Notas |
- Alrededor de la vida de la bella Marianne se ha tejido una leyenda sobre la cual ha corrido mucha tinta y poco apego a la verdad histórica. A tal punto que puede ser considerada más un producto de la literatura que un personaje real. En consonancia con esa red de fantasía, entre sus descendientes argentinos circuló, a través de generaciones, la versión que Guillermo Schindler, ?El Fundador? de la rama porteña, era hijo ilegítimo (¿natural o adulterino?) de algún miembro de la realeza europea, cuya identificación variaba según la boca femenina que transmitía, en el mayor secreto y pidiendo absoluta reserva, esta confidencial información. Así, según quien revelaba el secreto, al pobre Guillermo lo hacían hijo por la mano izquierda del Kaiser (Federico, Rey de Prusia y Emperador de Alemania), o del Rey de Suecia, Gustavo Adolfo IV, o de Carlos Federico Augusto Guillermo, el 23°. Duque de Brunswick , siendo ésta la versión más arraigada.
En el año 1972, un estudioso del pasado hamburgués, Armin Clasen, publicó el libro ?La bella Marianne - Un capítulo en la historia de la vida social de Hamburgo?. Hans Christians Ediciones. Hamburgo,1972 . En este muy interesante trabajo, el autor desbroza la realidad de la ficción con admirable rigor documental, poniendo en evidencia la fantasiosa leyenda pero, al propio tiempo, destacando la importancia de la Sra. Ruaux de Schindler en la vida social de Hamburgo en el período 1820/1840.
Intentando realizar una prieta síntesis, diremos que esta hija de emigrantes franceses, ante la quiebra del negocio de lavandería de su padre, siendo adolescente tuvo que formar parte de la servidumbre de Madame Jeanne Rainville, antigua patrona de sus padres, de quien aprendió el arte de la hospitalidad y la buena cocina. Pocos años después, la joven Ruaux alquiló la lavandería de que había sido de su padre y abrió allí una taberna, denominada ?Marianenruh?. Su éxito fue inmediato, al punto de convertirse en uno de los lugares más concurridos de Hamburgo, congregando a clientes de todos los segmentos de la población y, en particular, a los extranjeros. Es que, atraídos por el ?savoir faire? y la belleza de la tabernera, se había desatado una verdadera migración hacia la antigua lavandería de Eimsbüttel, a tal punto, que según un autor, era tanta la gente que concurría a Marianenruh que, a pesar el elevado precio de la entrada, se requería la presencia de policías y soldados para mantener el orden .
A partir de allí, ?la bella Marianne? ingresó al mundo de la pintura -quedaron numerosos retratos de la tabernera- y de la literatura, siendo mencionada en numerosos artículos, guías, etc. Inclusive se escribieron tres sainetes que la tuvieron como protagonista o se inspiraron en su historia. Hasta el gran poeta alemán, Heinrich Heine, refiriéndose a los lugares dignos de verse en Hamburgo, coloca a Marianenruh en el tercer puesto, a continuación del Ayuntamiento y de la Bolsa.
Con el paso de los años, Marianenruh no perdió su poder de atracción y le acercó a la tabernera amigos y admiradores (o amantes, según el escritor que se consulte). Aunque sobre este último punto la crónica no deja lugar a dudas: la bella Marianne ?no era sólo de buenas costumbres y culta, sino también decente? . Pero hechizaba a todos: ?era de gran altura, de cuerpo generoso y una belleza que fascinaba a todos, sin importar si llegaban en carruaje de cuatro caballos o si llegaban caminando cual peregrinos, tan sólo para echar una mirada a sus ojos, que brillaban como un lago de Plön? . Esos fueron los ojos que embelesaron a sus contemporáneos. Entre ellos, la leyenda ubica al Duque Karl de Braunschweig (?Brunswick?, es la versión inglesa del nombre), quien supuestamente habría viajado a Hamburgo en 1826 y, perdidamente enamorado de la tabernera, le habría ofrecido matrimonio con resultado negativo (ella habría aducido que ?no sería capaz de satisfacer las exigencias emanadas de esa posición y que no podría ser feliz ni hacer felices a otros? ), sin que volvieran a verse en el futuro. Ese supuesto cortejo del duque no ha sido comprobado documentalmente . Aparentemente, sólo existió en la literatura.
