Notas |
- Brígido Napoleón Uriburu Arenales - bautizado con tales nombres pero conocido toda su vida solamente como Napoleón - nació en Salta el 8-X-1838. De impetuoso temperamento, desde niño fue muy dado a admirar a su tocayo el genio de la guerra, y a su abuelo, el héroe de La Florida. Con esta inclinación ingresó en la Guardia Nacional de su provincia, y después de oler la pólvora y de correr los riesgos del combate en tres campañas contra indios y "montoneros" riojanos, inicióse militar de profesión en 1863, al formarse el regimiento 8º de infantería de linea. Su jefe, el Coronel Diego Wellesley Wilde (británico de nacimiento, marido de la tucumana Visitación García y padre de Eduardo, hombre público y finísimo escritor) le comunicaba, el 10-VII-1863, desde Salta, al Presidente Mitre: "Cuando llegó a mis manos el supremo decreto ordenando la formación del 8º de linea … deseaba que la mayor parte de los oficiales fuesen formados por jóvenes decentes de estas provincias (Salta y Jujuy), aún cuando tuviese que ponerlos en un largo aprendizaje. Las primeras familias del país ofrecen a sus hijos para ese objeto. Hay dos Tenientes Coroneles de la Guardia Nacional, don Napoleón Uriburu y el doctor don Emilio Echazú, ambos jóvenes muy distinguidos y que han hecho la campaña a La Rioja. Si V.E. los declara Capitanes del 8º, tendríamos en ello una cosa buena". Y el 20 de septiembre el referido Coronel lo propuso a nuestro Napoleón para Capitán de la nombrada unidad: "joven - le decía Wilde a Mitre - de mérito, valor y antecedentes conocidos, que ha prestado servicios en dos expediciones sobre los indios bárbaros y ha hecho la campaña última a La Rioja, dejando sus intereses por ser útil a la causa de la República; es nieto del ilustre General Arenales".
El batallón 8º de línea fue luego trasladado a Jujuy, menos su primera compañía - "granaderos" - que quedó en Salta, a las órdenes del Capitán Uriburu. En esa época gobernaba la provincia Juan Nepomuceno de Uriburu (mi bisabuelo) - tío carnal de Napoleón -; y en la noche del 14 al 15 de marzo de 1864, en Jujuy, Isidoro López - yerno del Coronel Wilde, jefe del 8º - y otros enemigos políticos de la situación salteña, amotinaron aquel contingente armado y lo hicieron marchar sobre Salta, a fin de quitarle el mando a su Gobernador. El entonces sargento 1º o "cadete" José María Uriburu Arias - primo hermano de Napoleón - que se hallaba en Jujuy incorporado a dicha tropa sublevada, logró escapar a Salta a uña de caballo, y ahí aviso de lo ocurrido. El Gobernador Uriburu, en consecuencia, moviliza a la Guardia Nacional y a la compañía de línea mandada por Napoleón, y pone ambas fuerzas bajo la jefatura de su sobrino "Pepe" Uriburu Poveda; quien en el acto sale a batir a los insurrectos. Y el 18 de marzo, en el lugar llamado "Los Sauces", nueve leguas al norte de la ciudad de Salta, la hueste uriburista, tras breve combate, derrota por completo a dicha soldadesca desenfrenada, capturando a casi todos los sediciosos. (Este motín del 8º de línea lo trato, sin omitir detalle, en la biografía de mi bisabuelo Juan N. de Uriburu).
Según reminiscencias escritas 32 años después de los sucesos, por un señor Evaristo Moreno, que se dice testigo y demuestra pésima voluntad hacia los Uriburu, el Capitán Napoleón regresó a Salta "con unos 160 prisioneros que conducía maniatados, entre los cuales clasificó él a los promotores de la sublevación, y los hizo flagelar, aplicándoles en el patio del Cabildo trescientos azotes a cada uno".
