Notas |
- Baldomero Castro Sancetenea, vino al mundo en Salta en 1842, y allá se casó, el 16-VI-1860, con su sobrina carnal Francisca -"Pancha"- Uriburu Castro, hija de su hermana Casiana.
Cuando el 10-X-1867 los vecinos de Salta defendieron valientemente a la ciudad contra la montonera de Felipe Varela, que la ocupó a sangre y fuego, saqueándola después, Baldomero Castro hízose cargo del comando de la trinchera Nº 3 - denominada "Santiago" -, junto con Victorino Solá y 20 combatientes. Murió peleando, de un balazo en la cabeza. "Todos han sostenido sus puestos con honor, y a todos los he visto desafiar el peligro impávidos y serenos" - expresaba el parte del General Nicanor Flores, jefe de la defensa de la plaza. "El malogrado y valiente joven don Baldomero Castro, se condujo de la misma manera, atendiendo tan pronto la barricada que comandaba, como el ataque que nos traía el enemigo por los techos de las casas, habiendo sido muerto en una azotea en el momento de tirar sobre los que nos asaltaban. Salta vió en ese día regadas sus calles con la sangre de sus mejores hijos - dice el parte del Jefe de Estado Mayor, Juan Martín Leguizamón -. Tuvo más de 60 muertos y heridos, y como 50 prisioneros. El enemigo no solo conocía nuestra situación lo mismo que nosotros (255 armas de fuego, entre fusiles, escopetas y rifles, y medio paquete de municiones por plaza) sino que lo sabía todo, y nos conocía perfectamente, uno por uno. Así que se vió proferir en gritos salvajes cuando el malogrado Baldomero Castro cayó sin vida al pié de su trinchera, y amenazar con la muerte a sus amigos que sabía debían oponerle igual resistencia. Así se oyó también su brutal algazara cuando conoció que nuestras municiones se habían concluído, y que era imposible resistirle por más tiempo".
El Gobernador de la Provincia Sixto Ovejero también le informaba acerca de los sucesos al Ministro de Guerra interino José María Moreno, el cual debía ponerlos en conocimiento del Vicepresidente Marcos Paz, en ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional. "El 8 del corriente - decía Ovejero - ordené la resistencia con barricadas, sin la más remota esperanza de triunfar sobre el enemigo que nos traía 800 bandidos, y la plaza solo contaba con 250 Guardias Nacionales con malos fusiles y poquísima y pésima munición de pólvora de minas ... El día 9 de octubre, hacia las 9 de la mañana, nos puso sitio el enemigo en los mismos momentos en que terminaban los trabajos de fortificación. Al medio día, intentaron un ataque con flojedad, más para reconocer nuestras posiciones que con la decidida de avanzar, y los pocos que osaron ponerse de frente pagaron con la vida su temeridad, porque nuestros rifles eran manejados por jovenes inteligentes. En la tarde se retiraron al campo a gran distancia, dejando sin embargo en las goteras de la ciudad como unos 200 tiradores a caballo. El día 10, de imperecedera gloria para Salta, regresó todo grueso de la fuerza de Varela a las 8 de la mañana, y dió principio al ataque. Trató de flanquear distintas barricadas, introduciéndose en las casas por retaguardia, y de todas ellas fué desalojado por un puñado de valientes que, guardando escasa munición, solo disparaban a quemarropa. El ataque recio se intento por el Norte, pero aterrados por el horrible estrago que les hicimos, abandonaron dicho rumbo y atacaron por el Sur. A la una del día pereció desgraciadamente el intrépido joven Baldomero Castro, comandante de una de las barricadas, al propio tiempo que se concluyeron las municiones a sus 12 fusiles, por lo que cayó dicha barricada en poder del enemigo. Se lucho para reconquistarla hasta que se quemó el último cartucho de las barricadas próximas. En tal estado, ya no era posible resistir más, y una a una fueron cayendo todas en poder del enemigo, quien ocupó la plaza en el mismo momento, salvándose nuestros valientes con fuegos de retirada hasta que consiguieron introducirse en el convento de San Francisco, donde habríamos sido víctimas de su ferocidad, como lo fueron otros en las calles, a no mediar los religiosos, y el haber sentido la llegada de las fuerzas del General Navarro. Una hora escasa han ocupado la capital, y los estragos y saqueos que en ella han perpetrado rayan en los límites de lo imposible. A la entrada de la división del General Navarro huyeron los bandidos, cargados de botín, con dirección a Jujuy ... Es casi fabuloso, Exmo. Señor, el estrago que hemos hecho en las hordas de Varela. Sin temor de equivocarme puedo asegurar a V.E. que le hemos puesto 200 hombres fuera de combate, pues hemos enterrado 70 y tantos muertos en el acto del combate, y sé que llevan dos carretadas de heridos de gravedad y 67 van a caballo. Por nuestra parte hemos tenido 12 hombres muertos y 30 heridos. No quiero desaprovechar esta ocasión para recomendar al Exmo. Gobierno Nacional las viudas de esos 12 soldados de la ley y de la libertad, muy especialmente la del malogrado joven don Baldomero Castro; señora pobre, cargada de niños pequeños, y, por su rango en la imposibilidad de buscar por su mano el alimento para sus hijos".
Mi abuela Margarita, por su parte, me relató muchísimas veces como ella con sus padres, hermanas y demás allegados, se refugió en la Iglesia de la Merced. (Su marido, mi abuelo Ibarguren, encontrábase entonces en Santa Fé, desempeñando el cargo de vocal del Supremo Tribunal de Justicia de aquella Provincia). A la luz mortecina de los cirios, de hinojos ante los altares, mi abuela - embarazada de 4 meses de su primerizo - rezaba y rezaba, en medio de una multitud de mujeres sollozantes, hacinadas en las naves del templo; mientras afuera retumbaban los disparos del combate. De pronto "Pancha" su hermana se yergue desencajada y con patética voz exclama; "Lo han muerto a Baldomero". A los pocos instantes su presentimiento quedó confirmado; y "Pancha" Uriburu, hecha un mar de lágrimas abrazaba el cadáver sangriento de su marido. [4]
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