Por otra parte, adviértase que tampoco las fechas ayudan a la leyenda de los amoríos con el joven Duque Carlos de Brunswick. En efecto, el encuentro se habría realizado en 1826, cuando la bella Marianne estaba en la plenitud de su juventud, con su rozagantes 24 años, mientras que Guillermo Schindler, el fundador de la rama argentina y supuesto hijo del Duque de Brunswick, vino al mundo cuando su madre tenía la madura edad de 38 años, en febrero de 1841, es decir ... ¡15 años después del presunto encuentro de su madre con tan alto personaje! ... Frente a tal contundente probanza, cualquier otro argumento respecto a su supuesta filiación resulta sobreabundante.
Mientras tanto, la proliferación de la competencia (?tabernas a lo Marianne?, las denominaba la revista ?Erzähler? ) hizo decaer el negocio. Así las cosas, en forma imprevista, a comienzos de 1831 Marianne Ruaux abandonó la taberna de Emahus y se instaló en Eimsbüttel, localidad más alejada de Hamburgo, entonces perteneciente al Reino de Dinamarca, donde alquiló una propiedad para instalar un pequeño mesón. La verdadera razón de la mudanza era su reciente embarazo. El co-responsable era un joven comerciante hamburgués -John Jochmus- de distinguida familia, de buenas maneras y alta estatura, pero, por lo visto, poco afecto a los compromisos, quien se embarcó hacia Norteamérica, radicándose en Saint Louis, Missouri. Emile Ludovica Caroline, tal el nombre de la niña alumbrada el 21.10.1831 (quien fuera conocida familiarmente como Lilly), no fue bautizada y creció junto a su abuela francesa. Nadie se enteró.
El negocio de Marianne Ruaux empeoró año a año, junto con la aparición de la competencia. En 1834 la otrora exitosa tabernera manifestó su decisión de abandonar Eimsbüttel, debido a que no llegaba a pagar el alquiler, proyecto del que finalmente desistió en ese año . Entonces apareció en su vida Robert Schindler, un comerciante (aunque sin un negocio propio) residente en Hamburgo, donde había adquirido en 1834 los derechos civiles. Schindler estuvo dispuesto a aceptar a la hija de Marianne como propia y se casaron el 3.4.1836 en Ependorff. A los pocos meses de casarse, Schindler hizo honor a su palabra bautizando como propia a Lilly, la hija prematrimonial de Marianne, quien contaba a la sazón con cuatro años y medio de edad. El consorte era siete años menor que la novia y el haberlo conocido -y hacerse casado con él- le significó a ésta el inicio de los años más difíciles de su vida.
El negocio de la posada seguía en caída, al extremo que en 1839 el matrimonio, junto a sus dos hijos mayores nacidos en Eimsbüttel, se mudaron a Hamburgo, donde Schindler alquiló una propiedad y abrió un negocio de cafetería, fonda y vinería. Atrasado en sus pagos del alquiler, en 1842 fue desalojado por orden judicial, manteniendo una sala de estar y un dormitorio en el que se instaló junto con su suegra, Lilly, Marianne, sus tres hijos y uno por venir. Al borde de la desesperación, Schindler recurrió a un mayor endeudamiento, terminando desahuciado en la calle y embargados todos sus bienes, mientras, cada vez más desequilibrado, se embarcaba en una serie de pleitos utópicos que, como era de prever, terminaron en su contra. Un antiguo amigo y admirador de Marianne, el Conde Wilheim von Luckner -posteriormente, embajador del Reino danés en Lisboa- viendo el estado paupérrimo de su amiga, le otorgó un préstamo a Schindler con lo cual alquiló un hotel que regenteó, con el desastroso resultado que era previsible.
Para esa época Lilly se enteró que no pertenecía a la familia Schindler y se contactó con su padre en Estados Unidos. Este, a través de apoderados, inició un juicio para acreditar su paternidad y obtener la plenitud de sus derechos sobre la hija prematrimonial, entonces de 15 años. El Tribunal le fijó un tutor a la menor, y finalmente declaró ?que de aquí en adelante, Emilie Ludovica Caroline, la hija del mandante John Jochmus y de Johanna Maria Caroline Ruaux, ahora casada con Schindler, deberá ser considerada legítima y nacida de un auténtico matrimonio, y estará además autorizada a usar el apellido del padre? . Consecuentemente, la niña dejó la casa de su madre yéndose a vivir con parientes de su padre. Un año después, en compañía de su padre dejó la ciudad de Hamburgo para nunca más volver a tener contacto con su pasado, ni ver a su madre.