Dos meses más adelante (8 de mayo) Napoleón interviene en la "revolución de los Uriburus" (de la que me ocupo en la biografía del Gobernador don Juan). En esa turbulencia política, aquel y toda su parentela gobernante hicieron "pata ancha" acorralados en la ciudad; sitiados por espacio de veintisiete días, hasta que (4 de junio) cayó la plaza en poder de los antiuriburistas - llamados "constitucionales" -, cuyas fuerzas ascendían a 2.000 o 2.500 hombres, frente a 500, aproximadamente, que sostenían a los Uriburu, "la mayor parte de los cuales había sido conducida contra su voluntad" - al decir del testigo ocular Evaristo Moreno.
Prisionero de los "constitucionales", Napoleón Uriburu fue encerrado con grillos en un inmundo calabozo; lo mismo que su padre don Evaristo, su primo hermano "Pancho" Uriburu Patrón, el Mayor Emilio Alfaro, Comandante del 8º (especialmente escarnecido en forma bochornosa), y los oficiales Luis E. Borelli, Ramón Vázquez y José Desiderio Cuevas. Salvo el viejo don Evaristo - que recobró la libertad después de 1 mes y 14 días - y el joven "Pancho" Uriburu - para quien se pedían 7 años de prisión -, Napoleón y demás camaradas del ejército de linea permanecieron en la cárcel de Salta, sometidos a crueles torturas físicas y morales, durante - exactamente - 5 meses y 14 días; al cabo de los cuales fueron entregados por el gobierno salteño a la justicia nacional, tal como lo reclamaba el Presidente Mitre.
Sujeto a aquel innoble tratamiento, "Napoleón Uriburu, Capitán de la Nación en activo servicio, preso y engrillado en la cárcel pública", le dirigió al Gobernador Cleto Aguirre una nota en la que decía: "por sólo haber dicho a mis guardias que no se empeñen tanto en cuidarme, pues no había de huirme de esta cárcel, porque mi honor me lo privaba, el Capitán Peña me ofreció ponerme mordaza, e inmediatamente don Martín Cornejo me hizo sacar de esta cárcel al patio principal, y delante de toda la tropa me insultó, llamándome bandido y asesino, ordenando a sus soldados que a la primera palabra que dijera me rompieran la cabeza; también delante de la tropa me amenazó con darme quinientos azotes. Aquel que se encuentre en la situación en que yo me hallo, preso, con grillos, teniendo por habitación un inmundo calabozo, por compañeros de prisión hombres perdidos, la hez de la sociedad, ladrones, asesinos, criminales de toda especie; a éste, repito, le es permitido lanzar una palabra de queja bajo la amargura de la situación en que se halla … Si he cometido crímenes pueden fusilarme; espero tranquilo el fallo de los jueces, porque mi consciencia nada me acusa; pueden darme la muerte, y esto será más honroso para mí y para mis guardianes; pero no pueden impunemente ultrajarme como lo han hecho … A V.E., como agente natural del Gobierno nacional, encargado de velar no sólo porque se respete la dignidad humana en la provincia, sino también el honor de los soldados de la Nación, pido se sirva poner el remedio que merece la reprensible conducta del jefe de éste principal": Martín Cornejo.
Ello resultó inútil, Martín Cornejo subió de punto en sus vejámenes. Entonces Napoleón y Pancho tramaron una escapatoria audaz. En octubre de 1864, la recalcitrante enemiga de los Uriburu, doña Gregoria Beeche de García, pintábale a su hijo Adolfo, ausente en Paris, este horrendo panorama: "El 4 del corriente mes descubrió don Cleto una revolución que le habían fraguado dentro del principal, o en la misma prisión, Napoleón y Pancho Uriburu, habiendo seducido 6 cabos y un sargento. Uno de los mismos, que era del país salteño, los vendió, porque los otros eran forasteros, y han descubierto todo el plan. Debían asesinar a puñaladas a Cornejo y a los oficiales del principal, luego al Gobernador y al Ministro y dar libre saqueo después de recibir cien pesos cada uno, que ya les habían dado algo a cuenta. En el momento les pusieron a todos grillos, y están incomunicados todos, siguiéndoles la causa; pero no creo (sic) que haiga en Salta calzones para fusilar a ninguno. Napoleón ha confesado que es cierto, pero que no pensaba matar a nadie, sino fugar todos los presos cansados con la prisión; y de este modo nos hemos explicado cual fue la precipitación de marcharse a Jujuy toda la familia Uriburu".
