquirir una casa y obsequiar con ella á la viuda, para así aliviarla, lo mismo que á sus hijos, de las duras contingencias de la vida.
Es el homenaje que la marina nacional rinde á la memoria de uno de sus miembos más distinguidos y que supo granjearse las simpatías y afectos de los más.
De esa manera las deficiencias ó los límites que la ley impone á las pensiones para las familias de los militares, quedan así salvadas, en gran parte, por los compañeros de armas.
Enviamos desde estas páginas nuestras más íntimas y sinceras condolencias, eco fiel del sentimiento general de la marina argentina, á la señora viuda é hijos del que fue Capitán de Fragata César A. Silveyra, por la pérdida irreparable que han experimentado, haciendo aquellas extensivas á don Juan R. Silveyra, su señor padre, tan apreciado y querido por los compañeros de armas del extinto.
Nemo.
(Boletín del Centro Naval, tomo 23, núm. 259, pág. 774, junio de 1905)
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