La familia Jochmus tenía muy buena posición económica y política. Un hermano de John, el militar Jacob August Jochmus, era amigo del archiduque Johann de Austria quien lo designó Ministro del Exterior y de Marina de Austria. Su amistad y buen desempeño le permitieron acceder al cargo de Teniente General y al título de Barón de Cotignola. Poco le costó a Lilly acomodar su nueva vida al distinguido sello de la familia Jochmus. En 1855 contrajo matrimonio en Bamberg con Felix Carl Otto Johann, mayorazgo y conde de Bothmer procedente de la línea de Mecklenburg, quien falleció el 10.3.1870, cuando estaba de paso en Lübeck. No tuvo descendencia con Lilly. A partir de 1875, ésta se desempeñó en la Corte del Gran Ducado de Weimar, desde 1880 hasta 1900 fue dama real de la Gran Duquesa heredera Pauline, esposa del Gran Duque heredero Carl August. En 1892 obtuvo el título de ?Excelencia? y le fueron concedidas las funciones de Primera Dama de Honor de la Corte. Falleció el 12.12.1911 en Weimar y fue sepultada en el castillo de Bothmer. Aún cuando en Weimar circulara el rumor de que la Dama de Honor no era una auténtica Jochmus, sino una niña expósita, Lilly se llevó el secreto a la tumba y su madre, la otrora bella Marianne, a pesar de su duro destino, prefirió callar para no poner piedras en el camino de su hija, por lo que nunca mantuvo contacto con ella.
Volviendo a la suerte de ?la bella Marianne? y su familia en Hamburgo, el 12.8.1848 Schindler debió presentarse en cesación de pagos: ?Desde hace tiempo, con espíritu afanoso y ahorrativo, he realizado los mayores esfuerzos para poder evitar esta triste medida, pero todo ha sido en vano. La actual escasez tiene consecuencias particularmente graves en este rubro comercial?, se justificó ante el Tribunal comercial. Tres días después, a la edad de 86 años, murió la madre de Marianne. La señora Le Vavasseur, nacida en Caen, Francia, fue enterrada en el cementerio católico de Hamburgo. Marianne se había separado formalmente de Schindler, aunque continuaba viviendo con él bajo el mismo techo. Además, ofrecía todos los cuidados al pobre desdichado, cuya enfermedad ahora se había manifestado como incurable, como una demencia (?amentia? o imbecilidad). Viajó con él a ver a los médicos de Bramstedt, pero el 11.4.1849 debió dejarlo en lamentable estado en el Hospital General de Hamburgo, donde el 31.7.1849 se despidió definitivamente de las penurias de este mundo. El diagnóstico indicó que Schindler padecía ?fatuitas?: se había tornado inmaduro o idiota.
Pero Marianne, viuda y enfrentando una quiebra, no se dejó doblegar por su destino. Con el desinteresado apoyo de más de quince amigos de antaño (verdaderos amigos, y no fatuos amantes inventados por la leyenda), organizó una sociedad en la que ellos aportaron el capital necesario para solventar las deudas de la bancarrota, salvar a la ya madura Marianne (se acercaba a los 50 años) y a sus hijos de la miseria e, inclusive, inaugurar un hotel que logró desarrollar y sostener de manera bastante aceptable. Hasta 1853 administró en Hamburgo el hotel Garni, luego tuvo una fonda entre 1854 y 1861 y un restaurante entre 1862 y 1866. Cuando ya contaba con 64 años, la infatigable Marianne se recluyó en su querido Eimsbuttel, alquilando una propiedad donde instaló una posada que regenteó hasta 1872, fecha en que se retiró. Dos días después de su octogésimo cumpleaños, el 4.7.1882 a las 19:30 horas, Mariane Ruaux de Schindler se despidió plácidamente de este mundo rodeada de sus afectos. Junto a su lecho de muerte estaban las dos hijas y sus respectivos esposos. Diligentemente, su yerno Johann Grüttel dio parte del fallecimiento en el Registro Civil N 3 y al tercer día del deceso, el cuerpo recibió solemne sepultura en la tierra protectora del cementerio de Eppendorf.
La losa de su lápida se perdió a poco de concluir la Segunda Guerra Mundial cuando el cementerio, despojado durante el conflicto bélico de todo lo que aún tenía de valor como metal y desprovisto ahora de protección, fue saqueado y desvastado por completo, perdiéndose en el olvido el lugar preciso donde reposaron sus restos mortales, pero manteniéndose vivo el recuerdo (o la leyenda) de aquella bella tabernera que cautivó a propios y extraños con su hermosura irresistible y con la dulzura de su trato. [1]
|