Y dos semanas más tarde (24 de octubre) corría de nuevo vehemente la pluma de la señora con estas noticias: "Ante noche resultó otra conspiración en el cuartel. Serafina (Uriburu, hermana de Napoleón y mujer de don "Pepe", éste ya a salvo en Tucumán) había comprado a un oficial en el cuartel dándole tres onzas y cincuenta pesos en plata y una letra para Tucumán. El oficial le avisó al momento a Cornejo, y el Gobernador le dijo que callara nomás. Se iban a fugar Napoleón y Pancho, para lo que habían puesto en la zanja del Estado 2 buenos caballos, con pistolas y 4 hombres bien armados. Fueron a las dos de la mañana y los tomaron a todos; y se han hecho de buenos caballos ensillados y revólveres los oficiales del cuartel. Muy luego se le presentó Serafina a don Cleto, con esa impavidez que tiene, y le dijo que había pecado, y que la castigaran; que sí le había dado (plata) al oficial por salvar a su hermano, y se echó a llorar. Don Cleto se conmovió, y después de haberle hecho ver que no hacía más que poner en peor estado la causa de los presos con esas cosas, mandó soltar a los que tomaron; es decir a los 4 hombres que iban a acompañarlos. La causa de Napoleón dicen que se ha concluído, saliendo sentenciado a muerte; y Pancho a 7 años de presidio; pero le he oído decir a don Cleto que los vá a mandar a Buenos Aires a todos los presos, para que allí los juzguen en Consejo de Guerra. Nos libraremos de ellos".
Familias enemigas de los Uriburu festejaron alborozadas este triunfo de Cleto Aguirre con una excursión campestre. "Al día siguiente de estas cosas - agrega en su carta doña Gregoria Beeche - ha habido un paseo, ayer domingo, que ha sido tan concurrido, poniéndoles a cada familia un plato. A Jacoba (Beeche de Tezanos Pinto) le cupo las sopas, a las Gorostiagas las empanadas, y así a las demás. Ayer era un alboroto de galeras (carricoches): las Gurruchagas, Alemanes (Isabel Alemán Tamayo, casada con Martín Cornejo, y Azucena Alemán Tamayo, madre del Ministro Pancho Ortiz), Ortices, doña Lorenza (Arias de la Corte, mujer de Aniceto Latorre), y Salta entera. Dicen que estaba esa quinta de Graña para retratarla, con más de doscientas personas que formaban el paseo … de regreso combinaron en bajarse todos en lo de las Gorostiagas, y siguieron bailando hasta las 12 de la noche, que sentí a las de casa que regresaron".
Cuatro meses después, la Argentina es provocada y entra en guerra con el Paraguay. El Capitán Napoleón Uriburu - absuelto en la causa por revuelta política que se le siguió - se incorpora (15-IV-1865) al primer cuerpo del ejército, como ayudante del General Wenceslao Paunero. Asiste al asalto y toma de Corrientes y, en adelante, participa en las acciones de Yatay (donde recibe la espada del jefe paraguayo rendido, Duarte, y luego se le asciende a Mayor del batallón 2º de linea), Uruguayana, Pehuajó, Paso de la Patria, Itapirú, Estero Bellaco, Tuyutí, Yatayti-Corá, Boquerón, Sauce y Curupaytí. En 1867 el mayor Uriburu es designado segundo comandante del 1º batallón de Corrientes, y, con posteridad, vuelve a la patria, y queda a órdenes del General Conesa.
Viaja a Tucumán, en los primeros meses de 1868. Allí provoca a duelo a Cleto Aguirre, quien - como lo detallo en la biografía de mi bisabuelo Juan N. Uriburu - rehuye el lance, a pretexto de que en su carácter de hombre civil manejaba con menos experiencia las armas que un militar.
