Notas |
- ANTONIO DE LA CORTE Y ROZAS, nacido en el valle de Carranza, calculo que por 1685. A su debido tiempo abrazó el muchacho la carrera militar, y en los primeros años del siglo XVIII se encontraba a miles de leguas de su nativo rincón cantábrico; del otro lado del océano; en la vasta y salvaje comarca sudamericana del Tucumán; sirviendo en tierra de indios a su Rey con el grado de Alférez.
En efecto: con fecha 8-IV-1709, el Gobernador y Capitán General de aquella provincia, Esteban de Urizar y Arespacochaga, dispuso el ascenso de nuestro Alférez en los siguientes términos; "Que por quanto conbiene al servicio de Su Majestad y al mejor reparo y defensa del Real Presidio de Nuestra Señora del Rosario de Esteco y sus fronteras" (hoy el lugar de Valbuena, en el departamento salteño de Anta, donde estuvo el tal fortín), promovíase a "Capitán de Infantería Española de la Compañía pagada de su guarnición, que está vaca por reforma del Capitán don Antonio de Solórzano", al Alférez Antonio de la Corte y Rozas, en quien concurren, "las calidades de celo, vigilancia, valor y aplicación al Real servicio, y las demás que para el oficio son necesarias". Nueve días después (17-V), el Maestre de Campo Antonio de Alurralde, vecino feudatario de San Miguel de Tucumán y "Cabo Superior" de aquel "Real Presidio" de Rosario de Esteco, lo puso a de la Corte en posesión de su flamante capitanía. Y en la misma fecha, el Alférez Francisco Baez de Alencastro, "Tesorero" del referido fortín, tomó razón y anotó el respectivo nombramiento en los Libros Reales.
Seis largos años sirvió Antonio como Capitán en esa inhóspita guarnición fronteriza, al cabo de los cuales resultó ascendido a Sargento Mayor por el Gobernador Urizar y Arespacochaga, mediante un decreto, dado el 14-X-1715 en Córdoba, que se apoyaba en estos fundamentos; "Que por cuanto el Maestre de Campo don Agustín Escobar Castellanos (7mo abuelo mío), mi Lugarteniente en la ciudad de Salta", informó que el Capitán de la Corte se había ofrecido voluntariamente a acompañar al Maestre de Campo Francisco de Montoya (mi 6to abuelo por otra línea), jefe "del Real Presidio de Balbuena, en la corrida que le tengo hordenada, llebando 30 soldados ... y como concurren en don Antonio de la Corte Rosas las calidades, valor y celo ... elijo, proveo y nombro a vos el Capitán Antonio de la Corte Rosas por Sargento Mayor del Tercio que está prebenido para la corrida que ha de ejecutar de mi borden el Maestre de Campo don Francisco de Montoya".
Empero, como su jefe Montoya cayera enfermo, fue el Sargento Mayor de la Corte quien tomó el mando de aquel Tercio de 30 soldados para emprender la "corrida" ordenada por el Gobernador. Y la campaña resultó tan eficaz y breve, que Urizar, por decreto fechado el 10 de diciembre "en el Río Segundo jurisdicción de la ciudad de Salta", a mérito que "aveis servido en guerra viba", le otorgaba a nuestro personaje el grado de Maestre de Campo, con "todas las honrras, gracias, merzedes, franquezas, libertades, prerrogativas, inmunidades, fueros, esempciones y privilegios que gozan y deben gozar los demás Maestres de Campo de los Reales Exércitos". (*)
Así pues, el ascenso le llegó a mi antepasado en plena luna de miel, como regalo de bodas, ya que en los primeros días de aquel mes de diciembre, en la Iglesia Matriz salteña - cual se lee en el acta respectiva -, "el Sargento Mayor Antonio de la Corte y Rozas", natural de Vizcaya, "Valle de Arranza" (sic), había contraído matrimonio con María de Palacios y Ruiz de Llanos, hija del Sargento Mayor Juan de Palacios Martínez de Iriarte y de Juana Crisóstoma Ruiz de Llanos Albarracín, cuyos antecedentes familiares se consignan en los capítulos que tratan a cada uno de esos apellidos.
Casi dos décadas después de su casamiento, Antonio de la Corte y Rozas le solicitó al Gobernador Juan de Armaza y Arregui, la merced del repartimiento indígena jujeño de Sococha, que por muerte de su último titular, el Maestre de Campo Pedro Agustín de la Tijera, hallábase vacante.
Tal pueblo aborigen había pertenecido originariamente al antiguo conquistador Pedro de Zarate. Al acabar la vida de éste, su hijo, menor de edad, Juan Ochoa de Zarate, heredó, - con muchos otros bienes - dicho feudo. La viuda de Zarate, Petronila de Castro - linajuda señora chuquisaqueña, tutora y madre del joven heredero -, pidió y obtuvo para su hijo, en 1585, la posesión de Sococha. Un siglo y pico después, el derecho de percibir el cobro de los tributos a los terrícolas "socochenses", había recaído en Pedro Agustín de la Tijera, y al fallecer Tijera (el 18-VII-1726, no de un tijeretazo sino "de dos puñaladas que le hicieron"), aquel reducto de naturales quedó sin encomendero.
Así las cosas, de la Corte solicitó esa encomienda "por dos vidas, la mía y la de mi lexítimo subzessor", en virtud de considerarse "venemérito, y aver servido a Su Magestad en el Real Presidio que fue de Esteco, en el empleo de Capitán de gente pagada"; en cuyas circunstancias (1715) efectuó aquella "corrida" contra los salvajes, por la que fuera ascendido a Maestre de Campo; además de haberse desempeñado como Alcalde de la Santa Hermandad y Alcalde ordinario de Jujuy, y también como Tesorero Juez Oficial Real, durante muchos años. Tales antecedentes de primer orden, traídos a cuenta por don Antonio a fin de conseguir la granjeria referida, no pesaron en el ánimo del Gobernador Armaza, quien, el 9-II-1735 decretó que los méritos de otro de los pretendientes al poblacho vacante de Sococha, el "Comisario de la Caballería Miguel Estevan de Goyechea" - futuro consuegro de de la Corte - eran superiores a los de éste, de suerte que a Goyechea se le adjudicó la encomienda.
Antonio de la Corte y Rozas - que testó en 1746, ante Antonio Pérez Palavecino - y María de Palacios Ruiz de Llanos procrearon en su matrimonio los siguientes 16 hijos - sin que su enumeración señale el orden por edad de cada cual.
por Carlos F. Ibarguren
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(*) Los despachos estractados obran originales en los "Autos" seguidos en Jujuy, el año 1791, ante el Juzgado de 2a voto, referentes a la Genealogía de doña María Magdalena de Goyechea, hoy en poder de su tataranieto, mi amigo y pariente don Luis Güemes, quien me facilitó su copia.
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