Notas |
- Expresión muy elocuente y conmovedora del pesar suscitado por la muerte de doña Celia Martínez de Varela fue la ceremonia de su sepelio, realizada ayer en el cementerio de Olivos. Con ella desaparece una gran dama de Buenos Aires que, tanto en los medios donde la caridad se ejerce con inteligente eficacia como en los salones mundanos en los que triunfaron su suave belleza y su gracia natural, deja recuerdos profundos. Pertenecía, por su familia paterna, a una estirpe que dió a nuestro ejército figuras gloriosas, y por la materna ?los Estrada-, a un linaje de intelectual prestigio. Casada con un descendiente de Florencio Varela, todo contribuyó a que su vida transcurriera en una atmósfera de singular refinamiento. La casa ancestral de la calle Rodríguez Peña, centro de memorables reuniones por las cuales desfilaron hombres que hoy exaltan nuestra historia y damas que afirmaron el encanto de una sociedad de sutil cultura, brindó, como la vieja estancia de Ascochinga, propicio marco para que la Sra. de Varela desarrollara una personalidad en la que el hospitalario señorío se sumaba a una discreta comprensión bondadosa. Esas actividades no la alejaron, por cierto, de lo que constituye su título más preclaro al reconocimiento de quienes hoy lloran su desaparición. Supo armonizarlas con el ejercicio de una generosidad cristiana, que no desmayó ante ningún esfuerzo y que se concretó en una obra de frutos trascendentes. Su madre, doña Carolina Estrada de Martínez, había presidido durante medio siglo la Sociedad Damas de la Caridad de San Vicente de Paul, y la señora de Varela asumió la responsabilidad que implicaba suceder en esas delicadas funciones a una figura de tan inolvidable relieve. Su acción en la presidencia, de 1932 a 1955, se define en iniciativas y tareas de extraordinario empuje. Merced a sus afanes ?propios de una mujer que no vacilaba en enfrentar el gobierno de una institución ramificada en vastas obras- el mencionado organismo benéfico logró la importancia que lo hace digno del respeto general. En 1955 delegó su cargo y aceptó la designación de presidenta honoraria, con carácter vitalicio. Hasta sus últimos días ?y ha fallecido a la avanzada edad de 88 años- doña Celia Martínez de Varela continuó aportando la colaboración de su experiencia a las Damas de Caridad. Su memoria será imborrable en el seno de las numerosas dependencias que integran esa entidad, como lo será en los núcleos de la sociedad argentina más estrechamente vinculados a la gran tradición de la nobleza moral y de la distinción recatada, que vieron en ella, en la riqueza de su corazón, en la finura de su modo y en su comunicativa simpatía un símbolo de las mejores virtudes que destacan a la mujer porteña (La Nación, 18.3.1963)
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