Poco más tarde, de orden superior, se da a la tarea de organizar un regimiento de caballería, formado con nativos de Salta y de Jujuy. En esta última ciudad, contrae matrimonio, el 13-XI-1869, con la jujeña Guillermina Bárcena, baut. el 29-I-1851 (hija de José Benito Bárcena Mendizabal Goyechea López de Velasco, médico, caudillo político, ex Gobernador de Jujuy y Senador Nacional, y de Julia Fernández de los Santos). Ulteriormente aquella unidad montada, con su jefe a la cabeza, se destina a la frontera de Orán. Desde allí recorre Napoleón Uriburu el Chaco hasta Corrientes, y - como sus antepasados conquistadores - somete a once caciques con sus respectivas tribus: miles de indios que serán luego empleados en las zafras azucareras de los ingenios norteños. También en esa campaña, una patrulla de Uriburu despejó el territorio argentino de cierto escuadrón boliviano, subordinado a un Mayor Terán, que incursionaba a través de nuestra desguarnecida raya limítrofe.
A fines de 1870, por nominación del Gobierno nacional, Uriburu cubre al puesto de Jefe de la frontera de Salta. Ascendido a Teniente Coronel, pasa, en 1875, a desempañar el cargo de Gobernador del Chaco. En ejercicio de esas responsabilidades, llevó a efecto una batida contra los indios que asolaban algunas poblaciones chaqueñas, y, tras penosa marcha, donde sus fuerzas "quedaron casi a pie", atacó las tolderías de los caciques "Noiroidife" y "Silketroique", derrotando en reñidos encuentros a las hordas de esos bárbaros irreductibles.
De nuevo en el asiento de su comando fronterizo en Salta, Napoleón Uriburu tercia, con 50 soldados del regimiento 12 de caballería, en la política jujeña, al estar en juego la candidatura a Senador Nacional de su suegro José Benito Bárcena, apoyada en mayoría por la Legislatura, contra la del Gobernador saliente Cástulo Aparicio. El conflicto originó el envío a Jujuy de la Intervención Nacional, a cargo de mi abuelo Federico Ibarguren, en cuya biografía hago el relato circunstanciado del episodio.
En 1879 nuestro Napoleón, al frente de al 4ª división del ejército, marcha a la "Conquista del Desierto", puesta bajo la autoridad suprema del Ministro de Guerra General Roca. Dicha división salió de San Rafael, Mendoza, "y penetró - indica Jacinto R. Yaben en sus excelentes Biografías - resueltamente en los valles de la Cordillera de los Andes, ocupando los pasos del Sud, por donde los indios arreaban grandes cantidades de ganado a Chile". Después, Napoleón y sus hombres llegan a "las juntas del Covunco con el Neuquén"; alcanzan luego el "Mangrullo", siempre sobre la margen derecha del Neuquén, estableciéndose a dos leguas más abajo, en "Los Médanos". El General Roca, en su parte de campaña elevado desde "Choele Choel", elogia la conducta de Uriburu y la de los demás jefes y oficiales de aquella división. "Los frios son considerables, hoy tenemos 9° bajo cero" - le escribió Uriburu, el 12-VI-1879, al Ministro General Roca, cuando ya había ocupado la mitad del territorio neuquino hasta el río Limay; o sean los dominios del cacique "Purrán", jerarca supremo de 22 tribus "picunches", en cuyos valles también residían, como arrendatarios de los salvajes, estancieros y pobladores de raza blanca. "Ricos hacendados chilenos - señala el General Francisco Vélez en su libro sobre Roca -, entre los que se contaban los señores Urréjola, Pray y Bulnes, quienes crearon allí establecimientos ganaderos que les proporcionaban cuantiosas ganancias, pues les servían para engordar el ganado con que abastecían el mercado de Chile, ganado que provenía principalmente de los campos de Buenos Aires, de Santa Fé y Córdoba, que los indios transportaban por millares en cada malón".
Ya promovido a General de Brigada, y a vuelta de desempeñar varios cargos administrativos y la jefatura de la Iª Brigada del 3° Cuerpo de Ejército, Napoleón participa en la revolución del 90, actuando en defensa del Parque de Artillería. Vencidos los rebeldes, mi tío abuelo fue dado de baja, mas esta medida quedó sin efecto por la ley de amnistía que se promulgó un mes después.
En 1891 al General Napoleón Uriburu se le nombra Gobernador del Chaco (Formosa), responsabilidad que ejerce hasta 1894. (Allí llevó como ayudante a un jóven sobrino suyo, el Subteniente José Félix Uriburu, con horóscopo preclaro, qué duda cabe). Su postrer empleo fue el de Director del Arsenal de Guerra. Un cáncer a la garganta le arrebató la vida, el 8-IX-1895, a los 57 años de edad. En su pecho brillaron las condecoraciones de la toma de Corrientes, de la batalla de Yatay - concedida por el Gobierno Oriental -, de la rendición de Uruguayana - que acordó el Emperador del Brasil -, los cordones de plata de Tuyutí, el escudo del mismo metal por el asalto a Curupaytí, las insignias otorgadas al final de la guerra del Paraguay por las autoridades argentinas, brasileñas y uruguayas; además del par de medallas de oro que ganó tras sus campañas del Rio Negro y el Chaco.
Paul Groussac, en Los que pasaban, dejó escrita esta aguda y cariñosa semblanza del, para los de mi casa, "tío Napoleón": "Por esos meses (de 1874) vino a estacionarse en Tucumán el regimiento 12 de caballería … Mandábalo el teniente coronel Napoleón Uriburu, miembro de la poderosa familia salteña … A decir verdad, sus modales desenvueltos de oficial buen mozo y fanfarrón no me atraían. Bello, erguido, ceñido en su galoneado uniforme … con su afilado bigote y su aire conquistador me inspiraba verdadera antipatía, en la quizá entrara cierta envidia mezclada de timidez. ¡Hasta ese nombre de 'Napoleón', en un 'militarcito de tres al cuatro' me sonaba a mojiganga! … Persistía esta primera impresión, cuando a las cuatro o cinco semanas de estar en Tucumán el regimiento, las circunstancias nos acercaron. A los pocos días éramos amigos, y para siempre … En la intimidad y descortezado de su exterioridad fanfarronesca, más aparente que real, Napoleón Uriburu presentaba un brillante ejemplar del antiguo oficial argentino: sin más escuela que algunas lecturas y poco sabedor de teorías o cálculos, pero leal, caballeresco, intrépido; a trueque de algo indisciplinado y arrastrador de sable; en la paz siempre listo; en la guerra para cualquier empresa heroica; y si un tanto valentón, ¡tan real y pródigamente valiente! Cuando eran dichos oficiales bien nacidos, como éste (entonces, más que hoy, representaban unidades dispersas entre decenas de bravos acuchilladores salidos de las filas), su trato familiar, mezcla de fina urbanidad, confianza criolla y franqueza militar oliendo a campamento, resultaba singularmente atrayente. Uriburu ofrecía a este respecto, contrastes tan marcados en lo físico (así, v. gr., su vozarrón de soldado, discordando con las finísimas facciones), y que sólo acabé de explicarme más tarde, conociendo, por una parte, a sus consanguíneos de Salta o Buenos Aires, y por la otra, su accidentada y gloriosa carrera - que no era, por cierto, la de un guerrero de antecámara -, desde la campaña del Paraguay hasta la pacificación de la frontera chaqueña. Tanto nos intimamos entonces, que, nombrado gobernador del Chaco en 1875, casi me indujo a seguirle como secretario de la gobernación; se opuso a ello Avellaneda, colocándome en teatro menos agreste. Los años siguientes volvimos a vernos en Santiago, Salta, Jujuy, Buenos Aires. Aquí vivíamos juntos en una casa amueblada, por Lavalle y Florida. Con el insoportable ex mayor y periodista Eliseo Acevedo me asistió en un duelo … Más tarde la vida nos separó … El día de la revolución del 90 nos encontramos en el Círculo de Armas … Sin misión ni compromiso con los revolucionarios, el general Uriburu había acudido al Parque, "marchando al cañón". Nuevos remolinos de la vida nos separaron. A mi vuelta de los Estados Unidos supe que, llamado a la dirección del Arsenal de guerra, ya enfermo de la afección que no perdona, había tenido que renunciar, faltándole las fuerzas hasta para el descansado empleo. Confieso que, yendo algunas veces a su casa, me resistí a verle y comprobar lo que, bajo el horrible mal, había quedado del bello y jovial Napoleón de otros tiempos. Murió el 8 de septiembre de 1895, y también en el Courrier Français del día siguiente, dije, mejor que ahora, que fuertes vínculos de simpatía me habían ligado a ese buen soldado argentino y digno descendiente de Arenales".
por Carlos Ibarguren
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